XXVII
Kanon se dejó arrastrar por la pequeña mano que le sujetaba, guiándolo a la cabaña de los pequeños. Había intentado todo y había sido inútil. Excusas, pretextos, todo fue insuficiente frente a los ojos expectantes del pequeño que le recordaba tanto a si mismo. Milo jalaba a Kanon hacia la cabaña acompañado de Camus, haciendo caso omiso de los pretextos e intentos de zafarse del mayor.
Kanon no quería hacer lo que le pedían. Sería actuar como reemplazo de su hermano y como sabemos, ese era uno por no decir el principal de sus complejos. Estaba muy decaído de ánimos, sintiéndose cada vez más inferior a Saga. Veía como la distancia entre ambos crecía y crecía, aún cuando el hacia todo lo posible por estar a la par. Ver como su esfuerzo por ser cada vez más fuerte rendía frutos pero no ayudaba, era un tormento. Estaba logrando su objetivo pero no alcanzaba su propósito.
Los niños le habían pedido que continuara la lectura de "El Zorro". Saga habituaba cada noche leerles cinco páginas del libro, que a este ritmo todavía no acababan. Kanon había dejado de asistir a las lecturas de su hermano hacia ya demasiado tiempo, cuando... cuando todo estaba mal pero el se encontraba "bien". ¿Y ahora? ¿Cómo estaba ahora? Pues todo seguía estando mal, pero ahora el era conciente de todo y haría todo lo posible por cambiar la situación. ¿Eso era mejor? ¿No era más feliz antes?
- No quiero Milo... - decía Kanon resistiéndose a entrar a la cabaña – Tengo cosas que hacer... - decía sujetándose al marco de la puerta.
- ¿Cómo que? ¿Quedarte sólo en el claro ese? No dejaré que te vayas nada más para quedarte sólo - dijo Milo enojado.
Kanon se sorprendió. ¿Cómo sabía Milo de SU claro? ¿Cómo sabía que se iba a aislar allí? Desarmado por su propia sorpresa, no se dio cuenta de cómo llegó a la cama de Shaka. Ahí, se encontró con los rostros de Milo, Camus y Mu, que se había unido al grupo, y rodeaban la cama, arrastrando sábanas y almohadas.
Al leer, Kanon se dio cuenta de que el "hacia mucho tiempo" que había utilizado al decir que había perdido el hilo de la historia, era en verdad un hacia MUCHO tiempo. Se entristeció al pensar en aquellos tiempos en los cuales Saga se sentaba en el suelo y comenzaba a narrar siendo interrumpido y fastidiado por el. Antes, le gustaba molestar a su hermano y bromear. Ahora... prefería estar solo.
No entendía cómo exactamente había pasado. Él había jurado cambiar pero no se dio cuenta cuando ni como lo había hecho. Se dio cuenta de que había dejado de leer en voz alta y miró sorprendido a su audiencia. Todos dormían y también todos habían terminado acurrucados en él. Se sintió incómodo. Recordó las risas que había provocado con la lectura y volvió a ver los rostros dormidos de los niños. Comenzó a respirar agitadamente. Se puso de pie sin tener cuidado y salió corriendo por no decir huyendo.
Sus pies lo guiaron por un camino muy familiar y a un destino muy predecible: el claro. ¿Por qué había reaccionado de esa forma con los niños? ¿Por qué necesito huir de la cabaña ante su cercanía? La respuesta que nunca conoció era simple. Había estado demasiado tiempo solo, rehuyendo la compañía de los demás y alejando a las personas que más quería. El regreso al pasado, al contacto con los niños, atemorizó su corrompido corazón. Su reacción y su huida habían sido impulsos, que habían actuado ante la alarma de sentir, de estar feliz, de querer ser como antes. El miedo de regresar a ser vulnerable había hecho a sus piernas reaccionar y refugiarse en su claro.
Lo único que Kanon comprendió mientras veía su rostro con odio, es que ya no había vuelta atrás. El intento inconsciente de esa noche, de ser como antes no funcionó y se convenció a si mismo, por no decir imponerse, la idea de que ya NUNCA nada podía ser como antes. Se dio cuenta también de que talvez era mas feliz antes, siendo ignorante de su situación y de sus propios sentimientos; PERO ahora estaba más seguro, y más dispuesto a demostrarle a todos que, uno, no necesitaba su apoyo para ser mejor, dos, que sería más grande y poderoso que su hermano y tres, que lo recordarían por siempre y no por ser el hermano gemelo de Saga.
Es curioso como una persona puede cambiar tanto. Hacia un año o dos, al darse cuenta de que no podía tener contacto con nadie, que el sólo tenerlo lo heriría, que tendría que evadir a los demás, le hubiera resultado primero graciosa y segundo desconsoladora. Hoy, le parecía preciso e indispensable. Kanon estaba resuelto a llevar a cabo cualquier cosa con tal de no ser vulnerable y... aunque le dolía admitirlo... cualquier cosa por... por ser alguien.
- ¿Morado? - dijo Aioros algo asustado y retrocediendo, poniéndose a la altura del rubio - ¿Cómo que su aura está morada? - volvió a preguntar.
- No sé comprender... correctamente. Es... confuso y contradictorio. Está lleno de contradicciones... Puede que me equivoque pero... creo que está sumamente solo, y a la vez acompañado... está feliz, pero derrama lágrimas... quiere irse pero a la vez quiere quedarse... quiere a todos, pero lo hartan... Es extraño. - dijo Shaka abriendo los ojos. Aioros vio en estos dudas y algo de temor.
- ¿Estás seguro que es él? - preguntó con un aire tranquilo, tratando de calmar al niño que se veía algo agitado.
- Sí, pero no entiendo, no se por... - Shaka fue interrumpido por Aioros.
El mayor le colocó una mano sobre su cabeza y le dijo - Bien, eso era lo que necesitábamos. El caballero de capricornio está en esa casa; debemos ir por él. Te felicito Shaka, has logrado encontrarlo tu sólo. - dijo arrancándole una sonrisa al rubio.
Entraron sin ocultar su presencia. Notaron extrañados que a pesar del ruido que la puerta del portón provocaba al abrirse, ni una voz ni unas pisadas les indicaban que hubiera alguien dentro. Aioros tocó la puerta y nadie respondió, inocente pero acertadamente Shaka giró la perilla de la puerta principal y esta se abrió.
La oscuridad acompañada de los gritos y festejos del exterior resultaban como Shaka había dicho, contradictorios. Risas y aplausos, acompañados del silencio. Aioros retiró la peluca rosa de su cabeza y la puso con delicadeza en el suelo. Shaka lo imitó y buscó el switch de la luz en la pared. Lo encontró y lo prendió revelando el interior de la vivienda. El amarillo reinaba en las paredes de una pequeña sala café que combinaba con la pared y un comedor de madera rústica para cuatro personas. Cuadros de pintura abstracta adornaban también las paredes. Aioros llamó pero nadie contestó.
Había muchos muebles de madera por toda la casa. Revisaron habitación por habitación de la planta baja, encontrando un estudio, una recámara deshabitada, una cocina, la estancia anterior y un baño. Aioros volvió a llamar en la entrada de las escaleras, escuchando sólo como respuesta el eco de su propia voz. Shaka lo seguía de cerca, sabía que el caballero estaba ahí, pero trataba de entender porque no lo veían o escuchaban. Justo antes de subir las escaleras Aioros escuchó el sonido de una ventana pegando con algo. Descubrió a su derecha, en el estudio, que la ventana estaba abierta y que el viento hacia que se pegara con la rama de un árbol. Se dirigió a cerrar la ventana y se encontró con la vista de un pequeño jardín y una casita, fuera de la casa. Creyó escuchar ruidos provenientes de la casita y le hizo una seña a Shaka para que se acercara.
- ¿Podrías sentir, si está ahí? - preguntó Aioros mientras cargaba a Shaka para que pudiera mirar por la ventana.
- Espera, déjame concentrarme algo... - y menos de un segundo después de haber cerrado sus celestes respondió - Sí, está ahí. - miró convencido a la casita de concreto que se asomaba por la ventana.
- Mmmmm ¿Sigue morado?
- ... Algo... se ha tranquilizado un poco o... bueno ya no está tan morado. – dijo Shaka con mirada divertida.
- Bien... Vamos. - acto seguido Shaka tomaba la mano de Aioros y se dirigían a la cocina, donde habían visto que había una puerta que daba al patio.
El jardín estaba algo descuidado, pero no pudieron enfocar su atención en la vista que se les presentaba pues oyeron gritos o mejor dicho exclamaciones en voz alta. Se miraron y Aioros encabezó a pasos lentos el camino hacia la pequeña casita. Vio por la puerta entreabierta de madera, que la casita era mas bien un lugar de entrenamiento.
Un joven por no decir niño, ataviado de un traje de karate blanco estaba entrenando. Las pequeñas exclamaciones salían de su boca, mientras daba una patada o alzaba un puño. Aioros notó que el niño tenía muy buena técnica en combate sin armas. Usaba una combinación de técnicas de karate, con otras artes. Quedó impresionado por como un niño de tan corta edad parecía experto en diversas artes de combate. Y es que si Aioros se ponía a pensar, talvez hasta podría ganarle en un combate.
El niño se movía con una velocidad impresionante y con un porte serio. Sus golpes eran directos, discretos y fuertes. El niño se detuvo súbitamente y alzó su palma derecha a la altura de su rostro. Movió los dedos de su mano, como si estuviera revisando algo. Aioros no sabía si entrar, si seguir mirando, si hablar, si retarlo; su indecisión vino a ser descubierta por un chirrido de la puerta tras la cual se escondían. Miró a Shaka algo asustado y notó por la mirada nerviosa que el niño había movido la puerta sin darse cuenta.
- ¿Quién está ahí? ¿Papá? - llamó el joven que se apresuró hacia la entrada.
¿Se escondían? Por supuesto que no. Tenían que hacer contacto con el caballero. Shaka afirmó con la cabeza, indicándole que aquel niño era el futuro caballero de capricornio. Aioros se alejó un poco de la puerta y esperó unos segundos para ser descubierto.
El niño se veía de unos once años, tenía un pelo negro muy alborotado y unos ojos pequeños también negros. Una nariz grande y recta que acompañaba a unos labios casi invisibles. Su piel tenía una tonalidad amarilla. Aioros vio gotas de sudor por todo su rostro que bien se podían haber confundido con lágrimas, pero viendo el ceño fruncido y el rostro de expresión dura mezclada con incertidumbre pensó que sería imposible ver a un muchacho como aquel derramar una sola lágrima.
El joven los miró sorprendido y algo alterado. - ¿Qué desean? - desvió la cabeza hacia un lado al oír aplausos provenientes de la calle. Su vista regresó a Aioros y luego al rubio que lo miraba ¿sorprendido? Su respiración era agitada.
¿Venimos siguiendo una estrella para reclutarte en Grecia? Eso no sonaba muy bien, de hecho no sonaba nada bien. El niño pensaría que eran unos chiflados y más cuando dijera que el niño lo había guiado y le preguntara porque estaba morado.
- ... Te estábamos buscando... - respondió evasivamente Aioros. ¿Era parte de la verdad no?
- ¿A mí? ¿Para qué? - Aioros adivinó pro la mirada más furtiva todavía del joven, que lo estaba exasperando. El joven efectivamente pensaba que esos dos sólo le estaban haciendo perder tiempo y se preguntó cómo habían logrado entrar. ¿Serían ladrones?
- Para... - Aioros no sabía que decir.
- ¡Para pelear contigo! - soltó Shaka, como si hubiera sido lo primero que hubiera pensado y efectivamente por la carita que ponía resultó obvio para Aioros de que así había sido. - ... Aioros, viene a pelear contigo. - el arquero se quedó mudo. No es que tuviera miedo pero, iniciar una pelea con el futuro caballero de capricornio no le resultaba lo ideal.
- ¿Tu eres Aioros? - preguntó con curiosidad el joven. Aioros notó que la expresión dura del joven había desaparecido. Una pequeña sonrisa adornaba el rostro alargado.
- Sí. - sonrió Aioros, como sólo el podía hacer. - Yo soy Aioros. - le extendió la mano y el muchacho la tomó.
- Me llamo Shura, mucho gusto. - hizo una inclinación con la cabeza, soltando la mano de Aioros y volteando hacia el pequeño rubio que lo veía feliz.
- ... Lo siento. Yo me llamo Shaka... - Shura hizo otra inclinación con la cabeza.
Shura notó algo nervioso, que los dos individuos lo miraban expectantes. Sonrió algo, tratando de apartar sus miradas y de no parecer grosero. Aunque después de todo, habían entrado sin llamar. No era un hombre (niño) de muchas palabras, así que no sabía que decir o hacer.
- No suenan de aquí... Noto un acento... ¿No son de aquí? - preguntó notando las ropas algo extrañas de los dos.
- Venimos de Grecia. - respondió Aioros.
- ¿De Grecia? - preguntó muy sorprendido. - ¡Eso está muy lejos! ¿Han venido sólo a pelear conmigo? ¿Cómo supieron de mí? -
Aioros miró a Shaka. - Sí... Grecia está mmm lejos. - sonrió - Pues sí, vinimos a verte a ti. - Shura exigió con la mirada que otra vez se volvía a poner dura una respuesta - ¿Eres capricornio? -
Aioros no pensaba soltarle así nada más las cosas. Shura algo confundido por la pregunta, respondió. - Sí... pero... –
- Verás venimos buscando a un capricornio... bueno, a un capricornio en especial... - el arquero ya no sabía que decir.
- ¡A ti! - interrumpió Shaka. - Te venimos buscando a ti. -
Juzgando la expresión de Shura y los pequeños pasos que había dado hacia atrás, Aioros supo que lo habían espantado y que pensaba que los dos estaban locos. Tenía que decir algo coherente que se adhiriera a la verdad y a una verdad que llamara la atención de Shura.
- Venimos del Santuario de Grecia, donde entrenamos, buscando a un futuro caballero de capricornio. Y te encontramos a ti, que eres un experto en artes marciales. - Shura lo miró escéptico, pero por lo menos no retrocedió más. - Y... eres capricornio... y pues... ¿Puedes mirar el cielo por favor? - preguntó con un hilo de voz.
Shura los vio como si fueran locos, pero al ver que la petición de mirar el cielo era algo serio y no una broma, miró con curiosidad el cielo. Se veía negro, la luna en cuarto creciente, algunas estrellas y... una constelación brillaba... demasiado. Pero nada fuera de lo anormal. - ¿Qué tiene el cielo? - dijo, con la vista perdida en las estrellas.
Aioros señaló con su brazo derecho la constelación que brillaba. - Ese grupo de estrellas que ves, es... es la constelación de capricornio. - Shura lo miró como diciendo "¿Y eso qué?"
- Suena raro, pero... Esa constelación señala que tu eres el caballero de capricornio. Es tu destino luchar con la armadura de la décima casa. – ahora si que Shura pensaba que estaban locos.
- ... No es nada personal, pero... ¿Se pueden retirar? No tengo tiempo para esto... - soltó el joven que comenzaba a darles la espalda.
Aioros y Shaka se miraron desilusionados. - Lo que hemos dicho es verdad. - dijo Shaka de forma desesperada.
Aioros le puso una mano en los hombros. - Shura... ¿Y esa pelea? ¿No quieres pelear conmigo? - tentó el arquero.
Shura sonrió maliciosamente, se hizo a un lado y señalando la puerta dijo - Después de ti. –
Saga estaba hincado sobre el piso de mármol, tranquilizándose y repitiendo, en voz alta sin darse cuenta, que nada era real, eran ilusiones y recuerdos del pasado. La siguiente escena le demostró que las ilusiones no sólo eran del pasado y que mezclaba verdad con... ¿mentira?
Kanon se apareció frente a él. Sus ojos inexpresivos revelando una mirada sombría. No había amor, cariño ni comprensión en sus ojos. No se acercó a ayudarle a levantarse, sólo se postró frente a él. Saga comenzó a llamarle, todavía hincado, pero era inútil su hermano ni siquiera lo miraba, estaba muy ocupado mirando al frente.
Al oír pisadas de nuevo, a su espalda, Saga se puso de pie. Se encontró en medio de su hermano y del Patriarca. A diferencia de Kanon, Shion no se veía tan frío ni tan temible. Se veía normal, con su expresión seria como siempre. Se detuvo a unos pasos de Saga. El géminis no supo que hacer, ni que se le quería demostrar con este cuadro. Kanon a su izquierda, Shion a su derecha. Los miró de nuevo, tomándose su tiempo, escuchando las gotas de agua que caían.
- ¿Kanon? - llamó sin encontrar respuesta, ni una sola mirada del rostro que parecía contraerse en odio y que pertenecía a su hermano. - ¿Patriarca? - Shion le dio la espalda a Saga y a Kanon, como si al frente tuviera algo muy interesante que ver.
Saga sintió algo extraño. Los bellos de sus brazos se erizaron. Algo malo iba a pasar, lo sentía. Volteó a ver a Kanon y notó que este sonreía. Pero no era su sonrisa normal. Era un curva odiosa que mostraba sólo su hilera de dientes inferiores. Sus ojos centelleaban y Saga no podía creer que el rostro de su hermano se encontrara tan lleno de odio. Vio como Kanon comenzaba a alzar su mano derecha.
"Lo va a matar". Saga escuchó una voz en su cabeza. "Lo va a atacar". No podía ser, Kanon nunca haría eso, jamás atacaría a nadie, menos al Patriarca. "Lo odia, sabes bien que lo odia. No está pensando, mira su rostro, está lleno de ira, lo va a matar". Saga vio como Kanon concentraba su cosmos en la mano que había alzado. Shion seguía dándoles la espalda. ¿Por qué no volteaba? ¿Por qué no se defendía? Saga gritaba, le gritaba a Shion que se moviera, que se quitara, que volteara, que por Dios se defendiera. Pero no hubo resultados por lo que los gritos de Saga ahora fueron para su hermano.
- ¡Kanon no! ¡No hagas esto Kanon! ¡No me obligues, porfavor – la voz se le cortó - ... no me obligues a detenerte! -
"¡Haz algo! Lo va a matar. No puedes permitirlo. No puedes permitir que alguien mate a un indefenso, es inaceptable." La voz dentro de Saga cobraba fuerza. - ¡Es mi hermano! ¿Qué puedo... No puedo... No puedo herirlo... - gritaba furioso, esperando que su hermano se detuviera.
"Con mayor razón. No permitas que tu hermano se convierta en un asesino. ¿Vas a permitir que mate a alguien?" - ¡No lo hará! ¡KANON escúchame! ¡Es Shion, nos ha visto crecer! ¡No hagas esto! Ha sido injusto pero KANON... KANON ¡NO, KANON NO! –
A Kanon no le importó que Saga estuviera en el medio y que su ataque pudiera herirlo. Al ver esto Saga reaccionó. La voz en su cabeza tenía razón, Kanon estaba lleno de odio. Con mucho esfuerzo logró desviar la energía de su hermano con su antebrazo izquierdo. Respiró entrecortada y agitadamente. No podía creer lo que su hermano estaba haciendo. Shion seguía dándoles la espalda, sin darse cuenta de la situación y Kanon volvía a alzar su brazo para volver a atacar.
- No, Kanon, no. Ya, fue suficiente. Tu no sabes lo que estás haciendo. ¡Lo vas a matar! ¡NO TE DAS CUENTA! - pero Kanon no lo oía y volvía a concentrar su cosmos en su palma.
"No se va a detener. Está lleno de odio. No descansará hasta dar en el blanco y matar a la persona a tus espaldas". - ¡SE DETENDRÁ! ¡Yo lo conozco! ¡Kanon muéstrale! ¡MUÉSTRALE! - su voz se hizo un susurro audible y desesperado. - ¡Detente! -
"No lo hará, ya te lo dije. Tienes que hacer algo". - ¡No le permitiré lastimarlo! ¡KANON! ¡No lo tocarás... - otro susurro - tendrás que matarme a mi primero... –
Saga vio incrédulo como su hermano lanzaba otro ataque al Patriarca. Otro ataque que tendría que interceptar y que afortunadamente lo hizo. Pero era más potente que el otro y lo hizo caer. Notó un sabor y una sustancia extraña en sus labios. Apartó con su mano izquierda aquella sustancia y notó que era sangre. Se puso de pie, gritando a Shion que no lo oía.
Kanon volvía a alzar su mano. "Como dijiste, te matará a ti primero y luego a él. Tu muerte no protegerá al que está a tus espaldas, sólo detendrá su muerte unos momentos. No se detendrá y tú... tú no podrás desviar sus ataques por siempre. Si sigues así, morirás y el otro también. Debes detenerlo"
- ¡NO PUEDO MALDICIÓN! ¡ES MI HERMANO! ¡NO LO PUEDO HERIR! ¡NO... NO lo puedo matar...! -
"Si tu no lo detienes, tarde o temprano alguien más lo hará y ese alguien no se conformará con herirlo o detenerlo. Lo matará definitivamente."
Las lagrimas volvían a caer del rostro de Saga. - Eres mi hermano... Lo... lo hago por ti Kanon. Nada lograrás así. – un suspiro y un débil - Perdóname...
Saga se concentró y concentró en sus manos sus cosmos. Kanon volvió a atacar, pero Saga estaba decidido a terminar aquello. No le quedó más remedio que levantarse y enfrentarse a su propio hermano. Los cosmos chocaron y el templo se iluminó por la energía que los dos hermanos despedían. Momentos pasaron y cuando Saga volvió a abrir los ojos se encontró con que Shion ya no estaba y en cambio el cuerpo de su hermano muerto estaba en el suelo.
Corrió hacia él y se detuvo horrorizado ante lo que había hecho. Él sólo había querido detenerlo pero... maldita sea. ¿Por qué? Se agachó débilmente tratando de tomar la mano de Kanon, pero nunca pudo hacerlo. Súbitamente el "cuerpo" de su hermano había desaparecido y una luz dorada aparecía al fondo del templo. Sin saber porque, Saga siguió la luz...
