XXXII
- ¿Ya mero? - preguntó fastidiado Aioros desde la cama donde esperaba sentado, cambiado y listo para salir al pueblo.
- Me estoy concentrando. No molestes... - le respondía Shura desde un pequeño e improvisado escritorio (léase madera medio lijada) que habían acomodado en una esquina del cuarto. Sus ojos se perdían tras la ventana abierta frente a él, en la nada, mientras que los rayos del sol iluminaban una hoja de papel blanco completamente vacía.
- Lo único que haces es golpear la pluma con la madera...
- Porque todavía no decido que escribir... Y sí me sigues interrumpiendo voy a tardar más. - mordía la pluma del nerviosismo y la inseguridad que sentía al tener ese simple pedazo de papel esperando a que él se dignara a escribir.
- Tenemos permiso sólo para dos horas. Más te vale que te apures a llenar esa carta o te vas a tener que esperar a la próxima semana.
Una sonrisa le iluminó el rostro a Shura. - Sí... y eso... sería una... ¿lástima?
- ¡Ya! Escribe de una buena vez que de esta, te aseguro, que no te vas a poder zafar.
- ¡Si me quisiera zafar te aseguro que ya me hubiera zafado!
- ¿Entonces no te quieres zafar? - preguntó con una amplia sonrisa de victoria el arquero.
- ... DEJA de decir "zafar" y no... ¡Yo no dije eso! No pongas palabras en mi boca... - dijo furioso, estampando la pluma contra el suelo. Se cruzo de brazos y se negó en completo berrinche a mirar la hoja en blanco que tenía frente a él.
Aioros esperó unos segundos para permitirle a su amigo calmarse un poco. - Llevas quince minutos sentado en esa mesa...
- ¡ES UN ESCRITORIO! - le gritó algo ofendido el español. Lo único que le faltaba era que Aioros desacreditara al escritorio que tanto trabajo le había costado construir.
- Bueno... está bien... Mira, llevas quince minutos sentado en ese escritorio..
- Ja... ¿Ahora hasta me cuentas los minutos? Pareces...
- ¿Tu padre? - preguntó sagitario con cierta doble intención en un tono muy alto, que pareció más afirmación que pregunta.
- ... Ja... Ya hubiera querido yo que... - cerró la boca al darse cuenta que estaba hablando demasiado.
- ¿Tu hermano? - volvió a interrumpir con voz muy seria.
- ¡YA BASTA! - se puso de pie completamente furioso, y volcó el escritorio de un manotazo que acompañó al sonido violento de la madera al caer y partirse - ¡DEJAME EN PAZ DE UNA MALDITA VEZ! - pateó los restos del escritorio con furia. - Yo no te he cuestionado nunca nada, porque asumo que si es algo importante me lo dirás. ¡MUÉSTRAME EL MISMO MALDITO RESPETO! -
A grandes zancadas y sin dedicarle ninguna palabra ni mirada a Aioros, salió hecho una furia por la puerta sin saber a dónde ir o qué hacer. Sólo importaba caminar, alejarse del arquero, no gritar y estar solo.
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¿Qué debo hacer? Era la pregunta que asaltaba la mente de Saga, una y otra vez desde que había conseguido su armadura. ¿Qué debo hacer?
Se había dado cuenta que por más que trataba de arreglar las cosas, estas simplemente no se acomodaban. Parecía que ya nada tenía arreglo y se frustraba día con día al verse como un mero espectador de todo lo que sucedía a su alrededor. Un espectador que podía gritar, llorar, amar... pero sin que esto importara al final. Un inútil que por más que perseveraba no lograba nada...
Se sentía encerrado en un mundo abierto, con la voz de su cabeza como único consejero y confidente. Ya no sentía terror al oír la "voz". Era la compañera que le mostraba las cosas desde otra perspectiva, y le decía las cosas que él no se atrevía siquiera a pensar. Relacionaba la voz con lo que Shion alguna vez le había dicho sobre la importancia de la "verdad" para un géminis.
¿Importaba mucho el origen de la voz? La respuesta sincera del joven caballero era "no".
Una parte de su ser, estaba muriéndose de curiosidad por saber "qué" o "quién" era aquel que le hablaba a su mente todos los días. Pero lo que de verdad importaba era que pese a todo lo anterior, ella o él seguía ahí, haciéndose escuchar siempre, no había día que faltara ni noche que callara... su origen venía a ser lo de menos...
Kanon... ¿Caso perdido? Por Dios no... Se reprendía rápidamente, "Por Athena no..." y otro de sus problemas cobraba vida... "¿Por Athena?"
Se dio cuenta de lo hipócrita que sonaba al decir eso. No creía en ella y nunca lo había hecho. Esperaba el momento donde la verdad se le revelara, y ansiaba reconocerla, y poder decirse: "Valió la pena". A partir de ahí, sabía que muy probablemente se volvería en un fanático como Aioros...
Pero... ¿Y si no ocurría así¿Sí todo resultaba ser una farsa?
Vio los rostros de Kanon, de Aioros, de los pequeños, del duro Shura y... no... no podía ser una farsa.
Alzó su mano a la altura de su cara, y la examinó. Había cortes, y cicatrices en ella. Recuerdos de peleas, de entrenamientos, de dolores... de su vida. Cerró su puño con fuerza, y miró al frente. Él no permitiría que todo se convirtiera en una farsa, y que todo lo sacrificado por su hermano y compañeros quedara en la lista del olvido y lo innecesario.
Extrañamente esta vez... la voz guardó silencio...
Saga abandonó sus aposentos para dirigirse al Gran Salón. Debía hablar cuanto antes con Shion sobre Kanon...
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¿Valía la pena? Sus ojos se desvivían por la lucha interna que protagonizaban al tratar de no llorar. Caminaba sin rumbo, o más bien huía de todo lo que el Santuario representaba para él. Desde hacia mucho tiempo que había dejado de ser su segundo hogar. Se había convertido en la imagen del lugar que no podía llenar... aquel que no podía encontrar... aquel que no podía obtener... aquel por el cual no podía luchar...
Permanecía ahí para probarse a si mismo que a pesar de todo y de todos, él podía conseguir lo que se propusiera. Que no ser escogido por la constelación, no tenía nada que ver. Que todos se equivocaban, que él tenía derecho a estar ahí y ser tratado con las mismas responsabilidades por el sólo hecho de quererlo...
¿Qué importaba si había sido elegido o no, si tenía el mismo poder que los demás? Aceptó rápidamente la idea de que no era especial, y que no sería único... Saga ya estaba en el mundo, listo para cumplir lo que él no podía clamar y para ganarse lo que si podía. ¿Qué le quedaba? Absolutamente nada, sólo una existencia condenada a vivir de las migajas que su hermano dejaba.
Pero no era la culpa de Saga. El no había pedido ser escogido ni... cuanto le dolía decirlo, ser mejor... No había un culpable... Las cosas eran así por que así lo habían decidido las estrellas y Athena.
Menuda porquería estaba pensando. Ja... ¿estrellas¿Athena? Esos sólo eran cuentos chiflados del vejete.
La verdad, lo reconoció al fin, era que Shion había elegido a Saga aquella noche en Cabo Sunion porque lo había visto primero. Si él, Kanon, hubiera sido el que mirara el mar melancólicamente... el que llorara despierto su suerte, él sería el caballero de géminis y no Saga... La vida era cruel pero Shion lo era más.
¿Valía la pena? Se preguntó nuevamente. Todo su cambio lo estaba alejando del único ser que todavía aunque fuera interiormente admiraba... y quería. Su queridísimo hermano, el cual siempre había luchado porque él, Kanon, estuviera bien...
No, espera, eso no era del todo cierto. Kanon estuvo, y estaba muy mal y ¿dónde estaba Saga¡Reclamándole... culpándole a él! Y lo que más le había dolido era que había notado resignación en el tono que su hermano había empleado en sus últimas palabras. ¿Ya lo daba por perdido¿Ya no le importaba salvarlo, estar con él, sacarlo de todo lo que sentía?
Por supuesto que no, se respondió Kanon. Saga, estaba muy ocupado con sus deberes como nuevo y primer santo de la orden dorada del santuario de Athena. Recordó melancólicamente cómo había empezado a guardar tanto rencor dentro de él. Había sido por la indiferencia de Shion, pero más importante por el abandono que había sentido al ser relegado en un hueco dónde su única tarea era cuidar de un bebé...
Había luchado por estar a la par y ser más fuerte, por ser el mejor... Y después cuando vio horrorizado como nada funcionaba, se había entregado completamente a odiar y culpar a los demás de lo que ocurría. Se había sentido tan miserable que había jurado que nadie le haría sentir de esa forma nuevamente, costara lo que costara.
Y hoy, Kanon se seguía sintiendo miserable. ¿Todo el esfuerzo, todos los sentimientos reprimidos, todo el desprecio y odio sentidos, la pérdida del afecto de su hermano; valía la pena si se seguía sintiendo tan... miserable y poca cosa?
Miró al frente y se encontró con un español que caminaba con pasos largos y torpes y que no se dio cuenta de su presencia, y siguió caminando, ignorándolo por completo, sin saludarlo, sin mirarlo. Kanon se quedó de pie, en medio de la nada, viendo el suelo y sintiendo como una lágrima escurría por su mejilla.
Sí, si valía la pena. Hasta un maldito niño lo ignoraba... y todo porque era un don nadie. ¿Qué tenía el español que él no tuviera? Oh sí, recordó, no tengo a una bola de estrellas que me protejan.
Concluyó que las estrellas, Athena, Shion, Saga, Arles, Aioros, Shura y hasta los niños, TODOS, sin importar quienes fueran, se podían ir al infierno. Se quedaría en el Santuario por el puro placer de fastidiarlos a todos con su presencia, podrían seguir ignorándolo y despreciarlo, ya no le importaría, lo único que conseguirían sería provocarlo y hacerle guardar odio por cada uno de ellos, y cuando las cosas cambiaran, porque cambiarían, ÉL las haría cambiar, se podrían ir preparando para el castigo que recibirían y que él mismo les infligiría.
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- ¿Crees que ya estás listo? - preguntó Arles.
- No creo que a mi maestro le importe que lo esté o no.. - dijo muy triste el pequeño carnero.
- Mu... Por supuesto que le importa...
- Entonces... – se detuvo. Debía ser obediente, debía ser paciente, debía buscar entender lo que otros no podían... Recordó las enseñanzas de su maestro y calló.
- ¿Entonces? - preguntó Arles, mirando al niño de cabellos lilas que había cerrado los ojos, y desviado su cabeza hacia la derecha.
- Debo estar listo...
- Te he mostrado ya, dónde está la cascada de Rozan, hemos hablado de su ubicación, y hemos practicado la tele transportación. No deberías tener ningún problema.
Mu guardó silencio.
- Bien... - dijo Arles algo confundido por el mutismo del niño. - Iré a informarle al Patriarca que ya está todo listo. Prepárate para partir hoy. Lo más seguro es que tu maestro autorice su partida para hoy en la noche...
Mu asintió con la cabeza, se sentó en el suelo y empezó a meditar. Arles miró al pequeño con tristeza esta vez. - Mu, no te he indicado que medites. Debes irte a descansar...
- El sol no se ha ocultado. - explicó el carnero, a la vez que volvía a abrir sus ojos.
- ¿Y qué me quieres decir con eso?
Mu que ya había vuelto a cerrar los ojos, los volvió a abrir una vez más. - Mi maestro dijo que si acababa el entrenamiento antes, debía meditar hasta que anocheciera y hubiera cinco estrellas brillando en el cielo...
Arles no pudo evitar molestarse con su hermano. ¿Cinco estrellas? - Por Athena... Mu, vete a descansar. - el pequeño aries iba a protestar pero - ¡Es una orden! Anda, vete, y alégrale el día a Shaka.
No muy seguro, Mu dirigió sus pasos al campamento, mientras Arles, algo enojado se dirigía al Gran Salón en busca de su hermano...
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Despertó al sentir cómo gotas de sudor escurrían por su cuerpo. Su respiración comenzó a agitarse, pues sus pulmones trataban de tomar aire y lo único que conseguían era un horrible olor a encerrado, que no tenía nada de fresco. Trató de moverse, y no lo consiguió. Abrió los ojos, y distinguió ciertas formas y colores. Todo lo veía doble. Un dolor le perforó la cabeza, y al no sentir ninguna parte de su cuerpo comenzó a asustarse. Pidió ayuda en pequeños gritos...
- ¡CAMUS! Ya despertaste... - dijo una voz aguda e infantil, sumamente familiar. Lo único que acuario veía era un melena azul, con dos piedras también azules en su rostro ¿amarillo? Decidió que era mejor cerrar los ojos...
- ¿Milo? - sintió la mano del mencionado acariciando sus cabellos.
- Shhhh ya estás bien... - le dijo suavemente el escorpión.
- ¿Qué pasó¿Por qué no me puedo mover? - preguntó asustado.
Milo parpadeó incrédulo. - ¿No lo recuerdas?
- Estábamos molestando a Shaka... Se fue... reímos... mis manos... un avión y... - Camus abrió de nuevo sus ojos... ¿Acaso Milo...
- ¡Y te desmayaste! - finalizó el escorpión.
- ¿Me-me desmayé? - preguntó muy sorprendido acuario.
- ¡Sí! Y yo te cargué y te traje al campamento. - "mintió".
- Gracias, Milo. - dijo muy agradecido Camus. - Talvez tengas razón... Lo último que recuerdo era que el cielo se iba poniendo negro...
El pequeño bicho, sólo atinó a reírse nerviosamente. La verdad era que Camus efectivamente se había desmayado... aunque por un golpe y no por la "enfermedad".
El francés todavía no conseguía enfocar bien su vista, así que desesperado por varios intentos de moverse, preguntó a Milo - ¿Por qué no puedo moverme¿Caí mal y estoy sedado?
- ¿No puedes moverte? - preguntó sorprendido.
- No puedo ni sentir mi cuerpo...
- Aaaaa talvez son las cobijas...
- ¿Cobijas?
- Sí, es que como tenías fiebre decidimos ponerte cobijas y guantes para...
¡GUANTES? SANTA MADRE DE DIOS ¡GUANTES? Debía respirar y tranquilizarse un poco. Temiendo que nadie había supervisado los cuidados que había recibido, y mucho menos las implicaciones del "decidimos" preguntó con la voz más tranquila y dulce que encontró - ¿Decidieron? Milo... ¿Quién decidió?
- Pues... yo... – y se rascaba la cabeza con una sonrisa.
Suspiró. No podía enojarse. Al contrario, estaba muy agradecido y enternecido por el gesto que Milo había tenido para con él. No esperaba menos de él, pero... no era su obligación cuidarlo de una forma tan dedicada... Se lo agradeció con el corazón y con la sonrisa más honesta y pura que tenía. - ¿Podrías quitarme una o dos cobijas por favor? Es que quisiera... quisiera sentir mis piernas...
- Pero Camus... ¿Y si te vuelves a enfriar?
Suspiro dos. Un campo de rosas con el viento soplando. Uno, dos, tres... - Sólo... sólo quítame unas cuantas quieres...
- Bueno está bien... pero sólo dos...
Milo quitó las dos cobijas con mucha delicadeza y se sentó al lado de Camus con una sonrisa muy larga y satisfecha. Por su lado, acuario suspiro por tercera vez, pero ahora un tic en su ojo izquierdo lo acompañaba. - Milo...
- ¿Sí Camus? - preguntó como buen enfermero.
- ¿Cuán-cuántas cobijas me pusiste?
- Pues... no sé... como pensé que dos cobijas no eran suficientes pues... te puse todas las que había en el armario...
"No hay emoción, sólo hay paz" trató de recordar. Cuarto suspiro, y el tic casi no lo dejaba hablar. - ¿Po-podrías quitarlas...
- ¡Pero si ya te quité dos!
Tratando de recordar el "amable" gesto, y todas las atenciones del escorpión, suspiró por quinta vez. - Sólo quítalas... – dijo con una voz ya no tan dulce.
El escorpión obedeció con una sonrisa, y finalmente le dejó sólo un pequeño edredón a Camus. Y justo cuando esté ya había recuperado movilidad en sus manos, y le iba a golpear por "bruto", Milo recorrió de nuevo ese cabello que tanto le gustaba, que tanto le recordaba a la madre que nunca conoció, y terminó acariciando la mejilla de su amigo. - Me alegra que ya estés bien, Camus...
Y éste, no pudo evitar disfrutar el ser mimado por Milo, aún cuando se sentía perfectamente bien...
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- Saga... ¿Qué se te ofrece? - preguntó Shion, algo extrañado por la visita del gemelo que solía esperarlo llegar con o por Mu al campamento cuando quería hablarle.
- Necesito hablar con usted, Patriarca. - dijo, mientras apoyaba una rodilla en el suelo.
Shion alzó su brazo derecho en señal de que se pusiera de pie, caminó hasta el trono que adornaba el centro de la estancia y se sentó. - ¿Qué es lo que ocurre?
Saga pasó saliva. ¿Qué debía decir? La verdad era que no era su intención decirle "Kanon le odia...". - Yo... yo venía a pedirle que... le brindara un lugar a Kanon en el santuario. – dijo con voz muy firme.
- Kanon ya tiene su lugar. Es tu hermano y...
- Y él merece más. No basta con eso. Es muy fuerte, talvez más que yo. Desearía que se le diera el lugar que se ha ganado...
- ¿Y cual crees tú que es el lugar que merece?
- No es mi papel decidir...
- No... pero te he preguntado a ti.
- ... Yo, pienso que, Kanon habría podido ganarse esta armadura que estoy usando ahora...
- ¿De verdad lo crees o quieres creerlo así?
Algo enojado respondió. - De verdad lo creo así. Con todo el respeto me parece que usted es el único aquí que no logra verlo.
Silencio. Shion se puso de pie, y miró molesto a Saga. - Talvez tengas razón, talvez no... ¿No te has puesto a pensar que hay una razón para la que tú, lleves esa armadura y no Kanon?
¿Otra vez con las cosas del destino y más basura filosófica que no tenía nada de real, y nada de creíble? - Yo no soy Aioros... No me podrá convencer con eso... - dijo sumamente serio y algo enojado.
- Y no busco hacerlo. Cuida tus palabras muchacho, recuerda con quien estás hablando. – se volvió a sentar - Sólo quisiera que tomaras en cuenta otras cosas, y que vieras más halla de lo que te muestran tus ojos...
Cansado de la misma cantaleta de siempre, preguntó algo que ni sus labios ni su mente habían pensado en ningún momento preguntar. - ¿Podría otorgarle una armadura de plata a Kanon?
Shion tampoco se esperaba la pregunta. Ya la había escuchado y respondido alguna vez a medias. ¿Debía responderla esta vez con sus razones completas? Quizá todavía eran muy jóvenes e inmaduros para comprender. Talvez... cuando Athena viniera, hablaría con Kanon y con Saga... y le preguntaría al primero si estaba de acuerdo...
- No. Kanon no puede tener ninguna armadura...
- ¡Por qué!
- Mis motivos tengo y a ti te debe de bastar con saber que hay una razón. A su tiempo la sabrás...
- Él necesita saber...
- ¿Él o tú?
- Ambos. ¡Esto es injusto!
- La vida es injusta, pero debes comprender...
- No. – interrumpió Saga fulminando al Patriarca con esos ojos verdes tan fieros y profundos - Usted es el injusto. Con su permiso, no tengo nada más de que hablarle...
Y Saga caminó hacia la salida, dándole la espalda al Patriarca aún cuando éste no le había dado permiso de salir o retirarse todavía. - Saga... - éste se detuvo, pero no miró al Patriarca. - Trata de comprender...
Saga asintió y se marchó muy molesto. La voz se hizo escuchar en su cabeza... "Kanon tiene razón...
Y sí, Saga se dio cuenta de que en verdad Kanon tenía razón. Shion no sabía qué hacer ni como manejar el Santuario...
Arles salió de detrás de un pilar, miró a su hermano que se hallaba ofuscado y serio, y a Saga que caminaba muy decidido. Las cosas, pensó, no estaban nada bien...
CONTINUARA...
OOOOOOO me alegra saber que Mulan 2 está buena... Ya sabes, así como que tenía miedo de verla porque la mayoría de las veces las segundas partes son malísimas... claro... menos cuando son trilogía... en ese caso, son las mejores... exceptuando la nueva saga de starwars... aunk pues kien sabe eeee revenge of the sith si me gustó pero no tanto como todo mundo dice... ok ya desvarié vd?
Aaaa acerca de la duda de Ethel! hello n.n, este pues lo de la "caída" no es un poema ni un libro... es más bien como yo lo veo, porque kanon es y era una buena persona, que por cosas de la vida, no supo o no sabrá como meter el freno a tiempo... tmb está relacionado con la caída al dark side... ¿se nota que soy fan de starwars?
Dos nuevos lectores! Mis ojos brillan de emoción n.n! Bueno grax a uds dos por leerse la historia... la vd esk empiezo a creer que fue una equivocación postear 28 capítulos seguidos jejjejejejejeje pero me halaga el esfuerzo que pusieron para leer toda la historia y más cuando los primeros capítulos no son NADA buenos...
Acerca del yaoi... jajajajaaja ni te creas, a mí todavía me saca de onda... soy nueva en esto y así como que de repente me entra un tic... con aioria? bueno, creo que por aquí no lo he dicho pero... durante esta parte de la historia (así es, habrá 3 partes) aioria saldra poco pero en la segunda y tercer parte dispara y se convierte en uno de los protagonistas... te adelanto que en la segunda parte el primer capítulo tendrá un monólogo de él... es decir aioria está en camino para subir a lo grande...
los demás niños? pues todos tienen que llegar en algún momento... no desespereís n.n
besos a todas y todos y grax por sus reviews que me animan a continuar con esto :)
