Capítulo 1: "Dream"

-Ya me vooooOooooOoooyyy!- gritó con fuerza una voz dulce y melodiosa, cansada ya de reproducir el mismo texto por tercera vez.

-Te escuché la primera vez, Shuichi- respondió otra, con un acento entre divertido y molesto, dejando apreciar el cuerpo que salía del cuarto de baño con unos pantalones a medio abrochar y el cabello rubio goteando.

-¡Pero no me has contestado!- gimió, fingiendo un puchero agradable.

-Ya… estaba duchándome, seguro no me escuchaste por el agua…- mintió.

-¿De verdad?- los ojos violetas le miraron insistentemente, refulgiendo.

-Sí

-¿Enserio?

-Sí….- empezaba a mosquearse.

-¡Te quiero Eiri-Nii-Chan!- rió, dándole un beso a la mejilla al mismo tiempo que daba un saltito para alcanzarla, logrando sólo un golpe en la cabeza- ¡Eso duele!

-¡Ya no eres un niño!- vociferó.

-¡Jooo!¡Ya van dos días que me golpeas por despedirme de beso! Eso nunca antes de había molestado… ¡Nii-chan…!

-¡Y no me llames así! Demonios… ¡tienes ya 15 años!

El chico pelirosado no contestó a lo último, simplemente quitó su cara del ángulo visual de su hermano con una mueca dolida que el otro no pudo ver. Sintió nostalgia de su familia, radicada en Norte América hace algunos años… Eiri nunca le había corrido así de su lado, ni siquiera la mañana anterior… pensó que quizás podría ir a casa de Mika-Chan… después de todo ella había quedado a cargo de Tatsuha, como Eiri de él, y sabría que no le molestaría tenerlo en la casa… pero Tohma-San le miraba de forma extraña… por eso no había querido irse con ellos, eligiendo al rubio que recién empezaba su carrera como novelista.

"Ahogó el sollozo que intentó escapar de su garganta…".

Había pasado esos últimos años viviendo con Eiri… compartiendo al principio la misma cama, tomando en cuenta de que él sólo tenía once años cuando le era permitido hacer eso… vio el cielo, que mostraba claras intenciones de llover. Creyó recordar que el informe del clima decía algo sobre una tormenta. Tembló inconscientemente.

-Vale… me voy…- gimió acercándose a la puerta, siendo jalado de pronto hacia atrás, quedando semi recostado en el cuerpo de su hermano mayor.

-Cuídate… y no llegues tarde- pronunció con voz suave contra los cabellos rosados, depositando un beso casto en ellos, percibiendo el olor a fresas silvestres del shampoo que tanto había insistido Shuichi en adquirir. El niño se sonrojó.

-Haiiiii!- exclamó, llegando a la puerta, dándole vuelta a la perilla para salir cuanto antes de la casa.

-Ya vete baka, se te hace tarde para las clases- insistió.

"Y salió de la casa, sonriéndole de forma dulce, soñadora…"

El rubio se quedó mirando un buen rato el camino que había tomado su pequeño desde la ventana. Nunca se cansaba de verlo. Amaba esas expresiones divertidas que formaba su rostro infantil, que poco había cambiado con el tiempo.

Llevó su mano derecha a la mejilla, a tocar el lugar que esos labios que se le antojaban dulces habían besado. Sí. Por que desde hacía ya cuatro años que deseaba intensamente al menor.

Había comenzado como cualquier cosa… después de todo, a los 16 años despertar con una erección, era normal, ¿Verdad?. Pero no se había acabado todo ahí. El fantasma de su hermanito le perseguía a todos lados. El baño. La cama. La cocina. A todo lugar donde el rubio iba, también iba el de ojos violetas.

Suspiró… de eso habían pasado ya cuatro años… cuatro largos y dolorosos años donde había aprendido a tranquilizar su cuerpo para que no se notara nada extraño cuando el pequeño ocasionaba aquellas reacciones. Fue convirtiéndose en uno de los escritores más jóvenes de Japón, explotando el recurso de las temáticas amorosas. Aunque siempre tuvieran un desenlace trágico.

Conforme a su edad las descripciones se hacían cada vez más perfectas, incluso las escenas habían subido de intensidad. Sus gustos habían cambiado, escribiendo para sí mismo historias que nunca serían publicadas por el uso extremo del sadismo en ellas.

Se preguntó que cara pondría Shu-chan si algún día las leyera… bueno… considerando lo poco que leía, podría decir que nunca le reprocharía esos gustos… aunque hubiese dado lo que fuera por ver a su niño enfundado en cuero.

Su estómago se revolvía sólo de pensarlo. Sólo con ver a ese adolescente sus hormonas salían disparadas a algún lugar sin retorno…

Shuichi no sabía que eran hermanos legales… o si lo sabía lo ocultaba muy bien. Para él siempre habían sido hermanos de verdad, como solía decirles a las personas que les comparaban por su diferencia física.

Paseó semidesnudo por la sala hasta llegar a un estante lleno de libros, sacando el que se encontraba más alto. Un tomo exclusivo de hacía décadas atrás. ¿Quizás era del Marqués de Sade? No tenía más referencia que las ilustraciones que acompañaban los relatos que había en el libro, relamiéndose los labios al imaginar a Shuichi en una de esas tantas posturas.

-Tan excitante…- susurró, leyendo el último pasaje del grueso tomo, volviendo a acomodarlo en la parte alta del estante, lejos del alcance del niño. Y de Tatsuha…

Cerró sus ojos cuando se acostó sobre el sillón de cuero, regalo de Tohma, a descansar, con las mejillas encendidas de excitación. Debía calmarse. Shu volvería a media tarde, con todo un día que contarle y él no podía estar perdiendo el tiempo dejándose llevar por las mariposas que no dejaban de revolotear en su estómago.

Llevó su mano abajo… pasando suavemente por su pecho y firme estómago… gruñendo en frustración al alcanzar el borde del pantalón sin abrochar y escuchar sonar el insistente teléfono. Con una mueca de angustia fue acercándose a la mesita junto a la entrada, descolgando el dichoso aparato.

-¿Diga?- su voz sonó ronca. Sintió arder sus mejillas al notarlo.

-¡Eiriiiiiiiii!- saludó la siempre jovial voz de su hermano moreno, teniendo que alejar un metro el auricular de su cuerpo- ¡Te oyes cansado, Nii Chan! A saber qué estarías haciendo…

-¡Calla esa boca!- fue la respuesta inmediata, que hizo que a Tatsuha se le congelara la espalda con sólo oír el tono gélido que había en ella… al parecer nuevamente había hecho enojar al rubio- ¿Qué quieres?

-Joo! Iba a avisarte que iré a visitarte el sábado… es decir… ¡mañana! ¡Mika Chan y Tohma se van a Nueva York a ver a nuestros padres!- se apresuró a explicar antes que el otro le dejara hablando solo con el aparato.

-¿Y tú no puedes ir con ellos?

-¡Pero mira que eres malo! Había pensado en quedarme jugando con Shuichi por la noche, así no te molestaríamos, ne?- una sonrisita que no pudo ser vista se dejó entrever en esos labios juguetones.

-Con ustedes dos jugando aquí menos podré concentrarme, olvídalo.

-¡Te veo mañana a mediodía Nii Chan! ¡Cuelgo!- y antes de que siquiera Eiri pudiera hacerle callar, lo hizo el menor…

Tatsuha era cada vez peor… iba a su casa el día y a la hora que se le ocurría, ¿no entendía que ellos también tenían una vida? ¡Su vida con Shuichi era perfecta tal y como estaba! Bueno… quizás si el niño supiera aquellos deseos incontrolables no sería una relación cien por ciento agradable… pero… él nunca lo sabría… sólo tenía que controlarse unos años más.

El pelirosa seguro que iniciaba la Universidad y ya le dejaría menos tiempo a eso para preocuparse por si su hermano mayor sufría reacciones inesperadas. Aunque las cosas se complicarían si lo descubriera antes… ese cuarto vacío podría albergar perfectamente una cama para el chico sin problemas, incluidos también un escritorio y algunas repisas.

Definitivamente, debía dejar de compartir cuarto con Shuichi.

Podría alegar cualquier cosa. Su desorden. Sus ronquidos durante la noche. El calor asfixiante que le abrasaba cada vez que el pequeño cuerpecito se apoyaba sin darse cuenta sobre el suyo, despertándole de inmediato y haciéndole flotar una enorme necesidad de sentirlo suyo…

¡No! Definitivamente la última excusa no era nada buena…

Suspiró una última vez antes de encerrarse en el estudio y hacer unas llamadas y algunos faxeos desde ahí. Necesitaba esa cama nueva ¡YA!

Shuichi observó confuso aquel camión grande parado frente a su departamento, sonriendo al pensar que se tratarían de nuevos vecinos y que para variar estos sí tendrían niños con los cuales jugar –ya estaba cansado de las abuelitas- se acercó corriendo, con la mochila al hombro, vistiendo el traje negro del instituto medio desabrochado, cosa que supo de inmediato que Eiri le reprocharía.

Grande su sorpresa al ver a su hermano mayor firmando unos papeles al hombre, que supuso dueño del camión porque estaba vestido de blanco y el eslogan de ambos coincidía, con un jadeo vio a Eiri sonreír al hombre cuando le devolvía los papeles y entrar de nuevo a la casa. Se apresuró para llegar a la puerta, tocando el timbre.

La puerta le fue abierta de inmediato, no habían pasado ni cinco minutos desde que el otro la hubiese cerrado, lanzándose de inmediato a los brazos del más grande.

-¡Ya lleguéééé!- exclamó de forma alegre, sin despegársele ni un poquito.

-Si no me lo dices no me hubiese dado cuenta…- comentó con sarcasmo, bufando en el cuello del chico, ocasionándole unas deliciosas cosquillas. Tomó al niño de la cintura, bajándole de su cuerpo.

-Nee, Eiri, ¿Qué has comprado?

-¿Uh? ¿Por qué lo dices?- estrechó sus ojos dorados felonamente, estaba seguro de haber calculado la hora de entrega para que el chico no se diera cuenta.

-Pues porque cuando he llegado estabas firmando unos papeles a un hombre vestido de blanco… ¡Dime, dime! ¿Me has comprado un regalo?- una gotita bajó por el rostro de Eiri, no quería imaginarse la carita de decepción del pelirosa.

-Sí… claro… un regalo para Shu-chan…- comentó como quien no quiere la cosa.

-¿Enserio? ¡¡Sugoiii!- exclamó el niño, dándole un abrazo fuerte, notando al hacerlo que tras la espalda del escritor habían tiradas quién sabe cuantas cajas vacías o llenas de chucherías- ¿Dónde está?

-En el ex cuarto oscuro- comentó con una sonrisita malévola. Un escalofrío recorrió al niño pequeño, descolgándose del cuello del rubio. Esa era la habitación donde Eiri solía dejarle si hacía travesuras.

-¡Vooyy!- y dicho y hecho, el rubio vio como el chico dejaba un caminito de humo al correr a ese lugar. Le siguió, más calmado que el otro claro está… suspiró cuando de la carita del niño se borró la sonrisa…

-¿Y bien?-preguntó

-¿Tatsu-chan va a venir a pasar la semana con nosotros?- inquirió el niño, sonriendo nervioso, con los ojos a punto de derramar una lagrimita.

-No, Shu-chan… esta es tú nueva habitación.

El decorado era exquisito… si que parecía que Eiri se había tomado su ti8empo en pensarlo, había ya puesto un papel mural de colores rosas y celestes, un matizado que semejaba el cielo de un ocaso. La cama que podría albergar perfectamente a dos personas con suaves y blancas sábanas. El color que más agradaba a su niño. Todo había sido planeado para que le gustara. La ventana con nuevas cortinas, el escritorio con las pertenencias del pelirosa sobre él. Absolutamente todo.

-¿No te gusta?- la voz fuerte y dura ahogó el sollozo que escapó de los labios del chico, volviendo a mirarle con los ojitos entrecerrados por las lágrimas que fluían de ellos. ¡Él no quería alejarse de Eiri!

-¡No! Eiri… yo ¡yo no quiero esta habitación!- confesó, al momento que un ataque de hipo le impedía seguir hablando.

-Te estás comportando como un niño. Y ya no lo eres- declaró fríamente… contradiciendo sus propios pensamientos. Para él su Shuichi siempre sería un niño a quien había que proteger. Pero cuando veía ese rostro bañado en lágrimas, esa carita sonrojada por la vergüenza de llorar frente a quien tanto admiraba… su mente se confundía e imágenes que no deberían llegaban a su cerebro, ocasionándole un calor que empezaba en su vientre y terminaba un poco más abajo.

-¡Pero… pero!- llevó sus manos a la cara, tapándola, dispuesto a seguir con su berrinche hasta que al otro se le ocurriera alguna cosa para calmarle, su corazón pareció dejar de latir cuando unos brazos fuertes le rodearon, acercándole a un pecho que olía de las mil maravillas.

-Deja ya de llorar… yo dormiré contigo esta noche…

Un sonrojo aún más fuerte invadió el rostro de Shuichi que continúo abrazado a su hermano. Los sentimientos empezaban a despertar demasiado rápido en su corazón y en su cuerpo. Esa noche… miró las paredes de la habitación que tanto miedo despertaba en él… esa noche, su querido hermano dormiría con él.