Capítulo 3: "With You"

La mañana se hacía presente para el rubio hermano mayor… así se lo demostraba ya el molesto sol que atravesaba las persianas por entre cada pequeña rendija y el sonido característico de su estómago vacío.

Con cuidado de no despertar el cuerpo pequeño aferrado a él se fue soltando de cada uno de los agarres a los que le tenía sometido su hermanito… Dios… ¿Cómo era capaz de dormir en posiciones tan incómodas? Prácticamente le tenía "envuelto" en un manojo de manos y pies imposibles de desenredar… bueno… por algo tenía años de experiencia…

Se recostó de lado, a sabiendas de que el pelirosa lo imitaría, recostándose hacia el lado opuesto de la cama, dándole así la espalda y el momento preciso en que se hubo desecho de cada brazo y pierna suyo.

Suspiró.

Se levantó con desgana, arrastrando los pies por la mullida alfombra y tocando su sexo por sobre el pijama… Shuichi sí que sabía cómo hacerlo reaccionar. Aunque no fuera consciente de aquello.

Una sombra pasó justo frente a sus ojos, dejó la tarea que había comenzado, quitando su mano de aquel privado lugar…

Momento… no había nadie más en la casa aparte de él y su crío molesto… apretó los puños, comenzando a caminar con decisión por el pasillo que conectaba las habitaciones y el baño con la salita y la cocina.

Un objeto rompiéndose.

¿Un ladrón?

Con pasos aún más rápidos y seguros que los anteriores llegó a la sala, aún a oscuras gracias a las cortinas gruesas que había en cada uno de los ventanales, pudiendo distinguir una figura masculina que cargaba con lo que parecía ser un bolso.

A kami-sama gracias que Shuichi estaba dormido.

Con renovadas fuerzas se aproximó al intruso, tomándole del hombro con la mano izquierda mientras la derecha se flectaba y se preparaba para dar un golpe en la cara de quién quiera que fuese.

Un sonido sordo.

Dos rostros que se miraban, reconociéndose en la oscuridad como en un espejo cubierto de polvo producto del tiempo en que no había sido usado…

Lo había olvidado por completo.

-Hooolaaa hermaniiitoooo!- sí… era la molesta voz de Tatsuha.

-¿Qué estás haciendo acá?

El rubio le soltó resignado… bien…. No era un ladrón… pero bien podría haber asestado el golpe "sin intención" contra su rostro.

-Jooo! ¡Pero si te he llamado ayer! ¿Lo has olvidado? ¡Claro! ¡Pero si es que siempre has preferido que el pequeño Shu esté a tu lado! ¿Qué le diré a mamá? "¡Eiri-nii-chan no me quiere!"- soltó de golpe el moreno, incluyendo dentro de su extenso discurso una burla hacia la manera afectiva que tenía el muchachito más joven de dirigirse al rubio.

-Deja eso, Tatsuha. Claro que sabía que vendrías… pero… por el amor a tu madre… ¡son las 7 de la mañana!- un puño se alzó amenazador nuevamente. El morocho retrocedió dos pasos.

-Calma, calma… reprende a Mika por eso, tenía muchas ganas de ver a su esposo después de dos semanas en Kyoto con Padre…

Se miraron de forma dura unos instantes más. El mayor de los hermanos apenas podía creer que ese que tenía al frente acababa de cumplir los diez y seis años hacía poco… ¡Si ya casi le alcanzaba en altura, lo mismo que sucedía con Mika, a pesar de ser una mujer... se preguntaba si ya habría pasado a Seguchi.

El único que parecía no crecer ni cambiar de rostro ni un ápice era el suave Shuichi. Todo en él inspiraba inocencia. Incluso esa pequeña excitación de la noche anterior llenaba a Eiri de ternura.

-Bien… dormirás en el cuarto de Shu…- comentó como si nada, observando las maletas del joven de ojos azules frente a él- no te quedes parado.

-¿En el cuarto de Shu? ¿Es que el niño ya se ha cansado de compartir habitación?- bromeó, tomando la bolsa de ropa y la maleta con ambas manos, siguiendo al rubio por el pasillo, hasta detenerse frente a una puerta de madera con un gracioso cartelito. En él podían leerse los kanjis del nombre de Shuichi en pequeños caracteres y el mismo nombre en romanji más grande, casi abarcando todo el trozo de madera de color rosa con ribetes violeta. La forma de un gato.- Si hasta este detalle es de Shu…- evocó.

-¿El viejo gato sigue vivo?- la pregunta de Eiri abriendo la puerta le descolocó. Se preguntó a qué venía esa pregunta en ese momento.

-Nop, murió poco después de que dejaran de vivir en Nueva York. Mamá cuidó de ella, pero ya estaba más en el otro lado que en este… dejó seis crías… mamá las cuida… Ne, ¿Así que aquí duerme Shu?

Dejó que le moreno le hiciese todas las preguntas que quisiera, pero contestando sólo las altamente necesarias, sin ponerle realmente demasiada atención a su hermano. Vio el reloj con forma de conejo que había frene a la cama de su pelirosa, quedándose estático viendo el segundero avanzar… 7.15 a.m… debería despertar ya a su niño, o se le haría tarde nuevamente.

-Ordena como mejor te acomode, Tatsuha.

-¿Uh? ¡¡Nii San!- el rubio le cerró la puerta en la nariz. Se veía mejor calladito.

Pasó por la cocina, sacando un paquete de cigarrillos, encendiendo uno y llevándoselo a la boca antes de volver a entrar en la habitación que compartían él y el susodicho bicho. Sin hacer mucho ruido y con una mirada pícara se sentó al lado del joven, acercando su rostro lentamente al otro, que en esos momentos suspiraba y formaba una sonrisa.

-Eiri-nii-chan…- fue el gemido que salió de esa boca, obligándole a soltar el humo que había acumulado sobre el rostro inocente.

Tapó su rostro con una mano, haciendo ruidos y lanzando maldiciones al aire al ver frustrada su broma, escuchando la tos que había agarrado el niño al entrar el humo a sus pulmones. Aunque, pensándolo bien… ese gemidito sexy del pequeño había sido capaz de recrear una escena bastante… sugerente dentro de su cabeza de escritor.

La cara de un Shuichi recién despierto y con los ojos aún levemente cerrados le inspiraban aún más las ganas que tenía de escribir sobre ese cuerpo precioso lleno de marcas proporcionadas por su boca.

-Jooo! ¿No te he dicho mil veces que no fumes aquí, nii chan?- y aquí íbamos de nuevo… la cátedra sobre el por qué fumar era malo… le miró de reojo…

-Sí, sí… ahora levanta…- hizo acopio de toda su fuerza interna para no lanzarse sobre su hermanito, enfundado en aquel pijama desabotonado hasta la cintura, que le dejaba ver mas de lo que tapaba en menos de un minuto.

-¡No estás escuchándome!- reclamó el niño, sentándose a brazos cruzados sobre la cama.

-Y no lo haré hasta que te levantes y bañes. Si sigues en cama el autobús te dejará…

Y como quien dice… a quien madruga, Kami sama ayuda… Shuichi se levantó rápido como el viento, cogiendo la misma ropa del día anterior, un par de prendas interiores, la toalla y corrió al baño, arrancando una sonrisita divertida al rubio sentado en la cama.

Sí… era divertido tener a Shu en casa... molestándole por cada pequeña cosa, yendo en su búsqueda cuando no entendía los problemas de matemática o la sintaxis de los libros de lenguaje. Sí… no había duda. Aquel niño era capaz de derretir hasta el mayor de los iceberg's… ¿y porqué no? a Yuki Eiri.

Yuki Eiri… aquel pseudónimo que usaba para firmar las novelas que hacía… aquel nombre que había tomado del apodo cariñoso que Shu le había dado cuando apenas cumplía los siete años.

"Yuki… Yuki…" había pronunciado, mirando por la ventana de la casa de su abuelo materno, en nueva York.

"¿Yuki qué, Shu chan?" su madre se había acercado al niño pequeño, tomándole en brazos, haciendo que soltara una risita agradable a sus oídos. Él no se había movido de su posición, leyendo uno de los libros de literatura antigua del abuelo, el que sostenía a Tatsuha y le contaba, junto con Mika, una que otra historia.

"La nieve… es tan blanca como Eiri-nii-chan" y se le había caído el libro, sonrojado hasta las orejas. Ahora le resultaba divertido todo aquello. La cara que había puesto el padre de Shu y su madre cuando escucharon el apelativo y las risas de Tatsuha… y la sonrisa siempre tranquila del novio de su hermana cuando lo supo... eso no le hacía gracia ¬¬U…

Se sentó sobre la cama deshecha, prendiendo el segundo cigarrillo del día, escuchando el caer del agua en el baño. Sí… podría decir que había entrado para lavarse los dientes e irse a desayunar… y… quizás… sólo quizás… diera una miradita para hacer enojar al pelirosa.

Se levantó con paso decidido… avanzó… uno… dos… tres… cinco pasos más y era suyo…

-¡Niiii-Saaaaan!

Demonios… había estado taaan cerca…

-¿Qué demonios quieres, Tatsuha?

-Jooo! ¿Así tratas a tu hermanito querido del alma, Eiri?

-No eres mi hermanito querido del alma… ¿qué quieres?- el cigarro parecía a punto de ser partido por esos dientes… una vena hinchada se veía con toda claridad en la sien del rubio… desvió su rostro para evitar ver el de su gota de agua sonriéndole con picardía. ¿Porqué sospechaba que Tatsuha sabía algo que él no?- Entraste sin avisar…- dijo, como si eso pudiese tener algún efecto sobre el moreno y un repentino cargo de conciencia de apoderara de él.

-¡Claro que llamé! Pero tú parecías estar más entretenido en mirar la araña muerta del techo que en poner atención a los golpes en la puerta…- hizo un puchero… seguramente el loco de cabello verde le había pegado ya esa manía.

-¿Y Ryuichi?

-Ohhh! My Honeeeeyyy!- gimió el menor agarrándose de la pierna empijamada del rubio. Perfecta salida. Pero ahora tendría que tragarse las cualidades que poseía el cantante ese- se ha tenido que quedar en N.Y… y eso que tenía tantas ganas como yo de veros a ti y a Shu…- un tic nervioso apareció en la ceja del rubio.

La mitad del cigarro calló al suelo.

- Así que después de estar una semana en Kyoto con Mika y padre, ella se aburrió y se volvió a Norteamérica… pero no ha querido llevarme con ella en el avión y me envió a tu casa… ¡¡A que es cruel!... pero tu me preguntabas sobre My Money x - y la perorata parecía seguir y no acabar nunca… Eiri observó la cosa que tenía pegada en el pantalón. ¿Sería posible despegarla con algo?

-Me vale, Tatsuha… suelta ya…- sacudió la pierna, sin resultados… si iba a ser que el chico era igual de pesado que Shuichi cuando quería conseguir algo- ¿Qué quieres?

-¿Me dejas hacer una llamada internacional?

Un golpe resonó en todo el edificio.

-¡Kyyyyaa! ¡Sólo tenías que decir que no, Eiri!- sí… por fin le dejaba en paz… pero sólo para meterse de forma escurridiza en el baño de su habitación… prendió otro cigarro… ¿qué mal hacía en su baño?

Dio una calada tranquila…

Miró el reloj del buró tranquilamente…

Y esa tranquilidad se esfumó cuando la hora en él se acercaba a las 7.40 a.m y un grito desesperado le rompía los tímpanos.

-¡Shu-chaaaaaan! ¡Te extrañaba taanto!

-¡¡¡Noooo! ¡Déjame, Tat chan!- antes de que pudiera hacer algo una bolita rosada, envuelta en una toalla del mismo color, le calló encima, mandándolo de espaldas a la cama con el peso sobre él- ¡Eiri! ¡¡¡Tatsuha me quiere violaaaar!- y ahí comprendió que aquella cosita húmeda era su niño. Lo atrapó en sus brazos, mirando con cansancio al moreno que salía del baño con la polera a medio poner.

-Si serás pervertido, Tatsuha- siseó, secando al mismo tiempo con la toalla el cabello rosa del menor de los presentes.

-No iba a hacerle nada, sólo quería que nos bañáramos juntos como cuando éramos niños- dijo, encogiéndose de hombros, en signo de despreocupación. El escritor bufó.

-Shu, lo mejor es que te vistas acá, me llevo a Tatsuha afuera- y dicho y hecho, agarró al pervertido del brazo y salió de la habitación, dando un portazo.

El niño se quedó en la cama, sonrojado, afirmando apenas la toalla entre sus manos temblorosas. Se había llevado un susto de muerte cuando una mano le había tocado las nalgas mojadas bajo la regadera, y su temor había ido en aumento cuando después de quedarse estático una lengua se paseo por su cuello, hurgando bajo el cabello que ahí había caído.

Se volteó rápido, dando un manotazo certero a la cara de su hermano mayor tras él. Sí, por qué sabía que ese no podía ser otro que Tatsuha, Eiri jamás haría algo como eso… ¿O sí? Nah… el chico de cabellos negros siempre había actuado de esa forma.

Sonriéndole cuando eran más niños.

Acariciándole el cabello y yéndose luego más abajo, hasta el cuello.

Acorralándole cuando había cumplido los 14, alegando que quería que su primer beso se lo diera su "dulce hermanito".

Sí… sólo Tatsuha era capaz de hacer semejantes números.

Se levantó de la cama grande que debía dejar de compartir una vez que el moreno se fuera. Intuía que el rubio le había dejado la habitación destinada a ser suya al de ojos azules hasta que tuviese que partir de vuelta a Nueva York o a Kyoto.

Kyoto… suspiró largamente. Por más que quisiera saber por qué iban una vez al año a Kyoto nunca se lo decían... y lo que más coraje le daba es que se turnaban para cuidar de él y que no les siguiera… ¿Es que acaso había una persona a quien no debiera ver? ¿A quién no debiera conocer jamás?

¿Era muy difícil confiar en el atolondrado Shuichi, al menos, una vez? Al parecer sí…

Se levantó decidido a buscar otra muda de ropa. La que había llevado al baño estaba toda mojada, cortesía de su hermanito, claro.

Decidió un conjunto alegre. Sudadera blanca en el centro y de mangas y cuello naranjas, con una carita feliz en ella y una jardinera larga, que llegaba hasta los tobillos de color café claro. Sonrió cuando ésta alcanzó su cintura y se dispuso a abrochar los botones a los correspondientes ojales de metal que tenía ésta en la parte superior.

Se miró rápidamente en el espejo de la habitación de su hermano, arreglándose el flequillo que caía sin orden sobre su frente. Volvió con pesadez la vista a la puerta de la habitación, escuchando los gritos de su hermano mayor moreno hacia el rubio… seguro que Eiri ya lo había corrido de la casa.

Se dirigió al buró que antes le había pertenecido, donde aún quedaban algunas de sus cosas, y sacó de él un tubo de brillo labial, cortesía de su dulce y amable amigo de toda la vida, Hiroshi, y aplicó un poco de la sustancia transparente sobre su boca, sonrojándose al pasar de nuevo frente al espejo al darse cuenta de que parecían húmedos e incitantes… sólo para Eiri.

Tomó aire, acumulándolo en sus pulmones mientras sus hombros parecían subir un poco para luego soltar el aire de golpe. Bien, casi las ocho de la mañana y él debía llegar a casa de Hiro en treinta minutos, iguales que todos los sábados, para ensayar las canciones nuevas que habían compuesto en conjunto.

Si el rubio supiera que iba a eso y no a estudiar matemática como habían alegado ambos chicos seguramente se reiría y luego le regañaría por haberle mentido con algo así, por haberle ocultado lo que hacía cada semana, durante casi seis horas, en el departamento del joven pelirrojo de cabellos largos.

Quiso saber si Hiro pensaría que estaba guapo. Si decía que sí era muy probable que su hermano rubio sintiera más o menos parecido. Después de todo, se había dado cuenta de que ellos dos tenían gustos muy parecidos y hasta actuaban igual en algunas ocasiones… Su Eiri…

Tragó saliva, abriendo la puerta que había asegurado el otro y caminó lentamente por el pasillo hasta la sala, encontrándose con la graciosa escena de un Tatsuha llorando sobre una laguna hecha por su propio llanto escandaloso… y al lado estaba él, dando una calada al cigarrillo entre sus dedos, mirando a quién sabe dónde.

Perdió su mirada en los dedos largos que tocaban con suavidad el cilindro de papel que aún estaba en su boca, recreándose con ciertas imágenes perturbadoras, sonrojándose sin darse cuenta, perdido en su fantasía.

El rubio dio otra calada, observando de reojo al crío a sus pies, desviando la mirada hasta detenerse en el cuerpo enfundado en una jardinera que le quedaba ajustada en la cintura, detallándola más de lo que se le notaba a simple vista. El pelirosado parecía tan absorto pensando en quién sabe qué cosas que tuvo el descaro de pasear sus ojos por todo el menudo cuerpo.

Recorrió con hambre esos hombros pequeños, esa cintura y estrecha cadera, las piernas suaves que se veían de la rodilla abajo, lamió sus labios. Había tocado ese cuerpo todas las veces que había tenido oportunidad desde que descubriera que Shuichi le atraía.

Se volteó, gruñó levemente a la excitación que volvía a formarse entre sus piernas y llamó al niño con un movimiento de mano.

Vas a llegar tarde, Baka

Ah… Kyyyyyyyaaaaa! ¿Por qué no me avisaste antes, Nii chan?

El niño salió corriendo de la casa. Ya desayunaría cuando llegara con Hiro, y eso si es que su amigo no prefería castrarlo por llegar tarde por… por todas las veces desde que se habían juntado un sábado por la mañana a cantar.