Wenas, gente.
¿Cómo han estado? . ¿Nos han extrañado? Uff... 6 meses... creo que nunca habíamos tardado tanto. Pero en fin, no tiene sentido que enumere excusas. Ya saben, las típicas (y sí, vuelve a ser culpa de mi socio, yo hace meses que tenía mi parte del capi XDD) Jo, me encantaría prometerles que en menos de un mes tendremos el siguiente capi, pero... como no tengo ganas de deshonrar mi palabra de forma tan descarada, me reduciré a agradecerles por la paciencia y espero que nos disculpen.
Como todos sabrán, HP6 ha salido... y ambos ya lo hemos leído. No obstante, hemos decidido que lo sucedido en el libro no afectará al fict: a partir de ahora, HPEFS se ha convertido en un Universo Alterno. Quizás descubran más adelante algunas cosas sacadas del canon, pero.. lo dudamos, ya que hace rato tenemos todo el argumento de este fict planeado.
Por las nuevas normas de no se puede contestar reviews en los capis. Una norma estúpida, lo sabemos, pero sino la seguimos corremos el riesgo de ser bloqueados. Y no queremos eso¿verdad? –risas- Así que he subido las respuestas de los reviews en mi sitio de geocities.
ar. geocities. com / blossom(guión bajo)mossolb / HPEFS . html (recuerden retirar los espacios)
Hope you like the chapter!
Capítulo 14: Alexandra Hillary
El día siguiente amaneció gris, unas nubes que amenazaban tormenta y a las que los británicos estaban tan acostumbrados.
Harry había dormido muy poco, estuvo toda la noche pensando en los sucesos que habían ocurrido el día anterior, el duelo contra Terry, el duelo de Ron y Draco, y sobre todo… la conversación con Dumbledore. ¿Qué poder era ese que tenía? Él sabía que se había manifestado para salvar a Ron… pero… ¿Por qué?
Harry miró el reloj que tenía en su mesita de noche… las diez y cuarto… Entonces se levantó de sopetón de su cama al recordar que había quedado con Mione a las diez en la sala común. Se vistió deprisa y corriendo, golpeándose un par de veces con su baúl y bajó corriendo las escaleras.
Divisó a Hermione en un sofá, cerca de la chimenea, el que solían ocupar cuando estaban en la sala común. Harry se acercó despacio para no llamar su atención. Pero…
-Llegas tarde, Potter – recriminó Hermione con una mirada severa que duró pocos instantes, ya que se transformó en una mirada cálida y se dibujó una sonrisa en su rostro. - ¿Qué tal has dormido, mi amor?
-Bien, preciosa. – Mintió Harry, sentándose al lado de su novia
-Tenemos que ir a ver a Ron. – dijo Hermione dándole un beso en la mejilla a Harry
-Sí, vamos.
Salieron de la sala común y se dirigieron a la enfermería, la cual ese año ya habían visitado, debía ser la parte de Hogwarts que más visitaba al año, tal vez empatada con el despacho de Dumbledore, pensó Harry.
Cuando llegaron a la enfermería se encontraron con la señora Pomfrey en su despacho.
-Buenos días, señora Pomfrey. – dijo Harry
-Voy a tener que dejar que me tutees, Potter, eres el alumno que más me visita al año. – Bromeó con un tono de reproche que hizo que Harry se frotara la nuca con complicidad. – Weasley ya está despierto, podéis pasar a verle.
-Adelántate tú, Harry, quiero preguntarle una cosa a Madame Pomfrey.
-Vale. – dijo Harry y entró a la sala principal.
Cuando se cerró la puerta del despacho, Hermione miró a Madame Pomfrey muy preocupada.
-Señora Pomfrey… ¿Cómo está Ron? El duelo de ayer fue muy…duro, sufrió muchísimas heridas – dijo Hermione muy preocupada.
-Señorita Granger, si quieres que sea sincera – dijo Pomfrey con semblante serio – Ron está mejor que nunca.
Esa no era una respuesta que Hermione se esperaba, su lógica reacción fue la de abrir mucho los ojos, y dejar la boca medio abierta.
-Pero… pero… ¡Si yo vi como…!
-Sí, sí, yo también quedé asombrada. – Dijo la señora Pomfrey con gesto pensante. – Sin embargo cuando Harry me trajo a Ron, no tenía ninguna herida, es más, ni siquiera muestra desgaste mágico, y realmente los hechizos que hizo ayer no eran simples.
-Entonces¿Harry le curó? – preguntó Hermione
-No lo sé, pero si lo hizo… tenemos en esta escuela al mago más poderoso del momento…
Entonces la puerta se abrió de sopetón, y entró Harry.
-Hablando del rey de roma. – dijo Mione. – Gracias, señora Pomfrey. Ya voy, Harry
-Por cierto, decidle al señor Weasley que después de desayunar puede salir de la enfermería.
-Muy bien, se lo diré – dijo Harry.
Como había dicho Madame Pomfrey, Hermione no vio ningún rastro de la pelea de ayer en Ron.
Ron desayunó rápido, se vistió en pocos segundos y no pasó mucho tiempo antes de que estuvieran en la sala común de Gryffindor, hablando de los duelos del día anterior. Pero ninguno de los tres quiso mencionar nada al respecto de la explosión, después de comentar los tres primeros duelos, comenzaron por el cuarto…
-¿Quién ganó¿Ganó Susan? – preguntó Ron entusiasmado.
Hermione y Harry le miraron, y soltaron una carcajada, consiguiendo que Ron se pusiera del color de su pelo.
-Sois como niños pequeños… - dijo Ron
-Ganó Susan, tranquilo… - le dijo Harry, sonriendo.
Ron sonrió, poniéndose aún más rojo si cabía, pero de repente su rostro alegre cambió a uno de preocupación.
-Va a enfrentarse a Malfoy. – dijo Ron preocupado, Hermione y Harry fruncieron el ceño. – Más le hubiera valido perder…
-Creo que tienes razón. – dijo Hermione
-Ron, tranquilo, seguro que no le pasa nada, es una de las mejores en ED.
-Sí… tienes razón. – dijo Ron poco convencido – ¿Sabéis que? Le voy a confesar hoy que me gusta… - murmuró Ron tímidamente.
Harry y Hermione sonrieron complacidos.
Ron subió rápidamente a escribir una nota a su habitación, diciéndole a Susan si quería quedar con él para dar un paseo por los terrenos. Luego el trío Gryffindor subió a la lechucería y le dieron la nota a Pigwideon, que se puso como un loco y despertó a las demás lechuzas que ulularon irritadas.
La respuesta no tardó en llegarle, en veinte minutos, Pigwideon se encontraba en el alfeizar de la ventana de la sala común de Gryffindor.
Ron estaba tan nervioso que no podía ni desatar la carta de la pata de Pig, después de dos o tres minutos, Hermione decidió ayudarle.
Me
encantaría quedar contigo, nos vemos a las 13 h. en el
vestíbulo
Un
beso, Susan Bones
-Me ha dicho que sí… Me ha dicho que sí… - dijo Ron en estado de shock.
-Sí, te ha dicho que sí, Ronny – dijo Hermione sonriendo.
-¡A la una! Pero si no queda casi tiempo. – dijo Ron, desesperado.
-Ron… son las doce… - Comentó Harry.
Pero Ron ya no estaba, había subido a su habitación, Harry suspiró resignadamente y dijo:
-¿Subo a ayudarle?
-Creo que será lo mejor – dijo Hermione.
Ron y Harry bajaron a falta de un cuarto de hora, Harry le había dejado unos pantalones vaqueros (debidamente modificados mágicamente) y una camiseta de manga larga marrón claro (también agrandada mágicamente). Toda esa ropa la habían comprado cuando Harry había pasado el verano con Hermione.
-Vaya, Ronny, estás muy guapo – dijo Hermione riendo, Ron hizo un gruñido que sonó afirmativo.
-Venga, Ron, que se note que eres un Gryffindor – bromeó Harry.
-Y que se note el ejercicio… porque ya llegas tarde – dijo Hermione.
Ron se puso de una tonalidad verdosa y comenzó a correr tras salir de la sala común.
-Mione, pero si quedan más de diez minutos... – dijo Harry, desconcertado.
-Sí, pero queda bien que el chico llegue pronto a las citas. – Dijo Hermione, sonriendo. – Como me gustaría ver lo que hacen. – dijo entre carcajadas
-¿Y qué tal si lo vemos? – dijo Harry con una sonrisa perversa.
-No podemos hacerle eso a Ron…no podemos espiarle. – Dijo Hermione – Pero si no se entera… - entonces sonrió perversamente como había hecho Harry antes.
En un abrir y cerrar de ojos, Harry y Hermione se encontraban en el vestíbulo, bajo la capa de invisibilidad.
-Susan llega tarde – Susurró Harry.
-Eso es porque se quiere hacer desear – Bromeó Hermione susurrándole al oído, lo que le provocó cosquillas.
Los dos se encontraban muy juntitos debido a que la capa de invisibilidad se había quedado un poco pequeña.
-Qué retorcidas podéis llegar a ser las chicas. – dijo Harry más para sí mismo que para Hermione.
-No lo sabes tú bien – comentó Hermione, también para sí misma.
-Mira ahí baja – dijo Harry, señalando con la cabeza las escaleras.
Susan bajaba calmadamente las escaleras. Se había puesto ropa muggle para la ocasión; llevaba unos vaqueros ajustados, un jersey de lana azul claro y una chaqueta vaquera a conjunto con los pantalones. Llevaba el pelo completamente liso y suelto, dejando ver los mechones rubios que, cuando llevaba la trenza, no se logran apreciar.
-Vaya, va muy guapa. – dijo Harry, recibiendo un pisotón de respuesta.
-A Susan le gusta Ron, sino no se hubiera arreglado tanto. – dijo Hermione tras quitar su pie de encima del pie de Harry, que había tenido que ahogar un grito.
Susan se acercó a Ron por la espalda y le puso una mano sobre la cintura para que se diera la vuelta. Éste giró toscamente, ya encendido. Ella le dio dos besos en la mejilla para saludar, y Ron ya había comenzado a ponerse de un color bermellón oscuro. Entonces le dijo algo que Harry y Herm no lograron escuchar, y comenzaron a caminar. Ron se pudo confundir con un tomate maduro, cuando de improviso Susan le cogió de la mano para salir.
-Menudo rompe corazones que está hecho Ron. – Dijo Harry, riendo.
-Sí, pero si queremos enterarnos de algo será mejor que salgamos ¿no?
Recorrieron el vestíbulo, ya que para no ser detectados, se habían colocado en un lugar bastante alejado.
Cuando salieron, Harry y Hermione pensaron en seguirlos a una distancia prudencial de cinco metros, y así comenzaron su paseo.
Ron se encontraba sentado bajo la sombra de un árbol que se encontraba en la orilla del lago, junto a él se hallaba Susan.
Harry y Hermione se encontraban en el árbol vecino, y estaban escuchando, lo que hasta ahora había sido una conversación de lo más trivial.
Ron ya estaba más cómodo y había dejado de estar tan tenso. Se le veía a gusto junto a Susan y ésta a su vez se interesaba por todo lo que le decía el de los ojos azules.
Susan se había preocupado mucho por el estado de salud de Ron tras el duelo, pero él la había tranquilizado diciendo que no tenía ni un simple arañazo, y también le advirtió sobre Malfoy, el rival de Susan aquella tarde.
-Susan…te tengo que decirte algo importante – dijo Ron, retornando a su eterno sonrojo.
Al oír esto Harry y Hermione se intentaron acercar más y lo único que consiguieron fue hacer crujir unas hojas secas que se encontraban por el suelo. Por suerte los dos tortolitos estaban demasiado inmersos en su conversación como para darse cuenta.
-Yo quería decirte… que… ya desde el año pasado cuando nos conocimos en ED…pues me caíste muy bien, me pareces una chica muy simpática y guapa – dijo Ron mirando al suelo todo el tiempo, Susan tras lo dicho se sonrojó un poco. – Y yo…me preguntaba…si…bueno…si te gustaría salir…ya sabes si te gustaría ser…
Pero Susan le tapó la boca con un dedo, lo que puso a Ron muy nervioso.
-Ronald…sí, tú también me gustas, al principio sólo sabía que eras el amigo de Harry Potter, pero cuando te conocí, pensé que eras mucho más que eso. – Dijo Susan bastante más tranquila que Ron, el cual no cabía en sí de su asombro. – Sí, Ron, me gustas, me gustaría salir contigo…me gustaría ser tu chica. – Ron parecía que se encontraba en un sueño, no se lo acababa de creer.
-¿Lo…lo dices en serio? – preguntó Ron cuando Susan retiró la mano, los dos se encontraban a pocos centímetros de distancia.
La respuesta de Susan fue la más sincera que pudo recibir: le dio un tierno beso en los labios, dejando a Ron en un estado de shock, del cual se recuperó tras las suaves risas de su, ahora sí podía decirlo, de su chica.
-Susan, quiero darte esto. – dijo Ron sacando una pequeña caja de madera.
Susan la abrió entusiasmada, encontrando un precioso anillo que constaba de dos aros entrelazados, uno de oro y otro de plata que culminaba en el centro con una piedra del blanco más puro que podía existir.
-¡Oh¡Qué romántico! – dijo Hermione a Harry, abrazándole por detrás y dándole pequeños besos en la nuca. – Ron se gastó sus ahorros de todos estos años en ese anillo.
-Hacen una bonita pareja. - Confirmó Harry.
A la media hora de estar tumbados juntos, Ron y Susan decidieron volver al castillo. Y así también lo hicieron Harry y Hermione, dispuestos a disfrutar del resto del día, por lo menos hasta la noche, cuando se efectuaría otra reunión de la Orden... y últimamente las reuniones no traían buenas noticias.
Detuvo por un instante la caminata que había estado emprendiendo desde hacía días sólo para analizar bien el camino en el cual estaba avanzando. Se volteó para chequear que sus pies no dejasen huella alguna y revisar que no hubiera nadie siguiéndole. Suponía que si existía alguien que lo estuviera haciendo, lo haría con profesionalidad, pero... No tenía tiempo para estar indagando por ello cada media hora.
Debía apresurarse. Sino llegaba a la reunión a tiempo, Hillary iba a cumplir su amenaza de asesinarlo lentamente, como siempre había deseado hacer. Era sorprendente que aquella mujer hubiera sido Ravenclaw con el temperamento que tenía, si usualmente ellos tenían tendencia a ser personas serenas y con excelente autocontrol. Aunque tal vez, sus ambiciones de conocimiento compensaban su parte Gryffindor. Aún recordaba como con su admirable inteligencia en los tiempos de Hogwarts había logrado jugarles una de las mejores bromas a los Intocables Merodeadores. Aún reía interiormente ante el recuerdo de aquella patética escena, a pesar que la mujer nunca le había caído especialmente bien.
Bueno, basta de recuerdos. Ahora tenía que ingeniárselas para traspasar el bosque sin ser visto por absolutamente nadie. Trepar los árboles no era algo recomendable en aquella situación, su magia no estaba lo suficientemente bien como para poder tolerar el derroche de energía que suponía una levitación. Sólo le quedaba caminar y tener el suficiente cuidado de manejarse con cautela.
O tal vez podía utilizar su forma animaga...
Una excelente idea sin duda alguna. Siendo un animal típico de los bosques, no tendría porqué causar sospechas en sus perseguidores. Hizo una mueca triunfal para luego concentrar toda su atención en la tarea que tenía por delante. Transformarse y escabullirse entre los árboles, y posteriormente dirigirse a la Base.
Tarea que le llevó más dos horas, por la lejanía de la Base y obstáculos que presentaba el camino. No obstante, ahora sí estaba totalmente seguro de que nadie le estaba persiguiendo, ya que sus instintos animales lo hubieran advertido de inmediato. Además, había llegado a tiempo.
De no haberlo logrado, hubiera tenido grandes problemas con los contactos que había adquirido. Después de todo, no había tiempo que desperdiciar en época de guerra, y sobre todo teniendo en cuenta que todos los allí presentes tenían una razón para estar ocultos y no caminando normalmente por las calles de Londres.
La Base consistía en una pequeña vivienda en medio del bosque, que le pertenecía a Alexandra Hillary. Revisando una vez más que nadie estuviese cerca, se acercó a la puerta de la casa y apoyó su mano derecha sobre ella: allí recitó un par de palabras en latín y la puerta se abrió sistemáticamente.
Sólo los invitados conocían la contraseña.
Una vez dentro, una confortable sala le dio la bienvenida. Había un par de personas esperando allí y que se voltearon en cuanto escucharon el crujir de la puerta. Snape se encontró con un viejo rostro familiar y uno totalmente desconocido.
El familiar era sin duda alguna Alexandra. Aunque debía de admitir que lucía mucho mejor que como la recordaba a los dieciocho años. Era extraño que luego de más de quince años sin verse, volvieran a reunirse cuando antiguamente no habían mantenido una estrecha relación. En sí, Snape en realidad no sabía si había relación.
Alexandra tendría unos treinta y cinco años aproximadamente, sin embargo eso no era lo que su joven y delicado rostro demostraba. Su piel era pálida, seguramente por la poca exposición a la luz solar. Sus ojos eran de un marrón chocolate, aunque en sus mejores momentos relucían con tonalidades doradas. Su cabello lacio era rubio; unos discretos mechones le caían sobre el rostro, destacando sus bellas facciones. Su peinado era bastante vulgar: una coleta de caballo.
Como siempre, su postura denotaba determinación y discernimiento, aunque muchísimo más apagada de lo que alguna vez había sido. Definitivamente se trataba de una mujer en la cual ojos indiscretos se fijarían sin dudarlo, porque su belleza natural se complementaba excelentemente con su físico: un cuerpo realmente desarrollado y con curvas bien marcadas y voluminosas.
Alexandra era una sanadora de calidad; no encontrarías a su igual en ninguna parte del mundo. Desde su graduación de Hogwarts, había dedicado todo su tiempo a la medicina, consiguiendo muchas formas eficientes de prevenir y curar enfermedades, heridas de alta gravedad y cosas por esos estilos. Había sido una pieza fundamental en la Primera Guerra, a pesar de su juventud. Pero nadie supo qué había sucedido con ella una vez que Voldemort cayó, porque desapareció completamente de la faz de la Tierra.
O eso había creído Dumbledore. Alex había estado viajando por los diferentes continentes, expandiendo sus conocimientos y preparándose para lo que sería la Segunda Guerra, porque ella como tantos otros, nunca había creído en la muerte de Voldemort. Sólo que Alex no previó una venganza por parte de los mortífagos. Después de todo, ella era una sanadora famosa, que en cierta ocasión le había salvado la vida a Albus Dumbledore, entre tantas otras personas. Toda su familia fue asesinada, aunque nadie la vio en los funerales. Nadie la vio por lo que fueron largos años, hasta Agosto de aquel año.
En Agosto habían realizado la primera reunión de aquella Organización que pensaban idear para oponerse a Voldemort, con los métodos que Dumbledore no quería permitir. Ahora la organización estaba en marcha, lista para lograr su creación. Esa iba a hacer la reunión cumbre.
-Buenas noches, Severus. – Saludó Alex con cortesía. Snape imaginó que debía de estar de buen humor.
-Alexandra. – Respondió secamente.
Albus Dumbledore observó cuidadosamente a cada uno de los miembros de la Orden que habían acudido a la reunión de aquel día. Todos sus rostros lucían cansados y algo alicaídos, pero el estar unidos en una sola sala y poder ver que no estaban abandonados en aquella guerra iluminaba un poco los ánimos.
La mirada zafira del director reposó unos instantes más en el rostro de Harry Potter, que conversaba reanimadamente con Remus Lupin. Analizándolo con detenimiento, Albus pudo deducir que no había estado durmiendo correctamente y que aquella alegría que mostraba era en parte falsa, aunque hablar con el único merodeador en vida (ya que todos ellos consideraban a Pettigrew muerto) parecía reconfortarlo. Internamente, Albus suplicó para que así fuera.
Sabía que estaba exigiendo mucho de un muchacho de tan sólo dieciséis años. Haberlo integrado a la Orden en parte había sido una forma de demostrarle que confiaba en él y en sus habilidades, no obstante también había sido sumarle una responsabilidad más. Dumbledore veía como tras cada reunión, la incertidumbre y la ansiedad aumentaban cada vez más en el Niño-que-Vivió. Pero el profesor no dudaba que cuando llegara el momento, Harry tomaría la decisión correcta.
Por último, sus ojos se fijaron en la silla vacía al final de la mesa, el asiento que anteriormente Severus Snape había ocupado. No había rastros del profesor. Habían buscado y buscado, sin embargo no había ningún indicio de que siguiera vivo. Aunque nadie en la Orden lo dudaba. Pero... ¿qué estaría planeando hacer Severus? No volvería con Voldemort, de eso Dumbledore estaba seguro. Entonces¿qué?
-Buenas noches. Me alegra ver que todos hayan podido venir. – Con la excepción de cierta persona, pensó Dumbledore para su interior. – Empecemos con la reunión.
-Mi acompañante es uno de los magos más poderosos de Austria. Deberás disculparle, pero todavía no maneja correctamente el inglés. – Hillary rió suavemente. – Así que tendré que traducir.
-¿Sabes alemán? – Preguntó Snape, sin poder controlar su curiosidad. Alex le sonrió risueñamente.
-Sé bastantes idiomas, no deberías de extrañarte. Mi vida ha sido puro viaje. Pero en fin, no estamos aquí para discutir eso. El resto ya ha llegado¿comenzamos?
Snape se limitó a asentir y Alex les condujo al comedor, atravesando una de las puertas laterales. Durante el camino, el maestro de pociones examinó al austriaco. Le calcularía alrededor de cuarenta-cincuenta años. Era alto y robusto. Su cabello era castaño y estaba perfectamente peinado, y sus ojos eran grises. Mientras caminaban, intercambiaba un par de palabras con Alex en alemán, así que Severus tuvo que mantenerse marginado de la casual conversación. Hasta su voz inspiraba respeto. Le gustaría saber cuál era el nombre del sujeto.
En el comedor, les esperaban unas ocho personas más, todas adultas y con apariencia de poseer bastantes privilegios económicos por el aspecto de sus ropas. Aunque dos de ellos eran totalmente opuestos al resto: si bien no llegaban a ser tan errabundos como Mundungus Fletcher, no estaban muy lejos de la calificación.
Todos ellos huían de Voldemort o de Dumbledore, o de ambos, como era el caso de Snape. O tal vez, simplemente no tenían una razón para apoyar ninguno de los dos bandos o no le gustaban los métodos empleados, el caso de Alex.
No todos ellos eran ingleses: había un español, dos franceses, una rumana, una estadounidense, un búlgaro... más cuatro ingleses (Alex, él y dos miembros más.) y el austriaco. Era bueno que la Organización tuviera contactos internacionales. Le permitiría a la organización una mayor expansión, además de más territorios para entrenar y ocultarse de la Orden del Fénix y Mortífagos.
Snape, el austriaco y Alex se sentaron en los asientos libres, aunque ésta última permaneció de pie y eso acató la atención del resto de los presentes, quienes detuvieron sus conversaciones. La sanadora se señaló con la varita su garganta y se aplicó un encantamiento de traducción, para así no tener que repetir su discurso varias veces en distintos idiomas para el entendimiento de todos; el encantamiento haría que cada uno lo escuchase en su idioma natal.
-Bienvenidos. Nos complace que hayan podido venir todos, ya que esta es una reunión de suma importancia para nuestra Organización.
-Ya habíamos discutido en otra ocasión la finalidad de la Organización, así que no es necesario repetirlo. Si bien nuestro foco es Inglaterra, tenemos que tener ojos puestos en toda Europa. La amenaza del Dark Lord se extiende. Hace unas semanas fue París y Londres... la próxima puede ser Madrid, o cualquier pueblo que se oponga a los ideales del Dark Lord.
-Hemos visto también como las defensas han caído. Más criaturas se están uniendo a su causa en este preciso instante, y cada vez quedamos más expuestos e indefensos. Los aurores no son los mismos de antes. Parece que todavía la Comunidad no ha caído en la Realidad; todavía no entienden qué significa estar en Guerra. Cuántas personas morirán sino hacemos algo.
-Uno de nuestros espías en los rangos del Dark Lord nos ha informado que se rumorea entre los mortífagos que pronto habrá un nuevo ataque, aunque de menor calibre que los recientes. – Anunció Albus e intentó no demostrar el desasosiego que sentía al decirlo.
-¿En Inglaterra o en otro país? – Preguntó Kingsley.
-Los rumores son muy inciertos. No tienen datos contundentes, así que mi fuente no puede confirmar nada. Salvo que será muy pronto. – Albus cerró los ojos por un segundo. Era un abismo de vacilación.
-Está claro que el Dark Lord no confía en sus sirvientes. No les brinda datos perentorios, ni siquiera indicios. – Dijo Dafne. – Salvo que se lo comunique solamente al Círculo Interno, y que nuestras fuentes no lleguen a ese nivel.
-Nuestro espía de mayor nivel era Severus. – Asintió Albus. – Con su retirada, nos ha dejado algo abandonados, aunque es sólo cuestión de tiempo hasta que alguno de nuestros espías consiga un ascenso en sus rangos.
-¿Alguna señal de Snape? – Preguntó Moody.
-Nada. Es como si se hubiera desvanecido del universo. Tampoco tenemos idea de sus intenciones. – Contestó Tonks.
Albus se percató de la postura pensativa que Harry adoptó cuando el tópico de conversación se centró en su ex-profesor. No pudo evitar inquietarse al respecto. Siempre que se hablaba de Snape, el chico Potter parecía hundirse en sus pensamientos. ¿Aún seguiría pensando en la posibilidad de abandonar Hogwarts?
-Habrá que seguir investigando. – Decretó Albus. Los aurores asintieron.
-Los Mortífagos vagan por las calles, libres. Ya no se puede contenerlos más en Azkaban, ahora que los Dementores se han aliado definitivamente con Voldemort. No hay forma de retenerlos... Salvo hiriéndolos y matándolos. Que no vuelvan a cometer esos actos horrendos. Fuego contra Fuego.
-Dumbledore no entiende esto; no entiende que es la única forma de vengarnos y de triunfar que tenemos. Tenemos que preparar a una nueva generación para una pelea de sangre. En Hogwarts, los estudiantes tienen una técnica defensiva y ofensiva deplorable. Ignoran lo que es luchar por lo que creen justo; por la libertad y más que nada, por sobrevivir. Están en una burbuja de color rosa y no saldrán de ella hasta que algo terrible... irreparable, ocurra.
-Voldemort entrena a sus futuros mortífagos. Los prepara para matar. Conocen las Artes Oscuras y los límites de sus poderes; antes los mortífagos no trabajaban en equipo. Ahora el Dark Lord intenta corregir ese error. Coordinan movimientos junto con las criaturas y destrozan así ciudades y vidas.
-Francia, España, Bulgaria y Austria han decidido permanecer neutrales en la Guerra, aunque sea por el momento. Luego del ataque a París, Francia tiene miedo a oponerse al Dark Lord. Quebró completamente sus defensas. España y Austria están más inclinados a cooperar con nosotros, y la actitud de Bulgaria es... inquietante.
-¿Qué hay de Alemania? Si mal no recuerdo, nuestro ministro también se reunió con el ministro alemán hace pocas semanas.
-Así es. Han optado por la neutralidad. Ni siquiera le dieron un segundo de meditación. No quieren una repetición de la primera guerra contra el Innombrable...
-Así que si en algún momento tienen que elegir...
-Su elección será Voldemort. – Completó Albus.
-Podemos decir que por el momento estamos prácticamente solos en esto. – Comentó un miembro del ministerio con pesar. – Los ministros extranjeros no ven ningún beneficio en aliarse con Inglaterra, sólo la desventaja de ser públicamente enemigos del Dark Lord, y por lo tanto, el riesgo de ser el futuro eje de ataque.
-Mejor solos que mal acompañados. – Dijo Tonks. – Alemania estuvo a punto de traicionarnos en la última guerra. No los necesitamos.
-No tenemos una gran cantidad de aurores a nuestra disposición, Tonks. – Opinó Remus. – Cuánto más aliados tengamos, una mejor defensa tendremos. Nunca hay que rechazar una mano amiga en situaciones como éstas. Aislarnos no nos servirá. La posibilidad de traición siempre está presente en la guerra.
-Solos no podremos. – Objetó Kingsley. – Pero si tenemos que ingeniárnoslas nosotros solos, pues... así será. Y la única forma de conseguirlo es permaneciendo unidos. – El resto de los presentes asintió.
-Tenemos que hacer algo para frenarlos. Entrenaremos y nos prepararemos. Ayudaremos a una nueva generación de magos a entender lo que es la guerra y a defender sus vidas. No importan los medios, sólo el fin. Así que tendrán que buscar jóvenes con talento y dispuestos a vengarse, que sean dignos de unirse a esta Organización. Todos los aquí presentes somos especialistas en una o más ramas de la magia. Nos encargaremos personalmente de entrenarlos. Será un gran Equipo.
-¿Cómo van las cosas en Hogwarts? – Preguntó Tonks, mirando expectativamente a Harry, quien se limitó a levantar una ceja ante el repentino interés de la aurora.
-Estoy teniendo problemas para hallar un profesor de pociones que suplante a Severus. – Dijo Albus. – Los maestros en pociones escasean hoy en día.
-¿Y los hijos de mortífagos¿Ha habido algún movimiento extraño? – Preguntó Remus.
-No. Bueno, no a parte de que algunos de ellos están demostrando tener bastante conocimiento de las artes oscuras en el torneo de duelo. Más que demostrar... exponer. – Dijo Harry. – Pero como no hay norma que lo prohíba... – Nadie obvió la mirada desafiante que el joven le envió a Dumbledore, salvo el mismo Dumbledore.
-¡Ah¡El torneo¿Qué tal va? – Preguntó Remus intentando aligerar el humor. Sus ojos castaños recobraron cierta emoción.
-Muy emocionante. – Rió risueñamente el director. – Estoy aguardando ansiosamente uno de los duelos de mañana. – Cuando terminó de decir esto, le dirigió un guiño de ojo a Harry, quien, azorado, desvió la mirada.
-¿Qué duelo? – Cuestionó Tonks, curiosa.
-¡Deberías quedarte y verlo, Nymphadora! – Sugirió Albus, al parecer olvidando que estaban en medio de una reunión de la Orden. Algunos de los miembros rieron ligeramente ante la cara furiosa de Tonks.
-Soy Tonks. – Remarcó ella lentamente. – ¿Y qué duelo es?
-Potter y Granger¿verdad? – Intervino Moody antes de que Albus saliera con otra de sus evasivas. Harry asintió, algo nervioso.
-¿Y Malfoy contra quién? – Preguntó Remus.
-Susan Bones. – La expresión del rostro de Harry se oscureció. – Creo que está claro quién ganará.
-Esta es la primera reunión oficial de la Organización, así que será mejor que nos presentemos, ya que no todos nos conocemos. Emeric¿tendrías el placer...?
Snape sólo había visto a Emeric Switch un par de veces en toda su vida. Si bien era un mago muy conocido, tenía un bajo perfil en la sociedad y su posición en la guerra teóricamente era neutral. Era un maestro en Transformaciones, aunque quizás su habilidad no pudiera ser comparada con la de McGonagall, mucho menos con Dumbledore.
Luego siguió VindictusViridian. Era profesor en el colegio Durmstrang, aún siendo inglés. Sus especialidades eran las maldiciones y la defensa contra las artes oscuras. El francés Adalbert Waffling era un experto en teoría de la magia, y escritor de múltiples libros sobre el tema. Aunque Severus sabía por experiencia que hombres como él no contaban todo lo que sabían.
Celestine Whimple, a pesar de tener tan sólo veinticinco años, era muy buena en Encantamientos. Era de nacionalidad estadounidense. Otro francés, Gerard Pognon, era experto en invocaciones. Johan Krugger, el hombre con el cual Alexandra había estado hablando cuando Severus llegó al lugar, le sorprendió cuando reveló que era un especialista en las artes de la mente. Sin embargo, el maestro de pociones no lo creería hasta verlo con sus propios ojos.
De los tres miembros restantes, el búlgaro Myron Vulchanov y el español Guillermo Campos eran políticos muy poderosos de sus respectivos países, y por lo tanto aportaban una variedad considerable de contactos por Europa y otros continentes. La rumana Georgiana Medrea resultó ser una experta en todo lo relativo a criaturas, sobre todo oscuras, al ser ella misma una de ellas.
-¿Acaso los vampiros no se han unido al Dark Lord? – Cuestionó Snape. Georgiana sonrió de tal forma que envió escalofríos por los cuerpos de todos los presentes.
-Hay una enorme diversidad de clanes de vampiros, Severus Snape. Si bien el más poderoso y largo de todos sí se ha unido al Dark Lord, no todos lo hemos hecho. La Oscuridad reina en nuestras almas por defecto, pero no todos pensamos como el Dark Lord, ni estamos dispuestos a servir a alguien que sólo nos utilizará y nos quitará nuestro honor. Hay una diferencia entre oscuridad y maldad.
Los diez magos presentes asintieron a las palabras de la vampiresa. Todos ellos conocían bien esa diferencia.
Y fue en ese momento cuando finalmente la Organización que armaría una revolución en la Comunidad Mágica se inició.
Luz verde.
-Comienza el duelo.
Las miradas de los dos contrincantes se cruzaron, no con ternura como solía ser, pero sí con respeto. Tampoco con Odio, pero sí con una cierta Rivalidad.
Uno de los duelos más esperados, el que enfrentaba a una de las parejas más conocidas de Hogwarts, sin duda la más famosa.
Los ojos verdes del niño que vivió, el gran Harry Potter, contra la mirada de color avellana de la alumna más aventajada del colegio, la compañera sentimental de Potter, Hermione Granger.
Harry levantó la varita recordando la conversación que habían tenido hacía poco menos de media hora.
-Mione…esta tarde, en el duelo…quiero que des todo de ti, no tengas ningún tipo de remordimiento, soy un rival cualquiera – le decía Potter mientras le acariciaba su descontrolado cabello castaño.
-Estoy de acuerdo, pero sólo si tú tampoco demuestras ningún tipo de compasión… ¿de acuerdo? – le contestó Granger, sonriendo.
-Trato hecho.
-Lutum Morphere – gritó Hermione. Harry se había distraído completamente.
Éste se empezó a hundir poco a poco en el suelo que se había transformado en un charco de lodo. Harry se había quedado completamente en blanco, no sabía cómo reaccionar. Hermione notó su despiste y se aprovechó.
-Lutum Manego – exclamó Hermione.
El barro comenzó a moverse al compás de la varita de Hermione, como si de serpientes se trataran, dejando completamente inmovilizado a Harry.
Al fin, éste reaccionó al contemplar que Mione no estaba jugando.
-Fervere – gritó Harry, a pesar de que el barro ya había cubierto la varita.
Del barro comenzó a salir vapor muy rápidamente, creando una nube blanca que ascendió rápidamente, todo el barro había quedado convertido en polvo.
-Mobili – gritó Harry apuntando a la montaña de arcilla que había dejado.
La nube de arcilla se comprimió y Harry la lanzó en dirección de la que ahora era su rival.
-Spatha Formens – gritó Harry.
La nube de arcilla se fue transformando poco a poco en una espada afilada.
-¡Paries! – exclamó Hermione rápidamente.
Del suelo comenzó a salir fugazmente un muro que se interpuso justo en el momento oportuno en que la espada iba a golpearla, quedando clavada en el muro. Hermione tenía una posición privilegiada detrás del muro.
-Bombarda – exclamó saliendo por varios segundos del muro creado.
Harry esquivó el hechizo rodando por el suelo, donde se produjo una pequeña explosión.
-Mutaleo – gritó Hermione.
Aquella pared comenzó a transformarse poco a poco, iba cogiendo la forma de un animal, de un felino, grande, musculoso…había cogido la forma de un león, pero antes de que la transformación fuera perfecta, dejó de aplicar el hechizo.
Harry pensó que estaba en apuros, tenía un león de roca, que se acercaba como un obús para atacarle.
-Reducto – gritó Harry justo cuando el león se abalanzaba contra él.
Éste estalló en mil pedazos, pero no consiguió esquivar una luz rosada que pasó entre los pedazos del león y le golpeó justo en el pecho, tirándole al suelo.
Cuando intentó levantarse notó como si todo le diera vueltas, había perdido completamente el norte. Al levantarse perdió de nuevo el equilibrio y volvió a caer de bruces al suelo.
El encantamiento emulaba los efectos de vértigo, Hermione estaba en una gran ventaja.
Entonces Harry vio los pedazos de roca que habían quedado después de que el león estallara, y pensó que si él no podía atacar, atacarían por él.
-Muris Caecus – exclamó Harry intentando apuntar al cúmulo de rocas.
Éstas vertiginosamente se transformaron en una bandada de murciélagos que aletearon hasta llegar a Hermione, a quien empezaron a morder y arañar.
Hermione profirió un grito. Se había confiado demasiado, y la bandada de murciélagos le había pillado completamente por sorpresa. Tardó varios segundos en volver a guardar la compostura, pero tras un arañazo en el rostro, se tapó la cara con ambas manos. Tenía que pensar rápido.
-Inmobilus – gritó pocos segundos después.
Todos los murciélagos quedaron totalmente inmovilizados en el aire, con otro movimiento de varita los apartó de su costado, y esbozó una pequeña sonrisa. Harry tampoco estaba jugando, y eso le gustaba… era un reto, y eso le encantaba, le entusiasmaba.
Harry ya había prácticamente recuperado de su hechizo, y también sonrió, ambos estaban de nuevo en posición de ataque.
-¡Spherus! – gritaron los dos al unísono.
Sendas esferas lumínicas chocaron, sin estallar, se fundieron en una esfera mayor. Estaba en el centro entre Hermione y Harry. Ambos aplicaban cada vez más potencia al hechizo para que se decantara para su lado. Pero Hermione desistió, apartó la varita y rodó por el suelo para esquivar la esfera que se aproximaba velozmente.
-Incarcero – Gritó Hermione desde el suelo.
Después del sonido estridente, como si de un disparo se tratara, Harry cayó de bruces nuevamente, unas cadenas macizas le habían arrollado, dejándolo atrapado.
-¡Pyrofaccium! – Exclamó Hermione ya en pie.
Las cadenas empezaron a calentarse poco a poco, y Harry estaba en una posición comprometida, al estar en el suelo. Las cadenas ardían y la túnica comenzó a arder.
-Ego recurrere… - Comenzó a decir Hermione apuntando al lago.
-Glacius – gritó Harry tras haberse puesto en pie y apuntando a las cadenas.
Las cadenas se quebraron por el cambio de temperatura, Harry se quitó la capa de la túnica que estaba ardiendo.
-…Aqua Serpendraconis – concluyó Hermione.
El agua del pequeño lago se comenzó a arremolinar como si de un torbellino se tratara, entonces el agua del lago comenzó a coger forma, una forma alargada, como si de una serpiente gigante se tratase.
-Oh… Dios mío – Exclamó Harry muy sorprendido al ver una invocación tan avanzada.
Delante de él se encontraba una tremenda serpiente formada por agua…por toda el agua del lago, que se acercaba amenazadoramente. Y sí, ésta embistió pero Harry consiguió esquivarla por los pelos, rodando por el suelo.
-Scutum Qindil – Exclamó Harry.
Alrededor de Harry se creó una bóveda dorada, semitransparente, que le protegió de la siguiente embestida, pero no resistió la posterior, rompiéndose en mil pedazos como si de cristal se tratase.
-Lorum Solem – Exclamó Harry.
De su varita salió una delgada columna de luz a modo de látigo que Harry blandió con gran maestría alejando a la serpiente de sí.
Cuando embistió de nuevo, Harry con un rápido movimiento cortó la cabeza de la serpiente, cosa que lo único que consiguió fue retrasar la siguiente embestida, ya que la cabeza de la serpiente se regeneró rápidamente.
Harry miró fugazmente a Hermione con orgullo por el magnifico trabajo que había realizado. Hermione estaba con la varita apuntando a la serpiente, con los ojos cerrados, su concentración era máxima… ¡Eso era!
Harry comenzó a correr en dirección a Hermione, esquivando las embestidas de la serpiente. Llegó a colocarse justo enfrente de Hermione, la serpiente estaba detrás de Harry, a su espalda, preparando su embestida. Hermione seguía concentrada con los ojos cerrados sin percatarse de nada. El hechizo era demasiado complicado como para perder la concentración.
-Lo siento, Mione. – Susurró Harry justo cuando la serpiente comenzó a arremeter contra él.
Harry saltó ágilmente hacia un lado, Hermione abrió los ojos de golpe con un grito ahogado. La serpiente comenzó a perder su forma pero la inercia de la ráfaga de agua golpeó fuertemente a Hermione, sacándola del terreno de juego.
Todo el mundo en el público comenzó a aplaudir, sin saber demasiado bien porqué, simplemente por ese final inesperado del duelo. Harry ya se había acercado a Hermione para comprobar que estuviese bien. Hermione había perdido el conocimiento, así que Harry la llevó al ala de hospital junto con Madame Pomfrey.
Harry se sentía bastante culpable por haber dejado a Hermione así, pero los dos habían prometido no tener ningún tipo de remordimiento, eso lo tranquilizó ya que Hermione se lo agradecería.
En el terreno de juego Flitwick, Dafne y McGonagall reconstruían rápidamente los desperfectos mientras de las gradas bajaban los dos oponentes del siguiente encuentro.
Malfoy, con su sonrisa prepotente y su cabellera rubia, se iba a enfrentar a, desde esa misma mañana, la chica de Ron Weasley: Susan Bones. Cuando llegaron al terreno de juego, éste ya estaba completamente reconstruido.
-Dense la mano – pidió Dafne.
Ambos hicieron caso, Draco con una expresión de suficiencia y Susan con una de asco. Como era de prever, Draco apretó más de lo necesario, pero la chica no dejó escapar ni un solo quejido si bien le atravesó con una mirada de furia. Cuando se separaron, ambos fueron a ambos lados del campo de juego.
-¿Preparados? – preguntó Dafne sin esperar respuesta, mientras la ráfaga de luz verde salía despedida de su varita.
Susan se puso en guardia, Draco ni se inmutó. 'Tal como me dijo Ron', pensó Susan, sabiendo que en la grada cierto chico pelirrojo estaría sonriendo.
-Metraille Seminare – gritó Bones.
De su varita comenzaron a brotar decenas, no, centenares de pequeñas semillas de diferentes formas y tamaños que rodearon a Draco. Éste arqueó una ceja desconcertado, pero ya en guardia. Bones sonrió y exclamó:
-Disrotulare Praestus
De pronto todas las semillas estallaron y, como si de un documental de crecimiento de un árbol se tratase, empezaron a brotar plantas a una velocidad altísima.
En unos pocos segundos, una jungla estaba rodeando a Malfoy, una jungla tan densa que nada se apreciaba dentro de ella, sin ocupar demasiado terreno. Draco estaba atrapado en una Jaula vegetal.
De repente, del interior de la jungla, comenzaron a salir haces de luz en dirección a donde Susan se encontraba, pero ella comenzó a correr. Los haces seguían saliendo de la jungla en la misma dirección, lo que nos decía que Draco sólo apuntaba intuitivamente.
-Pontioculus Morphus – gritó hasta el interior de la jungla y volvió a correr cambiando de posición y repitió el hechizo.
Esto lo realizó varias veces, corriendo alrededor de la jungla que ella misma había creado. En el interior parecía que se estaba realizando una cruenta batalla, por los sonidos que se podían escuchar.
-Punctiare – gritó Susan, y de su varita salieron disparadas como si de balas se tratasen, una multitud de espinas que se internaron en la zona boscosa.
Se escuchó una débil exclamación de dolor desde dentro de la jungla, y después una exclamación de rabia. Susan comenzó a correr de nuevo, pero algo la detuvo. Del centro de la jungla comenzó a salir humo. Susan abrió mucho los ojos cuando se comenzaron a vislumbrar unas grandes llamas negras y rojas.
Poco a poco el fuego comenzó a extenderse, y donde había antes una selva comprimida, ahora se encontraba una gran pira.
Susan se había quedado inmóvil, no sabía qué hacer ahora. En la grada, Ron fruncía el ceño con preocupación. 'Susan, retírate, no puedes hacer nada… por favor retírate' pensaba Ron con un alto grado de preocupación.
-Flambrarea
Del interior de la fogata salió una gran llama negra. Susan reaccionó lo mas rápido posible, cubriéndose la cara con la túnica, que se comenzó a quemar.
La Hufflepuff se quitó la túnica rápidamente, y dejó que ardiera en el suelo. De las grandes llamas, comenzó a verse la figura de Malfoy, cubierto con un aura roja que le protegía. Cuando abandonó aquel infierno, el aura desapareció. Su aspecto no era demasiado bueno: tenía la túnica hecha jirones y varias heridas en la cara y en el cuello. No parecía muy contento.
-Impedimenta – gritó Susan desesperada, su cara reflejaba miedo, sus ojos estaban rojos y le escocían debido al sudor producido por las grandes flamas.
Draco hizo rebotar aquella luz con un movimiento de varita y el hechizo golpeó a Susan, dejándola en el suelo.
Susan se levantó poco a poco, sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero mostraban decisión.
-¡Crystallus Fisso! – exclamó Draco con rabia, formando un cuadrado en el aire, tal y como había realizado en el Expreso de Hogwarts, formando un cuadrado de luz.
El cuadrado se rompió en cientos de pedazos que volaron hacia Susan a una gran velocidad. Susan se protegió la cara con los brazos, pero la mayoría de trozos de luz se le incrustaron en brazos y torso. Luego, los cristales de luz desaparecieron.
Susan cayó de bruces al suelo.
-Me… Me rindo. – escupió Susan, posteriormente perdió la conciencia.
