En la tierra de Cutha

- ¿Acaso no entiendes el significado de la palabra no?-.

- ¡Claro que lo entiendo! ¿O por quién me has tomado? -.

- Pues no parece que lo entiendas, ¿sabes? Te dije claramente que no nos convenía meternos aquí, pero has de hacer lo que quieres, ¿verdad? -.

- Bueno, ya estamos adentro y nada podemos hacer excepto buscar la salida -.

- ¡Ah, claro! ¿Y acaso piensas que será tan fácil? Esa… cosa o lo que sea, no nos dejará salir. Sabe que estamos aquí. También el viejo lo sabe -.

- Debemos intentarlo, no hay peor batalla que la que no se lucha -.

- Pues para mí la peor batalla es en la que mueres despedazado por algún ser infernal aparecido de la nada -.

- Tal vez, pero es mejor que permanecer aquí ocultos de por vida y morir de inanición u otra causa. Al menos esa cosa te mataría rápido -.

- No me ayudas Azrael -.

- ¿Y qué puedo hacer entonces Leonardo? Intento ayudar pero sólo me ignoras -.

Aquel par de jóvenes se encontraban en el hueco de una pared de madera carcomida por las termitas. El interior era frío, húmedo, oscuro y pequeño, los muchachos apenas cabían y tenían que estar parados, ya que de otra manera apenas se podían acomodar.

Fuera de aquel podrido muro, se encontraba una habitación grande con una gran cama con dosel y varios muebles finos que llenaban la habitación. Había también cuadros y candelabros exquisitos y unas lámparas de aceite de un estilo único. Todo el cuarto, al igual que la casa, tenía un estilo diferente, especial, único, sobrecogedor. Las telas de la cama y el dosel eran negras como la noche, los pilares de madera donde se sostenía el dosel terminaban en garras que no parecían de ningún animal conocido por el hombre. Los cuadros mostraban lugares sombríos y tétricos donde el horror parecía cobrar vida. Varias pinturas mostraban personas en momentos terribles de sufrimiento, inferencia que cualquiera sacaría tras ver sus caras de inmenso dolor. Así mismo, había cuadros con seres tan extraños, espeluznantes y grotescos que la mente humana no alcanza a comprender y describir.

Los candelabros tenían formas siniestras y los cristales eran negros, pero cuando la luz pasaba por ellos emitían destellos rojos como la sangre que se esparcían por todo el lugar. Las lámparas de aceite se encontraban en bases de garras como las del dosel, pero con apariencia más real y sobrecogedora. Todos los muebles ser del siglo XVII o XVIII, pero también mostraban figuras de seres grotescos grabados en la madera, que era negra igual que la cama y los cristales del candelabro.

Si uno se callaba y escuchaba por encima del ruido atronador que venía de fuera, escucharía sonidos extraños que ponen la piel de gallina. Sonidos de gruñidos, lamentos, quejidos, gritos desgarradores que surgían de la nada, respiraciones pesadas que parecen estar al lado de uno, y otra multitud de sonidos inexplicables para el oído y la mente humanos. El ambiente era, en pocas palabras, suficiente para trastornar la mente de una persona.

- Oye, ¿qué es eso que huele tan mal? –preguntó Azrael de repente tras haber guardado silencio mucho tiempo.

- No lo sé… -dijo Leonardo dudando y mirando con aprensión a su alrededor, tratando de no imaginar de donde provenía ese hedor.

- Huele como si algo estuviera… muerto -.

- ¿Muerto? –preguntó Leo temiendo a la respuesta y mirando hacia arriba. En ese momento, un cadáver putrefacto cayó en medio de los muchachos e hizo un sonido sordo al chocar contra el suelo. Ambos muchachos dieron un grito y se hicieron hacia los lados.

- ¿De dónde demonios salió esa cosa? –dijo Azrael mirando con asco el cadáver. El cuerpo estaba en tal punto de descomposición que varios órganos internos que se asomaban tenían tonos verduzcos o negros, su cara tenía un tono grisáceo que contrastaba con el rojo de sus ojos inyectados de sangre coagulada. En el suelo se había formado un charco con fluidos que emanaban del cuerpo podrido.- ¡Qué asco! –dijo Azrael tapándose la nariz con la manga.

- Creo que será mejor que salgamos de este lugar antes de que pase alguna otra cosa -.

- Es lo que he tratado de decirte, pero por lo visto prefieres hacerle más caso al cadáver de un desconocido que a tu amigo que por fortuna sigue vivo -.

- Ya olvida eso, además, es por tu culpa que estamos aquí en primer lugar -.

- Deja de culparme, la culpa no tiene que ser sólo mía. No soy tu chivo expiatorio -.

- Bueno, ya, olvidemos eso. Mejor salgamos y busquemos un mejor lugar para escondernos. Un lugar donde no nos lluevan cadáveres -.

Los muchachos salieron entonces a la habitación por un hueco de la pared, pasando por encima del cadáver y su nauseabundo charco de fluidos. Una vez fuera, pudieron respirar mejor, pero el horror que inundaba la casa no tardó en entrar a sus cuerpos. La sensación de que había algún ser demoníaco observándolos se apoderó de ellos al instante y el temor de ser atrapados por esa criatura los enloqueció. Al igual que si fueran pequeños animales huyendo del animal que les sigue en la cadena alimenticia, los muchachos comenzaron a husmear cada rincón del cuarto con desesperación tratando de encontrar un lugar adecuado para esconderse del horror que habitaba aquella casa. Fue entonces cuando lo oyeron, un gruñido que emitía unas palabras desconocidas que llenaban la mente de horribles fantasías, un gruñido que parecía surgir de las profundidades del tiempo y el espacio, un gruñido que se acercaba.

Desesperados como estaban, ambos muchachos corrieron a esconderse inmediatamente bajo la cama, el primer escondite que pasó por su mente en ese instante, aunque quizás no el mejor. Casi en el momento en que acababan de esconderse, la puerta de la habitación se abrió y un hedor indescriptible, como la mezcla de cuerpos putrefactos con el olor de la carne quemada, inundó el ambiente. El gruñido seguía emitiendo palabras ininteligibles que creaban en la mente de los muchachos imágenes aterradoras que llevan al borde de la locura. De repente, el gruñido cesó de decir aquellas palabras extrañas y la mente de los muchachos se relajó; en su lugar comenzó a hablar la lengua de los muchachos con un acento burdo y grotesco, pero con una fluidez y exactitud gramatical de cualquier nativo.

- ¡Llama de Kutulu! ¡Oh, poderoso Dios Pazuzu! ¡Servidores de nuestra reina Tiamat! ¡Dadme la fuerza y el poder necesarios para encontrar y acabar con aquellos seres mortales que han osado invadir los territorios de Cutha, la Tierra sin Retorno, la Tierra de la Muerte Negra! -. Cuando el ser terminó de pronunciar aquellas palabras la tierra se estremeció y el cielo rugió con la furia de un titán. El viento y la lluvia arreciaron, golpeando con fuerza la pared de la casa y aumentando el temor de los muchachos. Envuelto en un aire de muerte y un gruñido infernal, aquel ser desapareció de la habitación dejando a los muchachos paralizados de terror.

- ¡Sabía que esto no podía ser bueno! ¡Lo sabía! –dijo Leonardo asomándose ligeramente de debajo de la cama y mirando la habitación ahora vacía, excepto por ellos dos. – Si me hubieras escuchado cuando te dije que no intentaras ese conjuro no tendríamos que lidiar con esa cosa. ¿Oíste a quiénes nombró en su conjuro? ¡Kutulu y Pazuzu! ¡Nombró incluso a Tiamat! Nos hemos metido en un agujero tan profundo que ni siquiera podemos ver la salida -.

- Nunca creí que el Necronomicón fuera cierto. Pensé que todo era mentira, incluso Pazuzu, Kutulu y Tiamat. Pensé que todo era mitología perdida hace mucho tiempo. Pensé que todo era un juego -.

- Hay juegos peligrosos, no lo olvides, y éste fue uno de ellos. ¿Ahora cómo haremos para salir? Ni siquiera hemos tratado de pasar el primer portal de los Dioses Mayores pero ya llegamos a la tierra de los Dioses Antiguos, a la tierra del Mal Encarnado. Recuerda que ni siquiera la Diosa Inanna salió viva de este lugar -.

- Debe haber una oportunidad, alguna esperanza de lograr salir -.

- No la hay, no saldremos, ni vivos ni muertos. Nuestro fin será aquí en manos de ese demonio maligno servidor de Tiamat -.

- Intentémoslo, oremos por nuestras vidas y comencemos el viaje para salir de esta casa. Una vez afuera veremos que podemos hacer -.

- No mucho, observa por la ventana –dijo Leo saliendo de debajo de la cama. Azrael lo siguió y ambos miraron por la ventana del lado oeste del cuarto. Un inmenso mar negro y embravecido se extendía hasta donde la vista divisaba. Las olas golpeaban con furia el acantilado que parecía caerse en pedazos a cada instante que pasaba. El cielo, también negro como si su furia hubiera al fin estallado contra la tierra, emitía lanzas de fuego blanco que caían tanto en mar como en tierra, causando destrucción en cada punto que tocaban.

Aterrorizado, Azrael pasó a la ventana del lado este tratando de encontrar un paisaje más acogedor, pero su esperanza de despedazó como una roca de arena. Un extraño, espeso y oscuro bosque se extendía frente a sus ojos y más allá se encontraba el mar negro que arreciaba contra la costa con todas sus fuerzas. El bosque parecía tener vida propia, los árboles de un verde mohoso y oscuro parecían moverse lentamente como si conversaran entre ellos. Hacia el norte, se divisaba una alta montaña de picos tan agudos como los de una aguja, oscura e imponente. De sus cuevas salían extraños seres alados que la rondaban, sólo unos cuantos se aventuraban más allá de la montaña y se internaban en el bosque. El paisaje sobrecogedor hizo que Azrael se sentara en el piso, temblando de miedo.

- Es el fin, todo termina aquí –dijo con voz temblorosa y mirando al suelo.

- Que bueno que lo reconoces Azrael. Aunque lográramos escapar de esa bestia que nos persigue y saliéramos de la casa, no tenemos tampoco esperanzas allá afuera. No hay nada que nos lleve de regreso a nuestro hogar, nada -.

- No, no podemos pensar así –dijo Azrael levantándose y tomando nuevamente su actitud positiva.- Es mejor intentarlo y morir en el intento que aceptar la muerte y sentarse a esperarla. ¡Vamos Leo, sígueme! -.

- ¿A dónde piensas ir? –dijo Leo mirando con cierta aprensión la mano que Azrael le tendía.- Si salimos de esta habitación tendremos una muerte segura y horrible. No pienso salir de aquí -.

- Vamos Leo, confía en mí –dijo Azrael tomando su mano con fuerza.- No te voy a abandonar, te lo prometo –terminó mirándolo fijamente a los ojos. Leonardo sostuvo la mirada unos segundos y luego la bajó.

- De acuerdo, confiaré en ti –dijo Leo apretando también la mano de Azrael y regresando la mirada nuevamente.- ¡Vamos! -.

Y así, tomados de la mano para no separarse y perderse en aquella casa siniestra, ambos muchachos salieron de la habitación y comenzaron a recorrer los pasillos en busca de una salida. Los pasillos estaban llenos de candelabros, lámparas de aceite y cuadros tan o más espeluznantes que los de la habitación; había también gárgolas y otras estatuas de formas grotescas y horripilantes que parecían tener vida, los muchachos sintieron en más de una ocasión que las estatuas los volteaban a ver e incluso temieron que alguna se levantara y los persiguiera.

Mientras caminaban por un pasillo especialmente oscuro y con una sobrecarga de adornos, como si hubieran metido los adornos sobrantes en él, Leo sintió que su mano se cerraba en el aire. Cuando miró hacia su derecha se dio cuenta de que Azrael había desaparecido en la nada. Desesperado y lleno de temor, comenzó a regresar sobre sus pasos buscando por todos los rincones pistas del paradero de Azrael, pero infructuosamente. Olvidando su prudencia inicial por el temor de lo que le hubiera acontecido a su amigo, comenzó a correr por los pasillos buscando el más mínimo rastro que le indicara el paradero de su amigo.

Azrael sintió que el mundo comenzaba a dar vueltas vertiginosamente y cuando menos lo esperó el corredor desapareció y fue sustituido por un cuarto oscuro donde apenas lograba distinguir sus propias manos. Un gruñido gutural lo recibió, con un tono de gusto demoníaco.

- Al fin te veo, joven mortal. Tardé mucho buscándote en los anchos territorios de Cutha –dijo una voz que parecía venir desde las profundidades, con un acento un poco burdo.

- ¿Quién eres? –preguntó Azrael asustado mirando a su alrededor, pero sin poder distinguir nada más que una impenetrable oscuridad.- ¿Por qué razón me has traído hasta aquí? ¿Y cómo me has traído? –dijo al recordar que había desaparecido de repente del lado de Leonardo.

- ¡Ah, mortal! Mi identidad no te puede ser revelada aún, sino hasta que pertenezcas por siempre a este mundo. Mi nombre, al igual que mi figura, no podría ser entendido por tu pobre mente mortal. Estoy más allá de tu entendimiento humano -.

- Si es así, si no te soy útil de ninguna manera, ¿por qué me has traído hasta aquí en vez de dejarme regresar a dónde pertenezco? –dijo Azrael con un ligero tono de esperanza-

- ¡Ja, ja, ja! –rió aquel ser con maldad y satisfacción.- ¿En serio crees que puedes regresar a la Tierra Mortal una vez que has estado en la Tierra de la Muerte Negra? Ningún mortal que haya pisado estas tierras puede regresar con vida a su mundo. Son las reglas de nuestra reina Ereshkigal y nuestra Diosa Tiamat-.

- Pues si así debe ser, entonces adelante. No opondré resistencia al castigo que merezco por haber entrado aquí –dijo Azrael resignándose a su destino inevitable.

- Me asombras muchacho –dijo el ser con cierta extrañeza,- pero debes saber que la muerte aquí no es inmediata. Siempre hay un castigo peor antes que ella, un castigo que la hará ver como el mayor premio que puedas recibir. Serás mi víctima joven mortal, te haré sufrir hasta que pidas a gritos la muerte -.

- ¡No lo harás Karghûn! –dijo una voz diferente, más humana que la de Karghûn pero aún con un cierto tono demoníaco-. Tengo planes diferentes para él -.

- Pero maestro, ha osado internarse en la Tierra de Cutha y me ha sido delegada la responsabilidad de buscarlo y hacer que pague el precio –dijo Karghûn, mostrando sus ansias de matar al joven.

- Pues lamento decirte que no será así por esta vez. Yo me encargaré de él –la voz se acercó a Azrael y de repente el cuarto se iluminó. Era en realidad una caverna donde había varios cuerpos colgados de la pared que estaba manchada con su sangre. Varios huesos roídos se encontraban regados por el piso que también estaba lleno de inmundicias varias. En frente, a unos cinco metros de distancia de Azrael, se encontraba un anciano de larga cabellera y barba. Vestía ropas negras y una estola roja con grabados de calaveras y signos extraños. Su piel era pálida como la cera y sus ojos abiertos eran blancos como la nieve, estaba ciego.

- Maestro, ¿nuestra reina estará de acuerdo con lo que hace? –dijo Karghûn desde algún lugar lejano, huyendo de la luz de la caverna.

- Estará más que de acuerdo, así que ahora ve y encárgate del otro mortal. ¡Ahora! –terminó con una voz tan potente como las olas del mar. Se oyó una ráfaga de viento y la caverna quedó en silencio mortal.- Ahora sí, Azrael, seré yo quien te castigue por tu imprudencia. Puedes estar seguro que la tortura que recibirás te hará suplicar la muerte, pero ésta nunca llegará para ti, ni en Cutha ni en la Tierra Mortal -.

- ¿Dónde estará? ¿Qué le estarán haciendo? ¿Cómo pudo haber desaparecido así tan de repente? -. Leonardo se encontraba todavía dando vueltas por los pasillos de la casa sin encontrar el más mínimo rastro de su amigo. Era como si se hubiera convertido en aire y se hubiera dispersado por aquella tierra infesta.

Leonardo recorrió la casa por donde pudo, entrando a varias habitaciones, salas, bibliotecas y otros lugares, todos llenos de objetos que turbaban la mente. La casa oscura parecía absorber cada porción de energía de Leonardo, quien poco a poco se iba debilitando y buscaba con menos entusiasmo que antes aunque por dentro deseara con toda su alma encontrar a su amigo.

Cuando se acercaba hacia el sótano, hubo algo que lo detuvo en seco mientras su corazón palpitaba tan aceleradamente que parecía que en cualquier momento iba a salir de su pecho y estrellarse contra las paredes. Había un cuadro de marco dorado con su nombre en la parte inferior. El lienzo sólo mostraba una sombra sobre un charco de sangre. ¿Qué significaría eso? ¿Sería un presagio o una mera coincidencia? Sin querer saber nada más acerca de ese cuadro, Leo reanudó su marcha, pero a los tres pasos volvió a detenerse, alguien había dicho su nombre.

- ¿A dónde vas Leonardo? ¿Acaso buscas la salida? ¿O buscas a tu amigo perdido? -. La voz que había hablado era una voz gutural, profunda y aterradora. Hablaba con una cierta malicia en su voz que había hecho a Leo imaginarse lo peor.

- ¿Qué sabes de Azrael? –preguntó Leo con temor en su voz, pero esperando obtener información útil sobre el paradero de su amigo.

- Nada, sólo que será castigado horriblemente por su osadía de entrar aquí. Igual que tú serás castigado –dijo con un tono que heló a Leo. Cuando éste volteó para buscar la voz, sintió que algo le caía encima y lo tiraba. Algo muy pesado que no podía ver estaba apoyado sobre su pecho y apenas lo dejaba respirar.- ¿Te preguntabas acerca del cuadro? ¿Qué hacía aquí un cuadro con tu nombre? Pues déjame contarte un pequeño secreto -.

- ¿De qué secreto se trata? –preguntó Leo temiendo la respuesta.

- ¿Sabes quién pintó esos cuadros? ¿Cuál fue su inspiración para plasmar tal dolor en ellos? ¿Sabes que tipo de lienzo usó para pintar? -.

- No, no lo sé –contestó Leo sin querer oír la respuesta.

- Los hemos pintado nosotros, todos los que vivimos en Cutha, resguardándola de mortales como ustedes. Todos esos cuadros son los momentos finales de cada uno de los mortales que han entrado y muerto a manos de los guardianes. Sus caras de dolor que ves son las caras que tenían en el momento de morir. ¿Y sabes cómo hicimos los cuadros? ¿Qué clase de lienzo y pintura usamos para hacerlos ver tan reales? -.

- No, no sé –respondió Leo nuevamente, atormentado por la respuesta recibida y por la que podría recibir a continuación, deseando vehementemente no oírla.

- Los hicimos con ellos –respondió la voz regocijándose al ver la expresión de terror de Leo.- Nuestros lienzos son sus pieles y nuestra pintura es su sangre, es así como logramos crear ese efecto tan real. ¿No te asombra nuestra habilidad? -. Lleno de malignidad, la voz rió helando la sangre de Leo, a la vez que clavaba garras invisibles en su pecho. Leo, lleno de terror y completamente inmóvil, apenas pudo emitir un leve quejido mientras las garras se clavaban en su pecho.- Lamento que no puedas despedirte de tu pequeño amigo Azrael, pero así es la vida. Ojalá hayas disfrutado tu estancia en la Tierra de la Muerte Negra, porque es aquí donde el paseo termina. Por cierto, si quieres saber el nombre de tu verdugo, sólo diré que sería incomprensible para tu mente, pero puedes llamarme Karghûn -.

Sin esperar un sólo segundo, Karghûn comenzó su ejecución. Con sus garras y colmillos tan filosos como navajas comenzó a desgarrar el cuerpo de Leonardo mientras éste gritaba de dolor, pero nadie acudiría en su ayuda. Devorando su carne y bebiendo su sangre, Karghûn acabó con Leo dejando únicamente su piel manchada de sangre en la alfombra negra del pasillo. Luego, tomando la piel y colocándola en el marco, pintó con su dedo y la sangre de Leo el momento final del mismo, justo cuando era devorado por él. Cuando hubo terminado, el lienzo lanzó un grito espeluznante que hubiera helado la sangre de cualquiera que lo hubiera oído. Tras el grito, el lienzo quedó acomodado perfectamente en el cuadro, con esa sensación de tener vida propia. Feliz por haber cumplido su trabajo, Karghûn desapareció del lugar y se internó en la Tierra de Cutha, regresando a donde todos los demonios guardianes esperan a su próxima víctima.

El dolor atormentaba a Azrael y bloqueaba tanto su mente como su cuerpo. No podía pensar, no podía gritar, no podía moverse, era sólo un muñeco inservible bajo el control de aquel viejo ciego, un Nigromante y Demonólogo sin corazón. La tortura física y mental a la que había sido sometido estaba trastornando su mente y sus sentidos como no lo habían hecho ni los cuadros, ni las palabras de Karghûn ni el paisaje terrorífico que rodeaba aquella casa infernal.

- ¿Creíste que eras lo bastante fuerte como para abrir el portal a Cutha y enfrentarte a lo que habría aquí? ¿Creíste que serías capaz de luchar contra los demonios y los Antiguos que viven aquí? ¿Creíste que serías más poderoso que nuestra reina Ereshkigal y nuestra Diosa Tiamat? -. El Nigromante hablaba con satisfacción maligna mientras veía como Azrael sufría sin poder defenderse de ninguna manera. Su dolor le daba energía, una energía que no sentía desde que había vivido en la Tierra Mortal sirviendo como sacerdote de los Antiguos, aquellos dioses malignos que desean controlar el mundo.

- Sé que no puedo luchar contra ninguno de ustedes –dijo Azrael lentamente cuando el Nigromante dejó de torturarlo por un momento.- Nunca fue mi intención retarlos ni nada parecido. Sólo soy un viajante de portales perdido por casualidad -.

- No mientas joven mortal, sabes perfectamente que no eres un viajante de portales. Abriste este portal esperando encontrar poder en él, esperando convertirte en alguien tan poderoso que podrías controlar tu mundo -.

- ¿De qué hablas? –dijo Azrael mirando con asombro al viejo. No podía creer lo que le estaba diciendo.

- Sabes de qué hablo, no intentes engañarme ni engañarte, no podrás. Siempre has tenido un corazón negro, lleno de odio y maldad. Usaste el libro para abrir el portal y llegar aquí para obtener poderes que te permitieran convertirte en el ser más poderoso de la Tierra Mortal. Tu ambición llegó a tal punto que pensaste en dominar incluso a los Dioses Antiguos y a la misma Tiamat, convirtiéndote en el ser más poderoso de los universos y el amo indiscutible de todo. No me puedes engañar tan fácil como piensas, puedo ver más allá de tus pensamientos y sentimientos, puedo ver tu verdadero yo -.

- ¿Cómo es posible que sepas todo eso? –dijo Azrael levantándose lentamente y mirando al Nigromante con aprensión.- Nadie en todo el mundo lo había sabido, nadie se había enterado del más pequeño de mis planes -.

- No puedes ocultarme nada, lo sé todo. Eres un libro abierto para mí, un libro que puedo hojear a mi antojo –y antes de que Azrael volviera a dar otro paso lo torturó nuevamente, haciéndolo caer una vez más al suelo llenos de huesos. Tras un largo momento de tortura, lo dejó de nuevo, pero Azrael ya no se movió.- Eso ha sido todo para ti Azrael, ahora es hora de que recibas el final de tu castigo. Lamentarás para siempre el haber entrado a Cutha tratando de derrocar a nuestra reina y a nuestra Diosa para suplantarlas. ¡Hasta nunca Azrael! -.

- ¿Cómo se encuentra doctor? -.

- No noto ninguna mejoría. Es como si hubiera sufrido algún trauma cerebral severo. Es el peor caso de locura que he visto -.

- ¿Han logrado descifrar lo que dice? -.

- No, aún sigue hablando en esa lengua extraña o lo que sea. Pero al menos hemos descubierto algo que puede ser de utilidad -.

- ¿Qué es? -.

- Hay una frase que comenzó a repetir con regularidad hace tan sólo unas horas. Lo único que dice es "Leo… Karghûn… muerto… viejo… Cutha… Tiamat"-.

- ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué significa doctor? -.

- La verdad lo ignoro, pero si logramos que hable más podremos saber que le pasó a su amigo. ¡Qué lástima que se encuentre en tal estado! Los padres del pobre de Leonardo no estarían sufriendo tanto -.

- Bueno doctor, gracias por lo que hace. Ojalá Azrael mejore pronto o nos diga algo más acerca de Leo. Estoy seguro que sus padres querrán oírlo -.

- De eso no tengo ninguna duda. Yo también espero que el muchacho mejore, pero en realidad no veo demasiadas esperanzas. Ojalá pudiera hacer más de lo que hago, pero sólo soy un simple humano -.

Con una simple despedida, los padres de Azrael salieron del manicomio y se dirigieron a casa de los padres de Leo para darles la noticia de lo que su hijo había dicho. Aún los atormentaba la escena de cuando habían descubierto a su hijo. Estaba tirado en el suelo, diciendo palabras extrañas y emitiendo sonidos aterradores. Se encontraba llenos de marcas de golpes y arañazos, e incluso un poco de sangre manchaba su cara. A su lado se encontraban las ropas de Leo, desgarradas y manchadas de sangre, pero no había ni un solo rastro del cuerpo. Nunca pudieron explicarse lo que había ocurrido, sólo supieron que algo malo había pasado, algo que había enloquecido a su hijo y asesinado a su amigo.

Mientras tanto, Azrael estaba en una celda del manicomio resguardada día y noche por guardias ya que era considerado un loco de alta peligrosidad. En el momento de su llegada había intentado atacar a varios residentes, médicos y guardias. Tuvieron que controlarlo entre cinco de los guardias para poder administrarle un sedante que lo calmara. Pero cuando despertó en su celda, comenzó a golpear las paredes enfurecido, hasta que cayó rendido de cansancio. Además, nunca cesaba de decir palabras extrañas que nadie conocía, pero las recitaba como si fueran alguna oración o conjuro que lo resguardaran de algún destino desconocido o lo llevaran a la muerte. Pero entre ellas siempre había una frase que repetía constantemente, pero nadie más que su médico lo supo ya que decidió no hacérselo saber a los padres pensando en el impacto que podría tener en ellos, dado que movido por la curiosidad acerca de lo que decía el muchacho inició una exhaustiva investigación y se enteró del terror que esta frase encerraba. Y Azrael la siguió repitiendo por la eternidad, ya que nunca murió. Conforme el tiempo pasaba, iba tomando el aspecto de un viejo decrépito, casi un cadáver, pero siempre con vida y siempre repitiendo: "Tiamat…despierta… demonios… Cutha… muerte… Tierra… Antiguos… caos… el fin".

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