AKIRA SENDOH

roses grogues: "ADÉU"

Viernes 24 de Diciembre

El estadio de baloncesto de los Miami Heat estaba hasta los topes. Ese año ese estadio era el escenario elegido para el espectáculo del All Stars que ofrecían los mejores jugadores de todos los equipos de la liga americana. Conferencia Este contra Conferencia Oeste.

Kaede Rukawa, el rookie del año, jugador revelación de Los Angeles Lakers, estaba junto otros doce jugadores de la Conferencia Oeste en el banco de los vestuarios escuchando, o haciendo como que escuchaba al entrenador. Las últimas indicaciones se estaban dando. Tras un grito de ánimos, todos los jugadores salían a la pista con ánimos de ganar, pero sobre todo de pasarlo bien, y de hacerlo pasar bien al público. Todos menos uno, que no podía dejar de pensar en su pareja. En el extraño comportamiento que esta había tenido las últimas semanas, y sobretodo los últimos días. En cualquier otra ocasión estar en medio de los mejores jugadores del planeta hubiera sido el mejor regalo que podrían haberle hecho a ese japonés callado y de mirada fría y penetrante. Pero en esos momentos su estado de ánimo era pésimo. "Si tan solo pudiera verle pronto, saber que le ocurre, que le preocupa, y porque no quiere contármelo", pensaba mientras al salir bajo los focos de la pista, el estadio estallaba en vítores. De todos cuantos formaban su equipo, solo conocía un poco a William, ese americano de su mismo equipo con quien le obligaban a compartir habitación cuando jugaban fuera. Por suerte era casi el único jugador del equipo que le agradaba un poco.

El entrenador del Oeste, no le había visto muy concentrado, y por eso la primera parte del partido se la pasó sentado en el banquillo. Los del Este ganaban. La diferencia no era muy amplia, pero si suficientemente cómoda. Además habían estado dominando el partido des del principio. Al llegar la segunda parte el entrenador decidió darle una oportunidad, al fin y al cabo él era el rookie del año ¿no?

Cuando salió al campo, no sabía ni cuanto iban. El tiempo pasado en el banquillo, estuvo absorto en sus pensamientos, y sin mostrar ningún interés por el partido que tenía en frente. Ahora dentro de la pista, miró al marcador, y saber que iba perdiendo, le encendió la sangre. No le gustaba perder. Como podían haberse dejado tomar tanta ventaja? Los de la Conferencia Este tenían equipos muy, fuertes, y por lo tanto también jugadores fuertes que venían de los Nicks de New York, de los Chicago Bulls, de los Celtics de Boston, de los Pistons de Detroit... y a demás contaban con la mayoría del público, de Miami, de su parte. Pero todo eso no avasalló al joven nipón, al contrario, le dieron ganas de ir a por todas, como hacía tiempo que no lo hacía. Empezó a jugar como nunca, usando toda la frustración, la rabia y la impotencia, todas sus dudas e inseguridades, todo su mal humor. Todo eso le dio una fuerza impresionante. Participaba en todas las jugada. Empezó a anotar, y en un cuarto de hora la ventaja ya era de su equipo. Y no solo en ataque, ya que en defensa hizo tapones a sus rivales, robó balones, paró ataques directos, y ayudó mucho mas de lo que esperaban de él. Fue esa tarde cuando todo el país estuvo de acuerdo en que merecía el título de rookie del año. Él ganó ese partido, y así mismo se lo dijeron al entregarle, al termino de éste con victoria de la Confederación Oeste, el premio al jugador más valioso del partido.

En las graderías cientos de espectadores vitoreaban su nombre, agradeciéndole así el magnifico espectáculo que acababa de ofrecerles. Todo el público en pié gritaba su nombre, todos menos uno. Un chico, de la misma edad que el jugador estrella de la noche, de su misma nacionalidad, aunque no lo pareciera por el exótico color rojo de su pelo. Un chico que lo amaba con su alma, y que ante tal espectáculo se había quedado mudo. Hacía mucho que no veía jugar a si a su querido zorro con esa pasión, esa furia, esa concentración. Por primera vez en mucho tiempo se observaba en sus ojos ese brillo de satisfacción, de saberse bueno, muy bueno, el mejor. Volvía a ser el Kaede Rukawa de los años de instituto. Ante él en todo su resplandor, y además el color rojo y negro del equipo que llevaba le sentaba de fábula. Se quedó absorto mirándolo en medio de una multitud enloquecida él estaba sentado, observándolo, hecho que atrajo la atención de alguien de realización de la cadena nacional, "¿porque ese extraño muchacho no vitoreaba al rokkie del año como los demás?" Se preguntó el realizador.

Solo cuando notó un foco encima suyo Hanamichi despertó de su ensoñación. Tras el partido se permitiría a alguien del público salir a la cancha a hacer un uno a uno con el mejor jugador. Y por lo visto los realizadores le habían elegido a él. El comentarista estaba pidiéndole que por favor se dirigiese a las escaleras, dónde una chica le llevaría a los vestuarios para que se pusiera un equipo adecuado, mientras se realizaban pequeñas competiciones de triples y mates.

Un poco aturdido por los chillidos del público, Hanamichi Sakuragi se levantó y se dirigió a la muchacha que le esperaba al lado de las escaleras. Las cámaras le enfocaban, y su imagen apareció en les pantallas gigantes del estadio. Pero el mejor jugador del partido no necesitaba de esas imágenes gigantes a todo color para reconocer a su media naranja. En el preciso instante en que el foco se paró en él, y su pelo quedó iluminado, se dio cuenta que era él. Quería salir corriendo hacia los vestuarios para lanzársele encima, para reñirle por no haberle dicho que venía, para verle, para abrazarlo, para olerle, para besarlo. Pero no podía. Debía quedarse en la pista participando del concurso de triples, y del de mates. Para mitigar la angustiosa espera de volverle a ver frente a frente, se aplicó al máximo en los tiros, de los que no falló ninguno, y en los mates, que resultaron de los más espectaculares de la noche. Dejó por segunda vez aquella noche a todo el estadio sin respiración al ganar ambos concursos. Y no solo los espectadores le aplaudían, también todos los demás jugadores, que ante tal demostración de habilidad no podían hacer más que felicitarle.

Se sentía muy bien, endemoniadamente bien. Volvía a creer en ese deporte mágico, volvía a creer que todo tenía sentido. Y todos los que estaban viéndolo notaron el cambio. Sobretodo sus amigos que le miraban a través del televisor des del loft de NY, Kogure, Mitsui, Haruko y Yohei sonreían al ver de nuevo a Kaede en acción. Hasta Ayako, Ryouta, Akagi, y todos cuantos le conocían en Japón estaban sonriendo ante el televisor al verle tan concentrado, tan bien.

Cuando esto acabó, el comentarista pidió silencio para presentar al afortunado de la noche.

-Señoras y señores, den un aplauso al valiente que esta noche se enfrentará al que entre todos hemos decidido mejor jugador de la noche. Puesto que se ha ganado con creces este espectacular jugador nipón. Kaede Rukawa por favor colóquese en medio de la cancha.

Y un foco le iluminó, solo, allí en medio.

-Para empezar hablaremos primero con el misterioso pelirrojo que tendrá el honor de enfrentarse a Rukawa. A ver¿podría decirnos como se llama joven?

-Hanamichi Sakuragi señor.

-Vaya, la casualidad ha querido que el que se enfrente a Rukawa sea un compatriota suyo.

Kaede se estaba empezando a poner nervioso. Quería ver de una vez a su Do'aho, y el comentarista solo hacía que entretenerle. Que les importaba a la gente del público como se llamara el pelirrojo? Lo importante era que ahora estaba allí y que pronto se verían cara a cara. Aunque algo en esas respuestas demasiado cortas, demasiado simples, no le gustaba. Algo le pasaba a su Do'aho. Nada de alardes, ni insultos para él? Que le ocurría al pelirrojo? Todas la cámaras le enfocaban y no decía ni una sola tontería?

-¿Dinos, Hanamichi estas nervioso? Es decir te vas a enfrentar a el mejor jugador de esta noche.

-Mentiría si dijera que mi estomago está tranquilo. Pero Rukawa no es el mejor y él lo sabe¿verdad Kaede?- Bueno parecía que todavía le quedaban fuerzas para un rato.

-Me gusta tu valentía. ¿Que tal si dejamos la platica para luego, y empezamos?

-Por mi adelante.

-Señoras y señores ahora sí, entrando a la pista el peculiar nipón pelirrojo Hanamichi Sakuragi. Y esperándole en medio de la cancha Kaede Rukawa...

Llegados a este punto, el presentador se dedicó a explicar la bibliografía de dicho jugador.

Mientras, en el centro de la pista, los dos muchachos no se quitaban el ojo de encima. Hanamichi con un intenso rubor en las mejillas, y un extraño brillo en sus ojos ando a trompicones hasta pararse en frente de Kaede, cuya cara, para muchos era la inexpresiva de siempre, sin embargo para aquellos suficientemente observadores, se podía detectar el intenso brillo en sus ojos, y un pequeña mueca de sonrisa.

-¿Cuando llegaste?

-Hace poco- Intentó mentir el pelirrojo, pero el otro no le creyó.

-¿Desde cuando estás aquí?- La pequeña sonrisa se borró de sus labios.

-Kae, no creo que sea el momento. Luego te cuento todo, te lo prometo.

-Solo dime una cosa. ¿Si el foco no te hubiera enfocado, nos habríamos visto hoy?

-¡Claro que si, Kitsune¿Que crees que hago aquí si no es venir a por ti?

-¿Y porque no me dijiste que venias?

-Oye el público se está esperando. Luego te cuento todo, de verdad.

-Ok – Dijo no muy convencido Rukawa. En ese instante no quería jugar, pero con todo el público esperando pera ellos, no podían ponerse a discutir, ni hablar, y mucho menos abrazarlo como había deseado hacer desde el mismo instante en el que lo vio en las graderías.

Así que Kaede le lanzó el balón a Hanamichi, y empezaron un uno a uno. Hanamichi hacía días que no tocaba un balón, aunque eso es como ir en bicicleta, no se olvida fácilmente. Pero su cuerpo y su alma estaban cansados, realmente agotados. Intentó un primer ataque, pero lógicamente Kaede pudo pararlo sin mucha dificultad, y mucho griterío por parte del público. Era el turno del moreno. Empezó a atacar, y ya todos creían que los dos puntos eran para él, cundo el pelirrojo le hizo un tapón impresionante. Por muy cansado que estuviera, su orgullo seguía bastante fuerte como para sacar fuerzas de donde fuera para no dejarse vencer. Ahora sí el público en pié gritaba a todo pulmón el nombre del pelirrojo que salía sobre impresionado en las pantallas gigantes.

-No está mal, Do'aho. Nada mal.- Volver a enfrentarse a su amigo, su amante, su compañero, y rival era muy estimulante para él. Ya volvía a tener el básquet en las venas, y casi ni recordaba a los cientos de aficionados que los observaban des de las graderías, y mucho menos las cámaras, ni aquellos detrás de los televisores en sus casas.

-Espera a que empiece a calentarme y verás lo que es bueno, kitsune engreído- Intentó alardear Hanamichi.

El comentarista y todos para quienes el pelirrojo no era más que un desconocido no daban crédito a lo que sus ojos veían. Un cualquiera del público estaba siendo capaz de parar los ataques de Kaede Rukawa. No habían anotado ninguno de los dos todavía, cuando, tras un amago inesperado, el pelirrojo dejó clavado al moreno dio un paso, saltó y quedó colgado del aro. Un mate increíble les dejó a todos sin respiración. El estadio quedó en silencio. Todos se preguntaban de donde había salido tan gran jugador. Luego todo fueron gritos y aplausos para ambos jugadores.

-Te dije que aún había alguien mejor que tu, kitsune engreído.

-Quizás lo haya

-¡No lo puedo creer, por fin lo reconoces, yo el gran Tensai Hanamichi Sakuragi soy mejor que tu!

-Yo dije que quizá sí había alguien mejor que yo. Nunca dije que fueras tu.

Y Hanamichi iba a replicar cuando un par de jugadores americanos se acercaron a ellos, y les interrumpieron.

-Disculpen muchachos, pero que les parecería un dos a dos.

Kaede y Hanamichi se miraron de reojo.

-¿Americanos contra japoneses?- Preguntó Kaede.

-Como ustedes quieran.- Respondió uno de ellos.

-Ok- respondió Hanamichi- pero ya les digo que les ganaremos.- Aunque interiormente no estaba tan seguro de si mismo. Kaede llevaba mucho rato corriendo, y él se encontraba cada vez más y más cansado. Le quedaban pocas fuerzas y era consciente de ello.

-Eso está por ver.

Así sin previo aviso empezó un autentico duelo dos a dos. Kaede y Hanamichi sorprendieron a todo el mundo con su coordinación, su talento, su originalidad. Pero claro que los americanos no se quedaron atrás. No por nada era la NBA la mejor liga del mundo. Así que todos obtuvieron diez minutos más de autentico espectáculo improvisado. Al finalizar los diez minutos, estaban empatados, y por mutuo acuerdo decidieron dejarlo así. Para finalizar la noche, todos los jugadores salieron a la cancha a saludar, incluido Hanamichi, y se dio por terminado el All Stars de ese año.

Todo el mundo empezó a abandonar el estadio, y los jugadores se retiraron. Todos se fueron a los vestuarios excepto dos chicos.

Kaede y Hanamichi estaban en pie, en la entrada hacia los camerinos, alejados de la vista de las cámaras, observándose el uno al otro como si acabaran de verse tras mucho tiempo separados. Entonces fue cuando Hanamichi izo lo que había querido hacer desde que entró al pabellón y vio al moreno sentado en la banca de espaldas a él. Se le lanzó enzima en un abrazo posesivo, y a la vez en busca de protección. Buscando en su pareja la calidez de su cuerpo, la sensación de compañía y protección, y tras robarle un breve beso a su compañero, escondió la cabeza en el pecho del moreno, y dejó salir la tensión y los nervios acumulados en tantos días, junto con el cansancio y el agotamiento provocado por las últimas noticias, y el esfuerzo físico hecho minutos antes en la pista estallando en llanto. Un llanto desgarrador para Rukawa, que en ese instante vio que su amado se derrumbaba entre sus brazos. ¿Que cosa tan terrible había ocurrido para dejar al hombre mas vital, enérgico, fuerte, y luchador que conocía en tal estado? Que había hecho que abandonara a Haruko en Japón a tan pocos días del parto, volando a Estados Unidos. ¿Y todo sin contarle nada¿Que le estaba ocultando¿Que le había roto el corazón de ese modo?

El llanto desconsolado y triste del pelirrojo, rompía en mil pedazos el corazón de Rukawa, que no entendía nada, y no sabía que hacer para calmar el dolor de su pareja. Solo podía abrazarle con mucha suavidad, susurrándole al oído que todo iría bien, que se calmara, que ya todo había pasado, que seguro tenía solución, que por favor dejara de llorar

-Hanamichi, tranquilo, ya pasó...ya está...ahora estás a salvo...tranquilo...ya nada te ocurrirá...estoy aquí...no me he ido...ya esta...no llores...Hana...mi vida...por favor...ya está...te amo- Cuanto tiempo hacía que el moreno no le susurraba eso al oído? Cuanto hacía de la última vez que se sintió tan bien, y protegido como en ese instante? Poco a poco Hanamichi se fue calmando. Pero hasta adquirir una respiración calmada y sosegada, no levantó la cabeza del pecho de su chico.

-Kae- pero su vista se nublaba.

-¿Si?

-Prometeme que nunca me apartarás de ti, aunque creas que sea por mi bien.

-¿Para que querría yo separarme de ti Hana?- No le gustaba un pelo el aire que estaba cogiendo la conversación.

-No lo se, solo prométemelo.-Estaba mareado.

-¡Pero si no he hecho otra cosa que intentar estar contigo desde que me fui de Japón¿A que viene todo esto?

-Kae, por favor, solo prométemelo. ¿Me amas verdad?-Todo a su alrededor empezó a moverse.

-Con todo mi ser

-Pues promete que por nada del mundo me alejarás de ti.- La cara de Kaede se difuminaba ante su mirada borrosa.

-Te lo prometo. Pero no entiendo tu miedo Hana.

-Yo- Pero al pelirrojo ya no le quedaban fuerzas. Intentó alzar la cabeza para besar esos labios que tanto amaba, pero a medio camino todo a su alrededor se volvió oscuridad.

Kaede, vio como en instantes su amado pelirrojo se desvanecía en sus brazos, mientras esperaba un beso que no llegó.

A partir de ése instante todo pasó muy deprisa para el chico moreno. El pánico le entró al cuerpo cuando al zarandear a Hanamichi para despertarlo, se dio cuenta que su frente estaba más caliente de lo que debería, mucho más. Chilló, pidiendo ayuda, y por suerte en esos instantes los jugadores empezaban a salir de los vestuarios para irse a casa. William reconoció la voz de Kaede, y salió enseguida en su ayuda. Gracias a eso, en pocos minutos una ambulancia se llevaba el cuerpo desvanecido del jugador, mientras a toda velocidad le seguían Kaede y William en el deportivo de este último.

Al llegar al hospital, William ayudó a Kaede con todo el papeleo.

-Gracias por todo lo que estás haciendo William.

-No se merecen, somos compañeros, tu necesitas apoyo, y yo puedo dátelo¿porque no tendría que hacerlo?

-Bueno, yo no suelo ser muy agradable contigo. Gomen.

-Lo eres más que con los demás.

Volvieron a quedar en silencio. Las paredes de la sala de espera se les caían encima. Los doctores se habían llevado a Hanamichi para hacerle unas pruebas para detectar que le ocurría.

-Oye, y si llamas a tus amigos de New York, y así les avisas que no irás como ellos esperaban.

-¡Kogure!

-¿Que?

-Kogure es médico, como no lo recordé antes. Tengo que llamarles ahora mismo.

Dicho eso se levantó y corriendo se dirigió a las cabinas.

Kogure llegó en un helicóptero del hospital de New York que debía hacer un traslado. Tras calmar a Kaede, y visitar a Hanamichi, quien seguía inconsciente, decidieron que lo más cómodo era trasladarle a NY. Allí Kaede podría ir a casa de Kiminobu, y Mitchy, y además los demás podrían visitar a Hana en cuanto este despertara. Su estado no era grave, y estaba estable, así que no había motivo alguno para impedir el traslado. En el mismo helicóptero en el que había llegado, Kogure se fue llevando consigo a Hanamichi.

William, decidió acompañar a Kaede a New York. No veía bien dejarle solo en su estado de nerviosismo. Además el pelirrojo siempre le simpatizó y estaba preocupado por su repentina enfermedad. ¿Que le había ocurrido, si durante la tarde estuvo dando un grandioso espectáculo en el estadio de los Miami Heats¿Como alguien con la vitalidad que él había demostrado podía caer redondo de un momento a otro de ese modo, y sin explicación aparente?

Cuando Kaede y William llegaron al hospital, Kogure ya tenia lista una habitación para el pelirrojo que seguía inconsciente. Y no hacía mucho que lo había instalado en ella. Con las pruebas realizadas en ambos hospitales, y tras revisar los resultados de todas ellas minuciosamente, Kogure se aseguró que a Hanamichi no le ocurría nada malo. Solo había pasado una época de mucho estrés, mucha presión, y mucho nerviosismo. Con demasiadas incertidumbres, malas noticias, y sin poder contar con el apoyo de nadie. Todo se lo había pasado solo, sin preocupar a nadie, y toda esa congoja le había abatido. Solo necesitaba reposo, no estar solo, y el apoyo y amor que todos sus amigos pudieran darle.

Esa noche Kaede la pasó en el hospital. Kogure buscó una habitación para dos, así Rukawa tendría donde dormir. Kogure, tras el largo viaje estaba agotado, y se fue a casa. Se llevó a William consigo, pues este no conocía a nadie en la gran ciudad, y en casa del estimado doctor ya no vendría de uno más. Hissashi les esperaba despierto. Yohei, y Haruko dormitaban en un sueño ligero debido a la preocupación, por eso se despertaron tan solo oyeron la puerta cerrarse. Hasta el pequeño Akira, se despertó llorando, reclamando la atención de su querida mamá. Hechas las presentaciones, William fue instalado en la misma habitación de Yohei dejando a Haruko con el bebé, y manteniendo una habitación libre para que los dos chicos del hospital pudieran instalarse en ella tan pronto como les fuera posible. En poco rato la casa quedó en silencio, y poco a poco todos sus ocupantes fueron cayendo en un sueño incomodo y perturbador del que no despertaron hasta la mañana siguiente cuando el timbre del teléfono les despertó. Era Rukawa. Hanamichi había despertado hacía un par de horas. Le habían dado de desayunar, y ahora volvía a dormir. No era necesario que fueran corriendo, pero el pelirrojo había preguntado por ellos, al saberse en el hospital de New York.

Así esa mañana, todos ellos se encontraron en la habitación del hospital para visitar al indispuesto gran tensai.

-Que ricura Haruko- Decía Hana con el pequeño Aki en brazos.- Lo único que lamento- dijo mirando a Kaede- Es que nosotros no podremos tener a uno de estos así de pequeñito-

Nadie sabía que decir. Todos estaban preocupados por él, y él en cambio parecía estar débil, pero sereno. Y la curiosidad sobre toda la historia de Sendoh les intrigaba mucho. ¿Pero como preguntarle sobre todo lo que había descubierto las últimas semanas sabiendo que era precisamente eso lo que le había puesto enfermo? Sin haberlo hablado, pareció que se habían puesto de acuerdo para no sacar el tema.

Hanamichi pasó el día jugando con el bebé. Como si no recordara para nada lo que le había traído a ese país, y al fin a ese hospital. Sin prestar mucha atención a los otros ocupantes de esa blanca habitación. Quienes sintiéndose incómodos se fueron temprano a casa.

Otra vez solos. Hanamichi ya no tenía con que distraer sus pensamientos. Kaede, se sentó en la cama a su lado.

-Hana.

-¿Si?- Hanamichi apartó la vista del paisaje de la ventana para posarla en su compañero.

-¿Que ha ocurrido?

-No lo se. Pero me alegro de volver a estar contigo. He decidido que no me iré.

-¿Porque, es decir¿porque ahora, y porque no antes?

-Porque ahora se que necesito saber que tu no estas lejos, porque antes no sabía lo que la distancia puede hacer.

-¿Cuando salgamos de aquí me lo contarás verdad?

-No. Debo hacerlo ahora. Lo que me está matando no es saber lo que se, es saber que eso puede dañarte a ti, a Haruko, a mi, a Koshino, hasta al pequeño Aki.

-Nada puede dañarme más que verte en este estado, y saber que tengo parte de culpa.

-Tu no tienes la culpa, no la tiene nadie. Ni siquiera Sendoh.

-A él ni lo nombres, ya has hecho bastante.

-No lo suficiente Kae, ése es el problema.

-No quiero discutir. ¿Porque no intentas dormir¿Llevas el portátil?

-Si pero...

-¿Que ocurre?

-Tengo que contarte algo. No quiero que lo sepas por alguien más.

-¿Lo has encontrado, verdad?

-Si, pero...

-¿Hana, que ocurrió con él que te haya llevado a este estado?- Preguntó el moreno, al ver que los ojos de Hana se empañaban de nuevo.

-Él, .. él se fue...- Pero la voz de Hana se entrecortaba.-... y no volverá... porque...-

-Hana, por favor. Kogure me contó que le habías dado unos papeles. ¿Quieres que los lea?

-Quizá sí. Pero preferiría decírtelo yo. Luego, después de cenar.

-Está bien, voy a pedir que nos traigan dos menús¿de acuerdo?

-Si, pero tráeme el postre de chocolate.

-Obviamente.

-Gracias.

-Ahora vuelvo.

Kaede salió, pero cuando volvió se encontró a Hana profundamente dormido, y con los ojos hinchados. Decidió guardar la cena para mas tarde, por si despertaba. No quería despertarlo.

Así que decidió ponerse al portátil de Hana, para arreglar unos asuntos que tenía pendientes. Abrió el aparato, y encontró en el escritorio una carpeta que ponía Akira Sendoh. Aquello le picó la curiosidad. ¿Que era lo que tanto le costaba a Hana de decirle¿Que cosa tan terrible había hecho Aki para que le fuera tan difícil contárselo? Quizá allí encontraría las respuestas y le evitaría a Hana tener que hablar mal del que tiempo atrás se había convertido en su mejor amigo.

El nombre escrito en esa carpeta le hizo volver a la memoria muchísimos recuerdos. Lo mas doloroso de eso era que hacía un año y medio su vida era perfecta. Tenía a Hana, tenia a Aki como mejor amigo, éste estaba con Haruko, cosa que tranquilizó al moreno, (que siempre había temido que Hana recuperase el loco amor de adolescencia que había tenido por la chica). Al poco tiempo de ingresar los tres en la mejor universidad de Japón, a Aki y a él les habían fichado en la NBA. Su sueño por fin se realizaba. Los dos dejaron juntos Japón, dejaban atrás a sus parejas, pero todos ellos sabían que no podían rechazar esa oferta. Al poco tiempo Haruko se mudó a Estados unidos para casarse, y vivir con Aki. Kede se lo pidió a Hana, pero este le había dicho que no podía dejar el país. El profesor Ansai y su mujer dependían de él casi por completo, y además él estaba muy bien en la universidad, con el equipo. Si todo iba bien, le había dicho, en un par de años habría finalizado sus estudios, y podría mudarse a estados unidos con él, donde estaba seguro por esas fechas ya habría demostrado de sobras que era el mejor en la cancha. El pelirrojo tenía razón, no podía pedirle que abandonara sus sueños por él, ya que Hana no se lo había pedido a él. Pero el profesor Ansai murió en unos meses. Del corazón. Kaede volvió a Japón para el entierro. Volvieron a unirse todos los del antiguo equipo. Hasta Kogure y Mitsui vinieron de Nueva York, dónde el segundo tenía su empresa, y el primero estaba acabando la carrera de medicina. No se lo volvió a preguntar, pero tampoco hizo falta porqué pronto le quedó claro que Hana no iba a seguirle por el momento. Volver a Estados Unidos se le hizo muy difícil esa vez. Pero allí tenía siempre la amistad del puercoespín, como lo llamaba Hana.Y eso le ayudó mucho. Nunca pasó más de una semana sin que se vieran para jugar juntos. Eso le hacía sentirse más cerca de dónde estaba su amor, no tan lejos de casa. Pero un día, él y Akira discutieron. No recordaba el motivo. Una tontería estaba seguro. Akira se había ido de la cancha enfadado, dejándolo solo. Él pensó que podrían hacer las paces la semana siguiente, pero Akira no apareció. Ni esa ni la siguiente, ni la otra. Intentó llamar-le, pero siempre saltaba el contestador. O bien Haruko le decía que últimamente no estaba demasiado en casa, y que en cuanto le viera le daría el recado, pero Aki nunca llamó, desapareció. Kaede aún estaba enfadado por eso. Pero peor fue encontrar una noche, a Haruko sola, en la calle, con síntomas de hipotermia, en estado de shock. La llevó a su casa, y con una taza de té delante le sonsacó lo que había ocurrido. Akira llevaba una semana desaparecido. Eso él lo sabía, pues a la primera persona a quien la chica llamó fue a él, para saber si Akira estaba en su casa. Lo habían buscado, pero no aparecía. No había dicho nada a nadie, ninguna nota, ninguna explicación. Pero ese día Haruko se había encontrado con todas sus cuentas bancarias reducidas a la mitad, al volver del trabajo, mucha ropa de Aki no estaba, y encima de la cama había un ramo de rosas amarillas, con una foto de ambos y una nota. Aki, se había ido, por su propia voluntad, sin despedirse de nadie, ni dar explicaciones. Además, esa tarde la chica había sabido que estaba embarazada. Una nueva vida crecía dentro de ella, y vendría al mundo sin un padre, y nadie sabía el porque.

Al poco tiempo, Kaede, acompañó a Haruko de vuelta a Japón. Si Akira no estaba, nada la unía a ese país, así que la chica decidió volver a casa. Pero el hecho de haber sido abandonada por su marido, un marido que no gustó demasiado a su familia, que la había dejado embarazada, y sin la mitad de su dinero, le daba mucha vergüenza. Por ello no quiso decirles nada. Se instaló en casa de Hanamichi, por petición de él mismo, y con el consentimiento de Kaede. Desde ese mismo instante, él y Hanamichi no habían parado de buscar al marido fugado. Tenían la esperanza que quizás el saber que tenía un hijo en camino le haría entrar en razón y volver. Hanamichi había estado convencido que el chico tenía una amante, y por eso su fuga. Pero Kaede, aunque al principio esa idea se le pasó por la mente, se le hacía muy extraño que no le hubiera dicho nada a él; Su mejor amigo. Haruko tampoco creía en esa teoría, estaba segura que el amor que ella le tenia era correspondido de verdad, y que si se había ido sería por algo grave. Eso la preocupaba mucho, y no tardó mucho en perder la esperanza en encontrarlo.

Todo ese dolor, esa incertidumbre que se albergaba en sus corazones, quizá podría quitárselo de encima leyendo lo que fuera que Hanamichi tenía en esa carpeta:

Akira Sendoh.

Hanamichi seguía durmiendo, así que decidió abrirla.

Encontró archivos diversos. Todos llevaban por nombre un numero de seis dígitos:

Fechas

Empezó por la más antigua.

Con fecha del ocho de Diciembre. Su última conversación con el pelirrojo por el chat. La releyó por encima, pero no encontró nada de especial con referente a Akira. Así que siguió.

Con fecha del nueve de Diciembre había dos.

Una conversación cortita con Kogure. Nada importante, solo le avisaba que le había convencido para pasar las Navidades con ellos en NY.

La otra una conversación, igualmente corta, pero sumamente intrigante. ¿Desde cuando Hana había contratado a un detective¿Porque no le había dicho nada¿Y cual era ese segundo nombre que le había pedido investigar¿Era por todo eso que había viajado a Estados Unidos finalmente?

Decidió seguir. Los siguientes documentos, le fueron dejando cada vez mas sorprendido, y atónito...