—¿Recuerdas aquella película que me hiciste ver la otra noche? —Preguntó Cheery a Taser aquella noche. Ambos yacían el uno junto al otro, tomados de las manos mientras se miraban a los ojos en esa forma seria y extraña que ellos tienen de mirar.

—Lo dices como si hubiera sido que yo te amarré a una silla y te puse ganchos en los párpados.

—Sabes que no es eso. Es solo que yo no acostumbro a ver esas comiquitas japonesas que tanto te gustan. Si por mí hubiera sido habríamos visto otra cosa.

—¿Qué sucede, no te ha gustado? Sé que era romanticona y algo melosa, pero después de toda la violencia que hay en nuestras vidas pensé que te gustaría ver algo más ligero para variar.

—Yo sé por qué me hiciste verla, siempre haces esas cosas tratando de alegrarme —la ternura con la que pasaba sus dedos por sobre la mejilla de Taser contrastaba grandemente con la inexpresividad de su rostro— yo sé que esa es tu manera de hacerme sentir amada.

—¿Era eso lo que querías decirme sobre la película?

—Al principio, no, pero no estaba de más decirlo. Lo que quería comentarte era que he tenido un sueño respecto de esa película.

—¿Soñaste con "Oh! Megami-sama"? ¿Me contarías ese sueño, Cheery, por favor?

Motor.

La competencia había estado muy reñida aquel día en la pista de carreras, incluso al gran campeón Keiishi las cosas se le habían puesto bastante difíciles durante más de una de las largadas, pero como era de esperarse, gracias a su gran abilidad había logrado pasar a las rondas finales para alegría y orgullo de sus amigos y compañeros de equipo. Lo que sí era una sorpresa era la maravillosa participación del misterioso corredor gaiyin que había logrado pasar a las finales junto con Keiishi. No se sabía mucho respecto de aquella persona, tal vez era norteamericano, aunque su extraño apellido sonaba más como noruego. Hammerarm, C., solo ese nombre aparecía en la pizarra junto con sus estadísticas y el logo del equipo que le había contratado. No se había quitado el casco en publico ni una sola vez, oculto tras su visor oscuro lo único que se podía saber de aquella persona aparte de su nombre era su prominente estatura.

—¡Huy, es un gigante! —Vestida en su overall de mecánico, Skuld informaba a su hermana mayor el resultado de su misión de espionaje.

—¿Te parece, Skuld? —Como siempre que asistía a las carreras para animar a Keiishi, Urd estaba llamativamente poco vestida con un bikinito de tigre. Con todos esos adornos de plumas y pulseras doradas parecía una reina de la selva.

—¡Sí, Urd, es enorme! ¡Es incluso más alto que tú!

—¿Más alto que yo? ¿No averiguaste nada más?

—No, se fue a descansar en su trailer mientras los mecánicos afinan su motor para la próxima carrera. Parece que el calor del verano le ha afectado un poco.

—No has sido de mucha utilidad, hermanita —se tronó los dedos— parece que sí vamos a saber algo más sobre la competencia voy a tener que investigarlo yo misma.

—¡Espera! —Skuld trató de detenerla interponiéndose entre ella y la puerta del remolque de Keiishi— ¿No vas a meterte en problemas, verdad? ¿Qué es lo que vas a hacer?

Con su habitual picardía Urd sonrió y guiñó un ojo, levantando su dedo índice junto a su cara —Pues voy a infiltrarme tras las líneas enemigas ¿Qué más podría hacer?— Antes de que Skuld pudiera intentar cualquier cosa para disuadirla, Urd se desvaneció en un puff, dejando tras de sí algunas nubecitas blancas.

—¡Hermana! —Skuld sostenía sus puños cerrados cerca de su rostro en señal de su enojo y frustración— ¿Por qué siempre tienes que andar haciendo locuras?

Urd apareció en su versión miniatura dentro del trailer del corredor misterioso, al dar una rápida mirada alrededor pudo constatar que había logrado llegar antes que él pues no se le veía por ningún lado. Desde la parte más alta de aquel estante donde había aparecido tenía una muy buena vista de todo el lugar, así que a menos que él también pudiera hacerse diminuto, no había manera de que un sujeto tan grande como el que Skuld había visto pudiera esconderse en aquel lugar. Casi se cae del estante al tratar de correr a esconderse cuando escuchó abrirse la puerta de pronto. A pesar de su graciosa torpeza no fue descubierta, ya que mientras entraba a su trailer, Hammerarm venía quitándose su casco, así que no se dio cuenta de aquella cosilla que agitaba sus piernitas en el aire tratando de regresar encima del estante con cómica desesperación.

Por su parte, oculta tras uno de esos gatos de cerámica de la fortuna en el estante, Urd se asomó lo más disimuladamente que pudo por debajo de la pata izquierda del sonriente gato, logrando ver a Hammerarm solo del cuello para abajo. Al darse cuenta de que aquel sujeto parecía estar disponiéndose a quitarse aquel caluroso overall, abrió los ojos muy sorprendida y sonrojada volvió a ocultarse tras el animalillo de cerámica muy avergonzada.

—De verdad es muy alto como dijo Skuld —el sonido que hacía el cierre del traje mientras bajaba alteró mucho a Urd, era como la seductora voz de un demonio tentándola a mirar— ¡No, no, qué vergüenza! ¡Me da mucha pena mirar! ¡Una diosa como yo no debería...! Bueno, una miradita por el bien del equipo y ya.

De un salto, impulsándose con ambas manos sobre la cima de la cabeza del gato se asomó con la mitad de su cuerpo por encima del adorno con prontitud, sonriendo con malicia e inspeccionando el lugar con ansias. Lo primero que notó fue aquel overall tirado en el suelo junto a la botas que traía Hammerarm cuando llegó, pero no le descubrió a él enseguida. No fue hasta que notó que el aire acondicionado estaba haciendo más ruido que miró en dirección al catre que estaba al final de la habitación hacía su derecha.

—¡No puedo creerlo! —Atónita observaba aquella imagen frente a sus ojos de arriba abajo y de un lado para el otro una y otra vez. Allí estaba la persona conocida como Hammerarm recostada en la cama dándole la espalda a su furtiva espía, que la miraba incrédula desde los pies hacia la cabeza. Los pies eran finos, con dedos elegantes y talones redondos como perlas aunque algo rudos por el maltrato de las botas, sus tobillos se veían delicados, por encima de ellos se extendían un par de las más perfectamente redondeadas pantorrillas que Urd hubiera visto (después de las suyas, desde luego) como parte de unas largas y preciosamente torneadas piernas, que estaban a su vez unidas a aquellas anchas y tersas caderas y a aquel casi perfectamente esférico trasero, del cual se podía seguir subiendo a aquella grácil pero fuerte espalda que fácilmente dejaba adivinar lo maravilloso que todo aquel torso debía ser en su totalidad; además de aquellos suavemente musculosos brazos, uno que usaba para apoyarse en la cama y otro que se extendía en dirección al aparato para manipular sus controles con una de sus preciosas manos de largos dedos casi tan hermosos como los de la misma diosa. Al terminar de ajustar la temperatura al grado que consideró más agradable, que era bastante bajo en realidad, se retiró los múltiples ganchos con los que recogía su cabello, liberando así una larguísima y abundante melena dorada que sacudió con ambas manos y que cayó como una cascada de luz sobre su espalda y sus hombros— ¡Es una mujer! —Cada vez más asombrada y llena de curiosidad, Urd se sentó sobre la cabeza del gato, esperando ansiosamente poder ver el rostro de aquella persona. No esperó mucho más, al poco rato de sentir el aire helado de aquel aparato sobre su rostro, Hammerarm se acostó sobre el catre dándole la espalda al acondicionador de aire. La vista de aquel rostro embelesó a Urd mucho más allá del la gran sorpresa que le produjo verlo. Era hermosísimo, muy dulce de verdad y casi infantil, pero lo realmente sorprendente y que tomó a Urd desprevenida eran aquellas marcas rojizas que surcaban sus mejillas alguna vez suaves y tiernas, aún de lejos se notaban que eran cicatrices, tres hileras de cicatrices en forma de " " que lejos de resultar repulsivas le agregaban un extraño toque entre exótico y salvaje a su rostro, el cual a Urd le resultaba totalmente conmovedor y cautivador.

Extraviada en sus pensamientos y las excesivas emociones que el rostro de aquella chica le causaban, Urd perdió por un momento la conciencia de sí misma, por lo que no pudo hacer más que quedarse inmóvil al escuchar que alguien llamaba a la puerta luego de un largo rato.

—¿Hammerarm? —Debía ser alguno de los mecánicos— Ya pasaron los 20 minutos, dentro de 10 más comenzará tu próxima carrera ¿Ok?

"¡Ok!" fue la respuesta que dio con su sensual y profunda voz femenina, mientras que montada sobre la cabeza del gato Urd no dejaba de sudar y preguntarse "¿Me habrá visto? ¿No me habrá visto? ¿Qué hago, qué hago?". Indecisa y ligeramente atontada por la impresión que por algún motivo que no reconocía le había provocado la visión del rostro de Hammerarm, Urd no fue capaz de pensar en una manera de escapar a tiempo, así que para cuando recordó que podía simplemente desvanecerse haciendo puff, la chica ya la estaba observando de cerca con aquellos grandes ojos argentos, con una expresión de extrañeza en su cara.

—¿Y de dónde has salido tú? —Tomó a Urd por la cintura con delicadeza, no tenía motivo para pensar que no era una muñeca, cosa que hizo respirar con alivió a la diosa, quien pensó en aprovecharse de ese detalle fortuito— Deber ser otro de los amuletos de la suerte de Oda; o quizás te han puesto aquí para jugarme una broma. Sí es así —con cuidado sentó a Urd de nuevo junto al gato en el estante, luego se dispuso a volver a vestir el overall y sus botas— no me causa ninguna gracia. Ya les he dicho que me molesta mucho que me comparen con muñecas rubias como tú. —En menos de dos minutos ya estaba casi lista para salir de nuevo a la pista. Tampoco se tardó mucho en arreglarse el cabello, luego de lo cual volvió a dirigir plenamente su atención a la supuesta muñeca— Aunque debo confesarte que eres la más linda que he visto, la verdad es que no te pareces tanto a mí como para que la broma resulte. Hummm... Quizás eres un intento de muñeca voodoo... ¡Aarg! ¡Esta condenada camiseta sudada me molesta dentro del overall! Mejor me la quito.

De nuevo volvió a bajar con prontitud aquel largo cierre, descubriendo su torso ante la avergonzada Urd, quien no podía comprender por qué se sentía de aquella manera. "Solo es una mujer" se repetía "yo soy una mujer también, no hay nada de que avergonzarme, pero igual...".

—¡Listo! —Arrojó la húmeda camiseta sobre el catre, secándose luego un poco más el sudor con una toalla que estaba por allí cerca— De verdad no te pareces tanto a mí —otra vez levantó a Urd con delicadeza para inspeccionarla de cerca; extrañamente su mirada antes fría se tornó un poco triste— si me lo preguntaran a mí, yo diría que te pareces más a Bliss. A ella sí le gustaba ir a la playa, no como a mí que no soporto el calor del sol, por eso ella si hubiera podido tener un bonito color bronceado como el tuyo, muñequita; además de que ella si hubiera sido capaz de ponerse un vestido tan atrevido como este azul tan hermoso que traes —ahora sí que Urd estaba poniéndose bastante nerviosa con esos comentarios; mientras tanto, Hammerarm jugueteaba suavemente sus brazos y piernas— ¡Vaya que las hacen bastante reales aquí en Japón! Realmente eres un juguete de primera calidad ¿Eh? Quizás hasta y de verdad des suerte...

"¡Wooow! ¡Desde esta perspectiva de verdad que parecen grandes!" Eso fue lo que pensó Urd cuando la extraña chica la apretó con ambas manos lo más cerca que pudo de su corazón, justo entre sus prominentes senos desnudos. "Qué bueno que nadie sabrá nunca de esto, se burlarían de mí durante siglos".

—Bliss... —Los pensamientos de la incómoda Urd fueron cortados de pronto por lo que parecía ser una plegaría saliendo de los bellos labios de Hammerarm— Sé que me estás mirando desde donde quiera que estés. Por favor, acompáñame en esta carrera, por favor déjame sentirte a mi lado porque te extraño mucho...

—¡Hammerarm! —Le interrumpió la voz del mecánico desde afuera del trailer— ¿Estás lista? Ya es hora.

—¡En un momento!

El sonido de aquella voz profunda le puso los pelos de punta a Urd, y muy seguramente al mecánico también. Un profundo enojo, casi como la furia del gruñido de una leona, se dejaba entrever en aquella voz al mismo tiempo tenebrosa y aterciopelada. Muy asustada, Urd se quedó más inmóvil que nunca al escuchar aquella voz terrible aunque hermosa. Hammerarm la separó de su pecho, contemplándola ahora con mucha tristeza y sus ojos llenos de lagrimas.

—Quizas sí des suerte... Quizás deba besarte para la buena suerte...

El corazón de Urd se disparó enloquecido por los nervios mientras que veía acercarse aquellos gigantescos labios a su diminuto rostro. No podía evitar aquel beso, y en cierta forma comprendía que no había motivo para evitarlo. Con la delicada punta de uno de sus dedos, la chica ladeó el rostro de la que creía era una muñeca, posando tiernamente sus labios sobre su mejillita. Urd pudo fácilmente sentir la gran tristeza que embargaba el corazón de la muchacha; sin saber bien por qué lo hacía, al notar algunas lagrimas que caían pasando cerca de ella, levantó disimuladamente su mano para atrapar una que cayó y se quedo en ella como una perfecta perla cristalina.

—¿Eh... Hammerarm? Ya es hora... —El pobre mecánico estaba siendo demasiado amable.

—En un segundo.

En está ultima ocasión la voz de la muchacha sonó muchísimo más tranquila que la vez anterior. Luego de devolver a Urd con mucho cuidado al estante, volvió a cubrir su torso con su overall y su cabeza primero con su mascara y por ultimo con su casco. Antes de volver a bajar el visor, miró por ultima vez a la preciosa muñeca en el estante.

—Creo que voy a pedirle que te entregue a mí como regalo luego de ganar esta carrera. Por alguna razón siento muchas ganas de llevarte conmigo a casa.

Apresuradamente salió del trailer cerrando tras de sí la puerta. Justo al momento de escuchar el clic del pasador de la cerradura, Urd respiro profundamente aliviada. Aún para ella, aquel había sido el rato más extraño de su vida. Y enfatizo "aún para ella". Observó luego muy conmovida aquella lagrima en su mano, demasiadas preguntas daban vueltas en su cabeza respecto a aquella mujer extraña.

—¡Urd! —La diosa volteó alarmada, Skuld había aparecido de pronto tomándola por sorpresa— ¡Te has ausentado por mucho rato! ¿Qué es lo que ha pasado?

Recobrando en apariencia su alegría de siempre, Urd ocultó tras de sí aquella lagrima y se apresuró a responderle a su hermana.

—¡Nada, nada, no ha pasado nada!

—Estás muy extraña... ¿Qué es lo que averiguaste?

—Uuuu... Nada, solo que tenías razón al decir que era una persona muy grande (y vaya que era enorme...)

—¿Qué fue eso que susurraste?

—¡Nada! No he susurrado nada. Deben estarte fallando los oídos por golpearte a ti misma tantas veces con ese mazo.

—¿¡Qué dices!?

—¡Qué eres una torpe! Pero eso no importa ahora... Tranquila, tranquila, pelearemos luego. Ahora es momento de ir a animar a Keiishi. ¡Vamos, vamos!

—¡De acuerdo, pero luego me las pagarás!

Skuld se esfumó de vuelta al remolque de Keiishi y Urd se dispuso a seguirla, pero antes pasó su mano por sobre la lagrima, cristalizándola al instante. Suspiró al mirar el brillo de aquel cristal que había creado, lo guardó entre su busto y al igual que su hermanita se esfumó, dejando tras de sí una autentica muñeca Urd pícaramente sonriente. Un articulo de primerísima calidad, de calidad divina...