Aproximadamente en el año de 1979, se escribió la canción más pegajosa que mis oídos hayan tenido el gusto de escuchar. Estoy hablando del single de un exitoso y antiguo grupo conocido como Cheap Trick. 'I want you to want me', es el título de la canción a la que me refiero y también la que le da nombre a ésta nueva historia ;).
¡Sip, les traigo una nueva historia que es todavía más conflictiva que las otras que tengo publicadas XP. Ésta vez, la diferencia de edades entre los personajes principales es muy notoria y es precisamente eso; sobre lo que se basa éste fic.
Tal y como he ambientado mis otras historias, ésta es un UA en el que he cambiado muchas cosas; por lo tanto, no tiene relación con la serie.
Ojalá que les agrade ;).
Con cariño,
Cloe.
- I want You to want Me -
Por Cloe
Edición HayLey
1
― Fascinante ―. Eso fue lo que ella dijo, en el momento en el que descendió de su platinado BMW Z4.
El hombre que estaba a su lado, sonrió mientras bajaba del asiento de copiloto. ― Te lo dije ―. Le recordó, mirando a la jovencita que deslizaba sobre su nariz; los lentes solares para contemplar mejor la gigantesca y bien mantenida explanada. ― Te prometí que la cuidaría, y tal y como te lo he dicho; la antigua finca está en su esplendor.
Una hoja seca de un color marrón; cayó lentamente desde el gran árbol que vestía tonalidades cafés, marrones y ambarinas. El aire estaba frío y sus fuertes oleadas eran repetidas sucesivamente. La carretera que dentro del fastuoso automóvil habían atravesado para llegar a la finca; estaba húmeda a consecuencia de la recia lluvia de anoche. El grisáceo cielo; apenas y permitía al rezagado sol de ésta mañana, compartir sus primeros destellos de luz cuando el plomizo cielo, ofrecía una mañana nublada y fría. La brisa del otoño acababa de estacionarse en la atmósfera y ya había vencido al caluroso verano que en su anuncio de partida; había presentado intensas lluvias.
Quizá era la intervención de la tercera estación del año; lo que hacía que el territorio poblado de pastizales y de altos árboles; vistiera el color ámbar que brillaba sobre las hojuelas del trigo y sobre las ya casi escasas hojas que vestían los árboles. El lugar vestía casi por completo del mismo color del heno, que en varias partes del terreno se encontraba acomodado.
Después de atravesar unos metros; el hombre se detuvo junto al enorme cortijo, seguido por la joven que estaba a su lado.
Cuando ella finalmente logró mirarlo a lo lejos, hizo un leve silbido mientras se quitaba los lentes de sol. Aquel ruido que había salido de sus labios, únicamente pudo ser escuchado por ella misma. Se colocó los lentes solares sobre el cabello para contemplar mejor la exquisita vista que tenía frente a sus ojos.
Ella no podía apartar su mirada del rostro y cuerpo de aquel jinete; quien estaba a lo lejos, montado en un excelso potro de brillante y negro pelaje.
― Touya ―, Dijo ella, sin mirar al hombre con el que hablaba y quien estaba a unos tres pasos de distancia. ― No me dijiste que habías contratado nuevo personal ―.
El aludido rompió a reír tan estruendosamente, que el hombre que estaba a lo lejos, montado sobre el inmenso animal; sonrió escuchando la carcajada del sujeto que estaba junto a la entrada del cortijo en compañía de una jovencita. ― ¡Eh, vaquero!― Gritó Touya, espantando a la joven. ― Acércate, Sakura quiere conocer a nuestro nuevo empleado ―.
― ¡Touya¡¿Qué haces! ―. Se quejó Sakura.
Y el jinete sonrió asintiendo, mientras jalaba con violencia las riendas del caballo que comenzó a correr cuando él le dio la orden. El hombre sonreía por dos razones, la carcajada de Touya y el hecho de contemplar a la chiquilla asustada que estaba parada junto al cortijo. Le daba tanto gusto mirarla; no hacía falta que pensara en que definitivamente los años no pasan en vano, ella había crecido tanto que le era casi imposible reconocerla. El jinete pensaba en eso, cuando obligaba al caballo a detenerse.
― Así que el terrible dúo Van Der Pol, está junto nuevamente ―. Dijo el hombre mientras descendía de su caballo con una facilidad tremenda, que hizo que Sakura se impresionara un poco.
Touya se rió, escuchando al hombre. ― Sakura, te presento a nuestro nuevo empleado ―. Dijo él, bromeando.
― Si ésta preciosa señorita va a ser mi jefa; no podría negarme a trabajar aquí ―. Aseguró el hombre que antes cabalgaba; continuando con la broma de Touya.
Y Sakura sonrió mientras lo miraba acercarse. Ella contuvo una expresión de asombro al admirar a aquel hombre frente a sus ojos. Él, ingenuo a la mirada de ella; metió una mano dentro de uno de los bolsillos de sus pantalones vaqueros. La camiseta ajustada de color negro, ésa que él vestía y que tenía las mangas cortas; le estaba acentuando la visible musculatura de su fuerte cuerpo. Él se quitó el sombrero vaquero de la cabeza, descubriendo su cabello castaño y desgreñado. Cuando los ojos también castaños de él, la observaron de pies a cabeza; ella admiró el rostro perfecto del atractivo hombre que tenía un delicioso aroma y que irradiaba masculinidad; en cada centímetro de su cuerpo. «Encantador» Pensó ella, todavía mirándolo.
― Cómo has crecido, Sakura ―. Dijo él, revolviendo el cabello de la joven y maravillado al verla.
Sakura sonrió mientras maldecía internamente. Se sintió tonta porque al parecer aquel hombre, su hermano y ella misma se conocían desde hace un tiempo atrás y no obstante, a ella le era imposible reconocerlo. Sakura se preguntaba si realmente lo conocía, jamás olvidaría a un hombre así.
― ¿Será posible que no lo reconozcas, te has vuelto olvidadiza; Sakura. Después de tanto tiempo dentro de ese costosísimo internado, finalmente veo los resultados. Y son desastrosos ―. Aseguró Touya, burlándose de la joven.
Sakura puso una cara fea que provocó la risa del hombre castaño que acaparaba su atención. Y luego él terminó sonriéndole a ella, pensando que dentro de todos los defectos; de fea, aquella joven no tenía nada.
― Déjala, Touya. Han pasado años ―, Interrumpió el castaño, acariciando la brillante crin del hermosísimo caballo negro. ― Yo mismo casi no puedo reconocerla.
― De verdad lo siento ―, Aclaró Sakura, sintiéndose apenada mientras tenía una sonrisa entre los labios. ― Quizá si me facilita su nombre.
― Sakura, éste hombre está lejos de ser un trabajador ―. Intervino Touya. ― No termino de creerme que no recuerdes a Syaoran Spencer. Y yo que precisamente en la mañana; le aseguraba acerca del gusto que te daría verlo.
Y la sonrisa preciosa de Syaoran, aumentó su tamaño.
― ¡Oh, Syaoran! ―. Exclamo ella, una vez que reconoció al hombre. Pero ella no sabía si aquel grito suyo había sido de alegría, o por lo contrario; era de vergüenza.
Ese suculento hombre tenía toda su niñez grabada en la memoria. Ella había pasado alegrías con él, le había hablado de su primer amor infantil y de la desilusión de éste. Frente a él, ella había hecho el ridículo millones de veces. Por supuesto, que como en ese entonces era una cría, ridiculizarse frente a él; le era indiferente. Pero ahora que ella era ya una adolescente; los recuerdos del pasado le estaban haciendo pasar una enorme vergüenza. «Oh, Syaoran» Pensó ella, ésta vez con pesadumbre.
Sakura se estaba sintiendo incómoda, percatándose de que no podía quitarle los ojos de encima a aquel hombre que era un antiguo conocido.
― No podía esperar a que regresaras, Sakura ―. Le dijo él, con una sonrisa entre los labios. ― Me moría de ganas por ver a la pequeña de ojos verdes que corría por toda la finca, escapando de su hermano; porque la reprendería por haber pintado las paredes ―. Continuó, remembrando el pasado y demostrándole un cariño fraternal con su mirada y sus palabras. ― Curiosamente, ahora me encuentro con una preciosa jovencita; ocupando el lugar de la niña de mis recuerdos. Conociendo a tu hermano, Touya ya debe haber echado a varios muchachos.
Touya suspiró, notando que Syaoran lo veía como preguntándole si acaso estaba equivocado. ― Uno que otro ―, Confesó. ― La temporada alta es durante las vacaciones de invierno.
Syaoran rompió a reír a consecuencia de lo que Touya había dicho. E interrumpiendo la entretenida plática; un hombre se acercó hacia donde los dueños de la finca y su invitado se encontraban.
― Señor Van Der Pol ―, Dijo el hombre, interrumpiendo la conversación; lo que provocó que Sakura suspirara aliviada. Syaoran notó eso. ― Hay un hombre en la entrada, buscándolo. Dice estar interesado en la compra de los costales de heno que tiene a la entrada de la finca.
Touya asintió, dando un manotazo sobre el hombro de Syaoran y sonriéndole a su hermana. Y Sakura le dio una mirada dubitativa a su hermano, cuando éste se alejaba del cortijo.
― Así que ―, Él comenzó una nueva plática mientras le entregaba el arnés del caballo al trabajador que había ido por Touya, con el fin de que lo regresara al establo. ― Este verano te lo pasarás en casa.
Sakura asintió. ― Mei Ling y yo habíamos pensado en ir a Florencia para estas vacaciones, pero...
― ¿Mei Ling? ―. Interrumpió el hombre, como incitándola a que le dijera de quién hablaba.
― Mi mejor amiga. Ella es de Hong Kong, como tú ―. Le explicó. ― Aunque tú eres mitad chino y mitad inglés ―. Recordó Sakura, caminando nuevamente hacia su automóvil, a unos pasos del cortijo. Y con un movimiento de la cabeza; le indicó al hombre que la siguiera.
― No fueron a Florencia porque ―… Dijo él, esperando a que la joven continuara con su explicación.
― Porque este fue un semestre tan cansado que al final, lo único que ambas deseábamos era regresar a casa ―. Reveló. ― ¿Qué te ha traído de nuevo por aquí, Syaoran? ―.
― La casualidad ―. Aseguró él, sin notar que a Sakura no le agradaba mucho su respuesta. ― Vine a Preston por negocios y uno de esos días, mientras tú todavía estabas en el internado de Alemania, Touya y yo nos encontramos.
― Pues, sí que ha sido casualidad ―. Comentó Sakura, sacando su equipaje del BMW descapotable.
― Déjame ayudarte con eso ―. Pidió el hombre, cogiendo la maleta de ella.
― ¿Dónde estuviste todo este tiempo?.
El hombre suspiró profundamente después de escuchar la pregunta de esa joven. ― New York, Londres; estuve en China una temporada y también en Paris ―. Sakura notó que él se refirió de ese último lugar con un tono diferente.
Y ella abría la puerta del vistoso palacete, con una sonrisa. ― Por la forma en la que te expresas al mencionar tu última estancia; ésta no pareció del todo agradable.
Syaoran la miró, sonriendo levemente ante la notoria perspicacia de ella. ― No lo fue.
― ¿Porqué no? ―. Inquirió Sakura, curiosa.
Entonces el hombre se inclino ligeramente para estar a su altura. Eso permitió que ella mirara más de cerca lo terriblemente apuesto y varonil que él era. Syaoran jaló uno de los rizos de la cabellera de la joven, mientras una sonrisa traviesa se pintaba en sus labios. ― Todavía eres muy joven para saber eso.
A Sakura no le pareció en absoluto la manera en que Syaoran se había dirigido hacia ella, como dándole a entender; que él pensaba que aún era demasiado inocente y pequeña. ― No soy tan pequeña, Syaoran. Ya tengo dieciséis.
El hombre se rió un poco al escuchar la defensa de la joven; porque ella parecía creerse más grande de lo que era. ― Precisamente porque tienes dieciséis años, es porque no puedo decirte algunas cosas ―. Ella se sintió un tanto ofendida, por eso suspiró; conteniendo las ganas de discutir con él. ― Si me dices cuál es, puedo llevar tus cosas hasta tu cuarto.
― Segunda planta, frente al cuarto de huéspedes.
Syaoran alzó las cejas, pensando que la habitación de ella estaba frente a la suya. ― Vamos a estar cerca.
― Cuidado al entrar, puedes caerte con mis juguetes. La última vez que estuve aquí; dejé mis muñecas regadas sobre el piso y una que otra tasita de té ―. Advirtió Sakura, todavía ofendida por casi haberla llamado una cría y mirando que él estaba ya subiendo el segundo escalón con las dos maletas de ella entre sus manos.
― Nunca jugaste con muñecas, Sakura. Jamás te gustaron. Eras de esas niñas que preferían jugar con pistolas y soldaditos ―. Le recordó Syaoran, provocando que ella le mostrara la lengua y que saliera de la vista del hombre, cuando comenzó a caminar para alejarse de él.
Sakura empujó la puerta de cristal y madera fina para entrar a la cocina. Y suspiró, pensando en la incomodidad que le provocaba que un hombre tan apuesto como Syaoran lo era; la subestimara de la forma en que lo había hecho. El semblante ligeramente enojado de su bonito rostro, cambió en el momento en el que sus ojos contemplaron la figura pequeña de un niño que le jalaba el pantalón.
Y Sakura se inclinó para estar a la altura del niño de ojos azules y oscuros cabellos cafés. ― ¡Oh, Robbie! ―. Exclamó, mirando la cara y la ropa sucia del niño pequeño; mientras estiraba el brazo sobre la mesa y cogía una servilleta de tela. ― ¿Dónde te has metido para haberte ensuciado tanto? ―. Le preguntó, observando que él cerraba los ojos cuando le limpiaba la cara.
― Kero no quiere entrar hoy a la casa ―. Se quejó, abrazando a Sakura y ella hizo una cara. Porque él estaba tan sucio que seguramente ese abrazo le arruinaría la ropa.
La joven alzó una ceja, sin entender lo que él le decía. ― ¿Quién es Kero?.
― Un horrible gato al que se le ha pegado la gana de visitarnos cada mañana, cuando el lechero viene ―. Interrumpió una mujer, que entraba a la cocina cargando varias bolsas con compras en una de sus manos y a sosteniendo a una niña adormilada; en su otro brazo.
Sakura corrió enseguida para ayudar a la mujer y cogió a la adormecida niña entre sus brazos, mientras ésta se restregaba uno de sus ojos con la palma de su mano.
― A mamá no le gusta porque se ha comido el pastel que hizo el otro día ―. Dijo el niño, poniéndose de puntas para jalarle el cabello a la pequeña que cargaba Sakura. Y la niña gritó, con el propósito de que su madre regañara a su hermano.
La mujer recién ingresada asintió mientras suspiraba y colocaba las bolsas de compras sobre la mesa de la cocina. ― ¿Puedes creerlo, Sakura?; un gato al que le gustan las cosas dulces.
La joven se encogió de hombros. ― Y bien, Emily; ¿A ti te agrada o desagrada ese gato? ―. Le preguntó a la cría que cargaba, mirando fascinada su lindo rostro infantil.
― ¡Si es ella quien le ha puesto el nombre! ―. Dijo la mujer, respondiendo en lugar de su pequeña hija y poniendo en su lugar los víveres que había comprado.
― ¡Emily floja! ―. Gritó el niño, jalando con más fuerza el cabello de su hermana; con tal de que se despertara. Pero la aludida se dio vuelta entre los brazos de Sakura, sin hacerle caso al niño de ojos azules.
― Hay un visitante lleno de pelos frente a la puerta de entrada ―. Murmuró Syaoran, ingresando a la cocina y señalando a la entrada de la casa; que se veía desde la puerta de cristal de la cocina.
Al escuchar la voz de Syaoran, el niño perdió el interés por su hermana de manera inmediata y salió corriendo; tras el visitante felino del que el hombre hablaba. Por supuesto que al escuchar que su hermano salía tras el gato; Emily despertó de su sueño y obligó a que Sakura la soltara, para salir tras el animal y detrás de su hermano.
― ¡Robbie Alexander y Emily Gabrielle, ni se les ocurra tocar a ese animal; quién sabe dónde ha estado ―. Gritó la madre, al ver que sus dos pequeños hijos salían de la cocina, disparados tras el gato.
Y Syaoran comenzó a reír, al escuchar el grito desesperado de la mujer, al mismo tiempo que Sakura sonreía; viendo a la madre suspirar.
― No sabes el gusto que me da que hayas crecido tanto, Sakura ―; Dijo la mujer. ― Sería terrible tener que aguantar las travesuras de tres niños.
― No te preocupes, Tomoyo. Como tú dices; ya he crecido bastante ―. Aseguró Sakura, mirando de reojo a Syaoran; como haciéndole entender que ese comentario suyo también iba para él.
Así que el hombre asintió, preparándose para el contraataque. ― Cierto. Ya has aprendido a atarte las agujetas ―. Le dijo a Sakura, haciendo que ella lo mirara ofendida.
Fingiendo que no notaba la mirada furiosa de la adolescente; Syaoran le guiñó un ojo y luego le revolvió el cabello. ― Ten, 'niña' ―; Murmuró él, entregándole una caja pequeña de regalo, la cual tenía un brilloso moño rosado y sorprendiendo con eso a Sakura. ― Es un nuevo juguete para que te entretengas un rato ―. Bromeó, alejándose de la joven que lo estaba viendo todavía enojada. ― Tomoyo¿Qué quieres que haga con los niños?.
La mujer sonrió, agradeciéndole a Dios por haberle prestado a uno de sus ángeles y mirando al hombre que ya estaba junto a la puerta, dispuesto a ir tras los pequeños hermanos. ― Con que los vigiles y no los dejes acercarse a ese gato; será suficiente, Syaoran.
El hombre de picaresca mirada y rebelde cabellera castaña, asintió; saliendo de la cocina.
― ¿Cuándo se volvió tan molesto? ―. Preguntó Sakura, sacudiendo junto a su oreja la cajita que el hombre le había entregado y sentándose en una de las sillas de madera que estaban junto a la mesa de cristal que tenía los bordes hechos de la misma madera clara que formaba las sillas.
Tomoyo, quien estaba lavando algunas de las verduras que servirían para la cena; se rió un poco como resultado de lo que la joven había dicho. ― Contigo siempre ha sido así, Sakura. No lo recuerdas porque eras pequeña cuando él vivía aquí ―. Explicó. ― En ese entonces todos éramos más jóvenes. Tu hermano y Syaoran estudiaban juntos la carrera y yo apenas empezaba a salir con Touya.
Sakura suspiró, escuchando lo que Tomoyo le decía. ― Ni siquiera recuerdo la razón por la que él vivía aquí ―. Dijo, abriendo la caja de regalo.
― A diferencia de ti y de tu hermano, no todos tenemos el privilegio de nacer en una familia adinerada y bien acomodada. La herencia que tu padre y tu madre les dejaron al morir en ese accidente hace tantos años atrás; les ha servido de mucho y es por eso que tú, Touya y yo misma, desde que me casé con tu hermano; vivimos bien. Las tres fincas que has heredado en compañía de Touya, en compañía de lo buen inversionista que tu hermano es; han aumentado las ganancias de ésta familia. Tu millonario padre le tenía un cariño enorme a Syaoran, quien había sido desde siempre el mejor amigo de Touya. Por eso, cuando se enteró de los problemas financieros que él tenía; le ofreció pagarle los estudios a cambio de que trabajara para ésta finca. ―. Continuó, cortando las verduras sobre una tabla.
― ¿Eso qué tiene que ver con que Syaoran Spencer haya vivido aquí hace años? ―. Preguntó Sakura, sin entender.
― Aunque tu padre le pagaba la escuela y Syaoran trabajaba para él, éste astuto chico tuvo que buscarse un nuevo trabajo que le permitiera pagarse el hospedaje que su departamento le demandaba. Desafortunadamente, pese a que Syaoran trataba de llevar de la manera más eficaz posible su agitada vida de trabajador doble y estudiante; tuvo que dejar su otro trabajo a causa de la dedicación que el empleo de tu padre y el colegio le exigían. Y fue entonces que Touya le pidió a su papá que Syaoran se quedara en ésta casa.
― Él tenía dos empleos, debía pagar la renta de su departamento por sí sólo y además era estudiante. ¿Qué edad tenía en ese entonces?.
― Apenas dos años más que tú.
La respuesta de Tomoyo, sorprendió a Sakura; haciendo que olvidara momentáneamente el obsequio de Syaoran. ― ¡Él era tan sólo era un adolescente!.
La mujer asintió. ― Y tú, un precioso bebé de dos años.
― Supongo que estuvo viviendo aquí una larga temporada.
― Hasta que concluyó sus estudios. Tú tendrías aproximadamente nueve años cuando él se fue. Lloraste mares en el momento en que lo viste alejarse por esa puerta y continuaste haciéndolo por días ―. Recordó Tomoyo. Sakura se ruborizó un poco, apenada al remembrar esa parte del pasado y bajando la cabeza mientras jugaba con el moño de su regalo. ― Ustedes dos tenían una relación curiosa. Parecían perros y gatos peleándose todo el día, y al final de la noche; ibas a dormir a su cuarto porque tenías miedo a la oscuridad. Ni siquiera con Touya llegaste a hacer eso, Sakura.
― ¿Dormíamos juntos! ―. Preguntó Sakura, sumamente apenada. Y Tomoyo asintió nuevamente, mientras reía por la manera espantada en que la adolescente le había hecho esa pregunta y también por el recuerdo de ver a Sakura, cada mañana adormecida al lado de Syaoran; quien también dormía. ― ¿Cómo sabes eso, Tomoyo, tú no vivías aquí en ese entonces.
― Pero tu hermano, me gustaba tanto que venía de visita cada fin de semana ―. Explicó, riéndose un poco. ― Hubo ocasiones en las que él y yo subíamos al cuarto de huéspedes que Syaoran ocupaba; para despertarlos a ambos de la manera más traviesa que a Touya se le ocurriera. Además, tu hermano siempre me contaba de las cosas que tú y Syaoran hacían. Solíamos burlarnos de él porque aunque siempre estuvieran peleándose; él te tenía tanto cariño que parecía más tu hermano que un amigo.
― ¿Qué hay con su familia? ―. Inquirió Sakura, curiosa. ― ¿Porqué Syaoran no vivía con sus padres¿Porqué no le costeaban los estudios?.
Y Tomoyo guardó silencio un momento. ― Esa historia no me la sé bien. Pero lo poco que sé, quizás no deba ser yo quien te lo diga. Sakura¿Qué es lo que te ha obsequiado? ―. Le preguntó, consiente de que la joven aún no miraba dentro de la caja que estaba entre sus manos e intentando cambiar el tema.
Los ojos verdes de Sakura se fijaron en el contenido de la caja, a la cual le quitó la tapa después de mirarla.
― ¿Y bien? ―. Interrogó la mujer, volteando medio cuerpo para ver a la adolescente.
Pero Sakura ya había salido de la cocina, dejando sobre la mesa la nota que el hombre había puesto dentro de la caja; en compañía de su obsequio. Así que Tomoyo se acercó a la mesa, preguntándose porqué Sakura había salido de ahí tan repentinamente llevándose consigo la cajita que Syaoran le había dado. Y luego cogió la nota que había en la mesa, fijando sus ojos azules en las letras que sin duda alguna; pertenecían a Syaoran.
'No podía esperar a verte, pequeña Sakura. Y aunque me es imposible devolverte lo que me pediste que te diera el día en que regresara; te dejo esto a cambio.'
Tomoyo alzó las cejas, preguntándose qué era lo que ese hombre tendría que haberle devuelto a Sakura.
Después de que salió de la cocina, se dio la tarea de encontrar al huésped que restaba residiendo en su casa. Los ojos verdes de Sakura, se fijaron finalmente en el cuerpo del hombre al que estaba buscando y él; parecía incapaz de notar su presencia dentro del establo de los caballos, porque estaba en medio de una carcajada escandalosa mientras la niña que tenía sobre sus hombros; intentaba taparle la boca con sus manos para que ese hombre se callara.
― Déjalo ya, niño ―. Dijo el hombre, contemplando que el pequeño hijo de su mejor amigo, tenía medio cuerpo debajo de una carreta llena de heno; intentando con un exagerado fracaso de alcanzar al gato de pelaje amarillo que se había escondido debajo de ésta. ― De esa forma, jamás va a obedecerte y sí vas a asustarlo más de lo que ya está.
― ¿Porqué no quiere venir? ―. Le preguntó el niño.
― Porque a Kero no le gustan los niños horribles como tú ―. Aseguró Emily, tapándole por fin la boca al hombre. ― ¿Verdad Syaoran?.
El hombre sonrió mientras negaba con la cabeza. ― Lo que es verdad; por lo que estoy viendo aquí y según tu actitud, señorita ―… Comentó él, levantando la cabeza para mirar a la cría que estaba sobre sus hombros. ― Es que has pasado demasiado tiempo en compañía de esa tía tuya; cabeza hueca.
― ¡Anda! ―. Gritó la niña mientras se reía por la manera en la que Syaoran había llamado a su única tía. ― Voy a decírselo a Sakura.
Y Syaoran negó con la cabeza nuevamente, con la diferencia de que ésta vez lo había hecho de forma enérgica. ― Preferiría que no lo hicieras, tu padre dice que ha estado practicando esgrima.
― ¡Syaoran le tiene miedo a una niña! ―, Se burló ella, escuchando lo que el hombre le había dicho. ― Eres grande; ¿Porqué le temes a Sakura?.
― Porque sus patadas son fuertes.
― Y he estado practicando más, Syaoran. He tomado clases de artes marciales; así que deberías tenerme todavía más miedo ―. Interrumpió Sakura, parada junto a la puerta del establo; con los brazos cruzados.
― ¡Ah, Sakura! ―, Festejó Emily. ― Syaoran estaba diciendo que…
El aludido bajó a la niña de sus hombros con una rapidez exagerada. Y luego la puso sobre el piso. ― Ve por un tazón de leche ―. Le pidió. ― Voy a ayudarte a ti y a tu gemelo a sacar a ese gato de ahí, de una vez por todas.
La niña sonrió mientras asentía, fascinada por lo que Syaoran le había dicho. Y luego salió corriendo del lugar, para ir por lo que el hombre le había pedido. ― ¡Mamá! ― Gritó la cría, cuando ya estaba a una distancia visible del establo y más cerca de la enorme residencia.
Syaoran alzó las cejas, asustado por lo que la niña había gritado. Así que asomó su cuerpo en la entrada del establo. ― ¡Emily! ―. Exclamó, provocando que la niña detuviera su carrera y que volteara a verlo. ― Si le pides ayuda a tu madre, no le digas para qué quieres la leche.
La niña asintió sin entender la razón por la cual Syaoran le había pedido eso, y luego continuó con su carrera.
― Es increíble que a tu edad le tengas miedo a las mujeres, Syaoran ―. Dijo Sakura, con una sonrisa retadora y mirando al hombre que estaba junto a ella, en la entrada del establo.
― Sólo a algunas ―. Le explicó él, caminando hacia donde el niño se encontraba. Cuando Syaoran cogió al pequeño, éste terminó quejándose por haberlo separado del animal al que desesperadamente quería alcanzar.
― ¡Ya casi lo tenía! ―. Se quejó el niño.
Y el hombre asintió. ― El gato estaba en Saturno y tú en La Tierra, pero sí; ya casi lo tenías, Robbie ―. Comentó Syaoran, cogiendo la mano del niño con tal de que no se fuera nuevamente bajo esa carreta.
Sakura se rió un poco al escuchar lo que el hombre le había dicho a su sobrino y lo hizo más al ver que Robbie le había mostrado su lengua a Syaoran; quien lo hizo también, como explicándole que no importara cuanta resistencia pusiera; él no iba a soltarle la mano para que fuera tras el gato una vez más.
― Mira ―. Dijo Sakura, extendiendo su mano y mostrándole el bonito anillo dorado que tenía puesto en uno de sus dedos; el cual ese hombre le había regalado hace un rato atrás. Y Syaoran alzó las cejas, jugando a que fingía sorpresa; algo que hizo que Sakura rodara los ojos. ― ¿Qué hiciste con el original?.
― Lo tengo por ahí, en…
― ¡Aquí está! ―. Gritó Emily, fuertemente e interrumpiendo; en el momento en el que estuvo de regreso y mostrándole el tazón de leche a Syaoran.
El hombre cogió el plato y lo llevó hasta la carreta, poniéndolo cerca de ésta. Y sus tres jóvenes espectadores; contemplaron con detenimiento lo que el huésped estaba haciendo. Luego Syaoran se inclinó, haciendo un ruido leve para que el animal que se resguardaba bajo la carreta; saliera de su escondite. Por supuesto que al sentir el olor de la leche que estaba en el plato, y al percibir la amabilidad del humano que lo estaba llamando; el felino salió sigilosamente.
Los gemelos empezaron a aplaudir mientras se reían al notar lo que Syaoran había logrado. Y Sakura sonrió, encantada con la vista que el apuesto hombre le ofrecía. Él la hacía sonreír embelesada al ver lo atractivo que era; sin que ninguno de los dos se percatara de que lo hacía.
Ni siquiera habían pasado dos minutos y los niños ya estaban junto al gato que bebía la leche, acariciándolo; al mismo tiempo que Syaoran se levantaba del piso donde se había sentado para acercarse a Sakura.
― Y bien, Syaoran; ¿Qué has hecho con el original? ―. Le preguntó Sakura, refiriéndose al anillo que le había dado el día en que se había ido de la finca.
― Dejó de venirme hace años y tuve que darle un nuevo uso ―. Explicó, mostrándole el dedo pequeño de su mano, el cual había sido el único en el que había podido ponerse el anillo de Sakura; muchos años atrás.
― Pero en tu nota escribiste que te era imposible devolvérmelo¿Qué has hecho realmente con el anillo? ―. La adolescente le cogió la mano en el momento en el que Syaoran se sentó a su lado; sobre los costales de heno que estaban en el piso, lleno de herbaje. Luego ella pegó la suya a la de él, riéndose por la diferencia de tamaño que había entre ambas manos y olvidando la pregunta que le había hecho.― Ya eres un hombre formado, Syaoran.
Él le sonrió. ― Y tú te has vuelto una jovencita preciosa. Puedo distinguir tu cintura de tus caderas y tu cuerpo se está convirtiendo en el de una mujer, poco a poco ―. Sakura volteó la cabeza hacia otra parte, apenada por el cumplido que el hombre le había hecho.
― ¿Porqué dejaste de venir?.
― Al principio lo hacía. Pero para cuando venía de visitas y me quedaba incluso un fin de semana completo; tú ya estabas en ese internado del que ayer has salido de vacaciones —. Recordó.
― La última vez que te vi fue en el funeral de mi padre, y ya van varios años desde eso.
El hombre asintió. ― Ocho años.
― Dime algo sobre ti ―, Pidió; incitándolo a contarle sobre su vida. ― ¿Te has casado?.
― Casi.
Ella alzó las cejas, sorprendida. ― ¿Y qué pasó?.
― Le fui infiel.
La joven llevó su mano sobre su frente mientras rodaba los ojos y suspiraba. ― ¡Qué horrible eres! ―, Y el hombre comenzó a reír, sin sentir la menor vergüenza por haberle dado esa desfachatada respuesta. ― ¿No volviste a tener más relaciones?.
― Claro que sí.
― Entonces¿Porqué nunca te casaste?.
― Porque no creo en eso del matrimonio, Sakura.
― ¿Porqué no, a cualquier persona le agradaría casarse. Mira a mi hermano y Tomoyo, ellos son felices juntos ―. Syaoran se encogió de hombros, sin que pretendiera darle una explicación a Sakura; acerca de la razón por la que no creía en el matrimonio. Sin que quisiera decirle que después de lo que había vivido a causa de sus padres, casarse era una idea que lo hacía temblar de miedo. ― ¿No piensas hacerlo alguna vez?.
― No le veo el caso. En todos los lugares en los que he vivido; he compartido mi vida con varias mujeres y…
― Eso quiere decir que has vivido en el mismo techo que todas ellas ―. Supuso Sakura.
Syaoran asintió, recostándose sobre los costales. ― Y eso ha sido parecido a casarse, pero sin la seguridad de saber si pasaría el resto de mi vida junto a ellas.
― ¿Porqué compartir tu vida privada de esa manera, con una persona con la que no estas seguro si deseas pasar la larga vida que te queda a su lado?.
― Así son las relaciones, Pequeña.
Sakura inclinó un poco su cuerpo para verlo mejor; recostándose también sobre los costales, pero con la espalda hacia arriba. ― ¿Porqué estabas con ellas¿Las amabas?.
― Enamorarme puede ser. Pero tanto como amarlas; no lo creo.
― Entonces¿Porqué?.
Ante la insistencia de Sakura, él sonrió; mirándola a los ojos. ― La respuesta no va a gustarte, Sakurita. Todavía eres una adolescente, que aunque practica deportes masculinos y se comporta rebeldemente; por la manera en la que me hablas de relaciones, puedo atreverme a decir que eres de las que creen en ese romance y amor ciego por el que las niñas de tu edad suspiran.
― Estás subestimándome, Syaoran ―. Advirtió, molesta al saber que él la consideraba verdaderamente una cría. ― Cierto. Tengo dieciséis años y tú el doble que yo; pero muchas personas me lo han dicho y yo misma me he dado cuenta de lo astuta que soy. Por eso puedo responder la pregunta que te estoy haciendo, sin que tengas que decirme la razón.
Syaoran la miró, retándola. ― ¿Cuál es esa razón que presumes saber?.
La joven frunció el entrecejo, aceptando el reto que su mirada le imponía. ― El sexo con ellas era bueno.
El hombre se levantó inmediatamente para comenzar a reír. Y el estallido de las carcajadas de Syaoran, fue suficiente para que Sakura entendiera que estaba suponiendo había acertado en lo que le dijo. ― Es increíble que con esa cara inocente, se te ocurra de hablar de esto conmigo.
― Y sí has amado a una ―. Continuó ella, levantándose también y evadiendo el comentario de él.
El hombre le sonrió. ― No puedes saberlo, no estuviste ahí.
― Amaste a la mujer que conociste en París.
Syaoran se asombró demasiado al escucharla. Por eso la miró a los ojos, impresionado y preguntándose si acaso Sakura conocía a la mujer con la que había estado el París. ― ¿Cómo puedes saber eso!.
― Porque hace un rato, cuando me dijiste que habías estado en París y que tu estancia ahí no había sido agradable; te delataste horriblemente.
El apuesto hombre, parpadeó varias veces y luego comenzó a reír reiteradamente. ― ¿Qué te han enseñado en ese condenado internado, Sakura¿Qué has estado haciendo ahí?.
― Cosas que tú no puedes saber; porque eres demasiado viejo ―. Bromeó ella, encaminándose a la enorme casa.
Pero Syaoran la cogió de la cintura, acorralándola entre él y una de las paredes de madera que formaban el establo; para obligarla a verlo. Y Sakura se estremeció, sintiendo la fuerza de ese hombre que la había tomado por sorpresa.
― ¿Crees que puedes saber más de lo que yo sé, Sakura? ―. Le preguntó, sin quitarle los ojos de encima.
― Ciertamente no ―. Aseguró ella, sintiendo que las piernas le temblaban espantosamente al verlo tan de cerca y al sentir sus manos, cogiendo su pequeña cintura de esa manera tan perfecta. ― Pero a lo mejor tengo más experiencia de la que tú crees.
― ¿Qué es lo que sabes¿Con quién has estado?.
Ella entrecerró la mirada, escuchando aterrada; la vehemencia repentina con la que él le hablaba. ― No sé si no lo sabes, Syaoran. Pero el internado donde estoy; es un internado sólo de mujeres. Touya no permitiría que hubiera varones viviendo en el mismo lugar que yo. Él dice que sólo están llenos de hormonas explosivas que los harán buscarme para estar con ellos una noche y ser material en desecho, la mañana siguiente.
― ¿Por qué te desecharían a la mañana siguiente? ―. Le preguntó.
― Porque son como tú.
Syaoran frunció el entrecejo, mirando los ojos verdes. Y arrepintiéndose horriblemente de haberla cogido por la cintura, porque ahora sentía que quería rodearla entre sus brazos para estrecharla, fuertemente. Esa condenada cría era preciosa. Tenía los parpados cargados de largas pestañas, unos ojos hermosísimos y una piel blanca; que se veía sumamente suave. Su nariz era pequeña y bien delineada, su boca tenía un tono ligeramente rosado. Su cintura era estrecha, bien delineada y sus caderas angostas. Quizás era por eso que se veía tan frágil a comparación con él. Era visible la diferencia que había entre la estatura de Sakura y él, esa niña apenas y le llegaba a los hombros.
Desde la corta, pero visible distancia a la que la tenía cogida; podía sentir el perfume de su rizada y larga cabellera. Una que se desparramaba sobre parte de su espalda hasta acabarse exactamente a la altura de sus pequeños senos de adolescente.
Cuando Syaoran se percato de las aberraciones que estaba pensando, volvió a mirarla a la cara; viendo horrorizado, el repentino sonrojo que él mismo había causado sobre las mejillas de la inexperimentada y demasiado joven Sakura.
― Pídeme que te suelte ―. Dijo él, sintiendo asustado; que por sí sólo le era imposible dejarla ir.
Pero Sakura simplemente se lo quedó mirando. Lo veía tan atentamente que apenas y había podido escucharlo. Era tan apuesto, tan varonil y con tanta experiencia; que le estaba arrancando los suspiros. La piel de él era menos blanca que la de ella, sus facciones eran menos pequeñas y su cabello castaño claro estaba hecho un desastre. Él tenía un aspecto desalineado insufrible, unos ojos seductores que eran del mismo color de su cabello, y una cicatriz pequeña en la ceja izquierda; que provocó a la joven preguntarse acerca de la vida que ese hombre habría llevado.
Para ella, Syaoran era el hombre más misterioso que conocía. Que recordara, él siempre tenía esa sonrisa en sus labios; aparentaba una tranquilidad exagerada y sin embargo, la forma en la que sus ojos la miraban en ese momento; parecían hablarle acerca de las cosas terribles por las que había pasado, parecían querer contarle acerca de un pasado sombrío y sumamente desconocido para ella y parecían rogarle porque lo mirara con ese cariño suyo, un cariño que jamás había recibido en ninguna etapa de su vida y que no había encontrado en ninguno de los millares de lugares a los que había viajado.
Sakura trató de mover la cabeza hacia otro lado, para no seguir sintiendo la tremenda intimidación que él comenzaba a provocar en ella; al percatarse de lo pequeña que la hacía sentir a su lado. Porque junto a él, era tan sólo una cría; una niña que estaba convirtiéndose en adolescente y a la que le faltaban por vivir la mitad de las cosas que él había vivido ya. Apenas era una niña de dieciséis años y él tenía exactamente el doble; treinta y dos años.
― Eres tan pequeña ―. Dijo el hombre, roncamente; sin darse cuenta de que ya había puesto su mano sobre una de las mejillas de ella, contemplando el sonrojo que permanecía en éstas y que bien sabía que era ocasionado por él mismo.
«Y tú tan apuesto» Pensó Sakura, incapaz de moverse ni un poco.
― ¡Kero, Kero! ―. Gritó la niña que estaba enajenada mirando al gato, en compañía de su hermano gemelo.
Y Syaoran soltó de manera inmediata y obligada a la adolescente, volteando para ver a la pequeña que gritaba; como si fuera su obligación tener que proteger a la cría del mundo que apenas empezaba a descubrir. Sakura suspiró, sacudiendo la cabeza. No sabía si estar agradecida por la intervención de su sobrina o por lo contrario; enojarse con ella por robarle la atención de ese hombre.
El animal estaba yéndose, y comprender que no quería quedarse a jugar con ellos; provocó que la niña rompiera en llanto y que su hermano corriera en busca del felino con el que se habían encariñado tanto.
― Y tú¿Adónde crees que vas? ―. Preguntó Syaoran, al niño; cerrándole el paso e impidiendo que fuera tras el gato.
― ¡Voy a buscar a Kero! ―. Le dijo el niño, con una autoridad que hizo preguntarse a Syaoran; qué le sucedía a los críos de ahora, que parecían tener tanta prisa por crecer.
Syaoran le sonrió, negando con la cabeza. ― No lo creo ―. Aseguró, cogiendo la mano del niño y levantando a su llorosa gemela del piso. ― Mejor vayamos adentro, si su madre descubre que los he dejado jugar con ese gato; no quiero pensar en lo que va a hacer.
El niño asintió, pensando que era mejor evitar el castigo de su madre y Emily abrazó el cuello del hombre; después de que él le guiñó un ojo y le dio un beso en la frente.
― Sakurita ―. Dijo el hombre, dándose la vuelta para mirarla. Por supuesto que ella desvió sus ojos para no verlo, porque escuchar que la llamaba; la hizo sentir nerviosa. ― Llama a tus amigos. Ésta noche; tu hermano y Tomoyo han preparado una fiesta de bienvenida para ti. Se supone que no debí decirte, pero es mejor que lo sepas; si pasas demasiado tiempo junto a personas adultas, vas a crecer muy rápido y eso sería terrible. Porque luego no podría fastidiarte por ser tan pequeña y por anhelar crecer tan rápido.
La adolescente arrugó la nariz, haciendo una cara fea; a consecuencia del horrible comentario que ese hombre le había hecho. Y Syaoran le mostró la lengua, riéndose porque ella lo había visto de esa manera tan reprobatoria.
N/E¡Hola gente, he subido éste nuevo fic tan pronto Cloe me lo pasó. Aquí Syaoran se hace al que no quiere, pero con todo y la diferencia de edades; ha sido obvio que Saku le agrada más de lo que dice XP. En el caso de Sakura, eso defijarse en alguien mayor... suele pasar incluso en la vida real creo yo. Porque así somosalgunas chicas, enamoradizas. Y más aún si se trata de un chico con aire rebelde y pinta de niño malo XD. ¿Qué te ha parecido a ti?
¿Quieres que actualice pronto,
Entonces sabes que hacer:
¡Mínimo 6 reviews! ;)
