Hola queridos lectores. Ah, no saben lo feliz que me hacen, van a decir que soy una total ignorante, pero jamás en mi vida en fanfiction, había tenido 25 reviews en un sólo capítulo, créanme que la rapidez con la que éstos llegaron me inspiraron a seguir con la historia. Como ya dije en mi Profile, soy una Anne nueva, y prometo mejorar, por ustedes.
Bueno, quería poner un flash back, pero no lo creí necesario, el capítulo en sí es corto, pero pues, puse lo que a todos nos gusto, un poco de romance, si así se le puede llamar.
Bueno, tengo poco tiempo por lo que no podré responder a los reviews individualmente, pero de verdad les agradezco a todos y acada uno de ustedes, los adoro, son unos amores con patas. Bueno, no les quito más tiempo, disfruten del Capítulo.
Perdóname
Capítulo II
Sus ojos color ámbar estaban vidriosos, increíblemente abiertos.
Jamás… Jamás se había mostrado de esa manera ante nadie. Aunque la mujer entre sus brazos no lo viera directamente al rostro, el sabía que ella lo estaba sintiendo, así tembloroso, aferrándose a su abrazo.
No sabía cuanto tiempo habían estado abrazados, apretando sus cuerpos tratando se hacerles saber que no estaban solos, que después de tanto tiempo seguían ahí, a pesar de haber muerto su alma.
No estaba llorando, pero estaba a punto de hacerlo. Sentía el ardor de las saladas lágrimas queriendo salir por el rabillo del ojo. Ella sollozaba. Si, ella había estado llorando desde hacía varios minutos, y tal vez, ella había derramado su tristeza en líquido todo este tiempo en que no estuvo a su lado.
Un cachorro. Pensó. Un hijo que ya no podría tener, con el cual ya no podría jugar, al cual jamás le enseñaría a ser todo un luchador.
¿Por qué, Kagome? – Susurró con la voz quebrada. - ¿Por qué hiciste eso?
Ella simplemente se apretó más a él, y ahogó un gritó de desesperación entre tanto llanto. Su haori mojado, por el líquido salino de sus ojos.
La dejó desahogarse en su pecho, sintiendo como su pequeño cuerpo se convulsionaba. Le besó el cabello, recordando lo bien que éste olía. Desde que la conoció le encantó su olor, y tal vez, siempre le encantaría, porque estaba enamorado de ella. Porque era su mujer, y él era todo suyo, en cuerpo, corazón y alma.
¿Por qué, Inuyasha¿Por qué? - Dijo levantando su cabeza, dejando ver lo demacrado que tenía el llanto a su rostro. Una sonrisa amarga curveó sus labios ligeramente hacia la izquierda, era increíble que le preguntara.
Sólo quiero saberlo. – Murmuró penetrando sus ojos con su mirada dorada.
Me dejaste, Inuyasha. Me dejaste saltar en el pozo, aún sabiendo que te amaba. Aún sabiendo que era completamente tuya. Si me hubieras detenido en ese momento… sería la mujer más feliz del mundo. – Deshizo el abrazo, sintiendo el frío de no tenerlo junto a ella. – No fue así Inuyasha. No fue así porque tú no quisiste que así fuera.
Kagome… - Dijo arrepentido, intentando abrazarla nuevamente, más ella se escapó de sus brazos.
NO. – Dijo con voz fría, sin odio, pero con mucho resentimiento. – Fuiste injusto, muy injusto conmigo. Invertí mucho tiempo en tu época, descuidando estudios, amistades, e incluso a mi familia, para encontrar los malditos fragmentos de la perla. Me sentía culpable por haberla roto, y tentada a ayudar a los demás. – Otra vez esa ligera curva en sus labios, amarga. – Pero, uno no escoge de quien enamorarse.
Kagome, por favor. No hagas esto más difícil de lo que ya es. – Intentó nuevamente tocarle un hombro pero ella lo esquivó con un manotazo.
Es que… no es difícil Inuyasha. Si me amabas de verdad, hubieras luchado por mi desde el momento en que salté en el pozo, hubieras regresado a mi. Era fácil, muy sencillo. Y no lo hiciste. – Dijo apretando los dientes. Se limpió las lágrimas de una pasada, dando paso a nuevas que salían de sus ojos azules. – Esperé. Fui tan ilusa, como para esperarte, horas, días, semanas. Nunca llegaste. Nunca.
Estoy aquí ahora. Vine a recuperarte. – Ella soltó una carcajada irónica en medio del llanto.
¿Sabes por qué intenté quitarme la vida, Inuyasha? – El Hayou la miró expectante. – Porque no podía vivir sin ti, no podía vivir pensando que no volverías nunca, que no lucharas por mí como yo lo había hecho por ti. La vida fue difícil para mí, y lo único que se me hizo fácil fue tomar ese frasco de aspirinas en mis manos, logrando una perfecta sobre dosis que me causaría la muerte. Pero como puedes ver, sigo aquí, muerta en vida al saber que maté a mi bebé. Pero no te preocupes por mí, he sabido salir adelante… sin ti.
Kagome, espera… - Ella lo calló con un gesto.
No, espérame tú. – Él la observó incrédulo, estaba tan cambiada. Su inocencia estaba siendo opacada por esa amargura. Ese dolor tan agudo y punzante. – Honestamente, Inuyasha, no se porqué vuelves ahora, después de tanto tiempo. Ahora que tengo una vida, una profesión, y que estoy completamente rehabilitada después de lo sucedido. No se qué es lo que pasa por tu cabeza y la verdad es que no quiero saberlo, así que es mejor que regreses a tu época, con tu querida Kikyou. Lárgate de mi casa, desaparece como lo hiciste durante estos años. – Gimió en su mano, intentando ocultar el dolor que seguía saliendo de su alma, haciéndose presente, desgarrando su corazón, destapando la herida que estaba siendo curada a penas.
Kagome, no me voy a ir, maldita sea. – Dijo entre dientes, observando como su mujer se hacía cada vez más pequeña. Veía como sufría y sentía impotencia, puesto que sabía que no podía hacer nada para hacerla feliz, porque su sola presencia la lastimaba. – No puedo pedirte disculpas, feh. Sería un descaro si lo hiciera, pero créeme Kagome: No estoy con Kikyou, no la amo, ni la amaré. – Suspiró. – Nunca me fui al infierno con ella, discutimos y… - Tartamudeó. Demonios¿Por qué era tan difícil? – peleamos, hasta que se fue, para siempre. Siento no haber estado contigo estos años…
Siete años. – Murmuró cabizbaja.
Si, siete años. – Su corazón parecía salirse de su pecho, estaba nervioso y podría jurar que hasta estaba temblando. Estaba tan indefenso, por vez primera. Y si él estaba indefenso y frágil, ella se estaba rompiendo en mil pedazos. Por su culpa. – Te amo, Kagome.
Hubo un silencio sepulcral, donde el Hanyou creyó escuchar los latidos de ambos corazones. Latían rápidamente, como si estuvieran vivos, como si en verdad lo estuvieran.
Ella sonrió con nostalgia, escurriendo lágrimas al mover levemente las mejillas hacia arriba, forzando la sonrisa. Si tan sólo le hubiera dicho lo mismo, aquella noche. Si tan sólo lo hubiera hecho, ella jamás se hubiera ido de su lado.
Yo también, Inuyasha. – Las suaves orejas de perro se movieron al escuchar la respuesta. Su corazón latió aprisa intentando meterle un poco de alegría, pero esa vida se detuvo, al escuchar a la morena. – También te amé, como no tienes una idea. Si me hubieras amado en ese entonces, hubiera abandonado todo, hasta quedar sin nada, tan sólo por estar contigo.
Se le acercó, con el rostro en alto, demostrando que aunque se estuviera quebrando, podía mostrarse fuerte ante él.
Creo que ya hablamos suficiente. Ahora vete de mi casa.
… Pero el platinado no se movió. Eso hizo que la sangre le volviera a hervir.
Vete, Inuyasha. – Pero tampoco hizo movimiento alguno. Ella hizo un mohín con sus labios, y su furia se acrecentó. Lo empujó con ambas manos, con todas sus fuerzas, con todo su dolor y enojo, aún sabiendo que no podría moverlo ni un centímetro.
No. – Dijo, y Kagome enloqueció.
¿Ah, no? - Explotó. - ¡Dije que te largues¡Lárgate!
Todo pasó como si fuera cámara lenta. Ella lo abofeteó con rudeza, y el hombre frente a él no pudo soportarlo más.
Alargó una mano hacia sus cabellos, enredándose en sus espesos rizos con sus garras. Los jaló hacia él, obligándola a acercarse.
Sus labios chocaron con brusquedad, haciendo que ambos se hicieran daño. Ella comenzó a arrugar las ropas que cubrían su fornido pecho con sus manos, sintiendo como de pronto surgía una inesperada pasión.
Que fácil era olvidarse de todo cuando sus labios hacían contacto. Qué fácil era aceptar al fin, que alo amaba y que no lo había olvidado mediante un beso.
La pasión, esa cierta violencia, ese ardor excitante. Jamás había sido así, y aunque no quisiera aceptarlo, le gustaba. Le gustaba que le besaran salvajemente como lo estaba haciendo en esos momentos el del haori rojo.
Sus manos ya no estaban donde habían comenzado. Ella tomaba ahora sus cabellos, jalándolos con fuerza, resistiéndose al beso, y al vez correspondiéndole. Él, la mantenía agarrada firmemente por la cintura, temiendo que se le escapara de un momento a otro.
Era un beso apasionado, lamía sus labios, los besaba y mordía, y después sus lenguas batallaban en lo que parecía ser una lucha sin final, donde ambos estaban a la par.
Pareciese como si estuvieran descargando la añoranza, la frustración, aquel amor olvidado, el dolor, en ese beso.
La tierra podría estar girando en esos momentos, pero para Kagome, se había detenido por completo. Recibía besos profundos, con lágrimas aún saliendo de sus ojos, gemía… por llanto, por la excitación, quien sabe. No quería averiguarlo.
De pronto estaba contra la pared, sin darse cuenta del cómo y del cuándo, sólo supo que la manera en que Inuyasha le había tocado los glúteos, apretándolos con fuerza para alzarla, fue lo que la hizo volver a la realidad.
No. No debía estar haciendo eso. ¿Acaso no recordaba todo lo que había llorado y lo que le había dicho los últimos minutos?
Intentó hablar al sentir que la boca de Inuyasha abandonaba la suya, dejándola acalambrada, palpitando… pero omitió las palabras cambiándolas por un quejido, al sentir como la mandíbula del hombre que la besaba y acariciaba en esos momentos, se enterraba en su cuello, justo en su cicatriz.
La sangre brotó, pero no sintió dolor, sentía como si su cuello estuviera anestesiado, como la primera vez…
Suspiró echando la cabeza hacia atrás, cuando él la abrazó. Simplemente la apretó entre sus brazos, indicándole que ahí estaba y que jamás se iría, nunca jamás.
Y después, el arrepentimiento.
La soledad en su alma, no en su cuerpo puesto que estaba siendo abrazada. El dolor, y más lágrimas que ya no salieron.
No, Kagome. Ya no vas a llorar, se dijo.
Tenía que correrlo. Tenía que alejarlo de ella, de su pasado y su presente. Y no supo si lo que hizo lo hizo entrar en razón. Sólo supo que lo había herido, le dolía a ella también, pero por vez primera, ya no era sólo ella la que sufría.
Él lo merecía. Inuyasha merecía eso y más.
Si ya terminaste lo que querías hacer, vete. Fui muy clara al decirlo, Inuyasha. Ya si no lo entiendes, no me interesa. Sólo te quiero fuera de esta casa, fuera de esta vida, y lejos de mi… ya has hecho suficiente.- Había rencor, y tal vez, venganza.
Lo único que supo es que disfrutó ver la cara de desconcierto de Inuyasha, totalmente herido.
Estaban a mano ahora.
Lo que no sabía era que debió haber sido menos directa, porque no estaba ante cualquier hombre. No todos reaccionaban igual, pero al menos la mayoría reaccionaría bastante mal.
No le importaba.
Eran hombres después de todo.
Lo único que no tomó en cuenta, era que Inuyasha no era un hombre, al menos, no un completo.
Continuará.
