Hola pretties, siento decirles de nuevo que no podré contestar sus maravillosos reviews, pero, siento que es mejor actualizar pronto a tardar¿No creen? xD Bueno, estoy muy agradecida por los reviews, y pues me he inspirado, y a veces me meto demasiado en el papel y pongo mucho sentimiento, espero que sientan este capítulo tanto como lo siento yo.Gracias a todos, y creo que como este ha sido el fic que mas reviews me ha generado (ahi va Anne, la avara) pues, será mi prioridad desde ahora, ya que no tengo pensado dejarlo en pocos capítulos, bueno tampoco como 10, pero menos si. Espero llegar a los 100 reviews. Ayúdenme a cumplir mi meta¿Si? Y los premiaré con más romance. Es una promesa.
Perdóname
Capítulo III
Inuyasha frunció el entre cejo al escuchar esa voz antes dulce, ahora cargada de resentimiento.
… ¿Qué?
¿Qué demonios había dicho? Acaso… ¿Acaso creía que había vuelto sólo para aprovecharse de ella¿Qué… qué había hecho?
Su rostro se contrajo, formando una mueca dolorosa con sus labios. Apretó los dientes, sintiendo como sus propios colmillos le hacían daño. ¿Pero qué era el dolor, comparado con aquello¿Cómo era sufrir un dolor físico en su cuerpo, cuando aquellas palabras lo habían destrozado?
Aún estaba en sus brazos, con su enrojecida mirada color añil directamente en la suya. Rencor, había. Odio, ni pensarlo siquiera. Dolor, demasiado.
Sus orejas se movieron, escuchándola suspirar temblorosa. La posición, no era la más cómoda. Sus piernas torneadas alrededor de su cintura, sus delicadas manos en su fornido pecho, manos que se aferraron a este durante el beso.
Si cintura, tan pequeña y suave, se amoldaba perfectamente en sus brazos.
Una batalla llevándose a cabo en sus miradas, azul contra ámbar. ¿Quién ganaría esa guerra de amor, quién le ganaría al dolor, al despecho?
Kagome jamás habría creído que tardara tanto en reaccionar. Parecía ido, mirándola como si se le acabase el mundo con esas palabras. Estaba herido, y su rostro demostraba que no concebía haberla oído, que su cerebro aún no asimilaba la información recibida.
Pero podía ser de todo, menos estúpido.
Se lo comprobó de la manera más salvaje. La azotó contra la pared, haciendo que gimiera. Apretó sus muslos rompiendo sus medias con sus garras, y las manos que estaban sobre su pecho, jalaron sus cabellos.
¿Qué tengo que hacer para recuperarte, Kagome¿Para que me perdones? – Le dijo, y finalmente, una lágrima cayó de sus ojos dorados, ella estaba anonadada. - ¡Dímelo con un demonio! Dime dónde está la Kagome de quién me enamoré, maldita bruja. – Su voz se quebró, y su semblante se mantuvo duro, fijo en ella. - ¿Dónde está la mujer que amo, la mujer que perdona y que no tiene sed de venganza, como tu la tienes?
La mataste, Inuyasha. Tú la mataste. – Le dijo. Sus mejillas ardiendo, surcadas por el llanto. – Me mataste al irte de mí. Morí porque solo contigo me sentía viva. Tú lo permitiste Inuyasha. Es por ello que no comprendo por qué vuelves a dificultar mi vida, más de lo que ya está.
¿Aún no lo comprendes? – Murmuró con la voz triste y la mirada baja, su nariz rozando la de ella, y ella esperando… como había esperado todos esos años. – Volví. Volví hasta este momento, porque pasé por muchas cosas para poder volver a recuperarte. Volví para quedarme contigo, para siempre. Volví, porque te amo… Porque te amo. – Repitió.
Ella cerró los ojos suspirando mientras lloraba.
Lo amaba de vuelta, era sólo que el dolor se anteponía al amor, y no la dejaban disfrutar plenamente de ese hermoso sentimiento. Había olvidado qué se sentía que alguien le dijera que la amaba.
La piel de gallina, el estómago contraído y el nudo en la garganta. Las ganas de reír y llorar, al mismo tiempo. La esperanza de que el momento durase siempre, y que el ser amado jamás la llegara a abandonar.
Sigues… - Dudó el Hanyou. - ¿Sigues amándome tanto como yo te amo a ti? – La pregunta la tomó desprevenida, abrió la belleza de sus ojos y lo observó profundamente.
Que si lo amaba. ¿Lo seguía amando acaso? Si, sin duda alguna. Pero había algo que no la dejaba aceptar que quería estar con el siempre. Tal vez esa amargura que había tomado como hogar, su pobre y desolado corazón.
Se perdió en la profundidad de esos ojos, y simplemente lo tomó de las mejillas, mirándolo aún. Su cuerpo no obedecía a su mente, si no a su corazón. Sin despegarle la vista, se acercó a esos labios que la quemaban invitándola a besarlos.
Los rozó, y ambos suspiraron. Él gimió su nombre contra sus labios.
Kagome… - Dijo, mientras la apegaba más a su cuerpo, buscando el calor que el frío había reemplazado por años.
Volvió a rozarlos esta vez con la punta de su lengua, estremeciéndolo. Inuyasha subió una mano para tomar la mano de Kagome la cual estaba sobre su mejilla, y la pasó alrededor de su cuello, indicándole que era ahí donde quería que estuvieran sus manos, abrazándolo.
Mordió sus labios antes de dejarse llevar por el beso, haciendo el contacto más íntimo y profundo.
Lo abrazó tan fuerte que temió ahogarlo en algún momento. Pero no importaba pues lo estaba besando con toda su alma. Lloraba ella, lloraba él. Pero el contacto no se rompía, se hacía cada vez más apasionado.
No había tiempo ni pasado, sólo supo que lo amaba. Ni siquiera se dio cuenta cómo las rodillas del mitad bestia se había fragilizado por culpa de la cegada pasión con la que se besaban, al punto que tuvo que dejarse caer, con ella en los brazos.
Sólo sintió el calor de su pecho bajo el de ella, y perdió la razón. Inuyasha por su parte, la apretó más hacia él, rodando sobre su costado, llevándosela consigo. Estar sobre ella, le recordó la noche en que la hizo suya, y eso encendió su corazón, que había estado muerto por mucho tiempo.
La alfombra resultó ser el cielo para esos dos cuerpos. Todo era perfecto, pero por más que su cuerpo le gritara que le arrancara las ropas a esa mujer, que le besara los pies y la amara siempre, no iba a hacerlo. No aún.
Necesitaba su perdón. Necesitaba saber que esa cabecita desecharía pensamientos ridículos, sobre la venganza. Necesitaba sentirse amado, saberse querido. Y si lograba eso, sería el hombre más feliz de la tierra.
Se besaron hasta sentir sus labios hinchados y rojos, porque jamás se cansarían de hacerlo. Se miraron a los ojos al separarse. Él le apartó el cabello que le impedía ver sus ojos con claridad, y entonces, ella habló, susurrando.
Dime que me amas, Inuyasha. – Le dijo, y observó como Inuyasha torcía sus labios en una pequeña sonrisa llena de ternura.
Te amo, Kagome. – Le dijo mientras le robaba un pequeño beso. Ella le tocó el rostro como si no quisiera creer que él era real y estaba ahí sobre su cuerpo, besándola. – Perdóname, por favor.
La joven se abrazó a él, escondiendo su rostro.
Dame tiempo, Inuyasha… - Le suplicó vehemente. – Deja que mi corazón se recupere… yo, yo estoy muy herida. – Sintió que él le besó el cuello, y entonces recordó que había vuelto a morderla.
Sintió un dolor placentero, al sentir como besaba una y otra vez, ése pedazo de carne sangrante.
Inuyasha… - Gimió, llamándolo.
Dime. – Respondió cortamente pues estaba utilizando sus labios para degustar ese delicioso sabor.
Yo siempre seré tu mujer… Te amo.
Y entonces, él paró. Y su corazón también.
No necesariamente de sorpresa o dolor.
Continuará…
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