Las primeras dos semanas pasaron para Hermione, tranquilas. Recordaba las palabras que el conde le dijera a la Madre Superiora; Sor Ágatha.
-Mi hija, Lady Hermione de York, está a punto de contraer matrimonio. Ha estado algo inquieta y necesita reposo. No dudo que entre ustedes, buenas hermanas, pueda encontrarlo. La he traído hasta aquí con tal propósito y regresaré por ella en cuatro meses. No escatiméis en gastos, se que vuestra bondad no tiene precio pero me sentiré honrado de colaborar con vuestra causa. Quedad con mi bendición-
La amable monja asintió sin hacer preguntas, y acompañó personalmente a la joven hasta sus habitaciones, que resultaron ser cómodas y luminosas; tan diferentes a las del castillo en su tierra.
Podía salir a pasear en los jardines del convento, incluso le permitían cabalgar en los alrededores. Descubrió un hermoso riachuelo donde pasaba la mayor parte del tiempo libre. Siempre acompañada de Ginny y Berta empezaba a sentirse un poco en paz consigo. El resto del tiempo lo dedicaba a bordar y a rezar. No la obligaban a asistir a los oficios religiosos, pero a ella le placía escuchar la misa en las mañanas. Por lo demás no rezaba tanto como hubieran esperado algunas de las hermanas, que la veían con asombro cuando montaba a caballo; pero contaba con la anuencia de Sor Ágatha y la agradable compañía de sus damas y de una novicia llamada Luna, que le contaba de vez en cuando, las leyendas locales, con un gesto de ensoñación que hacia fruncir el ceño a Berta y sonreír a Ginny y a Hermione.
Para cuando empezó la tercera semana, Hermione había decidido que no se quitaría la vida. Las fuerzas que le brindó aquel retiro, le hacían pensar que podría soportar lo que viniera; aunado a que las pesadillas, la fiebre y el delirio parecían haberla abandonado.
-Fijaos bien, Ginny, donde ponéis los pies, porque no vayáis a caeros como la hermana Luna, hace dos días, y entonces si, que la buena Sor Hegla va a poneros en cuarentena- Advirtió la dama a su doncella con una enorme sonrisa mientras veía a la pelirroja tratar de trepar a un árbol para cortar algunos frutos.
Berta miraba a su alrededor, con gesto preocupado.
-Señora, si me permitís, más bien deberíais decirle a Ginny que se bajara de ahí, pues no es propio de una doncella andarse trepando como cualquier villano-
-Tranquila Berta, que nadie está vigilándonos en este lugar y mirad que Ginny es bastante buena para esos menesteres- Respondió Hermione, dándole alguna palmaditas a su damisela y observando a Luna tratar de recoger los frutos que la otra le aventaba desde las ramas.
Un silbido penetrante interrumpió la agradable tertulia de las jovencitas. El sonido de cascos de caballos se escuchó a continuación.
Ginny se dio buena prisa en saltar desde la rama baja donde se encontraba, componiéndose el vestido; Berta se santiguó nerviosa, Hermione se puso en alerta y Luna...Luna siguió recogiendo frutos como si nada.
-¿Son villanos¿O rebeldes¿Saquearán el convento¿Nos llevarán como rehenes?- Empezó Berta, revolviéndose los rubios cabellos con ansiedad.
Hermione la miró, medio asustada, medio enojada por su fatalidad y cuando iba a decir algo, Luna se adelantó.
-¡Que va!- Dijo sin mirarlas, su atención puesta en el pasto – No es más que el señor Potter, que trae el abastecimiento para el convento. ¡Mira que silbar de esa manera! Sor Hegla se enojará, seguramente.-
-¿Quién es el señor Potter?- Preguntó Ginny.
-James Potter, el herrero de la aldea. Es el encargado de traer los víveres. Un señor bastante responsable. Debe de venir con Sir Remus, el agradable comisario y seguramente el que ha silbado es su hijo, Harry, suele ser tímido ante las personas, pero a veces se le bota la canica, como pensará que aquí no hay más que monjas. Deja que se entere de la agradable visita que tenemos. Apuesto que le veré colorado hasta las orejas-
-Dejadlo hermana Luna, no queremos que el caballero pase un mal rato, os suplicaría que os encargaras de que no se les dijera algo de nuestra presencia- Pidió Hermione con embarazo.
No sabía porque, pero al escuchar el nombre del chico, sintió de nuevo ese mareo que acompañaba alguna visión. Luchó con toda su mente por evitarlo y consiguió ganar la batalla, pero quedó débil.
-Como gustéis, Lady Hermione. Iré corriendo a checar eso. Esperadme aquí-
Las demás asintieron.
-Ginny ¿podríais traer mi capa? De repente he sentido frío-
Las jóvenes la miraron preocupada
-¿Estáis bien señora?-
-Si, no os preocupéis. Berta, traedme el libro de oraciones, me lo he dejado sobre la cama-
-No deberíais quedaros sola, mi lady- Trató de objetar la rubia.
-Os he dicho que no os preocupéis, estaré bien, id, por favor, aquí os espero- Respondió con una débil sonrisa, haciéndoles ademán con la mano.
Las damas se miraron y asintieron, caminando apresuradamente hacia el edificio.
Hermione, al quedarse sola, se recargó en el tronco del árbol, respirando entrecortadamente. El mareo volvió a atacarla con más intensidad y empezó a escuchar voces que parecían venir de todas partes. El idioma era diferente pero alcanzó a comprender algunas palabras en latín, porque lo había estudiado un poco con el fraile Agnus. Las voces pedían ayuda...
OH Dios, era demasiado, demasiado para ella. A su alrededor todo empezó a dar vueltas. Se llevó la mano a la frente, implorando no perder el conocimiento, pero sus piernas no respondieron, flaquearon y se doblaron, y ella ya sentía el húmedo pasto bajo su cuerpo... cuando su caída fue evitada por unos brazos fuertes.
No supo más.
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N/A.- Juro que es la última introducción, ahora si, a partir del próximo ¡Empieza lo bueno¡¡¡Gracias¡¡¡Gracias! Espero que les guste. Por cierto¿alguien sabe si en el año 1100, había ducados en Normandia¿O era uno solo? Es que no se de donde vendrá Draco...¡NOS LEEMOS PRONTO!
