Hermione había dejado de lado los salmos que estaba leyendo. Suspiró sin pensarlo y dejó la vista pasear por el paisaje que le ofrecía la ventana. A esa hora todo era tranquilidad en el convento. Las oraciones de la tarde ya se habían hecho y las religiosas terminaban silenciosamente sus deberes del día, preparándose para la cena.
Era el momento favorito de la joven condesa.
Había paz a su alrededor...
El suave murmullo del arroyo, el calmado respirar del viento...el insistente golpeteo en la ventana...
Un momento...
Regresó de los recovecos de su mente, poniendo atención en el ruido.
Entonces descubrió que unos pequeños guijarros habían estado golpeando el cristal.
Se levantó un poco y atisbó hacia el bosquecillo.
Y lo encontró rápidamente.
Harry Potter estaba aventándolos para llamar su atención.
Ella sonrió, saludándolo con la mano.
El le sonrió de vuelta, haciéndole un gesto para que saliera.
Hermione se sorprendió. No podría salir sin la compañía de sus damas...
...las cuales estaban ocupadas en la cocina preparando tortas de miel y probablemente no se darían cuenta si no se tardaba demasiado.
Asintió entonces hacia el joven y tomó su manto, asomando la cabeza por la puerta de su habitación.
El pasillo estaba desierto.
Perfecto.
Salió sigilosamente con el corazón desbocado por su osadía.
Se detuvo un segundo, indecisa, ante la puerta del convento. Dirigió su mano al cerrojo y... se quedó de piedra.
-Es un poco tarde para salir Lady Hermione-
Justo detrás de ella, la miraba sonriente la hermana Luna.
-Me habéis dado un susto de muerte- Repuso la castaña con el ceño fruncido.
-Más susto os habríais llevado cuando regresarais y la Madre Superiora estuviera esperándoos con una carta a vuestro padre- Reparó la novicia con un gesto serio.
-Por favor Luna, necesito tomar aire; en serio...-
-Y quien mejor que el bueno de Harry Potter para ayudaros un poco ¿no?- Las comisuras en la boca de Luna se curvearon, iniciando una sonrisa.
Hermione se sonrojó furiosamente.
-Yo...él...veréis...-
Luna rió abiertamente.
-Venga, si no estoy tratando de deteneros ni de interrogaros. Conozco a Harry desde niña y de vos tengo la mejor de las impresiones. Id un rato, yo iría igual si pudiera hacerlo-
-Gracias...y... eh...Luna...¿podríais...?- Empezó titubeante la condesa, pero la otra joven la interrumpió.
-Descuidad. Ginny es buena aliada cuando se trata de distraer a Berta- Y guiñándole un ojo la ayudó a abrir las pesadas puertas, despidiéndola con la mano libre.
La penumbra empezaba a reinar y la mente de Hermione trabajaba en varios temas que iban desde preguntarse como hacia Luna para darse cuenta de todo y parecer lo contrario y el hecho de que empezaba a arrepentirse por lo que estaba haciendo.
Pero el miedo, la duda y la distracción abandonaron su cabeza cuando se encontró de frente a Harry que había ido por ella.
-Lo siento Hermione, espero no ocasionaros un problema- El muchacho se llevó la mano a la cabeza, alborotando inconscientemente su ya despeinado cabello y a ella le pareció adorable.
-Está bien...Harry- El tuteo le parecía delicioso, la hacia sentir que era libre y que llevaba años conociéndolo y no un mes. Porque desde aquel día en que había visto por primera vez las esmeraldas que tenía por ojos, él había regresado sospechosamente (a dicho de Luna), seguido al convento.
Y así, ante la exasperación de Berta, el regocijo de Ginny, las indirectas de Luna de que ya tenían demasiado queso y lana para hilar durante el invierno, la sorpresa de la Madre Superiora y la indiferencia de las demás hermanas; Harry había iluminado con su presencia la tranquilidad aparente de Hermione, logrando ganarse su confianza y poco a poco un sincero cariño.
-Quería que vierais algo hermoso. Esta noche hay luna llena y merece la pena el riesgo de alejaros un poco de estos muros- Siguió el ojiverde, ofreciéndole la mano para guiarla.
Era la tercera vez que sus manos coincidían. La primera cuando se conocieron, la segunda porque ella resbaló en el paseo que hicieron a las ruinas de un muro romano; pero esta sería la primera que lo harían sin necesidad ya que la vereda era bastante visible.
Pero ella la tomó, decidida y turbada sin saber bien porque aquel contacto la hizo estremecer.
Por un momento se quedaron en completa calma, mirándose mientras sus manos unidas sobresalían entre la oscuridad de sus ropajes.
Entonces él sonrió. Y ella le respondió desde el fondo de su alma.
Estrechando la mano de la condesa, el joven la guió entonces hacia el interior del bosque.
No caminaron demasiado deprisa, sólo lo suficiente para poder regresar a tiempo al convento. Después de diez minutos de andar entre los árboles, Harry detuvo su compañera.
-¿Ya llegamos?-
-Ya casi, pero antes de seguir, deberéis cerrad los ojos.-
-Pero...-
-Por favor Hermione, confiad en mi-
-Por supuesto que confío en vos, Harry...es sólo...- Ella suspiró¿cómo decirle que se ponía total y completamente nerviosa de su cercanía, y tener los ojos cerrados no iba a ayudarle en absoluto? No podía decírselo, por supuesto, así que sonrió con resignación, dejó caer la cortina de sus pesadas pestañas y se dejó hacer.
Harry volvió a avanzar, más despacio esta vez, guiando a una afligida Hermione.
Pasaron cerca de dos minutos y ella lo sintió detenerse.
-No miréis aún Hermione, esperad un momento-
-Bien...-
-Ya casi...ya casi...¡Ahora!-
Obedeció lentamente, descubriendo como, dócil, apacible y ensoñador se presentaba un paisaje envuelto en ruidos nocturnos.
Estaban de pie en un peñasco y a su derecha se encontraba una cascada de pequeña altura, que dejaba caer con fuerza, sobre el riachuelo que se hallaba a sus pies, una corriente de agua límpida y olorosa a hierba.
La cascadilla estaba rodeada de piedras de donde brotaban diversas plantas y flores de colores suaves. El aroma que brotaba del lugar era embriagante y la luna coronaba el cuadro, dejando caer sus rayos con amorosa dedicación sobre el espejo de agua del tranquilo arroyo.
La joven se quedó sin habla. Los ojos chocolate abiertos azorados, reflejando destellos de felicidad.
-Harry...por Dios...este lugar es sublime...-
Pero, ya fuera porque al conocimiento previo del lugar, ya no se sentía tan impactado, ya fuera porque los rayos del astro lunar habían olvidado un momento su celosa vigilancia sobre el elemento acuático, distrayendo sus atenciones hacia el pálido rostro de la joven, o bien porque sentía un impulso necesario de verla a todo momento, de escucharla lo más que fuera posible...de tocar su tierna piel hasta la locura...el hecho es que el joven de cabello negro no despegó su vista un segundo de la condesa. El corazón latiéndole desbocado sobre el pecho al observar como sus dientes presionaban el labio inferior con el gesto de una niña pequeña. Una corriente de ternura embargó inclemente el corazón del muchacho y se unió peligrosamente a la admiración que le provocaba la castaña. Y reconociendo que era hermosa en aquel aspecto tímido y desaliñado; se descubrió completa, absoluta y totalmente enamorado de ella.
Ajena a los pensamientos de su acompañante, pero sintiendo la mirada insistente sobre ella; Hermione trataba de encontrar el valor para enfrentarse a los profundos ojos del moreno; que seguramente habrían adquirido el color de aquella hermosa piedra que trabajaban en Oriente: El jade.
Tampoco podía soportar la idea de estar un minuto más sin verlo, por lo que, sintiendo el corazón oprimirse como si una mano muy fuerte lo estrujara, encaró a Harry Potter.
Entonces se dio cuenta que la mano, por fuerte que apretara, era extremadamente cálida y le pareció que dejaba el corazón para, de prisa, arrojar el calor sobre sus mejillas.
Harry la miraba con una profundidad que ella no había observado nunca, pero ella podría hundirse sin duda alguna hasta el fondo.
Él sonrió, tímida, dulcemente.
Y ella le correspondió en los mismos términos.
-Es hermoso- Logró articular en un susurro la jovencita.
-Lo se-
Y así, juntos, observándose; teniendo como único testigo el astro de plata, Harry y Hermione descubrieron y asimilaron que no podrían estar ya, por mucho tiempo más, el uno sin el otro.
N/A. Hola de nuevo...
Ya se que es terrible, pero les advertí que estaba falta de inspiración...
Ahora, si creen que este romance va muy rápido...pues si...je, je...de hecho, así tiene que ser; porque la verdadera trama empieza después...
Así que, mientras preparo la tragedia, les dejó esto. Con mucho cariño.
María
