bueno, llevo algún tiempo practicando en estas cosas, pero como me encanta que opinen sobre lo que hago, pues ahí va! Este es el primer fic que voy a publicar y será cortito, sobre todo porque no tengo demasiado tiempo para escribir, y de todos modos, no me gusta escribir cosas a ordenador, porque con un cuaderno puedo ponerme a escribir cuando quiera y donde quiera XD


ENCUENTRO

El sol de la mañana bañaba su rostro sereno, tranquilo. Estaba dormido. Ni siquiera se dio cuenta de que se había quedado dormido en el suelo de madera que había en una de las habitaciones de la posada de su abuela, sin embargo, estaba tan cansado... el día anterior había sido agotador: se estaba ganando un sueldecillo para poder continuar con sus estudios y pagarse la matrícula de la universidad con un trabajo que le había dado su abuela, que consistía en llevar de ruta turística a los inquilinos de la posada por toda Hinata, tanto por las calles como por la montaña y alrededores, y siendo su primer día de trabajo, estaba agotado por la falta de costumbre, pero aún así se lo tomaba muy en serio.

Poco a poco se iba despertando mientras el sol atravesaba con su luz los párpados de Keitarô. Masculló algunos sonidos al despertar y abrió un poco los ojos, que enseguida se llenaron de la claridad del sol que caía directamente sobre ellos, llenándolos de embrujo. El color marrón claro de sus ojos tomaba un efecto anaranjado con aquella luminosidad. Se puso el brazo delante de los ojos para que no le diera tanta luz, ya que nada más despertar le molestaba mucho, y se incorporó. Notó que le dolía todo el cuerpo por las agujetas, pero aún así se tenía que levantar.

-¡Vamos Keitarô! Que vas a llegar tarde y no quiero que mis inquilinos esperen -le riñó Hina, su abuela.

-¡Ya voy abuela!

Se desperezó y se puso en pie. Se cambió de ropa y se puso unos pantalones de chándal oscuros, de esos con la tela impermeable, y una sudadera un poco más clara que el pantalón. A fin de cuentas, para ir a andar por rutas en el monte y hartarse a caminar, no hacía falta ir de punta en blanco. Sin embargo al bajar al vestíbulo donde esperaba el grupo pudo ver que había algunas personas que no opinaban como él, sobre todo una chica, que vestía con un sombrero, un vestido de corte en los hombros y unas sandalias de tira. No podía negar que la chica era preciosa: ojos claros, del mismo color que él, pelo anaranjado, muy largo, y un flequillo que caía por su frente. Hablaba con una chica de pelo corto y blanquecino que tenía los ojos más tiempo cerrados que abiertos, aunque ella vestía más para la ocasión que su compañera...

-Señores, este es mi nieto Keitarô, y será quien les acompañe por la ruta turística a Hinata -tras hacer las presentaciones, la señora Hina se marchó.

Keitarô hizo una pequeña reverencia y les explicó la ruta a seguir. Cuando todo había quedado ya claro, empezaron la marcha. Como hizo el día anterior, primero les mostró la zona civil, y luego se los llevó al templo y de ahí a caminar por la montaña. De momento todo marchaba bien, igual que el día anterior. Todo, excepto que un niño que acompañaba a un anciano matrimonio empezaba a separarse demasiado del grupo. Estaba excitado porque vivía en la ciudad y no conocía la montaña ni tanta libertad. Pero tampoco conocía el peligro que escondía la montaña.

-¡Minoru! -gritó la anciana al ver que su nieto resbalaba con algo de tierra suelta y caía por un precipicio.

Keitarô corrió a mirar dónde se encontraba el niño, y pudo comprobar que estaba a salvo, al menos de momento, agarrado de una raíz de un árbol, que, poco a poco, iba cediendo al peso del niño.

-¡Aguanta! -le gritó Keitarô.

Miró a su alrededor, pero nadie parecía querer arriesgarse a rescatar al niño. Keitarô sintió rabia por todos ellos, por la poca colaboración que mostraban aún viendo que ese niño estaba a punto de morir. Miró de nuevo hacia abajo cuando escuchó al niño gritar de terror al notar que la raíz cedía demasiado rápido, y sus pequeñas manos no resistían a aguantar su peso en el aire. Keitarô se apresuró a tratar de bajar hasta donde estaba el niño, pero en cuanto puso un pié en el saliente de tierra un poco más abajo de donde se encontraba el terreno llano, la tierra cedió bajo su pié.

-¡Maldita sea! -dijo entre dientes, frustrado.

-Déjame a mí.

Keitarô miró a la persona que había dicho esas palabras. Era aquella chica de pelo largo anaranjado del vestido y las sandalias. Acto seguido de decirle eso a Keitarô, se quitó el sombrero y se lo dió a su amiga. Después le dió instrucciones de intentar buscar una cuerda, cosa que parecía realmente difícil, sin embargo ella se marchó sin rechistar a toda prisa.

-Trataré de bajar yo, peso menos que tú y la tierra aguantará mejor mi peso.

-No puedo dejarte, soy el responsable de esta expedición y...

Le cortó el grito desgarrador del niño tras escuchar cómo la tierra caliza caía por la ladera del barranco.

-¿Piensas seguir discutiendo o me dejarás intentarlo¡Está claro que tú no puedes bajar a por él!

Keitarô apretó los puños. No tenía más remedio que aceptar, no había otra solución.

-Pero ten cuidado -aceptó.

Justo después la chica hizo el mismo gesto que Keitarô y apoyó un pié en uno de los salientes de tierra con precaución. Parecía que aguantaba bien, de modo que colocó el otro pié en otro saliente un poco más abajo y fue bajando poco a poco. Todo parecía marchar bien cuando, de pronto, uno de los salientes en los que se apoyó se deshizo y perdió el equilibrio, perdiéndo la sandalia e hiriéndose el pié. Empezó a caer cuando de pronto notó que su cuerpo paró en seco, pero no estaba sujeta a nada. Notó la presión en el brazo derecho y vió que la mano de Keitarô se lo rodeaba con fuerza impidiendo que se precipitara por el barranco, gracias a unos rápidos reflejos había podido cogerla a tiempo.

-Sujétate -le dijo a la chica costósamente.

Ella se aferró al brazo de Keitarô con la otra mano. Sin embargo, aunque estaba sujeta a él, no podía subir de nuevo, porque la arenilla que había al borde del precipicio hacía que Keitarô se escurriera y se acercara más al barranco. Entonces notó cómo alguien le cogía por los tobillos y evitaba que se moviera.

-¿Es que pensáis quedaros ahí mirando? -preguntó al resto del grupo el hombre que sujetaba a Keitarô por los tobillos.

Entonces otro hombre se puso al lado de Keitarô y le tendió la mano a la chica.

-Vamos, te ayudaremos a subir -dijo el hombre.

-No -se negó ella- , estoy muy cerca del niño, si me subís ahora, no aguantará para cuando intentemos rescatarle.

-¿Y qué quieres que hagamos?

-Busquen algo con lo que

poder subirnos luego al niño y a mí. ¡Pero dense prisa, por favor!

-Está bien -respondió el hombre.

-Ya habéis oído -dijo el otro hombre que sujetaba a Keitarô.

Todo el grupo se puso en movimiento y empezaron a buscar una cuerda o algo parecido con lo que poder rescatar al niño y subirle a él y a la chica. Keitarô empezó a notar la tensión en el brazo por sujetar a la chica e hizo un gesto de dolor que ella pudo ver enseguida. Buscó los ojos de Keitarô, y cuando ambos se miraron, le preguntó:

-¿Estás bien?

-Tranquila, puedo aguantar. No te soltaré.

-¿Crees que me puedes bajar un poco más?

-No lo sé.

-Por favor, inténtalo.

Miró hacia el hombre que le sujetaba.

-Necesito acercarme un poco más¿aguantará?

-Vamos a ver.

La cogió con ambos brazos y se dejó llevar hacia delante sin apoyar la otra mano en la tierra. Ella volvió a apoyarse en la pared de arena con los piés y se soltó de una mano para intentar alcanzar al niño, que ya estaba casi a su lado.

-Vamos Minoru, coge mi mano... -le dijo al niño, que alargó el brazo.

Pero aún no podía llegar hasta él. Tensó un poco las piernas para intentar llegar al niño y Keitarô notó que su mano perdía fuerza y que el hombre que le sujetaba cedía demasiado hacia el precipicio.

-¡Hemos encontrado una cueda! -dijo una persona del grupo.

-¡Rápido, atadla a algún árbol y traedla aquí! -les dijo el hombre que sujetaba a Keitarô.

-¡No llega a ninguno!

-Pues tendréis que sujetarla vosotros mismos.

-De acuerdo.

Dejaron caer un extremo de la cuerda por el barranco y llamaron al resto del grupo para que se preparasen para coger el otro extremo.

-¡Dense prisa! -les dijo Keitarô.

Un instante después la raíz muerta cedió y se soltó de la tierra, y el niño, desesperado, hizo acopio de sus últimas fuerzas y cogió la mano de la chica, que le sujetó con fuerza. La violenta sacudida y el peso extra hizo que Keitarô emitiera un grito de dolor y que el hombre que le sujetaba se precipitara hacia delante y sus dedos friccionaran con la tierra y, debido al dolor de las heridas que le causó esto, le soltó los tobillos y Keitarô calló hasta que acertó a coger la cuerda que, por suerte, ya tenían sujeta con fuerza.

-¡Tirad!

Y después de dar la orden todos empezaron a subir a Keitarô, que sujetaba la cuerda y a la chica, que sujetaba al niño.uando ya estaba él en el borde, el hombre que le sujetó antes se apresuró a ayudarle a subir a tierra firme y después a la chica y al niño. Al fin estaban a salvo.

-¡Minoru! -lloraba la anciana abrazando a su nieto-.Gracias, muchas gracias.

Keitarô movía las manos para que se desentumecieran y se masajeó los brazos, que poco a poco se recuperaban del dolor.

-¿Cómo te encuentras? -preguntó la chica.

-Me duelen los brazos, pero estoy bien -respondió sonriendo.

Sin embargo, no tardó en borrar la sonrisa cuando vió la herida que ella tenía en el pié. Ella se dió cuenta de que la estaba mirando.

-No es nada -le dijo.

-¿Piensas caminar sin sandalia y con el pié herido?

-¿Acaso hay otra solución?

Keitarô se quedó callado un momento, pensando.

-¿Puedes levantarte?

-Creo que sí -respondió ella, haciendo el intento.

No obstante, aunque se había levantado, el dolor no le dejaba apenas plantar el pié.

-No puedes caminar así. Ven, deja que te lleve.

-¿Qué dices?

-¿Crees que no podré contigo a caballito cuando te he mantenido en vilo durante más de 10 minutos?

Ella se sonrojó.

-Venga, tienen que mirarte ese pié -ella le miró de nuevo a los ojos- Por favor... -rogó él.

No pudo con esa mirada... esos ojos...

-¡Está bien! -aceptó sonrojada y con dificultad.

Él se arrodilló para que ella se acercase y, tras ponerse en situación, la cogió de las piernas y la subió mientras que ella rodeó su cuello.

-¿Recuerdas el camino de regreso a Hinata? No está muy lejos.-le dijo al hombre que le ayudó, y éste asintió- .Bien, pues llévales tú de vuelta, yo me llevo a la chica de nuevo a la posada para que le curen la herida.

Dicho así, se empezó a alejar con ella del grupo, caminando un buen tramo en silencio.

-Menudo susto nos hemos llevado¿eh? -dijo él, sonriendo y en tono afable.

-¿Cómo puedes sonreír después de lo que hemos pasado? -preguntó ella con la voz agotada.

-Bueno, al final no ha sucedido nada¿no?

Ella lo dejó estar.

-¿Cómo te llamas? -le preguntó.

-Keitarô.

-Naru -dijo ella seguidamente.

-Encantado, aunque nos hemos conocido en una situación un poco rara...

Ella estaba demasiado cansada para iniciar una conversación debido a la tensión, por lo que no la continuó.

-Keitarô -llamó.

-¿Mmmm?

-Gracias.

Después ella se abrazó a él, apoyó la cabeza en uno de sus hombros y cerró los ojos. Tanto el uno como el otro pudo percibir el agradable olor de la piel del otro. Ella olía a una suave colonia, y él olía a gel de baño y a champú, lo que a Naru le resultaba relajante.

Al llegar a la posada, la abuela de Keitarô le aplicó una crema que le bajaría la inchazón y le calmaría el dolor, tras desinfectar la herida con alcohol, y le vendó el pié para evitar que se le pudiera infectar. Después se dió una buena ducha para quitarse la tierra del pelo y el cuerpo y pasó el resto del día en reposo. Mientras tanto, Keitarô tuvo que limpiar los baños al aire y parte de la posada libre para ganarse el sueldo del día, ya que no había podido acabar con el la expedición y debía completar su jornada de trabajo. Ya de noche, cuando su abuela decidió que era suficiente, acudió a una de las salas donde había una televisión y dió la casualidad de que ella estaba allí. Se acercó lo suficiente para que ella pudiera captar su presencia.

-¿Y tu amiga? -preguntó él.

-¿Kitsune? Ya se ha ido a dormir.

-¿Y tú?

-A veces me gusta estar un rato sola, y hoy casi no he podido con tanta gente preguntándome qué había pasado y qué tal me encontraba a todas horas... Y como sé que me lo vas a preguntar, te diré que no lo sé porque tengo el pié totalmente dormido por la crema que me ha dado tu abuela.

Keitarô sonrió.

-Ahora eres tú la que se ríe.

-Bueno, al final no ha sucedido nada¿no? -repitió las palabras de Keitarô.

Se quedó hechizado por la sonrisa de aquella chica y por ese brillo extraño en sus ojos, que no podía dejar de mirar. Por suerte, pudo reaccionar a tiempo antes de empezar a poner caras de imbécil embobado en mirarla y que ella se diera cuenta de que le gustaba.

-Me quedaré por aquí hasta que te acuestes para ayudarte a subir las escaleras, así que cuando quieras ir a tu cuarto, avísame¿vale?

-Gracias, Keitarô.

Se marchó de nuevo a los baños y se sentó en el suelo de madera, donde después se tumbó con las manos en la nuca, apoyando la cabeza en ellas, y contempló el cielo claro de primavera. Tras un rato ella le llamó y él la ayudó a llegar a su cuarto pasando un brazo por sus hombros para que se apoyara en él y pudiera ir caminando, ya que le resultó embarazoso que él cargase con ella. La dejó sobre la cama extendida en el suelo para que ella pudiera cambiarse de ropa sin demasiadas complicaciones.

-Buenas noches -se despidió él.

-Hasta mañana -respondió ella.


En fin, así acabo el primer capítulo de este fic, que creo que va a ser más largo de lo que pensaba... espero no dejarlo luego a medias, pero para eso necesito vuestro apoyo, de modo que dejad rewiews! como habréis podido comprobar, en este fic no hago continuación de la historia sino una historia nueva centrada sobre todo en Keitarô y en Naru con algún que otro cambio: él no es tan patoso, por lo que Naru no es desagradable con él, y el hecho de que no use lentes y que eso le haga más atractivo también suma puntos para que Naru no sea precisamente desagradable con él... vale, me callo. espero que sigáis los demás episodios que espero que no sean demasiados, y perdonad si tardo un poco en colgarlos... un saludo a todos!