Aquí está la continuación del capítulo 1, espero que os guste, a partir de aquí la cosa entre Keitarô y Naru se irán calentando...
DEL AMOR AL ODIO...
Keitarô se despertó y miró el reloj despertador que tenía a su lado: eran las 10 de la mañana. Se levantó y se vistió con unos vaqueros cómodos de tela fina y una sudadera parecida a la del día anterior con una capucha en color crema. Pudo comprobar que sus pantalones de chándal estaban rotos, y eran sus favoritos... Oyó un ruido en la habitación que tenía justo arriba: la de Naru. Imaginó que ya estaría despierta y se dirigió a su habitación para ayudarla.
-Buenos días -saludó mientras habría la puerta.
Se le aceleró el corazón al ver que Naru estaba sólo vestida con una ancha camiseta blanca, ya que no había traído pijama, y unas braguitas. Estaba destapada y sentada en la cama, y cuando vió a Keitarô, cogió rápidamente la almohada y se la lanzó justo a la cara.
-¡Será posible! ¿Es que no sabes pedir permiso antes de entrar en una habitación ajena? -le regañó ella.
-¡Lo siento, lo siento! ¡Ya me voy!
-Quédate, total, ¿ya qué más da?
Él notó cómo después de que ella dijera esas palabras, empezó a sentir mucho calor. Sin embargo le hizo caso y se quedó, y empezó a acercarse a ella lentamente hasta que llegó a su lado.
-Anda siéntate -le dijo.
Él obedeció y se sentó a su lado.
-¿Cómo te encuentras? -le preguntó él.
-Mejor -respondió Naru- ¿Y tú?
-Sólo me quedan agujetas por todo el cuerpo -se rió- , pero estoy bien.
Ella alcanzó su ropa para vestirse y miró a Keitarô.
-¿Puedes darte la vuelta un momento?
-Claro -respondió él.
Cuando lo hizo escuchó el murmullo de la ropa al rozar con la piel de la chica.
-Oye Keitarô...
-¿Si?
-He pensado que podíamos pasar tú y yo el día juntos, como agradecimiento por ayudarme ayer...
En realidad era sólo una escusa barata para conocerle y estar con él. Desde el primer momento en que le vió le llamó mucho la atención... No sólo era guapo, atractivo y con buen cuerpo, sino que había algo en él que la atraía fuertemente.
-¿Lo dices en serio? -preguntó, y se dio la vuelta para mirarla.
-¡Pero no me mires, pervertido! -le gritó, aunque no enfadada, porque ya estaba casi vestida.
Se abalanzó a él y le empezó a hacer cosquillas.
-Ahora verás -le amenazó él.
Las tornas cambiaron y fue Keitarô quien empezó a hacerle cosquillas a ella, hasta quedar él sobre ella, con los rostros muy cerca... No pudieron evitar mirarse los labios y después a los ojos, con los corazones acelerados y la respiración fuerte debido a las risotadas y los forcejeos y también por los nervios de la situación. Pero ninguno daba el paso.
-Lo... lo siento -se disculpó Keitarô, a la par que se incorporaba.
-No pasa nada...
Keitarô se debatía entre la posibilidad de dejar las cosas como estaban, o besarla apasionadamente como jamás había besado a nadie. De pronto ella empezó a reírse.
-¿Y tú de qué te ríes? -le preguntó.
-No, de nada -respondió Naru, entre risas.
Keitarô no pudo evitar sonreír al mirarla. Era tan preciosa... quizá había sido mejor que no hubieran seguido adelante y esperar conocerse un poco mejor. Tenía la impresión de que podía enamorarse de ella de verdad. Quizá era una idea absurda pensar eso cuando no la conocía prácticamente, pero el corazón no atendía a razones.
El día con ella pasó rápido: por la mañana, además de ayudarla a caminar sola poco a poco, le mostró la residencia, las habitaciones principales, el balneario... y le enseñó su cuarto, que resultaba que tenía un agujero en el techo y counicaba las habitaciones sus habitaciones. "Ya sabes, si por la noche te aburres o quieres algo, sólo tienes que abrir la trampilla del suelo y hablar conmigo" le había dicho Keitarô a Naru. Por la tarde él la llevó hasta la casa de las bodas, que era el final del trayecto de la ruta turística, porque se lo había prometido. Como no podía caminar bien y debía apoyarse en Keitarô, tardaron bastante en llegar.
-¿Entramos? -propuso Naru.
-Mejor que no. Verás, dicen que si una pareja entra en esa casa y permanece en ella una noche, estarán juntos por siempre. Empezaron a usar la casa para hacer matrimonios de conveniencia, y por eso acabaron cerrándola.
-¿Va en serio?
-Sí -respondió, regalándole una sonrisa.
Lo cierto es que estaba intrigada por la historia que le había contado. O Keirarô era muy imaginativo, o la historia era cierta. O puede que, tal vez, fuera solo una leyenda. El caso es que la cosa se acabó ahí, dejaron el tema y se marcharon de nuevo a Hinata, que para cuando llegaron, era ya de noche. En el último tramo del camino de regreso, Keitarô tuvo que cargar de nuevo con Naru, ya que aún le dolía el pie y de tanto caminar el dolor aumentaba. Al llegar a la posada, la abuela Hina no estaba, de modo que él mismo le hizo la cura a Naru, le desinfectó la herida y se lo vendó de nuevo.
-Creo que mañana podré dejarte el pie sin la venda para que cicatrice bien. Parece que se está recuperando rápido, aunque de tanto andar se te ha vuelto a inchar un poco... lo siento.
-Tranquilo, soy incapaz de quedarme quieta, te agradezco que hayas pasado toda la tarde conmigo.
-Si lo he hecho ha sido
porque he querido...
Se miraron fíjamente, sonriéndose, mientras él le frotaba un poco el pié herido para que circulase mejor la sangre y para calmarle el dolor.
-¿Vas a hacer algo ahora mismo? -le preguntó Naru.
-Pensaba quedarme contigo, pero si tienes otros planes...
-Estaba pensando en ir a bailar -dijo, mientras se reía, haciendo que él también lo hiciera.- Pero si quieres puedo quedarme aquí y ver la tele contigo, haré ese gran sacrificio.
-Suena bien, siento chafarte el baile haciendo que te quedes conmigo.
Después de otras risas, Keitarô apagó las luces, pusieron la televisión y se taparon con una sábana ligera. Ella se acurrucó y él estaba a su lado. No quiso ni mirarla, porque tenerla tan cerca, con la tenue luz que había en la habitación y mirar esos ojos que le apresaban era demasiada tentación como para controlarse. Poco a poco, notaba que ella se acercaba más a él, hasta que ella apoyó la cabeza en su hombro. Eso quería decir que... cuando ya no pudo evitarlo y la miró, todas sus tentaciones ardientes de disiparon al instante reemplazándolas por un intenso sentimiento de ternura: estaba dormida. Con cuidado, se levantó sin despertarla, la cogió en brazos y la llevó a su cuarto. Allí la metió en la cama y la tapó. Debía de estar agotada por la caminata... Se la quedó mirando, sin mover la vista de su rostro lleno de calma y serenidad, y lo hacía porque sabía que ella no se daba cuenta de que lo estaba haciendo. Le tenía totalmente hechizado, de tal manera, que no era consciente ni de lo que hacía. Se acercó a ella, tanto, que sintió su respiración tranquila palpitando en sus labios, los entreabrió y la besó muy lentamente para que ella no despertara. Se estremeció cuando sus labios hicieron contacto, y se sintió desvalido cuando tuvo que abandonarlos. Abrió de nuevo los ojos y la contempló una última vez antes de marcharse.
-Buenas noches -susurró.
Y después, se marchó.
Cuando llegó a su cuarto, se tumbó en el suelo boca arriba y se puso un brazo sobre la frente. Miró la tablilla que tapaba el agujero del techo y suspiró. Sin darse cuenta, se quedó así dormido.
El sol volvía a iluminar su rostro y le fue despertando. Frunció el ceño a causa de la molestia de la luz en sus ojos.
-¿Ya te has despertado?
Abrió los ojos y después de poner el brazo en alto para tapar el sol, pudo ver que Naru estaba sentada a su lado.
-Naru...
-No me había fijado en que tus ojos fueran tan bonitos al sol -le dijo ella, sonriendo.
Él respondió con otra sonrisa.
-¿Cómo es que estás aquí?
-Ya que tú viste cómo dormía, yo quería ver cómo despertabas.
De pronto, al recordar que la acostó la noche anterior, le vino a la cabeza el beso. Le gustó, pero se sentía como un ladrón, porque le había robado un beso cuando estaba dormida, sin darle oportunidad de evitarlo o responderle. Se incorporó del suelo y se frotó la cara para espabilarse un poco.
-Ahora que caigo, ¿cómo has llegado aquí?
-Pues ya ves -dijo ella, enseñándole su pie vendado, ya sin hinchazón -¿Hoy tienes que trabajar?
-Me temo que sí -miró el reloj- Y de hecho, llego tarde. Mi abuela me matará...
-Si quieres puedo ir contigo, vas de ruta, ¿no?
Él asintió.
-Pues me apunto. Me gustaría ver la famosa capilla de las bodas otra vez.
Le intrigaba por qué le había llamado tanto la atención a Naru, pero bueno, si ella quería ir...
-Como quieras -aceptó él- , pero tenemos que hacer dos veces la ruta.
-No hay problema.
Él se encogió de hombros y bajó con ella, donde estaba ya esperando el grupo. Tras recibir dos collejas de su abuela se fue de nuevo de ruta por Hinata. Al llegar a la capilla de las bodas, Naru le pidió acercarse más al edificio ruinoso de madera, y tras insistir, consiguió que Keitarô aceptara al final. Dejó al grupo descansando un poco más atrás y ellos se adelantaron hasta llegar a la misma entrada de la casa.
-Ya estamos aquí, ¿ahora qué?
-Me gustaría mucho verla por dentro...
-¿No recuerdas la historia que te conté? Además, no podemos entrar porque la puerta está sellada y la llave la guarda mi abuela, y ella no me la dará.
-¿Seguro que no? Vaya...
-¿Por qué tanto interés en entrar?
-No, por nada...
Tras permanecer un momento en silencio, pensando, Keitarô dijo:
-Intentaré conseguir la llave sin que se entere mi abuela, pero haremos un vistazo rápido y nos iremos, ¿de acuerdo?
-¡Muchas gracias Keitarô! -le dijo efusiva, besándole fugazmente en la mejilla.
Después se fue corriendo hasta el grupo.
-De nada... -respondió él, y suspiró por el lío en que se estaba metiendo, y luego la siguió.
Nada más regresar, Keitarô le miró el pie, le hizo una última cura y se lo dejó destapado, con sólo una pequeña gasa para evitar que se rozara con algo y se hiciera daño.
-Ya está. Ahora quédate aquí, y si ves a mi abuela, intenta mantenerla contigo un rato, al menos hasta que yo vuelva. Voy a intentar conseguir la llave, creo que sé dónde está.
Ella asintió y Keitarô se puso manos a la obra.
-Naru.
-Kitsune...
-Tengo que hablar contigo, ¿subimos a tu cuarto?
-Es sobre eso, ¿no?
-Sí.
-De acuerdo.
Keitarô llegó silenciosamente a la cafetería de su tía Haruka, que formaba parte de la posada, y entró. Sólo le faltaba un poco para entrar al almacén...
-¿Qué haces aquí, Keitarô?
Se dio la vuelta rápidamente y vio a su tía tras de sí.
-Eh... -vaciló, ¡no sabía ni qué decir!- He... he venido... A por té.
-¿A por té? Pero si queda té de sobra en la posada...
-Es que es un té especial -alegó- , es curativo. La abuela Hina me lo ha pedido para curarle una herida a una chica.
Le pareció increíble que le estuviera soltando ese rollo a su tía.
-¿Una herida?
-Ya sabes cómo es la abuela... -le dijo, sonriendo.
-Está bien, dime cómo se llama y te lo daré.
-Es que no lo recuerdo, ya lo busco yo, me ha explicado cómo es el dibujo de la caja.
Haruka se encogió de hombros y se marchó. Keitarô se apresuró a entrar al almacén, miró las etiquetas de las llaves hasta que lo vió: casa de las bodas. Se guardó la llave en el bolsillo y se marchó corriendo. Pero cuando llegó, Naru no estaba en el lugar donde la dejó, y el siguiente grupo saldría enseguida.
-Abuela, ¿ha visto a Naru?
-Creo que está en su cuarto -respondió Hina.
Se fue para allá al momento. Estaba nervioso, tanto de volver a llegar tarde como de que le descubrieran que había cogido la llave sin permiso. Al llegar a la puerta corrediza de su cuarto, había una pequeña abertura que permitía que pudiera oír la conversación que había dentro de la habitación. Se quedó parado en la puerta al ver que había alguien dentro, pensó esperar para pedir permiso en cuanto acabara la frase uno de ellos y entrar.
-Tenemos que conseguir que esa mujer venda esta ruinosa posada de una vez -decía Kitsune- , estamos aquí para eso. Si conseguimos que venda, ganaremos mucho dinero. Este terreno vale millones y millones de yenes.
-Lo sé, ya lo sé -dijo Naru.
Keitarô no podía creer lo que estaba oyendo.
-Tenemos que hacer un buen plan, dentro de poco tendremos que marcharnos y deberemos darle una respuesta a la inmoviliaria -siguió Kitsune.- Tú eres amiguita del nieto de esa vieja, ¿no? ¿Por qué no le convences de que te ayude a persuadir a su abuela de vender la posada?
-¿No podemos re... ?
Paró de hablar en seco cuando oyó pasos enérgicos alejándose de la puerta. La sangre le hervía de la rabia que sentía.
-¡Nos han oído! ¡Maldita sea Naru, nos han oído!
Ella alarmada salió corriendo a mirar quién era, y le dió un vuelco al corazón cuando vió que quien se alejaba de allí era Keitarô.
-¡¡Keitarô! -le gritó mientras corría tras él -¡Espera Keitarô!
-¡No me toques! -la empujó en cuanto le rozó el brazo con la mano para detenerle -Aléjate de mí. No quiero volver a verte por aquí, si para mañana a primera hora no te has ido, yo mismo te echaré aunque sea arrastras.
-¡Por favor, Keitarô!
-¡Confiaba en ti! -le gritó tras aprisionarla contra la pared, colocando los brazos a los lados y plantarse delante de ella para no dejarla marchar, y obligarla a mirarle a los ojos- ¡Lo hacía Naru! ¡Incluso he llegado a pensar que me había enamorado de ti! Pero sólo eres una mentira.
Naru tenía los ojos húmedos por las lágrimas que se estaban formando en ellos, pero aún así él no suavizaba la forma de tratarla. La dejó sin palabras. Sin decir nada más, la dejó libre y se marchó, pero ella no pudo ni moverse, sólo dejó que las lágrimas corrieran por su rostro.
Pues ya está! el segundo capítulo! posiblemente el próximo que haga será el último y seguiré con otra historia de love hina que tengo entre manos desde septiembre, ya llevo 144 páginas escritas en folios! es que me encanta escribir... por desgracia esta no la publicaré, es demasiado larga como para pasarla a limpio... espero no tardar demasiado en colgar el tercer capítulo y en hacer algún que otro fanfic por aquí cuando tenga tiempo. gracias a todos por leer y dejad vuestos reviews con vuestras opiniones! porfa, si son malas, no os paseis mucho, que yo me estoy esforzando y no quisiera que menospreciaran mi trabajo.
