Este será el último capítulo del fanfic, aquí escribo el desenlace de lo que pasará con la posada Hinata, aclararé qué tiene que ver Naru con todo ese turbio asunto, y qué ocurrirá al final con ella y con Keitarô, que parece odiarla por lo que ha hecho. Sin embargo, no ha dejado que Naru le de explicaciones de nada... mirad la nota de la autora!

LA VERDAD DE MI CORAZÓN

Todo había pasado muy deprisa: ella, hablando con Kitsune sobre el asunto que tenían entre manos, y de pronto, Keitarô la había dicho que se marchara de la posada y que jamás volviera por el lugar. Ahora estaba sentada, sin poder desclavarse de la mente los ojos enfurecidos de Keitarô abrasándola con la mirada. No le culpaba por estar tan enfadado, de hecho, tenía razón más que de sobra, de haber sido otra persona, posiblemente la hubiera echado de allí a patadas. Pero el dolor seguía ahí.

No era culpa suya lo que estaba pasando. En realidad no tenía nada que ver, lo hacía sólo para ayudar a su amiga. Todo ocurrió cuando ella apostó, como de costumbre, en las carreras de caballos, y como decía que era su día de suerte y que tenía una corazonada, apostó el dinero que sus jefes de la inmobiliaria en la que trabajaba le habían entregado para que se hiciera responsable de entregarle a un cliente importante, y debía ser en mano. Lo perdió todo. Sus jefes amenazaron con denunciarla y mandarla a la cárcel por ello, ya que era mayor de edad. Sin embargo, le propusieron un trato: había un terreno en Hinata que les llamaba mucho la atención, pero que no conseguían una oferta de compra por mucho que insistieran. Su trabajo consistía en lograr que la mujer que regentaba la posada en cuestión, que estaba edificada sobre el terreno que les interesaba, vendiera al precio más barato posible, lo cual era bastante difícil de conseguir, pero era o la cárcel o eso. Desesperada, le pidió ayuda a Naru para que ella también intentara conseguir que Hina vendiera la posada, y no pudo negarse. Su amiga de toda la vida lo estaba pasando mal, y no podía dejarla tirada. Pero no se había acercado a Keitarô por eso, en realidad, cada día que pasaba dudaba más de lo que tenía que hacer. Estaba entre la espada y la pared, porque por un lado estaba Kitsune, que si no la ayudaba, la meterían a la cárcel, y por otro, Keitarô, que jamás le perdonaría lo que había venido a hacer, y si por un casual lograra convencer a Hina de que vendiera la posada, le perdería para siempre. Fuera cual fuera la decisión que tomara, perdería. Estaba en un camino sin salida.

Keitarô se marchó con el grupo de salida para emprender de nuevo la ruta una vez más. Toda la rabia que había acumulado poco a poco se iba transformando en tristeza. Se sentía traicionado por Naru, a quien había cuidado, había estado pendiente de ella en todo momento porque en parte se sentía responsable de que estuviera herida y de que hubiera podido ser peor, y a quien había hecho compañía todos esos días mientras no podía casi caminar. Y aún así... Cuando quiso darse cuenta estaba frente a la capilla de las bodas que tanto le había interesado a Naru. Ahora comprendía por qué le gustaba tanto... era otra presa para la inmobiliaria, desde luego. Quiso enfadarse, pero no tenía fuerzas ni para eso. Dio una fugaz explicación y se llevó al grupo de nuevo a Hinata, no le apetecía demasiado permanecer ahí, y cuando llegó a la posada, alguien le estaba esperando.

-¿Qué quieres? -preguntó él sécamente.

-Voy a hablar contigo, quieras o no -respondió Kitsune.

-No tengo por qué hablar de nada -atacó él- Apártate.

-He dicho -dijo Kitsune poniéndolo contra la pared, cogiéndole de la sudadera- que me vas a escuchar quieras o no. Mira no sé qué os habrá pasado a ti y a Naru, pero está hecha polvo.

-No es asunto mío.

-Claro que lo es, porque si está así es por mi culpa, y me vas a escuchar.

Keitarô se quedó callado y ella le soltó. Después le contó lo que pasaba y por qué había tomado esa actitud, cuando acabó, él no articuló ni una sola palabra. Lo único que hizo fue bajar la vista y marcharse a su cuarto caminando lentamente.

Se quedó a solas, a oscuras en su cuarto, con la única luz de la luna llena entrando por la ventana y haciendo perfectamente visible la habitación. Estaba totalmente confuso: ¿había simpatizado con él todo ese tiempo para conseguir su propósito o realmente le había gustado? Oía el ruido de la habitación de arriba. Naru estaba recogiendo su ropa y se estaba preparando para dormir temprano, puesto que debía marcharse al amanecer. Dejó de oír ruido enseguida y supuso que se había metido ya en la cama. Suponía bien. Naru estaba tumbada y tapada, pero no podía ni cerrar los ojos sólo de recordar lo que había pasado, y saber que él estaba justo debajo de ella la atormentaba. Entonces tomó una decisión: si iba a marcharse, antes le diría todo lo que se había estado guardando. Con determinación, se levantó de la cama, salió de su cuarto y bajó las escaleras hasta llegar a la habitación de Keitarô. Sin siquiera pedir permiso, entró en ella. Él estaba sentado en el suelo, le veía de perfil, mirando a la ventana, con una rodilla flexionada y un brazo apoyado en ella, el otro, en el suelo. El brillo de la luna en su cuerpo, en su piel, en sus ojos... sintió un escalofrío que le recorrió la espalda. Él sabía que estaba allí, pero no hizo el menor amago de mirarla.

-No me sentiría bien conmigo misma si antes de irme no te confesara algo... -dijo ella.

Él ni se inmutó. Pero no podía soportar tenerla tan cerca sin hacer nada.

-No sé si habrás creído o no a Kitsune cuando ha hablado contigo, pero si lo crees, entonces sabrás por qué hice lo que hice -hizo una pequeña pausa para reunir fuerzas- pero quiero que sepas... que el tiempo que he pasado contigo no ha sido para utilizarte...

-Ahora ya no importa -dijo Keitarô- , porque no puedo creer en tus palabras.

"Si no crees en palabras, creerás en hechos", pensó ella.

-No me iré sin hacer algo que debería haber hecho antes.

Con paso firme se acercó a él, y fue entonces cuando Keitarô pudo ver que ella sólo llevaba un ligero camisón que le llegaba a medio muslo, pero casi no pudo observarla, porque ella se puso sobre él a horcajadas, le tomó el rostro con ambas manos y le besó apasionadamente. Él notó cómo su cuerpo se arqueaba y movía ligeramente las caderas a un ritmo constante, lento, mientras su respiración se hacía cáda vez más fuerte. Keitarô respondió a aquel beso que Naru le daba, con toda su pasión, con toda su alma. Y con todo el corazón. La recorría el cuerpo con las manos, cada curva, cada parte, ardiendo en deseos de despojarla de una vez de la suave tela que la cubría. Naru llevó sus manos a la cintura de Keitarô, y empezó a acariciarle la piel del abdomen y a juguetear con el botón del pantalón. Él, apresuradamente, dejó de besarla y se quitó de una la sudadera y la camiseta que llevaba, quedando con el torso desnudo. Con la respiración sofocada por los besos y las prisas, mezclada con el deseo, se miraron un instante. No había dudas, sabían lo que querían. Naru no podía fingir la pasión que la encendía, de modo que supo que ella también estaba enamorada de él, como él de ella. Tras esa pausa volvieron a unir sus labios en un beso más calmado, más suave, dejando que sus labios se escurrieran lentamente, pero sin pausa. Él llevó sus manos hasta la parte de abajo del camisón, acariciando todo su cuerpo, y lo fue llevando poco a poco hacia arriba, mientras lo hacía, besaba el cuello de Naru, etreabriendo los labios para acariciar su piel con la punta de la lengua. Ella subió los brazos y él la despojó del camisón, quedando en ropa interior, la hizo girar y se tumbó sobre ella y se quitó sin mucha dificultad los pantalones y dejó que ella le quitara el resto, mientras notaba el roce de sus dedos en la piel sensible y se estremeció. Ardía en necesidad de hacerla suya. Le desabrochó el sujetador y se lo quitó, y trazó el perfil de sus pechos con los dedos, los besó y la escuchó soltar un leve gemido de placer al sentirlo, y mientras que le besaba iba bajando hasta llevar sus manos a su braguita, que fue bajando mientras besaba cada espacio de su cuerpo que quedaba libre tras quitárselo. Al notar ella que se lo había quitado, abrió las piernas, y mientras Keitarô regresaba poco a poco a su boca, fue llevando su lengua por sus piernas, por los muslos, hasta llegar al centro de su ser, y al hacerlo, ella estalló de placer, notando los húmedos besos allá donde ella más los necesitaba, y el juguetear de su lengua en su brote hasta hacerla casi llegar a la cúspide. Pero él, que notaba sus movimientos y su agitada respiración, paró antes de que ella llegara al orgasmo y subió por su cuerpo hasta volver a besarla en los labios una y otra vez, mientras notaba en su miembro endurecido los movimientos de sus caderas pidiendo que la tomara. Y al fin, eso hizo. Se movió de tal forma que entró en ella, notando la resistencia del hímen, y empezó a hacerle el amor con cuidado hasta que notó que ella no sentía dolor, volviéndose cada vez más locos cuando él se sumergía de nuevo en ella y retrocedía para avanzar otra vez, siguiendo con el ritual del amor hasta llegar ambos a la vez al orgasmo. Después, con la respiración y el corazón acelerados, se miraron a los ojos.

-¿Estás bien? -preguntó él en un susurro.

-Sí -respondió Naru.

Después le tomó la mano y se la puso en el pecho. Los latidos del corazón de Naru atravesaban las palmas de Keitarô y golpeaban en sus venas.

-Esta es la verdad de mi corazón -le dijo- Me he entregado toda a ti para que te des cuenta de que te quiero.

-Lo sé -dijo él.

-Keitarô, vayamos juntos a la capilla de las bodas para estar juntos por siempre.

-No es necesario que lo hagamos -respondió- ,porque tú ya tienes mi corazón.

Tras besarse de nuevo larga y lentamente, él apoyó la cabeza sobre el pecho de Naru y se taparon. Se durmió sintiendo los dedos de Naru hundiéndose en su pelo y acariciándole, mientras escuchaba los latidos de su corazón.

Cuando Naru despertó, miró a su lado y ahí estaba él, durmiendo. No debían ser más de las 2 o las 3 de la mañana, pero no podía dormir. Se le quedó mirando, con la cara iluminada por la clara luz de la luna, con los reflejos de la luz en su pelo, y su expresión llena de calma. Estaba profundamente dormido. Recordó todo lo que había pasado con él todos esos días, y sonrió llena de calidez y dulzura. Le apartó un poco el flequillo de la cara con las yemas de los dedos para evitar despertarle. Tenía la piel muy suave, y el contacto con la suya propia era muy agradable, el calor de su cuerpo le llegaba a través del suyo. Puso su mano sobre el rostro de Keitarô, y le acarició con leves movimientos del pulgar como si fuera un niño, la había tratado con el mayor cuidado posible para evitar hacerla daño, ya que enseguida notó que era su primera vez, y por lo que pudo comprobar ella por el constante temblar de su cuerpo, también era la suya. El haber hecho el amor con él ya suponía que había tomado una decisión y ya no podía echarse atrás. Y sin embargo, aunque no se arrepentía de lo que había hecho, se sentía ruín. Suspiró y acabó levantándose de la cama porque no podía dejar de pensar, se puso las braguitas y la camiseta de Keitarô de manga corta que le quedaba bastante ancha y le cubría casi todas las nalgas y se fue hacia la ventana a mirar el paisaje y la luna llena. Keitarô no tardó mucho en despertarse y le extrañó no ver a Naru durmiendo con él. Se incorporó y se rascó la cabeza, y la vió en la ventana sentada en el marco, ella le miró y no evitar empezar a reírse al verle muerto de sueño con el pelo totalmente despeinado y esa cara de niño guapo que tenía cuando estaba contento, a lo que se le añadía verle restregándose los ojos.

-¿Qué haces? -preguntó él con voz dormida.

-Nada -respondió ella sonriendo- , me he desvelado, solo eso.

Él se levantó, se puso ropa interior y se sentó en la otra esquina del marco de la ventana. Contempló el paisaje nocturno del jardín que rodeaba la posada Hinata, sus árboles, y allá más lejos estaba el pueblo Hinata, con esas casitas y con los pequeños puestos de mercado, y en el horizonte, el mar bañado en plata pro la luz de la luna reflejada en sus olas. Ella estaba prendada del color de su piel, y pudo ver en la claridad de la noche su cuerpo con más detalle: sus hombros anchos, sus brazos fuertes y lus abdominales levemente marcados, como los pectorales. Sus ojos tenían un brillo extraño, tan embrujador como verlos llenos de sol. Tenía tanta suerte de tenerle a su lado...

-¿Te ocurre algo? -preguntó él, serio, y sin mirarla.

-Me siento como una traidora, Keitarô. He abandonado a Kitsune a su suerte, y ella me había pedido ayuda. No sé si he hecho lo correcto, pero... no podía, no podía quitarle la posada a la señora Hina.

-¿Cuánto dinero debe Kitsune?

-Muchísimo. Le es imposible reunirlo en tan poco tiempo.

-Pues yo creo que sí. Mi abuela ahora mismo no tiene mucho dinero, pero entre ella, Haruka y yo, quizá podemos ayudarla.

-Pero, Keitarô, ¿y la universidad?

Él sonrió.

-La Tôdai puede esperar un año más. Que tu amiga no entre a la cárcel es mucho más importante a que yo entre este año en la universidad. Además puede trabajar aquí para ir devolviendo el dinero que debe, mi abuela necesita ayuda y yo tengo que estudiar...

-¿De verdad harías eso por ella? Pero... si no la conoces de nada. Mhn...

Keitarô la calló besándola, y tras un momento, se separó de ella y le dijo:

-Te quiero, Naru, y haría lo que fuera por ti. Sólo quiero que seas feliz.

-Keitarô...

-Ahora vamos a dormir un poco, mañana tengo que trabajar y tenemos que hablar con Kitsune para que les devuelva el dinero a esos hombres de la inmoviliaria.

Se fue con él de nuevo a dormir, cerró los ojos y se durmió sonriendo, abrazada a él. Se sentía la chica más afortunada del mundo.

EPÍLOGO

Al día siguiente, Keitarô dejó a Naru durmiendo, le dio un beso en la mejilla y se vistió para irse a trabajar. Cuando regresó, Naru tenía una cara que lo único que le faltaba era gruñir, porque desde luego echaba humo...

-¡Pero cómo se te ocurre hacérmelo pasar tan mal para esa tontería!

-Tranquila Naru... -trataba de calmarla Haruka.

-¡¡Déjame Haruka que me la cargo!

-¿Pero qué pasa aquí? -preguntó Keitarô.

-Pues verás... -empezó Haruka, medio riéndose.

Naru estaba a punto de matar a Kitsune.

-Yo la mato, yo la mato, yo la mato, yo la mato... -decía ella.

Él la cogió de los hombros por la espalda, ella le miró y tenía una expresión un tanto... extraña (algo así: ¬¬ ...).

-¿Qué haces?

-Hasta que no me digas qué pasa no voy a soltarte.

-¿Eh?

Entonces él la obligó a sentarse y la rodeó con las piernas y los brazos y empezó a restregar su cara contra la de Naru, lo que la hacía ponerse de los nervios tras que él la frotase y frotase y frotase...

-¡Párateeeeeeeeeeeeee!

-No quiero.

-Vale, te lo digo te lo digo. Si es muy simple... resulta que Kitsune... ¡sólo debe el dinero que tú ganas en un mes! Nunca me había dicho realmente el dinero que debía pagar, pero al verla tan preocupada...

Al principio se molestó igual que Naru porque le había dado un susto de muerte y todo lo que había pasado había sido sólo por una tontería... pero al sentir ese alivio y al ver el rostro furioso de Naru cuando miró a Kitsune le hizo tanta gracia que empezó a reírse ruidosamente, tirado en el suelo de la posada.

Al final, Kitsune aceptó el trabajo para ayudar a Hina en la posada, devolvió el dinero y todo quedó zanjado, y Naru se quedó con ellos, ayudando a Keitarô a concentrarse para los exámenes de entrada en la universidad, y de vez en cuando él la ayudaba a ella a estudiar para apobar el último año de instituto. De vez en cuando, dejaban ese tipo de lecciones para dedicarse a otras, como por ejemplo, en el arte de hacer el amor, lo cual practicaron largo y tendido, procurando que sus encuentros a solas fueran frecuentes. A parte de eso, Hinata se convirtió en una residencia de chicas que regentaría Keitarô ayudado de su abuela y de su tía para poder compaginarlo con los estudios, pues Hina, ya vieja, quería dejarle la residencia a él, que era para Keitarô como su segunda casa. Llegaron nuevas inquilinas, que hicieron de Hinata-sou una verdadera casa de locos. El resto, podéis imaginároslo... jeje.

Le dedico este fic a mis amigos, sobre todo a Laura y Elena, que son mis mejores fans, y a Cristina, que últimamente también se une al club. Y, por supuesto, a todos aquellos que me han dado su apoyo y su opinión y me han animado a seguir poniendo reviews, gracias a todos, y también a aquellos que la han leído. Muchas gracias a todos, estas palabras que están aquí escritas son para vosotros. Este fic es vuestro.

El final no es muy completo pero estoy malita con fiebre... qué le voy a hacer... he querido arreglarlo todo, porque después el 2 capítulo la historia queda un tanto dramática, y como love hina no lo es demasiado, le he querido dar un pequeño toque de humor al final, aunque no me he lucido demasiado, hay veces que lo hago mucho mejor... siento no haber incluído a los demás personajes de la residencia, pero de haberlo hecho la cosa se hubiera alargado demasiado, y para dejarlo a medias prefiero que sea corto. gracias por leerme, y espero que tengáis buena opinión de mí - ... bueno, muchas gracias a todos y espero que pongáis vuestros reviews!