Weeeee!!!!!!!! Segundo capi de Desert Rose!!!! XDDD Aún estoy tratando de exprimirme los sesos intentado continuar Possession, pero se me agarró la vagancia con ése... Tal vez no lo actualizaré en un laaaaaaaaargo tiempo. TT No me maten snif snif

Kida Luna: XDDD Jaja.... Seeh... Diversión sana para Marik. Nada en él es sano. :P Y en cuanto a esos dos fics, no los abandonaré, sólo los dejaré suspendidos un largo tiempo. Irán a hibernar un rato.

Diosa atena: ¡Que exigente eres amiga! Recuerda que soy YO la que está haciendo el fic, así que, si Ryo será seme, será seme, aunque no por mucho tiempo. Solamente lo será en un solo lemmon (Oh dios! He abierto mucho la boca ) Pero, trataré de hacerlo ver como a ese niño sensual que a mi me encanta. w Cute!

La neko: (meow! XD) ¿Qué le tienes con Maxi? ¬¬ Es mi ídolo. XD Y shi, ya de seguro sabes quién es la rosa del desierto, jeje.

GRACIAS A TODAS!!! MERCI MERCI!!! XDD

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Mientras atravesaban las zonas boscosas y húmedas de la Selva del Amazonas, Bakura y Malik tomaban fotos del paisaje natural que se les aparecía en todas partes. Lograron captar en varias tomas como un jaguar cazaba, y esto puso muy contento al grupo, ya que las fotos una vez reveladas habían salido muy bien.

Al hacerse paso por entre la maleza, hallaron en un gran lago a una anaconda descansando apaciblemente sobre la orilla tomando sol, mientras que sacaba su bífida lengua constantemente para percibir su entorno.

Emocionado, Marik tomó su respectiva cámara, y, con cuidado, se acercó a la gigante serpiente que medía unos buenos seis metros. Sus colores le hacían difícil la localización, pero una vez cerca, como unos pocos metros, era muy fácil de ver.

La serpiente sintió unas vibraciones en el suelo, y giró su cabeza hacia donde se encontraba Marik apuntando con su cámara.

-Espero que no ataque... -se dijo así mismo el moreno, mientras disparaba rápidamente con el aparato.

La serpiente se desenrolló rápidamente, y comenzó a arrastrarse hasta el grupo, con suma curiosidad. Los demás se quedaron quietos, pero Bakura se agachó lo suficiente como para poder tocar suavemente la cabeza de la anaconda.

Esta se apartó, y lo rodeó, para poder adentrarse en el bosque. El albino suspiró, y volvió a colocarse de pie, mirando como la serpiente iba internándose en la maleza lentamente.

-Hum... Qué día... Hizo mucho calor últimamente...-se quejó Yugi, mientras que él y sus compañeros tomaban un relajante baño en las termas del hotel.-No creo poder aguantar otro día así.

-Jaja... Si supieras el calor que hace en Egipto, preferirías quedarte aquí, amigo.-acotó Marik, lavándole la espalda a Malik, que se encontraba recostado sobre las rocas.

-Por cierto, ¿Cuándo iremos a Egipto?-inquirió Yami, frotándose el cabello.

-Dentro de dos semanas.-la voz agotada de Malik respondió a la pregunta.

-¡¡¡¡¡SEEEEEEEETTTTTTTOOOOOOOOO!!!!!-una nueva voz se unió a la conversación, y, lo que se pudo oír después fue un gran "¡¡SPLASH!!"

Definitivamente alguien había entrado de la manera más tierna dentro de la piscina. El jabón de la cabeza de Yami había desaparecido por completo, Yugi estaba completamente mojado al igual que Marik y Malik. Seto en el mismo estado, y salvo Bakura, que se encontraba alejado de ellos, estaba con su cabello seco, sumido en sus pensamientos.

Al lado de Seto, emergió un chico rubio y alto, con sus ojos miel mirándolo tiernamente, con sus mejillas ligeramente sonrojadas. Se acercó al castaño, y lo besó en la mejilla derecha, haciendo que este se sonrojara fuertemente.

-¡Joey!-gritaron todos.

-¡Sip! ¡El mismo!

-¿Qué haces aquí?-preguntó Seto, una vez calmado.

-Pues, un pajarito me dijo que ustedes vendrían de safari por aquí, y pues, convencí a mis padres de quedarnos más tiempo en Brasil.-abrazó al castaño fuertemente, mientras que hociqueaba su cuello dulcemente.-¡Te extrañe Seto-san!

El chico se sonrojó nuevamente, y todos rieron suavemente ante esto. Bakura sólo miraba inerte. Volvió a sumirse en sus pensamientos, antes de que todos salieran de las termas.

Todos dormían apaciblemente, salvo el albino, que se encontraba sentado junto a la ventana, sosteniendo su sortija que seguía marcando al este. La dejó a un lado, y fijó su vista en la ventana, desde la cual podía ver los altos árboles de la selva elevarse hasta el cielo.

Se levantó, y se recostó nuevamente en su cama, dejando su objeto en la mesa de luz. Se dio media vuelta, y cerró sus ojos.

Pegasus bostezó abiertamente, y le dio una mirada de reojo al reloj, que marcaban las dos de la mañana. Dio un gruñido, y tomó el último libro que tenía por ver, acerca de un misterioso oasis que había oído hablar de unos lugareños. Al preguntar, estos le habían respondido que la historia la sabía en detalle un hombre de Egipto, pero que en esos momentos no recordaban su nombre, y tampoco conocían a alguien que pudiera contactarlo.

El nombre del oasis le había intrigado un poco. "El oasis de Afrodita". Estuvo buscando en varios libros que sacó de la biblioteca local sobre oasis de todo el mundo, y hasta ahora, no había encontrado ninguno llamado "Oasis de Afrodita".

Pero el último libro le llamó un poco la atención. No parecía ser uno corriente, más bien tenía pinta de ser un diario, más que un libro de información. Ahora que recordaba, el bibliotecario no le había entregado nunca un libro como ese.

No perdía nada echándole un vistazo.

Abrió el diario, y encontró que las páginas estaban amarillentas, pero que claramente se podía leer lo que contenía las hojas escritas a mano con tinta. La primera página tenía anotada la fecha del inicio del diario, hace unos doscientos años.

"24 de Octubre de 1804:

Ya tenemos todo preparado para la expedición al desierto de Egipto, el Sahara. Los barcos ya están cargados, mis compañeros ya poseen sus cosas requeridas para la expedición al igual que yo. Pudimos cubrir los fondos necesarios para este viaje, y felizmente nos embarcamos hasta el desierto."

El primer párrafo era relativamente corto comparado con los otros que estuvo hojeando Pegasus. Pero de todas formas, siguió leyendo:

"30 de Octubre de 1804:

Hace unos días nos azotó una tormenta en el mar Mediterráneo. Duró poco tiempo, pero fue el suficiente como para hundir a dos de las cuatro naves que habían zarpado del puerto, en Inglaterra.

Uno de los marineros avisa vociferando que ya estábamos por llegar. Sentí unas grandes ansias de poder volver a pisar tierra... Estar casi un mes navegando, con las constantes mareas, definitivamente no era para mí ese tipo de trabajos.

Desembarcamos todo, y un lugareño nos llevó a mí y a mi equipo hasta el hotel en el cual nos alojaríamos durante unos cuantos meses. Cada uno tenía su propia habitación, y poder tener la privacidad que necesitaba, para poder investigar cada uno por su cuenta, lo que iríamos a hacer.

Había llegado hasta Inglaterra, y luego hasta mí, una historia muy interesante. Un conde que había venido desde África, pasó unas semanas en mi casa, mientras que mi familia y yo, le dábamos un pequeño tour por nuestro hermoso país.

Una de esas tardes, nos encontrábamos en la sala, disfrutando de una taza de té, con algunos bizcochos, mientras hablábamos de nosotros.

-¿Sabe? Creo que esto le interesará mucho.-dijo el conde, dejando sobre el pequeño platito la taza a medio llenar.-Es sobre un fantástico oasis en el desierto del Sahara, allá en Egipto.

-Y, ¿Qué tiene de fantástico este oasis?

-Pues... –tomó un trago de té.-Dicen, que no es cómo cualquier otro. Usted vio que, la mayoría de los oasis, son pequeños, contando solamente con un lago muy chico, y escasa vegetación.-yo asentí en silencio.-Este supera casi diez veces al oasis más grande hallado. Posee un gran lago de agua cristalina, y contiene mucha más vegetación de la que se podría imaginar. Tiene toda clases de plantas; Árboles de frutas tropicales, flores de distintos tamaños y colores, de formas, y posee, casi cerca del centro del oasis, un pequeño campo de rosas inimaginable.

-¿En serio?-digo asombrado, ante lo que me acababa de contar el conde.-¿Acaso esas rosas...son de diferente color?-añado casi susurrando.

-Al parecer, este sendero, posee más colores de los que la Reina conoce. Y eso es mucho decir. ¿No lo cree así?

-Si, supongo que si.-muevo mi taza, para poder mover el líquido para que disuelva lo que ha quedado de azúcar en el fondo de la taza.-¿Tiene idea de cómo se llama este oasis del que me acaba de hablar?

-¡Oh si! Si, si, si.-sus ojos adquirieron un brillo peculiar, que no supe decir de qué sé trataba.-¿Conoce algo de la historia de los griegos?

-No, sinceramente. Nunca me ha interesado, salvo a mis hijos, que ahora me ruegan que los lleve hasta Atenas.-el conde rió.

-Pues, ellos tenían muchos dioses, uno para cada cosa que uno pudiera imaginar. Estos dioses vivían en una gran montaña, llamada Olimpo. El rey de estos dioses era Zeus. Poseidón, un hermano suyo, gobernaba los mares, y podía controlar las aguas. Estaba también Hades, que era el dios del bajo mundo, o como nosotros le diríamos, el Infierno. Estaba la maravillosa Atenea, que era la diosa de la guerra, y la hermosa Afrodita.

-¿Afrodita? Curioso nombre.-el conde volvió a reír.

-Ella era la diosa del amor, la sensualidad, el sexo. Los griegos decían que ella podía fabricar una poderosa infusión, que, si los hombres o mujeres lo bebían, inmediatamente se pondrían a tener un acto sexual, ya sean las condiciones de cada uno.

-¿Por qué lo hacía?

-Solamente es cuando nosotros los humanos le pedimos a Afrodita, que fabrique esta infusión, llamada afrodisíaco. Como era una mujer que siempre buscaba más, conoció a un hombre, del cual se enamoró fervientemente, y tuvo un hijo. Pero este hombre la había traicionado con una simple mujer de su propia aldea. Zeus, al saber esto, tomó venganza de ella, mandando a Cerberus, que era el guardián del bajo mundo, para que se llevara su alma.

"Ella había dado a luz, unos días antes de que Zeus juzgara a este hombre. Había nacido varón, y le colocó como nombre, Ryo. Las diosas que había asistido al parto, acompañadas de unas doncellas, se habían quedado maravilladas con la belleza del bebé. Poseía un cabello blanco extraordinario, y unos ojos marrones de igual magnitud.

Él creció junto a la educación de su madre, que estaba muy alegre con su hijo. Este había desarrollado un peculiar poder, el cual le permitía despedir un aroma, que no era nada más que el afrodisíaco de su madre, pero en forma de una especie de vapor rosado. Se liberaba gracias a unas glándulas que el chico poseía en ciertas partes de su cuerpo, y eran tan pequeñas, que nadie, ni su madre, las había podido encontrar.

Así, el joven dios Ryo creció lo suficiente como para poder tener su propia independencia, y vagar por el mundo de la tierra sin preocupaciones de que Zeus le regañe por todo. Viajó a muchas ciudades, hasta cruzar el mar Mediterráneo, y entrar a las orillas del Río Nilo.

Estuvo mucho tiempo en Egipto, maravillado con las culturas de los hombres de aquella tierra... Viajó a través del desierto, y vio que había algunos oasis muy frecuentemente. Esto no le interesó mucho, y luego de un tiempo, volvió al Olimpo, donde fue severamente expulsado por Zeus, al saber que este había interactuado con humanos, ya que estaba prohibido para los dioses relacionarse con nosotros.

Afrodita rogó que no echarán a su hijo, pero Zeus era terco y sordo a súplicas de los demás, y exilio al joven Ryo en el país de Egipto. Este vagó mucho tiempo por el desierto, y se hartó de ver sólo arena, calor, y nada de vida a kilómetros. Así que, de la nada, creó un gran oasis, que era el que le describí al principio de nuestra charla."

-Fascínate.-mi boca no pudo decir otra cosa que eso.-Usted realmente tiene unos grandes conocimientos, señor conde, pero, tengo una pregunta. Si fue el hijo de Afrodita quien creó ese oasis, ¿Por qué habría de llamarlo como su madre?-el conde rió.

-No lo ha puesto él. El joven dios Ryo solamente había creado un espacio para él mismo, donde poder relajarse. Hace algunos años, algunos egipcios que se encontraban perdidos en el desierto del Sahara, encontraron este paraíso, y conocieron al joven dios Ryo. Le colocaron "El Oasis de Afrodita", ya que el chico era hijo de ella, y el oasis les recordó a la diosa del amor. Hasta hoy, en la familia de estos hombres, todavía se cuenta esta historia, y debe tener unos doscientos o trescientos años.

-Ha perdurado mucho. Y dígame, ¿Hay alguna manera de que yo pueda hacer una expedición para poder encontrar este paraíso?

-Es muy probable.-contestó, mirándome fijamente.-Pero no le garantizo que lo pueda encontrar así de fácil. Estos hombres pasaron por hambre varias semanas, y realmente es sorprendente de cómo sobrevivieron ante las altas temperaturas del desierto.

-Entonces, es posible...

-De eso no cabe duda. ¿Acaso querría usted ir a buscarlo?-noté un tono de picardía en esta pregunta, que me hizo sonreír de lado.

-Por supuesto. Quiero conocerlo por mí mismo."

"5 de Diciembre de 1804:

Estoy intentando escribir mientras los hijos mayores de los hombres de los cuales el conde me había hablado conducían en nuestros vehículos, a través de las arenas. Por suerte no hay casi con lo que uno pueda llegar a toparse, y esto hace el viaje más sencillo, permitiéndome escribir.

Salimos de las comodidades del hotel hace unos seis días atrás, y partimos con mi equipo para ir en busca de este oasis, que extrañamente mis compañeros se habían interesado, bastante.

Al mediodía, hacía un calor tremendo e insoportable. Tratábamos de no bebernos toda el agua que cada uno tenía, pero nos deshidratábamos con rapidez. Los jóvenes nos daban de beber de sus propias cantimploras, excusándose de que ya estaban acostumbrados, y para ellos no era necesario beber tanto líquido.

Seguimos nuestro camino, y la noche cayó rápidamente ante nosotros, obligándonos a acampar a temprana hora de la noche. Habíamos instalados nuestras bolsas en las cuales iríamos a dormir. Debo decir que las noches en los desiertos, es como estar dentro de una gran caja con hielo. Son realmente frías. He tenido que dormir con varias frazadas y colchas, pero aún teniéndolas, era difícil conciliar el sueño.

Teníamos el constante temor a que entraran en nuestras bolsas los escorpiones y algunas serpientes, que eran venenosos, y estábamos a más de cien kilómetros del hospital más cercano. Y no querríamos terminar con nuestras vidas en aquel solitario lugar, llamado desierto"