¡Lamento la tardanza! Es que me entusiasme con un dibujo que lo estuve imaginando un laaargo tiempo, y me olvidé por completo de actualizar.
Misao Kirimachi Surasai: Parece que ambas coincidimos en que la griega es la mejor jeje. Me alegra que te hayan gustados las notas de Robinson, y en cuanto a Zafiro... Yo también lo amo. w Pajarito cute. Te daré un adelanto sobre él. Tendrá una forma humana . Siiiii... Nos leemos luego!!
Kida Luna: Ja! Como va? Jeje... Me siento halagada con lo del diario. Es la primera vez que hago algo así. Uhhhhh!!! Diox, apesto en los diarios... ¬¬ Pobre de Zafiro!!! Sufrirá una muerte lenta, si se encuentra en tus manos... Jeje... Pero me agrada más la idea de un gatito mimoso a un dios todopoderoso.
Mesuneko: ¿Por qué tanto demonios? Si mi fic es así de maravilloso, será el mejor que hice excepto de My immortal. Te gustó mucho el Baku moreno. Debo decir que se ve más sexy moreno. Cute!
Valsed: La verdad que estuve un largo tiempo imaginándome cómo sería el oasis. Tranquila, pronto Pegasus irá.
Merci a todas!!!!!
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Pasadas las dos semanas de estadía en Brasil, los chicos y su tutor se encontraban sentados en el avión que los llevaría hasta El Cairo, para su próximo viaje.
Durante el trayecto, Pegasus volvió a leer el diario. Revisando, encontró lo que podría ser un mapa. Tomó la hoja, y la abrió. Efectivamente. Era un mapa de Inglaterra, y en su reverso, contenía el de Egipto. Los dibujos estaban muy borrosos por los años del papel, pero distinguía con algo de dificultad los nombres.
-Hum...
-¿Qué ocurre?
La voz de Yugi le hizo saltar de sus pensamientos. El chico se encontraba apoyado contra el respaldo del asiento de su tutor, mirando con curiosidad el mapa.
-Nada, Yugi. Sólo un papel en blanco de este libro.
-Pues, yo lo veía algo escrito.
-Si, pero no se entiende lo suficiente como para poder analizarlo.-respondió, volviendo a guardar el mapa dentro del diario.
-¡Yugi! ¿Qué haces ahí? ¡Vuelve a tu asiento!-regañó Yami, sentando a su compañero bruscamente en el asiento del avión.
-¡Ou! ¡Eso dolió Yami-san!
-Entonces compórtate.-murmuró, antes de darse la vuelta, y quedar dormido al instante.
-Oye Yug, ¿Sabes cuánto falta para llegar?-la voz emocionada de Marik preguntó al más chico del grupo.
-Bastante. Unos dos días más...
-¡Pero quiero llegar YA!-dijo Malik, abrazando a Marik por la cintura.
-El avión no va a la velocidad de la luz como para llegar en menos de un minuto... –Bakura se unió a la conversación.
-¡Pero quiero!
-Cállate Malik...-dijeron todos al unísono, haciendo callar al moreno.
Arribaron a su hotel, y todos los chicos se bajaron del auto que los había transportado hasta el edificio. Entraron todos, menos Pegasus, que se quedó observando la estructura algunos segundos, sin comprender por qué le parecía familiar.
Sacudió su cabeza, y se encaminó hacia su habitación, donde se dejó caer para dormir profundamente.
Despertó abruptamente al sentir su teléfono sonar fuertemente sobre la mesa de luz. A regañadientes tomó el tubo, y contestó.
-¿Diga?
-Lamento molestarlo señor Maximillian, pero los jeeps que ha encargado no vendrán hasta dentro de dos días.-Pegasus gruñó.
-Bien, bien. No importa, podemos esperar, pero que no demoren más. Esto es algo importante.
-Si señor. No se preocupe.
El albino colgó, y volvió a acomodarse en su cama, y volverse a dormir profundamente.
Bakura no podía dormir, y temía volver a dormirse. Había tenido visiones algo extrañas, y hasta el grado de ser algo sexuales. Se miró al espejo que se encontraba cerca de la puerta, y vio su reflejo sudado y su cuerpo sonrojado levemente.
Miró hacia las sábanas, y se quedó pensativo unos momentos. Recordó que era una especie de selva, con muchas plantas y árboles.
"Sus pies descalzos hacían crujir el césped debajo de él, mientras que se abría camino a través de los arbustos. Vestía un pantalón por encima de las rodillas, y su remera estaba severamente rota.
Encontró un desnivel, y bajó por la pendiente con lentitud. Al llegar al suelo y darse media vuelta, encontró delante de él un extenso lago de agua cristalina que reflejaba como un gran espejo los rayos del sol. Cerca del centro, una gran flor roja se hacía presente, atrayendo la atención de Bakura, quien se acercó a las orillas para investigar.
Al acercarse cada vez más, sintió como un extraño perfume iba llenando el aire, y cada vez que inhalaba el aroma, su cuerpo comenzaba a excitarse con lentitud."
Bakura, con sus ojos cerrados, gruñó.
"Cuando llegó a la orilla, se dejó caer gimiendo y jadeando. Escucha un quejido, y se da media vuelta. Encuentra a un joven con apariencia muy similar a él, que se le acerca con rapidez. No pudiendo reaccionar a tiempo, encuentra al joven sobre él, y el aroma se hizo demasiado fuerte, haciendo que se arqueara sobre el suelo, dando un grito en placer.
Sintió unos desesperados labios sobre su cuello, que comenzaron a succionar sobre su sensible piel, haciéndolo gemir fuertemente. Unas manos tentadoras y traviesas recorrieron su pecho, para que una de ellas se alojara entre sus piernas. Bakura las cerró inmediatamente, creando una placentera fricción entre la mano, y sus pantalones.
Volvió a gemir fuertemente, cuando la otra mano pellizcó con suavidad sus pezones."
Con un gemido, Bakura se dejó caer de espaldas en la cama, jadeando rápidamente, con su rostro rojo, su cuerpo sudado y sus ojos entrecerrados que mostraban algo de deseo escondido en ellos.
Sus ojos se cerraron, y quedó sumido en un sueño profundo.
Zafiro abrió sus ojos repentinamente. Se levantó, y corrió hasta el lago. Una vez allí, vio que la rosa del centro se encontraba algo extraña. Estaba hecha un pimpollo, pero, su base estaba muy grande, como a punto de lanzar algo por la punta.
El ave miró al cielo, y descubrió que faltaban pocos minutos para la luna nueva de este mes. Suspiró, y decidió esperar a que su amo saliera de la flor, y preguntarle qué ocurría con él.
Dentro de la rosa, el joven dios tenía un episodio que lo volvía completamente loco. Su cuerpo se encontraba lleno de sudor y sonrojado, con sus cabellos blancos pegados a su rostro y cuello.
Sus ojos se abrieron sorpresivamente, seguido de un gemido suave. Jadeando, miró a su alrededor, descubriendo que aún se contenía dentro de la rosa. Se dejó caer cansadamente sobre los pétalos, y durmió, hasta que la luna nueva hizo abrir la rosa.
