Lamento la tardanza. Es que estaba esperando los rivews de Kida Luna para actualizar, jeje...

Kida Luna: Mini lemmons, me gusta... Si, es natural. Ten en cuenta el calor insoportable de África, más aún, en El Cairo. XX Muero!!! Y Ryo-chan sólo aprovecha... ¬¬ Definitivamente, NO te daré a Zafiro. Me hiciste acordar que tengo que dibujarlo... No te quejes de que son cortos. Aquí está el séptimo, y ocupa ocho hojas en el word...

Misao Kirimachi Surasai: XDDD Jeje, me imagino que no. Porque la cama era de dos plazas. Caben todos. Apretados, pero caben. De nada por lo de JoeySeto, y de nada por cómo levantar a tu hermana. Oo XDD ¿Te gustó la idea de que Bakura sea hijo de Pegasus? ¡Me alegro! Puesto que pienso así, ya que es el único hombre mayor en la serie con pelo blanco... ¬¬ Todas están encantadas con Zafiro. ¡¡Se robó el fic el pajarote!! XDD Pero lo amo :3

Valsed: Definitivamente no es pobre por lo que soñó. ¡Que cosas dices! n-n

MesuNeko: (Loka!!! nn) ¡¡Cierto!! ¡Hablamos del personaje con más potencia de todos! (O.O Ehhh, depende de QUÉ potencia, si en la cama, o entre las piernas, XDDDDDDDDDDDD) Y te pediré que me dejes riviews en español, porque de italiano sé poco y nada. n-nUUU

MERCI A TODAS!!!!!!! nn

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El joven dios sintió unas pequeñas gotas caer en su rostro. Abrió sus ojos, y vio como las nubes negras cubría el cielo por completo. Las gotas de agua comenzaron a caer más fuerte, obligando al dios a utilizar los pétalos para crear un techo y no mojarse.

Zafiro aterrizó al lado de su amo, y se sacudió un poco. Se estiró, y se recostó sobre el regazo de Ryo, mientras que este le acariciaba el cuello, hasta que supo que el ave se durmió por completo.

El albino miró al cielo, para luego mirar al lago. Oía como la lluvia golpeaba contra el agua, las plantas y la tierra con fiereza. Suspiró y, acomodándose, se durmió al igual que su leal compañero.

La lluvia caía con fuerza sobre los ventanales del hotel. Bakura miraba al agua golpear los vidrios, con una mirada vacía. Tenía un pañuelo en su frente, que se volvió caliente por el calor de su cuerpo. Se lo quitó, y lo arrojó dentro de la palangana que se encontraba cerca de él, llena de agua.

Suspiró amargamente. La fiebre no le bajaba, y se sentía pésimo. Los golpes de calor iban y venían. No lo dejaban en paz. Se puso de lado, y cerró sus ojos, intentando encontrar algo de descanso.

Secuela del sueño

Bakura se encontraba nuevamente en aquel paraíso verde. El cielo estaba despejado, al contrario del mundo real, que estaba cubierto y llovía a cántaros.

Se sentó sobre el húmedo césped, dándose cuenta de que estaba cerca del lago, debajo de un árbol. Se desperezó y se puso de pie, dando un largo bostezo. Caminó hasta la orilla del lago, y se percató de la misma rosa roja del centro, que la primera vez. Se quitó sus zapatillas y medias, sentándose en el borde, para hundir sus piernas hasta las rodillas, disfrutando de la frescura del agua.

Sonrió abiertamente, y sintió a alguien descansar sobre su cuerpo. Miró hacia abajo, y descubrió al chico que se apareció en su primer "sueño". Bakura se apartó de él rápidamente. El chico lo miró tristemente, y se acercó nuevamente a él.

-¿Quién eres?-dijo asustado el albino mayor.

-Soy Ryo.

Bakura quedó maravillado con su voz. Era la más hermosa que había oído en toda su vida.

-¿Y tú?-preguntó el joven dios con una sonrisa en su rostro.

-Ba-Bakura...-el dios rió con suavidad, y se acurrucó en el cuerpo de su compañero, disfrutando del calor que le proporcionaba.

-¿Qué quieres?

-Sólo estar contigo, Bakura.-dijo con una mirada soñadora.

-¿Fuiste responsable de la primera visión que tuve?

-No. Fuiste tú quien hizo la visión.

-¿Cómo? Si nunca he tenido ninguna atracción por ti antes. Apenas te conozco.

-Tal vez, porque tu padre te comentó algo sobre un diario que leyó, acerca de un oasis legendario...

-¿Cómo lo supiste?-Ryo gimió por lo bajo, sentándose sobre el regazo de Bakura, mientras le hociqueaba el cuello.

-Veo más allá de los que algunos pueden ver a simple vista. Sé lo que ocurre a mí alrededor, y lo que pasa más allá de mis conocimientos terrenales. Y, creo que tú eres a quién he anhelado por milenios.

-¿Anhelado? ¿Acaso esperabas a alguien importante para ti?

-Si... –contestó el joven dios, con un sonrojo en sus mejillas.

-Debo suponer que aún no lo has hecho, ¿O si?

-No. Y estoy completamente seguro, de que eres tú.

Sin poder reaccionar, Bakura sintió unos cálidos labios sobre los suyos. Intentó apartarse, pero se percató de que no podía. Una tentadora lengua lamió sus labios, pidiendo por la entrada a su boca.

El albino mayor se rehusó, pero pronto encontró difícil negarle al chico. Abrió su boca, y sintió el cálido músculo entrar. Ryo jugó con su lengua y la de Bakura, empezando una pelea entre ellas por la dominancia.

Ambos cayeron al césped debajo de ellos. El mayor sintió nuevamente un aroma intoxicante que lo invadía. Era la misma esencia que había percibido en su primera visión pero, esta vez, era más sutil.

Aunque retuviera sus ganas de gemir, no lo podía evitar. Algunos salieron naturalmente desde su garganta, estimulando a su compañero más de lo que se encontraba.

-N-No... Déjame en paz... No quiero... –murmuró desesperado Bakura, empujando al dios fuera del alcance de su cuerpo.

-Nunca he sentido que un humano como tú, tuviera tanta energía sexual.-suspiró.-Aparte de eso, siento que no puede estar sin sentirte a mi lado. Estoy comenzando a depender demasiado de tus caricias en mi cuerpo, Bakura.

-Pero no yo...-mentía. Sabía que el roce de la piel de Ryo contra la suya era simplemente irresistible, pero como apenas conocía al joven dios, no quería hacer suposiciones incorrectas. Tal vez sólo este jugando con él, para luego dejarlo ir.

-¿Lo dices en serio?-la voz del menor parecía a punto de romper en lagrimas.

El mayor bajó la vista, mirando su reflejo en el agua. Sintió al joven dios acurrucarse entre sus piernas, recostándose sobre su pecho, oyendo los suaves latidos de su corazón. La túnica celeste que llevaba cubrió a ambos con su gran capa.

Bakura se dejó llevar por la dulce esencia que percibía del joven dios recostado en su cuerpo. Cerró sus ojos, y se perdió en las sombras de su mente...

Fin del sueño

Pegasus entró en la habitación de su hijo, y fue hasta las cortinas, las cuales corrió para que la poca luz de sol que se filtraba a través de las nubes le diera de lleno a Bakura justo en la cara.

El albino apretó sus ojos ante la fuerte luminosidad. Gruñó y se dio media vuelta, escapando así de aquella fuerte y molesta luz. El hombre sonrió y se dirigió al borde de la cama. Tomó las frazadas y sábanas, destapando súbitamente a su hijo.

Se lo oyó gruñir una vez más, antes de que abriera sus ojos. Se los refregó un poco, antes de sentir una bocanada de aire frío recorrer su cuerpo, que comenzó a titiritar. Se acurrucó abrazándose a sí mismo.

-Lamento despertarte de una forma que no te agrada, pero ya son las diez y media de la mañana.-comentó el hombre al albino, arropándolo nuevamente en la tibia cama.-Te prepararé el desayuno, y le diré a alguno de los chicos que te lo traiga.

-Gracias papá.-agradeció en un tono muy bajo.

-¿Cómo dormiste?

-Bien. La lluvia, aunque golpeara sonoramente en las ventanas, no logró despertarme.

-¿Cómo te sientes?

-Algo mejor, pero sigo teniendo mucho frío.-Pegasus suspiró tristemente.

-Bueno, hablé con el médico hoy temprano, y me dijo que debías estar en cama dos días más, si es que la fiebre comienza a descender.

-¿O sea que tendré que aburrirme otros dos días más en ésta cama?

-Si, amenos que quieras leer algo para entretener tu mente.

-¿Qué me tienes?

-Pues, un diario de un excursionista que se aventuró en el desierto del Sahara, para encontrar un legendario oasis, llamado El Oasis de Afrodita.

Bakura miró con interés la tapa del diario, que era de un color escarlata. Tenía las impresas dos letras en color dorado. R R. El chico palpó las letras en bajo relieve, y abrió el diario.

-Te dejaré para que comiences a leer, y de paso te traeré el desayuno.

-Bien, gracias.-respondió el chico sin levantar la vista de las páginas amarillentas.

-¡Ahh!

Ryo se levantó abruptamente de la rosa, con su rostro rojo. Jadeando, abrió sus ojos, y volvió a recostarse. Se cubrió con su capa celeste, acurrucándose sobre la coronilla de la flor. Suspiró y miró hacia el lago cristalino debajo de él.

El agua debajo de la planta, estaba de un color mucho más fuerte a lo que solía estar cuando el líquido rosa caía de dentro de la flor hacia fuera. Estaba generando mucho más de lo que él recordaba haber hecho.

Claro que el ave no lo dejó pasar, pero decidió esperar más tiempo para averiguar el origen de tal cantidad.

Bakura había comido poco y nada de su desayuno, que se encontraba a un lado de él, mientras que leía el diario. Lo había intrigado desde la primera página, y no iba a parar hasta leerlo por completo.

Se sorprendió al leer las características del dios que había emergido de la rosa para presentarse al forastero Raw, como éste le decía en el diario. Los rasgos que mencionaba eran los mismos que el chico de sus sueños.

Señaló el libro antes de cerrarlo y dejarlo sobre la mesa de luz a un lado de la cama. Se recostó boca arriba, mirando el cielo raso. Suspiró, y cerró sus ojos, acomodándose en la cama.

Secuela del sueño

Otra vez percibía ese perfume tan sutil. Inhaló una gran cantidad de este, entre abriendo sus ojos. Su vista se fijó en el azul del cielo, manchado por las hojas de los árboles más altos.

Abrió sus ojos por completo, y se sentó sobre el césped húmedo debajo de él. Las pequeñas gotas de rocío brillaban sutilmente con los rayos del sol. Bakura fijó su vista en la flor roja del centro del algo, que se encontraba abierta, con Ryo vistiendo una fina túnica púrpura con su respectiva capa. Se encontraba sentado sobre la rosa, mirando cariñosamente a su visitante.

-Hola, Bakura.-dijo suave y tentadoramente el joven dios desde su sitio.

-Hola...-respondió por lo bajo, poniéndose de pie, para caminar hasta las orillas del lago.

-¿Me acompañas?-preguntó en un murmullo melosamente, acariciando los suaves pétalos de la rosa.

-¿Cómo podría? No puedo caminar sobre el agua.-dijo indignado Bakura.

-¿Apostamos?

-¿Qué apostaríamos?-el dios rió suavemente, asiendo que el albino más alto se estremeciera en placer.

-Pues...-comenzó Ryo, pensando un poco.-A mi me gusta que me acaricien en todo el cuerpo...-se estiró, para poder recostarse de una manera provocadora sobre la rosa, mostrando sus finas piernas.-Me gusta que me hagan masajes...-Bakura se cruzó de brazos.-Vamos, ¿Qué querrías si ganaras?

-Que me dijeras quién o qué eres. Tu nombre, y todas las preguntas que yo quisiese saber.

-A mi me gustaría también preguntarte unas cosas...-entrecerró sus ojos, y le mandó una mirada provocativa a Bakura.-Claro, si no te molesta.

El albino mayor, se descruzó de brazos, y miró al agua, que le devolvió su reflejo. Vaciló en caminar sobre el agua, pero, cerrando sus ojos, puso un pie sobre el líquido.

Al abrirlos, se dio cuenta que efectivamente su pie estaba a penas tocando la superficie del agua. Un poco más confiado, comenzó a dar cortos pasos. El joven dios sonrió ante la escena, y se reacomodó, esperando.

Le mandó un beso a Bakura, mientras se peinaba la melena blanca con un delicado cepillo en forma de caracola. Al ver que su visitante se colocó delante de él, dejó la caracola a un lado, y se acercó al chico albino, colocando sus manos sobre los hombros de él.

-Creo que, he ganado, ¿Verdad?

-Supongo...-respondió indiferente el mayor de los dos.

-Y cero, que me debes unos masajes.-comentó ignorando la frase anterior, mientras recorría la espalda de Bakura con sus traviesas e inquietas manos.

Levitó a su visitante de las aguas, cosa que lo sorprendió, y lo recostó a su lado, sobre la coronilla de la flor, que se cerró lentamente sobre ellos, dejándolos en la oscuridad que les brindaba la rosa.

Ryo comenzó a desabrochar la camisa de Bakura, pero este le apartó las manos.

-¿Qué ocurre?

-¿Qué vas a hacer?-preguntó el mayor, con algo de temor en su voz.

-Teníamos una apuesta, y la he ganado. Sólo te quito algo de tu ropa, para que después no te desmayes por el calor que tendremos aquí adentro. Recuerda que la rosa se encuentra cerrada.

Suspiró en derrota, y dejó que Ryo le quitara toda su ropa, hasta dejarlo desnudo. El joven dios se apresuró y desató los hilos de su capa, que cayó a la coronilla de la flor. Pronto le siguió su túnica púrpura, que se resbaló por su cuerpo hasta caer a los pies de él, dejando su cuerpo pálido al descubierto.

Sus mejillas estaban sonrojadas, y sus ojos entrecerrados, mostrando un deseo oculto en ellos. Se recostó boca abajo, y le murmuró a Bakura melosamente.

-Te diré un secreto. Me gusta mucho que me acaricien el cuello y las piernas. Me derrito, en especial, si mi masajista es muy bueno.

-Pues, en ese caso, haré lo que pueda.

Bakura se sentó sobre Ryo, que gimió suavemente ante la sensación de piel con piel. Las manos del albino más grande comenzaron con sutiles círculos sobre las paletas del joven dios, para luego bajar y volver a subir.

Recorrió con sus dedos índice y anular el camino de la columna vertebral varias veces. Ryo se encontraba muy relajado. Nadie supo cómo acariciarlo para sentirse de ésa manera. Suspiró cuando las manos de Bakura masajearon con suavidad su cuello con sus dedos pulgares haciendo círculos con ellos sobre la base de la nuca.

La piel del joven dios se sentía muy tersa en las manos y cuerpo de Bakura. Hacía que un deseo ferviente naciera en él. De poder recorrer algunas partes muy sensibles de su cuerpo, con otras que tal vez lo hicieran derretir puramente en placer.

Sentía a su cuerpo excitarse a cada segundo que pasaba masajeando el cuerpo de Ryo, a la vez que el intoxicante aroma comenzaba a llenar el ambiente. Sintió un pequeño bulto entre la cabellera de la nuca del dios. Lo frotó con suavidad, y escuchó al chico debajo de él suspirar. Volvió a tocarlo con suavidad, y Ryo se estremeció, gimiendo.

-¿Qué es esto?-preguntó Bakura, tocando nuevamente aquel bulto pequeño.

-Es un secreto, que te diré a su debido tiempo. Te será muy interesante lo que hace eso...

-No me gusta esperar, pero lo haré...