El último capi, por fin. nnUu

Tienen todo el derecho de matarme Uu

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Ryo entró en la habitación de Hades luego de haber golpeado repentinamente sin haber tenido respuesta alguna. La habitación estaba vacía pero toda acomodada. Se acercó al gran espejo que el dios tenía y dejó el collar sobre la pequeña mesa redonda que se encontraba al lado.

Curioso, se acercó al espejo y lo rozó son las yemas de sus dedos activándolo. Este brilló y mostró algo que lo hizo enojar hasta las nubes.

-¡¡¡¡¡HAAAAAAADEEEEEEEEEEEEEEEEEEESSS!

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-Ven, siéntate a mi lado, Bakura.-dijo Atenea cariñosamente a su hijo aún plasmado.

-Pe-Pero... No... –ella suspiró tristemente.

-No le he dicho nada a tu padre, ¿sabías? Temí empeorarlo todo. Me di cuenta de que no podía seguir... No es que no ame a tu padre. Todo lo contrario. Pero, han pasado algunos años, y saber qué no envejeceré durante un largo período levantaría sospechas en él.-miró a su hijo con sus ojos violetas.-No sabes cuánto me gustaría regresar, pero no puedo.

-¡¿Por qué no? ¡¡Dile la verdad a papá! Seguramente entenderá... –ella rió de lado.

-Tu padre es muy terco. Igual que tu. No me sorprendería lo mucho que negara esto.

-Pero no negaría que te querría a su lado otra vez.-su madre miró hacia abajo y por fin él se decidió a sentarse con ella a su lado.-Mamá, yo también te he extrañado. Y no sabes cuánto. ¿No podrías volver?

-¿Y que hago con tu padre? Es un mortal como todos allí abajo. Pero tu no. Sufrirías mucho, como lo hiciste conmigo.

-¿A qué te refieres?

-Eres un ser inmortal, Bakura. Nunca morirías. En cambio tu padre, si. Sufriría mucho. He tratado de convencer a muchos magos y hechiceros para que me pudieran dar algo para volverlo inmortal. No un dios como yo, pero un ser que viva para siempre conmigo.-suspiró nuevamente.-Pero no he encontrado a nadie...

Bakura tuvo compasión de su madre. Estaba furioso por no haber sabido la verdad en una temprana época, pero le alegraba saber que ella aún los seguía queriendo. La abrazó fuertemente, derramando algunas lagrimas con ella.

-Lo siento, hijo, lo siento.

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Zafiro se reía por la expresión incrédula de Hades al tener parado al lado de su espejo al joven Ryo, un joven que ahora estaba muy pero muy molesto con el dios del bajo mundo. Dio un respingo, señalando la superficie reflejante con su cabeza.

-¿Qué se supone que estás haciendo con esta cosa?

-¿Yo? Nada por el momento.

-¿Por qué esta mostrando una habitación más específicamente la mía?-Hades sudó una gotita.

-No sé...

-¿¡Por qué me estabas espiando!

-Bueno, supongo porque me gusta espiar a las personas.-dijo de una manera inocente. Zafiro apareció al lado de su amo y le cabeceó las piernas. Ryo lo miró pero no dijo nada.

-Quiero una explicación y la quiero ahora.-exigió el albino, apoyando sus caderas sobre el borde del espejo. Por fin, el dios suspiró.

-Quería saber si realmente era el hijo de Atenea.-el joven lo miró con sus ojos abiertos sin entender nada.-¿No te lo dijo? Ella tuvo un hijo con un mortal, pero tuvo que volver al Olimpo porque iban a sospechar de ella. Lo que ahora es un problema es su hijo, Bakura.

-¡¿QUÉ!-gritaron al unísono Zafiro y el joven dios del amor.

-Supongo que esto va a ser más difícil de explicar de lo que imaginé...

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-Buenas tardes.

Atenea y Bakura se sorprendieron ante un saludo con una gruesa voz detrás de ellos. Al virarse, vieron a Zeus con una amigable sonrisa en su rostro. Les preguntó si podía acompañarlos y ambos no protestaron. El hombre con barba larga y blanca se sentó con algo de dificultad al lado de la diosa que mantenía a su hijo en un protector abrazo materno, lejos del dios de los dioses.

-No, no. No vine por tu hijo Atenea.-pero ella seguía en guardia. Planeaba luchar por su vida si él quería arrebatarle a su único hijo. Zeus a veces miente, pensó para sus adentros la diosa.-Vine a decirte algo.

-¿Qué?-preguntó cautelosamente.

-Pues, Hera me dijo que estabas buscando a un mago o hechicero para que te hiciera una poción para convertir a un mortal en inmortal, ¿no?

-Sí, ¿por qué?

-Ya que les dije que el joven Ryo podía vivir en el mundo humano a partir del día que quisiese, me preguntaba para qué querrías tú una poción como esa.

Vio a la mujer ruborizarse un poco.

-Para mi esposo.

-¿Quién? ¿Ese tal Pegasus?-Atenea lo miró desafiante, como si hubiese dicho un insulto contra su familia.

-Sí, ese Pegasus.

Hubo un momento de largo silencio entre los tres. Bakura no se animaba a decir ni a hacer ningún sonido por miedo a enfurecer a Zeus pero su madre parecía no estar aterrada por aquel fuerte silencio. Vieron que Zafiro batía sus alas en su dirección. Dio un suave sonido antes de aterrizar sobre el brazo que el dios de barba le tendió. Graznó de vuelta, con una sonrisa.

-Zafiro, amigo mío.-dijo.-¿Qué te trae por acá?

-Mi joven amo pregunta por Bakura. Dice que quiere que regrese, lo extraña.-el dios de los truenos sonrió.

-Dile que pronto estará con él. Necesito hablar con Bakura y con Atenea de unas cosas y pronto se lo regresaré.

El pavo real dio el mismo sonido suave, elevándose en el aire con su alas y larga cola cerrada. Se perdió de vista, dejando otra vez a los dioses solos. El barbudo se puso de pie, y miró a ambos.

-Bakura y tú podrán regresar a la tierra. Si Pegasus no acepta lo que eres, tú y tu hijo vendrán al Olimpo inmediatamente y no van a poder regresar jamás a la tierra. Por lo contrario, le vas a dar este elixir que permitirá que tu esposo sea inmortal.-le explicó haciendo aparecer en su gran mano una botellita azul. Atenea lo recibió, con lágrimas en sus ojos.

-Gracias, muchas gracias.

-Ah y, el joven Ryo podrá ir con ustedes.

-¡¡Genial!-exclamó por primera vez Bakura en el tiempo que llevaba ahí sentado.

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Pegasus ojeaba por una tercera vez el diario de Robinson Raw, pasando hoja por hoja, pero sin leer nada o leyendo únicamente pocas palabras, no frases, palabras. Pasó una semana desde que volvieron al hotel, y no escuchó noticias de su hijo. Los otros jóvenes seguían preocupados por su amigo, no era lo mismo sin él. Pero eran pacientes, esperaban, sabían que pronto volvería. El hombre suspiró, cerrando el diario. Lo guardó en el cajón de su escritorio y salió de su habitación. Eran las nueve de la noche y dentro de poco servían la cena en el hotel.

-¡Hey! ¡Cuidado con mis plumas! ¡Son delicadas!

-Lo siento viejo, es que, eres raro. ¿A quién se le ocurriría un pavo real parlanchín?

-No soy parlanchín. ¿Dónde está Pegasus?

-Por última vez, ¿quién eres y para qué quieres verlo?

Dicho hombre llegó a la recepción, donde vio a los otros chicos interrogar a un pavo real muy hermoso. El resto de los trabajadores los miraban extrañados, casi como locos pero también entendían algo de lo que el ave decía. Pegasus vio que el pájaro sacudía su plumaje, enfadado en especial con Seto porque no quería llevarlo ante él.

-¡Oh! ¡Ahí estabas!-dijo el pavo cuando vio al albino y se acercó a él, pese a las advertencias de Marik.-Necesito hablar contigo.

-¿Quién eres?

-¿No me reconoces? Soy Zafiro.

-¡¿QUÉ!-gritaron Yugi, Joey y Malik al mismo tiempo.

-¡¡Pe-Pero no eras un humano!-chilló el moreno más chico.

-En realidad soy un ave pero puedo transformarme en un humano por un tiempo... Tu hijo y tu esposa están afuera del hotel, esperándote.-el hombre sonrió de lado, negando con la cabeza.

-Bakura sí, pero no ella. Mi esposa murió hace años.-pero el ave rió.

-Sígame, por favor y verá que se equivoca. Ustedes también, vengan.-dijo a los jóvenes y todos siguieron al ave afuera.

Cuando salieron, el cielo estaba despejado y estrellado. Las estrellas se veían muy brillantes esa noche en el oscuro firmamento. Zafiro los condujo hasta el desierto donde descubrieron a dos albinos y una rubia sentados en una inmensa roca. Pero uno estaba durmiendo sobre el regazo de la mujer que Pegasus reconoció al instante. Se quedó ahí parado, sin poder ver lo que veía. Atenea dejó a su dormido hijo al cuidado de Ryo para poder bajarse de la piedra. Caminó con pasos rápidos y después corrió a los brazos de su esposo que la recibió con inmensa alegría.

-Pensé que habías muerto. ¿Cómo puede ser que estés viva?-la miró a los ojos y ella bajó el rostro.

-Tengo algo importante qué contarte...

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Hades suspiró, aburrido sentado en su trono. Pasaron dos años desde que su ninfa preferida se fue a vivir con la familia de su compañero. Y él se aburría. Zafiro lo visitaba muy pocas veces por estar atendiendo a sus nuevos amos en la Tierra y él se quedaba solo con su esposa. Se removió en su silla, gimiendo en desaprobación. Oyó una suave risa a su lado y vio a Persefone acercarse con una copa de cristal repleta de un líquido rojizo, que al parecer era vino.

-¿De que te ríes?-ella se sentó en el apoyabrazos y le tendió la copa que aceptó, bebiendo un poco.

-De lo aburrido que estás.-confesó.-Ryo no te visita muy a menudo ahora. Y Zafiro tampoco. Pero, me dijeron que dentro de poco te iban a venir a visitar.

-¿En serio?-Hades se acomodó en su trono, bebiendo con alegría el vino.-¡Jaja! ¿Cuándo?

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Los dos años que Ryo pasó con Bakura en su casa, en la Tierra, fueron muy divertidos. Tenía que acostumbrarse a esas cosas que los humanos usaban pero lo hizo, riéndose cada vez que no podía usarlas. También se hizo amigo de los amigos del albino mayor pese a lo que había hecho antes con ellos. Pero Malik le dijo que todo estaba en el pasado y estaba perdonado por ello, diciendo que sólo quería proteger a su amado.

Como ya sabía prácticamente absolutamente todo, no iba al colegio. Se quedaba en la casa ayudando a Atenea, que descubrió que su nombre humano era Cecilia, lavando los platos, las ropas, haciendo las camas y limpiando la casa. Y le gustaba ayudar. Zafiro también lo hacía y se sentía con energías cada vez. Usaba sus alas y larga cola para remover el polvo de lugares que sus amos no llegaba. Se enojaba por el polvo que le quedaba en sus bellas plumas pero no le importaba ahora, ya que después las lavaba y quedaban como siempre las tuvo.

Y ahora estaban descansando sobre el sofá. Cecilia estaba leyendo una revista que le gustaba. Ryo estaba recostado en lo que quedaba libre y Zafiro en acurrucado en el suelo, durmiendo.

-Tu madre va a venir en estos días a visitarte.-comentó la rubia, pasando una página.-Dice que te extraña más que cuando estaba exiliado.-ante eso, el albino rió.

-Supongo.

Ryo se acomodó sobre el sofá, pensando, recordando. Ahora era feliz luego de tantos siglos. ¿Y su razón por estar feliz?

-Ya llegué.-anunció Bakura, cerrando la puerta y dejando sobre el piso su incómoda mochila.

-¡AMO!-gritó Zafiro, despertándose de repente para ir a saludarlo.

El joven dios se sentó en los mullidos. Le sonrió al mayor que intentaba despegarse del ave que tenía a su alrededor.

Ya la había encontrado hace dos años. Suspiró cuando supo que tenía que levantarse y sacar a su mascota de su amado. Sino, iba a ver un cambio en el menú de la cena y a Zafiro, no le iba a gustar.

Owari

Suspiro+ Mátenme, dególlenme, hagan lo que quieran. Tienen derecho de estar enojados por no haber subido esto antes... XD

Muchísimas gracias a todos aquellos que dejaron riviews a esta historia, a aquellos que la leyeron y no dejan, y por haber tenido paciencia de santos conmigo.

See ya, nos veremos en otro fan fic.

Dreigon.