Kodoku (Vol II)
Capítulo 9
Era ya el mes de marzo, y la mañana lucía espléndida. Decidió ir a practicar un rato, así que se cambió, introdujo su balón de básquet en una bolsa de deporte y bajó al jardín a por su bicicleta. Al montarse en ella un tonto sentimiento de nostalgia le invadió, pues hacía mucho que no la usaba. El doa'ho le había convencido de ir andando a la escuela con él y Yohei, aunque para ello tuviera que levantarse algo más temprano. También le obligaba a almorzar cada día con ellos, y no le dejaba entrenar solo. Incluso habían estudiado juntos durante los exámenes finales. De hecho, más que su amigo, Sakuragi parecía su niñera.
No podía enfadarse por ello. Desde que hicieron las paces en casa del entrenador Anzai hacía tres meses, el doa'ho se había preocupado más por él que cualquier otra persona en su vida, incluidos sus padres.
Sin embargo su padre le prestaba más atención desde que volvió de viaje y tuvieron una conversación que deberían haber tenido hacía mucho tiempo. Lo primero que hizo su padre al llegar fue poner el grito en el cielo al ver lo delgado que estaba, sobretodo porque le había mentido al decirle que estaba bien. Rukawa admitió por fin que tenía de nuevo problemas con la comida y se armó de valor para confesarle lo mal que le hacía sentir pasar tanto tiempo solo en la casa con la única compañía de la señora de la limpieza que acudía tres veces por semana. Finalmente su padre le prometió que intentaría que otro miembro de su empresa se hiciera cargo de la mayoría de los viajes de negocios necesarios a cambio de que él fuera a un psicólogo. A Rukawa no le quedó más remedio que aceptar.
El psicólogo resultó ser psicóloga: una mujer de treinta y pocos años, menuda y castaña, con unos lentes que le resbalaban por la nariz y se los tenía que subir una vez por minuto. Al principio Rukawa pensó que con estar presente en su consulta durante una hora por semana cumpliría la parte del trato que había hecho con su padre, pero la señora Miwa, que así se llamaba la psicóloga, no era de la misma opinión. Bajo la amenaza de doblar la frecuencia de las sesiones en perjuicio de los entrenamientos de baloncesto, consiguió rápidamente la cooperación de Rukawa.
Al final no fue tan terrible.
Y es que contarle sus miedos y sus inseguridades a una completa desconocida le sirvió, si no para superarlos, si para desahogarse.
Quien sí le ayudó a superar sus miedos, en especial el temor a relacionarse con los demás, fue Sakuragi. El pelirrojo le presentó a sus amigos y al poco tiempo salían todos juntos a menudo, sobretodo los fines de semana. Pero ese domingo Sakuragi tenía una cita importante: iba a comer a casa de Haruko, lo cual significaba que conocería a sus padres oficialmente. No pudo evitar reír interiormente al recordar su cara de susto cuando Haruko se lo anunció.
Pedaleó con fuerza. Le gustaba sentir el viento despeinando aún más sus negros cabellos.
Llegó a una cancha de baloncesto en la que solía practicar a menudo. Al apagar el walkman que siempre llevaba consigo escuchó el sonido de un dribling.
Mierda, está ocupada.
Una de las canastas llevaba rota varios meses, así que empezó a hacerse a la idea de que o buscaba otra cancha o volvía a casa. Se acercó a la reja que rodeaba el lugar para ver quien estaba jugando. Al distinguir una figura menuda no pudo evitar sorprenderse.
Era una chica.
Por su estatura y fisonomía le pareció que era de su edad. Tenía el cabello liso y muy largo, recogido en una coleta alta, e iba vestida con una camiseta de tirantes y unos pantalones cortos de deporte.
Juega bastante bien, pensó. En efecto, la chica no parecía una simple aficionada. Sus movimientos eran precisos, y desde que había empezado a observarla había fallado pocos tiros.
Dio media vuelta dispuesto a marcharse y buscar otro sitio donde practicar, pero unas voces llamaron su atención y se giró de nuevo hacia la cancha. Dos chicos que parecían un poco más jóvenes acababan de entrar en ella y se dirigían hacia la canasta ocupada. Desde donde estaba no podía oír bien la conversación, pero le pareció que discutían, seguramente por la canasta.
Entonces vio como uno de los chicos daba un empujón a la chica y ésta perdía el equilibrio y caía al suelo.
Imbéciles.
Nunca le había gustado meterse en peleas ajenas, pero si había algo que Rukawa no soportaba eran los abusos de fuerza. Dos chicos contra una chica? No iba a permitirlo.
Entró en la cancha y se acercó con paso firme al pequeño grupo. La chica ya se había levantado y no se la veía en absoluto asustada, sino furiosa. Los dos chicos fueron los primeros en darse cuenta de su presencia.
- Y tú que quieres? – preguntó uno con tono despectivo.
- Largaos – dijo en tono que les intimidó.
- Có-como dices?
- Ella estaba primero – dijo mirando a la chica.
Al verla por primera vez de cerca se fijó en que sus ojos, ahora clavados en los suyos propios, tenían un extraño matiz verde.
- Es que lleva más de media hora jugando sola – parecía un niño quejándose a la maestra – nosotros también queremos jugar.
- Os he propuesto de jugar juntos y no habéis querido – intervino la chica de ojos verdes.
- No vamos a jugar contra una chica.
- Y contra un chico y una chica?
- Qué?
Qué?
- Ahora somos cuatro, podemos jugar un dos contra dos.
Los chicos se miraron entre ellos y se encogieron de hombros.
- Vale – dijeron simplemente.
Oh no. Donde me he metido?
- Y tú que dices? – le preguntó la chica ofreciéndole el balón que acababa de recoger del suelo.
Se quedó mirando fijamente la pelota y maldiciendo su suerte. Por un día que se libraba del doa'ho y ahora tenía que jugar un estúpido partido de pareja con una chica contra dos críos maleducados.
- Habías venido también para jugar a básquet, no? – insistió.
La miró a los ojos y asintió.
- Bien! Entonces empecemos!
- Jugamos a 10 puntos?
- Ok.
Sortearon quien sacaba y les tocó a los dos chicos.
- Tú marca al del pendiente en la oreja – le ordenó la chica mientras ella se acercaba al otro.
Quien se cree que es, pensó hastiado. Sin embargo no le replicó pues era lo más lógico, ya que el chico del pendiente, aunque más bajo que Rukawa, también pasaba del metro ochenta; mientras que ella y el otro eran más o menos de la misma altura.
El chico al que ella marcaba sacó y le pasó el balón al del pendiente, quien intentó pasar a Rukawa haciéndole una finta. Por supuesto no cayó en el truco y segundos después le hacía un flamante tapón cortesía del Súper-Rookie.
- Buen tapón! – gritó la chica cogiendo el balón en la línea de tres puntos.
- …
Enseguida el chico más bajo empezó a presionarla, y optó por un pase alto a su compañero de equipo que ya estaba bajo el aro. Apenas tuvo el balón en sus manos, Rukawa no dudó. Se elevó de un salto y protagonizó una sonora clavada, dejando a los tres jóvenes con la boca abierta.
El chico más bajo sacó de nuevo, pero el balón fue interceptado por Rukawa y se lo pasó a la chica, quien encestó con un tiro en bandeja. En la siguiente jugada fue ella quien interceptó el balón y lanzó a canasta, pero falló. Sin embargo Rukawa cogió el rebote y encestó.
- Kuso! – exclamó el chico del pendiente mientras sacaba.
Después de unos cuantos pases el balón volvió a las manos de Rukawa y se lo pasó a la chica, quién esta vez sí que encestó.
Por último ella volvió a robar el balón durante un pase y Rukawa anotó. Habían ganado.
Después de tal paliza, los dos chicos no tenían ganas ya ni de molestar, así que recogieron sus cosas y se marcharon sin decir adiós, dejando a los otros dos solos.
- Juegas muy bien – le dijo la chica mirándolo fijamente.
- Tú también – murmuró Rukawa cogiendo su bolsa.
- Si quieres podemos seguir tú y yo un rato más.
- No, gracias, tengo que irme.
- Porqué?
- Tengo cosas que hacer – mintió. Por qué no quería quedarse? Dio media vuelta y empezó a andar hacia su bicicleta.
- Espera! – gritó la chica mientras le alcanzaba – Al menos dime como te llamas.
- Kaede Rukawa.
- Yo soy Sae Miyazawa – dijo tendiéndole la mano – Encantada.
Rukawa se sorprendió ante ese gesto, mucho más propio de un chico occidental que de una chica japonesa, pero se la estrechó.
- Igualmente – murmuró.
Sae sonrió divertida ante el gesto confuso del chico de ojos azules y se dirigió de nuevo a la canasta.
Qué chica tan extraña…
oooooooooooooooo
El nuevo curso escolar empezaba ese día, y Rukawa, Sakuragi y Yohei se dirigían juntos a su aula.
- Que bien que nos haya tocado juntos – comentaba Yohei.
- Sí, aunque yo preferiría ir a clase con Haruko-chan… - suspiró el pelirrojo.
Rukawa no decía nada, pero estaba muy contento. No sólo porque iría al mismo aula que el doa'ho, sino también por Yohei. Él y el resto de amigos de Sakuragi le habían acogido como uno más de la gundam, y a pesar de sus recelos iniciales, había llegado a sentirse realmente bien entre ellos.
Mientras, en otro aula, Haruko observaba a la chica que se había sentado junto a su pupitre.
No recuerdo haberla visto en Shohoku el curso pasado, pensó.
La chica notó que la miraban y se giró hacia Haruko.
- Hola – saludó sonriente.
- Hola! – exclamó Haruko algo sonrojada porque la otra chica le había pillado contemplándola – Esto… eres nueva en Shohoku?
- Sí.
- Eso pensaba.
- Me llamo Sae Miyazawa, y tú? – preguntó tendiéndole la mano.
- Haruko Akagi – contestó estrechándosela, bastante sorprendida por el gesto – A qué escuela ibas el curso pasado?
- A Lawndale.
- Eh? Dónde está eso?
- En Estados Unidos.
- En Estados Unidos?
- Sí. He vivido allí de los 9 a los 15 años, es decir, hasta hace un par de meses.
- Y eso?
- Por el trabajo de mi padre.
- Le trasladaron a Estados Unidos?
- Sí.
- Y ahora le han trasladado de nuevo a Japón?
- No, es que mis padres se han divorciado, y he vuelto con mi madre.
- Oh…
En ese momento entró el profesor y tuvieron que suspender la conversación.
- Te apetece que almorcemos juntas? – susurró Haruko cuando se sentaron de nuevo.
- Claro. Muchas gracias.
- De nada.
Unas horas más tarde Haruko y Sae estaban sentadas en la cafetería charlando animadamente.
- Así que eres la segunda mánager del equipo de básquet? – preguntó Sae.
- Sí – dijo orgullosa Haruko.
- Pero si te gusta tanto el baloncesto, porque no te apuntaste al equipo femenino?
- Porque no soy buena jugando… Tú te vas a apuntar?
- Claro. Llevo jugando desde… - Sae se interrumpió al ver entrar una cara conocida en la cafetería.
- Hola Haruko-chan! – saludó Sakuragi acercándose a su novia, seguido de Rukawa y Yohei.
- Hola Hana-kun! Hola chicos! Os presento a…
- Kaede Rukawa! – exclamó Sae sorprendiendo a los presentes, incluido el aludido.
oooooooooooooooo
N/A: Hola! Sé que es muy difícil que un fic RuXOC guste, pero haré lo que pueda. Lo único que puedo decir de momento es que la chica no es mi alter ego ni una Mary Sue.
PD: Para conocer la perfecta definición de lo que es una Mary Sue, recomiendo leer 'The things we learn', un fic muy divertido en inglés (aunque basta leer la letra en negrita XD) de Shira Rukawa.
