Hola a todo el mundo otra vez! He vuelto! Jajajaja no, no es una amenaza… :p es una realidad :D
Herol Haruka: jejeje me alegro que te haya gustado… lo de la imaginación… bueno, sí, creo que peco de eso, siempre me han dicho lo mismo, pero mira tú por donde, he encontrado una forma de sacarlo al exterior no:p Gracias por seguir leyéndolo
LaBelle Evans: Hola, jajajaja creo que te he leído el pensamiento, porque en este capitulo hablo de la esposa de Harry y no, no es ni Luna ni Ginny, más adelante verás que ocurrió con estos dos personajes. No es que Ginny me caiga mal ni nada de eso, pero tiene otro papel relevante… bueno, ya no digo más pistas :p Y lo de la profecía… bueno… yo no he dicho que el ministro conozca la profecía, es decir, la carta venía firmada por el ministro, pero tu crees que el Ministro de magia enviaría una carta así a una menor? Ese es otro misterio… A ver, que más… ah si! Iré intercalando periodos del lado oscuro con periodos melosos… así que no sé si inmediatamente empezará la acción o habrá que esperar un par de capitulos más… Bueno pues nada, me alegro que te guste! Un besito. :D
CAPITULO 3
Cualquiera que hubiera visto a Draco caminar por los pasillos de Hogwarts se hubiera apartado inmediatamente de su camino; por suerte para ellos, era sábado y había visita a Hogsmade, por lo que el castillo estaba prácticamente vacío a excepción de los alumnos de primero y segundo y de alguno de mayor edad que había preferido quedarse a disfrutar de un día junto al lago.
Sus pasos resonaban por el suelo, su capa ondeaba con elegancia, un gesto que quizá había aprendido de forma inconsciente de su padre cuando era pequeño; giró a la derecha y atravesó el patio interior, rodeando los arcos y metiéndose por uno de los pasadizos que conducían al despacho del director.
Ni siquiera los saludos de los niños de primer y segundo año que le proferían al ver pasar a uno de los mejores profesores de Pociones que Hogwarts había tenido, en su opinión, pudieron cambiar el rostro enojado y furibundo de aquel hombre de veintinueve años.
Al final del pasillo la gárgola apareció; elegante, majestuosa, soberbia, como siempre la recordaba. De pequeño, solía quedarse contemplando aquella estatua, preguntándose si alguna vez habría sido un ser real y al convertirse en piedra, la magnificencia había quedado reflejada en el duro elemento. Pero ahora no se detuvo e incluso antes de llegar a la gárgola y sin importar que alguien pudiese escuchar la contraseña, gritó a pleno pulmón:
-¡Botones de azúcar!
Las alas se abrieron y una escalera de piedra apareció empezando a subir lentamente hacia arriba. Cerró los ojos un instante, queriendo creer que no había leído aquella carta, queriendo creer que no había tenido que borrar unos minutos de la memoria de su hija, queriendo creer que despertaría y que Hermione estaría a su lado, con Lucía, en la cama, sonriéndole. Y cuando abrió los ojos porque la escalera dejó de moverse, se encontró con la realidad y con la puerta de madera que golpeó una sola vez y de forma tosca antes de entrar sin esperar recibir contestación.
-¿Dónde –respiró- está –se quería calmar- Zabinni?
´Dumbledore sonrió. Sentado detrás de su escritorio levantó la vista de unos pergaminos que tenía delante y miró al hombre por encima de sus gafas. Con un gesto, invitó a Draco a sentarse sabiendo de antemano que no aceptaría. A cambio, se dirigió a la mesa de quien una vez había sido su director y apoyando ambas manos sobre la superficie volvió a preguntar:
-¿Dónde está Zabinni?
-El señor Zabinni –dijo calmadamente el hombre-, estaba aquí hasta hace una hora, luego tuvo el extraño presentimiento de que si se quedaba aquí podría ser que alguien quisiera matarlo ¿no le parece divertido? –bromeó el hombre sonriendo.
Draco puso mala cara y tuvo que contenerse para no gritar a aquel hombre.
-No pienso matar a Zabinni… -dijo mirándolo muy serio-… al menos no de momento.
Sus ojos escudriñaron el despacho del director y se quedaron clavados en un rincón de la estancia, entre dos estanterías repletas de viejos libros llenos de polvo.
-¿Quieres salir de una vez, Blaise?
De la esquina surgió una sombra cubierta por una capa invisible. El pelo negro, los ojos azules, atlético y una sonrisa encantadora que en sus años de estudiante había causado estragos entre las féminas del colegio. Draco lo miró muy seriamente pero antes de que pudiera decir nada, el moreno se adelantó unos pasos, quedando detrás del director. Dumbledore no pudo evitar sonreír ante el gesto de quien había sido uno de sus estudiantes.
-Señor Zabinni, me siento halagado, pero no creo que ni siquiera yo pudiera detener la ira de un padre, así que si me hace el favor, no me utilice de escudo… -dijo con una sonrisa en los labios.
Blaise se colocó al lado de Draco sin decir nada, sin apartar la mirada de los ojos de su amigo.
-Te juro que no sabía nada Draco –empezó a decir de forma atropellada-, alguien entró anoche en el Ministerio de Magia, Parkinson y yo fuimos a investigar pero cuando llegamos no había nadie y entonces fue cuando creímos que había sido una falsa alarma. Esta mañana nos han llamado para decirnos que había desaparecido una de las profecías y que era referente a Lucía y…
Draco le hizo un gesto para que se callara.
-Vale, vale, te creo… -respiró calmadamente-. ¿Se puede saber qué ha pasado? –Esta vez miraba al director-. ¿Por qué esa carta iba dirigida a mi hija? ¡Es menor de edad, se supone que no debería haber pasado!
-¿Qué quieres decir? ¿De qué carta estás hablando?–preguntó Blaise.
Draco lo miró unos segundos.
-Lucía recibió una carta esta mañana con el sello de Howgarts –miró al director-, iba a su nombre, era del colegio… -hizo un ademán con la mano-… la dejamos abrirla y leerla… tuve que hacerle un obliviate para impedir que recordara lo que había leído… Quiero saber por qué el ministerio ha enviado una carta dirigida a una menor –miró a su compañero y luego al director-, y quiero saberlo ahora mismo.
-Draco… -empezó a decir Dumbledore-… el Ministerio no enviaría nunca una carta a una menor, por lo que deduzco que alguien más ha metido la mano en este asunto…
Draco respiró profundamente y se dejó caer sobre la butaca que anteriormente le había indicado el director. Notó la presencia de Blaise a su lado, presencia que cientos de veces le había reconfortado sentir y que ahora sólo parecía una sombra perdida en una cortina de humo.
-Draco… necesito saber qué decía la profecía exactamente… -pidió Dumbledore con tranquilidad.
Los ojos del hombre se alzaron hacia los del director. Gris contra azul. Por unos segundos Draco meditó el ocultárselo; era Lucía, era su hija, no iba a permitir que nadie supiera nada hasta no estar seguro de que corría un verdadero peligro. Pero aquellos pensamientos se fueron de su cabeza en cuanto la mirada azul e inocente del director se topó con la suya. Sabiduría, templanza, carácter, fuerza… Una sola mirada de aquel hombre era capaz de transmitir todo aquello. El chico se pasó una mano por el cabello platinado y respiró profundamente.
-Si quieres que salga, yo… -empezó a decir Blaise.
Pero Draco negó con la cabeza y lo miró como si acaba de decir una estupidez.
-Quédate, ya sabes que no tengo secretos contigo, Blaise… -le pidió. El moreno asintió y se sentó a su lado, en la otra butaca. Miró fijamente a Dumbledore -… La profecía… estaba escrita en la carta… "Y de la unión de la luz y la oscuridad, nacerá la esperanza para unirse al Bien y derrotar las Tinieblas. Y al llegar a sus orígenes, ella lo sabrá y él la buscará. Y la lucha entre el Bien y las Tinieblas regresará"… -recitó de memoria mirando al hombre-… ¿Tiene algún significado para ti, Albus?
Dumbledore lo miró. Draco hubiera jurado que seguía siendo el mismo hombre que cuando él era un simple estudiante, ávido de poder, el mismo hombre que le había tendido la mano cuando nadie lo había hecho, el único que lo había apoyado cuando todos le daban la espalda; el hombre fuerte, astuto y poderoso, el único a quien Voldemort había temido una vez. Pero las arrugas de su rostro eran muy marcadas, y lo que había sido una barba blanca y pulcra ahora era de un color grisáceo; y sus ojos brillantes y cansados denotaban que había visto mucho más de lo que nadie imaginaba.
-¿Y para ti, Draco? –preguntó de nuevo Dumbledore.
-Ya sabes la respuesta –contestó fríamente Draco mirándolo.
-A veces, aunque uno sepa la respuesta, conviene asegurarse… -dijo el hombre-… El señor Zabinni, supongo que estará informado del asunto.
-Por supuesto –dijo inmediatamente Draco-. De hecho, fue él quien me avisó de la nueva profecía.
Flashback
Entró en la habitación despacio, casi temeroso de ser descubierto. Y olvidando a la gente que estaba presente se encaminó hacia la cama donde reposaba su esposa con un pequeño bebé en brazos. No pudo darse cuenta de la mirada de cariño y ternura que le profesaba su madre desde la esquina de la habitación, ni tampoco de la de orgullo de su padre. Únicamente tenía ojos para aquella pequeña criatura que descansaba en los brazos de su ángel, atrapando con sus manitas el camisón blanco de Hermione.
Era perfecta. Simplemente perfecta. Draco aún se estaba preguntando cómo algo tan hermoso podía ser suyo, era suyo, era suya. Era su niña. Entendió cómo debió sentirse su padre el primer día que lo vio y entendió también que no dejaría nunca que nada le pasara a la pequeña.
-Hola… -susurró besando a su esposa en la frente-… ¿has dormido?
Hermione negó con la cabeza y cuando él iba a replicarle ella se le adelantó.
-¿No crees que es hermosa? Tengo miedo de dormirme y que sea un sueño… -acarició la carita de la pequeña-… que despierte y que ella no esté…
Draco le sonrió de nuevo y apartando la manita del camisón tomó a la pequeña en brazos mientras se sentaba en la butaca que había junto a la cama.
-Ahora puedes dormir un poco… me aseguraré de que no se desvanezca… -le dijo sonriendo.
Hermione sonrió.
-Harry y Pansy han estado aquí hace un rato –sonrió-, dijeron que querían ser los primeros en venir a verla porque querían ser sus padrinos… -le miró arqueando una ceja.
Draco rió suavemente mientras acomodaba a la criatura contra su pecho. Sabía perfectamente qué le estaba pidiendo su esposa; y aunque él había tenido en la cabeza que Blaise fuera el padrino de su primogénita, sabía que no podía negarle nada a su esposa, y aquella petición no era la excepción.
-Hablaremos de eso luego… -le aseguró. Hermione sonrió consciente de que aquello era que daba su visto nuevo a los padrinos de la pequeña-… ahora duerme un poco, ¿de acuerdo?
Ella echó un vistazo a la habitación.
-¿Y tus padres? –preguntó.
Draco miró a su alrededor y se encogió de hombros.
-¿Estaban aquí? –preguntó. Intentó ponerse serio ante la mirada divertida de Hermione -. No es divertido, no me di cuenta de que estuvieran aquí… Mi madre se habrán enfadado…
-¿Sabes que ha dicho tu madre? –le preguntó mientras cerraba los ojos y se acomodaba en la cama-… Ha dicho… que… -bostezó-… es igualita a ti cuando tú naciste…-Draco sonrió al ver como los ojos se le cerraban solos y su ángel quedaba dormida.
Pasó largo rato contemplando a su pequeña en sus brazos. Podía notar el tibio cuerpecito contra su pecho, sus extremidades pequeñas, su frente lisa, su cara redonda; quería memorizar cada gesto que la pequeña hacía, grabarlo en su mente para no olvidarlo nunca. Estaba encantado con ella. Sentía hacia esa pequeña un instinto de protección que jamás hubiese imaginado que tendría; amaba a Hermione y nunca hubiese pensado que podría querer a nadie igual que a su esposa… Se había equivocado y lo estaba demostrando. Aquella pequeña era la prueba viviente de ello. Era suya. Y no iba a permitir que nadie la hiciera daño; lo había cumplido con Hermione y lo cumpliría con ella.
No supo cuanto tiempo estuvo mirando a Lucía en el silencio de la habitación; pero fue consciente de que la puerta se abrió y alzó la vista a la entrada en un gesto instintivo tanteando con su mano el bolsillo para buscar su varita. Se relajó al comprobar que se trataba de Blaise. Aún con la pequeña en brazos, echó una mirada a Hermione para asegurarse de que seguía dormida se acercó hasta su amigo sonriendo.
-¿No es preciosa? –preguntó.
-Draco, tenemos que hablar… -dijo serio.
El chico rubio lo miró y le sonrió.
-Si vienes a ofrecerte para ser el padrino, lamento decirte que…-Pero un movimiento de Blaise le hizo darse cuenta de que no era nada de aquello. Por un instante observó el rostro de su amigo, demasiado serio y agitado.-¿Qué ha pasado?
-¿A qué hora ha nacido la niña? –preguntó el chico mirando a la pequeña.
-Esta mañana, de madrugada… -apuntó Draco-… ¿Qué pasa?
-Me han avisado del Ministerio de Magia, de hecho vengo de allí. Hay una nueva profecía… -Draco lo miró-… y lleva el nombre de Lucía Malfoy… -terminó de decir.
-¿Qué?¿Es mala?
Blaise asintió levemente. Draco entrecerró los ojos.
-Sólo hay una persona que quisiera hacerme daño y está muerta; Voldemort murió cuando Potter lo destruyó, ¿recuerdas?
-Pero no destruyó a su más fiel seguidor, Draco…
-Réficul… -murmuró Draco.
En un gesto innato, Draco aferró con fuerza a su hija contra su pecho y desvió su mirada hacia su esposa que seguía dormida. No podía perderla, no iba a perderla; no iba a perder lo que más le importaba, no iba a permitir que nadie le quitara a su familia, la familia que tanto le había costado encontrar, la familia que tanto amaba…
-La esconderemos Draco, nadie tiene por qué enterarse, nadie sabrá nada… te lo prometo… -le aseguró Blaise-… la profecía quedará oculta…
-¿Igual que estuvo oculta la de Potter? –preguntó Draco. El rostro de Blaise se contrajo de dolor-. Perdona, no quería…
-Te prometo que no le pasará nada Draco. Lucía será feliz, no dejaré que le ocurra nada a tu hija –le aseguró. Y Draco pudo observar en los ojos de su amigo la determinación con la que estaban dichas aquellas palabras-. Sólo cuando ella esté preparada… Te lo prometo…
-Blaise, si algo le ocurre a mi hija o mi esposa… -empezó a decir con aire amenazador.
Blaise le sonrió.
-Tú y yo escapamos de Voldemort… ¿Crees que no podremos escapar de esta?
Draco no contestó. Se quedó mirando a su pequeña niña; había despertado y lo estaba mirando con aquellos ojos grises; por un segundo, creyó que la pequeña lo había oído todo e incluso que lo había entendido.
Fin del flashback
-Las cosas seguirán como hasta ahora Draco –aseguró Dumbledore-, nadie más sabe de esa profecía y nadie deberá saber nada hasta que llegue el momento.-los dos asintieron gravemente-. En cuanto a Lucía... ¿dónde está ahora?
-Le dije a Hermione que la llevara a casa de Potter, me esperarán allí hasta que yo vaya por ellas –dijo despreocupadamente-; mientras estén en casa de él, estarán bien.
-Bien pensado –dijo el anciano-. Ahora bien, el lugar más seguro para Lucía, es Hogwarts, supongo que ere consciente de ello, Draco…
-Completamente señor –dijo el hombre sonriendo con pesar-; Lucía entrará este año en Hogwarts y Hermione y yo estaremos aquí con ella; y no, no es negociable –añadió al ver que el hombre iba a protestar-, yo sigo enseñando Pociones y usted mejor que nadie sabe que Hermione sería capaz de enseñar en cualquier clase e incluso inventarse una nueva con tal de quedarse aquí –sonrió con sinceridad-, pero no intente alejarnos de Lucía porque no lo conseguirá.
-Tendrá unas clases extras, Draco –dijo el hombre-, ¿crees que aguantará el ritmo?
En aquellos momentos Draco sonrió son suficiencia y Blaise sonrió con él al reconocer aquel brillo arrogante en los ojos de su amigo.
-Albus, es una Malfoy; aguantará –dijo con seguridad.
El hombre sonrió. Un fogonazo hizo que miraran hacia la chimenea; entre las llamas, la cabeza de Hermione apareció.
Para cuando Hermione llegó a casa de Harry, su preocupación había desaparecido y se había convertido en enfado. Enfado altamente peligroso para Draco. Él había sabido desde un primer momento que existía tal profecía, de otro modo habría ido al Ministerio de Magia y no a ver a Dumbledore como él le había dicho; aquello significaba que él sabía algo que ella ignoraba. Odiaba cuando él sabía algo que ella no; era como cuando estaban en el colegio y él siempre sonreía de forma presuntuosa porque sabía las respuestas que Snape preguntaba únicamente porque el odioso profesor se las había dado antes a él; o como cuando en su boda cambiaron la carne por el marisco y ella se quedó atónita y asombrada cuando apareció en su plato un gran surtido de marisco cuando ella esperaba carne y en cambio él no parecía para nada sorprendido.
Todos esos pensamientos se vieron relegados a un segundo plano cuando notó que aterrizaba en el suelo con Lucía fuertemente cogida en sus brazos. No le gustaba viajar por polvos flú, y si podía evitarlo, lo evitaba, pero aquella había sido una necesidad muy urgente.
Nada más salir de la chimenea de los Potter, la chica de once años que estaba en el salón leyendo un libro la miró, la revisó de abajo a arriba y le sonrió con cierta condescendencia que Hermione siempre había identificado con su madre.
-Hola tía Hermione, hola Lucía, ¿qué tal el viaje?
Hermione estaba segura de que aquella chica sabía que odiaba viajar por red flú. Suspiró profundamente para no darle una mala contestación, después de todo, ella no era la que le había mentido.
-Hola Amy, ¿dónde están tus padres?
-Mamá en la cocina –dijo con una media sonrisa volviendo al libro-, Papá estaba hace cinco minutos regañando a James –rió divertida-, creo que desde que desde que tío Charlie dejó aquí el otro día a Dani, mi hermanito ha recibido malas influencias –Hermione no pudo evitar sonreír al recordar el torbellino de Danielle, aquella pelirroja con mucha más energía de la que gastaba, la tercera hija de Charlie. Amy miró a Lucía y le guiñó un ojo -¿por qué no vas a buscarlo? Seguro que papá se alegra tanto de verte que se le pasa el enfado con James –Lucía arrugó la frente-, James te deberá un favor.
La niña se bajó de los brazos de su madre y antes de que Hermione dijera nada subió las escaleras con una gran agilidad.
-No deberías alentarla… -dijo Hermione-… ¿cómo estás?
-Sobreviviendo –contestó ella encogiéndose de hombros-. ¿No querías ver a mamá?
A veces le sorprendía lo madura que aquella niña podía ser para su edad. No era de extrañar, estaba segura de que Harry se había encargado de contarle todo lo que significaba llevar el apellido Potter, los rumores, las verdades, las mentiras… Pero aún así, aquella niña de once años, distaba mucho de ser igual que su gemelo James, era más tranquila y sosegada, más calmada y Hermione sabía que aquella cierta frialdad que la pequeña siempre demostraba a quienes desconocía, era una de las cualidades heredadas de su madre.
-Vale, indirecta captada –le sonrió y le revolvió el cabello negro que llevaba suelto y le llegaba por los hombros-, ¿te lo has cortado? –la niña se encogió de hombros-, no importa, ¿seguro que estás bien? Me he enterado de lo de Mark… -tentó.
Amy levantó la mirada del libro y la miró fijamente. Los ojos azules brillaron intensamente y Hermione se apresuró a cerrar su mente; la niña sonrió y ella le imitó.
-Veo que tu padre ha vuelto a enseñarte cosas –dijo animada-, pero no intentes meterte en la mente de los demás Amy, a veces puedes ver cosas que no quieres ver.-Si la niña notó el tono nostálgico de Hermione, no hizo ningún comentario-. Voy a la cocina con tu madre, si Lucía viene…
-Sí, sí, ya sé…
-Y deja esa pose de mujer de hielo –le recomendó Hermione antes de irse-, a tu madre no le funcionó y tampoco te funcionará a ti.
Dejó a la niña en el salón y limpiándose el vestido azul entró en la cocina. Jamás habría creído a nadie que diez años atrás le dijera que se encontraría con Pansy Parkinson en la cocina de una casa, con un delantal puesto y cocinando mientras tarareaba una canción muggle. Sonrió a su pesar. Había llovido mucho desde entonces. Se recostó contra el marco de la puerta.
-Hola –interrumpió-, ¿necesitas ayuda?
Una mujer alta, rubia, de esbelta figura y piel blanca se giró inmediatamente al reconocer la voz. Y antes de saludarla le dedicó una cálida sonrisa que hizo que a Hermione se le encogiera el estómago… "es la misma sonrisa de felicidad que había visto en Ginny durante el tiempo que la relación entre Harry y la pelirroja había estado viva"
-¡Hermione! –gritó contenta abrazándola efusivamente -¿Qué hacéis aquí? ¿Cómo no habéis avisado? ¿Dónde está Lucía? ¿Y Draco?
La chica sonrió. Había olvidado lo eufórica que podía ser aquella rubia cuando no se lo proponía, y casi había olvidado que era por esa euforia intensiva por la que Draco solía esconderse de ella.
-Sólo hemos venido Lucía y yo… -aclaró la castaña sonriendo con ternura-… ¿puedo tomar un café?
Pansy asintió y le cedió asiento en la mesa de la cocina mientras conjuraba una taza de café humeante que aparecía delante de Hermione, quien elevó la ceja cuestionándola. Pansy suspiró.
-Odio que me mires así, me recuerdas a Draco cada vez que hacía algo que no le gustaba… Me gusta cocinar, pero también me gusta utilizar la magia… además, sólo es un café, tómatelo y ya está… -dijo de forma cansada-… Amy me cuestiona de la misma manera todos los días –añadió al ver la cara de Hermione –Pero no me has contestado ¿dónde está Draco?
-No me hables de Malfoy –dijo Hermione ligeramente molesta-. Ahora debe estar en el despacho de Dumbledore contándole vete tú a saber qué cuando yo ni siquiera estoy enterada de la mitad de la historia –Pansy rió divertida-. ¡No me hace gracia! ¡Lucía está metida en todo esto Pansy!
La rubia dejó de reír inmediatamente.
-¿Lucía? ¿Qué tiene que ver Lucía? ¿Está bien?
-Está bien –contestó Hermione de forma seca-, pero si Draco no aparece pronto aquí te juro que se va a quedar sin padre.
-Yo siempre dije que Draco acabaría dándote esa idea… ¿Cómo estás, preciosa?
-Harry… -le sonrió y levantó su cabeza cuando el moreno se acercó para darle un beso en la mejilla-… ¿dónde están tus gafas?
El niño de once años que una vez fue había desaparecido; frente a ella se encontraba un hombre de veintinueve años, alto y musculoso, se había dejado crecer el cabello para ocultar la cicatriz de su frente, pero seguía estando tan rebelde como siempre; sus ojos verdes brillaban con intensidad ahora que la protección de las gafas había desaparecido, y si no hubiese sido por su sonrisa inocente y el rubor que cubrió sus mejillas, Hermione hubiera asegurado que aquel no era la misma persona.
-James estuvo jugando con ellas a hechizarlas… -dijo Pansy-… deberías verlas, tiene un bonito color rosado…
-¿Dónde has dejado a Lucía? –preguntó Hermione.
-Arriba con James –se encogió de hombros y se sentó al lado de su mujer-, no sé cómo lo hace, pero esa niña sólo tiene que mirarme para hacer que me derrita, ¿cómo lo hace?
Hermione se encogió de hombros.
-Cuando veas a Draco pregúntaselo a él, me parece que está intentando descubrir una teoría sobre eso.-Los tres adultos rieron.
-Hablando de Draco, ¿dónde está? Me ha parecido que estás un poco enfadada con él…
Hermione suspiró.
-Con Dumbledore –dijo-, esta mañana recibimos una carta y… bueno… después de leerla salió hacia Hogwarts diciéndome que viniera aquí inmediatamente que aquí estaría segura y Lucía también –Harry arrugó la frente y le lanzó una mirada a Pansy que asintió.
-Voy a buscar a los pequeños –dijo-, ¿habéis visto a Amy?
-En el salón –informó Hermione.
-Vale, ¿qué ocurre? –preguntó Harry cuando se quedaron solos en la cocina-, no es normal que Draco os envíe a vosotras dos aquí, precisamente a mi casa, con el aprecio que me tiene…
-No digas tonterías, él te aprecia –Harry se carcajeó sarcásticamente-, a su manera, pero te aprecia.
-Claro, por eso el día que me casé con Pansy, en vez de felicitarme me dijo que si alguna vez me atrevía a hacer llorar a su amiga me las vería con él y que entonces ni siquiera mis desarrollados poderes de brujo podrían impedirle que me matara…
Hermione reprimió una sonrisa antes de responderle.
-Tú también le amenazaste a él cuando se casó conmigo, es más, tú, Ron, Fred, George y creo que también estaba Neville ¿me equivoco? –Harry rió-. El pobre estaba tan asustado que pensé que me quedaba sin boda…
-Hemos recibido esto –dijo poniéndole sobre la mesa la carta-, iba dirigida a Lucía y fue ella quien la abrió… -observó como la cara de Harry cambiaba de expresión y de color conforme iba leyendo-… Draco desapareció antes de decirme qué es todo esto y me dijo que trajera aquí a Lucía, que estaría segura… ¿tú sabes algo Harry?
-Réficul… -murmuró Harry doblando la carta de nuevo-… así que después de todo es verdad…
-¿Quién? ¿De qué hablas, Harry?
-¿Draco no te había hablado de esto antes? –la chica negó con la cabeza-. No sé si tengo derecho a decirte nada Hermione… Si él no te ha dicho nada quizá tenga una razón y yo no sé si…
-¿Una razón? ¿Qué razón puede tener para ocultarme algo que trata sobre mi hija, Harry?
Estaba alterada. Lo comprendía. Escuchó la risa desde el piso superior y supo que él también hubiese estado alterado si aquella carta hubiese sido para su hijo James. Respiró profundamente.
-Lo siento Hermione, pero yo no soy quién te tiene que contar esto…
Un atisbo de furia nació en los ojos de Hermione y Harry reconoció en ellos a Granger, no a la señorita Granger, no a la prometida de Malfoy, no a la señora de Malfoy, reconoció a Hermione Granger en toda su esplendidez.
-¿Puedo usar tu chimenea Harry? –preguntó levantándose de golpe –Gracias –dijo antes de que el chico pudiese decir nada. Se dirigió con pasos seguros al salón y miró a Amy que seguía en la misma posición –Fuera –le ordenó. Amy la miró para contradecirla pero se lo pensó dos veces al ver la cara de su tía Hermione, pocas veces se la veía enfadada, pero sabía que no era buena señal, Hermione era la única persona capaz de llegar al mismo nivel que la señora Weasly, la abuela de Dani, así que obedeciendo por primera vez sin replicar una orden directa, la niña salió del salón. Hermione lanzó una ligera capa de polvos sobre el fuego de la chimenea y fue consciente de que había localizado el lugar donde su marido estaba -¡DRACO MALFOY, VEN AHORA MISMO HASTA AQUÍ!
Sin esperar que le respondieran, sin importarle que su antiguo director pensara que era una maleducada por no saludar, sin importarle la cara de sorpresa que había puesto Blaise Zabinni, la chica cortó la comunicación.
-¡DRACO MALFOY, VEN AHORA MISMO HASTA AQUÍ!
Antes de que el chico pudiese decir nada, la cabeza de Hermione desapareció con otro fogonazo. Draco tragó con dificultad, sabía que ella había leído la carta; Blaise miró a su amigo con aprensión y compasión; Dumbledore sonrió.
-Me alegro ver que la señorita Granger aún conserva su…. temperamento... –terminó la frase mirando divertido a Draco.
-Albus, lleva casada conmigo doce años… ¿crees que si no tuviera ese temperamento me habría aguantado tanto? –Blaise sonrió-. Será mejor que desaparezca. –miró la chimenea dubitativo-, ¿puedo?
El director le hizo un gesto con la mano invitándolo a pasar. Draco respiró hondo antes de coger un puñadito de polvos y entrar en la chimenea.
-¡Casa de los Potter!
Y bien? Que os ha parecido? Yo no acabo de estar satisfecha del capítulo… no sé, hay algo que no me acaba de convencer… en fin, vosotros juzgáis… Pero no os quejeis, que este es bastante largo eh:D
Nos vemos en el próximo capítulo de acuerdo? Sed buenos, no copieis fics ajenos y sobretodo no olvidéis mencionar que estos personajes no son míos, y que solo los he tomado prestado un ratito para volverlos locos dentro de mi realidad :p
Un besito a todos. Nos leemos pronto!
