Hola! Bueno, como es domingo, supongo que no tengo muchos reviews :p (así que sin que sirva de precedente he decidido responder a los reviews en el próximo capítulo :D) No importa, os dejo un saludo para que sigáis leyendo si os gusta la historia y si queréis podeis dar ideas que nunca están de más :p
Un besito a todos :D
CAPITULO 5
Albus Dumbledore sonrió desde su silla. El despacho estaba lleno de gente, incluso él estaba seguro de que había más de la que debería; sólo había tenido que mandar una lechuza a cada uno de los miembros de la antigua Orden del Fénix para que todos y cada uno de ellos se presentase en el despacho a la hora convenida. Estaba claro que habían dos generaciones allí dentro, pero él sabía mejor que nadie, que todos estaban preparados para luchar en el momento que fuese necesario, como sabía que ninguno de los presentes se creería jamás mejor que aquel que tenían al lado.
Pocos quedaban ya de los fundadores de la Orden, la mayoría de los que estaban en aquella habitación habían relevado a sus padres en sus puestos y Albus no podía quejarse de la elección; la mayoría de los que estaban presentes habían estudiado en Hogwarts; la mayoría de ellos habían pasado por su despacho cientos de veces para ser reprendidos, felicitados o informados de algo. Conocía cada uno de aquellos rostros, los había visto entrar el primer día como niños y niñas y los había visto salir de aquellos muros convertidos en hombres y mujeres que en aquellos momentos ejercían su derecho y libertad de vivir como quisieran vivir.
Echaba de menos a alumnos que estaba seguro, de seguir con vida, no hubiesen dudado ni un minuto a aceptar formar parte de la Orden del Fénix. Era el caso del bueno de Neville Longbotton, muerto durante el séptimo año, en la última lucha contra Voldemort; siempre que veía a Neville no podía evitar ver en él, el niño que una vez su padre fue. Dean Seamus, Hanah Abbot, Colin Creeve, Ronald Weasly, Ginny Weasly… habían sido demasiados muertos los que aquella lucha se había llevado, dejando a los vivos en la tierra con los recuerdos del pasado.
Contempló a los hombres y mujeres que tenía delante y que estaban allí dispuestos a dar su vida sin preguntar a quién debían proteger o por qué debían hacerlo. En un rincón, apartados del resto, vislumbró dos hombres robustos y altos, sonrió satisfecho, Crabbe y Goyle, hijos de padres mortífagos, habían cambiado de bando durante el sexto curso y aunque aún mantenían ciertas reservas a hablar con el resto de la gente, debido a su condición de Slytherins, Albus sabía que habían hecho un buen trabajo hasta entonces.
Cerca de la ventana estaban sentados tres rostros que jamás olvidaría, cada uno por sus extravagancias, cada uno por sus aventuras, por sus desventuras… Blaise Zabinni había ocupado el puesto de profesor de vuelo y le encantaba; su esposa, Luna Lovegood hacía mucho tiempo que había dejado de ser aquella niña extravagante que llamaba la atención por las extrañas combinaciones que hacía, pasando a ser una hermosa mujer que siempre tenía una palabra de apoyo para todo el mundo; a su lado, como si siempre hubiesen sido amigos, Angelina Jhonson, fuerte, valiente y dispuesta a darlo todo por sus amigos, sin duda toda una Griffyndor.
Cerca de la chimenea veía otros rostros conocidos como el de Susan Bones o el de Charlie Weasly, que hablaban de forma amena con uno de los pocos veteranos que quedaban de la inicial Orden, Remus J. Lupin, aquel hombre que a pesar de rondar ya la cincuentena, seguía conservando aquel físico ágil y aquella cara de niño que Dumbledore había visto cientos de veces en su despacho acompañado de James Potter y Sirius Black. Katie Bell, Alicia Spinnet y Ernie Macmillan se habían enfrascado en una conversación sobre las posibles hipótesis de que la Órden se hubiera vuelto a reunir.
Viejos profesores que seguían impartiendo clases también estaban; Minerva MacGonagall conservaba a pesar de sus años, aquel rostro arrugado pero firme y serio que daba ocasionales sonrisas a sus alumnos predilectos; Severus Snape también se encontraba allí, siempre vestido con su larga túnica oscura, sin mostrar sentimientos, sin mostrar ninguna expresión más que la que él deseaba que los demás viesen.
A pesar de que todos hablaban de forma risueña, el silencio se hacía presente. Albus sonrió cuando escuchó las voces que provenían de fuera del despacho.
-¡No vuelvas a hacer eso! –dijo una voz femenina.
-Perdona… Era la forma más rápida de llegar –contestó alguien que no parecía sentirlo mucho.
-Sabes que detesto aparecerme, luego me mareo… -añadió la primera voz.
-Mami, tú siempre te mareas –alegó una voz infantil intentando parecer seria. Alguien rió y la misma voz añadió-, ¿qué es tan divertido? Te recuerdo que te has agarrado a mi camisa.
Las risas cesaron de golpe.
-Vamos chicos, no empecéis, ¿de acuerdo? No debería haberos traído…
-Si esperabas que nos quedáramos con la señora Amelie estás equivocado, esa mujer es odiosa… -dijo la voz de un niño-… un día de estos tengo que…
-¡No vas a hacer nada James Potter! –dijeron dos voces al mismo tiempo.
Unos suaves golpes en la puerta y una pequeña cabeza se asomó por una rendija.
-¿Podemos pasar? –preguntó Amy educadamente. Albus asintió con la cabeza e hizo un gesto con la mano. La niña entró en la estancia siendo consciente de que todos la miraban; llevaba de la mano a un niño de su misma edad, con el pelo rubio y revuelto y unos preciosos ojos verdes; tenía los mismos ojos que su padre, así que nadie pudo evitar sonreír al verle.
Antes de que nadie pudiese decir nada, el pequeño se soltó de su gemela y se dirigió a la ventana.
-¡Tío Blaise! ¡Tía Luna! –gritó abrazándolos a ambos.
-Hola Jamie –dijeron los dos sonriendo.
El niños los miró y luego desvió su mirada a la derecha donde un cuenco de caramelos destacaba sobre la mesa de Dumbledore.
-¡Caramelos! –gritó abalanzándose hacia la mesa.
Una mano firme lo sujetó por el cuello de la camisa.
-¿Dónde crees que vas? Primero se dice hola, y luego se pide permiso –le regañó su madre.
El niño buscó ayuda en su hermana, pero esta parecía demasiado interesada en la conversación con su tía Luna como para prestarle atención; luego buscó a su padre que seguía en la puerta y se encogió de hombros.
-Perdona mamá… -dijo a regañadientes-. Buenos días a todos, buenos días profesor Dumbledore –dijo mirando al anciano bajo la atenta mirada de su madre - ¿Puedo coger caramelos?
La sala entera rompió en carcajadas, Amy se llevó una mano a la cara intentando ocultarse mientras repetía cosas como "¿por qué a mí?", Pansy miró a su hijo con el ceño fruncido y Harry tuvo que reprimir una leve carcajada al ver que su mujer lo estaba mirando.
-Claro que puedes James –dijo el hombre-, a tu abuelo también le gustaban mucho estos dulces… Harry –inclinó la cabeza a modo de saludo y Harry le respondió con el mismo gesto-, ¿cómo estás?
-Bien profesor, lamento el retraso, tuvimos un incidente en casa –añadió mirando a sus dos hijos.
-No fue culpa mía –se apresuró a decir Amy-. Él dijo que quería levitar…
-Ese no es motivo para que me hicieras un encantamiento… -protestó el niño que se llenaba los bolsillos de dulces.
-Ya está bien los dos –dijo la mujer mirando a los niños con cierto reproche.
-Amy, Jamie –llamó Luna atrayendo la atención de los dos -, Dani y Jack están en los terrenos, junto al lago, ¿por qué no vais con él?
Amy no puso mucha ilusión, pero los ojos del pequeño James se movieron rápidamente de su madre a su padre y viceversa.
-Está bien, pero que tu hermana te acompañe.
-¿Por qué? –protestaron los dos.
Harry suspiró pacientemente. Angelina se acercó a él y le susurró:
-¿Siempre son así?
Harry sonrió negando con la cabeza.
-No, a veces son dos verdaderos torbellinos, suerte que Amy es más sensata. –dijo con sarcasmo haciendo reír a la que una vez fue su capitana.
-Tú vas a acompañarle para que aprendas a cuidar de tu hermano en lugar de hacerle levitar y tú –miró al niño de once años-, vas a ir acompañado porque no quiero que el pobre calamar gigante termine con algún hechizo extraño de los tuyos….
Los dos iban a protestar cuando a Luna se le ocurrió una brillante idea:
-Chicos ¿sabéis que cerca del lago hay pequeñas hadas? Dicen que te conceden un deseo si eres capaz de atrapar una.
Ambos niños se miraron y sonriendo se cogieron de las manos.
-Adiós mamá –le dieron un beso. Harry los paró antes de abrir la puerta y se agachó para estar a su altura -. Adiós papá –dijeron.
-Tened cuidado ¿de acuerdo? Al menor ruido extraño ya sabéis lo que tenéis que hacer ¿de acuerdo? Iré a buscaros enseguida… -añadió.
Cuando Harry estiró del pomo hacia dentro, alguien empujaba desde fuera, provocando que la puerta le diese a Harry en la frente, aunque solo fue un roce ya que el hombre tenía reflejos suficientes para apartarse.
-Perdona Harry –dijo Hermione mientras sonreía divertida-, ¿te he hecho daño?´- El hombre se frotó la frente de forma distraída mientras negaba con la cabeza y abría la puerta para dejarla pasar.
Hermione entró en el despacho, detrás de ella venía Draco con Lucía en brazos que parecía bastante entretenida jugueteando con la camisa de su padre al cual no le hacía ninguna gracia.
-¿Qué es eso? –preguntó la niña estirando el cuello de la camisa.- Papi, tienes una mancha en el cuello –sentenció firmemente.
Hermione se sonrojó inmediatamente bajando la cabeza al suelo; Harry se escondió para no reírse pero Hermione le vio y le dio un golpe en el hombro; los presentes rieron disimuladamente excepto en el caso de Blaise, Luna y Pansy que ya imaginaban qué era la mancha que Draco tenía en el cuello. Draco se limitó a sonreírle a la pequeña y enarcando una ceja le susurró algo al oído. Lucía abrió los ojos y miró a su padre mientras escuchaba lo que él consideraba una explicación "es porque tu madre no me da ningún beso desde esta mañana… siempre ocurre cuando lleva más de una hora sin darme un beso"
Nadie sabía qué le había dicho Draco, pero la pequeña abrazó a su padre más fuerte por el cuello y le dio un beso en la mejilla para luego mirar de nuevo el cuello de su padre. Arrugó la frente.
-Sigue ahí –sentenció.
-Es que tu madre tiene unos poderes especiales para hacer que desaparezca –aseguró Draco divertido ante la mirada de su esposa. Le encantaba verla sonrojarse aún después de tantos años.
-Yo creo más bien que es todo lo cont… -Luna le dio un golpe a su marido antes de que éste terminara la frase y suspiró mientras se giraba hacia Lucía.
-Cielo, ¿por qué no vas con Amy y Jamie al lago a buscar a Jack? También está Dani.
-¿Puedo ir, papi?
Draco miró a Hermione. Su mujer se había mostrado muy reacia a dejar sola a Lucía, incluso había rechazado la idea de que su hija cogiera el traslador que les habían habilitado para llegar a Howgarts y casi había obligado a Draco a que la llevara en brazos, temerosa de que algo pudiese ocurrirle a la niña.
Harry le puso una mano en el hombro a quien había sido su mejor amiga y la mujer lo miró.
-Amy y James están en contacto conmigo, si le pasa algo a Lucía lo sabré… -Hermione miró a su amigo un minuto antes de decidirse a asentir con la cabeza.
Draco miró a la pequeña y le dio permiso.
-Pero ten cuidado y no te separes de Amy y James ¿de acuerdo? –dijo el hombre besándola en la frente.
-Sí papi.
-Y por lo que más queráis… -empezó a decir Blaise.
-… ni se os ocurra… -siguió Luna
-… hacer ningún tipo de hechizo… -añadió Pansy.
-… ni encantamiento… -alegó Hermione.
-…ni travesura… -dijo Harry mirando directamente a su hijo.
-… al calamar gigante –sentenció Draco.
Los tres niños asintieron repetidamente y antes de que ninguno de sus padres pudieran decir nada más salieron del despacho. Draco aprovechó para acercarse a su esposa y rodeándole la cintura con un brazo la besó en la frente, gesto ante el cual, muchos de los presentes no dejaban de sorprenderse, recordando al frío Draco de quince años y a las continuas discusiones que aquel par protagonizaban.
-Bueno… ¿qué ha pasado? –preguntó Harry mirando a Dumbledore.
El anciano los miró serios. Se quitó las gafas y se frotó los ojos. Harry, que había pasado muy tiempo con aquel hombre sabía que no era un gesto que providenciara buenas noticias.
-¿Profesor?
El anciano sonrió unos segundos. A pesar del paso del tiempo y de que ya no necesitaba llamarlo así, Harry seguía haciéndolo, e incluso a veces, había notado que cuando entraba en el despacho parecía de nuevo el niño tímido de doce años que una vez había sido.
-Ha habido una explosión en los barrios acomodados del sur de Londres –dijo él sin dar más rodeos.
-¿Un atentado? –inquirió Crabbe -¿Qué tenemos que ver nosotros con un atentado no mágico?
-Alem Fignon… -susurró Harry-… él ha muerto en ese atentado ¿verdad?
Dumbledore asintió levemente en silencio y dejó sobre el escritorio un ejemplar de El Profeta y Harry parpadeó un par de veces antes de mirar al profesor. A su alrededor podía escuchar las respiraciones nerviosas de los que habían sido sus compañeros de estudios. Casi por inercia, leyó le pensamiento de los que estaban allí y sólo había una cosa común, así que carraspeó ligeramente antes de leer en voz alta el titular:
-"¿El regreso de Voldemort? La Marca Tenebrosa ha aparecido"
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El muchacho de trece años suspiró con fuerza cuando la puerta de la mazmorra se abrió. Le gustaba aquel lugar, era callado, tranquilo y nadie le molestaba; nadie se atrevía a molestarle cuando estaba allí, conscientes de que podían perder la vida si él perdía la paciencia. Sabía perfectamente quien había entrado y sabía qué le iba a decir.
-¡Te has vuelto loco! ¿A qué estás jugando?
El chico miró con desdén a la figura que había entrado en sus dominios, como le gustaba llamarlo a él y sonrió. La mujer, pese a sus cincuenta años seguía siendo hermosa, no podía dudarlo, tenía aquellos rasgos finos y delicados que se asemejaban a una muñeca de porcelana, el cabello rubio caía en rizos sujetos por un pasador oscuro y la capa de seda negra revoloteaba sobre su figura y la túnica violeta. Parecía enfada, muy enfadad, pero a él no le preocupó aquello.
-¡Tres barrios muggles! ¡Tres! ¡Eso equivale a cientos de personas! ¿Cómo te has atrevido a dar un paso sin decirme nada? –su mirada centelleaba mientras miraba al chico que permanecía sentado en una butaca negra cerca del fuego, con la mirada baja mientras jugaba tranquilamente con la serpiente de su regazo.-¡Aún no era el momento!
-Estaba aburrido –dijo tranquilamente el chico-… ya era hora de que hiciera algo, ¿no crees?
-¿Aburrido? ¡Vamos a tener a todos los aurors del Ministerio de Magia buscándonos! ¡Eso por no mencionar a los que Dumbledore dirige! ¿En qué diablos pensabas? ¡Has matado al Ministro de Magia! ¡Lo has marcado! ¡Has dejado la Marca Tenebrosa!
-No me hables así –su voz era calmada y siseante-. He estado trece años recluído, aprendiendo todo lo que tenía que aprender sobre magia negra, maleficios y muerte, sintiendo como el poder de él se concentraba en mi cuerpo, notando como los demás me miraban con miedo y respeto… -sonrió arrogante y se encogió de hombros-, sólo estaba aburrido. Además –añadió impidiendo que la mujer dijera nada-. ¿Quién eres tú para decirme que no puedo dar un paso sin comunicártelo?
-¡Soy tu madre! –gritó ella.
-¡No lo eres! ¡Sólo me llevaste en el vientre por un hechizo que él te hizo! –gritó él por primera vez levantando la cabeza y mirándola. La mujer dio un paso atrás-¡Yo no tengo madre, ni padre y me rijo por mis propias leyes y normas! ¡Y ya era hora de que el mundo volviese a tener miedo otra vez! ¡Y ahora lárgate!
Sus ojos estaban vacíos. Bellatix podía ver el odio y la muerte en los ojos de aquel que había llevado en su vientre nueve meses y a quien había trasmitido todo su poder y conocimiento. Siempre se había mostrado frío y rebelde, pero nunca la había desafiado de aquella forma; con un deje de rencor, consciente de que no era su hijo y de que nunca lo sería, consciente de que él sólo era la forma de la Oscuridad y las Tinieblas, consciente de que con un simple gesto con su mano, él podría matarla sin sentir remordimiento alguno, la mujer se retiró de las mazmorras sin añadir nada más.
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A pesar de que Dani tenía un año más que sus primos, cualquiera que hubiese pasado por los terrenos cerca del lago aquella mañana hubiese jurado que era aquella niña de pelo corto y negro la mayor de los cinco niños que estaban allí.
Había intentado que su hermano no hiciese de las suyas, pero cinco minutos con Dani y Jamie se había trastocado completamente y ahora corría detrás de su prima para convencerla de que el mejor uso que podían darle a los cohetes de purpurina y babas de troll era ponerlos en la sala común de Slytherin. Jack había decidido ir a investigar por su propia cuenta si las calabazas gigantes del guardián eran tan gigantes como su padre le había dicho y Lucía se había limitado a recorrer cada uno de los árboles cercanos tanteando las raíces que sobresalían en un vano intento de encontrar algún tipo de hada para pedir un deseo, cosa que James y Amy le habían dicho.
Así que Amy se había limitado a sentarse cerca del lago, recostando su espalda contra un tronco y a sumirse en sus recuerdos con la mirada perdida al vacío, mientras veía de vez en cuando como el calamar gigante salía a la superficie y flotaba con suavidad antes de sumergirse de nuevo.
Dani y James aparecieron riéndose por su derecha, los dos hablando entre susurros y mirando a Lucía que inocentemente estaba de espaldas a ellos buscando entre los árboles a sus hadas. Amy suspiró.
-James Potter, ni se te ocurra hacer lo que estás pensando –le dijo a modo de advertencia-. ¡Dani! Se supone que eres mayor que él… -añadió en tono de infinita paciencia mirando a su prima.
James se apresuró a esconder los escarabajos detrás de su espalda mientras que Dani sacaba la lengua de forma infantil. Y es que los dos habían pensado que un par de escarabajos en el cabello de Lucía irían perfectos con el vestido que la niña lleva en aquellos momentos. Para suerte de la rubia, y lamentación de los dos traviesos, Amy los había visto.
-Sólo iba a ser una broma… -dijo James-… además a Lucía le gustan los escarabajos, no hubiese dicho nada –añadió para defenderse.
-Aunque le gusten –dijo Amy-, ya escuchaste a papá.
-Dijo que no le hiciéramos nada al Calamar gigante –protestó James con aquella sonrisa inocente de "no he roto un plato en mi vida y si lo he hecho nadie se ha enterado".
-¡CHICOS!
Jack venía corriendo desde el huerto del guardabosques. Llevaba el pelo negro echado hacia atrás y aún así, algunos mechones caían sobre sus ojos azules, por lo que el niño se pasaba la mitad del tiempo echándolo hacia atrás con una mano, en un gesto tan presumido y coqueto como necesario.
Los tres se dieron la vuelta para mirar como venía corriendo con una calabaza entre sus manos tan grande que apenas podía abarcarla con sus dos brazos y que ocultaban una gran parte de él, para ser precisos, Amy observó que tan solo se le veían los zapatos, los pantalones de rodillas para abajo y los ojos, aunque esto último tampoco tanto, ya que el cabello del niño había vuelto a cubrirlos parcialmente.
-¿Se puede saber qué haces? –preguntó Amy enarcando una ceja, gesto que había aprendido de su padrino y que había conseguido hacer después de horas y horas sentada frente al espejo perfeccionándolo.
Jack llegó a su lado y dejó la calabaza en el suelo, sentándose él al lado de su conquista mientras miraba a sus amigos y se encogía de hombros.
-Tengo hambre –dijo como toda respuesta-¿Dónde está Lucía? –preguntó.
-¡Lucía! –gritó Amy.
Lucía escuchó el grito de su prima y se giró hacia donde estaba. Amy le hacía señas para que se acercase mientras que Dani, James y Jack parecían estar sentados alrededor de algo que estaba en el centro del semicírculo. Y debía de ser algo muy bueno para que Jamie y Dani hubiesen dejado de hacer trastadas y de hablar de los artículos de broma de la tienda de Fred y George Weasly, los tíos de Danielle. Resignada después de buscar en diez árboles a una hada y decaída por no haber encontrado ninguna, se dirigió hacia donde estaban sus primos.
-¿Qué es eso? –preguntó mientras se sentaba al lado de Jamie-. Parece una calabaza, ¿es una calabaza? ¿de dónde has sacado una calabaza? –preguntó a James ladeando la cabeza.
-¡Eh! –protestó el rubio desordenándose el pelo-, ¿por qué he tenido que ser yo quien haya cogido la calabaza? –arrugó la nariz. Dani rió abiertamente y Amy negó con la cabeza.
-Porque el noventa por ciento de las veces eres tú –se limitó a contestar Lucía sin darle importancia al enfado de su amigo.
-Pues esta vez no he sido yo –dijo James-, ha sido obra de Jack.
El aludido asintió orgulloso de su hazaña mientras miraba a su prima que suspiró.
-Si no era uno tenía que ser el otro… -dijo a modo de respuesta encogiéndose de hombros y provocando la carcajada de todos -¿de dónde la has sacado?
-Se la he robado a Hagrid –contestó el moreno de forma natural mientras sacaba su varita y después de pronunciar unas palabras tocaba con ésta la calabaza haciendo que se abriera y se partiera en trozos. Tomó uno -¿Queréis?
-¿Has robado la calabaza? –preguntó Amy contrariada por la actitud de su primo.
-Como se entere Hagrid… -apuntó Dani que aún recordaba como el curso anterior el semigigante se había enfadado con dos Ravenclaw por no poner suficiente abono y dejar que una calabaza quedase de tamaño normal.-. Sus calabazas son sagradas…
-Jajajajajaja –rió James-… eres mi ídolo ¿cómo lo has hecho?
-¡James! –dijeron al mismo tiempo Amy y Lucía.
-Vale, vale… -el aludido se calló pero sonrió a su primo-… ya me lo contarás luego…
Amy miró a su hermano con reproche, pero Lucía no pudo evitar reprimir una risita.
-¿A qué esperáis? Coged un trozo… -apremió Jack ignorando los comentarios de Amy sobre lo que estaba bien y lo que estaba mal.
Dani fue la primera en reaccionar y tomó dos trozos de calabaza bastantes grandes a juzgar por el resto de compañeros, que engulló de forma rápida y pasó a tomar un tercer pedazo en el momento en que Jamie le pasó un trozo a Lucía y se quedó otro para él. Jack observó como Amy no cogía nada y se quedaba de brazos cruzados observando comer al resto. Suspiró. Así no era tan divertido…
-Toma… -le dijo acercándole un trozo. Amy lo miró aún enfadada-… no la he robado, ¿vale? Hagrid me la ha dado… ha dicho que era demasiado pequeña y que a él no le servía…
James miró con decepción a su primo. Jack le sonrió en un modo de "qué se le va a hacer", conscientes de que toda la admiración que su primo había sentido por él se acababa de evaporar. Lucía sonrió como si ya supiese que Jack era incapaz de hacer algo así y Amy asintió tomando el trozo que él le alargaba y empezando a comer mientras que Dani no le dio mucha importancia al modo en que la calabaza había ido a parar a sus manos, sino al modo en que terminaría dentro de su estómago.
-¿Y tus primos? –preguntó Amy a Dani más para evitar que se atragantara con otro trozo de calabaza que por otra cosa.
-Pues creo que de vacaciones… -se encogió de hombros-… al menos Jen y Ronnie –le contestó refiriéndose a los hijos de Fred de nueve y tres años-, Adam sigue con tío Bill en Bulgaria, el otro día hablé con él y me dijo que no quería volver porque no estaba de acuerdo con que a los de curso superior Snape diese clase de pociones, pero yo estoy segura de que es por Laila –los demás la miraron interrogante-, una niña de doce años que ha conocido allí –añadió quitándole importancia-. Y Susan… no estoy segura, supongo que en su habitación castigada desde hace tres semanas.
-¿Qué? –preguntó Amy que apreciaba mucho a la niña de ocho años y la cuidaba como si fuese una hermana pequeña -¿Qué ha hecho?
-Dirás que no ha hecho –alegó Dani-. Tío George la dejó cinco minutos sola en el departamento de lechucería y cuando regresó no había ni una lechuza, pero sí cientos de caracoles con alas… -frunció el ceño-… debió equivocarse con el hechizo –dijo con simpleza-… nunca ha sido buena con ellos, le advertí que usara algún producto de la tienda de su padre…
No sabían si había sido por la simpleza con la que la niña había dicho aquello, o quizá era por la mirada incrédula de Amy, o por la risa de los dos chicos que habían dejado de comer y ahora estaban tirados por el suelo riendo a carcajada limpia o quizá por la mirada entre divertida y seria de Lucía. El caso es que los cinco niños terminaron riendo como hacía tiempo que no se reían.
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-¡No! ¡Me niego en rotundo! –gritó Hermione mirando a Albus Dumbledore -¡Mi hija no va a servir de cebo para nadie! ¿Está claro? ¡No me he opuesto a que todos conozcan la profecía de mi hija, pero no voy a permitir que la pongan en peligro!
Crabbe y Goyle miraron a Snape que parecía muy tranquilo y que, después de haber sido informado igual que todos los que estaban presentes que quizá un nuevo Lord Voldemort hubiese subido al poder y estuviese buscando a la pequeña Lucía, había sugerido dejar que se acercara lo bastante a la pequeña como para poder detener a quién fuera que estaba detrás de todo aquello, ya que su marca de mortífago seguía sin doler ni dar señales de que Voldemort estuviese detrás de todo aquello.
-Entiendo como te sientes Hermione… -empezó a decir el hombre.
-¡No puede entenderlo! –gritó la mujer castaña mirando al hombre con firmeza.
-¿Acaso no cree señorita Granger –empezó a decir Snape-, que aquí su amigo Potter pueda salvar a su hija a tiempo?
Golpe bajo para Harry que miró al que había sido su profesor de pociones con cierto rencor, más por la forma en que lo había dicho que por lo que había dicho. Iba a decir algo cuando Hermione se le adelantó y de dos pasos se acercó hasta el rincón donde él estaba, apartando a Remus y a Blaise de su camino y colocándose peligrosamente cerca de él. Harry miró a Draco, pero el hombre parecía demasiado divertido ante la escena que sabía iba a presenciar y no parecía dispuesto a evitarla.
-Primero, no soy la señorita Granger –dijo peligrosamente-, soy la señora de Draco Malfoy –apuntó sintiéndose orgullosa de utilizar el apellido de su marido para situaciones así-, segundo, confiaría mi vida y la de mi hija a Harry sin siquiera dudarlo un solo segundo, aunque no espero que usted entienda eso porque dudo mucho que haya confiado tanto en alguien como para poner su vida en sus manos, y tercero, nadie, escúcheme bien, nadie –recalcó-, va a poner a mi hija en peligro y mucho menos por una absurda idea que a un ex mortífago se le haya ocurrido. ¿Está claro?
-Hermione… -empezó a decir Harry.
-No, se acabó –dijo Hermione decidida-. Me ha visto enfadada cuando era una niña, la mayoría de las veces por algo que usted provocaba al molestar con su abuso de poder a Harry, a Ron y a mí –dijo con voz entrecortada-, pero no me ha visto enfadada cuando se trata de mi hija y le aseguro que no es agradable –añadió con una media sonrisa característica más de Draco que de ella-. Atrévase a sugerir una idea similar, atrévase a decirle algo a Lucía sobre esta reunión –añadió al acordarse de que Snape había sugerido que Lucía supiese todo -, y le aseguro que no habrá Bosque Oscuro, ni magia negra, que pueda detener mi ira contra usted si creo que a mi hija le ocurre algo o le puede ocurrir algo por su culpa.
El despacho quedó en silencio. Las miradas iban del antiguo profesor de Pociones a la joven mujer que había hablado de una forma seria y fría como nunca antes nadie la había escuchado hablar; pasando por la mirada divertida y seria de Draco que permanecía apoyado en una de las estanterías del despacho con los brazos cruzados sobre el pecho. Para sorpresa de muchos, el profesor no hizo ningún comentario a la mujer, se limitó a esbozar aquella sonrisa autosuficiente que tantas veces había empleado y elevando la mirada de los ojos cálidos de Hermione pero que en aquellos momentos podrían haber helado el mismo infierno, buscó a su ahijado y lo encontró divertido apartado de ellos.
-Draco, deberías controlar más a tu mujer –le dijo como si estuviese regañando a un niño pequeño que hubiese cometido una travesura-, sigue siendo igual de insolente que cuando tenía once años –sonrió al ver la cara de enojo de Hermione, pero siguió hablando sin mirarla-, espero que tu hija no haya salido así.
Para sorpresa de todos, Draco no borró su media sonrisa, ni apartó los ojos de Severus Snape. Se limitó a encogerse de hombros y a acortar la distancia que había entre él y el lugar donde su esposa intentaba controlar su respiración para no explotar como un volcán. Le pasó una mano por los hombros a ella y adoptó una pose superficial y arrogante que había aprendido de su padre con el paso de los años.
-Mi esposa es capaz de controlarse ella sola, Severus –le dijo con resolución-, y si ser insolente es defender a nuestra hija, puede ser todo lo insolente que quiera, cuando quiera y con quien quiera. Si esperas que me ponga de tu lado, te has equivocado –le sonrió-, te respeto como profesor y como padrino, pero si vuelves a sugerir que mi hija se ponga en peligro, seré yo mismo quien vaya a buscarte y créeme, no creo que mi esposa me sujete para no hacerlo.
Luna tuvo que darle un golpe a su marido para que dejara de reírse de la cara de Snape después de la declaración de Draco, cosa que resultó bastante irónica porque ella misma no podía evitar sonreírse. Harry sonrió tímidamente al darse cuenta de que su mujer lo miraba divertida y tuvo que hacer grandes esfuerzos para no reírse a carcajadas. Draco se volvió a mirar a Dumbledore.
-Nos vemos en dos días –le dijo a modo de despedida.
-Intentaré averiguar algo más –le contestó el anciano decidiendo si debía sonreír o si debía mirar con reprobación como dos profesores discutían de aquella manera.
-Hasta luego chicos –añadió Draco abriendo la puerta y dejando a su esposa salir primero.
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Emmmm…… ¿puedo salir sin que me matéis? Lo sé, es horrible, me ha costado un día entero escribirlo… por Dios… recordadme que la próxima vez que haga una reunión no meta a tanta gente… En fin… ya está hecho… A ver si el próximo me sale mejor :D
Un beso a todos! Nos leemos prontito!
