A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega. Esta es una serie de pequeños Omakes que sirven como precuela a "Alicui in Amore Respondere," próxima a su publicación. Para más información, lean la A/N del Omake 1.

¡MUCHAS GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBA POR SU AYUDA Y COMENTARIOS! A Sonomi por sus comentarios, tiempo y ánimos dados a la causa.

Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa.

ADVERTENCIA.

Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.

Omake 6:

De noche, por el Bosque.

Escaleras entre Tauro y Géminis.

A 30 días del mes de Mayo del año de Gracia de 1743.

Más tarde ese día.

Parminder pisaba con firmeza los escalones. Aún estaba furiosa y con ganas de mandar a volar el techo de Aries. Venía del coliseo y se dirigía ahora a su casa. Justo había tenido una "charla" con Shion, que esperaba diera el resultado que esperaba. Idril había desaparecido y nadie sabía donde estaba, pero ella no la iba a buscar, menos ahora que tenía que arreglar algunas cuentas con…

… Una silueta bajaba juguetonamente la escalera. Parminder, detrás de la máscara, cerró los ojos y asumió una postura llena de dignidad. Süe bajaba la escalera, casi despreocupadamente, aunque siempre mirando hacia atrás. Varias apelativos llenaron la mente de Parminder en ese momento, y reanudó la marcha: esto le iba a resultar más fácil de lo que creyó.

Entonces se cruzaron.

Süe, que no conocía a la amazona de Virgo, le pasó por el lado sin dedicarle mayor atención. Parminder sonrió para sus adentros y se detuvo.

"Aprendiza." La llamó sin darse la vuelta hacia atrás. "Ven aquí para que te pueda mirar."

"¿Qué? Pero si ya bajé…" Süe gruñó descontenta. "Ya voy…" Rezongó mientras subía los escalones. Una vez frente a Parminder, la miró con arrogancia. "¿Qué quieres?"

"¿Te conozco?" Preguntó Parminder altiva.

"No. Nunca te había visto, pero eso no quiere decir que…" Süe fue interrumpida cuando de súbito, la mano de Parminder se cerró en su cuello y le enterraron las uñas. La amazona de Virgo levantó a la aprendiza en el aire a todo lo que le dio su brazo. "S-suel-ta… me hace… daño…"

"Tú tienes que aprender modales. Temblarás cada vez que oigas mi voz y cuando te dirijas a mi, me dirás Señora Parminder, como corresponde, que no soy tu igual, sino tu superior." La voz de Parminder sonada gélida y llena de autoridad. Mas, no elevó ni medio decibel el volumen de su voz. "Y Aquí entre no, te recomiendo que NO VUELVAS a cruzarte por mi camino."

Parminder soltó a Süe, quien cayó estrepitosamente al suelo. Tosiendo y levantándose a trastabillones, la aprendiza se dispuso a huir, pero.

"No he dicho que puedes irte."

"… ¡Pero…!" La voz de Süe murió en su garganta. 3 golpes sucesivos la azotaron y estiraron como si fuera de trapo. La Aprendiza cayó de rodillas. Parminder le quitó 3 de sus sentidos, dejando su sensibilidad y el oído. Entonces la amazona se acercó a ella y se agachó a su altura. Le tomó un mechón de cabello y se lo jaló hacia atrás.

"Pon mucha atención, manceba. Sólo porque respeto mucho a Karl del Águila no te envío a todos los infiernos de todas las religiones que se me ocurran en este preciso momento, pero si te vuelvo a ver, no dudaré. Las nenas insolentes, que no conocen su lugar, no tienen cabida en este Santuario… y soy lenta en olvidar las ofensas." Parminder soltó a Süe y la empujó contra los escalones. "Aprovecha que soy generosa."

La amazona de Virgo volvió sobre sus pasos y reanudó su subida hacia Virgo. Süe recuperó el resto de sus sentidos en cuanto Parminder se hubo adentrado en Géminis. La lemuriana, llena de miedo, se quedó mirando hacia arriba, y sin pensar en las motivaciones de la amazona, se juró a sí misma no volver a cruzar caminos con ella.

Se fue corriendo de allí a toda prisa.

Bosque del Santuario.

A 23 días del mes de Junio del año de Gracia de 1743.

Flashback.

"El Que Estés Cansada No Es Mi Problema. ¡No Seas Haragana Y A Trabajar!"

"… Señora, ya hice 346¿No puedo descansar ni cinco minutitos?"

"No Hasta Que Completes Las 1500 Flexiones Que Te Pedí. ¡Ni Siquiera Llevas La Mitad! Si Sigues Así, No Podrás Ganar La Armadura Ni Ésta Te Aceptará."

"Está bien, está bien, ya voy. ¡Vaya! Tendré que pedirle al Señor Shion que no nos veamos todas las noches." Süe suspiró resignada, y se sopló el flequillo. Bajo la máscara, Idril arrugó el rostro con disgusto.

"¿Saliste Anoche?" Preguntó Idril en forma muy casual. Süe hizo un afirmativo gesto de desdeño con la cabeza. La lemuriana sabía que cualquier comentario referente a Shion lograba fastidiar a su maestra.

"Claro. Shion es muy lindo¿sabe? Me vino a buscar anoche."

Cierto bicho verde que muerde en el cuello y que se llama "celos" le dio un buen mordiscón a Idril en la nuca. Sujetó a Süe por los cabellos y la empujó hacia el suelo con violencia, ignorando los estridentes gemidos de su alumna.

"Te Quedas Sin Cenar, No Te Detienes Hasta Que Termines 3000 Flexiones O Te Daré De Latigazos, Y Cuando Termines, Quiero Que Limpies El Piso."

Fin del Flashback.

El alto roble que se elevaba por sobre su cabeza tenía toda su atención. Idril estaba en silencio y peinaba sus largos cabellos con sus dedos, oculta por la naturaleza que le daba un calmante abrigo. Estaba tensa, tanto que le dolían los hombros y el cuello. Por lo menos, las cicatrices que le produjeron los latigazos ya estaban curadas y no le dolían. Desde que tenía una aprendiza que no dormía bien y hasta le dolía la cabeza. Hacía más de un mes que estaba de muy mal humor, más del normal y su ánimo estaba muy por los suelos. Estaba tan deprimida que incluso el resto de sus compañeros lo había notado. Como todos eran más amigos que gorrinos, intentaban mimarla o animarla a su manera, pero ella hacía como si nada, y rechazaba con gentileza cualquier tipo de ayuda. Pues… nada le pasaba…

Suspiró en forma queda. Quería llorar, pero no se atrevía. Estaba molesta consigo misma. Intentaba tragarse el hecho que su aprendiza le había golpeado donde más le dolía… y no precisamente en su orgullo.

Apareció la primera estrella en el cielo y sonrió sutilmente. Pronto éstas poblaron la bóveda celeste a medida que oscurecía para deleite de la elfa. Idril no entendía porqué las estrellas lograban hipnotizarla tanto: para ella, tenían que ser las más hermosas obras de la creación después de los árboles. Una lágrima se deslizó por sus mejillas…

… Hacía poco más de un mes que tenía una aprendiza. Y desde la misma cantidad de tiempo… Süe y Shion parecían estar llevando una suerte de relación amorosa: en todo ese tiempo, el ariano no había tenido otras amigas y parecía haberse concentrado bastante en Süe… cosa que por alguna razón Shion insistía en mantener en secreto, pero bueno… como que no era muy bueno, ya que ella lo sabía.

Y por alguna razón no se atrevía a intervenir.

"Obvio…" Pensó algo dolida. "Ambos son lemurianos… y yo no… no más soy una simple elfa… y me lo pensé mucho… quien piensa mucho… pierde."

Bajó la cabeza y se quedó mirando los pies. El árbol encima de ella se meció producto del viento. El bosque susurró apenado: entendían muy bien la tristeza de la elfa. Idril suspiró, realmente tentada de echarse a llorar. ¿Acaso tenía que resignarse? Maldita sea, ni siquiera había sido capaz de decirle nada a Shion, sentía que había perdido su oportunidad… ¿Cómo podía ella interponerse entre su odiosa alumna y él sin parecer despechada?

Se quería morir… ¿Así se sentía un corazón roto?

Cómo habrá estado de ensimismada, tratando de consolar a su élfico corazoncito, que ni se percató que de pronto ya no estaba sola y que una mano le jalaba y acariciaba la oreja derecha casi con ternu…

¡Un Momento¿Quién Le Estaba Acariciando La Oreja?

BAAAAM, PUNCH, PLAAAASH, CRAAACK.

Rápidamente lanzó un golpe rápido con su codo hacia atrás, pero le contestaron y sujetaron por el torso. Idril rodó sobre sí misma para deshacerse de su captor, al que golpeó de nuevo con el codo, aunque esta vez fue con el izquierdo. Se puso en pie en un tris y en posición de ataque. Pero se quedó de una pieza, tal como si le hubiera caído un baldazo de agua fría

"Jajajaja¡Detente Idril de Cáncer! Soy Yo." Le saludó Shion de improviso, jovial como siempre, con esa enorme sonrisa que le caracterizaba, sujetando su estómago y tirado en el suelo, riendo de lo lindo. "¡Que Carácter Que Tienes, Elfa Loca¿Por Qué Me Atacas Cada Vez Que Me Ves? Así No Te Vas A Casar Nunca."

Idril sacudió la cabeza extrañada. ¿Qué hacía Shion allí? Bah. ¿Qué era lo divertido que se reía tanto? Feh. Es no era lo importante. ¿Cómo se atrevía a jalarle las orejas?

"¡Aries, Serás Bruto¿Qué Esperas Que Crea Si Te Apareces Furtivamente y Por La Espalda¿Qué Me Quede Tranquila?" Protestó la elfa, sin saber qué creer o pensar. "¿Qué haces aquí?"

"Feh. ¿Qué no puedo estar aquí?" Shion se puso de pie y se sacudió la capa. Al mirarla, le guiño un ojo. "Venía a ver como estabas y mira como me contestas."

"¿Qué quieres, Aries?" Preguntó Idril derrotada, con un suspiro, relajando por completo su postura de ataque. La elfa le dio la espalda y se sentó en el suelo. Segundos más tarde, Shion se sentó junto a ella.

"Veo que confías en mi." Comentó Shion tras un silbido. Idril giró la cabeza y le miró.

"¿Por qué dices que confío en ti?" Le preguntó Idril curiosa. Shion le sonrió vivaracho.

"Porque de otro modo, no me habrías dado la espalda."(1) Afirmó el futuro Patriarca. "Ya sabes: a un enemigo o a un traidor, no hay que mostrarle la espalda."

Bajo la máscara, Idril levantó las cejas y exclamó de sorpresa. Shion tenía un buen punto… uno demasiado bueno: la elfa intuía que el lemuriano jamás le haría daño… porque iba a poder detenerlo y porque… porque… como que hacer daño por hacerlo no era parte de la naturaleza de Shion.

"Te tengo que conceder un punto por eso." Le dijo Idril, mirando hacia las estrellas. "¿Me vas a decir qué haces aquí, Aries, o no?"

"Tan solo quería saber como estabas. Por eso vine." Le dijo con sinceridad. "Hace días te noto extraña… más arisca de lo que eres, si es eso posible. También te noto más triste… no sé, eso como que me altera."

"¿Arisca YO? Feh. Esa es mi naturaleza, Aries." Aclaró Idril en voz baja, aunque de reojo se percató que el guardián de la primera casa negaba con la cabeza, como si quisiera discutirle esa opinión. Tras la máscara, la elfa se mordió los labios… de todos sus compañeros dorados, Shion era el único que parecía indiferente ante su cambio de ánimo. O al menos eso creía, aunque ahora le comprobaba lo contrario. Su corazón dio un latido de gusto. "No estoy más arisca de lo normal."

"Cierto, no eres un dulce pastelito, como las demás damas, sino que eres muy especial." Shion se inclinó hacia atrás y apoyándose en sus brazos, observó hacia el cielo. Luego le miró con algo de natural coquetería. "Tratas a mordiscones a medio mundo. No eres para nada suave, como las demás doncellas. Eres más especial y delicada de lo que tu misma crees." El santo de Aries cambió el tono de voz. "Pero estás más arisca que de costumbre y de eso me doy cuenta. Y con lo distraído que soy… eso es mucho decir."

"¿Y tú que sabes? Yo estoy bien. Además, no tendría porque importarte."

"Me importa y Mucho." Shion frunció el ceño. "Soy quien te hace enojar y trata de hacerte reír… y me doy cuenta cuando estás más saltona que otras veces."

"Entonces tu intuición falla, pues estoy muy bien." Mintió Idril, pero no pudo engañar al lemuriano. Quizás estaba perdiendo el toque. "No me pasa nada. Puedes irte."

"Sí te pasa algo. Tú no eres así. ¿Acaso crees que no te he visto llorando?"

"No Seas Mentiroso, Nunca Me Has Visto Llorando." Afirmó Idril algo asustada.

"¿Y qué hacías hace unos momentos? Feh. No sabía que los elfos se reían con llanto… pero una vez más, tú no te ríes ni con mis mejores chistes." Shion se enderezó y se cruzó de brazos. "Tú no estás bien."

"¿En serio? Pues bien: Ya que sabes como me siento mejor que yo misma… Dime Aries¿Qué me pasa?"

"Ni idea. Nunca sé lo que pasa contigo. No me dejas acercarme ni un poquito. ¡Ni siquiera aceptas bailar conmigo en las fiestas! Por algo has de estar tan triste." Le reprochó Shion. El lemuriano entrecruzó las cejas. "Si Esto Tiene Que Ver Con El Metiche Que Te Envía Flores… Créeme Que Lo Pondré En Órbita De Una Patada Por Hacerte Llorar." Dijo con la más honesta de las intenciones.

Idril abrió los ojos de par en par. La pequeña treta de la que Lynus había echado mano había pasado hacía ya más de dos meses, casi tres, pero… ¿Shion todavía se acordaba? Raro.

"Quien me envía flores no tiene nada que ver con esto." Gruñó Idril, siguiendo el juego, con un tenso latido de esperanza.

"O sea que sí reconoces que tienes un problema. Feh." Shion sintió un volcán de ácido en el estómago. El mero hecho que Idril pudiera tener un admirador se le hacía difícil de digerir… y ahora el muy cretino la hacía llorar. "Vas a tener que presentármelo algún día para que me cuente su secreto de cómo RAYOS se acercó a ti." Dijo con evidente reproche. "Es más fácil acercarse a un rinoceronte negro, te lo digo por experiencia." El lemuriano se encogió de hombros. "Pero volviendo al tema en cuestión… hasta yo me di cuenta que estás hiper sensible."

"Perdóname la vida, pero lo que me pasa no es asunto tuyo."

"¿No me vas a decir qué te pasa?" Preguntó con cara de nene bueno.

"No. Conociéndote, capaz que lo escribas en la pared y eso me mataría." Gruñó Idril sin ningún cuidado. Shion casi saltó de su lugar, sorprendido y dolido de que su corazonada fuera cierta.

"¡Entonces Sí Reconoces Que Te Pasa Algo!" El santo de Aries puso además cara de no haber roto un plato jamás en su vida. "Y que encima no confías en mí… aunque me diste la espalda."

"…"

"¿Idril?"

La elfa, que ya consideraba que se había ido de mucha lengua por un día, se puso de pie y comenzó a internarse en el bosque. Shion, quien estaba realmente preocupado por ella, no se demoró ni un pestañeo en seguirla y llegar junto a ella. Al ver esto, Idril se detuvo, le miró unos instantes, le dio un empujoncito para alejarle y siguió caminando.

"Si tanto te interesa, confórmate en saber que eres la única fuente de mis problemas y jaquecas." Espetó con reproche. "Me largo, ya que no te irás ni me dejarás en paz."

El lemuriano la miró con atención varios segundos. Volvió a trotar detrás de ella. Su hermosa, larga y bien cuidada cabellera brillaba bajo la delicada luz de las estrellas, y sus orejas… sus lindas orejas que se moría por besar con suavidad y acariciar con la yema de sus dedos con toda la calma y delicadeza del mundo, resalían a los costados de su cabeza. No pudo evitar alcanzar una de ellas y sujetarla en forma juguetona… lo que obviamente gatilló que Idril reaccionase en protesta.

"¡TE DOY MEDIO SEGUNDO PARA QUE ME…!"

"Disculpa mi imprudencia, Idril, pero es que no pude evitarlo. ¡Ya Sabes Que Me Encantan Tus Orejitas! Son muy bonitas. ¿Lo sabías?"

Confesó con travesura, mientras acariciaba la punta de la oreja que había atrapado entre sus dedos, aprovechando la repentina parálisis de su dueña. Entonces Idril le dio un fuerte manotazo y retrocedió perpleja, cubriéndose las orejas con las manos.

"… Me Vas A Matar Un Día De Estos… ¡NO QUIERO QUE LAS VEAS!" Exclamó enojada antes de darse la vuelta, taparse las orejas con las manos y salir corriendo, con toda la dignidad del mundo, como aquella primera vez que se habían visto, 10 años antes.

Shion de Aries se quedó allí detenido, observando la carrera de la elfa, quien rápidamente se perdió en el follaje. Suspiró. Aunque había podido conversar con su querida Idril, no había podido averiguar qué era lo que la tenía tan apenada. Eso le estaba destrozando el sistema digestivo y el corazón. Observó largo rato las estrellas, casi una hora, y pese al tupido follaje, pudo hallar sin problemas a la constelación de Cáncer, que hacía tan solo un par de días se había instalado en la bóveda celeste, a regir a cuantos nacieran bajo su influjo.

"Pronto estarás de cumpleaños, Idril… en dos días más. Ojalá te guste lo que te tengo." Shion suspiró con una sonrisa. "En serio espero que te guste y que no me lo rechaces."

El Santo de Aries estiró los brazos y decidió marcharse a su templo, que se supone debería haber estado protegiendo hacía rato.

Sin poder haberle dicho a Idril.

Fin del Omake.

Por

Manquehuito (Misao–CG)

PS: Sip. Otra vez un omake cortito, pero no se quejen. Ya llega el fic propiamente tal y con él, capítulos largos. Recuerden que estos omakes son escenas sueltas sin mayor ilación entre sí. ¡DEJEN REVIEW!

Brújula Cultural.

(1) "Veo que confías en mi." Comentó Shion tras un silbido. Idril giró la cabeza y le miró.

"¿Por qué dices que confío en ti?" Le preguntó Idril curiosa. Shion le sonrió vivaracho.

"Porque de otro modo, no me habrías dado la espalda.":

Esta anécdota de tiene una historia detrás. Se dice que en cierta ocasión Napoleón Bonaparte, siendo ya emperador de Francia y estando en guerra prácticamente con todas las casas reales europeas del entonces, se enemistó con uno de sus generales. El Sujeto que había perdido el favor del Emperador y cuya carrera se veía en riesgo por esta situación, trató de volver a ganarse la amistad del Emperador, sin éxito. Sin embargo, en una fiesta en Palacio, en la que él estaba invitado, tuvo suerte echando mano de un poco de astucia. Se acercó a saludar a Napoleón, pero el Emperador, molesto, le dio la espalda y siguió conversando con otros militares. Este general se le acercó al grupo y le dijo al Emperador:

"Veo que Su Majestad Me cuenta nuevamente entre sus amigos."

Napoleón, sorprendido, lo quedó mirando:

"¿Qué le hace sospechar eso?"

"Me dio la espalda, Majestad."

Napoleón, tomado por sorpresa por la respuesta, y aún algo molesto, no pudo menos que reconocer la treta. Sonrió con astucia, y le dijo.

"Tienes razón: la espalda sólo hay que dársela a los amigos."

Eso era lo que quería que supieran.