Hola! Bueno, vamos a contestar reiews, que no sabéis la ilusión que me hace que me escribáis :p
Dore-malfoy: Gracias! Bueno, se supone que Réficul tiene que dar no si no es miedo, al menos un poco de respeto… es el malo del fic, no te parece? Jeje Bueno, creo que la relación que mantienen Harry y Hermione es muy importante, después de todo, siempre han estado juntos y después de la muerte de Ron, sólo quedan ellos dos… quería dejar claro que siempre iban a estar juntos. Me alegro que te haya gustado, un besito
LaBelle Evans: Jajajaja no te preocupes, yo a veces también tengo demasiadas cosas en la cabeza y digo tonterías, creo que es algo normal :p no te preocupes, Jonson será una pieza clave, por lo que en un par de capítulos (más o menos) empezará a desarrollar una relación con los niños bastante importante. Y sobre todo no te preocupes, no es mi intención que Harry termine con Ginny ni muertos ni vivos… aunque ahora que lo mencionas…. (jajajajaj es broma, es broma, lo juro) Harry necesitaba darle ánimos a Hermione y le dice eso para que sepa que no le pasará nada a Lucía… ya estás más tranquila:p Pues nada, un besito y sigue leyendo, espero que este te guste también :D
SraMalfoy: Muchas gracias por tus palabras :D Lo cierto es que ya me han dicho varias personas que Lucía debería terminar con Réficul… aunque no estoy segura del todo… tendré que pensármelo y si lo digiero bien, quizá ocurra algo así… no sé… de todos modos, ya os enteraréis jejejeje :p Y nada, gracias por tus halagos, no creo que escriba tan bien como decís, sólo escribo… Bueno, un besito, espero que los demás capítulos te sigan gustando. :D
Chirru: Gracias por la sugerencia de los nombres, te aseguro que los tendré en cuenta :D Creo que voy a hacer ahora mismo un capítulo BONUS jejejeje aunque sólo una persona me haya contestado que le interesaría (tú) creo que merece la pena hacerlo por esa persona (de nuevo vuelves a ser tú) jejejeje. Pues nada, seguiré actualizando tan rápido como pueda. Un besito, cuídate
Cote245: Hola! Pues sí, ya ves… sabes que me ocurre? El msn viejo me funciona, y el nuevo no… en fin… tendré que desistalarlo… pero me da un palo… de momento funcionaré con el viejo… ahora, dejando de lado nuestras paranoias con el msn… contestación a tu review: gracias de nuevo por leerlo :D Me alegro que te alegre el día jejejeje Bueno, pues nada, un besito y cuídate de acuerdo? Hablaremos pronto.
Y eso es todo, chicos. Creo que ahora podemos continuar con la historia… ¿dónde nos quedamos? Ah, sí… creo que era por aquí…
CAPITULO 8
Narcisa había pasado la noche en vela, sentada en la silla junto a la cama de su marido. Había estado tentada a tumbarse a su lado, pero era consciente de que si se quedaba dormida y él despertaba no podría hacer nada para ayudarlo. Había empleado la magia para llevarlo hasta la habitación matrimonial y una vez allí lo había desvestido y vuelto a vestir con unos pantalones negros, metiéndolo en la cama y arropándolo hasta la cintura con las sábanas de raso de un color vino tinto.
Había pasado más de tres horas limpiando los cortes y las cicatrices que las maldiciones que habían impactado en su torso habían dejado; los brazos estaban llenos de heridas y el lugar donde había estado durante tanto tiempo la Marca del Señor Oscuro estaba ahora limpia y a cambio había adquirido un tono rojizo enfermizo que la había asustado nada más verlo. Había empleado ungüentos cicatrizantes sobre el pecho de su marido y ahora casi todas las cicatrices habían desaparecido, a excepción de aquella pequeña, casi del tamaño de una uña, que permanecía bajo el ombligo. El cuello lleno de arañazos, mostraba marcas de manos en torno a él, como si hubiesen querido estrangularlo antes o quizá después de aplicarle los maleficios.
El rostro de su esposo no presentaba mejor aspecto de lo que había visto en su cuerpo. La única diferencia quizá, era la forma de las heridas. Si bien parecía que se habían ensañado en su cuerpo con las maldiciones, parecía que su cara había sufrido los golpes muggles. Había tardado bastante rato en limpiar la sangre reseca de las mejillas y las sienes; una herida estaba peligrosamente cerca e la oreja derecha y la mejilla izquierda tenía un buen golpe que adquiriría un tono azul y amoratado. El labio inferior estaba roto y la ceja izquierda estaba partida.
Una solitaria lágrima rodó por los ojos de Narcisa que se apresuró a limpiársela. No iba a permitir que su marido abriese los ojos y la viese llorando. Era una Malfoy. Los Malfoy no lloran. El cuerpo de su esposo se sacudió con violencia y por enésima vez, Narcisa se levantó de su sitio con rapidez para sentarse en el borde de la cama y sujetar a su marido al colchón apresándolo por sus hombros doloridos.
-Ya está, amor… -le dijo con ternura esperando que se calmara-… ya está… vamos… despierta por favor… por favor…
Narcisa no podía tener ni idea de los sueños que estaban atormentando a su marido en aquellos momentos, si lo hubiese sabido, su lema de "los Malfoy nunca lloran" se hubiese roto y con él, su corazón hubiese llorado hasta cansarse.
(Recuerdos de Lucius Malfoy)
Cuando apareció en la vieja casa abandonada de los Malfoy, utilizada a menudo como punto de reunión de mortífagos durante el tiempo en que el Señor Oscuro vivía, supo que tenía que tomar una decisión crucial. Había estado al servicio de Lord Voldemort durante toda su vida, casi desde que tenía uso de razón; iniciado por proteger a los suyos del poder oscuro y la magia negra, Lucius se ofreció con doce años al servicio del Señor Tenebroso y para pagar su pasaje al círculo, y demostrar así que era digno vasallo, tuvo que quitarle la vida a un niño de dos años elegido a dedo por el mismo Lord Voldemort.
Salió de la casa y el frío del lugar le hizo estremecerse. Su cabeza aún veía los ojos negros de aquel niño que le había mirado antes de que él lanzase la maldición asesina contra su pequeño cuerpo. En aquel entonces había tomado una decisión muy difícil, había elegido servir al mago más cruel de la historia a cambio de la protección eterna a su familia y a sus herederos.
Sonrió de forma siniestras mientras atravesaba las calles desiertas. Aquel no era un lugar decente para salir de día, mucho menos de noche.
Cuando Draco nació, cuando lo tuvo por primera vez entre sus brazos, se prometió a sí mismo que él no sufriría lo que él había tenido que sufrir. Eran tiempos difíciles para todos; el mundo mágico se veía sumido en un caos de terror y odio con frecuentes ataques mortales que siempre terminaban con decenas de víctimas. La única protección que podía surgir efecto era estar entre las filas de los caballeros de la muerte; Lucius era consciente de aquello y por aquel motivo, cuando el Señor Oscuro le ordenó que su hijo recién nacido, apenas un bebé de unas horas, debería formar parte de su bando, Lucius no lo dudó ni un segundo, convencido de que era el mejor modo de que su familia estuviese protegida.
Atravesó por la tercera calle a la derecha. Frío. Había olvidado la frialdad de aquel barrio y ahora, después de años sin ir por allí, echaba en menos el calor del cuerpo de Narcisa a su lado, siempre a su lado.
Pero Draco, para bien o para mal, había heredado su cabezonería y tozudez de él, y a pesar de lo que decía, nunca estuvo de acuerdo con las ideas de Lord Voldemort, aunque por supuesto, se encargaba de no decirlo públicamente y seguía manteniendo aquella postura de frialdad que había aprendido en todas las reuniones a las que había acudido.
La primera vez que se había revelado a su padre había sido al cumplir los ocho años; aquella noche, cuando regresó a casa cansado después de haber realizado un ataque del cual él era el principal cabecilla, se había encontrado a su hijo furioso, esperándolo en el salón, sentado en frente de la chimenea, en aquel sillón negro que hacía resaltar los rasgos pálidos y el cabello rubio. Nada más entrar, Draco le había arrojado un periódico en el que se había publicado una lista de muertos en un atentado, supuestamente muggle, que se había producido el día anterior. La razón de que Draco estuviese tan furioso la había descubierto cuando leyendo la lista de nombres, había encontrado el de Jeremy J. Keps, un niño de ocho años compañero de juegos de Draco. Ni siquiera le pudo explicar nada, no pudo inventar nada antes de que Draco le dijera con frías palabras "No voy a formar parte de un grupo de asesinos, nunca"
Se detuvo en mitad del callejón y miró en ambas direcciones; tomó el pasadizo de la derecha, el de la izquierda solía estar más concurrido y no quería tener encuentros desagradables.
Aquella fue la primera vez que Draco se negó a cumplir el destino que su padre había organizado. Y si Lucius pensaba que con el tiempo se le pasaría, que aquello era un simple capricho de niño rico, se había equivocado completamente. Draco siguió creciendo y cada año que Lucius le decía que debía conocer al Señor Oscuro, él se negaba en rotundo y repetía una y otra vez la misma frase "No voy a formar parte de un grupo de asesinos, nunca"
Lucius había mirado en los ojos de su hijo y había visto tanta determinación y tanto valor que le había asustado. Y sin decirle nada, llegó a la conclusión de que aquella vida no era para Draco. Había sido su decisión matar a aquel niño de dos años, una decisión suya, pero una decisión equivocada. Había hecho todo aquello por proteger a su hijo y de repente se daba cuenta de que su hijo no quería aquella protección porque no la aceptaba como tal, sino como una maldición.
Contó las casas, mirando los números, como si no recordase el lugar en el que estaba. Irónico. Había recorrido aquel espacio durante años e incluso juraría que podía hacerlo con los ojos cerrados y aún así, lo miraba todo como si fuese la primera vez que lo veía.
El día en que Draco cumplió los quince años, Lucius fue reclamado por su señor quién le preguntó y exigió en un tono amenazante, la incorporación de sangre nueva a sus filas, lo que requería a su hijo Draco Malfoy. Para la sorpresa de todos, incluida la del mismo Lord Voldemort, Lucius, que jamás se había rebelado contra ninguna orden establecida, rogó por el perdón de su hijo y por la libertad del mismo.
Aún recordaba aquella noche. Intentó resistirse a la maldición, pero la magia empleada había sido enorme; ni siquiera fue consciente del momento en que cogió a Draco y lo llevó hasta el mismo Lord Voldemort. Sólo sintió el grito de su hijo rogando para que se detuvieran, gritando que no quería ser como ellos, pidiendo que lo soltasen. Al despertar al día siguiente en su cama, se dio cuenta de lo que había ocurrido; corriendo, se levantó de la cama bajo la atenta mirada de Narcisa y entró en el cuarto de Draco sin llamar a la puerta y respetar su intimidad, una de las cosas que él mismo le había inculcado. Sin despertar a su hijo, le subió la manga del pijama gris y pudo ver con horror la Marca Tenebrosa en el brazo del niño, de su niño. Draco había despertado y lo había mirado con rencor; "que tenga esta marca no significa nada".
Lucius había seguido interpretando su papel de fiel vasallo delante de su Señor, pero no podía olvidar que por su culpa, su hijo estaba condenado a un futuro de muerte y sangre, el mismo futuro al que él se había encadenado, el mismo futuro al que él lo había encadenado.
Faltaba seis casas.
Jamás imaginó que lo diría. Pero cuando Harry Potter, hijo de James Potter y Lily Evans, venció a Lord Voldemort aquella noche, sintió como un gran peso desaparecía de su cuerpo y de su conciencia. Era la oportunidad perfecta que había estado esperando por años para arrepentirse de todo el mal y el daño que había causado.
Alejó a su familia de la magia negra, igual que hicieron miles de familias alegadas a las filas del Señor Tenebroso. Y cuando su hijo Draco anunció el embarazo de su mujer, una pequeña chispa de alegría se encendió en el que él creía su corazón muerto.
Una nueva generación que crecería en un mundo sin Lord Voldemort, sin el temor a pronunciar su nombre, sin el temor a morir, sin el temor a la muerte.
Se detuvo delante de la casa de piedra gris y negra. Tres escalones separaban la puerta de la calle. Respiró y exhaló profundamente, consciente de la decisión que acababa de tomar y consciente de que era lo único que podía hacer para remediar el daño y el dolor que le había propiciado a su hijo durante tantos años.
La primera vez que acogió en sus brazos a Lucía, notó la fuerza que la niña tenía. Había bromeado sobre que la primogénita fuera una chica y no un varón, pero a Draco no le había importado mucho, había besado a su esposa, había tomado a su hija en brazos y había afirmado que sus hijos serían todos iguales.
Lucius tuvo que reconocer que jamás había visto a su hijo tan feliz como en aquel momento.
Llamó a la puerta. Ya no había vuelta atrás. Había tomado una decisión que seguramente cambiaría de nuevo su vida. Volver a matar, volver a entrenar a jóvenes, volver al pasado, a aquel reino de muerte y sufrimiento, volver a las huidas, volver a ausentarse de casa y despedirse de Narcisa sin saber si iba a regresar o no. Recordó los ojos de Draco, brillaban. Recordó los ojos de Lucía. Dulces e inocentes. Deseaba un mundo de inocencia para ella, aunque le costase la vida.
La puerta se abrió y una mujer con un asombroso parecido al de Narcisa lo miró de arriba a abajo con ojos escrutadores en la noche; una sonrisa burlona y una mueca despectiva.
-¿Tú?
Lucius la miró a los ojos, bloqueando su mente para que ésta no pudiera hacer nada más que leer lo que él quería que leyera.
-Quiero volver –dijo secamente.
Bellatrix no le había contestado; se había limitado a abrir la puerta más y a invitarlo a pasar con una excesiva reverencia. Cuando cruzó el umbral, Lucius supo que aquel error que estaba a punto de cometer, seguramente, era el único equivalente a restaurar el error que había cometido cuando tenía doce años.
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Se le hacía raro estar allí. Hablar con aquel que había sido su mejor amigo, sin poder decirle "soy yo, he vuelto". Llevaba una hora hablando con él sobre quiddich y, para su sorpresa, Harry había cambiado su equipo de toda la vida por el C. Cannons. Cuando el moreno le había hecho aquella afirmación y él le había preguntado el motivo entre dientes con una sonrisa camuflada, la respuesta de Potter había sido clara:
-Alguien me dijo una vez que eran los mejores.
Ron deseaba abrazarle, gritarle que era un idiota por cambiar su equipo únicamente porque él hubiese dicho en una ocasión que aquel era mejor; deseaba hablar sobre las aventuras que habían corrido juntos, sobre las amenazas de Snape, sobre las travesuras que habían realizado, sobre sus años en Hogwarts, sobre todo…
Y no podía hacerlo. Tenía que limitarse a un papel. Había inventado la historia de un chico inglés que había viajado con su padre a Francia, donde había estudiado, y que con la muerte de su padre el año pasado, había decidido volver a Inglaterra donde había aceptado un puesto de profesor junto a Harry Potter. Había sido una historia creíble, cuando la había contado durante la cena en la mesa de los profesores, tanto Harry como Hermione se habían visto satisfechos.
Como habían cambiado… Una historia como aquella hacía doce años y ninguno de sus dos amigos hubiese podido evitar hacerle miles de preguntas sobre Francia, sobre su padre, sobre la muerte que lo había acontecido… Pero ni una sola de esas preguntas llegó a oídos de él.
Se acababan de sentar en el Gran Comedor a desayunar cuando ella había aparecido de la mano de Malfoy. Aún prestando atención a la conversación que mantenía con Harry, no pudo evitar mirarla. El mismo pelo rizado, más largo, sí, pero seguía siendo el mismo, la misma cara de madurez, el mismo gesto de morderse el labio inferior antes de que Malfoy la besara con suavidad… Se había pillado a sí mismo pensando en lo que podría haber sucedido si Draco Malfoy jamás hubiese entrado en la vida de Hermione. El hombre de su lado sonrió y le dio un codazo, despertándolo de sus ensoñaciones.
-Es guapa, ¿verdad? –dijo con orgullo.
-¿La conoces? –preguntó él en su papel.
Harry asintió mientras tomaba un poco de café.
-Hermione Granger, bueno, ahora Hermione Malfoy, una amiga de la infancia…-sonrió-… ni te imaginas todas las cosas que pasamos juntos en este colegio…
"Sí que las imagino"
-¿Cómo qué?
Harry sonrió. Ron lo sabía. Harry adoraba hablar de su época de Hogwarts, después de todo, había sido su época más feliz, a pesar de las amenazas de muerte, de los intentos de asesinato, de la lucha contra basiliscos enormes, de los encuentros con Voldemort… a pesar de todo, había sido su época más feliz.
-¿Has oído hablar de la piedra filosofal? –Jon asintió y Harry rió-. Durante mi primer curso en Hogwarts, la encontré; claro que nunca podría haberlo hecho sin la ayuda de Hermione y de Ron… -su voz se ensombreció unos segundos.
-¿Ron? –preguntó él dando un mordisco a sus tortitas de nata- ¿Quién es?
Harry hizo un gesto de quitarle importancia.
-Es, era –corrigió-, mi mejor amigo… Murió durante la lucha contra Voldemort hace doce años –explicó deprisa.
-Lo siento –dijo él.
-No importa… -Jon arrugó la frente y Harry sonrió sin darse cuenta de que aquel "no importa" había trasmitido sensaciones erróneas a su receptor-… Para mí Ron sigue vivo en el recuerdo. Era el hermano que nunca tuve.
Jon permaneció en silencio unos segundos antes de tomar un montón de cuatro tortitas, echando crema entre capa y capa, y rociándolas con una buena cantidad de chocolate y caramelo por encima. Harry lo miró unos segundos mientras se preparaba todo aquello; sólo había conocido a una persona capaz de tragarse algo semejante. Jon se dio cuenta y carraspeó ligeramente.
-¿Esa no es tu mujer? –preguntó señalando a Pansy que entraba en aquellos momentos y se dirigía a Draco a darle un beso en la mejilla a lo que él correspondió manchándole la mejilla de chocolate en un gesto infantil-. ¿No te molesta que se comporte así?
-Para nada –negó Harry riendo al ver que Hermione intentaba taparse para que no la mancharan a ella también-. Malfoy y Pansy son amigos desde siempre, como Hermione y yo.
-¿Cómo es que no terminasteis juntos? –preguntó Jon. La verdad era que aquella era una pregunta que siempre había querido que alguien le respondiese-. Quiero decir, si os conocéis desde hace tanto tiempo…
-Nunca he visto a Hermione de ese modo –dijo rápidamente mientras seguía observando al trío, ahora que Blaise había aparecido y había presión con Pansy sobre el rubio-; era como mi hermana, mi conciencian, la que me incitaba a hacer los deberes, a estudiar, a regañarme cuando salía a escondidas por el castillo –sonrió-, aunque a veces viniese conmigo también a hacer de las nuestras… además, ella era de Ron… -añadió como si aquello lo explicase todo-, jamás me habría atrevido a quitarle a mi mejor amigo la chica que le gustaba, fue de Ron hasta que Malfoy se dio cuenta de lo que valía…
-Se la ve feliz, ¿no?
Harry asintió de forma distraída. Hablar de Ron siempre le causaba cierto malestar; había aprendido a sobrellevar su muerte, pero aún se culpaba de qué él hubiera muerto entre sus brazos protegiéndole.
-Tiene un marido que la adora, una hija a la quiere… -sonrió mirando a la pequeña Malfoy riendo desde la mesa de Gryffindor mientras observaba a sus padres-… y yo no voy a permitir que esa felicidad se arruine…
Jon no dijo nada. A pesar de que el último comentario había sido un susurro más que otra cosa, había oído perfectamente a Harry y había sonreído. Él tampoco iba a dejar que la felicidad abandonase a Hermione.
-¿Y bien? ¿Qué sabes de DCLAO?
Jon sonrió abiertamente mientras recordaba todo lo que había aprendido durante su muerte. Trolls, basiliscos, gigantes, arañas gigantes, tritones, dragones, dementores… Estaba seguro de que si decía aquello Harry hubiese abierto los ojos y le hubiera pedido que se lo contara todo con pelos y señales, y sabía que aún no podía decir nada, no había llegado el momento, así que resistiéndose se limitó a encogerse de hombros:
-Poca cosa… espero aprender más al lado tuyo –le sonrió sabiendo de antemano lo poco que a Harry le gustaba presumir de su poder y su sonrisa se ensanchó cuando, cumpliendo sus expectativas, su amigo arrugó la frente unos segundos.
-¿Y qué sabes de dar clases?
Jon lo miró. Ahora era él quien sonreía.
-Nada… ¿son muy rebeldes? –preguntó.
Antes de que Harry abriese la boca para replicar, en la mesa de Ravenclaw se produjo una explosión. Cientos de chispas saltaron por la mesa convirtiendo todo lo que tocaban en piedra; tres niños de primero, una niña de cuarto, dos alumnos de séptimo y un prefecto acabaron petrificados.
McGonagall se levantó de su asiento buscando con la mirada al culpable. Harry rió mientras negaba con la cabeza agradeciendo que su hija hubiese sido lo suficientemente madura para protegerse con la bandeja que tenía delante tapándose y que había terminado convertida en piedra gris, sabiendo ya quien había provocado aquello.
Una cabeza pelirroja miró a la profesora y sonriendo de forma inocente sacó la lengua mientras sus compañeros de mesa la aplaudían y hacían cola para solicitar las nuevas bombas petrificadoras, el nuevo invento de la tienda de los Weasly.
-Granquila profesora –apuntó la niña-, sólo duran dos horas.
Mientras que el resto de la mesa reía y las demás casas se unían a sus risas y aplausos, los prefectos de las tres casas restantes fueron los encargados de llevar a los petrificados a la enfermería. Harry se giró hacia Jon.
-Nah… -dijo-… lo normal… ¿vamos?
Jon asintió. Tenía que tomar nota mental de no meterse nunca con su sobrina; se sintió orgullosa de ella.
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Parpadeó varias veces antes de conseguir que sus ojos se acostumbrasen a la luz. Notó un peso sobre su pecho cuando intentó moverse y sonrió al aspirar el aroma a jazmín de su mujer. Le acarició el cabello dulcemente intentando que no se despertara; sabía que seguramente había pasado la mayor parte del día y de la noche esperándole y velando sus sueños inquietos.
Demasiado tarde. En cuanto sus dedos rozaros el cabello de la mujer, Narcisa elevó la cabeza como si hubieran tocado un resorte y miró a su marido inmediatamente. Sonrió. Sonrió llena de felicidad porque era un día más que él iba a estar a su lado. Despacio, temerosa de que pudiera quebrarse en cualquier momento, se levantó de donde estaba y sentándose en el borde del lecho, besó despacio a su marido en los labios, intentando calmar con su beso el ardor que la sangre había provocado en el labio de Lucius.
-¿Dónde has estado? –preguntó preocupada -¿Qué has hecho Lucius? ¿Qué has hecho?
Esperaba que él negase con la cabeza, que dijera que había sido un ataque fortuito, que no había ocurrido nada, pero sabía que no era verdad, sabía dónde había ido su marido y qué había hecho para haber llegado a casa en aquel estado.
-¿Por qué lo has hecho? –preguntó con voz quebrada-. Podríamos haber seguido como hasta ahora, hemos sido felices estos doce años Lucius… ¿por qué ahora has hecho esto? ¿para qué?
Lucius sonrió a su mujer, lo que le ganó una punzada de dolor en el labio.
-Porque es la penitencia que tengo que cumplir por el error que cometí… -le dijo él con tranquilidad-, porque si va a atacar a alguien, quiero estar cerca para saber a quién es y como evitarlo, porque si hay algún modo de vencerle, quiero saber cual es y el único modo de averiguarlo es ganarme su confianza… Sólo por eso… -dijo con sarcasmo.
-Eres un idiota… -le reclamó ella-… ya no eres el de antes… ¿sabes que te supondrá tener que volver a matar?
-Intentaré no hacerlo –mintió él. Estaba haciendo una promesa que haría roto horas atrás-, tengo que hablar con Dumbledore –pidió a su esposa.
Narcisa no protestó. Él estaba herido, gravemente herido, sus reservas de magia eran lo único que conseguían que no se desplomase y aún así, se incorporó en la cama evitando la mirada de su mujer. Ella se tragó las ganas de gritarle. Si él había decidido sufrir, que así fuera.
-Escribiré a Albus inmediatamente –le dijo dirigiéndose hacia la puerta-. Lucius… -no le miró pero sabía que él sí la miraba-… ¿hasta cuando vas a permitir que las heridas del pasado condicionen tu futuro? ¿cuándo te vas a perdonar?
-… cuando haya cumplido con mi penitencia…
Narcisa no dijo nada. Abandonó la habitación antes de que su marido la viese llorar, antes de que ella lo escuchara a él sollozar.
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-¡Dani!
-¡James!
Ambos chicos corrieron a abrazarse como si hiciera años que no lo hacían. Y no era eso, tan sólo habían estado toda la mañana separados, cada uno en sus clases y en sus cursos y a pesar de que se habían visto por los pasillos y cada vez que se habían cruzado habían aprovechado para intercambiar unas palabras relacionadas seguramente con alguna trastada, ya que minutos después de separarse algún incidente había ocurrido, ambos parecían echarse de menos, a juicio y opinión de Jack, únicamente porque no podían planear las bromas a conciencia.
Habían salido de clase de Herbología, donde una muy estricta Pansy se había visto obligada a regañar a su hijo cuando lo había descubierto jugando al ahorcado mágico con Jack en lugar de estar prestando atención al modo más eficaz de trasplantar las tubérculas venenosas. Y aunque los Gryffindors habían mirado a ambos niños con cara de pocos amigos por el hecho de haber perdido diez puntos debido a su distracción, el enfado se les había pasado en el mismo momento en que Jamie había comunicado su intención de hacer un pedido a la tienda de los Weasly. Por suerte para todos, Lucía había contestado a las preguntas correctamente sin fallar ninguna, lo que había ocasionado que ganara veinte puntos a parte de recuperar los diez perdidos por sus amigos.
Habían topado con Amy de camino al Gran Comedor; la niña salía de la biblioteca con dos tomos muy gruesos, al parecer de James y Jack, aunque ella los había catalogado de "lectura ligera y amena" a lo que los dos niños había rodado los ojos y Lucía había sonreído divertida al observar las grandes diferencias que habían entre los dos hermanos.
Justo antes de entrar en el Gran Comedor, Dani había aparecido y la pelirroja no había dudado ni un solo minuto en abandonar a sus amigos con los que se dirigía a comer para ir a reunirse con James a planear, seguramente, alguna broma.
-¿Qué tal tus clases? –preguntó Jack mirando a Amy.
La morena, que se había sumido en la interesante lectura de "Brujas de todos los tiempos", miró al chico por encima del libro.
-Bien –le contestó escuetamente.
Lucía sonrió.
-¿Algo a destacar? –volvió a preguntar el niño.
-No –dijo ella negando.
-¿Qué tal tu sala común? –volvió a preguntar Jack bajo la divertida mirada de Lucía.
-Llena de libros –comentó distraidamente Amy.
-¿Libros interesantes? –intentó de nuevo Jack.
-Todos los libros son interesantes –contestó Amy sin apartar su vista de las letras que tenía delante.
Jack suspiró. Estaba a punto de volver a hacer otra pregunta cuando James lo llamó junto a Dani unos metros más delante de donde ellos estaban; aliviado por no tener que seguir pensando preguntas para mantener una conversación con Amy, porque cuando la chica se empeñaba en desaparecer detrás de un libro lo conseguía de verdad, se despidió de las dos niñas y corrió junto a Dani y James, dispuesto a una pequeña broma antes de entrar al comedor.
Lucía rió divertida al ver como los ojos de Amy aparecía desde detrás del libro. Y rió aún más cuando vio el sonrojo que teñían las mejillas de ella.
-¿Qué es tan divertido? –preguntó Amy orgullosa.
-Deberías de hacerle más caso… -apuntó Lucía divertida ante ella-… es un buen chico.
-Y tú deberías ocuparte más de James, mi hermanito no va a estar siempre ahí para ti –le contestó la morena orgullosa de escudarse detrás de la ironía que había heredado de su madre.
Lucía rodó los ojos.
-Tu hermano y yo solo somos amigos, nada más –afirmó seriamente-. Esa es la diferencia; no puedes darme un golpe como ese y esperar a que me sonroje –Amy la miró como pidiendo una explicación y ella, orgullosa y comportándose como toda una Malfoy añadió-, después de todo, yo me siento cómoda con mi relación de amistad con James –y antes de que Amy pudiera protestar, Lucía le guiñó un ojo y corrió detrás de sus amigos.
Amy suspiró y cerró su libro para seguirlos. Después de todo, ella también quería saber qué estaban planeando.
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Se acercó a ella y la besó en el cuello desde detrás. Hermione dio un respingo y su primer impulso fue darse la vuelta con la mano levantada dispuesta a abofetear a quien se hubiese atrevido a hacer algo así. Draco interceptó la mano de su mujer en el aire y rió suavemente.
-Que genio… -murmuró divertido.
-Idiota… me has dado un buen susto ¿sabes?
-Mejor… -la atrajo hacia él y le apartó el cabello de los hombros bajando la cabeza para volver a besarla-… así me aseguro que sólo yo podré besarte… -ella no pudo evitar reír y él sonrió mientras le besaba-… ¿qué tal las clases?
Hermione sonrió y se apartó de él con una mirada radiante.
-Estupendas. Había olvidado lo que eran un montón de chicos ansiosos de conocimiento… -sonrió-… aunque algunas cosas no han cambiado…
-¿Qué ha pasado? –preguntó él.
-Alumnos de Slytherin –contestó ella con simpleza-, supongo que no están de acuerdo con que una hija de muggles les de clases…
Draco frunció el ceño. Había pasado demasiado tiempo en aquella casa llena de serpientes para no saber que el territorio de los Slytherins era demasiado peligroso para todo aquel que no proviniese de una familia pura. Miró preocupado a su mujer.
-¿Te han hecho algo? –le preguntó. Ella negó sonriendo-. Me aseguraré de que ni siquiera piensen en hacerlo. Quiero curso y nombres –añadió muy serio.
Hermione sonrió y le dio un beso fugaz en los labios. Adoraba cuando Draco se ponía tan protector, pero a veces, se excedía y abarcaba campos que no le correspondían; como aquella vez que hechizó al cartero porque en opinión del rubio, el cartero no debía acercarse tanto a su mujer para pedirle que firmara un paquete, o la vez aquella en que subió con su esposa en una de aquellas odiosas atracciones muggles que él tanto detestaba únicamente para que ella no tuviera que subir con el pesado de la cola que iba detrás de ellos en la cola y que llevaba más de media hora mirándola.
-No pienso hacer tal cosa –afirmó Hermione mirándolo-. Soy su profesora y yo me encargaré de ello.
Draco la soltó ligeramente.
-Vamos, preciosa… son Slytherins, si hablo con ellos me escucharán.
Mal argumento.
-¿Insinúas que a mí no me obedecerán porque no he sido una Slytherin?
-Yo no he dicho eso… -intentó decir Draco-… sólo que llevo tratándolos mucho más tiempo que tú…
-Exacto, y a ti nadie te ayudó de buenas a primera cuando tuviste un problema ¿cierto?
Draco sonrió arrogante.
-Yo nunca he tenido problemas con mis alumnos –verificó-, todos y cada uno de ellos me ha hecho caso siempre, fuera de la casa que fuera –añadió.
-Bueno, pues perdone usted, -dijo ella con sarcasmo-, pero no todos nacemos con el don de intimidar a los alumnos.
-Venga princesa, dejemos de discutir; me das los nombres y asunto arreglado… -volvió a pedirle él.
Hermione le sonrió cuando se le cruzó una idea por la cabeza.
-Draco… -él la miró-… si me dejas que me ocupe yo… -se acercó a él y le rozó los labios con los suyos-… te prometo que este fin de semana… -otro beso más del que tuvo que apartarse antes de que Draco lo profundizara-… soy toda tuya…. –terminó susurrándole cerca de su boca.
Demasiado tentador para dejarlo escapar. Sabía que ella estaba utilizando su potencial de mujer contra él, pero aún así no pudo resistirse.
-De acuerdo, pero si me entero de otro comentario así, me das nombres –ella tuvo el tiempo justo de asentir antes de que Draco la besara.
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Dumbledore miró hacia la chimenea en el momento en que alguien apareció; no había salido de su despacho ni había permitido la entrada a él desde que había recibido la lechuza de Narcisa Malfoy. Si Lucius había llegado en aquellas circunstancias era que había pasado algo grave.
-Albus –dijo gravemente mirándolo.
-Lucius –le hizo un gesto para que se sentara. Lo miró mientras lo hacía; el hombre aún caminaba con dificultad y parecía que cada gesto era una carga demasiado pesada para él-. Puedo darte algunas pociones para eso –le dijo. Lucius negó-. Como quieras. ¿Qué ha ocurrido?
-Digamos que he tenido una reunión con amigos del pasado… -sonrió de forma amarga.
-¿Bella? –dijo el hombre afirmando más que preguntando-. Entiendo… ¿por qué?
-Eso mismo me preguntó Narcisa… Y si te digo la verdad Albus, aún no he encontrado una respuesta válida…
-Espero que cuando la encuentre me la des –Lucius asintió-. De acuerdo, ¿qué es lo que sabes?
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Hola, hola, hola! Cada vez que creo que me quedo sin inspiración, ésta vuelve a mí… en fin… :D Pues nada, sólo recordaros que los personajes no son míos , al menos la mayoría de ellos, excepto los de la nueva generación, esos me pertenecen completamente :D
Nada, que sigais escribiendo y leyendo. Un besito a todo el mundo:x Nos leemos!
