Hola a todo el mundo… vais a tener hasta suerte… aún tengo algunos capitulos adelantados, por lo que podré seguir actualizando más o menos como hasta ahora, al menos hasta que se me acaben, así que no me mateis… aún (¬ ¬)
No tengo mucho tiempo para contestar reviews ahora porque sabeis que? Es mi cumple! Y bueno, me están esperando para ir a celebrarlo, así que prometo contestar en el próximo capitulo, está bien?
Un besito a todos y cuidaos! Y ahora todos juntos! Cumpleaños feliz, cumplezaños feliz, te deseamos nikachan123…. Cumpleaños feliz!
Muchas gracias! No teníais porqué hacerlo :p
Hasta la proxima, a ver que tal os parece el capítulo!
CAPITULO 11
-Hay que empezar cuanto antes, profesor –dijo Ron nada más entrar al despacho del director.
Dumbledore lo miraba desde su silla, como si hubiese estado allí sentado por horas esperándolo. Ron lo miró y se encontró a sí mismo recordando una conversación con Harry a sus doce años en la que ambos estaban convencidos de que el director siempre estaba en aquella silla y que cuando no lo estaba, era porque estaba en el Gran Comedor.
-¿Ha ocurrido algo?
-No quiero que ocurra nada –le replicó él-. Lucía ha empezado a notar algunas energías dentro de su cuerpo que se pueden descontrolar si no se sabe controlarlas –Albus frunció el ceño-. Como yo, cuando era pequeño, encogía la verdura de mi plato sin utilizar magia voluntariamente –explicó.
-Magia descontrolada… -murmuró el anciano.
-Eso mismo –asintió Ron-. Lucía además de la magia tiene otras fuentes de energía que se revolucionan cuando sus sentimientos se alteran.
-¿Estás seguro de eso? Yo no he visto que haya hecho nada extraño o diferente.
Ron sonrió y extrajo de su bolsillo derecho un cubierto, un cuchillo que estaba fundido en el punto en que alguien lo había cogido, y se lo pasó al director.
-Anoche durante la cena –explicó-, sus emociones se alteraron por algún motivo y después, por la noche, me la encontré por los pasillos con la mano derecha ardiendo. Tuve que utilizar parte de mi energía interna para tratar de tranquilizarla antes de que su magia explotase por algún lado y créame, no será nada agradable si en la Sala Común de Gryffindor de repente empieza a estrellar bolas incandescentes por todas partes y sin ningún control.
-¿Qué sugieres?-preguntó Dumbledore mirándolo por encima de sus gafas.
Ron sonrió. Aquella mirada que tantas veces le había intimidado y le había hecho creer que era capaz de leer hasta su alma, había perdido todo el misterio que en vida desentrañaba. Era Albus. Simplemente era Albus Dumbledore mirándolo, sin ninguna pretensión, sin ninguna intención, únicamente mirar, observar y esperar una respuesta.
-Lucía debe empezar a controlar su poder, si no, puede ser un peligro para los que la rodean y para ella misma. Para hacerlo, Lucía tiene que conocer toda la verdad –Albus lo miró -; absolutamente toda.
-No creo que sus padres estén de acuerdo con…
-Me da igual, profesor… Regresé con una misión, y protegeré a esa niña contra el mal que le acecha con el permiso de sus padres o sin él.
Silencio. Dumbledore sonrió.
-¿Has pensado como se lo tomarán sus padres? ¿Hermione?
Ron sonrió.
-Sé perfectamente cómo se lo tomará Hermione, profesor, no creo que nadie la conozca mejor que Harry y yo… y ahora Malfoy… -añadió con un deje de tristeza-… pero también sé que sabrá tomar la decisión correcta.
Dumbledore asintió en silencio.
-Hablaré con Harry… -Ron asintió-… supongo que no quieres que nadie más sepa de los poderes de Lucía.
-Si alguien llegase a enterarse, Lucía estaría muerta incluso antes de tener una oportunidad. –dijo muy serio Ron-. Incluso dejaría a Harry alejado de esto si no fuera porque es necesario para intervenir con Hermione… -sonrió a medias y Dumbledore lo imitó de una forma más serena.
-¿Algo más?
Ron sonrió a medias.
-Usted lo sabía ¿verdad? –Dumbledore no contestó-. Usted sabía lo que iba a ocurrir, por eso me llamó el día anterior… por eso me dijo aquello ¿verdad? –el director sonrió en una mueca de cansancio y vehemencia-… ¿Por qué no me dijo lo que iba a pasar? Podía haberlo evitado –el anciano lo miró interrogante-, no por mí, por Ginny, era mi hermana…. Podía haberla salvado…¿por qué no me dijo lo que iba a pasar?
-Porque hubieras tenido que elegir entre dos personas que ocupaban tu corazón a partes iguales… -le contestó-… y no hubieras salvado a ninguna…
-Podría haberla elegido a ella, ¿no lo ha pensado?
-Sí, lo pensé… pero entonces recordé algo que me dio la pista para saber que Harry sería el elegido…-Ron lo miró. ¿Cómo iba a saberlo si ni siquiera él lo había sabido hasta aquel momento? Si esperaba una respuesta, ésta no llegó-. Quizá te des cuenta de lo que hablo cuando puedas aceptar que no tuviste la culpa… -antes de que el hombre pudiera decir nada, Dumbledore sonrió-. Buenas noches, profesor Jones.
Ron entendió el mensaje y se levantó de la silla.
-Buenas noches, profesor.
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Podía tenerlo todo y no tenía nada. Podía matar sin ningún motivo, sin sentir ningún remordimiento, sólo por el puro placer de terminar con la vida de alguien, de demostrar que era superior, que era casi un Dios. Habían intentado atarlo con poderes y habían fracasado; era irónico; los que habían hecho posible que estuviera vivo, eran los primeros que habían muerto entre sus manos.
Recordaba perfectamente como había querido matar a aquellos dos magos. Cómo había entrado en la mente de ambos y había jugado con sus pensamientos, con sus recuerdos; había entrado en ellos y les había hecho revivir cada una de las muertes que habían provocado, haciendo que sintieran en su cuerpo cada maldición que habían lanzado y siendo testigos del dolor que ellos mismos habían causado.
Y lo había hecho deseando hacerles daño, deseando hacerles sufrir; había visto como la locura se apoderaba de ellos y como, incapaces de soportarlo, se había dirigido al borde de la muerte, implorándole piedad y él, les había complacido.
Les había arrebatado la vida de la forma más sucia en que podría haberlo hecho. Con sus propias manos y la única ayuda de un arma de filo platinado. Había sentido el deseo de matarlos, había notado como la sangre había bajado por sus manos y como había teñido el suelo de un intenso rojo, había percibido el olor metálico de la sangre y había visto la sombra de la muerte rondándole y aún así, no había tenido en ningún momento, ningún tipo de remordimiento.
¿Quién era? ¿De dónde venía? Dos preguntas tan simples que no tenían respuesta posible. Había sido engendrado, como tenía entendido, en el vientre de Bellatrix Lestrange, una mujer que sus días de juventud tuvo que ser hermosa y que aún entonces conservaba resquicios enormes de la belleza que una vez la había sobrevolado.
Pero ella no era su madre; sólo había sido utilizada como un envase en el que fue retenido hasta estar completamente gestado. Era cierto; aquella mujer le había enseñado todo el poder que podía tener, cómo controlar a la gente, como manipular los sentimientos, aturdir los sentidos y matar por el puro placer que eso significaba; pero a pesar de todo, no era su madre, no podía serlo, jamás.
Había crecido en la Oscuridad, viviendo a la sombra del recuerdo de Tom Márvolo Riddle, Lord Volmedort; siendo objeto de ojos curiosos que esperaban ansiosos algún movimiento o algún gesto que lo delatara como el Señor Supremo al que habían estado esperando durante años y que Voldemort les había prometido antes de morir.
En una ocasión, Bella le había llamado arrogante. ¿Arrogante? Por supuesto que lo era, podía permitírselo el serlo y no se arrepentía de ello, después de todo, era un ser perfecto; todos sus sentidos eran puros, y ninguno estaba relacionado con el lado sensible que el resto de mortales insistía en tener en su corazón en lugar de desterrarlo de él como él había hecho, como a él le habían enseñado, amor… Sonrió.
Amor. Compasión. Bondad. Cariño. Ternura… Palabras que para él no tenían ningún sentido.
Luego había tenido aquellos estúpidos sueños en los que un ser de ojos ensangrentados y rasgos afilados le hablaba en una lengua desconocida, pársel. A través de él había conocido todo el dolor que podía causar, todo el dolor que debía causar… Pronto… muy pronto… Siempre era "pronto" pero nunca llegaba el momento, nunca tenía un indicio de que había llegado la hora de actuar y empezaba a desesperarse.
Una idea le pasó por la cabeza. Una idea tan descabellada como acertada; tan estúpida que nadie que no estuviera bajo presión y amenaza de muerte, jamás aceptaría. Sonrió desde las sombras mientras pulía los detalles en su cabeza… Aquello iba a ser muy divertido…
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James entornó los ojos ante las palabras de Jack. Estaban en la Sala Común esperando a Lucía para bajar a desayunar; James estaba recostado contra la pared de piedra de forma que daba la espalda a las escaleras y Jack estaba a su derecha. Hacía diez minutos que Adam había pasado por allí corriendo diciendo palabras incoherentes "Dani… desayuno… Nott… matar…" Ninguno de los dos había prestado mucha atención, Adam solía ser muy pacífico, pero era mejor que nadie lo viese enfadado y estaba claro que aquella mañana se había levantado de malhumor.
Desde que se habían levantado el chico moreno no había dejado de hablar sobre el extraño comportamiento que había tenido Lucía la noche anterior; Jamie no le había creído, alegando que era imposible que Lucía tuviese poderes extraños y más aún pudiese haber utilizado la magia sin utilizar varita. Jamie resopló desesperado haciendo que el flequillo que tapaba sus ojos se elevase unos milímetros antes de regresar a su habitual sitio.
-Te digo que es verdad Jamie –le dijo contrariado-. Su mano derecha. Me tocó con la mano derecha y me quemó y luego quemó aquel pergamino… -James lo miró con una sonrisa traviesa-… no, no he tomado ninguno de esos caramelos de Dani que hacen que veas visiones –añadió al ver que el rubio sonreía de aquella forma. Jamie sonrió más abiertamente-. Tienes que creerme James, aquí pasa algo…
James suspiró.
-En el supuesto de que pase algo… -empezó a decir-… y fíjate que he dicho "supuesto", ¿qué quieres que haga yo? Voy tan tranquilo y le pregunto "¿no tienes nada que quieras contarnos, Lucía? Algo así como que puedes hacer magia sin varita y por cierto, ¿quemaste anoche un pergamino? Es que Jack dice que lo hiciste, como también quemaste su hombro"-miró a su amigo con una mueca de burla y sarcasmo.
Jack pareció meditarlo y Jamie sonrió.
-Estaba bromeando –añadió al ver que Jack se lo iba a tomar en serio-. ¿Cómo quieres que le diga eso a Lucía?
-¿Decirme qué?
La chica rubia estaba bajando en aquellos momentos las escaleras y había alcanzado a escuchar la última pregunta de Jamie. Aún agitándose el pelo para que los rizos cayesen con suavidad se acercó a los dos chicos y les dio un beso en la mejilla como cada día.
-Nada –se apresuró a decir James-… Jack ha tenido un sueño raro –Jack le dedicó una mirada airada pero no añadió nada-. Dice que anoche estuviste en la sala común que hiciste arder un pergamino y que le quemaste cuando lo tocaste en el hombro –dijo de carrerilla como si fuera lo más normal del mundo para quitarle hierro al asunto. Jack lo miró incrédulo, ¿cómo se había atrevido a decírselo así? James se encogió de hombros y miró a la chica-. Ya te he dicho que fue un sueño raro…
Lucía no dijo nada. Puso su mejor sonrisa y tomó la mano de James y la de Jack arrastrándolos hacia fuera y mientras que escuchaba a sus dos amigos discutir sobre quién tenía razón y sobre qué podían hacer para saber quien era ese tal Steve, ella se sintió culpable de no poder contarle nada a sus amigos, pero es que había habido algo en la mirada del profesor Jones que le había indicado que lo mejor era callar. Abrió los ojos. El profesor Jones, sus padres, tenía que hablar con ellos inmediatamente. A pesar de las protestas de los dos chicos apuró el paso con una sonrisa encantadora. Nadie debía saber nada de la pasada noche, si Jack creía que era un sueño, mucho mejor.
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-Buenos días, profesor –dijo un somnoliento Harry entrando en el despacho después de llamar a la puerta un par de veces-. ¿Quería verme?
-Pasa, pasa Harry –lo animó el mago-, ¿no has dormido bien? –le preguntó con una sonrisa.
Harry recordó la noche que había pasado, la mitad de ella despierto, en la cama, con Pansy y no precisamente hablando y una estúpida sonrisa le apareció en la cara. La mirada de Albus encima de él le hizo darse cuenta de que estaba sonriendo como un adolescente enamorado, así que carraspeó ligeramente.
-Perfectamente, señor ¿ocurre algo? ¿Malfoy? –preguntó con un extraño sentimiento de preocupación.
Dumbledore negó con la cabeza.
-No, no está relacionado con Lucius… -Harry lo miró y el hombre suspiró.
Había estado en aquella situación muchas veces. Sentado, con Harry delante de él esperando una explicación y se había visto a sí mismo buscando una respuesta a sus preguntas silenciosas, o una explicación a algo que ni siquiera él mismo podía llegar a entender.
-Harry…. ¿qué sabes de la esencia de las almas?
-Es la magia interna de cada persona –dijo sin titubear-, no sé nada más, la verdad, nunca fue mi campo de especialidad –apuntó con una media sonrisa.
-Cada alma tiene un destino, proteger a alguien o a algo, puede ser un animal, una simple flor, o una persona… Esas almas están llenas de la esencia más pura y noble y mueren una y otra vez hasta que dan con su protegido y mueren por ellos –Harry asintió en silencio dando a entender que comprendía todo aquello-. El alma de Lucía, tiene un gran poder, no sólo mágico… es un aura interna que le da una fuerza innata desconocida para los demás mortales y magos.
-¿Qué quiere decir?
-Ella es la Unión de la Luz y la Oscuridad, Harry; su alma no está destinada a salvar una persona… está destinada a salvar…
-… a salvar el mundo… -terminó Harry de decir-… Igual que hice yo con Voldemort hace doce años…
-Exacto Harry, exacto. La diferencia es que ella posee esa energía que aún no controla y que no sabe si quiera que existe… Y para poder seguir con su destino, debería de saber quién es, qué es, y que el destino de la humanidad está en sus manos…
Harry asintió en silencio.
-¿Y qué quiere que haga yo? Porque si me va a pedir que le de lecciones de cómo controlar ese poder, no soy el adecuado, mi magia es mucho más poderosa que antes y puedo hacer cosas que los demás brujos y brujas no han podido ni siquiera imaginar, pero no creo que alcance para…
-No, no Harry; no es eso –le sonrió-, sé quién se va a encargar de Lucía… Te necesito para otra cosa… -lo miró de forma significativa-… Tú mejor que nadie sabes que cuando te ocultan algo, y luego descubre la verdad, puedes explotar, por decirlo de alguna forma no técnica, ¿cierto? –el chico se ruborizó recordando como en quinto año y después de la muerte de Sirius, él había destrozado prácticamente el despacho de Dumbledore por ocultarle información que él habría necesitado-. Sé que es una niña… pero ella necesita saber antes de que ocurra nada…
Harry sonrió. Empezaba a entender por donde iba la conversación de Dumbledore. Lo miró serio.
-Hermione… -murmuró-… Hermione y Draco no desean que Lucía sepa nada… Quiere que la convenza para ello…
-Tanto si Hermione y Draco quieren, como si no, Lucía tendrá que decidir por sí misma si quiere saber la verdad o no; pero tú sabes que…
-… ¿que si sus padres están con ella le resultará todo mucho más fácil? Sí, lo sé… -una idea le surgió por la cabeza y frunció el ceño-. La otra noche, en la cena… una fuerza de energía se desató… ¿era ella?- Albus sonrió y asintió. No sabía que Harry la hubiese podido percibir-. Es poderosa… -no era una pregunta, sino una afirmación-. Intentaré hablar con ella… Aunque no le prometo nada… ya sabe lo testaruda que puede llegar a ser…
-Gracias Harry.
El moreno se levantó de la silla con una media sonrisa y salió del despacho mientras iba pensando en Lucía. ¿Cómo era posible que una niña tuviese aquel poder? Había sentido una gran calidez en aquella energía, nunca en la vida había sentido aquello… salvo quizá cuando Ginny creó aquel escudo; cálido, acogedor, dulce… Había escuchado hablar de la reencarnación de almas tras la muerte de un cuerpo y por unos segundos creyó en la posibilidad de que Lucía y Ginny fuesen la misma persona. Negó con la cabeza. Era imposible. No podría ser…
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Aquella mañana parecía que todo estaba igual. Miró a Lucía sentada en la mesa Gryffindor, riendo junto a Jamie y Jack que parecían discutir con Amy, la pequeña Ravenclaw que los miraba y de vez en cuando asentía como si de aquella manera pudiera hacer que se callasen; él mismo había empleado aquella técnica con Hermione en más de una ocasión. Hermione, la encontró sentada al lado de Draco, volvía a sonreír. Parecía que todo estaba bien. Harry era el que no se había presentado aquella mañana a desayunar. Su silla, vacía a su lado, le indicaba que pasaba algo; después de todo, conocía a Harry desde los once años y sabía que nunca se perdía un desayuno, según él, para compensar los que tantos se había perdido viviendo en cada de sus tíos muggles. Se preguntó si le habría pasado algo y no se sorprendió cuando se vio preocupado al hacerlo, después de todo, aunque tuviera que fingir que acababan de conocerse, no podía evitar recordar las aventuras que habían pasado y la cantidad de veces que Harry se había visto envuelto en problemas. Pansy acababa de entrar junto a Blaise y los dos parecían muy contentos. ¿Cómo era que Pansy había terminado casándose con Harry? Es decir, él sabía que ella le quería, pero Harry jamás había dado indicios de quererla y aún no había preguntado el motivo por el que aquellos dos, tan enemigos en un principio, acabasen casándose. Le había sorprendido, evidentemente, pero en un principio lo había achacado a que el matrimonio de Hermione y Draco había provocado una unión en común por el bien de la pareja, dejando que los amigos de ambos tuviesen que, al menos fingir, llevarse bien.
Sonrió. Quizá aquel había sido el modo de conocerse, pero sabía que no había sido el motivo por el que se habían terminando casando. Apuntó mentalmente que tendría que averiguarlo, no porque fuera algo trascendental, sino simplemente curiosidad blanca.
Estaba a punto de ir a preguntar a Pansy por Harry, lo cual no era nada extraño ya que compartían profesorado, cuando la figura de su amigo hizo presencia en el Gran Comedor. Llevaba el ceño fruncido y aquella expresión preocupada que tan bien había aprendido a conocer a fuerza de verla un día tras otro durante siete años. Supuso que Dumbledore había hablado con él y cuando se sentó a su lado en la mesa después de saludar a su mujer con un beso en los labios, no le preguntó nada, no le dijo nada, no hizo nada excepto sonreírle de forma amistosa.
Harry se sorprendió. Era como si con aquella sonrisa, Jonson intentar reconfortarlo; lo mismo que hacía Ron, sonreír para demostrarle su apoyo… Sacudió su cabeza. ¿Qué diablos le pasaba? Primero creía que Lucía era el alma de Ginny, luego pensaba que Jonson era Ron… Suspiró… Estaba claro que empezar el curso lo había vuelto loco. Y sin embargo, no sabía lo cerca que estaba de la realidad.
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Si bien Jack no había destacado en la clase de Encantamientos del día anterior, aquella mañana, junto a sus compañeros de Gryffindor y Ravenclaw, a primera hora, mientras el sol de Setiembre irradiaba su calor, se sentía estupendamente orgulloso de haber sido el segundo en conseguir que su escoba se alzara al primer intento; después de todo, no por nada Blaise Zabinni, profesor de vuelo, era su padre.
Miró divertido como Amy parecía tener problemas con su escoba. La chica había refunfuñado ya varias veces algo acerca de que una estúpida escoba no funcionaba bien y que debería buscar algo en los libros para saber cómo hacerla funcionar; claro que su enojo había pasado a ser vergüenza cuando se había dado cuenta de que Jack la miraba desde el otro lado de las filas con una discreta sonrisa mientras sostenía su escoba en la mano.
Lucía fue la segunda en conseguirlo y la niña, orgullosa de sí misma, lo miró con una media sonrisa encantadora en señal de agradecimiento, después de todo, había sido durante aquel verano en que él la había enseñado a volar ligeramente, después del último intento de Jen y Susan de convertir todo el suelo en gelatina, por lo que tuvieron que pasar dos días volando de un lado a otro de la casa, para alegría de los pequeños y enfado de los mayores, hasta que tío Harry había conseguido descifrar lo que aquellos dos demonios rojos habían hecho, consiguiendo el contrahechizo.
Para su diversión, James parecía que era el que tenía más problemas. No conseguía que su escoba hiciera algo más que elevarse unos milímetros del suelo y cuando lo hacía, volvía a caer retorciéndose. Jamie frunció el ceño al ver que Jack se reía de él. Sabía que su padre había sido el primero en conseguirlo y estaba seguro de que Jack se estaba riendo de que su padre Harry lo hubiera hecho y él no fuera capaz de hacerlo…
-Si no crees que puedes hacerlo, no lo lograrás… -le susurró Lucía a su lado.
James sonrió. Lucía siempre sabía qué decir y cuándo decirlo; asintió y pronunció la palabra fuerte y clara.
-Arriba.
La escoba voló hasta su mano abierta y se enganchó a él como si fuera un guante. James miró a Lucía y le sonrió mientras se revolvía el pelo, Lucía le devolvió la sonrisa. Jack los miró a ambos y puso los ojos en blanco mientras se preguntaba si su amigo no podía ser más evidente… Miró de reojo a Amy y se dio cuenta de qué él también empezaba a ser demasiado evidente cuando frunció el ceño ante la risa de Amy que Steve había conseguido arrancarle.
Pensó en hablar con su padre, sabía por su propia boca que él había sido un conquistador nato, hasta que encontró a su madre, claro, entonces sólo tuvo ojos para ella y más le valía porque conocía a su madre lo bastante para saber que no le gustaba nada que su marido mirase a otras mujeres, a pesar de que dijera que no tenía importancia y que eso "era algo natural en los hombres". Tan pronto como imaginó a su padre dándole consejos sobre como hacer que Amy reparase en su presencia, se arrepintió; después de todo, su padre lo ayudaría, claro, pero antes, y estaba convencido de ello, se reiría de él… y si había algo que Jack no soportaba era que se rieran de él y menos cuando se trataba de asuntos tan personales…
-¿Ese es Steve?
Miró a su lado. James tenía el ceño fruncido y miraba en dirección a Amy y Steve. Jack asintió agradecido de que a alguien más que a él le pareciese que Steve era un idiota, aunque por algún motivo, Amy no parecía darse cuenta de ello.
-Hablaré con Dani antes de comer, quizá pueda prestarme unos de esos frascos de colores que cuando alguien se lo bebe hace que le cambie el color de la cara durante todo el día pasando por todos los colores del arco iris –sonrió travieso. Jack asintió frenéticamente-. Por cierto, ¿a ti por qué te molesta que esté con Steve?
Jack palideció de repente. Quería a su amigo. Adoraba estar con él, gastar bromas, salir a jugar a quiddich, gritar por las calles del Callejón Diagón… pero a veces solía ser un poquito despistado; y claro, eso unido a que él no le hubiese comentado nada acerca de Amy pues daba un resultado… desastroso. Se encogió de hombros ante la mirada de él.
-Es mi amiga, no creo que ese Ravenclaw le convenga –se apresuró a añadir. James pareció satisfecho por la respuesta porque dirigió su mirada a Blaise y prestó atención a la clase durante el resto de ella.
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Aquella mañana Narcisa Malfoy se había despertado con una sensación angustiante en el pecho, teniendo el presentimiento de que algo iba a ocurrir. Lucius parecía tranquilo. Lo miró por encima de la mesa mientras leía el ejemplar de El Profeta de aquella mañana y daba un sorbo a su té. Siempre bebía té en el desayuno. Era una costumbre inculcada en él y era algo que ella había aprendido a tolerar; aquel líquido tranquilo la relajaba lo suficiente para pasar el día, pero aquella mañana, ni siquiera aquello era suficiente para tranquilizarla. Lucius alzó la mirada al sentirse observado y le sonrió a su esposa.
-¿Qué te ocurre? –le preguntó sin rodeos.
Suave. Su tono había sido suave. Nadie lo había escuchado hablar así nunca, quizá Draco en alguna ocasión, pero nadie más; sólo ella había tenido el privilegio de poder entablar una conversación dulce con aquel hombre que se empeñaba en ocultarse detrás de aquella máscara fría que había adoptado desde los doce años y que era su único medio para seguir vivo.
-Me duele la cabeza… -mintió. Se arrepintió de decir aquello cuando vio como Lucius dejaba el té y el periódico y se acercaba a ella con expresión preocupada.
Las manos de Lucius se posaron sobre sus sienes. Calor. Ternura. Amor. Sus manos eran grandes y frías, le recordaba a las de Draco cuando era un niño y se aferraba a su piel cuando mamaba de su pecho en busca del alimento. Pero las de Lucius eran más frías aún, casi gélidas… El hombre pasó sus manos por las sienes frotándolas en un suave masaje. Ella podía notar cada una de las pequeñas cicatrices que el hombre tenía en las manos… y ardía de dolor sólo con imaginar lo que él había pasado y en lo que se podría haber convertido si ella no lo hubiese llegado a amar nunca. Suavidad. No sabía cómo unas manos como aquellas podían ser tan suaves y empuñar al mismo tiempo, durante tantos años, la muerte. Cerró los ojos despacio, deleitándose en cada movimiento de su esposo. Desde allí podía oler a albahaca… la esencia de Lucius que quedaba completamente camuflada cuando se perfumaba. Albahaca… hacía tanto que no respiraba aquel aroma del cuerpo de su marido que el simple recuerdo de tenerlo entre sus brazos la hizo estremecerse. Casi pudo sentir, aún con los ojos cerrados, como la boca de Lucius se torcía en una sonrisa… siempre lo hacía después de que ella se estremeciera… ambos conscientes del poder que las manos de Lucius tenían sobre su piel. Un roce. Sólo había sido un roce de piel; sus manos en su rostro… Un simple roce, un gesto tan insignificante para los demás, como importante para ellos. Narcisa abrió los ojos en el momento en que Lucius la besó en la frente con una inusual ternura, como si aún sin haberle dicho ella nada, él supiera su malestar, y quisiera llevarse con ese beso, parte del dolor que en aquellos momentos ella soportaba.
-¿Mejor? –le preguntó en un susurro.
-No…-contestó ella con una media sonrisa-… pero supongo que tú ya lo sabías…
Lucius no contestó, sólo le sonrió.
-Tengo un presentimiento… -lo miró esperando una respuesta que no llegó-… Lucius… ¿qué pasó? No quiero que vuelvas a hacerlo –él la miró interrogante-. No quiero que vuelvas a apartarme de tus planes como hacías antes; no quiero que intentes decirme que me apartas para que no sufra porque cada vez que desapareces con esa capa negra me quedo despierta con el corazón en un puño sin saber si regresarás o si tu nombre aparecerá en las listas de los muertos del día siguiente… Por favor… -le rogó-… no me apartes otra vez… No podría soportar otra vida igual a la de antes…
Un sobre negro se apareció sobre la mesa, visible a los ojos de los dos adultos de la habitación. Una sola mirada y ya supieron a quién pertenecía. Lucius tomó el sobre y rasgándolo sacó una carta que leyó una sola vez antes de que ésta se quemara. Miró a Narcisa, deseando poder explicarle lo que decía la carta, pero temeroso de que aquella revelación significara la muerte para ella. Su esposa le sonrió a modo de comprenderle sin palabras. Lucius le devolvió la sonrisa antes de inclinarse y darle un suave beso en los labios. Los dos sabían que él no estaba preparado para prometer algo así, y sin embargo, a ninguno de los dos le importó, conscientes de que cuando llegara el momento, él lo haría.
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Estaba feliz, realmente feliz. Había tenido una clase de lo más… entretenida. Tercero de Slytherins y Gryffindors. Sonrió al recordar cómo habían ido las cosas y se sintió orgullosa de llevar el apellido Malfoy.
(flashback)
-Buenos días chicos –había pronunciado en cuanto entró por la puerta.
Recibió el saludo de los leones pero no del otro lado del aula de donde sólo provinieron muestras de burla y susurros a su paso a los que no hizo caso. Dirigió sus pasos firmes hacia su mesa y dejó caer el grueso libro que llevaba contra ella, provocando un estrepitoso ruido que hizo que el murmullo entre los slytherins quedase sofocado al instante.
-Bien, ahora que estáis callados, me gustaría empezar por…
-Sólo porque el profesor Malfoy la ayudó en la otra clase ya se cree que puede venir a enseñarnos como…
-¿Tiene algo que quiera aportar a la clase, señor Nott?
-No, profesora –dijo el aludido con cierto desdén ganándose una mirada sulfurada de Adam-… solo… nos preguntábamos cuándo iba a ir a buscar al profesor Malfoy para que le ayude con su clase…
A pesar de lo que todos creían, Hermione no le respondió. Le sonrió. Adam la miró y respiró tranquilo, había visto aquella sonrisa falsa cientos de veces tanto en el rostro de Draco como en el de Lucía y sabía que la profesora no iba a quedarse de brazos cruzados, así que se acomodó en su asiento dispuesto a disfrutar del espectáculo.
-No creo necesitar la ayuda del profesor Malfoy para esta clase, señor Nott –le aseguró ella-. Pero si usted cree necesitarle, puede ir a buscarle –le sonrió con falsa inocencia; Nott se sonrojó al escuchar risas por parte de los Gryffindor-, aunque no se lo aconsejo, no lleva un día muy bueno, ¿sabe? Así que le recomiendo que si quiere aprobar esta asignatura, se siente y se calle, a ver si de ese modo, sus compañeros de casa también lo hacen.
-No puede hablarme así –protestó Nott levantándose de su pupitre-. No es más que una hija de muggles y usted no puede enseñarme nada…
Hermione sonrió con demasiada facilidad mientras se cruzaba de brazos y se recostaba contra la mesa.
-Señor Nott –empezó a decirle-, ¿podría decirme como se elabora la poción que revive el alma?
-Aún no la hemos estudiado…
-Oh, ya veo… así que no conoce la respuesta…
-No profesora –dijo a regañadientes Nott.
-No se preocupe, pasemos a otra cuestión… veamos…¿podría indicarme los motivos por los que la rebelión de los elfos fracasó en el siglo XV pero que en cambio fue fructífera dos siglos antes?
-No, profesora, tampoco puedo
Adam sonrió. En verdad estaba disfrutando de todo aquello.
-Entonces, descríbame el movimiento de varita necesario para hacer un "wingardium leviosa", creo que eso lo vieron en primero así que han tenido que aprenderlo, ¿cierto?
-No sabía describírselo profesora –respondió Nott-, pero podría hacerlo…
-No se moleste, si no sabe la teoría, no quiero ni imaginar como será la práctica –le sonrió con fingida inocencia. Nott se sonrojó.
-A ver… ¿podría decirme cómo caracterizar a un thestral?
-¿Un qué? –Hermione sonrió.
-Ya veo que no… ¿y cómo vencer a la planta llamada "lazo del diablo"?-Nott tampoco contestó en esta ocasión-. ¿O quizá podría hablarnos sobre la leyenda de la piedra filosofal? ¿Del espejo de Odett? ¿De los animagos?
No. No. No. No. Cuatro preguntas, cuatro movimientos de cabeza negativos. Hermione sonrió.
-En ese caso, señor Nott, creo que esta hija de muggles tiene mucho que enseñarle, por lo que le sugiero que se calle y empiece a escribir, por favor.
-Profesora, la mayoría de esas cosas no las hemos visto aún –intervino una Slytherin intentando ayudar a su compañero de casa.
-¿De veras? Cuando yo tenía su edad había visto la mayor parte de esas cosas… que extraño… -fingió sorpresa-… Señor Weasley, ¿podría contestar alguna de las preguntas que le he hecho a su compañero?
Adam sonrió.
-Sí, profesora Malfoy; la de historia, herbología, el thestral, los animagos, la piedra filos…
-Suficiente, señor Weasley, gracias.
-Un placer, profesora –le sonrió Adam.
-Señor Nott, permítame darle un consejo; deje que los demás le enseñen lo que no ha aprendido… quizá algún día esos conocimientos le hagan falta… mucha más falta de la que imagina.
Nott se calló lo que quedaba de clase. Hermione sonrió satisfecha. Quizá no era tan temida como Draco o McGonagall, pero tenía algo que siempre había tenido y que le había sacado de muchos apuros, inteligencia, y era exactamente lo que había puesto en contra de Nott. Una vez más, y para regocijo personal, leones 1-serpientes-0.
(fin flashback)
Entró en su torre y vio a Draco tumbado en el sofá frente a la chimenea con los ojos cerrados y un brazo sobre los párpados mientras que el otro se posaba sobre su estómago. Se había quitado la túnica y los zapatos y llevaba unos sencillos pantalones negros y una camisa desabotonada. Sonrió desde la entrada y se acercó hasta él. Sonrió cuando él lo hizo, había notado su presencia. Antes de que Draco abriese los ojos o dijera nada, se tumbó sobre él con gran sigilo y sensualidad, besando los labios de Draco, apretando los labios contra la suavidad de los suyos y cuando Draco recorrió los de ella con la lengua ella se abrió a él. Draco sintió su tibieza aterciopelada y dejó que las sensaciones lo recorrieran como cada vez que la besaba. Quería saborear cada segundo sin profundizar el beso; con delicadeza, ella rozó con su lengua la de él y sonriendo la apartó juguetona esperando que él la siguiera, mordiéndole el labio inferior y sonriendo cuando él gimió gravemente. Draco abrió un poco más su boca y sus lenguas se encontraron provocándose mutuamente y llevando sus manos a la espalda de ella, las entrelazó, apretando a Hermione contra sí, sintiendo su cuerpo contra el torso descubierto. Aún sonriendo, Hermione se separó de él lo suficiente para mirarlo a los ojos y sonreírle.
-No es que me queje de esto… -empezó a decir Draco risueño-… pero ¿a qué ha venido?
-A que te quiero… -le contestó ella con cierta simpleza.
Draco sonrió contra la boca de su mujer, sus alientos compartieron el mismo espacio y segundos después sus bocas volvían a unirse en un beso dulce y ardiente. Cuando el ruido de la puerta los devolvió a la realidad, Draco maldijo en voz baja a quien se hubiera atrevido a molestar en ese preciso momento. Hermione, condescendiente, le regaló un beso y se levantó para abrir la puerta.
-¿Harry? –Draco se levantó del sofá al escuchar quién se encontraba allí y repitió su maldición en voz baja… ¿es que siempre tenía que interrumpirles?-¿Pansy? ¿Qué hacéis aquí? ¿Ha ocurrido algo?
-¿Podemos pasar?-preguntó Harry ligeramente ruborizado. Ver las mejillas sonrosadas de su amiga, el cabello revuelto y con la respiración agitada le había dado una clara idea de lo que había interrumpido, y si a aquello le sumaba la figura de Draco junto al sofá con la camisa descubierta… Sonrió para sí, Draco estaría deseando matarle. Por un segundo se planteó el hablar con él a solas.
-Claro –le indicó Hermione-. ¿Qué pasa?
-Quería hablar un momento… -empezó a decir Harry.
-¿De qué? –preguntó Hermione sonriendo interrumpiendo la frase de Harry.
-…con Draco, quería hablar con Draco…
-¿Conmigo?
-¿Con él?
-Sí, bueno, si puedes, claro –se apresuró a decir Harry con una media sonrisa. Draco asintió levemente-. No te preocupes, no pasa nada malo –le sonrió de forma tranquilizadora y Hermione asintió.
-No te preocupes, preciosa… te amo… -le susurró antes de besarla y salir de la habitación con Harry. Hermione y Pansy se quedaron solas y las dos mujeres se miraron en silencio.
-¿Sabes algo? –le preguntó Hermione. Pansy negó.
-Lleva así desde esta mañana –se encogió de hombros-, supongo que cuando llegue el momento me lo contará y a ti también –añadió sonriendo. Se sentaron en el sofá aún sonriendo.- Aún se me hace raro verlos sin discutir…
-A mí aún se me hace raro que Draco me diga tantas veces que me ama… -sonrió forzosamente-… ¿Y Harry? –Pansy sonrió con melancolía y negó-. No sé como lo aguantas… ¿qué tendrá en la cabeza? Es evidente que te ama… ¿por qué nunca te lo ha dicho? ¿No te molesta? –añadió la última pregunta al ver que Pansy seguía sonriendo.
-Hermione… sé que me ama y con eso es suficiente… además… yo lo amo a él por los dos… -le dijo en un tono confidencial.
Hermione supo que Harry tenía mucha suerte de tener a Pansy a su lado.
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Por primera vez en su vida, Lucius Malfoy veía a Albus Dumbledore confundido. Quizá en otro tiempo se hubiera reído de aquella situación o incluso hubiera hecho leña del árbol caído, pero no era ni el momento, ni el lugar, ni la época para ello. Lo vio dar vueltas desde la mesa hasta la ventana, dándole la espalda, mesándose la barba como cada vez que estaba pensando en algo importante. Había odiado a aquel mago infinidad de veces y sin embargo, cuando él había solicitado su ayuda, por intervención de Draco, Dumbledore no se la había negado en ningún momento, es más, lo había aceptado con una sonrisa enigmática, como si hiciera tiempo que él ya sabía que iba a volver.
-¿Has leído el contenido de esa carta? –preguntó secamente Albus.
-No –contestó Lucius. El anciano lo miró-. Tuve la tentación de hacerlo, ya sabes… mis viejos hábitos de querer saberlo todo… pero no la he leído… Sé que los poderes de él son infinitamente fuertes; si lo hubiese leído estoy seguro de que él se hubiera enterado y ya no estaría vivo… -le comunicó Lucius de mala gana.
-Será mejor que no sepas el contenido… -murmuró Dumbledore-… podría ser un golpe duro para ti… Regresa y dile le contestaré muy pronto…
Lucius no entendió nada, pero asintió en silencio.
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Bueno, pues nada, ¿qué tal ha estado? Espero que os haya gustado :D Decidme vuestras opiniones, me interesa saber si os ha gustado mucho, poco, nada, demasiado… en fin… ya sabéis.. :D
Y recordad que he tomado los personajes prestados de J.K Rowling sin ningún afán de lucro, sólo como entretenimiento personal… aunque si encuentro alguna vez un Draco por la calle ese sí me lo quedo :p
Un besito a todos! Nos leemos :Dg
