Hola a todo el mundo! He vuelto… Lamento decir que he recibido un aviso de que no debo contestar reviews, así que dejaré un par de capítulos sin contestar a los reviews que tan amablemente me dejais, al menos hasta que la tormenta pase… luego es otra historia jejejejeje :p

Pues nada, en general, muchas gracias por haber peridod vuestro tiempo escribiendo un review y espero que sigais haciéndolo, a una le levantan el ánimo :D

Un besito, y espero que os guste a todos este nuevo capítulo; empezamos a leer?

CAPITULO 13

Tenía un permiso especial para estar allí fuera en lugar de estar en clases. Había tenido una reunión con Albus Dumbledore, Harry, el profesor Jones y sus padres. Le habían dicho que no podían obligarla a aceptar nada; le habían dicho que no podían convencerla y que respetarían su decisión fuera cual fuera. Abrazó sus piernas flexionadas contra el pecho y se dedicó a mirar el lago como si el agua cristalina y tranquila pudiera darle una respuesta a la pregunta que se hacía: ¿qué debía hacer?

Había visto complicidad en la mirada de Harry. Una mirada que únicamente podría ofrecerle alguien que sabía por lo que estaba pasando, alguien que había tenido que tomar una decisión similar y que alguna vez había estado en su lugar.

Había visto el miedo en los ojos de su madre. La comprendía. Ella había estado junto a Harry compartiendo los peligros que, el por aquel entonces niño, había tenido que vivir; había visto como podía haber muerto y le estaban pidiendo que volviera a recordar todo aquello, que volviera a pasar por lo mismo, poniendo no a su amigo en peligro, si no a su hija.

Su padre… Bueno su padre había sido más fácil de descifrar. Siempre había tenido aquella conexión especial con él; una simple mirada y era suficiente para que los dos se entendiesen. No había visto miedo, ni tranquilidad, ni complicidad ni desentendimiento, no había visto ningún sentimiento a destacar. Confianza. Era lo único que la mirada de Draco Malfoy le había transmitido; él confiaba en ella, confiaba en que tomaría la decisión adecuada, confiaba en haberla educado lo suficientemente bien para que supiera tomar una decisión como aquella. Lucía había sabido mirando a su padre, que fuera cual fuera la decisión, él siempre la apoyaría.

Ternura. La misma ternura que podía demostrar un abuelo hacia una nieta… aquella había sido la mirada del director Dumbledore. Estaba segura de que aquella misma mirada se la había dedicado cientos de veces a Harry, después de todo, Albus lo había querido proteger tanto que había terminado encariñándose con él, igual que lo estaba haciendo con ella.

Frunció el ceño ligeramente al recordar la mirada del profesor Jones. Había sido incapaz de encontrar nada. Una sonrisa. Una sonrisa que irradiaba un único sentimiento: esperanza.

Resopló. Estaba confundida. Tenía miedo, estaba asustada, asustada no, estaba aterrada; si aceptaba, su vida cambiaría por completo, si no lo hacía, el mundo volvería al caos y a la oscuridad que en una ocasión Voldemort había instaurado.

-Asusta ¿verdad?

Harry se sentó a su lado en el suelo y flexionó las rodillas mirando hacia el lago, hacia el mismo punto en que ella estaba mirando. No esperó ninguna respuesta por parte de Lucía, y ella no lo defraudó.

-Es normal que estés asustada, si no lo estuvieras no serías una persona inteligente… –le dijo él con una media sonrisa-. Yo también lo estuve…

-¿Tú? Amy y Jamie siempre dicen que tú nunca tienes miedo…

Harry sonrió levemente. Ninguno de los dos se miró.

-¿Qué nunca tengo miedo? Bueno, no les he contado todo lo que pasé –dijo a modo de excusa-, y quizá si no tuve tanto fue porque tenía amigos a mi lado…

-¿Mamá? –preguntó Lucía.

-Tu madre y… bueno… tu madre y Ron… supongo que sabes quién es –Lucía asintió. Había escuchado muchas historias sobre aquel pelirrojo tío de Adam y Danielle-. Ellos estuvieron siempre a mi lado; no importó las veces que discutíamos o las veces que teníamos diferencia de opiniones… Siempre estuvieron a mi lado… -Lucía sonrió-. Con ellos… era diferente, seguía estando asustado, claro, después de todo, por mucho que ellos estuvieran a mi lado, al final debería ser yo quien se enfrentara a Voldemort pero con ellos, parecía la carga se hacía menos pesada…

-¿Cómo era Ron? –preguntó Lucía.

-Ron era… -intentó buscar una palabra adecuada pero se rindió cuando comprendió que ninguna palabra podría definir a su amigo-… Ron era Ron. Tímido con las chicas, estudiante poco aplicado, eso hacía que tu madre siempre estuviera persiguiéndole para que hiciera los ejercicios, impulsivo, celoso, protector y muy testarudo… -sonrió-… solía enfadarse cada vez que creía tener la razón y cuando se daba cuenta de que estaba equivocado, le costaba mucho trabajo reconocerlo… Pero era el mejor amigo que he tenido nunca… Era un amigo que nunca dudó en darlo todo por quien lo necesitara, el mejor guardador de secretos que he tenido nunca, ¿sabes que fue el primer chico con quien hablé en el expreso de Hogwarts? –Lucía negó-. Bueno, pues lo fue… y no pareció importarle que yo fuera el niño de la cicatriz –añadió con melancolía-. Ron era la inocencia, tu madre la cordura, y yo… yo el lazo que los unía a ambos…

-¿Cómo era mi madre?-le preguntó Lucía entonces.

-Tu madre… una histérica obsesionada con las notas –dijo Harry sin pensarlo mucho. Lucía rió suavemente-. Una amiga increíble y alguien que siempre nos hacía ver las cosas con sus pros y sus contras…

-¿Por qué? –le preguntó la niña aún sin mirarle. Harry la miró y ella notó los ojos verdes de él sobre ella-. ¿Por qué lo hiciste? Quiero decir… podrías haberte negado… ¿verdad?

-Podría… pero Voldemort me quería muerto… Podría haberme escondido durante toda mi vida de él, siempre teniendo miedo de que hiciera daño a todas las personas que quería… -le contestó Harry con una media sonrisa-. Pero decidí no hacerlo. Mis padres murieron por protegerme, se lo debía a ellos, a Sirius, a Ron, a tu madre… Se lo debía a todos los que creyeron en mí, a todos los que tenían una pequeña esperanza de que Voldemort desapareciera y fuera sólo un recuerdo…

-¿Cómo puedo saber si la decisión que tomo es la acertada?

-No puedes saberlo –le contestó él-, sólo puedes sentirlo…

-¿Cuánto tiempo…

-Cuatro años –le atajó él.

Por primera vez Lucía lo miró.

-¿Estás bien? –le preguntó a la niña. Ella asintió en silencio.

-Sólo… necesito pensar un poco más… eso es todo…

Harry asintió y se levantó.

-Nos vemos, pequeña –se agachó y la besó en la frente.

-Adiós tío Harry.

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Jack rió cuando Steve se tropezó con la escoba y se cayó al suelo; la mala suerte era que se había caído sólo desde un metro de altura, claro, mala suerte para él pero buena para el Ravenclaw que miraba con odio su escoba como si quisiera descargar toda su frustración con ella.

Amy miró a Jack de forma severa mientras baja de su escoba y ayudaba a Steve a levantarse, ya que Blaise Zabinni parecía demasiado ocupado en intentar que una Gryffindor llamada Sarah Sthepens no cayera de su escoba que parecía estar loca ya que había subido a tres metros y no parecía tener intención de descender.

Miró a James para reírse de Steve juntos ya que parecía que a Amy no le hacía mucha gracia que se rieran de su amigo, pero Jamie no estaba mirando a Amy ni tampoco a Steve, ni tampoco a él; ni siquiera estaba mirando como Sarah parecía tener problemas. Estaba mirando hacia su derecha, el lugar que siempre ocupaba Lucía en las clases de vuelo y que en aquel día estaba vacío.

Jack le dio un codazo.

-Por mucho que mires, no va a aparecer de la nada –le dijo Jack. Jamie se giró para fulminarlo con la mirada-. Vale, era broma, tampoco es necesario que me mires así…

-Perdona… es que… no la he visto en todo el día… no sé dónde puede estar…

-¿Estás preocupado por ella? –preguntó burlón Jack.

Jamie no le contestó y el moreno supo que había metido la pata hasta el fondo. La relación de Lucía y Jamie era muy sencilla y muy complicada; se querían; siempre habían estado juntos debido al afecto que unía a sus padres. Sabía que James, con aquel instinto sobreprotector que parecía muy arraigado en él, había encontrado en Lucía una hermana a quien proteger, ya que Amy era muy autosuficiente, quizá demasiado para él, por lo que el rubio había encontrado en la heredera Malfoy alguien a quien querer y por quien preocuparse. Y Lucía… bueno, Lucía no se quejaba, más bien se dejaba proteger; en más de una ocasión la había visto sonreír después de que James le dirigiera alguna mirada furiosa a cualquiera que se hubiera atrevido a hablar con ella, a mirarla o simplemente a pensar en ella y es que no sabía como lo hacía, pero parecía que su amigo James tuviera un radar para detectar quién y dónde estaba pensando en Lucía en aquellos momentos. Cuando le había preguntado cómo lo hacía, el chico había sonreído y se había encogido de hombros: "instinto protector" se había limitado a decir. Estaba claro que a ninguno de los dos les hacía gracia que el otro sufriera… Se querían demasiado para ello.

-Tú también estarías preocupado si te pararas a pensar en que Nott, Alister, Carter y Smith puden estar en cualquier sitio esperando que alguna de las chicas vayan solas, ¿no te parece?

Jack se tensó. Aún no había olvidado la mirada asustada de Amy. Asintió despacio y miró a su padre que seguía en el cielo dándole las instrucciones a una asustada Sarah que se había aferrado a la escoba como si su vida dependiera de ello. ¿Cómo se le podía tener miedo a una escoba? Claro que él había montado en escoba antes incluso de aprender a caminar, lo que le había costado a su padre una buena regañina por parte de Luna, pero no le había importado a ninguno de los dos.

-De acuerdo, ¿nos escapamos? –preguntó con una media sonrisa. James sonrió ante la propuesta de su amigo. Rara era la vez que Jack proponía saltarse una clase de vuelo, adoraba volar y lo sabía; el hecho de que se ofreciera a acompañarlo decía mucho acerca de él.

-Si nos vamos los dos nos pillan –le dijo James frunciendo el ceño-, tu padre nos conoce demasiado bien.

-Cierto, ¿qué hacemos?

-Yo me escapo –dijo descendiendo hasta el suelo -, y tú –le señaló-, le dices a tu padre cuando consiga calmar a Stephens, que me he ido a la enfermería.

-¿Y con qué excusa te has ido?

Los dos chicos se giraron hacia Amy que los miraba con las cejas enarcadas y los brazos cruzados en una actitud que a Jamie le recordó a su madre, demasiado parecidas, si no fuera por el color de pelo…

-¿Qué estás planeando James? –le preguntó la niña-. Debe de ser algo muy gordo para que estés pensando en saltarte la clase de vuelo.

Jack miró a Amy y por primera vez no se sonrojó. Sólo la miró sonriendo. Disfrutó cuando su mirada turbó a la morena que desvió su vista hacia su hermano aún con las mejillas teñidas de rojo.

-Lucía –se limitó a contestar Jamie-. Voy a buscarla y ver si está bien.

-Pero no tienes excusa –le recordó Jack.

Amy rodó los ojos.

-Ve a buscarla. Ya inventaré algo –le dijo a su hermano dándole un suave empujón. –Y más te vale encontrarla… Yo buscaría cerca del lago… -le dijo. James resopló.

"Cómo si yo no supiera donde poder encontrar a Lucía"… pensó el niño mirando a sus dos amigos.

-Vale, venga, cuenta hasta tres y lárgate –le indicó Jack-. Mi padre aún tardará un rato en bajar. Creo que a Sarah le hace falta unas clases de vuelo particulares…

Amy lo miró con el ceño fruncido.

-¿Sí? ¿Y por qué no te ofreces a dárselas si tan necesitada la ves?

Jamie miró a su hermana.

-No tengo tiempo… -respondió Jack con indiferencia mirando hacia arriba sin darse cuenta del tono empleado por la chica Potter..

-Pues que lástima –comentó ella con cierto desdén sarcástico.

-¿Por qué?

-¡Eres idiota! –le gritó ella notando como las mejillas le ardían.

Jack la miró. Jamie sonrió al ver a su hermana sonrojada y más al imaginarse el motivo. Amy respiró profundamente, miró a Jack y se dio la vuelta dirigiéndose de nuevo al lado de Steve.

-¿Y ahora qué he hecho?

James rió y le dio un golpe en la espalda a su amigo para confortarlo. Se encogió de hombros. Si le decía a Jack lo que pensaba que había pasado, estaba seguro de que Jack le despertaría en medio de la noche con alguna maldición. Y es que Jack asegura una y otra vez que no le gustaba Amy… y él, como el buen amigo que era, fingía creerle.

-Ni idea, pero será mejor que lo arregles… No sabes cómo es cuando se enfada.

-Te equivocas, sí lo sé… -dijo algo asustado Jack al recordar cierto incidente del verano de hacía dos años que incluía unas cuantas abejas, miel y algunas cuerdas… Y todo por haber hecho un comentario inocente…

-Nos vemos en el invernadero cuatro, no quiero saltarme la clase de mi madre… Ella sí es terrible –le dijo James riendo.

Jack asintió aún distraído mirando a Amy y preguntándose qué había hecho para que la chica le llamara idiota. Estaba convencido de que nunca entendería a las chicas y a Amy mucho menos.

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Tocó suavemente a la puerta. Lucius siempre la tenía cerrada. Aquel era su espacio; en un principio había sido un despacho donde él se pasaba la mayor parte del tiempo atendiendo los asuntos de los caballeros de la muerte; desde que el Señor Oscuro había muerto a manos de Harry Potter, Lucius solía pasarse allí horas enteras mirando a través de la ventana o simplemente contemplando el fuego de la chimenea mientras escuchaba música clásica muggle. Lucius adoraba el arte y únicamente por que fuera arte muggle no iba a despreciarlo; la música, los cuados, la literatura… el arte en su estado más puro era algo que le había contagiado a Draco desde siempre.

La puerta estaba abierta. Su marido estaba sentado junto al fuego, las piernas cruzadas con elegancia, sentado sobre el sillón negro que hacía resaltar sus rasgos pálidos y angulosos; el cabello largo lo llevaba recogido en una coleta con un trozo de cuero negro; en sus manos, una copa de licor, y en la otra una fotografía que no dejaba de mirar contemplándola.

Narcisa cerró los ojos. No podía ser que Lucius hubiera vuelto a hacer aquello. No podía verle así, derrotado… Aquella fotografía le traía demasiados recuerdos dolorosos que lo único que conseguía era hacer que él tuviera ganas de morir.

Se acercó y lo besó suavemente en la comisura de los labios mientras él descruzaba las piernas; ella, atenta al gesto de su marido, se sentó en su regazo.

-¿Qué hacías Lucius? –preguntó sabiendo la respuesta.

-Yo lo maté… -dijo el hombre sin mirarla-… Yo lo maté… Pude no haberlo hecho, pero lo hice; compré mi protección y la de mi familia a cambio de su muerte…

-Lucius… no tenías opción…

-Sí la tenía… pude haberme negado…

Narcisa tomó el rostro de su marido entre sus manos y buscó la mirada de él.

-Si te hubieses negado, hubieras muerto, tus padres y tú y también él… -le dijo confiada en sus palabras-… y yo jamás te habría conocido y Draco no existiría… Cometiste un error Lucius, tenías doce años y cometiste un error… Pero no puede mortificarte toda la vida por ello, amor… No es justo.

-Díselo a él –le contestó Lucius soltándose de las manos de su mujer y mirando la fotografía-. Fue él quien murió cuando tenía dos años, para él no fue justo. Yo lo maté Narcisa ¿no te das cuenta? ¡Maté a mi hermano!

-Y ya has pagado tu error –le contestó ella-. Isirius hubiese hecho lo mismo si hubiese tenido la oportunidad de hacerlo –Lucius no le contestó. Narcisa sabía que no lo haría. Se levantó de las piernas de su marido después de besarlo en la frente y sonreírle con tristeza-. Piénsalo… ¿hasta cuando vas a seguir culpándote?

Pero Lucius no la miró. Ni tampoco la miró cuando atravesó la estancia ni cuando salió del cuarto cerrando la puerta con suavidad mientras el suave frufrú de la tela de su vestido rozaba el suelo y el marco de las puertas.

Su vista gris estaba clavada en la fotografía. Dos niños, uno de once años, con el cabello rubio y los ojos grises lo miraba desde el marco con una sonrisa inocente y pura; Lucius se reconoció a sí mismo en la fotografía y uno de sus dedos acarició con ternura la imagen mientras intentaba recordar el sentimiento de pureza que tenía en aquellos momentos. Sobre el regazo del niño de once años, un bebé de un año agitaba sus bracitos hacia el fotógrafo; el cabello negro y los ojos oscuros, pero la misma piel pálida que su acompañante y los mismos rasgos finos y angulosos, aristocráticos.

Una. Una sola lágrima resbaló por su mejilla derecha rodando hasta el niño de la fotografía que seguía mirándolo divertido y alegre.

Desde su muerte propiciada por él mismo, era la primera vez que Lucius Malfoy lloraba por su hermano.

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-Sabía que te encontraría aquí –dijo Jamie sentándose al lado de su amiga y mirando hacia donde ella lo hacía -¿Qué miras?

-El vacío –se encogió de hombros. James sonrió.

-De acuerdo, entonces ¿puedo mirarlo contigo? –Lucía no pudo evitar emitir una risa suave y giró su cabeza para mirarlo-. ¿Te dejo sola?

-No, quédate –le pidió ella-. ¿No tendrías que estar en clase de vuelo?

-Tío Blaise está demasiado ocupado intentando que Stephens logre bajar al suelo, creo que a estas horas debe de sobrevolar los diez metros de altura.

-¿Otra vez? –preguntó Lucía. El chico asintió con una media sonrisa-. Esa chica es un caso… quizá necesite lecciones particulares… -meditó unos segundos. James sonrió al recordar la conversación entre su hermana y Jack.-¿Qué?

El niño negó con la cabeza.

-Nada, ¿me lo vas a contar?

Lucía lo miró. Quiso decirle que no quería contárselo, quiso mentirle y decirle que no ocurría nada, que sólo tenía un mal día y nada más, que se le pasaría. Pero no pudo hacerlo… Era él. Era Jamie. Su mejor amigo, la persona más importante para ella después de sus padres… A él no podía mentirle; no quería mentirle y aunque quisiera hacerlo estaba segura de que él la descubriría. Sonrió.

-Tengo que tomar una decisión –se limitó a contestarle.

Jamie entendió la indirecta de que no iba a contarle sobre qué y lo respetó.

-¿Muy difícil? –preguntó él. Lucía asintió-. ¿Puedo ayudarte?

Lo miró y asintió cuando una pregunta se cruzó por su cabeza.

-Si estuviera en tus manos el hacer algo que te asusta pero que sabes que es lo correcto, ¿lo harías?

-Depende… ¿cómo cuánto me asusta? –preguntó James meditando la pregunta.

-¿Recuerdas la vez en que hechizaste sin querer a tu hermana y Amy estuvo dos semanas volando por el techo de tu casa y tus padres te sentaron en el salón y te estuvieron gritando durante dos horas y luego me dijiste que no te habías asustado tanto en la vida? –el niño asintió-. ¿Y recuerdas la vez en que el padre de Adam nos contó cómo había logrado dominar a un dragón rojo antes de que las llamas de él lo rozasen y casi termina chamuscado? –James asintió de nuevo-. Bueno, pues mezcla las dos cosas y multiplícalo por cien –le contestó de forma sarcástica.

-Vaya… ¿así de asustado? –Lucía asintió-. Vale… ahora… ¿si hago eso que me asusta, evitaré que tú estés en peligro?

-Sí.

-¿Y Jack y Amy y Adam y Dani y mis padres y los tuyos y… -Lucía lo miró-… bueno… ya sabes… todas las personas que me importan?

-Sí.

James sonrió.

-Entonces lo haría… A veces las cosas que asustan son las más importantes Lucía… Es bueno tener miedo, eso es algo que mi padre siempre me dice, pero si haciendo algo que te asusta puedes ayudar a los demás y evitar que los demás tengan miedo… merece la pena…

Lucía le sonrió.

-Jamie… -él la miró-… ¿me das un abrazo?

-¿Desde cuándo necesitas pedirlo?

Antes de terminar de hacer la pregunta, Lucía se había acercado a James y lo había rodeado por la cintura enterrando su cabeza en el pecho de él mientras que Jamie la abrazaba por los hombros y la besaba en la cabeza de forma cariñosa y protectora.

-Nunca Jamie… Prométeme que nunca nos vamos a separar… -le pidió ella.

-¿Qué…

Temblaba. Lucía estaba temblando ligeramente y su voz sonaba débil y ahogada. Estaba llorando. Pocas veces había visto llorar a Lucía y la mayoría de las veces era de rabia y frustración; pero jamás la había visto así. No pudo hacer nada más que abrazarla aún con más fuerza.

-Prométemelo Jamie… Pase lo que pase… prométeme que no me vas a dejar sola… necesito tu apoyo…. Te necesito a ti…

James sonrió.

-Te lo prometo princesa… Nadie ni nada va a dejar que dejemos de ser los mejores amigos ¿de acuerdo? –ella asintió-. Jamás podría dejarte sola Lucía… Jamás… Es más, si cuando los dos seamos unos viejecitos y ninguno de los dos está casado, nos casamos juntos ¿de acuerdo? –añadió en tono de broma.

Lucía le dio un golpe en el pecho pero sonrió. James siempre lograba hacerla sonreír.

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Lucía se sentía observada y no era para menos. Estaba en el despacho de Dumbledore; el director, su madre, su padre, Harry y el profesor Jones la miraban esperando una respuesta aunque parecía que ellos ya sabían qué iba a contestar.

-Quiero que mis amigos lo sepan –Harry sonrió y Hermione hizo lo mismo mientras se miraban entre ellos; parecía que los dos ya sabían que la niña iba a poner aquella condición como imprescindible-. No sé si voy a poder hacerlo pero no quiero hacerlo sola; no quiero tener que mentir a mis amigos cada vez que tenga que desaparecer o cada vez que llegue agotada y cansada a la sala común; no voy a mentirles, si alguno me pregunta le contestaré con la verdad, tenga su permiso o no.

Draco se sintió orgulloso de su hija.

-Supongo que es algo normal… puedes decírselo a tus amigos, Lucía –le contestó el hombre sonriendo-… pero sólo a aquellos en los que puedas confiar ciegamente, ¿de acuerdo?

-Amy y James Potter, Jack Zabinni y Danielle y Adam Weasley –dijo sin dudarlo. Albus asintió con una sonrisa-. No voy a dejar mis clases –miró al profesor Jones que no había abierto la boca-, puedo dar mis clases especiales después de cenar incluso en los fines de semana, no me importa, pero no voy a renunciar a ser una estudiante normal; quiero seguir con mis clases.

-Nunca he dicho que no fueras a continuarlas –dijo Jones divertido. Le hacía gracia la forma en que aquella niña se tomaba sus responsabilidades. Estaba claro que Hermione era su madre.

-Y quiero que tú, tío Harry –lo miró-, estés en cada una de mis clases especiales. No es que no me fíe del profesor Jones, pero quiero que estés allí… después de todo… eres el único que puede ponerse en mi lugar…

Harry miró a Jones unos segundos y el hombre asintió levemente con la cabeza, así que el hombre de la cicatriz miró a Lucía y le sonrió dándole a entender que no había ningún problema.

-Mamá, papá… no quiero trato especial –les exigió mirando a su madre directamente-. Entregaré todas mis tareas y me presentaré a todos los exámenes rindiendo siempre el máximo que pueda; si no es así, no voy a aceptarlo.

Hermione pareció titubear, por lo que Draco tomó la palabra.

-¿Y quién te ha dicho que fuéramos a darte un trato especial? –le preguntó enarcando una ceja-. Después de todo, es tu decisión, tú la has tomando, así que debes ser consecuente con lo que decides.

Jones y Harry lo miraron de mala manera. ¿Cómo podía decirle algo así a Lucía? Iban a replicar cuando la pequeña niña sonrió y abrazó a su padre pasando sus brazos por la cintura de él; Draco sonrió con ternura y besó a su hija en la cabeza.

-¿Lucía? –se volvió hacia el profesor Dumbledore soltando a su padre-. Acomodaremos tu horario a tus nuevas necesidades –ella asintió-. Ahora puedes ir a decirle a tus amigos lo que ocurre.

-Puedes llevarlos a nuestra sala – le dijo Hermione sonriendo a su hija y adelantándose a la pregunta.

-¿Puedo hacerte una pregunta? –Jones se dirigió a ella. Lucía asintió-. ¿Por qué has aceptado? Sabes que puede ser muy peligroso ¿verdad? –asintió sin perder la sonrisa, Hermione y Draco se miraron, estaba claro que ella ya esperaba una pregunta así-, y también sabes que puedes morir ¿verdad? –ella volvió a asentir mientras le dedicaba una mirada tranquilizadora sus padres-, entonces ¿por qué?

-Porque alguien me ha dicho que a veces las cosas que asustan son las más importantes… Y si puedo hacer algo para que las personas a las que quiero estén bien, quiero hacerlo.

Jones sonrió. Y Lucía le dio un beso a su madre y otro a su padre antes de salir de la habitación. Las palabras de Draco cuando se agachó para recibir su beso, estarían siempre en su cabeza: "estoy orgulloso de ti, princesa" Lucía sabía que aquello siempre iba a ser verdad.

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Lucía esperaba que le dijeran algo. Amy la seguía mirando como si quisiera descifrar lo que ella estaba diciendo; Adam la miraba y sonreía incapaz de comprender como una niña tan dulce podía ser alguien destinada a enfrentarse al Mal, Dani repasaba mentalmente todos y cada uno de los encuentros con Lucía para intentar averiguar si había hecho algo extraño estando en su presencia, James le sonreía con tranquilidad y dulzura, casi como si ya supiera qué era lo que ella les iba a contar y aquello no sabía si la tranquilizaba o si la ponía más nerviosa y Jack… Bueno… Jack estaba dando saltos por la sala común mientras gritaba "¡Sabía que me había quemado! ¡Lo sabía! ¡Sabía que no había sido un sueño!"

-El temblor… -empezó a decir Amy. Lucía asintió.

-Aún no sé como lo hice, ni como hice aquello del fuego, pero…

-Yo sí lo sé, estaba allí –se apresuró a decir Jack.

-Jack, por favor, cállate –le pidió Adam-, o seré yo quien te haga callar y te aseguro que no necesito el fuego para hacerlo –lo amenazó con aire divertido.

-No sé como lo hice… -continuó hablando Lucía cuando Jack se hubo sentado a regañadientes al lado de Dani que le dio una palmada en la espalda-… pero supongo que el profesor Jones me lo explicará… aunque creo que tiene algo que ver con los sentimientos –se encogió de hombros.

-Es decir, que de ahora en adelante, será mejor que no te hagamos enfadar –sugirió Danielle bromeando.

-No podéis contárselo a nadie chicos –pidió Lucía-, he confiado demasiadas cosas contándoos esto para que vosotros lo digáis a nadie, ¿de acuerdo?

James fingió ofenderse.

-¿Por quién nos tomas?

Lucía los miró e intentó analizarlos tal y como Harry había hecho al hablar de Ron, de él y de su madre. La madurez era sin duda lo que acompañaba a Amy; ella siempre era la encargada de hacerles ver que ya no eran tan niños y aunque siempre estaba dispuesta a reír con los demás, solía mostrarse un poco apartada, siempre sumida en sus pensamientos. Lucía sabía que la muerte de Mark, un chico que había sido el mejor amigo de Amy y que había muerto por un accidente muggle, la había afectado de sobremanera y era lo que la había conducido a ser más seria y responsable y a madurar.

Danielle era la impulsividad, la locura, la sinceridad; no importaba lo que ocurriera, todo lo que pensaba, fuese bueno o malo, lo decía o lo hacía directamente. Siempre planeando nuevas bromas, siempre risueña, siempre alegre, siempre sincera. No conocía a nadie que pudiera representar a la impulsividad como ella; primero actuaba y luego pensaba, primero golpeaba y luego preguntaba. No. Definitivamente no le gustaría tenerla como enemiga.

Adam… Adam era la sensatez. Prácticamente era él quien siempre encontraba trabas a los planes de Dani y era él quien se ocupaba de recordarle de vez en cuando que no debería de portarse de tal forma. Seguramente era algo que había heredado de Bill o quizá de Isbelle; ella siempre había oído decir que Bill era el único capaz de poner orden entre los terribles gemelos Weasleys.

Jack… siempre que pensaba en Jack, lo identificaba con la inocencia y la timidez con una pizca de picardía y rebeldía… Era una caja de sorpresas y nunca sabías por donde te iba a salir. Sonreía divertida cada vez que lo veía mirando a Amy sonrojado hasta las orejas; y lo hacía con la misma sonrisa cuando lo veía sonreír con deliberada picardía a cualquier chica únicamente para conseguir lo que quería en aquellos momentos, como la vez que coqueteó con aquella niña en la cola de los helados en el Callejón Dragón para que ella le permitiera pasar primero y conseguir así el último helado de chocolate que luego le entregó, sonrojado completamente, a una Amy sonriente.

Y luego estaba James… James era James. Su Jamie. No había palabras para describirlo, aunque lo intentara, no podría hacerlo. Era algo difícil de explicar… Lo había intentado durante mucho tiempo pero nunca conseguía definirlo. Quizá porque no tenía definición. Jamie era su mejor amigo; la persona que mejor la conocía; bastaba una mirada para entenderse, una sola palabra y el otro comprendía qué quería decir y a veces, les bastaba con mirar al otro para saber de qué estado anímico se encontraba. Sonrió… Quizá era aquello lo que Harry había querido decir con su amigo Ron… James… Jamie tampoco tenía definición. Era… sólo era Jamie.

No. No se había equivocado. No podría tener mejores amigos aunque se lo propusiera. Y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por salvarlos… aún a riesgo de su vida.

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-¡No lo entiendo! –gritó una frustrada Lucía dando un golpe a la pared con el pie –¡Auch! –se quejó-. No debí hacer eso… ¿por qué no me dijiste que no hiciera eso? –le preguntó a su profesor.

Jones sonrió y se encogió de hombros mientras se dedicaba a apagar el fuego que las esferas de ella habían producido al chocar contra algunos papeles.

-No me diste tiempo a decirte que es peligroso golpear una pared de piedra que tiene cientos de años, pero además, creí que serías lo bastante inteligente para no hacerlo… -le contestó con una sonrisa burlona-. ¿Estás bien?

-Sí… -murmuró ella-… frustrada y enfadada conmigo… pero estoy bien… .¿qué es lo que hago mal?

Jones la miró frunciendo el ceño. Entendía que Lucía estuviese frustrada; casi podía notar la tensión de ella a través de su aura. Llevaban dos semanas con aquellas clases, siempre después de cenar y antes de desayunar otra hora y media; sabía que debía estar agotada después de todas sus clases y después de hacer las tareas y trabajos, pero por mucho que lo intentara la pequeña, no lograba controlar sus poderes a su antojo; en cuanto se enfada, sentía el fuego dentro de ella, y cuando se enojaba y deseaba hacer daño a alguien, una sacudida hacía temblar el suelo bajo sus pies. Tenía que encontrar el modo de canalizar su energía, el modo de encontrar…

La miró con los ojos abiertos. No podía ser. Era demasiado pronto para que buscara su fuente, no podía controlar sus poderes, tampoco podría controlar su fuente de poder… Aunque quizá…

-Lucía… vamos a intentar una cosa, ¿de acuerdo? –ella asintió. Harry, que había permanecido durante las últimas dos horas revisando unos ensayos de quinto alzó la mirada preguntándose qué se le habría ocurrido a Jones-. Quiero que busques tu fuente de poder.

-¿Te has vuelto loco? –dijo Harry levantándose de golpe-. Eso es muy peligroso, si no logra hacerlo, la energía interna la consumirá.

-Ya lo sé, gracias por la información de todos modos –le replicó Jones-. Cabe la posibilidad de que tus poderes estén descontrolados porque no encuentras tu fuente de energía…

-Pero ¿no me dijiste que mis poderes varían y actúan según mis estados de ánimo?

-Sí.

-Entonces… no lo entiendo… -dijo arrugando la nariz.

-No puedes controlar tu estado anímico ni tus sentimientos porque no tienes ninguna fuente donde aferrarte, cuando te enfadas, te siente sola, estás contenta o triste, tus poderes actúan por sí solos porque no tienes un punto de referencia con que compararlos… -explicó Jones-… ¿Me entiendes? –Lucía negó. ¿Cómo iba a entenderlo? A veces incluso él mismo no lo entendía y eso que había pasado los últimos doce años de su existencia, que no vida, pensando en ello-. Harry –lo llamó-, ¿cuál es tu fuente de poder?

Harry pareció incomodarse con aquella pregunta, se hizo el remolón y se puso rojo mientras cerraba los ojos con cansancio.

-Venganza… -dijo despacio pero lo suficientemente alto para que lo escucharan.

-¿La venganza? –Lucía lo miró.

-Mis deseos de vengarme de todo el mal que ha causado Voldemort desde su existencia. Me aferro al recuerdo de mis padres, de mis amigos, de toda la gente que murió por su culpa… y me aferro al deseo de venganza para controlar mis poderes; de ese modo, hago daño a quien tengo que hacerlo, pero puedo controlar mi energía interna perfectamente… -Lucía lo miró-. No es que me sienta particularmente orgulloso de ello, pero es mi fuente de energía…

-¿Por qué has dicho que era peligroso, tío Harry? –preguntó la niña.

Jones lo miró arqueando las dos cejas. Harry lo miró y resopló.

-Cuando alguien encuentra su fuente de energía, es como si encontrase una caja dentro de él llena de todos sus poderes. Si no eres capaz de controlar esa caja y abrirla con cuidado, tu energía puede estallar haciendo que tu cuerpo sufra un colapso, una sobre carga de poder y magia… y entonces… entonces mueres –le dijo Harry hablándole despacio.

-Y si es tan peligroso ¿por qué seguimos buscando nuestra fuente?

-A veces, el poder de la fuente es mucho más poderoso que la magia y los hechizos. Puedes recurrir a esa caja interna si te ves en grave peligro; tu energía se concentra y entonces simplemente deseas dejar de existir para que tu fuente se reparta entre los que están a tu lado…

Le temblaba la voz. Jamás había visto a Harry de aquel modo. Supuso que James tampoco, de otro modo, él se lo había contado.

-Lo que Potter quiere decir –intervino Jones-, es…. La Esperanza. –Lucía y Harry alzaron la mirada, pero Harry la volvió a bajar rápidamente, sabiendo lo que Jones iba a decir a continuación y no sabiendo si se sentía preparado para ello-. La esperanza es una energía pura, una fuente de poder –Lucía asintió-, la persona que recurría a esa fuente interna, decidió sacrificar su vida para dar un poco de esperanza a alguien que tenía cerca y la necesitaba… Deseó dejar de existir y que su poder se extendiera hacia esas personas… -Harry tenía los puños cerrados apretados sobre la mesa, Jones lo vio con claridad y le sonrió a la pequeña-. Tienes que encontrar esa fuente de energía interna Lucía y cuando des con ella, no la dejes escapar, aférrate a ella como si tu vida dependiera de ello o mejor aún, como si la vida de los que quieres dependiera de ello…

-¿Cómo sabré cual…

Jonson se arrodilló hasta quedar a la altura de la niña y puso sus manos sobre sus hombros mientras sus ojos buscaban su mirada. Grises. El mismo color que Malfoy, pero tenían la calidez y la ternura que una vez consiguieron enamorarle.

-Lo sabrás… cuando ese sentimiento sea fuerte y poderoso, y sientas que vibra en cada parte de tu cuerpo y tu corazón… sabrás que has encontrado a la fuente de tu poder…

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-¿Qué tal las clases?

Lucía parpadeó. No esperaba encontrar a nadie a aquellas horas en la sala común; de echo esperaba que a las doce de la noche no hubiese nadie despierto, sentado cerca del fuego y con un cuenco lleno de helado de chocolate esperándola.

-¿Qué haces despierto?

James se encogió de hombros y le enseñó el cuenco con el helado mientras le estiraba una cuchara. Lucía sonrió y se acercó arrastrando los pies hasta el sofá donde estaba su amigo, sentándose pesadamente y tomando la cuchara antes de descalzarse y subir los pies al sofá.

-¿Cansada? –preguntó el chico tendiéndole el cuenco y dejando que ella tomase la primera cucharada.

-Agotada… Y además no consigo avanzar nada…-añadió saboreando el chocolate - ¿De dónde has sacado esto? –preguntó señalando el cuenco con la cuchara y tomando otra al tiempo que lo hacía Jamie.

-De las cocinas –se encogió de hombros y sonrió ante la mirada de su amiga-, herencia de llevar el apellido Potter. ¿Qué es eso de que no avanzas nada?

-Ahora quiere que encuentre mi fuente de energía –dijo ella rodando los ojos-. Primero me dicen que es peligroso y luego me dicen que tengo que encontrarla porque si no, no podré controlar mis poderes…

-¿Aún siguen descontrolados?

-¡Sí! –exclamó ella abriendo su mano derecha y dejando entrever como una pequeña esfera roja empezaba a formarse. La chica sacudió su mano en dirección a la chimenea y la bola rojiza se esfumó entre las llamas aumentando el crepitar del fuego-. ¿Ves?

James rió mientras tomaba otro poco de chocolate.

-Pues hazlo –le dijo con simpleza-. Tienes la manía de complicarlo todo, Lucía, ¿no te das cuenta de que a veces las cosas más sencillas son las más complicadas? Por eso merece la pena complicarse…

-Pero es que no sé como hacerlo… -protestó ella-… y para cuando me pongo a pensar en cómo hacerlo o tengo que estar en clases normales o tengo que estar en mis clases… y luego termino agotada y lo único que deseo es tirarme en la cama y dormir…

James sonrió.

-Eres la hija de Hermiones Granger y de Draco Malfoy, tienes una inteligencia muy superior a la de cualquier bruja o mago de nuestra edad y ¿no sabes como hacerlo? Deja de buscar excusas –añadió alzando una ceja mientras una sonrisa afloraba-, si no lo haces no es porque no sepas, sino porque te da miedo, acéptalo…-Lucía resopló. ¿Por qué Jamie siempre sabía decirle las palabras justas? No era justo-. Bueno, ahora que he cumplido con mi parte de amigo –señaló la hora y el cuenco de chocolate-, y ya que he despertado tu conciencia y he apelado a tu inteligencia, me voy a dormir, estoy muerto… ¿vienes?

-No, me voy a quedar un poco más –rió ella suavemente.

-De acuerdo. –James se levantó y se inclinó sobre ella para darle un beso en la frente-, buenas noches, peque.

-No me llames peque… sólo soy tres meses más pequeña que tú… -James rió-… que descanses.

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Contempló el fuego mientras tomaba la última cucharada de helado y la relamía. Sus pensamientos recordaban las palabras de Jamie… Se concentró…

Miedo. Era un sentimiento tan normal como cualquier otro sentimiento. Claro que tenía miedo… Miedo de que todo lo que estaba haciendo no sirviera de nada, después de todo, nadie podía asegurarle que después de Réficul no vendría nadie más a declarar la tierra y el mundo como un lugar propicio para la oscuridad. Claro que tenía miedo, sería una estúpida si no lo tuviera. Pero aquel no era el sentimiento que infundía sus poderes.

Tomó otra cucharada del helado y dejó que se derritiera en su boca, saboreándolo, antes de tragarlo dulcemente y pensar en las palabras del profesor Jones y de Harry.

Esperanza. Esperanza ¿por qué? ¿por salir victoriosa? ¿por salir indemne al peligro? ¿por esperar que todo estuviera bien? ¿por querer que sus familias y sus amigos estuviesen bien? Claro que tenía esperanza, siempre la había tenido… pero era un sentimiento tan abstracto que no podía identificarlo con nada, no podía agarrarlo entre sus manos porque le daba la sensación de que se escapaba entre sus dedos como los granos de arena de la playa. No. Tampoco era esperanza.

Jugó un poco con la cuchara dentro del cuenco buscando algún trozo de chocolate troceado que tomó con la punta del cubierto y se lo llevó a la boca.

Rabia. Bueno, era rabia definitivamente lo que había sentido aquella noche en el comedor cuando Adam les había contado lo de Nott. Rabia porque alguien se había atrevido a insultar de aquel modo a su madre. Rabia e impotencia. Y había sido por rabia por lo que su mano había empezado a arder… Pero no era aquello tampoco; no era el sentimiento más fuerte que podía encontrar dentro de ella; no podía aferrarse a la rabia, sabía que no podría hacerlo.

Otra cucharada acompañada de una mueca. Empezaba a verse el fondo del cuenco. Tendría que sobornar a Jamie para que le dijera donde estaban las cocinas. Quizá Amy lo supiera, después de todo, también era una Potter.

Amistad. Aquel sí que era un sentimiento muy arraigado a ella. Siempre había estado con aquellos chicos y casi sin darse cuenta de ello se habían hecho amigos. Siempre se protegían entre ellos, lo que a uno le dolía le dolía a los demás y cuando uno necesitaba ayuda, sabía que los demás estaban allí. Amistad… era un bonito sentimiento. Se concentró en algunos recuerdos e imágenes que tuviesen aquel sentimiento… Y sí, notó como una calidez la inundaba… y luego desaparecía y la volvía a inundar…

Abrió los ojos frustrada… La amistad era un sentimiento intermitente para ella, era bueno, cálido y hermoso, pero no la llenaba por completo. Tomó otra cucharada de helado enfadada y triste.

Tristeza. Otro sentimiento en el que pensar pero que descartó enseguida. Era cierto que a veces se entristecía, pero enseguida se le pasaba… bastaba un abrazo de su madre o un beso de su padre para que la tristeza desapareciera. Y la mayoría de las veces en que se sentía triste era porque alguien había hecho daño a alguien importante para ella. Suspiró…ella jamás podría aferrarse a la tristeza, era un sentimiento demasiado desconocido como para que todo su poder dependiera de ello.

Resopló resignada. Tomó otro trozo de helado. Tampoco era aquel sentimiento.

-¿Es que no hay ningún sentimiento en el que no intervengan la gente que conozco y quiero? –expresó en voz alta refunfuñando.

Y entonces ocurrió. Como si un halo de luz y viento la golpease cariñosamente en la mejilla haciéndola entrar en razón. Entonces lo vio.

Lo vio tan claro como la luz del amanecer. Había tenido miedo de no poder defender a los que quería; tenía querer la esperanza de que sus amigos estuviesen siempre bien porque los quería; había notado como la rabia y la ira se apoderaban de ella cuando uno de sus seres queridos salían heridos; por encima de todo, la gran amistad que la unía a sus amigos y a sus padres y a sus tíos era lo más importante para ella; y era la tristeza la que se apoderaba de ella cuando uno de los suyos estaba mal.

Sonrió. Sonrió al recordar la forma en que su madre la besaba por las noches antes de acostarse, sonrió al recordar el modo en que su padre la arropaba cada noche a pesar de sus continuas protestas siempre relacionadas a su edad y al hecho de que ya era lo bastante mayor para acostarse sola; sintió un calor especial cuando recordó las miradas de Harry y Pansy durante su séptimo cumpleaños, recordó el abrazo lleno de cariño que le había dedicado Blaise y Luna; sintió un escalofrío al recordar las sonrisas tímidas de Jack, la mirada divertida de Dani, el rostro sereno de Adam, la mirada fría de Amy que se tornaba cálida cuando estaba con ellos, y sonrió como nunca lo había hecho al recordar cada una de las sonrisas que James le había dedicado, cada uno de los besos, de los abrazos, de las caricias hermanas que se habían profesado…

Se concentró en ello. El calor se extendió por su cuerpo concentrándose a la altura de su pecho; fuego, frío, electricidad, aire. Una corriente extraña la recorrió haciéndola estremecer. Cerró los ojos disfrutando de aquella sensación de tranquilidad y paz que se apoderaba de ella. Y casi pudo ver como una esfera de energía rosada se concentraba en su interior, dentro de ella. Y sonrió. Era un sentimiento tan especial y dulce que la había acompañado toda la vida y no se había dado cuenta de que estaba dentro de ella, de que ese era el sentimiento que la representaba, de que esa era la fuente de poder más extraordinaria que jamás podría haber imaginado. Algo tan sencillo como complicado… Y es que a veces las cosas más sencillas son las más complicadas… Sonrió. Amor. Su fuente de poder era algo tan sencillo como poderoso. La magia más antigua del mundo… el amor.

Abrió los ojos y con suavidad, dejó el cuenco de helado sobre una de las mesitas bajas, junto a la lámpara dorada que daba destellos rojizos de vez en cuando. Extendió su mano derecha y sonrió. El beso que su padre le había dado aquella tarde.

-Fuego, acude a mi llamada

Una esfera rojiza apareció en su mano y se modeló a su antojo con sencillos movimientos de su muñeca. Cerró la mano y el fuego se extinguió en su palma.

El abrazo de Jamie aquella mañana.

-Hielo, ven a mí.

Abrió su mano y una suave capa de escarcha apareció en ella. Sopló con suavidad y la escarcha se extendió hacia delante provocando una cadena plateada de hielo que llegó hasta el suelo. Cerró la mano y la cadena desapareció eslabón por eslabón.

Cansada. Estaba realmente cansada y agotada. Pero satisfecha. Mañana sería otro día, mañana aprendería más sobre sus poderes… De momento… sólo quería dormir. Se acomodó en el sofá, demasiado cansada para subir las escaleras y cerró los ojos.

Una suave manta la cubrió media hora más tarde y aunque no abrió los ojos pudo vislumbrar el aura azulada de aquella persona. Chocolate.

-Gracias Jamie… -murmuró entre sueños.

Un beso acarició su frente y una mano acarició su mejilla deseándole en silencio un "buenas noches"

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Que tal chicos? Ya habeis terminado de leer? Espero que os haya gustado y recordad como siempre que excepto los inventados por mí, los personajes pertenecen a J. K. Rowling :D (de acuerdo… prometo dejar escapar a Draco de mi armario cuando sea Navidad… no me miréis así… ¬¬ Pero me quedo con Jamie:D)

Un besito a todos, dejad vuestros comentarios y nos leemos!