Hola a todo el mundo! Que tal? Bueno, antes que nada, muchas gracias por vuestros reviews, en serio, animan mucho… y pensar que lo que yo iba a hacer en un principio solo era un one-shot… en fin… Espero poder contestar los reviews en el proximo capitulo vale? Y ahora a leer, a ver que os parece este capi, espero respuestas, ¿de acuerdo?
Esperad… qué capítulo era? Ah, sí, ya recuerdo….
CAPITULO 15
Draco se aseguró de que las puertas y ventanas estuviesen cerradas, apagó el fuego de la chimenea y bostezó silenciosamente mientras se frotaba el hombro maldiciendo en voz baja a Blaise por tener la estúpida manía de darle golpes cada vez que lo veía.
-Ya debería haberme acostumbrado… -murmuró para sí mismo-… después casi veinte años…
Y es que lo primero que hizo Blaise cuando conoció a Draco en el expreso de Hogwarts había sido darle un golpe cariñoso en el hombro a modo de saludo. Y había sido precisamente ese gesto arrogante y confiado el que había asegurado una amistad entre los dos.
-Empiezo a arrepentirme de haberle dado tanta confianza… -bromeó consigo mismo.
Subió las escaleras con pasos seguros y firmes; el frío de la noche invernal rozaba la piel desnuda del torso ya que iba vestido únicamente con los pantalones negros del pijama y hubiera ido simplemente en ropa interior si no fuera porque tenía que ir a comprobar que los mocosos estuviesen todos bien y tanto a Hermione como a Lucía, acostumbradas a verlo en ropa interior no les importaba, no les hacía gracia que se paseara en ropa interior delante del resto de niños, así que a regañadientes y bajo la promesa que Hermione le había hecho de que podría quitárselos en cuanto entrara en la habitación de matrimonio, Draco había aceptado a llevar los pantalones del pijama.
La ventana del pasillo superior estaba abierta. Frunció el ceño. Seguro que había sido Lucía cuando había enviado aquella lechuza a la Mansión Malfoy para agradecerles el regalo de cumpleaños que sus padres le habían hecho a la pequeña. La cerró y se aseguró de hacerlo a conciencia. Él era una persona fría de nacimiento, pero sabía lo cálida que era Hermione y lo mucho que agradecía que por la mañana la casa estuviese caliente. Sonrió mientras se dirigía a la habitación de su hija, aunque ahora estaría inundada de colchones y sacos de dormir muggles.
Abrió la puerta despacio y sonrió divertido al ver que no se había equivocado mucho; Lucía y James estaban encima de la cama de la rubia comiendo de un cuenco, palomitas de maíz con caramelo que, Draco estaba seguro, habría hecho Blaise antes de irse. Dani estaba escribiendo una carta en un trozo de pergamino, pero eso no era lo curioso sino la forma en que lo hacía; estaba de rodillas sobre uno de los colchones del suelo y apoyaba el pergamino sobre la espalda de Adam que estaba tumbado boca a bajo mientras intentaba ganar una partida al ajedrez a Amy que parecía muy segura de su victoria y que se permitía el lujo de leer un libro y echar un vistazo a la partida de vez en cuando. Jack, por su parte, se había agenciado con uno de los sacos de dormir y estaba de espaldas a la puerta, tumbado, con el codo apoyado en el suelo y la cabeza apoyada en la mano mientras miraba al vacío, aunque viendo la trayectoria de su mirada y las risitas cómplices que compartían James y Lucía mirando al pequeño Zabinni y a Amy, supuso que no era el vacío precisamente lo que estaba mirando.
Seis caras sonrientes se giraron hacia la puerta cuando Draco carraspeó, adoptando expresiones diferentes. Jack se puso tan rojo como el pijama que llevaba James y desvió su mirada inmediatamente como si hubiera cometido el peor de los pecados al estar mirando a Amy; Amy le sonrió de forma autosuficiente, miró el tablero y colocó una pieza dando un jaque mate perfecto al rey blanco de Adam; Adam por su parte lo miró frustrado y al ver como Amy le ganaba por tercera vez consecutiva se levantó del suelo malhumorado haciendo que la carta que estaba escribiendo Dani sufriese un pequeño percance. James se limitó a saludarle con la mano mientras Draco apuntaba mentalmente lo descarado que podía ser aquel niño. Lucía se limitó a mirarle y a esconder el cuenco de palomitas detrás de ella mientras tragaba el puñado que se acababa de llevar a la boca.
Darco suspiró resignado mientras intentaba recordar porqué había accedido a que los niños se quedasen aquella noche en su casa.
-¿Draco? ¿Va todo bien? –la voz de Hermione llegó desde el otro lado del pasillo y el rubio sonrió recordando por qué había aceptado que los niños se quedasen en su casa.
-Sí, preciosa, ahora voy –miró a los niños-. Vamos, a la cama, todos…
No se sorprendió cuando James y Lucía se tumbaron ambos en la cama cubriéndose con las mantas, después de todo, siempre que uno se quedaba a dormir en casa del otro, terminaban durmiendo juntos; no sabían como lo hacían, pero siempre, por muy lejos que los pusieran para dormir, siempre amanecían juntos en la misma cama, así que habían desistido, tanto ellos como los Potter de intentar separarlos. Dani se acurrucó en uno de los colchones del suelo y Amy se metió bajo las mantas con ella, dejando a Jack y a Adam en un saco para cada uno.
-Buenas noches, chicos
-Buenas noches –contestaron todos. Draco rodó los ojos al escuchar tantos timbres diferentes de voz y por un segundo deseo que todos fueran hijos suyos. Tendría que hablar con Hermione acerca de eso.
Cerró la puerta con suavidad después de apagar la luz aún sabiendo que aquella noche, los niños dormirían bien poco y es que cada vez que hacían aquello, solían quedarse despiertos hasta altas horas de la noche hablando; y a pesar de que él no lo veía como algo normal, Hermione había reído la primera vez que él se lo había comentado, alegando que eran niños y necesitaban hacer ese tipo de cosas. Draco no lo había entendido pero se había encogido de hombros mentalmente, después de todo, si Hermione lo aceptaba, no podía ser nada malo, ¿cierto?
Entró en su cuarto y sonrió. Cerró la puerta y se recostó en ella permitiéndose el lujo de mirar a su mujer medio tumbada en la cama y con un libro entre las manos mientras la tenue luz de la lámpara la iluminaba.
-¿Ya se han dormido? –preguntó ella con una media sonrisa sin levantar la vista del libro.
-¿Crees en serio lo que estás preguntando? –le contestó él mientras se acercaba y se quitaba el pantalón del pijama dejándolo doblado sobre el arcón que yacía a los pies de la cama. Hermione rió.
-¿Qué estás leyendo? –preguntó Draco abriendo las sábanas de su lado y metiéndose bajo ellas.
-Un libro muggle –le contestó Hermione sonriendo al ver como su marido se acercaba a ella acortando la distancia que los separaba a ambos en la cama –No te gustaría…
-¿Cómo sabes eso? –Draco se había apoderado de la cintura de su mujer y le estaba besando el hombro cubierto por el delicado y fino tirante del camisón rosado de seda.
-No te gusta lo muggle… -le contestó ella riendo divertida-… además, no tiene dibujitos… -añadió.
Draco enarcó una ceja y miró un segundo las letras del libro por encima del hombro de su mujer, leyendo algunos párrafos sueltos y muy por encima. La piel de Hermione parecía mucho más interesante.
-No es cierto que no me guste lo muggle… tú eres muggle… y me gustas… -la besó en el hombro otra vez y con delicadeza y agilidad le quitó e libro que ella tenía en el regazo dejándolo sobre su propia mesita para evitar que Hermione pudiera tomarlo nuevamente.
-No soy muggle… mis padres lo eran… -Draco tiró de la cintura de ella hacia abajo haciendo que resbalase y quedase tumbada en la cama. Ella rió-… soy bruja ¿recuerdas? Hogwarts… Dumbledore… pociones… aritmancia…
Draco sonrió aún con sus labios pegados a su piel mientras besaba su cuello con suavidad y lentitud, saboreando cada rincón de la piel de su esposa. Hermione ladeó su cabeza buscando los labios de su amante, de su amigo, de su esposo y él no la defraudó, besándola con suavidad al principio, casi con aquel miedo inocente a temer que se rompiera bajo sus labios.
La mujer castaña sonrió entre los besos que le dedicaba su marido. Dulce. Seguía siendo igual de dulce que la primera vez; sus caricias aún producían escalofríos en su piel, y su mirada aún era indescifrable en algunas ocasiones, en pocas, pero en algunas. Parecía que las manos de Draco se amoldaban a su cuerpo con una perfección absoluta que hasta que lo había comprobado, ella pensaba inimaginable. Era como si hubiesen nacido para ser la misma persona, para fundirse en uno.
Draco se movió cubriendo con su cuerpo el de su mujer mientras la besaba de nuevo esta vez con más pasión que la anterior. Hermione sonrió dentro del beso, dejando que él accediera a su boca con total y entera libertad mientras notaba el contraste entre el frío de las sábanas de raso que había en su espalda y el cuerpo caliente que tenía encima.
Draco abandonó la cadera de su mujer donde tenía la mano izquierda y alargó el brazo hasta la lamparilla de cristal de la mesita, apagando la luz. Los ojos de Draco brillaron entre la poca luz que entraba por la ventana, producto de la Luna. Ojos grises. Ojos de lobo, ojos especiales… Hermione sonrió. ¿Por qué no dejaba nunca de sonreír cuándo él estaba cerca?
Con aquella pregunta, la mujer se entregó al marido, fundiéndose en uno solo, sintiendo como ambos se pertenecían y como la unión entre los dos era más fuerte a cada latir del corazón, a cada palpitar, a cada respiración.
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-Lucía… -susurró James-… peque… despierta…
Una caricia, un leve susurro, una mano apartando un rizo de su rostro. Un color. Dorado. Parpadeó un par de veces en medio de la noche. Los ojos verdes de James centellearon a su lado.
-¿James? ¿Qué…
-Shhhh… -le susurró él-… vamos, tengo que darte mi regalo de cumpleaños…
-¿Ahora? ¿Por qué no me lo diste esta tarde como todos? –preguntó la niña frunciendo el ceño. James sonrió al verla así; sabía lo mucho que le molestaba a su amiga que la despertaran por la noche-. ¿Qué?
-Nada… Vamos… tenemos que ir a la ventana del pasillo… -le dijo el niño apartando las mantas de la cama y saliendo de allí mientras intentaba no pisar a Jack que permanecía dentro del saco de dormir azul al lado de la cama.
Lucía protestó cuando abandonó el calor de las mantas. Se concentró en ella misma. Fuego… el calor la llenó y sonrió satisfecha. Así estaba mucho mejor. Siguió a James recorriendo el mismo camino y teniendo cuidado con no despertar a Jack mientras se preguntaba qué iba a darle Jamie que tenía que hacerlo en medio de la noche.
-Vamos… -le susurró él que la esperaba junto a la puerta poniéndose una chaqueta. Lucía lo miró y él le tendió su propio abrigo-… no querrás coger frío ¿no?-Lucía rió y negó, le quitó la chaqueta a James y lo cogió de las manos trasmitiéndole su propio calor. El niño sonrió -. Claro… así está mucho mejor… -protestó con fingido enfado.
Salieron al pasillo mientras seguían cogidos de la mano y se sentaron en el banco de mimbre tapizado que había junto a la ventana. James la miró.
-¿Recuerdas cuando cumpliste cinco años?
-Claro… estuvimos jugando al escondite y me quedé encerrada en un armario a oscuras hasta que tú viniste a buscarme y me sacaste de allí –dijo ella divertida-. ¿cómo no voy a recordarlo? Estuve evitando los armarios durante todo un mes…
-Estabas a oscuras… ¿recuerdas que te prometí que nunca más te quedarías a oscuras en un armario si yo podía evitarlo? –Lucía asintió-. Bueno, pues siempre cumplo mi palabra.
Hasta aquel momento en que Jamie no le entregó un pequeño paquetito que llevaba en la mano derecha, la niña ni siquiera se había dado cuenta de que llevara nada en la mano. Extrañada, lo tomó y miró a Jamie.
-¿Qué es?
-Vamos, ábrelo… -pidió él divertido-… quiero ver la cara que pones…
-No será una de tus bromas ¿verdad? –Jamie sonrió pero negó con la cabeza-. Está bien…
Desenvolvió el paquete y se topó con una caja negra de terciopelo que cambiaba de color cuando pasabas la mano por encima. Lucía, extrañada, abrió la caja y sus ojos se abrieron cuando vio su contenido.
Un colgante en forma de lágrima estaba engarzado en un círculo dorado por un punto, permitiendo que la lágrima girase y diese vueltas sobre sí misma. Tenía un color plateado y brillante y un pequeño cierre dorado. Miró a Jamie que le sonrió y le hizo un gesto con la mano para que abriese el cierre. Lucía obedeció. Una luz plateada iluminó su rostro y el de su acompañante, fría y cálida a la vez, la luz los bañó a ambos por igual.
-Es un rayo de Luna… -explicó James-… papá me ayudó con el hechizo… -Lucía seguía sin decir nada-… así cuando estés a oscuras, tendrás siempre este rayo de luz para que te ilumine… -explicó. Lucía lo miró aún sin decir nada-.. Si no te gusta yo…
-¿Estás loco? –murmuró ella-… Me encanta Jamie… es… es…-Jamie sonrió contento de que ella se hubiese quedado sin palabras-… ¿me ayudas?
La niña le dio la espalda a James y se recogió el pelo levantándolo hacia arriba después de pasarle el colgante. El niño sonrió y pasó la cadena por el cuello de ella, abrochándola en el dorso. Lucía se giró hacia él y tomó el colgante entre sus manos. Miró a James y le sonrió.
-Gracias… -le murmuró-… es precioso…
A modo de agradecimiento, Jamie recibió un dulce beso en la mejilla y un abrazo por parte de Lucía.
Lucía permaneció abrazada a él durante un largo rato. No se había dado cuenta hasta aquel preciso momento lo mucho que la gente necesitaba el amor, la esperanza y el cariño que la época de paz instaurada con la muerte de Voldemort había logrado. Era su turno; era su momento. Debía de dar todo lo que tuviera para que sus amigos estuviesen bien, para que todos estuviesen bien… No era un juego, no era un capricho ni siquiera era su vida… Era la vida de cientos de miles de personas las que estaban en juego…
En aquel momento, junto a la ventana del pasillo del segundo piso, abrazada a Jamie, en la tranquilidad de su hogar, Lucía fue consciente de que debería luchar para mantener el hogar de niñas como ella.
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-¡Chicos, tened cuidado!
Draco se acercó hasta donde estaba Blaise; que sentado sobre la cerca y con su escoba al lado miraba hacia el cielo, en dirección al pequeño campo de quiddich que tenía la familia Weasley., donde en aquellos momentos los niños volaban sintiendo el frío en sus caras. Les había costado trabajo convencer a sus madres de que estarían bien, y de no haber sido porque Blaise se había ofrecido a vigilarlos de cerca, no los habrían dejado salir a volar con aquel tiempo.
-¡Jack, la próxima vez que hagas eso te quedas un mes entero sin escoba, ¿me has oído! –le gritó a su hijo que acababa de hacer una pirueta en el aire.
Jack le hizo una señal para que supiera que lo había oído. No se preocupaba por él, sabía que Jack era perfectamente capaz de hacer aquel tipo de cosas, él mismo le había enseñado desde que era pequeño a hacerlas, lo que le preocupaba era que Jen y Susan también estaban participando en el juego y no quería que ninguna de las dos niñas intentara imitarlo.
-¿Algún problema? –saludó Malfoy sonriéndole a su amigo.
-Ninguno… Lo hacen bastante bien –sonrió satisfecho sin apartar la mirada del cielo. Dani acababa de golpear una bluddger que iba en dirección a Lucía. Iba a gritar algo cuando Adam volvió a golpear a la pelota asesina -. Ningún problema… -afirmó con una media sonrisa.
-Te cambian la vida, ¿eh? –no era una pregunta y ambos lo sabían.
-Es difícil acostumbrarse a que debes pensar por ellos también… pero cuando te acostumbras, no puedes entender como has pasado tanto tiempo sin ellos. ¡James, no le sigas el juego! ¡Jack, es el último aviso!
-Un día de estos se van a caer de la escoba… -dijo Amy acercándose a los dos adultos. Draco la miró.
-¿Tú no quieres jugar? –Amy le enseñó un libro que estaba leyendo y Draco sonrió comprensivo-. Cierto, olvidé que el espíritu de la pequeña Hermione se apoderó de ti… -le dijo con sarcasmo.
Amy lo ignoró deliberadamente, acostumbrada a aquel tipo de bromas usual entre los amigos de sus padres.
-Amy, Hermione pregunta por ti, está en el salón.
Se giraron hacia la mujer que venía caminando hacia ellos. Alyssa; alta, morena y con unos preciosos ojos negros que llamaban la atención de cualquiera que la mirase; Draco y Blaise habían aprendido a ignorar la parte de veela que la mujer tenía, pero aún así no podían evitar sentirse fascinados cada vez que Alyssa estaba cerca; y si bien aquello les había costado alguna que otra pelea con Hermione y Luna, ambas mujeres habían terminado por aceptar que el lado veela de Alyssa no era algo que ellas pudieran evitar, ni tampoco sus maridos. El pequeño Ronnie miraba hacia las figuras que atravesaban el cielo de un lado a otro.
-Será para prestarme aquel libro que me dijo… -murmuró la niña para sí misma. Miró una vez más al cielo donde estaba su hermano asegurándose de que estuviese bien y se dirigió hacia la casa.
-¿Y Jen? –preguntó Alyssa mirando hacia el cielo -¿Ha hecho alguna tontería?
Blaise negó con la cabeza. Draco estiró los brazos y el pequeño pelirrojo se pasó de su madre a él.
-Todo controlado –aseguró Blaise-, Jack y Adam tiene órdenes especiales –Alyssa enarcó una ceja-, todo lo que les pase a Jen y Susan también les pasará a ellos.
La mujer rió.
-Bueno… yo quería pediros un favor pequeñito –dijo mirando a ambos hombres. Blaise y Draco se miraron-. Ronnie lleva toda la mañana mirando por la ventana a su hermana y a los demás jugar y bueno… me preguntaba si…si podríais…-Draco no esperó que dijera nada más. Tomó la escoba de Blaise y se montó con Ronnie sentado delante de él. Alyssa le sonrió-. Gracias Draco… Y tú –le tocó la nariz a su hijo-, ten cuidado…
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Ni siquiera sabía cómo lo había hecho. Estaba volando, libre, siempre se sentía libre cuando subía a una escoba; no se le daba tan bien como a Jack, pero se defendía con bastante soltura, su padre siempre decía que la soltura que había heredado lo había hecho de él porque Hermione era una negada completa para el quiddich y para volar, de echo, solía bromear diciendo que no entendía como su esposa había pasado el primer curso con la asignatura de vuelo, broma que siempre le costaba un pequeño desplante por parte de ella.
Había visto como su padre subía en una escoba llevando al pequeño pelirrojo con él. Ni siquiera sabía cómo había pasado. En un momento de descuido de Draco, apenas una milésima de segundo, el tiempo justo para que el adulto esquivara una bludgger, Ronnie había visto la pequeña pelota dorada y había querido tomarla, inclinándose hacia la derecha más de lo que debería inclinarse.
-¡Ronnie!
El grito de Alysa llamó la atención de los jugadores que detuvieron el vuelo mientras miraban, casi a cámara lenta, como el pequeño se desprendía de la escoba y caía al vacío. Antes de que ninguno de los niños dijera nada o pudiese hacer nada al respecto, Draco ya se había inclinado sobre su escoba y caía en picado en busca del pequeño niño que parecía ajeno al peligro que corría en aquellos momentos.
Lucía se concentró ajena a lo que los demás gritaban o decían o miraban… Sólo se concentró en la sonrisa tierna de aquel niño que era casi como un hermano pequeño para ella. No deseaba que le pasara nada malo, no iba a dejar que le ocurriera nada malo.
-Viento –murmuró invocando a su propio poder.
Observó como una ráfaga de aire caliente la golpeaba con suavidad en el rostro como si la hubiera reconocido, como si le estuviera dando una señal de que había acudido a su llamada. Miró a su padre que a pesar de lo rápido que volaba, aún estaba a cierta distancia del pequeño.
Una burbuja rosada rodeó a Ronnie dejándolo flotar en el aire, como aquellas burbujas de jabón de aquel invento muggle; Draco se relajó al ver que el pequeño ascendía hasta él y justo en el momento en que el adulto lo tomó entre sus brazos, la burbuja estalló con una suavidad extrema.
El hombre descendió, dejando en brazos de Alysa al pequeño, quien no entendía por qué de repente todos sus primos y tíos corrían hacia él para abrazarlo y colmarlo de besos, sin saber que lo hacían más para tranquilizarse a ellos mismos que para otra cosa.
Draco sonrió confuso mientras besaba a Alyssa en la mejilla al tiempo que ella le perdonaba con la mirada y le decía que él no había tenido la culpa. Pero el hombre no la escuchaba. Miró hacia el cielo. Lucía seguía allí arriba, sobre su escoba, mirando a Ronnie y Draco casi podría haber asegurado que no se había dado cuenta de que los demás habían descendido.
Las miradas de ambos se cruzaron un momento, con aquella complicidad que sólo tienen padres e hijas. Draco le sonrió, agradecido y orgulloso de lo que había hecho; Lucía asintió en silencio mientras descendía despacio hacia el suelo ayudada por una débil corriente de aire que jugueteaba con sus rizos.
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Dumbledore tenía razón. Él debería haberles dicho quién era. Debería estar con ellos, recordando risas y sonrisas y aventuras y mentiras y compartiendo miedos, esperanzas y dolor… Debería estar con ellos intentando hacerles entender que aquello pasó por una razón, bromeando con él y discutiendo con ella hasta que Harry los detuviera o la lógica aplastante de Hermione le devolviese a la realidad, lo que antes pasara.
Quería estar con ellos. Añoraba las vacaciones junto a ellos; casi recordaba con exactitud la primera vez que había pasado las vacaciones de Navidad con Harry, cuando el niño se había ilusionado al ver regalos, por primera vez, dirigidos a él… Añoraba las batallas de nieve que tenía con Hermione como modo de desestresarse antes de que Harry hechizara algunas bolas y les diera a los dos al mismo tiempo lo que convertía aquella batalla personal en un combate de dos contra uno para terminar todos contra todos.
Debería estar con ellos y no en su habitación, solo, cerca del fuego como si el calor que las llamas transmitían fuera suficiente para él.
Una vieja fotografía de sexto curso tomada con rapidez por Colin antes del baile de Navidad. Hermione estaba preciosa con aquel vestido azulado que se ceñía ligeramente a su cintura, y a cada lado de ella, con sus manos entrelazadas, dos sonrientes Harry y Ron miraban a cámara. Recordaba el momento en que se había tomado la fotografía, había sido la tercera, la primera vez, Draco se había puesto detrás de Hermione abrazándole la cintura con un gesto posesivo que había hecho que tanto Harry como Ron rodaran los ojos; la segunda vez, era sólo Harry quien rodaba los ojos al ver como Ron intentaba mirar a Hermione de reojo, la tercera vez había sido la correcta.
Debería estar con ellos… le dolía no poder estar con ellos… le dolía mentirle… se suponía que no debería sentir nada, él ya no era un ser vivo… entonces ¿por qué le dolía de aquella forma? Quizá era simplemente que al volver a estar con ellos, parte de sus emociones humanas hubiesen adquirido un papel protagonista en él… Tenía que ser eso, sólo podía ser eso…
Pero no podía hablar con ellos. No podía decirles "¿qué tal las vacaciones? Por cierto, olvidaos de Jon Jonson, soy Ron, ¿os acordáis de mí? ¿El chico que estuvo enamorado de Hermione pero que nunca se atrevió a decírselo? ¿El hermano que nunca tuviste? He vuelto para ayudar a Lucía a salvar a la raza humana de Réficul… Pero no os encariñéis demasiado, después de todo, en cuanto todo termine, me volveré a marchar"
Sonrió sarcástico. No. Definitivamente no podía decirles aquello… La cuestión es que le gustaría poder decírselo…
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(salto en el tiempo; edad: once años, lugar: Hogwarts, momento: regreso de las vacaciones)
Si había algo peor que empezar el curso, era empezar el curso después de las vacaciones de Navidad. La mayoría de los alumnos acudían a las primeras clases entre dormidos y deprimidos recordando lo bien que estaban en sus camas, en sus casas lo que habían salido de Hogwarts, y en el castillo los que se habían quedado. James no era una excepción.
Caminaba con los hombros hundidos, la expresión somnolienta, los ojos medio cerrados y bostezando a la vez que se revolvía el cabello en un inútil intento de quitarse el sueño que aún tenía. La sala común de Gryffindor estaba llena de chicos y chicas con aquel mismo aspecto. Era el primer día de clases y muchos de ellos aún no se habían recuperado de las fiestas invernales.
-¡Jack! ¡Si no bajas en dos minutos me voy al comedor sin ti! –gritó James enfadado.
-Buenos días a ti también … -dijo Lucía bajando las escaleras y besando a su amigo en la mejilla-… ¿no has dormido bien?
-¿Cómo quieres que duerma bien si tengo toda la noche a Jack dando vueltas en la cama de al lado y murmurando por lo bajo cosas que no me gustan?
-¿Jack? ¿Y qué es lo que puede decir Jack que no te guste? –preguntó Lucía.
El niño no pensó ni un minuto decirle a Lucía el motivo por el que no había dormido, y es que desde que Adam había tenido una conversación con él en la que había dejado entrever que Jack y Amy se gustaban mutuamente, el rubio de los Potter no podía conciliar el sueño cuestionándose el hecho de que si fuera así, no sabría si aceptaría la relación entre su mejor amigo y su hermana. Bueno, era su hermana después de todo y nadie le pondría un dedo encima a no ser que tuviera su visto bueno y él no iba a darle el visto bueno a ningún chico que quisiera acercarse a su hermanita. Claro que por otra parte, Jack era su amigo, su mejor amigo… confiaría en él para todo, para cualquier cosa, incluso le confiaría su vida… pero no sabía si confiarle a su hermana.
Aquellos pensamientos, unidos al hecho de que entre sueños, el niño moreno pronunciase varias veces durante la noche el nombre de "Amy" entre murmullos; hacían imposible que James pudiera dormir bien.
Evidentemente, si le contaba algo de eso a Lucía, la niña se reiría de él y si a algo no estaba dispuesto era a que Lucía se riera de él. Estaba seguro de que le tomaría el pelo durante una eternidad… bueno, quizá no tanto… sólo hasta que se casara…
-Olvídalo… ¡por fin! –Jack estaba bajando las escaleras en aquellos momentos-¡Ya era hora! La próxima vez no te espero… necesito tomar un buen desayuno antes de enfrentarme a la clase de pociones…
-¿Qué dices? Si pociones es una de las mejores clases… -dijo Lucía animada. James rodó los ojos.
-Obvio para ti… Tu padre es el profesor –le contestó de manera brusca James. Lucía frunció el ceño; no le gustaba que la gente pensara que sacaba buenas notas en clase de pociones únicamente porque Draco era el profesor y James lo sabía. El rubio resopló al ver la expresión de Lucía-… Perdona peque, no dormí bien…
-Bueno, yo tampoco he tenido mucho tiempo para descansar con mis clases, ¿sabes? Y no por eso voy diciendo que apruebas DCLAO y Herbologia porque tus padres son los profesores, ¿no?
-Tienes razón –concedió James-… perdona… hazme un favor ¿vale? Si vuelo a decir otra estupidez como esa, dame una bofetada –le sonrió. Lucía le devolvió la sonrisa.
-¿Nos vamos a desayunar o no? –preguntó Jack.
James recordó por qué no había dormido bien, tomó la mano de Lucía y pasó por el lado de Jack casi sin mirarlo.
-¡Cállate! –le gritó medio enfadado. Lucía rió por lo bajo. Estaba claro que aquel no era el mejor día de su amigo.
-¿Y yo qué he hecho ahora? –se defendió Jack.
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-¿Preocupada?
Hermione sonrió. Si no fuese porque llevaban años de convivencia hubiese jurado que él no hubiera adivinado nunca que estaba preocupada, pero sabía que después de vivir doce años con ella, el hecho de encontrarla al amanecer escribiendo en su diario, le daba pistas a su marido.
-Un poco –admitió-. Lucía ha estado muy extraña estas vacaciones ¿no te parece? –él la miró desde la cama mientras que Hermione seguía escribiendo sobre el tocador de la habitación.
-No –le respondió tajante.
-¿No? –Hermione se giró hacia él con una ceja enarcada-. Se ha pasado todas las vacaciones entrenando por las mañanas y por las tardes a excepción de cuando venían James, Amy y los demás o cuando nosotros íbamos… ¡Por favor Draco, no me dirás ahora que no te habías dado cuenta ¿no! –Draco sonrió –Ni siquiera el caballo que tus padres le regalaron, que por cierto voy a hablar con Narcisa muy seriamente, mira que regalarle un caballo, claro, así como el caballo está en la Mansión Malfoy, Lucía tendrá un pretexto para ir más seguido y tus padres la verán más, -Draco carraspeó ligeramente y Hermione comprendió lo que él quería decir, así que se apresuró a añadir-, cosa que no me importa porque sé que tus padres adorna a Lucía pero no me gusta que la consientan de esa forma -Draco volvió a sonreír-; el caso es que ni siquiera ese magnífico regalo le hizo parar quieta un solo día… -bufó y Draco tuvo la impresión de que lo había hecho más para respirar que para otra cosa.
-No ha estado extraña Hermione… Ha madurado de golpe –le dijo él con una sonrisa triste.
Hermione observó como su marido se levantaba de la cama y se ponía los pantalones negros y el jersey del mismo color; sonrió involuntariamente, después de todo, algunas cosas nunca cambiarían.
-Sólo tiene once años… -replicó Hermione-… no debería madurar de golpe…debería ser un proceso paulatino y lento… muy lento –añadió.
Draco se sentó a su lado y tomó la mano de su mujer por encima del tocador, se la llevó a los labios y la besó en el dorso.
-Tiene doce y…
-Recién cumplidos –se apresuró a corregir ella. Draco la miró-. Perdona… sigue…
-Tiene doce años y se ha enterado de demasiadas cosas, preciosa… ¿qué esperabas? ¿Qué todo fuera igual? Conoces a tu hija igual que la conozco yo… tiene mi terquedad y tu sentido de la responsabilidad –ella sonrió-, se ha enterado de que tiene un poder especial más poderoso que la magia y que debe de utilizar ese poder para librar una batalla… -Hermione dio un respingo y Draco la miró comprensivo-, sé que es difícil aceptarlo, preciosa… Pero Lucía ya no es la niña pequeña a la que tenemos que proteger… Ahora tenemos que estar a su lado y ayudarla cuando ella pida ayuda, no antes… ¿lo entiendes?
-Pero… sólo es una niña Draco… Es mi niña… Quiero que juegue, que sea feliz, que esté con sus amigos… No quiero que esté encerrada ejercitando sus poderes y demostrando lo fuerte que puede llegar a ser; siempre preocupada por qué ocurrirá… No deberíamos habérselo dicho…
-¿Sabes por qué me enamoré de ti? –Hermione negó con la cabeza-. Porque eras una chica fuerte; porque siempre lo fuiste… Lucía ha heredado eso de ti, y estoy seguro que podrá enfrentarse a lo que tenga que venir. Lucía no ha estado extraña, únicamente ha sido consciente de la carga que le ha sido encomendada…
Hermione lo miró unos segundos. Estiró su mano libre y acarició la mejilla de Draco, quien aprovechando el momento en que la mano pasó cerca de su boca, la besó con suavidad y lentitud mientras ella cerraba los ojos disfrutando de aquel beso, muestra de un cariño jamás revelado.
-¿Por qué Draco? –él la miró -¿Por qué ha tenido que ser ella? ¿Por qué? No dejo de pensar que si tú y yo no nos hubiésemos casado… Lucía quizá sería una niña feliz y…
-Si no nos hubiésemos casado Hermione, Lucía no existiría –le dijo él con firmeza. La mujer sonrió cansada, consciente de que su marido tenía razón, pero reacia a decírselo. Él le sonrió de vuelta-. ¿Piensas que hubiera sido más fácil si hubiese sido Amy, o Jack o James, o Dani?
-¡No! –dijo ella casi gritando-. No le deseo eso a nadie…
-Lucía tampoco se lo desea, princesa… Por eso aceptó la carga que suponía…
-¿Por qué tú no pareces preocupado? –le preguntó Hermione-. ¿Es que sabes algo que yo no?-le preguntó sarcástica.
Draco se acercó entendiendo la broma de su mujer y la besó en la frente.
-Juré que te protegería, a ti y a Lucía siempre… No conseguiría nada con preocuparme, ¿no te parece? Además –le besó suavemente-, he decidido que yo seré el responsable en esta ocasión ¿de acuerdo? –ella lo miró-. Yo seré el pilar por esta vez, Hermione… Deja de ser fría con todo esto y sé la madre que siempre has sido… Y cuando quieras llorar, cuando sientas que ya no puedes más y que se te va a romper el alma… Entonces refúgiate en mí y deja que yo te consuele…
Hermione le besó.
-Siempre lo has hecho… -Draco la miró interrogante-… protegernos, amarnos, consolarnos… Siempre lo has hecho, siempre… ¿Sabes cuándo me enamoré de ti?
-¿Cuándo?
-La noche de nuestra primera cita –Draco frunció el ceño y ella sonrió-. La noche de nuestra segunda primera cita –corrigió ella de forma cariñosa-. Aquella noche me abrazaste y te quedaste conmigo en la cama durmiendo… sólo con tus palabras y con tu presencia, me tranquilizaste… En aquel momento me enamoré de ti…
-Te quiero Hermione… nunca lo dudes… jamás… ocurra lo que ocurra… te quiero…
Hermione sonrió. Draco hablaba en serio. Sabía que él siempre iba a estar allí para ella. Como el príncipe con que todas las niñas sueñan de pequeñas, ese príncipe de brillante armadura y fiel caballo y poderosa espada que la rescataría de todos los problemas y se la llevaría muy lejos de allí para vivir juntos por siempre.
Lo miró detenidamente. No importaba que no fuera un príncipe de verdad, ni tampoco que hubiese cambiado la brillante armadura por la túnica y la capa, ni tampoco que el caballo hubiese dejado de ser su montura para dar paso a una escoba, ni tampoco que en lugar de una espada empuñara una varita… Lo que era importante era que él siempre la había protegido… Draco era su príncipe; en momentos como aquel, sabía que no se había equivocado al aceptarlo a su lado.
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La oscuridad de su mansión se cernió sobre la figura que acababa de entrar, majestuosa, elegante, refinada. Sus pasos resonaban por los pasillos casi vacíos, carentes de decoración alguna y mientras se dirigía al encuentro de su Señor se preguntaba para qué la había llamado. Lo encontró de espaldas a la puerta; casi estuvo tentada a dar media vuelta y desaparecer por el corredor, esperando que él no se hubiese dado cuenta de su presencia. Era una tontería; él no necesitaba mirar para saber quién estaba a su alrededor. Sus poderes eran cada vez mayores y su crueldad parecía no tener límites.
-Madre… que sorpresa más agradable… -se giró para enfrentarla con una mirada helada-. Pasa, reúnete con nosotros.
Bella dudó si entrar en el salón. No escuchaba a nadie, no había nadie, pero Réficul jamás hablaba por hablar, y había utilizado claramente un plural delatando que no estaba solo en aquella estancia. Iba a preguntar pero la mirada del que una vez creyó que podría tratar como un hijo, la hizo desistir de su intento.
Entró en silencio. El crepitar del fuego era lo único que se oía. De pie, junto a la chimenea, con una copa de licor sostenida entre sus dedos, Réficul la miraba impasible, como si estudiara todos sus movimientos en busca de una reacción que pudiera ser reprochable a sus ojos.
-¿No vas a saludar a nuestro invitado madre? Tengo entendido que erais buenos amigos, ¿me equivoco? –preguntó él con voz melodramática señalando un rincón de la estancia.
Bella estaba preparada para casi cualquier cosa; de esperar el cadáver de alguien, un encantamiento, un hechizo, una maldición, una tortura, una muerte… esperaba cualquier cosa proveniente de su hijo. Preparada para casi cualquier cosa, pero para lo que tuvo que afrontar.
Un hombre de estatura alta, cabello rubio a la altura de los hombros y recogido con una pieza de cuero tras la nuca, ojos azules y abiertos a conjunto con la boca que parecía gritar de terror y conferían a la figura humana una actitud de miedo. Vestido con los colores de los aurores, su capa negra aún parecía ondear en el aire inmóvil.
Pero no fue aquello lo que hizo que Bella retrocediera un paso, ni tampoco fue lo que provocó que ahogara un grito tras la mano que se llevó a la boca. Fue aquel rostro. Ella conocía a aquella persona, le había visto miles de veces.
-¿Qué has hecho, Réficul? –preguntó Bella.
-Congelarle –contestó como si fuera algo natural. Dio un sorbo a su bebida-. Creí que te haría ilusión hacerlo tú misma así que no lo maté… -se encogió de hombros.
-¿Quieres que…
-Bueno, madre, tú aún no has demostrado serme fiel, no has pasado ninguna prueba… así que he pensado que yo podía imponerte una prueba –la miró sonriente-, tengo derecho a comprobar hasta donde llega tu fidelidad ¿no?
-Pero… él… ¿por qué él? –preguntó más para sí misma.
-¿Y por qué no? Sólo es otro traidor bastardo… igual que lo fue Sommers… ¿te acuerdas de Sommers, madre? –la mirada de Bella fue reveladora -. Sí, creo que sí te acuerdas –una risa suave y penetrante, malvada, llenó los oídos de Bellatrix.
-Es Alexander… Es Alex… prácticamente lo he visto crecer Réficul…
-Lo sé, lo sé… tuvimos una agradable charla antes de que tú vinieras, aunque él no habló mucho la verdad… -chasqueó la lengua como si aquello lo hubiese incomodado. Es amigo de tu sobrino ¿verdad? –Bella asintió-. Casi como un hermano para él, ¿cierto? –la mujer volvió a asentir-. En fin… será como matar a tu sobrino, ¿no es encantador?
-¿Está vivo? –preguntó con voz temblorosa la mujer.
-Oh, sí, por supuesto… Me he limitado a congelarle por dentro –sonrió satisfecho al ver la expresión de su madre-. Está en un estado vegetativo… casi muerto, pero lo he conservado… fresco… -sonrió ante su propio comentario-… para dejarte a ti el placer de terminarlo…
Miró a Réficul, intentando saber si se trataba de una broma cruel, pero broma al fin y al cabo. La mirada del niño se endureció y Bella se encontró preguntándose como un niño podía tener una mirada tan dura e inerte.
Casi sin darse cuenta, se había acercado a Alex y había pasado una mano por su rostro, frío, estaba helado, producto seguramente del hechizo de Réficul. Sus cabellos en otros tiempos libres y suaves estaban agarrotados. Tuvo la tentación de torcer la punta de un mechón de pelo para volver a sentir la suavidad que siempre lo había caracterizado, el mechón se rompió con un estallido allí donde ella lo había doblado.
-Vamos, no tengo todo el día –apremió Réficul-, tengo que saber hasta donde llega tu lealtad madre… mátalo.
El sabor salado de las lágrimas llegó hasta sus labios entreabiertos, haciendo que se diera cuenta de que había empezado a llorar, no sabía cuándo. Aún de espaldas a Réficul tuvo la tentación de salir corriendo de allí, pero sabía que no podría conseguir dar dos pasos antes de que la muerte viniese a buscarla.
Con una media sonrisa de tristeza, acarició de nuevo la mejilla del hombre que tenía delante y que tantas veces había acariciado cuando era poco más que un niño. Agradeció que estaba de espaldas a Réficul en silencio, si é la hubiera visto derramar una sola lágrima estaría muerta. Suspiró más para darse valor a ella misma que por falta de aire en sus pulmones.
Alargó su mano hasta tocar el pecho helado de Alex y sin saber si él podía escucharla y entenderla, se inclinó hacia su oído aún llorando y le murmuró unas palabras:
-Perdóname….
Antes de tener tiempo a reaccionar o a arrepentirse, empujó su mano sobre el torso del hombre y la figura helada se balanceó unos segundos hacia atrás y hacia delante antes de caer definitivamente sobre su espalda de hielo. Bella cerró los ojos al escuchar el ruido que había provocado; no quiso mirar, no quiso ver lo que había hecho, no quiso asegurarse de que Alex había muerto por su culpa, por su mano, por su hijo.
Se dio la vuelta para encarar a Réficul con la cara limpia de lágrimas. Sin siquiera mirarlo empezó a caminar hacia la salida.
-Espero que esto te haya demostrado hasta dónde llega mi lealtad, Réficul –le dijo con sorna parada delante de la puerta.
-Oh, sí, madre… lo ha hecho… -le contestó él sonriente-… aunque quizá si me lo hubiera pedido.. podría haberlo dejado vivir –Bella no le miró, pero apretó sus puños con fuerza notando como las uñas se le clavaban en las palmas de las manos hasta que la sangre hizo acto de presencia-; es una lástima que hayas decidido matarlo antes que arrastrarte para pedirme su perdón…
Bella no contestó. La risa de Réficul resonaba en sus oídos mientras se dirigía al otro lado de la casa. Piedad… ¿Acaso él le habría perdonado la vida a Alex? Estaba segura de que no lo habría hecho, habría dejado que ella se arrastrara pidiendo clemencia por Alex para después matarlo él mismo y burlarse de ella antes de terminar también con su vida. Había sido una prueba, pero una prueba de lealtad, sino de supervivencia. Bella respiró hondo cuando entró en sus habitaciones y cerró la puerta.
Ella había decidido hacía mucho tiempo que quería sobrevivir, fuese al precio que fuese necesario.
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(salto de tiempo; edad: once años; lugar: Hogwarts; momento: fin de curso)
-Pues yo creo que es una estupidez –dijeron a coro James y Jack.
Amy rodó los ojos y Lucía se limitó a sonreír de forma dulce; y es que cuando los dos niños se ponían de acuerdo en algo era imposible hacerles cambiar de idea. Ambos consideraban que la idea del director Dumbledore de hacer un baile de fin de curso era una soberana estupidez y si no lo decían abiertamente era por el miedo que tenían a que las chicas de cursos superiores, que estaban emocionadas con dicho evento, y los chicos mayores, que aprovecharían la ocasión para invitar a las chicas que les gustaba, se pusieran en su contra y terminasen con miles de maldiciones por atreverse a decir algo en contra de, a su juicio, la fabulosa idea de Dumbledore.
La razón por la que estaban enojados era evidente, al menos para Lucía que conocía a los dos chicos más incluso que ellos mismos, y es que si bien Jack se pasaba todo el día detrás de Amy vigilándola para que ningún chico se atreviese a acercarse a ella a pedirle que fuera al baile y amenazando con la mirada a cualquier que fuera lo bastante idiota para ignorar su presencia, seguía fastidiado porque no sabía si le gustaba Amy como algo más que una amiga y si había algo que Jack no soportara era no saber qué pensaba.
El caso de James era distinto. Con la idea del baile, Danielle se había pasado las últimas semanas hablando emocionada con Clark, ignorando deliberadamente las ideas bromistas de Jamie, por lo que el niño había tenido que realizar su última broma solo y claro, sin nadie que lo ayudara, había terminado siendo pillado por el profesor Malfoy, quien le había castigado durante una semana a recoger el aula de pociones de los de séptimo y a pesar de que sabía que se lo tenía merecido, James seguía enfadado con Draco y con Danielle y de paso con Clark que no le quitaba a Dani la idea de la cabeza de asistir al baile. Y si a aquello se le sumaba la preocupación de proteger a su hermana y a Lucía de, dicho por sus propias palabras, "pervertidos que sólo querían aprovecharse de dos niñas de once años", pues era lógico, según él y para él, que la idea del baile no le emocionara demasiado.
-Pues yo no entiendo por qué os parece tan mala idea… -dijo Amy sonriendo-… Yo estoy deseando que alguien me invite… -se entristeció por segundos-… parece que nadie quiere ir conmigo.
Tanto Lucía como Jamie miraron de forma fulminante a Jack que se puso rojo y miró hacia otro lado para no cruzarse con la mirada de sus amigos. Él quería invitarla, pero no se atrevía; ¿qué tal si después de invitarla ella le rechazaba? O peor ¿qué pasaría si después se daba cuenta de que no le gustaba? O incluso peor aún ¿qué pasaría si después se daba cuenta de que sí le gustaba? Lo reconocía, estaba aterrado… y por mucho que dijera su madre, él no iba a pedirle consejo a su padre, seguro que se pasaría el resto de la vida riéndose de él por haberle ido a pedir ayuda para conseguir su primera cita.
-Yo tampoco tengo pareja aún –dijo Lucía intentando sonar casual mirando a Amy para animarla.
-Pero lo tuyo es normal… -contestó Amy. Lucía la miró -. Quiero decir… con el padre que tienes que no deja que ningún chico se acerque a más de dos metros de ti…
-Eso no es cierto… Jack y Jamie se acercan a mí mucho más que eso… -protestó Lucía risueña pero sabiendo que ella tenía razón.
Amy iba a replicar algo cuando una muy sonriente Danielle se acercó hasta ellos por el pasillo y antes de que nadie pudiera decir nada, abrazó a Amy fuertemente.
-¿Te he dado ya las gracias por presentarme a Steve que me presentó a Clark? –Amy asintió-. Gracias, gracias, gracias.
-De nada, Danielle, creo que me di por enterada las cien primeras veces… -le contestó sonriendo.
-Vaya Dani, no sabía que aún te acordaras de nosotros –dijo James con sarcasmo-, si buscas a Clark no está con nosotros, será mejor que lo busques en otro sitio –tomó de la mano a Jack-, vamos, tenemos que ir a entregar el trabajo de DCLAO o a mi padre le dará un ataque.
-¿Y a ese que le pasa? –preguntó Dani mirando como James se iba-. Yo que venía a proponerle una broma de fin de curso…
-No te preocupes, sólo te echa de menos –dijo Lucía-, pero en cuanto lo vea en la sala común le digo lo de la broma.
-¿Habéis visto a Adam? –preguntó la pelirroja mirando a ambas niñas.
-Lo vimos en el cuarto piso –dijo Amy rápidamente-, estaba hablando con una chica de Hufflelpuff, creo que estaba invitándola al baile.
-¿No iba a ir con Jessy de Ravenclaw? –se extrañó Dani-. Le vi la semana pasada hablando con ella.
-Sí, pero lo dejaron hace dos días –dijo Lucía sonriendo.
Dani frunció el ceño.
-Yo quería que superara lo de Laila, pero se está volviendo un capullo oficialmente… Tendré que hablar con él, no quiero que todas las chicas de Hogwarts terminen con el corazón roto por culpa de mi primito… -vio a Clark en el otro extremo del pasillo y les sonrió a las dos-, nos vemos luego chicas ¡Clark!
Amy y Lucía vieron como la chica corría hacia su novio y después de darle un beso suave en los labios se iba con él cogidos de la mano. Las dos se miraron y siguieron caminando después de sonreír.
-¿El amor te vuelve así de idiota? –dijo de repente Amy. Lucía la miró-. Porque si es así no voy a enamorarme nunca… -aseguró.
-No digas tonterías Amy, y no asegures nunca algo que no puedes asegurar… -le dijo Lucía-… ¿vas a pedirle a Jack que te acompañe al baile?
-¡¿ESTÁS LOCA!- un grupo de Ravenclaw la miraron extrañados cuando pasó por su lado, después de todo, no estaban acostumbrados a ver a la sensata Amy Potter gritar de aquella forma-¿Por qué tendría que hacer algo así? –preguntó avergonzada.
Lucía se encogió de hombros.
-Te gusta –contestó como si fuera lo más normal del mundo-, y tú le gustas a él; sólo pensé que querrías que fuera contigo antes de dejar que alguna otra lo invitara. Ya sabes, ir como algo más que amigos…
Amy abrió la boca para decir algo. La volvió a cerrar y la volvió a abrir. Lucía la miraba divertida y con una ceja enarcada en un gesto que a su amiga le recordó a Draco Malfoy completamente. Amy prefirió ignorarla.
-Estás loca… - le susurró-… tengo que ir a la biblioteca, nos vemos luego.
Lucía sonrió y siguió su camino; tenía que hablar con el profesor Jones.
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-Lo que no entiendo profesor Jones, es porqué mis poderes se están desarrollando tan rápido… -dijo la chica después de haberle contado lo que había hecho para salvar a Ronnie-… es como si se desarrollaran solos porque supieran que tienen que hacerlo…
-¿Eso te asusta? –le preguntó Jones mirándola. Lucía asintió a medias-. Sé que has heredado el carácter franco de tu madre y la manía de tu padre de negar lo evidente, así que respóndeme con sinceridad -¿te asusta?
Lucía lo miró. ¿La asustaba? No, no era eso como lo calificaría ella… era simplemente…
-No me asusta… me intriga –contestó la niña de doce años sonriendo con tranquilidad. Jones la miró-. Quiero decir, no me da miedo, sólo quiero saber el motivo. Cuando vi a Ronnie caer, deseé protegerlo y al invocar al viento… no sé ni por qué lo hice… fue como si algo me dijera que debía invocarlo… es algo muy extraño…
Jones sonrió.
-A veces, la magia nos salva o nos obliga a hacer cosas que jamás podríamos imaginar que supiéramos hacer… -sonrió-… a veces el hecho de salvar a un amigo te da el valor suficiente para enfrentarte a tus miedos y decidir que quieres salvarlo…
-Pero a mí no me dan miedo mis poderes… aún no me ha contestado… porqué se desarrollan tan rápido…
-Cuatro años –dijo Jones con una media sonrisa-… Si tus padres se enteran de que estoy diciendo esto me matarán… -bromeó. Lucía sonrió-… Tienes cuatro años para… es el tiempo estipulado para que puedas controlar tu poder…
-… lo sé, lo sé… para perfeccionarme… pero… -Jones la miró y la niña sonrió con tristeza-… Réficul… es él quien está haciendo que mis poderes se desarrollen, ¿verdad? Encontré entre las notas de mi padre algunas investigaciones que él estaba haciendo sobre Réficul y bueno…
-Así que también te has dado cuenta… -Lucía se sonrojó bajo la mirada intensa de Jones quien le sonrió-… su único punto débil es la arrogancia…
-Por eso se permite el regalar cuatro años… para lograr que mis poderes se desarrollen con rapidez y que la lucha contra mí sea más fuerte… ¿verdad?
-Me temo que así es pequeña…
-¿Por qué no me lo dijo antes? ¿Por qué me lo ocultó si lo sabía?
-Quise protegerte y no decirte nada… -sonrió al recordar que era lo mismo que Harry había hecho con ellos en más de una ocasión y no pudo evitar sentir una punzada de dolor al recordarlo-… me equivoqué, lo siento…
-No importa, -le contestó ella-, pero no vuelva a ocultarme algo. Me pidió que confiara en usted y lo estoy haciendo, pero creo que es justo que yo le pida lo mismo…
Jones asintió.
-De acuerdo, ahora, enséñame qué has sabes hacer, preparada para el ataque…
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Draco estaba malhumorado. Mientras terminaba de abrocharse la camisa gris y buscaba por la habitación los gemelos para los puños de la prenda, murmuraba maldiciones con el ceño fruncido mientras que miraba de vez en cuando a Hermione que estaba tranquilamente sentada delante de su tocador colocándose unos pendientes. Tenía que admitir que con aquel vestido rojo, su esposa estaba increíblemente atractiva, sexy y guapa. Pero ni siquiera la visión de Hermione en aquellos momentos lograba tranquilizarlo.
-¿Quieres dejarlo ya? –le dijo su mujer sonriente-. No es tan malo…
-¿No es tan malo? –preguntó el hombre malhumorado-. ¿No es tan malo? Ese niño es un delincuente en potencia y tú dices que no es tan malo que vaya con nuestra princesa… ¿cómo puedes decir eso? ¿Lo has visto?
-Sí, y no creo que sea un delincuente en potencia… es buen estudiante…
-Pansy no opina lo mismo, dice que en herbología es un desastre… -contraatacó Draco con suma rapidez.
-Bueno, todo el mundo puede tener un fallo ¿no? Te recuerdo que yo no dominaba vuelo y que tú, señor perfecto, te aterrorizabas cada vez que Hagrid tenía que darnos clase de cuidado de criaturas mágicas –le sonrió.
-Eso no es cierto –se defendió el rubio furioso.
-¿No? Tercer curso, hipogrifo, ¿te suena de algo? –Draco frunció el ceño-. Sí, veo que sí te acuerdas… Además, ¿has estado espiando sus notas? ¿desde cuando espías las notas de los alumnos Draco Malfoy? –arrugó la frente-. A ti no te gustaba que ni siquiera tus padres se metiesen en tus asuntos…
-Pero… es diferente. Se trata de mi princesa –recalcó las dos últimas palabras-. ¡Tengo que espiar con quien sale! –añadió.
Hermione resopló.
-No salen juntos Draco, sólo van a ir al baile juntos… como amigos, es muy diferente.
-¿Van a salir juntos hoy?
-Sí.
-¿Cenarán juntos?
-Sí.
-¿Bailarán juntos?
-Sí
-Entonces es una cita. Y cuando lleguen a la sala común él la querrá besar y mi pobre niña como es tan inocente aceptará y luego él le romperá el corazón y nosotros tendremos que consolarla y yo me tendré que ocupar de darle un merecido a ese mocoso que no hace otra cosa más que jugar con mi princesa –dijo Draco mientras daba vueltas por la habitación bajo la divertida mirada de Hermione.-¡¿Qué!
Hermione se levantó, lo tomó de las manos y lo sentó con suavidad en la cama, acomodándose ella sobre sus piernas.
-Me encanta cuando interpretas al padre celoso… -le dijo sarcásticamente-. Pero él no le va a romper el corazón y no creo precisamente que nuestra hija sea inocente y no sepa defenderse, ¿te recuerdo lo que es capaz de hacer? –Draco dibujó una sonrisa malvada mientras asentía-. Además, no salen junto, sólo son amigos, siempre lo han sido, ¿por qué te preocupa ahora?
-Porque ahora es oficial… -bramó Malfoy a disgusto.
Hermione sonrió y lo besó suavemente.
-Draco, Lucía no va con un monstruo… sólo va con James.
El hombre soltó otro bufido.
-¿Por qué? –preguntó malhumorado.
-Porque tiene derecho a divertirse… -le contestó ella-… porque los dos acordamos que tendría derecho a divertirse mientras le fuera posible… Así que tú y yo vamos a ir al baile, vamos a cenar, vamos a bailar…
-… ¿y podré llamarle la atención si se pasa de listo con mi princesa? –preguntó ilusionado.-Hermione sonrió, rodó los ojos y besó a su marido de nuevo sin decirle nada. Se levantó, tomó su capa y salió de la habitación. Draco sonrió-¿Eso es un sí?
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-Si mi padre se entera de que voy con tu hermana porque Lucía me engañó, me matará… -aseguró Jack mientras se miraba en el espejo por última vez-… pensará que el encanto de los Zabinni ha caído en declive conmigo… -explicó al ver la expresión del chico que tenía al lado.
James sonrió colocándose a su lado y revolviéndose el cabello rubio para hacerlo parecer un desorden casual.
-Simplemente no se lo digas –resolvió como si fuera lo más normal del mundo-. Mi padre en cambio está más contento que yo de que vaya con Lucía… creo que piensa que es una especie de cita o algo así…
Jack enarcó una ceja y miró a su amigo a través de la imagen del espejo.
-¿Y no lo es?
James sonrió.
-Claro que no. Sólo vamos al baile como amigos… No hay ninguna chica con la que me sienta tan cómodo con ella y ella bueno… aceptó para que yo no fuera solo e hiciera el ridículo.
-Podrías haber invitado a Amy… -dijo Jack.
-¿Invitar a mi hermana al baile? Zabinni, por favor… incluso tú deberías saber que eso sería algo completamente ilógico… ¿cómo iba a invitar a Amy? Además –añadió con picardía-, si la hubiera invitado, tú me habrías matado por no poder ir con ella, y hablando de so ¿cómo te convenció Lucía?
-Estaba en la biblioteca y Lucía me dijo que Amy había estado hablando con un chico de Ravenclaw de segundo, amigo de Clark –hizo una mueca-, el caso es que Lucía me contó que Amy había dicho que era un buen chico y que a lo mejor ella lo invitaba al baile… Ni siquiera me di cuenta de cuando la invité hasta que estuve delante de ella pidiéndole que fuese conmigo porque no quería que fuese con nadie más, claro que ese detalle lo obvié delante de ella…
James miró a su amigo.
-Jack, ¿te gusta mi hermana?
-¿No crees que esa pregunta sobra? –dijo con sarcasmo.
-Hablo en serio Jack –se giró para mirarlo-. No quiero que le hagas daño, no quiero que nadie le haga daño, así que si vas a jugar con ella, te recomiendo que empieces a olvidarlo porque no me gustaría tener que perderte como amigo, Jack.
No había burla en sus palabras, ni tampoco sarcasmo o aquel deje de bromista que siempre tenían todas sus conversaciones. James Potter estaba hablando en serio, quizá por primera vez en su vida, con Jack. Ambos lo sabían.
-No quiero jugar con ella James… Es mi mejor amiga, siempre lo ha sido y me gusta, me gusta de verdad… No voy a decirte que estoy enamorado porque sólo tengo doce años recién cumplidos y ni siquiera se que se siente al estar enamorado –James le sonrió-, pero sé que me gusta y mucho y no quiero perderla… ni a ti tampoco.
Hablaba en serio. James sonrió y le dio un golpe en el pecho mientras se dirigía a la puerta.
-Vamos, las chicas nos esperan –dijo contento.
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El baile había terminado pronto para ellos, demasiado pronto para todos ellos. Ahora estaban en la sala común de la habitación de Harry y Pansy. Los adultos se habían retirado a un rincón acompañando a Pansy que seguía sin creer lo que había ocurrido. A su lado, Harry, con la mirada endurecida y la mandíbula apretada, sostenía a su esposa por la cintura mientras le acariciaba la espalda en señal de que todo estaba bien. Draco había abandonado a Hermione con un cálido beso y después de mirar hacia su hija asegurándose de que ella estaba bien, se había acercado a Pansy y le había dicho unas palabras al oído que nadie salvo ellos dos llegaron a escuchar. Blaise también estaba allí, hablando en voz baja a una llorosa Pansy que apretaba la mano de su marido para infundirse un valor y un carácter que en aquellos momentos no poseía y no se arrepentía de no poseer.
Adam había dejado a su pareja en medio de la pista de baile sin importarle demasiado que ella le reclamara nada; a pesar de que Amy y James no eran familiares de sangre, para ellos era como si lo fuesen y no los iba a dejar solos. Dani permanecía con un brazo alrededor de la cintura de Adam y éste la mantenía abrazada por los hombros y le daba un beso de tanto en tanto en la frente para asegurarse que estaba allí.
Jack no le había soltado la mano a Amy durante toda la noche y no parecía dispuesto a hacerlo en aquellos precisos momentos. La morena estaba sentada cerca del fuego, con las piernas flexionadas contra su cuerpo y la espalda contra el pecho de Jack que se había sentado detrás de ella dejándole un hueco entre sus piernas.
Lucía estaba preocupada. James había salido corriendo del Gran Comedor, habilitado para ser el lugar del baile, y nadie había visto dónde había ido. Había sido a medio baile. Una bandada de lechuzas negras había invadido el Gran Comedor; la música se había apagado, demasiado interesados todos en aquella nube negra que revoloteaba sobre sus cabezas como si anunciaran un presagio de muerte.
Un anillo. Un anillo que cayó en el regazo de Pansy. La mujer lo había reconocido de inmediato; sólo ella y otra persona tenían aquel anillo; el anillo familiar de los Parkinson… Colocados al nacer un miembro de la familia, únicamente puede ser retirado cuando esa persona muere. No había hecho falta que supiera nada más, ni siquiera había leído el pergamino que le había llegado a Dumbledore; en cuanto aquel anillo hubo rozado su falda, Pansy había sabido que su hermano Alexander Parkinson, había muerto.
Y Harry y James y Amy al ver el estado en que se encontraba habían ido a verla, a preguntarle, a interesarse… los rostros de los tres se desencajaron al ver la sortija que su madre sostenía entre las manos temblorosas. Amy tuvo que agarrarse a la primera mano que vio, que fue la de Jack. Jamie, por el contrario, había negado con la cabeza como si aquello fuese una pesadilla de la que podía despertar y había salido del Gran Comedor ignorando los gritos de sus padres, de su hermana y de ella misma. Había desaparecido de la sala y nadie sabía donde se había metido.
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Narcisa leyó una vez más la nota que Albus Dumbledore les había enviado a través de Fawkes. No podía creerlo. El pequeño Alex que tantas noches había pasado en aquella casa con Draco y Pansy… el que se había convertido en un hombre y había influido lo bastante en la vida de Pansy para sacarla del camino de la muerte al que sus padres la habían condenado…
-¿Cómo ha podido hacer algo así Bella? ¿Cómo?
Lucius se sentó en el apoyabrazos del sillón donde ella estaba acomodada y pasó uno de sus brazos alrededor de sus hombros atrayéndola hacia su cuerpo y besándola con suavidad en la cabeza.
-Es mi hermana… ¿por qué ha hecho algo así? Ella nunca fue tan… tan mezquina ni cruel… ¿en qué momento se volvió así?
-Narcisa… no vas a derrumbarte, ¿entendido? No voy a dejar que te derrumbes… Tu hermana y tú sois muy diferentes, no sois iguales, tú no has matado a Alex… ¿entiendes?
-Lucius… si yo hubiera estado con ella… si yo hubiera estado allí ella no habría hecho nada… quizá si no me hubiera marchado de casa, ella ahora sería feliz y no…
Las palabras de Narcisa se ahogaron entre los sollozos de la mujer. Lucius la abrazó con fuerza y ella terminó dejando caer la cabeza sobre las piernas del hombre. La carta, arrugada, permanecía aún sobre su regazo y ella no podía comprender en qué se había convertido Bella.
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No se sorprendió cuando lo encontró en medio del campo de quiddich, tumbado en el centro del campo, de espaldas a la hierba, con los brazos extendidos a lo horizontal y las piernas separadas. No se sorprendió cuando al acercarse a él lo escuchó sollozar. Y tampoco se sorprendió cuando al arrodillarse a su lado y tomar la cabeza de él para recostarla en su regazo, él cerró los ojos después de reconocerla y se acomodó aún mejor sobre sus piernas.
Lucía le pasó la mano por el cabello varias veces, apartando mechones de su frente y acariciando la piel de la misma al pasar sus yemas por la zona. Tarareó una dulce canción que le recordaba a cuando ellos eran pequeños y no podían dormir porque se habían escapado a ver una película de miedo y entonces, Alex, el tío de James, aparecía en el cuarto donde dormían y les contaba un cuento y se quedaba con ellos hasta que conseguía que se durmiesen.
-Lo voy a hacer Jamie… -le prometió Lucía con la voz quebrada-… voy a terminar con esto… no voy a dejar que nadie muera si puedo evitarlo…
Jamie asintió en silencio. Aquella no era una buena noche para dormir y sin embargo, las palabras de Lucía lograron calmarlo.
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Bueno! Que tal? Emmmm a ver… habéis sabido llevar lo de los saltos de tiempo? Supongo que sí, porque está bien señalizado, no os parece? Creo que los proximos capitulos serán más o menos así… con saltos y todo ese rollo… además, no os quejeis, así son más largos los capítulos… creo que frenaré el ritmo de actualización… como son más largos… :p (vale, vale… no me mireis así… es broma, lo juro)
Bueno, pues nada, que sigais leyendo y dejando vuestras opiniones que son muy importantes. Un besito a todos :D
