Bueno, después de tanto tiempo sin dar las gracias por los reviews, es hora de que lo haga. Como podeis ver, he contestado en una nota previa a esta, a los reviews recibidos de los pasados capitulos que no había contestado, creo que están todos, pero si me falta alguno me lo decís y os añadiré enseguida dandoos las gracias por leerme, de acuerdo? Ahora sí, contestaciones a los últimos reviews del capitulo pasado:
Felton-Mara: Supongo que le pilló por sorpresa. Ya viste como reaccionó con el embarazo de Lucía, ahora quería algo más tranquilo… además de que con la reciente muerte de Alex… no estaba todo lo bien que debería estar, no crees? Gracias por continuar leyendome. Un besito.
LaBelle Evans: A veces James puede ser tan impulsivo como lo era su padre… de algún lado debe de haberlo heredado, ¿no? Además, en el camino de la amistad siempre hay tropiezos y discusiones tontas como esta que afirman más el lazo de unión entre dos amigos. Supuse que era bueno que algo así ocurriera. Gracias por seguir leyendome. Un besito.
Klass2008: Mmmm aún no sé si será niño o niña… supongo que deberás de continuar leyendo para saberlo jejejeje :p Lo de la escultura no es mala idea… pero me gusta pasar desapercibida así que sea una escultura muy muy pequeñita… tamaño bolsillo :p Espero que te gusten los próximos capítulos, y por si no lo había dicho antes: felicidades! Un besito y que cumplas muchos más.
En serio, gracias a todos los que me leeis incluso a los que no me dejais ningun mensaje, aunque me gustaría que lo hiciérais… sólo para saber cuanta gente está leyendo esta historia… un simple "hola, estoy leyendo tu historia" me sirve :p
Un besito a todos y espero que disfruteis del capitulo. Y recordad: los personajes son de Rowling, no míos… bueno, los niños sin son míos… en fin, ya me entendeis. Un besito…
CAPITULO 17
(salto en el tiempo: Lugar: Hogwarts; Tiempo: doce años; Momento: Navidades)
-No quiero que salga del castillo estas Navidades.
Albus levantó la mirada de un pergamino que tenía delante y miró de forma curiosa y divertida al profesor que tenía delante. Jones había entrado sin utilizar la puerta y aunque deseaba saber cómo lo había hecho ya que no lo había notado, supo que por la mirada del joven profesor que una vez fue su alumno no era el mejor momento para ponerse a discutir sobre algo así.
-Sus poderes… -dijo ante la pregunta silenciosa del director-… sus poderes están aumentando y no quiero tenerla lejos si algo se descontrola… quiero mantenerla cerca y vigilada.
-¿Se refiere a la señorita Malfoy?
-¿Conoce a otra persona por la que me preocupe tanto?
-Podría decirle muchas personas que le preocupan, profesor Jones –le dijo con un divertido tono. Ron enrojeció-. Cálmate y siéntate, ¿de acuerdo? Fawkes se pone nervioso cuando está a punto de morir –señaló con una mano al fénix que inclinó la cabeza hacia Ron a modo de reconocimiento. El profesor se sentó en una silla ligeramente contrariado-. Ahora, ¿qué ocurre?
-Lucía está adquiriendo sus poderes demasiado deprisa… -dijo casi con temor-… no debería ser así. Apenas ha pasado un año y ya controla los cuatro elementos, la electricidad y posee el poder de la curación y si no me equivoco, pronto obtendrá otro poder –Dumbledore le miró con fijación-. Cada vez que va a obtener uno o que su cuerpo va a desarrollar uno, tiene unos síntomas físicos… -añadió para aclaración del anciano que había fruncido el ceño.
-Harry no me ha comentado nada… ¿por qué no…
-Porque Harry no lo sabe –ladeó la cabeza haciendo que algunos mechones cayeran sobre sus ahora oscuros ojos azules.
-¿Cómo que no lo sabe?
-Lucía confía en mí. Sabe que soy el único que puede indicarle el camino; admira a Harry por lo que hizo y porque en cierto modo él estuvo en una situación similar a la que ella está –Dumbledore asintió, él estaba presente cuando la niña había dicho aquello.-. Y aún confiando en mí, Lucía no me ha dicho nada de sus síntomas físicos; si lo sé –añadió al ver la cara de desconcierto del hombre-, es porque conozco su aura y su energía y sé cuando oculta algo y cuando no.
-¿Y Harry no se ha dado cuenta?
-Harry no tiene el poder para darse cuenta de esto, Albus –le dijo contrariado-. Por una vez, Harry no tiene el poder de controlar algo –añadió sonriendo a medias intentando bromear.
-¿Y cuáles son esos síntomas?
-Cambios de humor, dolores fuertes de cabeza, mareos y náuseas –arrugó la frente-, de vez en cuando quizá también cambios en su temperatura corporal, pero eso lo arregla utilizando su magia y contrastando con el frío o el calor hasta habituarse a la temperatura que quiere.
-¿Cómo sabes…
-Soy su Guardián Albus, la he estado vigilando durante casi trece años, sé que su aura cambia cuando va a adquirir un nuevo poder mágico y lleva cuatro días con ese cambio, así que dentro de dos días más vendrá a mí y me dirá que ya ha aprendido a hacer algo nuevo y quiero tenerla cerca cuando eso ocurra…
-Está bien –asintió el anciano-. Se lo comunicaré a los Malfoy enseguida… -hizo un gesto de dolor.
-¿Se encuentra bien, profesor? –preguntó Ron solícito levantándose. El anciano le hizo un gesto con la mano para que dejara de preocuparse y se sentara de nuevo-. ¿Ha ocurrido algo que…
-No, no pasa nada, no te preocupes… achaques de la edad –le guiñó un ojo-, ya no tengo cien años ¿sabes? –Ron entendió la broma y sonrió-. Ve a hablar con Lucía, estoy seguro de que si le pides que…
-Sí, profesor. –no hacía falta ser muy inteligente para saber que el hombre quería estar solo y aunque el viejo Ron se hubiera quedado para asegurarse de que Dumbledore estaba bien, el nuevo profesor Jones no lo hizo. Había aprendido que las cosas ocurren por un motivo y él no iba a intervenir en el curso de la historia.
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Si a alguno de los presentes le molestaba no poder salir del castillo, no lo demostraban. Draco había puesto algún que otro inconveniente, después de todo, no podría ver a sus padres en aquellas fechas y estaba seguro de que ocurría algo, su padre había estado demasiado callado y tranquilo las últimas veces que había hablado con él, casi le recordaba al antiguo Lucius Malfoy al servicio de Voldemort, y Draco había estado esperando aquellas vacaciones navideñas para aprovechar y hablar con él; de modo que cuando Dumbledore les había pedido que, por el bien de Lucía se quedasen en el castillo ya que era donde más controlada podía tenerla, había puesto algunas objeciones pero había terminado por admitir que era lo mejor y por supuesto que él no iba a dejar solas a su esposa y a su hija durante mucho tiempo.
Su hija no, sus hijas. Sonrió al mirar hacia el rincón de la sala común donde una Hermione más abultada y con una barriga de cinco meses de gestación sonreía feliz leyendo un libro reposadamente mientras que Lucía estaba arrodillada al lado de ella y apoyaba su cabeza en el regazo de su madre con una mano en la barriga de Hermione para asegurarse de que el bebé estaba bien; Draco sabía que lo que quería era saber si el bebé se movía ya y a pesar de que Hermione le había repetido hasta la saciedad que aún no había habido signos de movimiento, Lucía intentaba pasar todo el tiempo posible con ella, alegando que si ocurría algo quería ser la primera en saberlo.
-¿No tienes nada que hacer, princesa? –preguntó Draco desde el lugar donde estaba recostado mirando a su familia.
Lucía rodó los ojos y se levantó cuando su madre rió con suavidad sin apartar los ojos del libro.
-Si lo que quieres es estar solo con mamá, sólo tienes que decirlo… -besó a su madre en la barriga y luego en la frente y con paso decidido y seguro se acercó a su padre quien la miraba sonriente -… ¿sabes? Ya no soy una niña pequeña… sé cuando sobro… -le guiñó un ojo.
-Descarada… -le respondió Draco-… ¿has terminado ya tu ensayo sobre los usos de la sangre de unicornio? –le preguntó. Lucía asintió y Draco suspiró; claro que la había terminado, cómo no la iba a terminar, aquella niña era como una mini Hermione en cuanto se trataba de hacer deberes-. En ese caso, seguro que tienes que ir a ayudar a Potter en su ensayo.
-¡Draco! –le reprendió Hermione.
-¡Papá! –le regañó Lucía.
-Vale, vale… pero seguro que no me equivoco… ¿por qué no vas a ver si alguno de ellos necesita ayuda?
-Tienes razón –Draco tembló cuando la sonrisa sarcástica de Lucía apareció en su rostro y es que la niña había aprendido demasiado bien aquella faceta Malfoy, supo que no se equivocaba cuando escuchó lo que ella añadió-, seguro que Jack necesita ayuda con algo.
Draco estuvo a punto de decirle que si Jack Zabinni necesitaba ayuda en algo sería porque no había heredado el talento de Blaise, sino el de Luna, pero se contuvo al ver que a parte de que sería idiota decir algo así, en primer lugar porque Luna había sido una perfecta Ravenclaw y en segundo lugar porque él mismo había tenido que ayudar a Blaise con pociones cuando eran adolescentes; así que se calló ante la mirada divertida que le dirigía Lucía y la sonrisa que Hermione ocultó tras su libro sin dejar de mirarle.
-Hasta luego papá –le dijo ella sonriendo y saliendo la habitación.
-Eso lo ha aprendido de ti –le reclamó Draco mirando a su esposa. Hermione lo miró con una ceja enarcada-. Tienes razón, ha sido de mí… ¿por qué ha tenido que aprenderlo tan bien?
-Porque es mi hija –le contestó ella divertida. Draco le sonrió y la besó en los labios- ¿Estás bien? Pareces preocupado…
-No, no lo estoy –admitió él-. Tengo que hablar con mi padre… creo que le pasa algo y no quiere decirme qué es… me preocupa…
-Narcisa te lo hubiera dicho ¿no? –preguntó Hermione levantando la mirada del libro al notar a su marido preocupado de verdad.
-No puede decirme algo si no sabe que ese algo existe… -suspiró cansado y se dejó caer en el sofá al lado de ella. Hermione se levantó con cierta dificultad del sillón donde estaba y se sentó junto a él siendo ayudado por la mano de Draco, cosa que agradeció muchísimo.
-Vale, ¿qué ocurre? –le preguntó ella.
-Cuando mi padre estaba en las filas de Voldemort… mi madre a veces no se enteraba de nada porque mi padre no se lo decía… quería mantenerla alejada de todo aquello, o al menos, todo lo alejada que podía –sonrió con amargura-… la actitud silenciosa que mi padre está adoptando ahora es… similar a la de aquellos días…
-¿Te preocupa que haya vuelto a aliarse al lado Oscuro? –frunció el ceño -… Lucía…
Draco negó con la cabeza.
-Mi padre sería incapaz de hacer daño a Lucía o a nosotros… puede que haya sido en sus tiempos un maldito mortífago, pero ama a su familia y tú y Lucía formáis parte de esa familia –la besó en la frente-… sin embargo, su actitud me desconcierta… Necesito hablar con él…
-Bueno, que Lucía no pueda salir del castillo, no implica que tú no puedas hacerlo. –él la miró con cara de "¿bromeas?"-. Vamos Draco, estás preocupado por tu padre y es normal, yo también lo estaría… Lucía y yo estaremos bien aquí, ¿qué nos puede pasar?
Draco la miró fijamente.
-Alex –se limitó a contestarle. Hermione se estremeció. Miedo. En los ojos de Draco había miedo. No quería perderlos, no quería que les ocurriese nada malo-. Él tampoco estaba en peligro y…
-Dumbledore, Blaise, Harry, Pansy, Jones, Snape… -dijo con cierto gesto de amargura. Draco lo notó y le acarició la base del cuello con la mano para relajarla-… Lucía y yo estamos protegidas en Hogwarts, Draco… no nos va a pasar nada… te lo aseguro…
-Pero y si…
Hermione rió con deliberada suavidad mientras apoyaba una mano en el pecho de él y se recargaba contra su cuerpo; la mano de él aún en su nuca masajeándola con una suavidad que sólo demostraba en la intimidad.
-Draco… necesitas verle… Te prometo que Lucía y yo seguiremos aquí cuando vuelvas… sólo serán unas horas ¿verdad? –Draco asintió-. Pues entonces ya está decidido.
-¿Te he dicho cuánto te amo? –le preguntó con una sonrisa.
-En la última media hora no, no lo has hecho… -bromeó ella. Draco bajó su cabeza y la besó-… sigues sin hacerlo…
-Te amo, preciosa… te amo.
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Blaise estaba haciendo grandes esfuerzos por no reír a carcajada limpia delante de su hijo; bueno, era su hijo, se suponía que debía de mantener la compostura ante él aunque le costara en determinadas situaciones como aquella. Definitivamente ver como su hijo miraba con ojos soñadores a la Ravenclaw de segundo sin atreverse a decirle nada, era algo digno de mencionar y de recordar durante años. Los profesores habían sido los encargados de decorar el Gran Comedor para la fiesta de Navidad que se celebraría en dos días. Tanto él como los Potter habían decidido quedarse en el castillo en cuanto se enteraron de que Dumbledore había pedido a Lucía que se quedase allí; no es que desconfiaran de la seguridad del castillo, pero si Albus había tomado aquella decisión, sabían que debía haber algún motivo aunque el mismo director no les contase nada e insistiera en que todo estaba bien.
En aquellos momentos, él junto a otros profesores intentaban decorar el Gran Comedor, claro que algunos de los alumnos que se habían pasado por allí, estaban intentando ayudar pasando cajas de un lado a otro o haciendo levitar los objetos hasta las manos de los profesores que los pedían. Jack había sido uno de aquellos alumnos; se había presentado en el Gran Comedor y le había dicho a su padre que quería ayudarle, y aunque mientras le había dicho aquello los ojos de Jack no se habían apartado de Amy que estaba ayudando a Pansy a colgar guirnaldas, Blaise no le había hecho ningún comentario.
Veía como Jack intentaba encantar unas velas sin apartar los ojos de Amy y cuando la chica se notaba vigilada y miraba a su alrededor buscando la mirada que la perseguía, él regresaba a las velas con un sonrojo más que notable. Blaise no entendía cómo a veces podía ser tan descarado y en otras ocasiones se convertía en un niño tan tímido… A él no le había pasado aquello nunca, había conquistado a todas las chicas de Hogwarts que se había propuesto, una sonrisa, unas palabras, una mirada, un discreto coqueteo y ya estaba… Bueno, no… nunca había podido conquistar a Hermione Granger… sonrió convencido de que si Draco se hubiese enterado de que pretendía conquistar a Hermione, por muy amigos que fuesen, el rubio le habría dado tal paliza que aún tendría cardenales por todo el cuerpo.
Sólo había habido otra chica que se había resistido a sus encantos… y ahora que lo recordaba… Era la única con la que él se había sentido tímido. Luna. Su Luna. Su mujer, la madre de Jack, su esposa, la persona que más amaba en el mundo. Miró de nuevo a su hijo y entendió porqué se sonrojaba. Trató de no reír cuando Jack se quemó con una de las velas y un poco más y su túnica sale incendiada por no mirar la pequeña llama porque estaba demasiado ocupado mirando a Amy como sonreía con Pansy. Carraspeó ligeramente atrayendo la atención de su hijo.
-¿Te he contado alguna vez lo mucho que me costó que tu madre se fijara en mí?
Jack negó con la cabeza mientras seguía sonrojado y se intentaba concentrar en las velas, cosa difícil cuando escuchaba la risa nítida de Amy en el otro lado del comedor. Lo cierto es que había ido al Comedor a buscar a su padre para pedirle permiso para volar un rato, como él era profesor de vuelo, necesitaba que le autorizase a realizar algunas prácticas, después de las Navidades, se harían pruebas para las plazas vacantes de los equipos de quiddich del siguiente año y él estaba dispuesto a entrar en el equipo junto a James; ya lo habían hablado. Pero cuando había entrado en el Gran Comedor y había visto a Amy riendo junto a su madre, en aquella actitud relajada que tan pocas veces mostraba la auténtica Amy, no había podido articular palabra, por lo que cuando su padre le preguntó si estaba allí para ayudar, él sólo pudo asentir con la cabeza.
-No, nunca me lo has contado –se encogió de hombros-, le pregunté una vez a mamá pero sonrió de esa forma…
-¿De qué forma? –preguntó Blaise arrugando el ceño y mirando a su hijo.
-Ya sabes… -hizo un ademán con la mano-… esa sonrisa enigmática que pone cuando no quiere decir algo pero sonríe porque recuerde ese algo… -Blaise sonrió esta vez divertido ante la explicación de su hijo-. Esa sonrisa, ya la conoces, papá.
-Sí, sí, la conozco… sé a qué te refieres…
-¿Me lo vas a contar tú? –preguntó Jack entre curioso y divertido por la sonrisa de su padre.
Blaise lo meditó un segundo. La verdad es que no le apetecía contarle a su hijo que la primera cita entre Luna y él había sido porque él había perdido una estúpida apuesta y todo por culpa de Draco… Uno de los partidos más importantes de quiddich y Malfoy no había aparecido por el campo porque la noche anterior había estado demasiado ocupado con vete tú a saber quién; así que tuvo que cumplir la apuesta que había hecho con Lovegood dos días atrás respecto a que harían lo que el otro quisiera si su equipo favorito, Slytherin obviamente en caso de Blaise y Gryffindor en caso de Luna, ganaba. Aunque claro, no todo era malo… Blaise llevaba ya dos meses intentando desde las sombras, saber qué le gustaba y que no le gustaba a Luna y parecía que de repente era ella quien le pedía una cita a él en pago de la apuesta.
No, definitivamente decirle aquello a su hijo sería como decirle que el encanto Zabinni había fracasado…Sonrió. Jack resopló.
-Esa misma sonrisa –le dijo el chico mirándolo. Blaise lo miró-. Mamá puso esa misma sonrisa que tú tienes ahora.
-Te lo contaré cuando seas mayor –le aseguró Blaise aún sonriendo-. Sólo te diré una cosa; -Jack lo miró-; si quieres a alguien díselo, ve a por todas, sólo así podrás estar tranquilo contigo mismo.
Le guiñó un ojo y Jack sonrió mientras miraba de reojo a Amy. Blaise se dio cuenta de ello.
-Hablando de tu madre, deberías ir a la lechucería a enviarle una carta para que venga a Hogwarts estas Navidades, aún no le he comentado que nos quedamos aquí –arrugó la frente y Jack sonrió.
-Ya lo hice esta mañana –le dijo sonriendo-, pensé que te gustaría la sorpresa –se encogió de hombros-, y teniendo en cuenta que eres un poco despistado…
-Gracias Jack, yo también te quiero –le dijo con evidente sarcasmo.
Jack le sonrió.
-Y yo a ti, papá –le contestó.
La risa de Amy lo hizo girarse. Madre e hija estaban cubiertas de una sedosa tela rojiza y blanca que al parecer se había desprendido de una de las paredes, y ahora estaban intentando salir de allí no con mucho éxito debido a que se estaban riendo tanto que casi no podían levantarse del suelo. Sonrió. Quizá su padre tenía razón.
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El frío se apoderaba de él. Ni siquiera la máscara que llevaba le hacía sentirse seguro en aquella zona de las mazmorras de su Señor. Enemigos y amigos, aliados y traidores era lo único que veía por todas partes, deseando que todo el mundo retirase sus máscaras para saber quienes se ocultaban tras ellas, igual que él hacía, igual que él había hecho hacía tiempo. Había recibido la llamada de su Señor la noche antes, cuando su mente fue traspasada por una barrera de fuego que le había hecho despertar entre sudores helados y corrientes de aire que atravesaban la estancia en la que él descansaba. De inmediato había sabido que era él quien intentaba ponerse en contacto con su alma.
Su alma… ¿acaso tenía alma? La había vendido hacía mucho tiempo; y lo que en un principio había sido por conveniencia y por miedo, se había convertido en una costumbre de un sin vivir que lo llevaba loco y atemorizado a cada paso que daba, sin saber cuál era su lado, y sin querer saber cuál quería que fuera. Había tenido más poder del que nunca había imaginado desde que se había unido a él, pero también había notado como su alma, el precio impuesto y que estaba siendo pagado, disminuía en su interior, siendo substituida por la envidia y el rencor.
Atravesó los pasillos oscuros y olvidados, iluminados por las antorchas que proyectaban una luz tenue a sus pasos, alargando su sombra clavaba en el suelo. Sombra. Eso era lo que él era, una sombra, nada más que la sombra de lo que una vez fue o quiso ser. Había traicionado a la persona que había amado en silencio durante años. Había terminado con su vida y casi podía sentir la mirada de ella clavada en la suya propia en sus últimos segundos de vida, ella lo sabía… ella lo supo… supo que él la estaba traicionando y aún así… aún así… le había mirado con amor, sonriéndole con su mirada y dándole la seguridad que jamás había esperado que ella le diese en su lecho de muerte. La oscuridad era lo que se estaba apoderando de él. Y aún así, el resquicio de alma que aún le quedaba, le decía que podía abandonar aquello y que nadie saldría herido.
Ella, su amor, le había confesado el escuchar la profecía, él se había aprovechado de su capacidad de leer la mente por unas horas, cortesía de Réficul, su nuevo Señor, y ella, se lo había ofrecido todo en bandeja, casi sin darse cuenta de que sus ojos caían hipnotizados por el filtro de la muerte. Ella, su amor, había escuchado la profecía de los mismos labios de Dumbledore, y si había pensado en algún momento que era falsa, la mirada angustiada de los Malfoy le habían indicado que era cierta y completamente verdadera.
Ahora él, después de un año y medio, conocía a su enemigo, sabía la identidad de aquella persona destinada a destruir a su Señor. Una niña. Sólo era una niña; casi un ángel, la unión de la Luz y la Oscuridad, la fusión de las características de los fundadores de Hogwarts; la inteligencia y agudeza de Ravenclaw la acompañaba, la lealtad y la justicia de Hufflelpuff estaba impresa en su mirada, la ambición y la astucia de Slytherin había brillado en sus ojos y en sus gestos y aquel valor y condescendencia típica de todo Gryffindor había resaltado siempre en ella. Una niña. Sólo era una niña… ¿acaso podría traicionarla? Estuvo tentado de dar la media vuelta y huir de allí, arrastrarse a los pies de Dumbledore y pedir clemencia y piedad a los ojos de aquella niña en los que había visto tanto amor y esperanza como bondad y luz. ¿Ella le perdonaría?
Demasiado tarde para cuestionarse aquello. Había llegado a su destino. La puerta estaba abierta. En la pared del fondo, lo más alejado de la luz, la figura del joven de catorce años permanecía sentada, quieta, inmóvil, analizando cada uno de sus gestos. Respiró. En el preciso momento en que atravesó la puerta, la fuerza interna de su Señor se apoderó de su cuerpo y vagó por su mente y su corazón, apoderándose de otro pedazo de su alma que arrancó sin compasión y bajo su horror; después de todo, él se la había prometido.
Se arrodilló frente a él y bajó la cabeza en señal de sumisión, respeto y obediencia. Réficul le hizo un gesto con la mano y él habló.
-¿Su nombre? –su voz se había agravado. Penetrante, siseante, sinuosa y atemorizante. Se estremeció y Réficul sonrió orgulloso.
-Malfoy, señor –los ojos de Réficul se abrieron de par en par-. Lucía Malfoy.
El joven de catorce años lo miró intentando saber si mentía o si le estaba engañando. No. Era cierto. Decía la verdad. Sonrió de nuevo.
-Desaparece –le ordenó.
Quien una vez fue un leal Hufflelpuff se levantó y salió de la sala sin darle la espalda a su Señor. La puerta se cerró en cuanto él salió al pasillo oscuro. La carcajada resonó en todo el castillo y el hombre se dejó caer abatido contra la pared mientras ocultaba su rostro tras sus manos, tras su máscara.
-Perdóname… -pidió-… perdóname…
Ni siquiera él estaba seguro de a quién le pedía perdón; quizá a la mujer a la que había traicionado, quizá a la pequeña niña a la que había vendido, quizá era sólo a su propia alma. Necesitaba el perdón. Y no había nadie que pudiera dárselo.
Él había dado un paso. Ahora era el turno del destino de mover ficha.
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-Aún no estoy seguro de hacer esto… -murmuró un James bastante enfadado.
Lucía le hizo un gesto para que se callara mientras terminaba de colocar el muérdago en el techo con un sencillo encantamiento; Dani a su lado le indicaba dónde debía ponerlo. Adam sonreía.
-Vamos… será divertido… -le intentó convencer el chico mayor. Jamie le fulminó con la mirada.
-Si fuera tu hermana no lo encontrarías tan divertido –le replicó el chico mirándolo fijamente.
-Vamos James, tú también lo has visto… -le dijo esta vez Dani mirando al rubio-. Y sabes que tenemos razón; aunque no te guste la idea, Amy y Jack se gustan…
-En ese caso –empezó a decir el rubio-, deberíamos dejar que la cosa fuera natural y no obligarlos a… a… -alzó los brazos en dirección al muérdago encantado-… ¡a esto! –le terminó gritando.
Lucía rodó los ojos y lo ignoró con cierta deliberación. James frunció el ceño de nuevo, no sabía si aquello le gustaba o no. Claro que había visto como su amigo y su hermana se miraban, todo el colegio debía haber visto las miradas que se dedicaban, las sonrisas cruzadas en el desayuno, el modo en que siempre terminaban sentándose juntos en las clases compartidas e incluso la manera en que sus plumas se rozaban cuando se ponían a estudiar juntos en la biblioteca. Todo el mundo lo veía. Él también lo veía.
Pero la batalla interna que tenía en la que él se partía en dos y por un lado quería que su amigo y su hermana estuviesen juntos y por el otro no quería que nada cambiase, le hacía ponerse irritable en según que situaciones y aquella definitivamente, era una de aquellas situaciones.
-Sólo es un pequeño empujoncito –le sonrió Danielle.
-Puedo aceptar que tú –señaló a Lucía-, estés en esto, después de todo, siempre dijiste que Jack y Amy te parecían una pareja encantadora –la aludida sonrió-. Puedo entender que tú –miró a Dani-, te hayas metido en esto… últimamente con Clark te habías olvidado de nosotros y estoy seguro de que tenías ganas de hacer algo por el estilo –la pelirroja le sacó la lengua de forma inocente-, pero lo que no entiendo es cómo tú, estás metido también en esto –protestó mirando a Adam.
El pelirrojo se encogió de hombros.
-¿Qué puedo decir? Desde que Dani me espanta a todas las candidatas a ser chicas de la semana, me aburro… -miró a su prima con fingido enfado.
-Ella no te las espanta –protestó Lucía.
-Cierto, la última vez tú te hiciste pasar por mi novia para que dejara de coquetear con aquella Hufflelpuff –recordó Adam mirando de reojo a James.
-¿Qué hiciste qué? –le preguntó mirando a Lucía. La rubia le sonrió de forma conciliadora –Aclárame ese punto –le dijo entre exigente y enfadado.
-No fue nada… -le aseguró ella-… únicamente estaba en… -se calló unos segundos al notar que alguien venía por el corredor. Dos auras que reconocería en cualquier lugar. Sonrió-. Vamos, ya vienen…
Se refugiaron en la esquina, Dani y Adam fueron los primeros en asomarse; Lucía apareció bajo Dani asomando su cabeza mientras escuchaban a sus víctimas discutir. Al parecer el hechizo paralizador había resultado ser perfecto y los dos chicos se habían quedado sin poder avanzar ni retroceder un paso.
-¿Y ahora qué? –preguntó Jack que no llevaba un buen día.
Amy bufó.
-Estoy segura de que tiene algo que ver con eso –señaló el techo. A ninguno de los presentes le pareció extraño que ella fuese la primera en darse cuenta-, muérdago mágico, no nos podremos mover hasta que…
-¿Hasta que qué? –preguntó Jack.
-¿No atendiste en herbologia la semana pasada? –preguntó ella con un deje de reproche en la voz -, no entiendo como mi madre puede…
-Amy –lo cortó Jack-, ¿por qué no podemos movernos? –le preguntó para retomar el asunto.
-Oh, eso… -vio como la chica se ruborizaba-… sólo podemos movernos si alguien nos da un beso… o en este caso, al ser dos… -suspiró con fuerza exhalando el aliento mientras se preguntaba por qué le costaba tanto decir aquello-… tenemos que besarnos.
Si lo que esperaba era que Jack empezase a gritar o a quejarse o a hacer cualquier otra cosa que cualquier persona normal hubiese hecho o dicho en aquella situación, se equivocó completamente con Zabinni. Aún sonrojado hasta las orejas por lo que acababa de oír, se pasó una mano por el pelo en aquel acto reflejo que Amy había aprendido a valorar.
-¿Y cómo se supone que vamos a hacerlo si no podemos movernos?
Amy y Jack se miraron resignados. Adam miró a Lucía. Dani miró a Lucía. James miró a Lucía mientras se decía a sí mismo que ya que había participado en todo aquello, al menos tenía derecho a ver como terminaba. Lucía sonrió y movió su mano.
Una corriente de aire empujó los cuerpos de Jack y Amy el uno hacia el otro. Un beso. Sólo un roce de labios. El sabor del primer beso que los recorrió a ambos. El sonrojo que subió a sus mejillas al notar el tibio sabor y el calor del otro. El nerviosismo que empezaba en el estómago y subía por la garganta hasta hacerlos querer explotar de tantos sentimientos guardados. La inexperiencia de ambos. Jack la tomó por la cintura y ella posó sus manos en los hombros de él, tímidos al principio, dulces, suaves…
-Ya es suficiente –dijo James mirando a los otros tres y empujando a Dani y a Adam hizo que se levantaran abandonando sus puestos de vigilancia mientras que estos protestaban entre risitas tramando seguramente el modo en que deberían de aprovechar aquel beso. Jamie tomó de la mano a Lucía obligándola a seguirle. Antes de irse le dio un último vistazo a su hermana y sonrió casi sin darse cuenta; Lucía sí se dio cuenta y lo miró con una ceja enarcada. Él se encogió de hombros-. Es su momento… -se limitó a decirle-… al menos creo que deben tenerlo en privado.
Lucía se puso de puntillas y le besó en la frente. James sonrió.
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El silencio en el salón era ensordecedor. Draco estaba sentado en el sillón negro, a su derecha, erguida y elegante como siempre, su madre descansaba en uno de los sofás rojos y enfrente del joven Malfoy, en otro sillón del mismo color que el suyo, su padre lo miraba por encima del borde de su taza de té. Narcisa los observaba a ambos a partes iguales. Casi dos titanes. Su marido, su amigo, su amante. Su hijo, su vida, su alma. Amaba a los dos casi por igual, casi… Pero el secreto de a quien quería más sería algo que se llevaría a la tumba con ella.
Draco interrumpió el duelo de miradas que tenía con su padre y tomó su taza de té de la mesita que tenía al lado. Dulce. Sonrió para sí mientras lo tomaba. Dulce y caliente. Tal y como su madre siempre se lo preparaba… recordó que añadía unas gotas de limón cuando era de noche. Miró a su padre alzando una ceja, sabiendo que a él no le agradaba que el té fuera tan dulce. Casi tuvo que suprimir una carcajada cuando vio que su padre rodaba los ojos, dándole a entender que había comprendido su mirada y su gesto. Siempre había sido tan fácil hablar con él de aquella forma que a veces se sorprendía de lo difícil que le resultaba hablar con los demás.
Quizá era por eso. Había aprendido a hablar a través de las miradas con sus padres, incluso a Hermione le había permitido entrar en su mundo a través de sus ojos, enseñándole los secretos de las miradas. Quizá era por eso por lo que a veces le costaba encontrar las palabras para hablar con aquellos menos privilegiados que no comprendían el significado de su mirada, de su mundo.
-Así que es cierto –rompió el silencio mirando a su padre. El sobre negro y lacrado había aparecido hacía unos minutos y descansaba ahora sobre el regazo de su padre que no lo había tocado-. Sabía que había algo raro… sabía que tenía motivos para preocuparme… -Lucius no dijo nada. Draco sonrió a medias-. Es por el Pacto Eterno ¿verdad?
Narcisa y Lucius lo miraron.
-¿Cómo sabes tú que…
-Madre, por favor, es imposible vivir siete años en Hogwarts, en Slytherin y no saber ciertas cosas… -miró a su padre-… debiste decírmelo.
-No quería involucraros –le contestó su padre.
-¿Y ahora?
-Soy el correo entre él y Dumbledore –dijo el hombre.
Draco lo miró. Lucius parecía avergonzado y él entendía el motivo. Había pasado de ser la mano derecha de Voldemort a ser el enlace entre el Bien y el Mal. Él sonrió, contento de que su cargo únicamente fuera ese.
-Al menos no corres peligro… -dijo en voz alta en un susurro. Su padre lo miró agradecido. Narcisa sonrió.-… Si necesitas algo…
-Lo sé –lo cortó él.
Draco asintió.
-Debo irme. Hermione debe estar esperándome… y no quiero pasar mucho tiempo lejos de Lucía.
Narcisa miró a Draco. Él se maldijo por ser tan idiota a veces.
-¿Qué le ocurre a nuestra nieta? –preguntó Lucius visiblemente preocupado.
-Nada –mintió él-. No quiero pasar tiempo lejos de mi hija, es todo.
Lucius miró a su hijo. Sus ojos. Él le había enseñado a mentir y el alumno que una vez había sido se había convertido ahora en maestro. Sin embargo, sus ojos no mentían, no podían mentirle a él. Miedo. Draco apartó la mirada cuando las pupilas de Lucius se dilataron con asombro.
Cuando Draco entró en la chimenea miró a su padre. Sus miradas se cruzaron de nuevo y Draco se dio cuenta de que su padre acababa de saber qué ocurría con Lucía. Se lo contaría a Hermione, no le preocupaba que él lo supiera, era su padre, confiaba en él… A pesar de todo, siempre había confiado en él.
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Lucía detuvo el ataque que le estaba lanzando a Jones en aquellos momentos. El hombre la miró aún con la varita levantada, no sería la primera vez que ella simulaba estar cansada para atacarle en el último momento. Pero por el rostro contraido de ella aquella no era una de esas veces.
-¿Te encuentras bien? –le preguntó olvidando el tratamiento del "usted". El pasar tanto tiempo juntos influía bastante en su mutuo comportamiento.
Lucía le miró con los ojos aguados y una expresión de dolor. Jones empezó a asustarse de verdad; concentró su poder en intentar saber qué le ocurría, pero Lucía había creado una barrera a su alrededor y no le permitía entrar en ella ni siquiera para reconocer su aura.
-¿Por qué? –él la miró sin entender-. ¿Por qué le duele tanto estar conmigo?-Jones abrió los ojos-. Puedo notarlo… me duele… -se llevó una mano al corazón-… me duele porque le duele a usted… dolor… rabia… resentimiento… ¿qué le ha ocurrido para que le duela tanto estar conmigo, verme siquiera?
Jones la miró empezando a comprender. Empatía. Intentó centrarse para relajarse. Olvidó sus pensamientos, su forma humana, sus sentimientos humanos que una vez tuvo; observó como Lucía parecía encontrarse mejor pero aún no apartaba los ojos de él. La vio resbalar hasta el suelo hasta quedarse sentada con la espalda contra la pared. Había pasado; respiraba con normalidad, la barrera había sido abierta y ahora podía notar la calidez de su aura.
-Me recuerdas mucho a alguien que una vez tuve y que perdí… -le dijo el profesor con una amarga sonrisa.
-Siempre me han dicho que me parezco a mi madre y a mi padre… -dijo la niña aturdida aún.
Jones le sonrió.
-Vamos, levanta, tengo que enseñarte a dominar este poder o terminarás volviéndote loca…
Lucía no ignoró que él había decidido no contestar a su pregunta indirecta. Cuando estuviese preparado lo haría.
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(salto en el tiempo. Lugar: Hogwarts; edad: 12 años; tiempo: San Valentín)
Lo habían aclarado, ¿verdad? Desde luego que sí. Sólo había sido un beso, en Navidades, de eso hacía ya dos meses, un beso y porque estaba el muérdago mágico, había sido una obligación. Nada de aquello se había vuelto a repetir. Eran amigos. Sólo amigos. Amigos que se ruborizaban cada vez que estaban a menos de dos metros, pero sólo amigos… entonces ¿por qué tenía el corazón encogido mientras veía como Amy se ponía de pie para cumplir su "castigo" con aquel chico de Hufflelpuff? Maldijo a Dani en silencio en el momento en que se le ocurrió jugar a "verdad o castigo" en los terrenos de Hogwarts para celebrar San Valentín. Se había negado en un principio, participar con Dani, Adam, Clark, dos Slytherins, tres Hufflelpuff, tres Ravenclaw y él no era lo que más le apetecía en aquel día, desde luego; pero cuando le habían dichoh que Amy sí iba a participar había cambiado de opinión y había aceptado el juego. Y allí estaba, viendo como se acercaba al chico que también se había puesto de pie y sonreía de forma estúpida. ¿Porqué tenía que sonreír de aquella forma? Ah, sí, el castigo… ella tenía que besarlo. ¿Por qué le dolía que tuviera que hacerlo?
Cerró las manos apretando los puños, frunció el cejo y la sonrisa que tenía se borró en el momento en que los labios de Amy rozaron casi en un suspiro los de aquel chico del que ni siquiera se había aprendido el nombre pero al que estaba dispuesto a darle una paliza. Hablaría con James, él también querría participar. Quizá Lucía pudiera hacer algo con fuego o con hielo… aún no lo tenía muy claro.
-¡Este juego es una estupidez! –exclamó de pronto cuando Amy se hubo separado ruborizada de aquel sujeto -¡Tengo mejores cosas que hacer!
-Espera Jack… -empezó a decir Adam que tenía una ligera idea de lo que le pasaba a Zabinni.
Pero él no le escuchó, se había levantado y se alejaba del círculo de chicos y chicas que estaban allí reunidos. Golpear algo. Tenía ganas de golpear algo. Se maldijo a sí mismo por ser tan violento y de paso, maldijo a su padre porque seguramente aquella faceta destructiva y celosa la había heredado de él. ¡Ah, sí, y también a Amy! Si hubiese contestado la estúpida pregunta no tendría que haber cumplido ningún castigo y ya que estaba también maldijo a ese chico de Slytherin… sólo a él se le ocurriría mandarle un castigo así.
-¡Jack espera! –la mano de Amy se cerró en torno al brazo de él. Jack se giró. La chica respiraba entrecortadamente, era evidente que había corrido para alcanzarlo; las mejillas sonrosadas por la agitación y el pecho que subía rápidamente intentando encontrar algo del aire que había perdido por la carrera.
-¿Qué? –preguntó bruscamente soltándose de ella.
-¿Por qué te has puesto así? –le preguntó ella recobrando el aliento-. Sólo ha sido un beso. Ni siquiera eso… apenas nos hemos rozado…
-Si hubieses contestado la pregunta no tendrías que haber…
-Era mi decisión contestar o no a la pregunta –le replicó ella antes de que Jack terminara de hablar-… Ni siquiera debería de estar explicándote nada… Sólo era un juego…
-Tienes razón, no tienes que darme ninguna explicación –le dijo él-, después de todo, lo que pasó en Navidades también fue solo un beso… -dijo con cierto desdén-… nada más que un beso ¿verdad? –le retó con la mirada.
-Sabes que eso no es cierto –le contestó Amy ruborizada.
-No, Amy… -se pasó la mano por el pelo-… No lo sé. A veces parece que quieres decirme algo y al segundo después de ignoras. Me dices que el beso no significó nada pero te comportas como si sí lo hubiera significado y después no me dices nada… -ella lo miró-… Yo… ya no sé qué pensar…
No pudo seguir hablando. Los labios de Amy estaban sobre los suyos incitándolo a besarla con dulzura. Las manos de ella estaban alrededor de su cuello. El cerebro de Jack entró en pánico sin saber qué hacer. El instinto Zabinni se adelantó y sin saber qué estaba haciendo rodeó la cintura de Amy con suavidad notando como ella sonreía dentro del beso.
-¿Este también ha sido sólo un beso? –preguntó ella separándose un poco de él.
Jack sonrió y la volvió a besar.
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Draco la miró. Hermosa. El embarazo la hacía verse más radiante que nunca y a pesar de sus continuas quejas sobre que ya no le entraban sus túnicas y le dolía la espalda y tenía los tobillos hinchados, la felicidad irradiaba en el rostro de Hermione mientras estaba medio tumbada en el sofá leyendo un libro; Draco rodó los ojos preguntándose si alguna vez Hermione dejaría de leer algo. Sonrió. Seguramente no, no lo haría. Había baile de San Valentín en el Gran Comedor, él había hecho acto de presencia, aún no entendía como su princesa iba de nuevo con Potter, y aunque Lucía le había explicado entre divertida y exasperada, unas cincuenta veces, que sólo iban como amigos, él seguía creyendo que aquellos dos les ocultaba algo, así que tomó nota mental de separarlos en la clase de pociones, quizá si se lo pedía a Harry y Pansy… no, ellos no los separarían, pero Blaise sí. Sonrió. Tenía que tener una conversación con su mejor amigo y tenía que tenerla ya.
-¿Qué tal la fiesta? –preguntó Hermione alzando la vista del libro. Draco le sonrió.
-Aburrida si no estás conmigo… -le dijo avanzando hacia ella. Hermione sonrió cuando su marido le cogió las piernas y se sentó colocándolas sobre su regazo y descalzándola empezó a masajearle los pies-… ¿cómo estás tú?
-Mmmm ahora mucho mejor… -se recostó y cerró los ojos-… ¿has visto a Lucía?
-Estaba con James –dijo rodando los ojos. Hermione sonrió-. ¿Seguro que sólo son amigos?
-¿Recuerdas la cantidad de veces que Harry y yo fuimos a las fiestas juntos? –le preguntó a su marido intentando que él no desconfiara de su hija.
-De acuerdo, entiendo el punto…-concedió él-. Pero si le hace algo a mi princesa…
-Cariño, creo que esto ya lo discutimos el año pasado a finales de curso, ¿recuerdas?
-Está bien, está bien… ella sabe defenderse sola… -dijo con un deje de fastidio. Odiaba reconocerlo, pero su princesa empezaba a hacerse mayor y sabía que había dejado hacía mucho tiempo, de necesitarle.
-Siempre podrás proteger a nuestro nuevo bebé… -le aseguró Hermione aún sonriendo. Draco la miró. Era increíble como ella había aprendido a leer en su rostro sus emociones y sus pensamientos. Se estremeció. Igual que su padre-. ¿Estás bien?
-Mis padres… Quiero decirles lo de Lucía…
-Está bien –le concedió ella. Draco la miró-. Son sus abuelos y tienen derecho a saberlo… Son sus únicos abuelos… -un deje de tristeza se apoderó de sus ojos y Draco estiró la mano para apartar una solitaria lágrima-. Estoy bien, no pasa nada. Ellos querrían saberlo si estuviesen vivos… -Draco se inclinó sobre su esposa con cuidado de no aplastar la creciente barriga de siente meses de ella y la besó con suavidad en los labios.
-¿Recuerdas que la primera vez que hicimos el amor fue en San Valentín? –le preguntó él en un tono divertido y pícaro. Ella se sonrojó levemente y él rió con suavidad, adorando aquellos momentos y el modo en que ella aún se sonrojaba cuando él mencionaba aquella vez.
-Sí, lo recuerdo… -le susurró ella-… lástima que esté así… -se lamentó mirando la barriga que sobresalía de su vestido-… podríamos repetirlo.
Draco la miró con un brillo especial en los ojos y Hermione le miró con una ceja enarcada preguntándose qué pasaba en aquellos momentos por la mente de su marido. Incluso habiendo aprendido a conocer lo que él pensaba con una mirada, a veces Draco la sorprendía.
-Y podemos… -le susurró-… de forma diferente, pero podemos… -ella lo miró intrigada y él le sonrió-… ¿confías en mí?
Tres palabras, sólo tres palabras que le traían recuerdos de aquella vez. Tuvo tiempo de asentir una sola vez antes de que Draco la volviera a besar. Dulce, tierno. Como aquella primera vez.
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Felicidad. Alegría. Celos. Envidia. Amor. Amistad. Agradeció con una mirada al profesor Jones que en aquellos momentos hablaba con McGonagall el hecho de que le hubiera enseñado a controlar aquel nuevo poder. Había sido difícil los dos primeros días; había sentido cada uno de los sentimientos de los que estaban a su alrededor, incluido el dolor de cabeza que aquel chico de sexto que se había sentado a su lado en la biblioteca empezaba a sentir. Jones le había enseñado a relajar sus propias emociones, a alejarse en parte de las emociones que los demás transmitían en su aura, alejándose de ese modo a la locura que la empatía podría producirle.
Aún se sentía extraña ante algunos sentimientos o emociones. Se sonrojó de nuevo al recordar que se había sonrojado cuando su padre había pasado por su lado diciéndole que se iba a dormir que ya era tarde y que quería ver como estaba su madre, quien se había quedado en la habitación reposando. El brillo en los ojos de Draco, su sonrisa y la pasión que el hombre había destilado involuntariamente a su lado le había hecho pensar que sus padres iban a pasar una noche agitada. Y aunque le gustaba la idea de que siguieran amándose como el primer día, no dejaba de resultarle en cierto modo, violento e incómodo.
Buscó con la mirada a sus amigos. Dani bailaba abrazada a Clark, se concentró en ellos y sonrió; una gran amistad y un cariño y ternura inigualables rodeaba a los dos, casi uniéndose en un mismo círculo. Más allá, Adam miraba de reojo a una chica de Hufflelpuff de su mismo curso que bailaba con otro chico. Lucía entrecerró los ojos preguntándose si ella era la causa de que Adam hubiese estado tan sereno los últimos meses y cuando los celos y la envidia se mezclaron en la mirada del joven pelirrojo, la chica supo que sí, que era ella, así que se anotó mentalmente que tendría que hacer algo… tal vez un pequeño empujoncito… Y hablando de empujoncitos… el aura de Jack y Amy estaban en un rincón del salón; radiantes de felicidad y brillantes como la luz de la luna. Los miró un segundo, justo en el momento en que él la besaba con suavidad y ella se sonrojaba tímidamente. Se alegraba por ellos.
-Bueno, ¿me lo vas a contar o no?
Desvió su atención hacia James que estaba delante de ella abrazándola con una mano por la cintura y con la otra entrelazada a la suya propia, llevándola de un lado a otro de la pista improvisada de baile, guiándola a través de la música. Se había prometido a sí misma no utilizar su nuevo poder con James y hasta ahora lo había cumplido; confiaba demasiado en él y sabía que si tenía que saber algo, él mismo se lo diría, no iba a atravesar su alma para llegar a sus sentimientos y no iba a permitir que sus sentimientos llegasen a ella, por lo que había creado aquella barrera a su alrededor para impedir cualquier contacto de emociones. Lo miró enarcando una ceja.
-Qué si voy a contarte ¿qué? –le preguntó.
James resopló.
-Tu nuevo poder… ¿vas a decirme cuál es?
Sabía que no lo había preguntado por maldad, sino por curiosidad; sólo quería saber si estaba bien, si se encontraba bien, no quería utilizar el poder de ella, nunca lo había pedido, bueno, salvo en aquella ocasión en que se metió en una pelea con Carter y Alister al mismo tiempo y había salido herido y le había pedido que le curase, pero únicamente había sido en aquella ocasión y sólo porque había encontrado a los dos Slytherins tramando un plan contra la mesa Gryffindor. De todos modos sonrió al imaginar la cara que hubiera puesto james si se enterase de lo de la empatía. Sin decirle nada abandonó el hombro del chico sobre el que reposaba su mano y le acarició la mejilla.
-¿Podemos dejarlo para otro momento Jamie? –le preguntó más en una petición que otra cosa-. Sólo, por una vez, quiero ser normal… No quiero hablar de mi magia ni de mis poderes… sólo… sólo quiero disfrutar de un baile contigo… -él le sonrió y asintió. Todo estaba bien.
Un dolor le recorrió la espina dorsal. Estaba ocurriendo algo. Jamás había sentido aquel dolor indescriptible en toda su vida… eran como mil cuchillos ardiendo clavándose en todo su cuerpo y emitiendo pequeñas descargas de electricidad a su alrededor haciéndola perder la cordura y la estabilidad. Cerró los ojos esperando que el dolor mitigase pero no funcionó. Notó como las piernas se le doblaban por el dolor y deseó que parara con todas sus fuerzas; su energía interna empezó a despertar en un intento de protegerse. Alguien la tomó de la cintura antes de caer al suelo retorciéndose de dolor. Un rostro. Una sonrisa que moría. Una mirada llena de perdón y de amor. Más dolor, más sufrimiento. Alguien la llamaba. Los ojos verdes de James resplandecieron delante de su rostro cuando consiguió abrir sus propios ojos.
-Angelina… Jhonson… -murmuró.
Después el silencio, la oscuridad.
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Se aseguró que Lucía estuviese bien. Hermione dormía en su cama, ajena al ajetreo que se había organizado; el embarazo la cansaba mucho y eso unido al hecho de haber estado hasta hacía nada en sus brazos amándose mutuamente la habían dejado bastante agotada. Cuando habían llamado a la puerta y al abrir se había encontrado con dos pelirrojos preocupados y a Jack y Amy con cara de susto, sus alertas como padre se habían puesto en funcionamiento y antes de que ninguno de los niños le dijera nada había corrido hasta la enfermería.
Ahora estaba bien, descansaba en la cama que había hecho aparecer. Aquella noche dormiría con ellos en su habitación. Se sentó a su lado, sobre el lecho y le apartó algunos mechones rizados que cubrían su rostro angelical.
Él era fuerte, siempre lo había sido, siempre había tenido que aparentar serlo. Pero le dolía. Le dolía saber que su hija estaba sufriendo y no podía hacer nada por evitarlo. James le había contado que se había retorcido y había gritado y había dicho un nombre… Dumbledore estaba en aquellos momento intentando comunicarse con Angelina y hasta el momento no había habido resultado. El profesor Jones le había hablado de la empatía y realmente parecía preocupado; si Lucía había sido capaz de llegar a sentir el dolor que alguien había sentido al morir, significaba que alguien o algo había dirigido aquel dolor hasta ella; parecía preocupado de verdad.
-Mi pequeña princesa… -le acarició la mejilla un instante-… la primera vez que te caíste estuve allí para recogerte… la primera vez que hiciste magia sin querer hacerla y levitaste hasta aquella estantería… la primera vez que hice desaparecer las verduras de tu plato… -Lucía pareció sentir la presencia de su padre porque sonrió. Draco también lo hizo y siguió hablando en susurros-… No voy a dejar que te ocurra nada, princesa… Tu madre y tú sois lo más importante para mí, y también lo es tu hermano o hermana… Jamás dejaré que os pase nada, jamás dejaré que te ocurra nada mi niña, mi cielo, mi princesa… Tú y tu madre despertasteis el lado más luminoso de mi corazón, ella me sacó de la Oscuridad y tú me guiaste hacia la luz… -sonrió-… Incluso tu nombre significa Luz… Te protegeré con mi vida mi amor… no te ocurrirá nada. Se inclinó hacia delante y la besó en la frente-… Te quiero.
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Albus suspiró mientras se frotaba el punte de la nariz por debajo de las gafas. Angelina no contestaba. Nadie sabía nada de ella desde hacía tiempo, desde que se había ido a Francia a resolver aquella cuestión con los aurores de allí que aún no comprendían ni entendían que era todo aquello de un nuevo señor oscuro. Nadie había vuelto a verla. Jones lo miraba. Albus le devolvió la mirada.
-Lucía sabe controlar las emociones –le dijo Ron-, crea una barrera para que los sentimientos de los demás no la afecten, si algo ha podido atravesar esa barrera y crear con su empatía un vínculo de sufrimiento recordando la muerte de alguien… -se estremeció al ver como los ojos de Albus se cerraban ante la posibilidad de que Angelina hubiese muerto. Él también la había conocido, había sido su amiga, su compañera, y a veces incluso su confidente-… Eso sólo significa que…
-¿Qué?
-Lo sabe, Albus –le contestó Ron-. Réficul ha descubierto la identidad de su contrincante, sabe quién es Lucía.
-En ese caso… -murmuró Albus-… sólo nos queda esperar…
Ron asintió en silencio y a pesar de que le pareció que el aura de Dumbledore parecía haber disminuido, más débil, más simple, menos enérgica… no dijo nada.
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Había discutido otra vez con él. Jones había insistido en que podía controlarlo, en que sólo tenía que crear una barrera para mantener las emociones lejos de su fuente de energía y ella le había gritado, había sentido como su magia interna se concentraba, aumentando su poder; varios de los objetos de cristal de la habitación habían estallado, otros, se habían fundido dejando un olor a fuego y cenizas, a azufre. No podía ayudarla, ¿por qué se empeñaba en intentarlo? No quería ser ayudada, estar cerca de ella sólo le llevaría a la muerte… Quería que todos desapareciesen y la dejasen sola… Sola y vacía… Ella no había pedido nada de aquello… no había pedido ser la unión de nada, ni tener aquella magia, ni tener aquellos poderes, ni ser la salvadora de nada ni de nadie… No había podido hacer nada… Había sentido como cada músculo se desgarraba, como cada hueso se rompía causándole un dolor infinito y había gritado en su cabeza que prefería morir antes que seguir sufriendo de aquel modo. No había sido su cuerpo ni su mente los que habían gritado y lo sabía, era consciente de ello… pero era ella quien lo había sentido y quien lo había padecido.
Se acurrucó más en su cama, corrió los doseles de la misma, sabiendo que sus padres irían a verla y deseando que no lo hiciesen. Sola. Quería estar sola. No entendía por qué había tanto sufrimiento y tanto dolor. No comprendía que pudiese haber alguien o algo tan malvado y cruel que deseara inculcar todo aquel horror y miedo que ella había sentido.
Sola. Estaba sola. Por muy cerca que sus padres estuviesen de ella, por muy cerca que sus amigos estuviesen… aquello era algo a lo que debía enfrentarse ella sola… Nadie podía entenderlo, nadie podría comprenderlo… Había sido elegida ella sola, y sola debería cumplir el destino que se había escrito antes de su nacimiento. Estaba sola y sola seguiría.
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Si, lo sé, no me mateis por este capítulo… Lucía lo está pasando un poquito mal, y en el proximo seguirá pasándolo mal las primeras páginas aunque después saldrá todo bien… en fin… era necesario que fuera así;; después de todo, por muy madura que sea, sigue siendo una niña que tiene una gran responsabilidad que no ha pedido…
Bueno, espero que a pesar de esto haya sido de vuestro agrado. Espero reviews! Un besito y seguid leyendo y creando. Nos leemos:D
