Bueno, aquí os dejo el bonus 4 que tantos me habéis pedido… no sé si os gustará o si estará bien hecho… la verdad es que es la primera vez que intento hacer una escena subida de tono como esta… espero que no esté tan mal…

La he leído tres veces y cada vez me gusta menos, así que mejor la subo y ya.

Un besito a todos, nos leemos!

CHAPTER BONUS 4

La primera vez…

Ni siquiera sabiendo que todos los alumnos seguían en el gran comedor celebrando el baile de San Valentín, y ni siquiera sabiendo que Slytherin estaba vacío y que Draco estaba a su lado, la chica no podía evitar sentir cierto respeto y temor al entrar en los terrenos de las serpientes, en su propia Sala Común. Miró a su alrededor. Fría. Colores en negro, verde y plateado; silencio; todo sobrio… Demasiada diferencia con los colores cálidos de Gryffindor y con sus muebles que parecían dar la bienvenida a todo aquel que quisiera entrar. Draco la abrazó por la espalda y la besó en el cuello haciendo que se sobresaltara.

-Perdona… ¿estás bien?-Ella asintió-. Sé que no es el mejor sitio pero tengo tu regalo arriba, en mi cuarto… No quería que Potter ni Weasley lo vieran –Hermione rodó los ojos-… Bueno, sigo queriendo mantener mi reputación de insoportable ¿sabes?

-Eres un encanto –le dijo ella girando el cuello para besarlo-. ¿No hace demasiado frío aquí?

Draco se encogió de hombros mientras se soltaba y la tomaba de la mano para conducirla hacia las habitaciones. Él no notaba el frío; había pasado mucho tiempo allí y no le parecía que el sitio fuera realmente frío. Sonrió al notar como ella tiritaba y se preguntó si era de frío o de miedo, después de todo, ningún Gryffindor había entrado nunca en territorio Slytherin y había salido para contarlo.

-Vamos… por aquí…

La guió hasta su habitación, privada, evidentemente, de algo tenía que servir ser un Malfoy. Para agrado de Hermione, el color aguamarina de las paredes le confería un cierto grado de calidez que no había imaginado nunca en la habitación de su chico. Una cama con doseles en medio de dos grandes ventanales, un armario negro y una cómoda del mismo color; una chimenea y un par de butacas verdes frente al fuego. En la esquina, una puerta que conduciría, sin ninguna duda, al baño.

-Toma, tu regalo… -se giró. Draco se había sentado en su cama y un pequeño paquete envuelto en papel rojizo descansaba a su lado.

Hermione se acercó a él, tomó el paquete entre sus manos y se sentó al lado de Draco, besándolo con suavidad a modo de agradecimiento antes de abrirlo. Retiró el papel con suavidad, disfrutando del tacto del mismo que parecía haber adoptado las características de la seda. Una cajita de terciopelo negro apareció delante de ella y Hermione, con su eterna sonrisa y sabiéndose observada por una mirada gris, abrió la caja. Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando vio lo que contenía en su interior.

Una cadena de oro, finamente tallada a mano, suponía, eslabón por eslabón y en medio de cada unión, una pequeña flor de lis entallada. De la cadena, colgaba una pequeña estrella brillante de cinco puntas y en medio de la estrella, una esfera de color morado casi negro, parecía flotar. Hermione había oído hablar de aquello, había leído sobre ello, pero siempre pensó que era una leyenda y que no se podía realizar. Giró su cabeza hacia Draco que parecía divertido ante la reacción que ella había tenido. Su magia, una pequeña parte de la magia de Draco era su regalo; aquello, en los antiguos tiempos, según había leído, significaba el amor eterno y la posibilidad de dejar en manos de la persona a quien se la regalabas, tu vida. Draco le estaba ofreciendo su amor eterno y ponía en sus manos su vida; lo único que tenía de valor.

-Pero… esto… ¿cómo… -él rió con suavidad-. ¡Draco!

-Perdona… es la primera vez que veo a la chica más inteligente de Howgarts quedarse sin palabras –le sonrió y se inclinó para besarla.

-¿Cómo diablos has hecho esto?

-Mi padre me ayudó… -le contestó él -. Y no, no es magia oscura… Él le regaló a mi madre algo parecido el día de su boda, así que me pareció una buena idea… ¿no te gusta? –preguntó preocupado al ver que ella tenía los ojos húmedos.

Hermione ahogó un sollozo y lo miró.

-¿Estás loco? ¿Cómo no va a gustarme? Pero esto… es… esto es demasiado… Draco… no puedo…

-Sí, sí lo harás… vas a aceptarlo porque yo quiero que lo aceptes Hermione –le dijo serio mientras tomaba la cadena de las manos de ella-. Déjame que te ayude, princesa.

Prácticamente tuvo que obligarla a girarse; Hermione se recogió el cabello rizado hacia arriba permitiendo que Draco tuviese total acceso a su cuello, donde colocó la cadena depositando un suave beso en la base del cuello. Tan pronto la cadena se dejó caer sobre su piel, una pequeña luz violeta rodeó el cuello de Hermione; le miró.

-No pasa nada, mi magia se está acostumbrando a ti –le explicó-, mamá también puso esa cara, según papá, cuando la magia de él la reconoció –frunció el ceño-, claro que en su caso era una luz negra, entiendo que se asustara…

Hermione rió con suavidad y se acercó a él para besarlo. Se detuvo a unos milímetros, rodeando el cuello de él con sus brazos mientras jugaba con su nuca produciéndole destellos y calambres en su cuerpo; los brazos de Draco rodearon la cintura de ella atrayéndola de forma posesiva hacia él y ella se dejó hacer. Sus ojos conectaron unos segundos, una mirada fue más que suficiente.

-Te quiero… -le murmuró ella rozando con sus labios lo de él.

-Te quiero… -sonrió antes de besarla con suavidad.

Una de las manos de Hermione abandonó la suavidad del cuello y bajó deslizándose por la camisa, y a pesar de que él no se movió del sitio, cuando empezó a acariciar su pecho por encima de la camisa, podía sentir los latidos de su corazón acelerarse. Rompió el beso y deslizó su otra mano hacia la camisa notando el calor de las manos de Draco en su cintura recorriendo su espalda. Hermione sonrió y empezó a desabrocharle la camisa. Draco la miró de forma interrogante y susurró su nombre mirándola a los ojos. Ella sonrió y acarició su mejilla.

Draco tomó el control de la situación y la inclinó con suavidad y lentitud hacia la cama, colocándose a su lado y acariciandola por encima de la tela que cubría su perfecto cuerpo. Hermione lo miró fijamente y Draco entendió el deseo y la lujuria que había en los ojos de aquella mujer, porque Hermione era una mujer en toda la extensión de la palabra. Enredó los dedos en el pelo de Draco mientras dejaba que éste jugara en su cuello, inclinando la cabeza hacia un lado para permitirle un mayor acceso a la piel que en aquellos momentos él estaba mordiendo con suavidad. Draco abandonó el cuello y puso los labios sobre los de ella; una sensación de calor y de saber que estaba haciendo lo correcto inundó el cuerpo de Hermione y respondió al beso de Draco con suavidad, con tranquilidad, como si tuviera todo el tiempo de la eternidad para estar con él; como si toda su vida hubiera estado esperando aquel momento con él.

Pero no era sólo sus besos, era algo más; era el modo en que la miraba, la manera en que él se había acostado sobre ella con cuidado de no aplastarla con su peso, el modo en que sus manos acariciaban su piel desnuda allí donde la falda del vestido se lo permitía; era su mirada clavada en ella, adorándola, mimándola, amándola, acariciándole simplemente con los ojos. Era todo él.

-Si vas a pararme, hazlo ahora –susurró Draco mientras empezaba a besar la piel desnuda del escote de ella, haciéndola sentir escalofríos.

-No –ni siquiera lo dudó. No podía y no quería pararlo, del mismo modo que no quería pararse a sí misma. Le acarició el cuello y el pelo y se aferró a él cuando notó como él empezaba a abrir los botones de su vestido y lo iba apartando hacia los lados al mismo tiempo que trazaba un camino de besos desde su cuello hacia su vientre, dejando un beso en cada lugar donde antes había un botón.

-No quiero que… -empezó a decir él levantando la cabeza-… no tienes que… -escuchó como la risa de ella le llegaba a los oídos y se sintió turbado.

-Quiero –le dijo simplemente ella deslizando sus manos hacia los hombros y deslizando la camisa de Draco por los brazos de éste-… quiero…

Draco la miró y sus ojos grises brillaron con intensidad.

-¿Estás segura? –ella afirmó y él sonrió-. Bien… si quieres que pare… yo…

-Lo sé –aseguró ella. Tomó los hombros de él y lo abrazó con fuerza, instándolo a echarse sobre ella, para poder sentir el calor que emanaba de él y para que se diera cuenta de que no había ninguna barrera que impidiera que aquella noche ambos disfrutaran del placer del cuerpo del otro. El gemido ronco e intenso que él dejó escapar la hizo sonreír; él deseaba aquello tanto como ella y a pesar de que jamás la había obligado a hacer nada ni tampoco le había dado señal alguna de desear hacer el amor con ella, ella sabía que él lo deseaba y agradecía que Draco hubiese tenido tanto autocontrol durante tanto tiempo. Sonrió.

Sentía a Draco en la suavidad de cada caricia, en el temblor de sus manos mientras recorría su piel, en las miradas que sus ojos profesaban casi con reverencia hacia su cuerpo medio desnudo, en la forma en que sus ojos la veían; en su respiración entrecortada.

Se arqueó contra él y Draco deslizó sus manos por detrás de ella para retirar el vestido y arrojarlo a un lado de la cama, donde su camisa ya yacía en un mudo gesto de exigencia.

Y entonces Draco la miró.

La observó desde su privilegiada posición sobre ella, observó como sus labios entreabiertos exigían que volviesen a ser besados, observó como sus ojos lo buscaban con la mirada, vio su cabello revuelto sobre las sábanas de la cama, su cuerpo tembloroso bajo él cubierto únicamente por la ropa interior que dejaba revelado un cuerpo hecho para el pecado.

Sonrió antes de volver a inclinarse y besarla. Era suya, sólo suya y lo sabía; aquel cuerpo nunca había sido entregado a nadie, nadie la había tocado como él lo estaba haciendo, nadie la había visto como él lo había hecho, nadie la había hecho disfrutar como él lo iba a hacer aquella noche. Se miraron a los ojos en un mudo consentimiento.

Los movimientos de ambos, mientras se quitaban la ropa y se tocaban mutuamente en gestos de complicidad y de amor, eran lentos, cuidadosos, ansiosos y anhelantes sin llegar nunca a ser desesperados; ambos querían entregarse y ser entregados a la otra persona, a su otra mitad, conscientes de que esa era la persona a la que probablemente, amarían toda su vida.

Ni siquiera fue consciente en el momento en que ambos quedaron desnudos, tendidos sobre la cama, explorándose mutuamente sin exigencia, simplemente porque era lo más natural entre los dos. Sonrió intentando recuperar su respiración cuando Draco se posicionó sobre ella.

-Preciosa… -la besó-… aún… si quieres… no me importa…

-Confío en ti… -le dijo ella. Draco la miró.

-¿Confías en mí? –le sonrió cuando ella asintió-… aún puedo parar… sólo dímelo y…

Hermione negó con la cabeza. Sabía que le iba a doler. Quizá era virgen pero no era una ingenua doncella; sabía lo que estaba haciendo, sabía lo que vendría a continuación y aunque hubiese querido pararlo, no estaba convencida de haberse podido parar a sí misma. Se acomodó al cuerpo de Draco y él entendió sin palabras lo que le intentaba decir.

Tuvo que cerrar los ojos y morderse el labio para ahogar el grito cuando Draco la penetró por primera vez rompiendo la barrera de su inocencia. Notó como él la besaba con suavidad y le limpiaba las lágrimas de los ojos; sintió como le susurraba palabras dulces al oído mientras que una de sus manos le acariciaban el rostro apartando los mechones rizados de su rostro. Abrió los ojos y encontró la mirada de preocupación de él sobre ella, casi analizándola. Sonrió.

-Estoy bien… -le aseguró. Draco la miró-… ve despacio…

Draco entendió. Sabía que le estaba doliendo pero quería continuar; se juró a sí mismo darle todo el placer que podía darle. Los movimientos de Draco eran suaves, tranquilos, acompasados; sonrió cuando notó que ella empezaba a gemir y atrapó su gemido con un beso. Aunque ella no tenía experiencia parecía saber por instinto cómo acoplar su cuerpo con el de él, cómo moverse con él y como hacer que él llegase al cielo. Y debía estar haciéndolo bien, porque sus movimientos se volvieron más rápidos y sus temblores más intensos.

Hermione sintió como la urgencia creía hasta que explotó dentro de ella y mientras lo abrazaba fuertemente, sintió que su propio cuerpo se tensaba y una ola de placer la dejó sin aliento. Cansada, exhausta, pero más feliz y viva de lo que se había sentido nunca.

Draco la besó con suavidad de nuevo, depositando leves besos en su frente, en sus labios, en sus mejillas, notando como la piel de ella estaba sudorosa por el esfuerzo y sonrojada por la falta de aire y la excitación.

Se separó de ella con suavidad y sonrió al escucharla maldecir por perder el calor de su cuerpo sobre ella. Se recostó a su lado y extendió su brazo hacia ella, haciéndola rodar y obligándola a acomodarse sobre su pecho mientras que una de sus manos jugueteaba con la piel desnuda de su espalda.

Sus respiraciones se tranquilizaron y se normalizaron de forma paulatina.

-¿Te hice daño? –preguntó él.

Hermione sonrió.

-No… nunca podrías hacérmelo…

-Pero…

-Draco, estoy bien… -le aseguró ella besándolo en el pecho-… estoy bien… un poco cansada, pero bien –bromeó mientras bostezaba.

Draco sonrió y los cubrió a ambos un poco más con las sábanas.

-Entonces duerme un poco –le dijo él con suavidad-… Te quiero…

-Yo también te quiero… -le contestó ella antes de cerrar los ojos.

Draco no durmió aquella noche. Estuvo todo el rato vigilándola, velando sus sueños, asegurándose de que estaba bien; su mano iba desde sus hombros hasta su brazo, y luego pasaba por la espalda, en un gesto de saber que ella estaba bien, que se encontraba segura allí junto a él. Fue cuando tomó la decisión de que no dejaría que nadie la hiciera daño, de que nadie la tocaría como él la había tocado, de que nadie más que él sería quien la sintiese temblar bajo él cuando llegase al orgasmo… Sólo sería él, por siempre, para siempre. Ella se movió sobre él y sonrió mientras la besaba en la cabeza. Hermione Granger sólo era mujer para él.

-¿Y ahora cómo te digo que estoy locamente enamorado que quiero casarme contigo? –susurró apenas para él mismo mientras la miraba. Suspiró. Ya habría tiempo de decírselo, después de todo, nadie rechazaba a un Malfoy.

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Hola a todos! Sí, sé que no pude lo de "te acompaño a tu sala común", pero es que me parecía que si lo ponía se rompía el encanto… así que imaginaos que se lo dice a la mañana siguiente cuando se despiertan, ¿de acuerdo:p

Nos leemos y espero vuestros comentarios!