Hola! Aquí estoy de nuevo… Hoy no puedo pararme a responder reviews, tengo una boda a la que acudir, la de una amiga, no la mía jejejeje :p
Pero bueno, no me quería ir sin dejaros subido este capítulo.
Gracias por los mensajes recibidos, tanto del anterior capítulo como del Bonus, en serio, muchas muchas muchas gracias.
Un besito, cuidaos, seguid dejando reviews y sed felices!
Nos vemos!
Os dejo con el capítulo… ¿por dónde iba?...
CAPITULO 18
(Edad: 13 años; lugar: Howgarts; momento: inicios de tercer curso)
El aire otoñal aún no era lo bastante frío para que los alumnos no aprovechasen su tiempo libre para salir a los terrenos a conversar y, por qué no y para qué negarlo, criticar a algunos de los profesores. Cerca de la torre norte, desde el pequeño montículo donde se encontraban, podían observar a lo lejos la cabaña de Hagrid y a pesar de que desde su posición las calabazas que se veían parecían inofensivas e incluso diminutas, los chicos sabía que no era verdad.
-¡Pero eres su hermano! –protestó una vez más Jack entre exasperado y angustiado. James no le prestó atención, demasiado ocupado mirando hacia la torre este donde pequeños destellos eran vislumbrados a través de las ventanas-. ¡James!
-¿Qué? –preguntó cansado girándose de nuevo hacia sus amigos. Adam lo miró divertido mientras que Jack parecía un poco molesto-. Te lo he dicho cien veces Jack, si le compras un libro mi hermana estará más que feliz, ¿de acuerdo?
-¿Cómo diablos voy a comprarle un libro para nuestro aniversario, James? -Pero el rubio volvía a ignorarle. Se giró hacia Adam que se encogió de hombros-. ¿Se puede saber qué le pasa hoy? Parece que esté en otro mundo… -se quejó-… cuando necesito que me dé un consejo…
-Creo que está demasiado ocupado observando cuando termina Lucía su entrenamiento con el profesor Jones –sugirió divertido Adam mirando en la dirección en que lo hacía James.
-Eso no es cierto –se apresuró a replicar James pero sin apartar su vista de la torre-. Notó las miradas divertidas de Adam y Jack y añadió algo en murmullos mientras se revolvía el cabello para que sus amigos no se fijasen en sus repentino sonrojo-. Sólo es que tengo que hablar con ella de algo.
-¿De qué? –preguntó Adam aguantando las ganas de reír. Antes de que james contestase, el mayor de los Weasley se giró hacia Jack-. ¿Irás este fin de semana a Hogsmade o Amy te va a hechizar para que te quedes estudiando con ella?
James miró a Adam con los ojos entrecerrados. Adam era su amigo, de acuerdo. Era casi un hermano para él, también de acuerdo. Pero a veces podía llegar a ser un auténtico manipulador cuando quería salirse con la suya, y conocía aquella sonrisa traviesa y aquel brillo divertido en sus ojos que indicaban que planeaba salirse con la suya… La última vez que lo había visto así había sido cuando lograron unir a Amy con Jack. Abrió los ojos cuando una idea le golpeó la cabeza. No era posible que él estuviese pensando en…
Le sonrió con cierta indiferencia sin llegar a límites de ofenderle, después de todo, su madre Pansy Parkinson había sido junto a Draco Malfoy una de las personas más intrigantes en el territorio de las serpientes, según historias de sus propios padres, y de ella, había aprendido algunos trucos, como aquella sonrisa sarcástica.
-¿Por qué no nos dejas a los demás tranquilos con nuestras vidas privadas y te consigues una novia, Adam? –le preguntó en tono burlón.
Adam sonrió de vuelta y negó con la cabeza, sabiéndose derrotado por James. El rubio, satisfecho, volvió a centrarse en su torre. Una pelirroja cabeza se dejó ver en la puerta de la torre y Jen Weasley se acercó hasta ellos dejándose caer al lado de los chicos mientras jadeaba furiosamente mientras intentaba recuperar el aliento. James desvió su atención hacia la niña de primero que, para no romper la tradición de la familia Weasley, había entrado en Gryffindor; Adam la miró enarcando una ceja y Blaise entrecerró los ojos por debajo del flequillo mirándola con insistencia, los tres chicos esperando que recuperara el aliento.
-¿Estás bien, Jen? –la pelirroja asintió en dirección a Jack-. Pues no lo parece… ¿por qué has venido corriendo? ¿ocurre algo?
-Deja que respire –le sugirió James volviendo a mirar hacia la torre donde un brillo verde iluminó el cristal.
-¿Qué has hecho? –preguntó Adam mirando divertido a su prima.
Jen miró a su primo de forma significativa y su sonrisa de niña buena que no ha roto un plato en su vida y que si lo ha hecho ha sido porque la han obligado a hacerlo, atravesó su rostro para diversión de los tres chicos. Desde que había entrado en Hogwarts aquel año, las bromas se habían duplicado ya que ahora además de Dani y James y de ocasionales intervenciones de Jack, Jen había decidido honrar a su apellido y a la leyenda que su padre había significado en la escuela.
-Nada –mintió con demasiada rapidez para haber sonado sincera, a juicio de James que la miró enarcando una ceja.
-¿Y ese nada a quién se lo has hecho?- Jen sonrió inocentemente y Adam sonrió antes de contestar por ella a su propia pregunta-. Slytherin ¿cierto?
-Había un par de chicos diciendo que iban a hechizar el retrato de nuestra entrada para que quedara sellado y no pudiéramos entrar –dijo ofendida e indignada. Jack la miró.- Y yo pasaba por allí casualmente con esto… -dijo sacando una pequeña bolsa de entre su capa.
Los chicos la miraron unos segundos mientras ella abría la cuerda que mantenía cerrada la bolsita de piel marrón y sacaba una pequeñas bolas del tamaño de una plumilla, de colores azules, rosados y amarillos. Jack abrió los ojos al reconocer aquello y miró a Jenn casi como si fuera una diosa para él. James y Adam se miraron de forma interrogativa.
-¿Los has conseguido? ¿Por qué diablos no me dijiste que los habías terminado? En cuanto Dani se entere de esto va a querer hacerte un pedido… -dijo el chico apartando el cabello con un gesto.
-¿Qué es? –preguntó curioso James.
-Un invento en el que estuve trabajando durante el pasado verano –dijo ella quitándole importancia-. Papá siempre me dijo que yo había heredado la inventiva de los Weasley, así que decidí ponerla en marcha.
-No creo que a tu madre le haga mucha gracia… -dijo en tono de advertencia Adam recordando lo estricta que Alyssa podía llegar a ser en ocasiones.
-¿Bromeas? Mamá me dijo que estaba encantada con mi nueva iniciativa siempre que no probara los inventos dentro de casa –los tres chicos la miraron incrédulos-, la que no debe estar contenta es tía Naira, dejé una de estas bolas en el vestíbulo de su casa y cuando tío George llegó a casa y la pisó, estuvo hablando al revés durante dos semanas… -se encogió de hombros-. A tío George le pareció muy divertido, pero tía Naira se volvió loca –finalizó con una risita infantil.
-Parecen simples caramelos… -murmuró el pelirrojo-¿Hacen que hables al revés? –preguntó Adam tomando una de las bolas azules.
-Las amarillas. Las azules hacen que tu piel esté cambiando de color durante cuarenta y ocho horas y las rosas consiguen que tengas una voz escandalosamente chillona y que no te deja hablar, sólo cantar –informó Adam mostrando las tres a sus amigos-. ¿Qué hiciste?
Jen sonrió y sacó la lengua de forma infantil.
-Sólo os digo que no os perdáis el espectáculo de la cena –les sonrió y les guiñó un ojo antes de levantarse con rapidez-, tengo que irme, Amy quería ayudarme con un ensayo sobre herbología… ¿es que no sabe hacer otra cosa que no sea ir a la biblioteca?
-Te recuerdo que es mi novia… -puntualizó Jack a modo de advertencia.
-Y mi hermana –añadió James mirándola.
-Y mi amiga –agregó Adam divertido.
-Lo sé, lo sé… también es mi amiga… -contestó ella mientras se marchaba-… Portaos bien –les guiñó un ojo.
-Siento decirlo –le dijo James a Adam-, pero tu prima está loca.
Adam asintió con una media sonrisa.
-¿Lo está verdad? Es el encanto Weasley –dijo el pelirrojo con orgullo-, eso y nuestro cabello.
James negó con la cabeza mientras volvía a mirar a la torre. La voz de Jack volvió a escucharse.
-¿Y yo qué le regalo a Amy?
Las carcajadas de los dos chicos ante la cara de Jack fue escandalosa.
--------------------------------------------
Danielle frunció el ceño de nuevo. Había discutido con Clark. Otra vez. Le quería, pero pasaban la mayor parte del tiempo que estaban juntos discutiendo o besándose y ya apenas hablaban de algo que no fueran las clases y el quiddich; de hecho, su última discusión había estado basada precisamente en eso, el quiddich. Dani había sido aceptada en el equipo de Ravenclaw como cazadora y cuando la pelirroja había ido a decírselo a su novio orgullosa, para poder compartir con él aquella alegría, Clark le había mostrado su desacuerdo por su interés en participar en un juego tan violento como era el quiddich; comentario que no le hubiera sonado tan mal ni tan cínico si no hubiese sido porque él mismo era guardián del equipo de su casa.
Estaba furiosa. No por el hecho en sí o por la pelea, ni siquiera porque él no podía confiar en que ella era buena, ¡ni siquiera había visto su práctica! ¡era imposible que supiera si era buena o no para el puesto! Estaba furiosa porque él le había pedido que eligiese entre el puesto de jugadora y él.
-¿Cómo diablos voy a elegir eso? La tradición de los Weasley es pertenecer al equipo de Quiddich de su casa… y a él… a él lo quiero con toda mi alma… -se dejó caer abatida en uno de los escalones de la escalera principal y hundió su rostro entre las manos-. No puedo elegir…
-------------------------------------------
Casi no prestó atención a la mirada curiosa de su padre cuando entró en la habitación de éste y se dejó caer sobre el sofá. Sin siquiera mirar, estiró su mano y una bola de fuego surgió de ella; el hombre escuchó como su hija le ordenaba a la esfera que se dirigiera hacia la chimenea y a pesar de saber de los grandes poderes que Lucía tenía, aún se sorprendía cuando algo como aquello ocurría delante de él.
-¿Cansada? –preguntó cuando notó como la niña se relajaba ante el calor del fuego.
-Agotada… -respondió ella-… acabo de pasar dos horas entrenando con el profesor Jones –Draco la miró de forma reprobatoria-, la primera hora de DCLAO y tío Harry me ha dicho que fuera con el profesor Jones, la segunda hora era libre y me he quedado allí… -le contestó a su padre.
-No deberías entrenar tanto –la regañó él sin apartar la mirada del libro que estaba leyendo.
-Gracias papá, cuando el Mal venga a por mí le diré "lo siento, no he entrenado lo bastante porque estaba ocupada jugando con mis amigos, pero por favor, no mates a todas aquellas personas a las que quiero" –Draco la miró directamente enarcando ambas cejas. Lucía se sonrojó-. Lo siento… no quise que sonara así…-El hombre dejó el libro sobre la repisa y se dirigió al sofá donde se sentó junto a su hija y le pasó un brazo por los hombros rodeándola y atrayéndola hacia sí-… Sólo estoy…
-Estás cansada, princesa –dijo Draco por ella besándola en la cabeza-. Deberías de saber que utilizar magia desgasta nuestras energías. Los magos y brujas no lo notamos demasiado porque utilizamos nuestras varitas para canalizar y enfocar nuestra magia, pero en casos como el de Dumbledore o el tuyo…
-… cuanta más magia utilice sin la varita más cansada me sentiré porque tendré que gastar más energía, ¿es eso?
Draco la miró sonriente.
-Chica lista –la premió Draco con otra de sus sonrisas-. Si quieres puedo hacerte alguna poción para que no te sientas tan cansada –sugirió.
-No, no pasa nada papá, no te preocupes –dijo la chica sonriendo-, después de todo, podría terminar volviéndome adicta a esa poción y aún así mi magia seguiría gastándose ¿no? –Draco asintió-. Entonces prefiero no tomar nada, papá, pero gracias.
Draco sonrió. No tenía ninguna duda de que Lucía era una Malfoy en toda regla, arrogante y calculadora cuando era necesario serlo, con aquel porte elegante natural al andar, aquellos gestos aristocráticos heredados de la tradición familiar… Pero la humildad, la sed de querer saberlo todo y gran parte de su carácter altruista y desinteresado lo había heredado de Hermione sin ninguna duda.
-¿Dónde está mamá?
-Con el director –Lucía lo miró asustada y Draco enarcó una ceja-. ¿Has hecho algo que deba preocuparme? –ella negó-. Pues entonces no pongas esa cara… a veces me da la sensación de que pasas demasiado tiempo con Potter y Weasley… -rodó los ojos al recordar que ahora había un Weasley más en el castillo y que Jen Weasley era seguramente una de las más traviesas, no por nada su padre era Fred Weasley, uno de los únicos elegidos que habían sentido lo que significaba que Peeves se quitara el sombrero ante ellos y sus bromas.
-¿Y qué hace mamá…
-Nada malo, princesa. Alex estaba un poco inquieto y mamá quiso llevarlo con el director, ya sabes que tu hermano se tranquiliza cuando está cerca de Fawkes…
Lucía cerró los ojos unos segundos concentrándose en su hermano y el aura que éste emitía. Era fácil distinguirlo de los demás, era algo de lo que se había dado cuenta con bastante prontitud. Alex desprendía una luz enigmáica a su alrededor, como un halo de plata y, sorprendentemente, olía a menta, un olor suave, no tan intenso como el de su padre, pero a menta de todos modos… al menos para ella. Lo encontró. Sonrió para sí. Parecía bastante divertido, sentía el fuego de Fawkes cerca de él. Se concentró en él utilizando su poder empático. Abrió los ojos y miró a su padre que había permanecido en silencio mirándola, esperando una señal y sabiendo que ella estaba haciendo algo porque era el único momento en que ella se estaba quieta, según palabras textuales de Draco.
-Es la tripa –dijo de forma resuelta. Draco la miró-. A Alex le duele la tripita, por eso está inquieto, es normal, bebió mucha leche esta mañana, pero no le pasa nada… ¿Quieres que se lo diga a mamá?
-¿Cómo piensas hacer eso? –le preguntó él con una ceja enarcada-. ¿Puedes hacer eso?
-No lo sé –se encogió de hombros-. Es algo nuevo que estamos probando el profesor Jones y yo… puedo intentar entrar en su mente y hablarle a través de allí –sugirió.
-Ya sabes que no me gusta que utilices tus poderes si no estás segura de poder controlarlo del todo, princesa –ella arrugó la frente-, así que preferiría que no lo hicieras hasta que Potter o el profesor Jones te aseguren que puedes hacerlo ¿ de acuerdo?
-Está bien papá… -dijo a regañadientes-… ¿me harías un favor?
-¿Qué es lo que quieres? –preguntó él divertido ante la mirada demasiado Slytherin que mostraba su hija en aquellos momentos.
-Tu ensayo para pociones…
-Dijiste que no querías trato preferente y no lo tendrás –replicó Draco -. Quiero ese ensayo el miércoles a primera hora de clase como todos tus compañeros.
-No quiero trato preferente –protestó ella visiblemente ofendida porque su padre pudiera pensar tal cosa-, sólo que me recomiendes algún libro de la biblioteca… no es que tenga mucho tiempo para pasarlo perdiendo en las estanterías ¿sabes?
Draco suspiró.
-De acuerdo, perdona… me precipité en mi conclusión… -la niña pareció conformarse con aquello y él sonrió-… los tres primeros libros que hay en la segunda estantería de la biblioteca de mamá deberían ayudarte bastante.
-Gracias papá. Pasaré a recogerlos después de la cena, ¿está bien?
-Claro princesa –le sonrió de vuelta. Lucía se inclinó hacia él y lo besó en la mejilla. Draco la miró curioso. Reconocía aquella mirada en su hija, la había visto demasiadas veces para no reconocerla y estaba seguro de que en aquellos momentos Lucía se estaba debatiendo entre marcharse sin decirle nada o contarle lo que realmente había ido a contarle-. ¿Querías algo más Lucía?
-No –dijo con rapidez. Demasiada rapidez quizá al juzgar por la mirada entretenida que Draco le lanzó-. Bueno…
-Lucía, has venido aquí a decirme algo sabiendo que tu madre no estaba ¿verdad? Así que dímelo; después de todo no puede ser tan malo como aquella vez en que arruinaste mi túnica de gala a solo una hora de la recepción a la que tenía que acudir, ¿cierto?
-No es tan malo… -consintió ella sonriendo divertida al recordar la imagen de su padre cubierto por aquella poción mal hecha que había explotado justo delante de él-… Es… papá, ¿cómo te diste cuenta de que estabas enamorado de mamá?
Draco la miró y se juró internamente que de haber estado comiendo seguramente se habría atragantado. La miró unos segundos para asegurarse de que no se trataba de una de sus bromas para exasperarlo, tal y como Hermione le había dicho en infinitud de ocasiones. Pero no. Esta vez, Lucía le estaba hablando en serio, podía notarlo en su sonrisa nerviosa, y en el modo en que se mordía la esquina del labio inferior y también podía notarlo en el brillo que tenía sus ojos y su expresión entre preocupada y asustada por no saber si estaba haciendo bien en preguntarle o no.
-¿Por qué me lo preguntas a mí? ¿No prefieres hablar con tu madre de estas cosas?
-Adoro a mamá – rió Lucía-, pero ambos sabemos que tú y yo somos más parecidos de lo que los demás creen –Draco le sonrió y enarcó una ceja -. De mamá recibiría una descripción muy bonita y poética –sonrió a su padre-, pero lo que necesito es una respuesta clara y tú eres el mejor que conozco para eso.
Draco la miró decidiendo si debía sentirse orgulloso o contrariado. No tuvo más remedio que sonreír cuando la pequeña Lucía lo hizo también mostrando toda la inocencia que evidentemente no tenía.
-¿Te gusta alguien? –le preguntó rogando para que la respuesta fuera una negativa.
-No, sólo siento curiosidad… -alegó Lucía. Draco la miró y ella resopló-. Tú, mamá, tío Harry, tía Luna, Dani, Amy, Jack… todos parecen tan felices diciendo que están enamorados…
-Tu madre y yo estamos enamorados –interrumpió Draco con falso enojo.
-Papá… -rodó los ojos-… ya sabes que quiero decir… todos parecéis tan felices que sólo quiero saber qué es… que se siente…
-¿Y tan impaciente estás que no puedes esperar a experimentarlo por ti misma? –bromeó el hombre. La mirada de Lucía se ensombreció de repente y Draco pareció preocuparse-. ¿Lucía?
-¿Y si no llego a experimentarlo nunca? –preguntó la chica finalmente después de respirar profundamente.
-¿Cómo no vas a hacerlo? –Draco se sorprendió ante el pensamiento de su hija-. Eres una chica preciosa, encantadora, inteligente, dulce, cariñosa y una de las mejores brujas que ha visto Hogwarts, ¿cómo no vas a experimentar lo que es enamorarte y que te enamoren, princesa?
Lucía miró a los ojos de su padre.
-Dentro de dos años tengo una batalla que enfrentar, papá… Tendré quince años… La edad que tiene Dani ahora… Quizá no pueda experimentar el amor nunca…
La verdad de lo que Lucía acababa de decir le golpeó a Draco. Quería decirle que no iba a pasarle nada, que él no iba a dejar que le pasara nada; quería repetirle hasta la saciedad que todo estaría bien y que él y Hermione la iban a proteger con su vida siempre… Quería decirle que conocería el amor y que sentiría lo que era ser querida y el placer de querer… Y no pudo hacerlo. No pudo decirle nada de eso porque sabía que era cierto, que era una posibilidad, que Lucía debería enfrentarse a aquel ser de oscuridad ella sola… Sólo pudo abrazarla, incapaz de decir nada. La abrazó con todo el cariño, la fuerza y la ternura que podía haberlo echo, la acunó en su regazo mientras notaba como la niña empezaba a llorar en silencio y sonrió internamente al verse reflejado en ella cada vez que hacía aquello.
-Nunca vuelvas a sugerir algo así, princesa. Conocerás el amor. Terminarás Hogwarts. Obtendrás tu título de aparición. Y harás tantas cosas porque tendrás toda una vida por delante para hacerlas… -notó como Lucía empezaba a calmarse dentro de su agarre-. Y yo estaré contigo, princesa… Porque sé que lo conseguirás, sé que puedes hacerlo… -pensó en soltarla y hablar con ella para tranquilizarla, pero notó como el agarre de ella alrededor de su camisa se hacía más fuerte y lo pensó mejor-. Está bien… podemos quedarnos un rato más así si quieres… -ella se relajó-. ¿En silencio? –un leve asentimiento de los rizos rubios y una sonrisa por su parte -. En silencio entonces…
----------------------------
El libro de Quiddich que estaba leyendo fue literalmente sacado de sus manos y apartado a un lado siendo substituido por el ceño fruncido de su amigo. James lo miró intrigado mientras se incorporaba del sofá donde llevaba casi toda la tarde, después de haber ignorado a su hermana y el sermón de esta sobre ir a hacer los deberes a la biblioteca y después de ver que Lucía no aparecía.
-¿Qué? –preguntó finalmente al ver que Jack no hablaba.
-¿Le regalaste un rayo de luna a Lucía? –preguntó el moreno visiblemente molesto. Asintió-. ¿Por qué?
-¿Por qué le regalé un rayo de luna? –Jack asintió fervorosamente. James se encogió de hombros -. Es mi amiga. ¿me devuelves el libro, por favor?
-No. Eso es lo que no entiendo… Ahora ¿qué se supone que voy a hacer yo?- James lo miró intrigado mientras veía la desesperación en los ojos de su amigo no pudo evitar sonreír-. Y encima te ríes de mí… ten amigos para esto… -volvió a quejarse Jack.
-¿Has tomado alguna poción rara o algo así? –se burló James divertido ante la actitud del moreno-. Porque francamente, si no me cuentas qué diablos ocurre, voy a empezar a pensar que estás loco…
-A ver, te lo voy a explicar despacio para que lo entiendas – James le dedicó una mirada desdeñosa que Jack ignoró totalmente-. Si Lucía es sólo tu amiga y le regalas un rayo de luna, que por cierto ya me dirás cómo lo has conseguido porque es una de las cosas más difíciles de encontrar, ¿sabes en qué aprieto me has puesto? –el rubio le miró de nuevo-. ¿Qué diablos le voy a regalar a Amy que por cierto, no es sólo mi amiga, sino también mi novia?
-No es mi problema que no sepas qué regalarme a tu novia –le contestó James ligeramente divertido-, ahora ¿me devuelves mi libro?
-¡No! –dijo Jack con fingida ofensa -. Al menos no hasta que me digas qué regalarle a mi novia… ¡Es tu hermana!
-Sí, gracias por recordármelo… -se burló el rubio revolviéndose el pelo-, empezaba a olvidarlo, no sé qué haría sin ti…
-Estoy hablando en serio –dijo Jack sentándose con cierta pesadez al lado de James.
-Si no te contesto, no vas a dejar que lea mi libro tranquilo ¿me equivoco? –Jack negó con la cabeza mientras se dibujaba aquella sonrisa traviesa en los labios. James resopló, había visto sonreír de aquel modo demasiado Selytherin para su gusto a tío Blaise y a tío Draco y sabía que cuando Jack lo hacía era porque se le había metido algo en la cabeza y no pararía hasta conseguirlo-. Hadas –dijo sencillamente.
-¿Hadas? –Jack se quedó tan desconcertado que no fue capaz de hacer nada cuando una mano ágil de James se estiró en su dirección arrebatándole el libro que el moreno le había secuestrado-. ¿Qué quieres decir con "hadas"?
-Hadas. Son esos seres pequeños que suelen …
-¡Ya sé lo que son las hadas! –replicó sonrojado entre la ira y la vergüenza Jack ante un divertido James-, pero no entiendo qué tienen que ver con tu hermana.
-Le gustan –se encogió de hombros de forma indiferente mientras centraba su atención en el libro aferrándolo con fuerza asegurándose de que Jack no fuese a quitárselo de nuevo.
-No pueden gustarles –James lo miró alzando una ceja-. Quiero decir, tu hermana es extremadamente racional para que le gusten los duendes, los elfos, las hadas y todas esas cosas –se explicó con rapidez.
-Bueno, pues le gustan –recalcó James-, por alguna razón encuentra a esos seres encantadores, aún cuando una de ellas estuvo a punto de arrancarme la oreja a mordiscos cuando tenía cinco años.
-Sí, lo recuerdo –sonrió ante el fruncimiento de su amigo-. Pero debes admitir que tú tuviste la culpa de que ellas te atacaran.
-¡No les hice nada!
-Porque no te dio tiempo… planeabas capturar a su princesa…
-¡Tenía cinco años! –reclamó James enojado -. ¡Y si no entiendes la curiosidad que un niño de cinco años puede tener por un hada, entonces no sé que hago hablando contigo! ¡Me voy a dar una vuelta antes de la cena!
Airado, enojado y malhumorado, James abandonó la sala común de Gryffindor cruzándose en la entrada con Adam que venía sonriente y no perdió su sonrisa cuando Jamie no le contestó siquiera a su saludo.
-¿Qué le pasa a este? –preguntó mirando a Jack.
-¿Sabes donde puedo encontrar hadas? –Adam lo miró extrañado -. Da igual, le preguntaré a Hagrid. Hasta luego.
Adam se encogió de hombros. Menudo par de amigos que se había buscado. Sonrió a medio camino entre las escaleras y el retrato; en vista de que estaba solo, ¿por qué no ir a Hufflelpuff? Había una preciosa morena que… Sonriente, salió de la sala común.
---------------------------------
Salía del despacho de Albus cuando escuchó la suave melodía que salía de una de las aulas. Conocía aquella canción, y sólo una persona podía estar utilizando el viejo piano para tocarla; sólo había una persona capaz de tocarla con aquel sentimiento. Inmersa en las notas abrió la puerta para encontrarse en las penumbras la figura aristocrática de su marido, sentado frente al piano, de espaldas a la puerta, la luz de la habitación iluminándolo suavemente y las notas flotando en el aire magistralmente.
Hermione entró en silencio y cerró la puerta con suavidad, no queriendo estorbar la paz de su marido ni queriéndose alejar de allí. Draco sólo tocaba cuando estaba preocupado, lo cual era una verdadera lástima, porque tal y como ella había dicho en varias ocasiones, tocaba realmente bien. Pero ni siquiera diciéndole eso había conseguido que su esposo tocara más a menudo; Draco sólo tocaba cuando estaba preocupado. Sonrió. También cuando Lucía era una bebé y lloraba por las noches… Draco podía pasar las horas enteras tocando canciones para su hija, quien se calmaba en cuando escuchaba las primeras notas. Con el tiempo, el patriarca de los Malfoy había conseguido encantar un piano en miniatura para que nada más tocarlo, las canciones saliesen de él como si las estuviese tocando él mismo… El invento había durado dos días; tan pronto Lucía se había dado cuenta de que su padre no era quien tocaba las teclas del piano, su berrinche había sido digno de recordar; tanto era así que había logrado que Draco volviese a tocar para ella… sólo para ella.
Hermione hizo un gesto para marcharse; sabía que aquel momento le pertenecía únicamente a su marido. La voz de él le llegó clara.
-Quédate por favor… -le pidió-… acércate…
Hermione notó como la voz de Draco había temblado ligeramente, aunque quizá simplemente lo había imaginado. En silencio se acercó hasta él. Draco se desplazó en la banqueta para permitirle que se sentara a su lado. La canción se detuvo y ella lo miró.
-¿Y si no puedo hacer nada para protegerla? ¿Y si no puedo hacer nada para protegerte?
Así que era eso… Hermione sonrió de forma tranquila y besó a su marido en la frente tomándolo por ambas mejillas.
-Juraste amarme y lo has hecho; juraste estar a nuestro lado y lo has estado; juraste amar a tu hija y la has amado, juraste protegernos y lo has hecho hasta ahora… ¿por qué habrías de cambiar? –preguntó sin perder la sonrisa-. Sé que eres mi pilar, que siempre eres el fuerte, quien me consuela y me apoya, quien me sostiene cuando me voy a derrumbar… -Draco le sonrió-… Pero yo también juré estar contigo a tu lado, siempre… y sobre todo, me prometí a mí misma que no te dejaría caer si no caía contigo… -Draco la miró-. Vamos a proteger a nuestra hija Draco y lo vamos a hacer juntos; tú y yo… Somos un buen equipo ¿no? –él esbozó una ligera sonrisa-, bueno, no nos ha ido tan mal hasta ahora ¿cierto?
-Te quiero… -le murmuró él.
-Yo también te quiero –le besó dulcemente en los labios.
Draco tomó el control del beso, besándola con placer, con pasión, con la lujuria propia de un adolescente y que él aún mantenía viva porque amaba a su esposa más que a nada en el mundo. Hermione se separó de él para respirar, por necesidad, no porque quisiera hacerlo y Draco aprovechó para besarle el cuello y enterrar su rostro allí. Hermione sonrió. Draco solía buscar aquella posición cuando se encontraba vulnerable; a veces permanecía segundos, otras veces, horas… quieto, abrazado a ella, con sus manos entrelazadas detrás de su espalda para impedir que se fuera a ir, con su suave respiración acompasada cerca de su oído, con su aliento rozándole el lóbulo de la oreja.
Le abrazo por el cuello y se entretuvo pasando una mano por su cabello rubio. Escuchó como Draco sollozaba y sonrió para sí. Jamás lo había visto llorar; sabía que no se lo permitiría, pero sí le permitía sostenerlo así, en su cuello, mientras lloraba en silencio. Lo arrulló con dulzura acariciándole la nuca.
-Tranquilo Draco… tranquilo amor…
------------------------------------
Bella se retorcía las manos de forma intranquila y no parecía estar dispuesta a ocultar su nerviosismo delante de nadie. Réficul se había encerrado en sus dormitorios y llevaba ya cinco horas dentro y sin ninguna intención ni muestra de desear salir de allí. Se había encerrado allí después de que aquel mortífago hubiese tenido una reunión con él; Réficul había salido del lugar de la reunión bramando, gritando y maldiciendo a todos ser viviente que se hubo encontrado en el camino, dejando detrás de él a un inconsciente hombre casi muerto con el cuerpo prácticamente calcinado, y no había habido rastro de fuego en la habitación.
Algo había ocurrido. Algo malo debía estar pasando para que Réficul se hubiese enfadado tanto. Por unos instantes deseó que el plan de su hijo fallara, deseó que la Luz hubiese sido capaz de desarrollarse lo suficiente para demostrarle que era fuerte y poderosa y que era él quien debía tenerle miedo y respeto. Desechó aquella idea tan pronto fue consciente de que su hijo podía leer la mente de todos aquellos que estuvieran cerca de él y en ese radio de cercanía se incluía a ella en aquellos momentos.
La puerta se abrió repentinamente y la figura de un muchacho de dieciséis años se dejó ver recortada por la luz que ofrecía el fuego verde a sus espaldas. La oscuridad se hacía presente en él y Bella podía verlo y dar fe de ello; el aura negra lo rodeaba y le confería un poder que era poderoso y malvado, peligroso, a partes iguales.
-Atacaremos dentro de tres días Hogsmade –anunció sonriendo con maldad-… Tengo unos asuntos que atender… será el día perfecto para hacerlo…
No era una petición, no era una pregunta, ni siquiera una sugerencia. Era una orden. Una orden clara y directa que la hacía partícipe una vez más de las muertes que aquel ataque podría ocasionar. Bella asintió en silencio. La puerta se cerró. Hacía mucho que no hablaba con él directamente, se limitaba a recibir órdenes, pero nunca hablaba con él, había perdido la esperanza de encontrar en él al hijo que una vez deseó tener, había perdido esperanza de tener la familia que siempre envidió de su hermana.
--------------------------------
Lucía interceptó a su hermano en brazos de Dani cuando salió en busca de su madre para preguntarle algo acerca de unos libros, estaba claro que Amy conocía la biblioteca muy bien, pero si había alguien que conocía la biblioteca de Hogwarts era sin duda alguna, Hermione Granger.
-¿Qué haces tú con mi hermano? –preguntó mirando a la pelirroja y al niño. La mirada de Dani parecía perdida -. ¿Dani? ¿Estás bien? –preguntó con ligera suavidad.
-Pensé que la compañía de Alex me sentaría bien… me encontré a tu madre y bueno me pidió que…
-Deja eso, ¿estás bien? –Alex se agitó en los brazos de su canguro cuando vio el rostro de su hermana mayor que le sonrió con dulzura; y extendió sus bracitos en dirección a ella para asegurarse de que su hermana entendía que quería ser tomado en brazos-. Ven aquí, pequeño… Veamos esa tripita… -Dani le miró-… le duele la tripa, por eso está tan intranquilo, pero creo que puedo hacer algo por él… -sonrió de forma traviesa.
-Quizá si lo llevas con Madame Pomfray ella pueda…
-Tonterías, es mi hermano y sé como ayudarle; no voy a llevarlo para que le den una poción, si ese fuera el caso, mi padre la podría preparar, ¿no te parece?
-¿Y qué piensas hacer? –Lucía la miró como si fuera algo obvio-. No puedes utilizar tus poderes así como así…
Lucía sabía que era cierto. Desde hacía un par de días se había sentido más débil y cansada, sobretodo cada vez que utilizaba sus poderes cuando salía del entrenamiento con el profesor Jones o cada vez que intentaba encontrar el aura de alguien para saber dónde estaba esa persona.
-No pasará nada… no es arriesgado… -le sonrió al niño que tenía entre los brazos y que parecía bastante feliz de estar con ella-…Alex, mírame, ¿de acuerdo?
Una esfera blanca y rosada salió de la mano de Lucía y Alex la contempló casi extasiado; un leve movimiento de muñeca y la esfera se convirtió en luz blanca que hizo parpadear un par de veces a Dani pero que Lucía ni siquiera notó. Deslizó su mano hacia la barriga de Alex y allí retuvo la energía extraída de la esfera, sintiendo como el dolor de su hermano se rebajaba paulatinamente. Sonrió.
-Ya estás mejor ¿verdad? –Alex emitió un dulce gorgoteo y ella sonrió-. Bien, ahora te toca a ti, ¿qué te ocurre? –Dani suspiró. Había esperado que Lucía se hubiese olvidado de ella, pero era más que evidente que Lucía Malfoy nunca se olvidaba de sus amigos. La miró-. Si no me lo dices, lo leeré… -la amenazó medio bromeando. Dani sonrió.
-Clark –dijo simplemente.
Un leve mareo hizo que Lucía trastabillase unos segundos. Dani la sujetó por el brazo para estabilizarla. Sus ojos buscaron con preocupación los de Lucía.
-Estoy bien… -mintió la rubia sonriendo-… ¿te quedas con Alex?
El pequeño pareció entender a su hermana y sorpresivamente pareció comprender que Lucía no se encontraba bien porque no hizo ningún aspamiento cuando Dani lo tomó en brazos y su hermana lo besó en la frente.
-Luego me lo cuentas o iré a buscarte a Ravenclaw –le dijo mirándola fijamente.
---------------------------------
-No podemos salir de noche… -murmuró Amy visiblemente nerviosa.
-No pasa nada, tu hermano me ha dejado la capa y el mapa –le contestó él de la misma forma susurrante-… Además, si nos pillan nos castigarán juntos –añadió medio en broma. Amy lo miró horrorizada-. Era broma, Amy, lo juro… no nos van a pillar, ¿de acuerdo?
-¿Y dónde diablos me llevas? –preguntó la chica morena siguiendo los pasos de Jack mientras se miraba continuamente para asegurarse de que la capa de invisibilidad de su hermano la cubriese completamente.
-Si te lo dijera no sería sorpresa, ¿no te parece?
Amy resopló de nuevo pero se calló; sabía que la obstinación de Jack podía ser mucha cuando se lo proponía, no por nada era hijo de quien era. Ni siquiera sabía como había conseguido encontrar la entrada común de Ravenclaw, ni como había conseguido entrar sin saber la contraseña, ni como había conseguido llegar hasta las habitaciones de las chicas donde ella dormía para despertarla y decirle que le siguiera que tenía su regalo de cumpleaños preparado. Cuando ella había protestado diciendo que eran las dos de la madrugada y que ya se lo daría al día siguiente, Jack se había mostrado firme y había dicho que tenía que dárselo esa misma noche o si no, no tendría el mismo resultado; así que Amy, a regañadientes por saber que estaba incumpliendo varias normas de Hogwarts, pero curiosa por saber qué era eso que no podía esperar al día siguiente, le había hecho caso. Y ahora se encontraban los dos ocultos bajo la capa de James, con el mapa de James, vagando por los pasillos y los pasadizos que Jack se encargaba de encontrar y que ella seguía.
Una corriente de aire fresco se coló por sus ropas cuando entraron en aquel estrecho pasadizo oculto a los ojos de los demás por aquel enorme tapiz rojizo y blanco. Amy se detuvo y tiró del jersey de Jack para que hiciera lo mismo. El chico se giró hacia ella con una mirada interrogante.
-¿Vamos fuera? ¿Me estás llevando fuera del castillo? –Jack sonrió -. Por favor… dime que no me estás llevando fuera del castillo, nos vamos a meter en un lío… -Jack no contestó; se limitó a darle un beso en la frente y a mirarla de forma divertida y traviesa antes de girarse y seguir caminando. Amy resopló -. Odio cuando haces eso… -murmuró contrariada. Jack sólo sonrió.
-Si te sirve de algo, no vamos fuera… -giró a la derecha y las paredes de piedra empezaron a convertirse en paredes de rocas-… ten cuidado, el suelo a partir de aquí está resbaladizo… -estiró su mano hacia atrás y notó que Amy la tomaba con seguridad.
-¿Cómo que no vamos fuera? ¿Entonces por qué noto una ola de aire fresco? –frunció el ceño y Jack rió suavemente-. Y no te rías… -Jack quitó la capa que los cubría a ambos y la recogió bajo el brazo. Encendió su varita con un simple lumos que alumbró a ambos chicos lo suficiente para ver dónde pisaban.
-Supongo que recordarás nuestro primer año; ten cuidado, estos escalones están demasiado resbaladizos, habría que hablar con Dumbledore para que arregle esto.
-Claro que me acuerdo de nuestro primer año… -sujetó con una mano la mano de Jack mientras que la otra la ponía por la pared y la iba deslizando para no perder el camino.
-Entonces recordarás… cuidado, este escalón está medio roto… -se aseguró de que Amy pasaba sin problemas antes de continuar hablando-… recordarás que no vinimos por el lago…
- Claro que lo recuerdo… nuestros padres nos trajeron por un traslador –dijo Amy-. No entiendo a qué viene…
-El segundo escalón es falso –advirtió él. Amy saltó con elegancia-. El caso es que siempre quise saber donde iban las barquitas… -se burló suavemente.
-Jack… no me digas que…
-Está bien, no te lo diré… -se detuvo frente a una puerta de madera y sonriendo la abrió, mirando a Amy y dándole paso delante de él-… Pasa…
Obedeció. Sus ojos tuvieron que acostumbrarse a la oscuridad; una cueva. Era una cueva con un hermoso lago negro. El agua transparente se mecía suavemente como un espejo sobre la fina arena que sus pies pisaban en aquellos momentos. El aire era húmedo y templado, cargado de vapor que quedaba atrapado en las paredes de la caverna.
-El lago… -murmuró Amy-… esto es…
Jack sonrió y abrazó a Amy por la espalda, recargando su barbilla en el hombro de la chica dejó que su nariz jugara contra la piel de ella y le susurró al oído:
-¿Te gusta? Espera… eso no es todo… -alzó la voz un poco-…Llabrilarl
Como si fuera una orden, pequeños puntos de luz empezaron a hacer su aparición en distintos lugares de la caverna; en las paredes, escondidas en los recovecos, en las columnas de estalactitas y estalagmitas, rozando la superficie del lago, volando sobre el espacio abierto… Diminutos puntos de luz blanca flotaban por todas partes.
-Eso es… ¿esas son…
Jack sonrió. Era increíble ver a Amy Potter sin palabras para describir o para decir algo.
-Sí, lo son… -le murmuró él-… supuse que te gustaría verlas… -la chica le sonrió por toda respuesta-. Espera, hay más… -ella lo miró escéptica. ¿Más? La había llevado a una caverna, había hecho que las hadas brillasen para ella y ¿aún decía que había más? Lo miró de nuevo -. ¿No me crees?
Extendió una mano y uno de los puntos de luz se acercó hasta ellos de forma vacilante pero segura. Jack sonrió cuando la pequeña hada se posó en su mano, y él, extendió la criatura mágica hacia Amy.
-Puedes sostenerla unos segundos –le indicó-, no le gustan estar fuera del bosque oscuro… -explicó-… le pedí a Hagrid un favor…
Amy le sonrió. Un hada. Era un hada lo que tenía en su mano, haciéndole cosquillas en sus dedos; eran hadas las que volaban a su alrededor jugueteando con sus cabellos y el borde de sus capas. Se giró hacia Jack.
-Gracias… -le dijo sonriente-… eso es… ¿cómo has sabido que…
-Alguien me ayudó… -le contestó encogiéndose de hombros-… ¿te ha gustado tu regalo?
-¿Bromeas? Es el mejor regalo que me han hecho nunca… -lo besó con suavidad y eterna dulzura-… Podría enamorarme de ti cien veces… ¿lo sabías?
Jack no contestó; sólo sonrió. Lo sabía. Claro que lo sabía… porque a él le pasaba lo mismo.
--------------------------------
Jones miraba a la niña con cierto respeto y temor. Había aprendido a amar en ella lo que una vez amó en Hermione; su tenacidad, su valor, su inteligencia, y aquella manía por respetar a todos y a todo. Sabía que la carga que Lucía llevaba en sus hombros era demasiado pesada para ella sola, del mismo modo en que lo había sido para Harry cuando él tuvo que lidiar su propia batalla; y del mismo modo en que Harry no había estado solo, sabía que ella tampoco estaba sola, pero conocía aquella mirada los suficiente para saber que ella iba a cumplir con su destino sola, como debía ser, como Harry había deseado hacerlo en un principio. Lucía terminó de beber aquella poción revitalizante y mordió casi de inmediato la tableta de chocolate que le había dado.
-¿Estás mejor? –ella asintió-. ¿Desde cuándo te ocurre esto?
-Desde hace un par de meses… -admitió ella avergonzada más por haberse visto descubierta que por admitir que necesitaba ayuda.
-¿Un par de meses? ¿Y no me lo habías contado hasta ahora? –preguntó incrédulo. Se preguntó en silencio si Harry sabría algo de eso.
-Tío Harry no sabe nada –se apresuró a decir ella. Jones la miró-. Lo siento… a veces me es imposible no leer la mente de los demás –Jones volvió a mirarla-. ¿Qué? Iba a decírtelo en el próximo entrenamiento… a veces puedo leer la mente de los demás si me concentro.
-Lo cual equivale a decir que gastas buena parte de tu energía, ¿cierto? –ella se sonrojó avergonzada-. Deberías de habérmelo dicho Lucía. Hemos estado entrenando muy duro y no me has dicho nada en todo este tiempo –parecía enfadado con ella y Lucía entendía que no era para menos.
-Lo siento, pero no sabía si podía confiar en ti –añadió con sarcasmo a su disculpa. En cuanto vio la mirada de advertencia y desolación del profesor Jones, se arrepintió de haber dicho aquello-. Perdona… -se apresuró a añadir.
Contrariamente a lo que pensaba que podría ocurrir, Jones le sonrió y le hizo un ademán con la mano para quitarle importancia.
-Es justo, no me he enfadado porque me hayas dicho una verdad así –le sonrió-. Pero aún no puedo contarte nada Lucía… debes entender que…
-Lo entiendo… -se apresuró a decir ella.
Jones le sonrió.
-Tengo una ligera idea de porqué te cansas tanto cuando utilizas tus poderes, pero antes debo hablar con Dumbledore, ¿de acuerdo? Mañana te diré algo…
Lucía asintió a medias.
-Profesor… -él la miró-… ¿conocía a mi madre? –Jones se sobresaltó ligeramente y Lucía sonrió de nuevo-… es por el modo en que me mira, por la forma en que a veces me sonríe… es como si yo le recordara a alguien y bueno, todo el mundo dice que mi aspecto es igual que el de papá pero que mi carácter es muy parecido al de mi madre con mi edad…
Jones sonrió pero no contestó. Lucía comprendió.
-Hasta luego profesor…
-Hasta luego Lucía.
-------------------------------
-Deberías habérmelo dicho. No deberías haber ido… No deberías haberlo hecho….
El crepitar del fuego era lo único que interrumpía el silencio en casa de los Malfoy. Narcisa permanecía arrodillada a un lado de Lucius, que en aquellos momentos permanecía con los ojos cerrados intentando poner en orden sus pensamientos. Narcisa terminó de examinar la mano derecha de Lucius y con el corazón en un puño, apretó ligeramente la carne quemada. Lucius notó como el agua salada caía sobre su piel refrescando su calor y sonrió casi sin darse cuenta.
-Estaré bien Narcisa… -le dijo él aún con los ojos cerrados-… sólo es la mano derecha… me recuperaré…
-¿Sólo es la mano derecha? –Narcisa le subió la manga de la camisa negra y dejó al descubierto un brazo igualmente rojizo y con la piel desprendida en algunas partes, quemado y de un suave color violeta y negruzco en algunas zonas-… Esto no es sólo la mano derecha, Lucius… Es…
Lucius le sonrió y estiró su mano izquierda para acariciar el rostro de su esposa. Narcisa sintió como la mano sana del hombre al que amaba acariciaba su piel y cerró los ojos con suavidad para sentir ese contacto más cercano; besó la palma de él cuando la mano pasó cerca de sus labios. Era un simple gesto lleno de ternura. Lucius había perdido su mano derecha pero había conseguido salir con vida de aquella reunión, y aún sin saber si saldría vivo de la próxima, estaba feliz de que hubiese alargado su vida unos días más.
-Escríbele a Dumbledore –pidió Lucius-. Debe saber que él conoce la identidad de la Luz… -Narcisa asintió en silencio-. Y avisa a Draco, quiero hablar con él.
-------------------------------
Aquella mañana Lucía se despertó con una extraña sensación; era como el presentimiento de que algo iba a ocurrir y aunque no sabía qué era, sí sabía que no iba a ser nada bueno. Era una sensación que estaba en el aire; el día estaba gris y mirara donde mirara, podía notar sombras crecientes en cada rincón, acechándola. Incluso las ventanas de su cuarto estaban en aquellos momentos frías y alguien había corrido las cortinas para darle a la habitación un aspecto más oscuro de lo normal.
-¡Lucía, baja! ¡Hogsmade!
Sonrió desde la cama. Jack y James habían intentado varias veces subir al cuarto de las chicas intentándolo todo; desde utilizar la escoba para volar hasta los cuartos femeninos a probar a ponerse zapatos de tacón; pero inevitablemente cuando subían los cinco primeros escalones, las escaleras se convertían en bonitos toboganes que hacían que ellos terminasen con el trasero dolorido; era en esos momentos cuando James se acordaba de su abuelo y de los amigos de su abuelo, ya que según su padre, ellos eran los culpables de que McGonagall hubiese decidido hacer algo semejante, aunque el rubio no tenía ni idea del motivo por el que lo había hecho y cada vez que preguntaba a su padre, Harry no podía evitar reír ante el recuerdo sin llegar a decirle nada a su hijo.
Una mata de cabello rojizo saltó delante de su cama haciendo que Lucía abriese los ojos. Ni siquiera le preguntó cómo había entrado allí; estaba demasiado acostumbrada a verla por la sala común para empezar a preocuparse por la forma en que había entrado, aunque estaba segura de que Adam tenía mucho que ver. Dani la miraba con los ojos brillantes y Lucía supo que quería pedirle algo.
-Necesito tu camisa negra –dijo la chica.
-Baúl –se limitó a contestar Lucía-. ¿Has quedado con Clark o vas a venir con nosotros?
-Con Clark, vamos a hablar –dijo Dani con seguridad-. ¿Negra o blanca? –preguntó sosteniendo dos camisas.
Lucía la miró unos segundos.
-Negra –le dijo finalmente.
-Negra –confirmó Dani dejando la camisa blanca dentro del baúl de nuevo-. Por cierto, yo que tú bajaría ya; James mencionó algo sobre comprar una escoba nueva y Jack está impaciente por ir a buscar a Amy…
-Sí, sí… ya voy…
-¡LUCÍA!
Dani rió con suavidad mientras que la aludida abrió los ojos. Dani la miró con cara de "ya te dije que estaban impacientes" y ella sólo sonrió mientras hacía un gesto con su mano. Silencio. Dani la miró. Las carcajadas en la Sala Común fueron escuchadas donde estaban ellas.
Jen entró en la habitación de Lucía riendo y se dejó caer sobre la cama de Lucía sin perder la sonrisa.
-¿Cómo has hecho eso? –preguntó. Dani le miró arqueando una ceja. Lucía la miró de forma inocente-. Jack y James están empapados de agua; han tenido que volver a subir para secarse.
-¿Por qué no han utilizado un hechizo para secarse? –preguntó Dani que empezaba a reír al darse cuenta de qué había sido el gesto de mano de Lucía.
-Seguramente porque las dejaron en su habitación –contestó ella por Jen. Ambas la miraron-. ¿Qué? Seguro que así me dejan tranquila dos minutos…
-Será mejor que bajes antes de que intenten subir de nuevo… podrían terminar en la enfermería con su nueva idea de cómo entrar aquí –apremió Jen. Lucía la miró-. Cuerdas en las ventanas –se limitó a responder la pelirroja divertida.
Lucía suspiró exasperada preguntándose si aquel par nunca se iban a rendir; Danielle rió abiertamente y Jen sonrió con aquel extraño brillo en los ojos como si estuviera planeando algo.
-----------------------------------
-Hay que decírselo… -dijo Jones-… Lucía empezará a tener falta de energía y necesita que sus protectores se la cedan.
-Para hacer eso habría que explicar cómo lo sabes –empezó a decir un divertido Dumbledore mientras acariciaba a Fawkes-… y si no recuerdo mal, eres tú quien no desea decírselo…
Jones resopló molesto mientras notaba como sus orejas se coloreaban por arriba. Dumbledore no pudo o no quiso evitar reír suavemente ante el comportamiento infantil de quien una vez había sido su alumno. Jones lo miró de forma amenazante y con un gesto de su mano, recobró su apariencia normal, haciendo que Dumbledore lo mirara de forma reprobatoria.
-¿Qué? Prefiero mi pelo pelirrojo –dijo divertido al ver la expresión del hombre-. Y ahora mismo todos los chicos estarán en Hogsmade, así que no me preocupa que nadie entre corriendo por esa puerta –señaló el lugar.
-¿Cuándo se lo vas a decir? –preguntó el director ignorando deliberadamente los arranques de ira de Weasley.
-Mañana… -murmuró Ron-… debo hacerlo pronto, la energía de Lucía puede agotarse en cualquier momento y no creo que ella vaya a tomar la magia de nadie… -sonrió de forma sarcástica-… antes tengo que hablar con ella.
-¿Se lo confiarás? –preguntó el anciano mirándolo.
Ron se contuvo el preguntarle cómo era que siempre lo sabía todo; en lugar de eso, asintió levemente.
-Debo hacerlo… si quiero que confíe en mí debo hacerlo ¿no le parece?
-Que estás en lo cierto… -murmuró el hombre-… necesitamos que esa pequeña confíe en ti…
Ron sonrió a medias.
-Si es tan desconfiada como Malfoy y Hermione juntos, dudo que lo haga pronto –bromeó. Dumbledore le devolvió la sonrisa.
-Lo es, pero también es igual de inteligente que ellos –recalcó el hombre risueño.
-Lo sé, he estado observándola durante varios años, ¿recuerda?
-¿Cuándo dejarás de hacerlo? –Ron lo miró extrañado-. Tratarme de usted cuando ahora somos iguales o incluso tú eres superior a mis poderes y a mi conocimiento… -sonrió ante el sonrojo de Ron.
-Supongo que aún no me acostumbro –se defendió el hombre que tenía delante de él.
Dumbledore asintió comprensivo. Quizá él tampoco se habría acostumbrado nunca.
Una lechuza negra como la noche entró en el despacho de Dumbledore y se detuvo ante el anciano. Ron y él se miraron antes de que el viejo director tomara la carta que la lechuza de los Malfoy le tendía. Sus ojos leyeron la misiva varias veces ante la expectación de Ron.
-Lo saben –fue lo único que dijo-. Saben quién es Lucía Malfoy.
-Hogsmade –dijo Ron con rapidez-. Envíe a los de la orden allí, Lucía corre peligro.
---------------------------------
Llevaba todo el día inquieta. Jack y Amy se habían separado unos minutos mientras que la chica había decidido que quería pasar por la librería para ver si su pedido semanal de tres libros estaba listo, el moreno y James habían planeado ir a visitar la tienda de Sortilegios Weasley, lugar donde podían abastecerse de bromas de todo tipo a buen precio, no por nada, casi siempre los gemelos les regalaban sus productos nuevos para que los utilizaran y luego les dieran su opinión. Adam había desaparecido nada más pisar Hogsmade en dirección a Las Tres Escobas, donde había alegado que le esperaba una Ravenclaw que no se pasaba el día entero perdida entre letras, claro que aunque se comentario le había costado una mirada de advertencia por parte de Amy, Adam lo había solucionado con una de sus encantadoras sonrisas. Lucía por su parte había decidido acompañar a los dos chicos, más para asegurarse de que no compraran nada demasiado irreversible que para otra cosa; además, hacía tiempo que no veía a los gemelos Weasley y siempre le hacía bien visitarlos; conseguían hacerla reír.
Pero ni siquiera aquel día las bromas de los pelirrojos la habían hecho sonreír. James también lo había intentado, pero después de preguntarle doce veces en diez minutos si estaba segura de que estaba bien, el chico había desistido en su intento, sabiendo que ella nunca diría nada que no quisiera decir y estaba claro que no quería hablar en aquellos momentos.
Y entonces ocurrió. Notó como un aura poderosa y oscura se acercaba hacia el pequeño pueblo mágico. Tuvo que sujetar su mano en la pared para no caer ante la fuerza con la que aquella aura avanzaba. Ni siquiera fue consciente del todo de lo que ocurrió a su alrededor en los siguientes minutos. Varias personas envueltas en capas negras y ocultas tras máscaras blancas que mezclaban el frío y el dolor e invitaban al miedo aparecieron entre las calles y los callejones blandiendo sus varitas y lanzando rayos y maldiciones a toda persona que veían capaz de defenderse o de huir de allí.
Una mano se posó sobre su hombro y cuando se giró sobresaltada, los ojos de James la miraron para asegurarse de que estaba bien; ligeramente asintió en la muda pregunta de su amigo antes de que éste la atrapara de la mano y la obligase de nuevo a entrar en la tienda de los pelirrojos donde un muy alterado Jack iba y venía de un lado a otro.
-¿Estás loca? ¿Qué hacías ahí fuera? –gritó James- ¡Deberías haber entrado en cuanto escuchaste el primer grito!
Los dueños de la tienda se estaban encargando de llevar a los clientes a la parte trasera de la misma, lugar donde aseguraban que estarían a salvo, a pesar de las miradas de incertidumbre que ellos mantenían hacía los dos bromistas. Lucía los miró. No había rastro de la sonrisa que siempre permanecía en ellos, en cambio, una mirada fría y determinada ocupaba su lugar destacado en el rostro de los gemelos.
-Dumbledore enviará ayuda –dijo firmemente George atrapando a Jack en uno de sus paseos-. Para ya.
-¡Amy está allí fuera! –gritó Jack señalando la librería.
El pelirrojo miró a través de los cristales. Lucía se estremeció. Un pinchazo en la nuca le hizo saber que alguien estaba intentando hablar con ella mentalmente. Jack estaba demasiado alterado; acababa de ver como Amy se escondía entre las estanterías esperando que todo pasara, él quería ir con ella, pero ni George ni Fred se lo permitían. El pinchazo se hizo más intenso cuando un rayo rojo atravesó la calle cruzando por delante de sus cristaleras. Los pelirrojos se cubrieron de inmediato obligando a los chicos a hacer lo mismo y cubriéndolos con sus cuerpos en el momento en que los vidrios estallaban sobre ellos. El cuerpo de James a su lado la hizo volver a la realidad ignorando los pinchazos que estaba recibiendo.
La puerta se abrió. Clark y Adam sujetaban entre los dos a una Danielle bastante magullada y con el pelo revuelto. Fred se giró hacia sus sobrinos y los abrazó fuertemente a ambos.
-¿Dónde estabais? –preguntó. Miró a Dani y el corte que la chica tenía en la mejilla derecha, además de que parecía que no podía sostenerse de pie por sí sola. Miró a Adam de forma interrogativa-. ¿Qué ha ocurrido?
-Quiso hacerse la valiente para proteger a un niño pequeño –miró con reproche a su prima-. Le alcanzó un hechizo aturdidor y ahora no puede mover las piernas.-George miró a su hermano gemelo-. ¿Estará bien?
Fred le sonrió a su sobrino.
-Claro que estará bien; llevadla atrás y quedaos con ella –pidió el pelirrojo mirándolos a ambos -. No quiero oír nada más, si vuestras madres se enteran de que os ha pasado algo estando nosotros aquí nos matarían… -suspiró aliviado al ver como obedecían en silencio. Se giró hacia su gemelo-… menos mal que Jen aún no tiene permiso para venir… -añadió. George sonrió comprensivo; él tampoco quería imaginar que su pequeña Susan estuviese allí.
Lucía clavó sus uñas en el brazo de James y el chico volvió su rostro preocupado hacia ella.
-Está aquí… -murmuró la chica antes de que él dijera nada-… está aquí y quiere hablar conmigo… -James la miró sin entender-… sólo haz que nadie me moleste… -pidió ella, James enarcó una ceja-… estaré bien, sólo necesito concentrarme, no dejes que nadie interfiera James… -le pidió.
----------------------------------
Miró a su marido y asintió levemente antes de apretar su mano con suavidad. Llevaban un buen rato discutiendo con Dumbledore sobre si debían o no debían ir a Hogsmade; Blaise, Pansy y Harry también estaban allí y ninguno de los presentes parecía dispuesto a abandonar la habitación sin una respuesta afirmativa por parte del viejo director.
Draco aún agitaba en su mano derecha la misiva que su padre le había enviado; corta, concisa, como siempre, sólo unas pocas palabras, las suficientes para que él supiera que su hija estaba en auténtico peligro: "Saben que es Lucía. Debemos hablar"
-Si os marcháis todos los alumnos sospecharán… -intentó en vano convencerle el director.
-Voy a buscar a mi hija –dijo Draco demasiado calmado. Hermione y Blaise intercambiaron una mirada; ambos habían notado que el tono en que Draco hablaba era utilizado únicamente cuando estaba tratando de controlar su rabia y su miedo-. Me da igual lo que le diga a los demás alumnos; mi hija está allí y no voy a esperar a que me la traigan en pedacitos.
Dumbledore se giró hacia Hermione pero esta negó antes de que el hombre le dijera nada.
-Le respeto mucho Albus, pero no me pida que me interponga entre un padre y una hija y mucho menos si ambos forman parte de mi familia. Vámonos –miró a su marido antes de salir de la habitación.
Albus suspiró cuando los presentes abandonaron el despacho. No debería haber dicho nada…
---------------------------
Calor. Notó calor a su alrededor y se obligó a sí misma a abrir los ojos. No sabía donde estaba hasta que notó su propio calor emanando a su alrededor, rodeándola y acunándola en silencio; un espacio tridimensional que no parecía tener fin, un espacio vacío, blanco con ocasionales puntos de luz rosados que flotaban por su libre albedrío. Se sentía confortada allí dentro; estaba dentro de ella, estaba en su propio interior. Cuando Jones le había hablado acerca de cómo podía llegar a su interior ella lo había mirado esceptica y casi burlonamente, pero ahora entendía qué había querido decir Jones. Frío. Empezó a hacer frío y se abrazó a sí misma en busca de un calor. Una risa fría retumbó en sus oídos y un par de truenos se escucharon en la lejanía.
-Tenía ganas de conocerte.
Se giró sobresaltada. Buscó su varita en un acto reflejo pero no la halló. Evidentemente si estaba dentro de sí misma no podía atacarse a sí misma, así que no necesitaba su arma; se maldijo por ser tan idiota. Una figura altiva e imponente se alzaba delante de ella. Negro. El color que predominaba en él, el color que predominaba en su aura. La misma aura que había notado aquella mañana.
-¿Quién eres? –preguntó la chica ligeramente contrariada.
-Oh, sí, cierto… -el chico que tenía delante de él hizo una ligera inclinación-, no nos han presentado adecuadamente; soy Réficul.
Lucía lo miró estrechando los ojos.
-Así que eres tú… ¿qué quieres?
-Nada en especial… -habló con cierto desdén-… sólo quería conocerte en persona… -sonrió-. Sé que aún faltan dos años para nuestro encuentro –añadió al ver la cara de Lucía-, pero quería ver quién eras y cómo eras –se encogió de hombros-, nada más.
-¿Has atacado a toda esa gente para hablar conmigo? –preguntó Lucía sin llegar a creer que aquello fuera posible. Réficul se encogió de hombros-. Eres… eres…
La risa malvada de él suave y oscura llegó hasta sus oídos.
-Soy el Mal, querida… ¿qué esperabas? ¿Una invitación a tomar el té? Quería proponerte algo. –Lucía le miró-. Ambos sabemos que te estás quedando sin energías y ambos sabemos que no llegarás viva a nuestro encuentro –Lucía lo miró preguntándose cómo era que él sabía aquello-. Únete a mí, dame el poder que tienes y tu alma será libre…
Lucía lo miró.
-¿Me estás diciendo que si te entrego todo mi poder y muero en el proceso, todo estará bien? –preguntó con una media sonrisa.
-No es eso lo que te he propuesto… sólo que te unas a mí…
-¿Unirme a ti? ¿me estás hablando de matrimonio?
-Eres una chica lista –añadió Réficul mirándola fijamente-. Pero demasiado niña aún… no necesitas casarte para unirte a mí.
¿Niña? Si había algo que Lucía no soportara era que la llamasen niña y mucho menos de la forma tan despreciativa en que Réficul lo había hecho. Sus mejillas se encendieron no sabía si por la vergüenza de su insinuación o si por el coraje.
-Tú no eres mucho mayor que yo –protestó ella.
-Tienes razón, sólo tengo un par de años más o tres quizá –se encogió de hombros-, y sin embargo, a diferencia de ti, yo ya he matado.
Frío. Empezaba a hacer demasiado frío allí dentro; intentó buscar su propio calor pero no lo encontró. Algo estaba interfiriendo en su propia aura, algo estaba impidiendo que accediera a su propio calor, a su propia fuente de poder. Como si de repente hubiera sabido qué ocurría, miró a Réficul quien seguía altivo, a cinco metros de ella, mirándolo con una socarrona sonrisa en los labios. Lucía podía notar como el aura de aquel muchacho aumentaba y con ella, su poder y el frío del lugar se hacían presentes cada vez más.
-Deberías pensarlo… -murmuró Réficul-… A no ser que quieras que alguien más muera… -los ojos de Lucía se abrieron-… Esta vez puede ser cualquiera de tus amigos, tus padres, tus tíos… cualquier persona que conozcas… en cualquier momento…
No podía pensar. Frío. Demasiado frío. Sentía como su propio poder se congelaba dentro de ella y notó como su corazón empezó a latir de forma más lenta y más suave. Casi sin querer, notó los ojos de Réficul sobre ella y los labios de aquel muchacho se movían en silencio pronunciando algo, un hechizo quizá; no sabía qué le estaba haciendo, no sabía qué estaba pasando… sólo sabía que si no salía de allí, posiblemente moriría… Sus ojos conectaron con los de Réficul. Odio. Rabia. Crueldad. Maldad. Oscuridad. Una mezcla de los peores sentimientos que el ser humano podía llegar a tener era todo lo que los ojos vacíos e inertes de aquel muchacho dejaban relucir al exterior.
Una voz. Alguien la llamaba. Calor. La sensación de alguien que la abrazaba por los hombros. Sus manos se dirigieron al medallón que llevaba y lo abrió; el rayo de luna la iluminó en la habitación blanca; calor, confort, tranquilidad y paz. Cerró los ojos. La risa de Réficul aún resonó en sus oídos cuando lo hizo.
---------------------------------
Em… bueno… se acabó el capítulo… ¿qué tal?
Antes de que se me olvide, los personajes, excepto los míos propios, son de Rowling… por si alguno no lo sabía :p
Os ha gustado? No os podréis quejar diciendo que es corto no? En fin, espero vuestros comentarios…
Un besito, nos leemos!
