Hola a todo el mundo!

He utilizado el nuevo sistema de "reply" para contestar los reviews, de todos modos si a alguno no os ha llegado me lo decís, de acuerdo?

Nada, agradeceros que leais esta historia y que me deis vuestras opiniones.

Espero que este capítulo sea de vuestro agrado.

Un besito y a disfrutar de la lectura.

Alguien recuerda por donde iba? Ah, sí… ya recuerdo…

CAPITULO 19

(13 años; después del ataque mortífago; enfermería de Hogwarts)

Parpadeó un par de veces antes de abrir los ojos definitivamente. La sensación de frío había desaparecido de su cuerpo y una agradable sensación de calor inundaba el lugar donde estaba. Notó el suave peso de unas sábanas sobre su cuerpo; alguien había desatado su trenza y los suaves rizos rubios caían sobre la almohada blanca y sobre sus propios hombros; apenas había amanecido, los primeros rayos se introducían por las altas ventanas de la estancia. Algo se movió a su lado y de forma inconsciente elevó su escudo para protegerse de lo que fuera que podía atacarle en aquellos momentos. Hizo un gesto con su mano; o al menos lo intentó. Hasta aquel momento no había sido consciente de la mano que rodeaba la suya. Giró la cabeza hacia la silla que había a su lado y sonrió; su padre estaba allí sentado, la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás, su túnica arrugada, su mano apretando ligeramente la suya propia… Lucía sonrió. Verlo así le recordaba a cuando era pequeña y no podía dormir y él se pasaba toda la noche a su lado, a veces metido en su propia cama, otras veces mirándola desde el sofá del cuarto, y otras simplemente sentado en el borde de la cama, estudiando su rostro, pendiente de cualquier gesto, de cualquier movimiento que le hiciera pensar que ella no se encontraba bien y así tener cualquier excusa delante de Hermione para llevarla a la cama matrimonial con ellos, donde ella feliz se dormía protegida por sus padres. Suspiró entrecortadamente… hacía años que no recordaba ver a su padre dormir a su lado…

Se movió ligeramente, agitando el brazo levemente para que Draco se diese cuenta de que estaba despierta. No bien hubo hecho el primer movimiento cuando los ojos grises de su padre se clavaron en los de ella, recorriendo su rostro y su cuerpo para asegurarse de que estaba bien en un mudo reconocimiento de preocupación. La mano de Draco soltó la suya y le acarició la mejilla a su hija mientras sonreía a medias.

-Hola… -le susurró-… nos has tenido preocupados… ¿cómo estás?

-Bien… -contestó ella del mismo modo-… ¿dónde…

-En la enfermería –dijo él rodando los ojos. Lucía tuvo que contenerse para no reír; era de dominio común que Draco nunca se había fiado de aquella mujer, así que imaginaba la cara que había puesto su padre cuando Madame Pomfray le había dicho que ella debería quedarse en la enfermería hasta que se recuperase-. Llevas cuatro días inconsciente… -Lucía abrió los ojos-… ¿te duele algo?

Ella negó con la cabeza.

-¿Qué ocurrió?

La mirada de Draco se tornó seria.

-Eso nos gustaría saber a nosotros… Entraste en trance… Cuando llegamos a Hogsmade a repeler el ataque mortífago estabas inconsciente y Potter te estaba abrazando mientras te llamaba…

-James… ¿dónde está? –preguntó. Draco sonrió. El chico había estado preguntando por Lucía cada minuto de cada hora durante los últimos cuatro días; la iba a visitar a la enfermería a cada rato libre, preguntaba a Hermione por ella e incluso se había atrevido a preguntarle a él cómo estaba Lucía. Debía admitir que el chico era tenaz y persistente, dotes que sin duda había heredado de su padre y de una Slytherin como Pansy.

-Está bien… -miró su reloj-… debe estar a punto de venir –Lucía lo miró-, viene siempre antes del desayuno –le dijo como si aquello lo explicase todo.

-¿Mamá? –preguntó Lucía -.¡Amy! Amy estaba en la librería, iban a entrar y yo no pude….

Draco colocó su mano en los labios de la chica y le sonrió con dulzura.

-Están todos bien; Dani es la que está más magullada, pero está bien, todo están bien; tu madre ha estado aquí hasta hace un rato, ahora ha ido con Alex, nos hemos estado turnando… -Lucía le sonrió-… ninguno de los dos queríamos dejarte sola, princesa…

La puerta de la enfermería se abrió dando paso a un revoltoso rubio de ojos verdes que se dirigía hacia ella mientras terminaba de ponerse la corbata. Lucía miró a su padre y enarcó una ceja.

-Te lo dije… antes del desayuno… -le guiñó un ojo mientras se levantaba de la silla y se interponía entre Lucía y el chico-. Buenos días James.

-Buenos días, profesor –contestó él -. Yo venía a ver a…

-Sí, por supuesto, no pensé que viniera a verme a mí – le contestó con cierta burla Draco. James se sonrojó-. Está despierta… -añadió. Los ojos de James se abrieron y su cabeza se ladeó lo justo para que su profesor no le dijera nada y que él pudiera comprobar que los ojos grises de Lucía volvían a estar abiertos-. Avisaré a Madame Pomfray y al resto de profesores… -se giró hacia su hija-… Todos han estado muy preocupados por ti, pequeña… -la besó en la frente-. Más te vale que no le ocurra nada malo de nuevo, Potter –amenazó con una sonrisa a James. Ambos chicos sonrieron.

-Jamás dejaría que le ocurriese nada malo, señor Malfoy –dijo él con la solemnidad que sabía le gustaba a Draco.

Draco parecía complacido cuando salió de la enfermería.

-Tu padre a veces me da miedo… -le dijo bromeando Jamie. Pero Lucía rió levemente, consciente de que algo de verdad había en esa broma.

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Ignoró deliberadamente las miradas que se posaron en él nada más entrar en el despacho de Albus Dumbledore; prácticamente todos los profesores de Hogwarts estaban allí, y gran parte de los miembros de la Orden también se encontraban allí hablando entre ellos nerviosos; sonrió para sí mismo; empezaba a comprender la neurosis de Potter cuando eran adolescentes y creía que únicamente lo querían del lado del bien para hacer lo que ellos quisieran; no lo iban a conseguir con su hija.

Hermione cruzó sus ojos con los de él mientras apretaba el abrazo alrededor del pequeño cuerpecito de Alex; incluso el bebé parecía estar triste desde que no veía a su hermana reír con los ojos abiertos y a pesar de que lo habían llevado a la enfermería a ver a Lucía, el niño no había mejorado su tristeza; no había duda de que aquellos dos estaban muy unidos.

Draco se dirigió directamente hacia su esposa y se arrodilló a su lado mientras la besaba con dulzura en los labios. Hermione comprendió enseguida aquel acto y sonrió dentro del beso; Draco le correspondió la sonrisa separándose de ella y limpiando una lágrima solitaria que se había deslizado la volvió a besar en la frente.

-Se ha despertado… -murmuró Hermione. No era una pregunta. Draco asintió.

Escuchó el alivio general de los presentes y sus ojos se clavaron directamente sobre los de Dumbledore.

-Nadie va a hablar con ella hasta que Harry no lo haya hecho –dijo calmadamente Hermione mirando a su marido. Draco asintió ante las palabras de su esposa sin apartar la mirada del director.

-Y nadie va a salir de este despacho sin que yo sepa quién ha filtrado el nombre de mi hija entre las filas enemigas.-Hubieron miradas de sorpresa y de rencor hacia el viejo Slytherin, pero nadie dijo nada que fuera más alto que un leve murmullo. Dumbledore asintió levemente; conocía a aquel hombre lo suficiente para saber que no permitiría que nadie abandonase el despacho sin saber qué había ocurrido a pesar de que él mismo pondría la mano en el fuego por todos y cada uno de los miembros que allí se encontraban-. Deberías ir a ver a Lucía… -le sonrió a su esposa-… preguntó por ti…Así Alex también puede verla…-Hermione le besó una vez más antes de tomar bien a Alex en brazos, besó la mejilla de Harry y salió de la sala bajo la atenta mirada de su marido. Draco se giró hacia los presentes en cuanto Hermione hubo desaparecido; sus ojos calmados volvían a brillar de forma peligrosa. Sacó varias ampollas de entre su túnica y las dejó sobre la mesa del director mientras miraba a los presentes-. ¿Quién va a ser el primero?

No pudo evitar sonreír cuando Blaise dio el primer paso acercándose a él con aquella sonrisa confiada; sabía que él sería el primero en acudir a su llamada, como siempre lo había hecho, como sabía que siempre lo haría; después de todo, eran como hermanos. Tampoco fue una sorpresa observar como Potter se ponía detrás de Blaise con una media sonrisa; los rencores hacía tiempo que habían desaparecido y Harry confiaba en él, del mismo modo en que él le confiaría la vida de Lucía. Sonrió. Iban a ser unas horas bastante largas.

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-Te escuché –dijo simplemente Lucía. James la miró-. Escuché como me llamabas… Jamie… ¿le hiciste algo al medallón? –preguntó de nuevo.

El chico rubio enrojeció ligeramente como cada vez que alguien le atrapaba en medio de una mentira y se revolvió el cabello casi sin darse cuenta; Lucía sonrió ante el gesto, era algo que James siempre iba a tener y a ella le resultaba dulce. Asintió levemente.

-Mezclé un poco de mi magia con el rayo de luna… -admitió. Lucía abrió los ojos.

-¿Estás loco? ¿Sabes lo que has hecho?

-Sí, lo sé… sólo… -suspiró-… en caso de necesitar ayuda quería que no estuvieras sola, además, sólo fue un poco de mi magia, nada importante, no llegué al estado en que tu padre lo hizo con tu madre…

-¿Sabes lo de papá y mamá?

-¿Bromeas? Tu madre se lo contó a mi padre al día siguiente… -le sonrió-… me pareció una buena idea… No llega a la idea de poner mi vida en tus manos pero… Te prometí que nunca te iba a dejar sola, Lucía –le sonrió casi sin darse cuenta-… y pienso cumplirlo pase lo que pase…

No pudo seguir hablando. Lucía se había incorporado y lo había abrazado con fuerza, seguramente porque sabía que si no hubiese sido por aquello, ella no había vuelto de aquel lugar. Había sido el calor de la magia de Jamie lo que la había hecho despertar y seguramente, lo que le había hecho permanecer con vida.

James no dijo nada; no sabía qué decir y tenía miedo de decir algo que pudiese romper aquel momento; había estado temeroso durante los últimos cuatro días, temeroso de que ella no despertara, temeroso de haber perdido a su mejor amiga y a su confidente al mismo tiempo, temeroso de no volver a ver aquellos ojos grises, a no volver a escuchar la risa de ella… Había tenido miedo y a pesar de que no lo había reconocido y que nunca lo haría frente a nadie que no fuera ella misma, necesitaba a Lucía a su lado porque siempre había estado a su lado. Respondió al abrazo con fuerza, notando el aliento de ella sobre su cuello, sintiendo el calor que emanaba del cuerpo de la chica.

-¡Lucía!

La chica se separó al escuchar la voz de su madre. James sonrió cuando vio a Hermione sentarse en la cama y abrazar a su pequeña aún con Alex en brazos. Había observado a su tía durante los últimos cuatro días y sabía que aquel momento de reencuentro le pertenecía sólo a ellas dos; con suavidad se levantó de la cama y carraspeó ligeramente. Hermione lo miró divertida.

-Yo… iré a desayunar y a decirle a los chicos que estás bien… -le sonrió. Lucía asintió levemente. James se inclinó hacia ella y la besó en la frente; Hermione arqueó una ceja pero no dijo nada-. Hasta luego, peque.

-No me llames peque… -replicó ella en un susurro.

James sonrió de nuevo contra su frente. Lucía estaba de regreso.

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No habían sacado nada en claro y a pesar de que alguno había mostrado sorpresa e indignación por tener que someterse al veritaserum y por el hecho de que el antiguo alumno de Slytherin no les creyese sin beber la poción; otros, en cambio, se habían sometido a la poción sin más muestras que la de seguridad y comprensión, alegando que si Lucía fuera hijo de cualquiera de ellos, hubiesen hecho lo mismo. Pero de todos modos, no había saco nada en claro; ninguno de los presentes en la reunión habían infiltrado el nombre de Lucía Malfoy y sin embargo, conocían el nombre de su hija.

Suspiró cansado cuando Blaise se sentó a su lado en la vieja aula de pociones, en las mazmorras, ahora en desuso.

-¿Estás bien? –preguntó dándole un golpe en el hombro a modo de saludo.

-Perfectamente, mi hija está en la enfermería porque un loco psicópata ha decidido que es la hora de que la muerte vuelva a reinar, no pudo saber quién ha filtrado el nombre de mi hija en las filas enemigas, y no puedo proteger a mi familia del peligro que esta nueva guerra supondrá… ni siquiera sé si puedo protegerles hasta finales de año…

Blaise sonrió ante el sarcasmo de Draco.

-Al menos sigues siendo el mismo arrogante Malfoy de cuando tenías quince años –le sonrió y Draco esbozó una sonrisa-, todo estará bien.

-Ni uno solo de ellos Blaise, ni uno solo de ellos ha mentido –continuó Draco hablando al moreno-, alguien debió dar el nombre de Lucía y no sé quién diablos fue –suspiró cansado-. ¿Estaban todos los de la orden? –preguntó.

Blaise asintió de forma calmada.

-Todos y cada uno de ellos, excepto las bajas que tuvimos en Hogsmade que fueron enviados a San Mungo –Draco abrió la boca-, ya lo hice por ti, ninguno de ellos sabe nada…

Draco se levantó de su asiento y empezó a dar vueltas por el pasillo de un lado a otro. Blaise lo miró interrogante; conocía aquella forma de Draco de pensar, cada vez que lo hacía era porque tenía algo en la cabeza y no sabía como expresarlo o no se atrevía a hacerlo.

-¿Qué ocurre? –le preguntó finalmente.

-Las bajas –contestó Draco-. Lucía… Lucía murmuró un nombre en el baile de San Valentín… -Blaise abrió los ojos-. Jhonson…

-¿Quieres decir que… -Draco asintió en silencio-… voy a avisar a Dumbledore.

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-¿Y bien? –Hermione miró a su hija. Lucía le sonrió-. ¿Me vas a contar cómo saliste de allí? ¿Dónde estuviste? Creímos que…

-Tranquila mamá, estoy bien… -le aseguró ella con una media sonrisa-… estoy bien… siento haberos preocupado… parece que es algo que se me da bien, ¿eh?

-No tanto como a mí –se giraron hacia la puerta. Harry entraba sonriendo mientras miraba alrededor-, pasé más tiempo entre estas paredes de lo que puedas imaginar –le guiñó un ojo-, deberías haber visto a tu madre y a Ron… prácticamente vivían aquí conmigo… -le sonrió y la besó en la frente-, ¿cómo estás?

-Bien, ¿por qué todo el mundo me pregunta lo mismo? –Harry dejó escapar una risita suave entre los dientes mientras veía como Hermione abría los ojos mirando a su hija.

-Porque te has pasado los últimos cuatro días en cama inconsciente, por eso –le retó Hermione.

Lucía se giró hacia Harry.

-¿Siempre era así? –le preguntó en un gesto de complicidad. Hermione abrió los ojos dispuesta a protestar cuando la respuesta del hombre llegó clara.

-Siempre, y no esperes que cambie con el tiempo… Yo hace mucho que desistí de ello… -añadió a modo de confidencia.

Lucía sonrió y miró hacia la puerta. Espera ver entrar en cualquier momento al anciano director con aquel brillo particular en los ojos, aquel brillo que indicaba que estaba tramando algo; no quería que nadie se confundiese, adoraba a aquel mago, uno de los más poderosos que el mundo mágico había conocido nunca, pero también sabía que podía ser un auténtico manipulador para conseguir salirse con la suya y con sus propósitos; y ella era una Malfoy, no iba a permitir que nadie la manejase a su antojo. Harry captó enseguida el brillo y la mirada de Lucía.

-Tranquila pequeña –le dijo sonriendo-, él no va a venir, en realidad, soy yo quien debe preguntarte qué ocurrió.

-¿Tú?

-Fue idea mía –se apresuró a decir Hermione-. Pensé que quizá con él te sintieras más preparada para hablar y bueno…

La niña sonrió y Harry también. Ambos comprendían perfectamente el rechazo de Hermione a hablar sobre su reciente indiferencia hacia Dumbledore, después de todo, ella siempre lo había respetado y siempre había formado parte de su riguroso sistema de reglas y normas autoimpuesto. Sabían que ella no iba a permitir que Dumbledore se acercara a su hija más de lo necesario, pero también sabían que jamás lo admitiría.

-Está bien mamá –intervino Lucía-. Pero me gustaría hablar con tío Harry a solas… Alex, para… -regañó con dulzura a su hermano pequeño que hasta aquel momento había estado tironeando de las sábanas de su hermana-. Estoy bien, Alex… tranquilo… Nadie va a separarme de tu lado… -el pequeño pareció entenderla porque sonrió y se dejó coger en brazos por su madre-. Está inquieto –le informó a ella-, dile a papá que le prepare una poción relajante y dormirá tranquilo… -ambos adultos la miraron-, ¿qué? Aún soy capaz de estar en contacto con él…

-¿Estás bien? ¿Segura? –Lucía asintió ante las preguntas de su madre y Hermione preció relajarse. Se giró hacia Harry-. Estaré con Draco… si ocurre algo… en fin… yo…

-Hermione, estará bien, no dejaré que vuelva a dormirse durante cuatro días… -añadió bromeando.

-Te quiero… -la besó en la frente.

-Yo también te quiero mamá.-Los ojos de Lucía siguieron a su madre hasta la puerta de la enfermería y antes de que hubiese salido, la chica giró su mano en un gesto despreocupado que no pasó desapercibido para Harry que la miró con una ceja enarcada a modo de interrogante. Lucía se encogió de hombros.-. Sólo es un hechizo protector… si le pasa algo, seré la primera en saberlo; papá también lo tiene y James… A los demás se lo haré en cuanto los vea…

-¿Qué ocurrió Lucía? –preguntó Harry sentándose en la cama de la chica-… ¿Qué diablos ocurrió?

La chica se estremeció sólo de recordar las sensaciones vividas, el temblor en el cuerpo, el miedo en el corazón.

-Quería hablar conmigo… el ataque sólo fue una distracción… sólo quería hablar conmigo… ¿cómo alguien puede matar a tantas personas por querer hablarme? –le miró.

-No lo sé, preciosa… supongo que porque hay gente que piensa que la maldad está por encima de todo.

-Eso no era una persona –dijo ella con rabia-. Caí en la trampa. Me concentré en la voz que oía en mi cabeza para poder responderle, me llevó a mi propio interior –Harry la miró con sorpresa-, me concentré tanto que llegué al espacio vacío de mi cuerpo, ese lugar reservado a la reflexión…

-¿Qué pasó después?

-Él estaba allí… me estaba esperando ¿cómo pudo entrar en aquel lugar? Se supone que es mi lugar, el único sitio al que puedo evadirme sin peligro de muerte… -soltó de forma sarcástica-… al principio no ocurrió nada… él… me habló…

-¿Qué te dijo?

-Me dijo que renunciara a mi poder… que le diera mi poder… -Harry la miró-… me dijo que si me unía a él ninguno de los míos moriría…

-Voldemort utilizó ese mismo truco conmigo una vez… -dijo Harry casi sin darse cuenta.

-Lo rechacé –dijo rápidamente Lucía-. Entonces ocurrió algo… Su aura… su energía empezó a fluir dentro de mí, a su alrededor… Todo se volvió frío, y era incapaz de buscar mi propio calor; sólo notaba su presencia oscura cerniéndose sobre mí cada vez más y más… noté como mi corazón dejaba de latir, despacio, lento… y tuve mucho miedo…

-Lucía…

-No sé… no sé como salí de allí… -admitió realmente-… sólo… sólo… escuché la voz de alguien… una manos que me abrazaron… mi medallón… -lo tocó casi sin rozarlo-… mi medallón lo abrí y la luz de él iluminó la estancia… -Harry la miró-… calor, paz, tranquilidad… Luego cerré los ojos… estaba cansada… y cuando desperté… estaba aquí y yo no…

Harry la abrazó al ver como ella intentaba no llorar ni temblar ante el recuerdo.

-Sólo era una invocación, lo sabes ¿verdad? Él no era real… -la intentó tranquilizar.

-Eso es lo que me preocupa, tío Harry… Si él no era real y consiguió que casi muriese… ¿qué ocurrirá cuando tenga que enfrentarme al de verdad? No podré… no podré hacerlo…

Harry la entendía mucho mejor de lo que ella creía. Él había estado cara a cara con Voldemort en infinitud de ocasiones, quizá demasiadas veces para su gusto, pero cada vez que lo había tenido al lado, había notado aquel frío que emanaba del cuerpo del enemigo. No era sólo el ardor alrededor de su cicatriz, ni las pesadillas o los sueños que podía llegar a tener; era algo más. Cuando estaba cerca de él, el frío se apoderaba de su propio cuerpo, tenía la sensación de que un par de ojos gélidos lo acechaban; el aura fría de Voldemort flotaba en el aire rodeándolo en un vano intento de arrebatarle el calor que la vida le daba a su cuerpo.

-Podrás hacerlo –le aseguró Harry-. Podrás hacerlo porque eres una Malfoy y una Granger, podrás hacerlo porque no estás sola, y podrás hacerlo porque eres la bruja más poderosa que he conocido nunca… Nunca pierdas la esperanza, pequeña… -le pidió-… es lo más importante que tendrás nunca, no la pierdas jamás. ¿Quién te dio ese medallón?

Lucía sonrió.

-James –Harry pareció sorprendido-. Creo que mezcló su magia con el rayo de luna que guardó dentro para mí… -explicó-… creo que fue su magia cálida la que me envolvió y evitó que me congelara…

Harry asintió sonriendo recordando cuando su hijo le había pedido ayuda para hacer aquel hechizo pero en ningún momento le había dicho para qué era.

-Sí, seguramente hizo algo así, es muy propio de Jamie… -corroboró-. Bueno, creo que debes descansar. Avisaré a Popy por si necesitas algo y más tarde tendremos una reunión con el profesor Jones, ¿está bien?

Ella asintió.

-¿Podría hablar con el profesor Jones en privado, por favor? –pidió. Harry estuvo tentado a decirle que no, después de ver la mirada de advertencia de Draco en la última reunión sabía que Malfoy no aceptaría que su hija estuviera sola con Jones en la misma habitación; pero la mirada de Lucía era determinada, como lo era siempre la de Hermione cuando se proponía algo. Asintió.

-Pero no le digas nada a tu padre… creo que quiere matarme… -dijo rodando los ojos. Lucía asintió en silencio mientras sonreía con inocencia-. Iré a buscarlo.

-Mejor dile que iré a sus habitaciones en cuanto me dejen salir de aquí… -Harry asintió divertido ante la actitud de Lucía; a él tampoco le gustaba quedarse en la enfermería.

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-¿Por qué sabía él que me estoy quedando sin energía interna?

La pregunta de Lucía lo pilló por sorpresa. Sabía que iba a ir a verlo, pero no imaginó que sería tan pronto ni mucho menos que fuera tan directa; generalmente Hermione era más sutil… Sonrió internamente mientras pensaba que seguramente aquello era algo que había heredado del encanto Malfoy. Después de todo, Draco Malfoy jamás había destacado por su sutileza.

-¿Quieres pasar y sentarte? –preguntó Jones sonriendo haciéndose a un lado para que Lucía pudiera entrar en la habitación. Lucía se sentó en una de las sillas del despacho del profesor y lo miró desafiante. Jones suspiró internamente-. ¿Quieres bebes algo?

-No, gracias. Quiero saber por qué lo sabe. Y de paso quiero saber por qué sabe quién soy yo… ¿no me dijeron que él no sabía quien era? ¿Qué mis amigos y mis padres estarían bien? ¿Cómo diablos van a estar bien si él sabe quien soy y puede atacarlos en cualquier momento?

Los cristales de la ventana cimbrearon y Jones se volvió hacia la chica que tenía una mirada peligrosamente brillante en los ojos grises.

-Cálmate, ¿vale? No puedo hablar contigo si estás en esa situación… necesito que te tranquilices…

-Estoy todo lo tranquila que puedo estar en estos momentos, profesor –le dijo ella dejando escapar el are de forma silbeante entre los dientes-. Madame Pomfrey acaba de darme una poción tranquilizadora y otra más que me dio mi padre antes de venir hacia aquí, así que créame que no me va a encontrar tan tranquila como en estos momentos…

Los cristales volvieron a zumbar y Jones alzó una ceja.

-Entonces explícame porqué no tienes tus poderes bajo control –le indicó los cristales que seguían estremeciéndose.

-Lo siento, pero estar cercana a la muerte después de que alguien amenazara a todos los que quiero no hace que me sienta muy feliz –dijo con reciente sarcasmo-, además, quiero saber y quiero saberlo ya. No puedo protegerme si me mantenéis información oculta –terminó mirando al profesor.

Jones suspiró y se sentó al otro lado de la mesa, apoyando sus codos sobre la superficie y juntando las yemas de sus dedos mientras miraba a Lucía. Tenía derecho a estar enfadada. Podía notar como el aura de ella flotaba a su alrededor, un aura rosada, cálida y tranquila que en aquellos momentos parecía hervir a cada gesto que él hacía, como si estuviera tentada a atacarlo en cualquier segundo para evitar algo que él pudiera hacer o decir. La mirada de Lucía estaba fija en él, quería respuesta, era obvio, y era también bastante obvio que no se iba a marchar de allí sin ninguna respuesta y él sabía lo que aquello significaba. Debería contarle la verdad, debería decirle quién era y qué hacía allí… Y debería hacerlo pronto antes de que la confianza de Lucía terminase de extinguirse como parecía que estaba ocurriendo.

-Ven esta noche –pidió el hombre mirándola con una débil sonrisa-… te prometo que esta noche lo sabrás todo… pero necesito tiempo para aclararme las ideas Lucía… por favor… -añadió al ver que ella iba a protestar.

Lucía lo observó unos segundos mientras decidía si debía hacerle caso o no. Se había propuesto saber qué estaba ocultando el profesor Jones y porqué él siempre parecía saber todas las respuestas en el momento adecuado. Asintió sin estar muy convencida todavía.

-Esta noche –aseguró ella mientras se levantaba-. No voy a esperar más profesor Jones; he esperado durante dos años y medio y no voy a esperar a que nadie más muera para saber qué está ocurriendo ¿entiende?

El hombre asintió.

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Se sacudió las cenizas de la capa negra; siempre se preguntaría como Pansy era capaz de utilizar la red flú sin terminar pareciendo una enorme mancha de ceniza andante; él apenas se manchaba, era cierto, pero aún así su capa siempre quedaba algo polvorienta. Alex, en su regazo parecía feliz de viajar de aquel modo y Darco supuso que era porque era el único modo de terminar manchado y que nadie le riñera o dijese nada. Rodó los ojos cuando el bebé miró a su alrededor.

-Lo sé, tu hermana puso esa misma cara cuando vio a la Mansión Malfoy la primera vez… -le sonrió y lo besó en la frente-… vamos a buscar a los abuelos y podrem…

-¡Draco!

La esbelta figura de Narcisa Malfoy atravesó la pequeña sala donde habían aterrizado los dos. Draco sonrió a su madre e inclinó la cabeza a modo de respeto antes de que ella se echara encima de él y lo abrazase de forma efusiva mientras lo besaba en la mejilla. Draco no pudo sino sorprenderse ante aquella efusividad que Narcisa mostraba.

-¿Qué ocurre madre? –preguntó él algo confundido-. Recibí la nota de papá y… -los ojos de Narcisa buscaron los suyos y Draco le sonrió -. Lucía está bien; despertó esta mañana…

-Tienes que ver a tu padre… -dijo la mujer aliviada porque su nieta estuviese bien. Tomó a Alex de los brazos de Draco y lo besó en la mejilla-, yo me llevaré a este diablito para que no os moleste. Tu padre está en la biblioteca –le dijo. Draco asintió-. No le culpes… ya lo hace él solo bastante bien…

Draco frunció el ceño. ¿culparlo? ¿culparlo de qué? No tuvo tiempo de preguntarle a su madre ya que estaba abandonando la estancia con un sonriente Alex en brazos; Draco negó con la cabeza aún confundido, seguramente su madre malcriaría a Alex tal y como lo había hecho con Lucía cuando ella también era una bebé. Suspiró y se dirigió hacia la biblioteca en busca de su padre.

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Se había terminado refugiando en la sala de sus padres, oculta de los ojos de todos aquellos que murmuraban a su paso. Había sido su madre quien se lo había sugerido después de que ella la hubiese visto en la biblioteca intentando escapara de miradas curiosas y comentarios estúpidos que hablaban de ella; así que Hermione se había mostrado comprensiva con su hija y le había ofrecido ir a su sala para que pudiera estar con Amy y Dani que ya habían ido varias veces a preguntarle cómo estaba y cuándo podrían hablar con Lucía.

Las voces de Amy y Jack se hicieron presentes desde el otro lado de la puerta. Lucía suspiró mientras se sentaba en el sofá donde antes había estado tumbada; después de todo, no era propio de una señorita como ella estar en aquellas condiciones, sonrió para sí misma, sus amigos la habían visto vestida únicamente con una camiseta de mangas cortas tres tallas más grandes de la que usaba… ahora no iba a empezar a preocuparse por el modo de sentarse o tumbarse frente a sus amigos.

-Te digo que no hice nada –se escuchó la voz de Jack casi suplicante -. Adam, díselo tú, estabas conmigo.

-Corrección, yo estaba con Reika mientras que tú estabas con Ann, por lo tanto no puedo asegurar qué estabas diciendo o haciendo.

Un suspiro de Amy. Lucía entornó los ojos.

-Gracias por ayudarme, Adam –dijo con sarcasmo Jack.

-Un placer –contestó el pelirrojo ignorando deliberadamente el sarcasmo y la ironía en la voz de Zabinni.

-Callaos ya, empieza a dolerme la cabeza… -apuntó la voz de James-. Estoy seguro de que Jack no te engañaría con Ann a no ser que quiera morir joven así que perdónale y tú, eres mi amigo del alma, pero si vuelves a hacer que mi hermana se enfade y se pase dos horas llorando porque cree que la engañas con otra, no volverás a ver la luz del día siguiente, ahora ¿alguien recuerda la contraseña?

-Lucía me la dijo –la voz de Dani atrajo la atención, supuso Lucía, de los presentes-, sólo que estaba con Clark y no me enteré muy bien…

Lucía sonrió y tuvo que morderse la mano para reprimir una carcajada; casi podía ver la frustración en el rostro de Jack, el enfado en la cara de Amy, la inocencia en el rostro de Dani, y la desesperación en la cara de Jamie por no poder entrar mientras que Adam y Jen negaban con la cabeza y se limitaban a sonreír mientras los miraban a ambos. Hizo un gesto con su mano y la puerta del retrato se abrió.

-Vamos, entrad, tengo que daros algo –dijo desde el interior de la sala.

-No vuelvas a hacer eso… -pidió Adam con una media sonrisa-… casi nos matas del susto.

-¿Te refieres a lo de abrir la puerta o a o de quedarme cuatro días en coma? –preguntó con fingida inocencia Lucía mientras se levantaba y caminaba hacia la mesa donde había una caja de madera.

-Muy graciosa; sólo no lo hagas –le pidió de nuevo el mayor mientras se sentaba en el sofá.

-De acuerdo, prometido. ¿Cómo estás Dani?

-Bien, tu padre me dio una poción en cuanto llegamos al castillo y pude recuperar el uso de mis extremidades –sonrió-, al menos salió algo bueno. –Lucía se giró un segundo dejando lo que estaba haciendo para mirarla pero no halló respuesta.

-Clark se alegró tanto de que estuviera bien que le pidió perdón –le aclaró Jen con una sonrisa.

-Oh, eso explica porqué tienes el aura tan revolucionada y porque no me escuchaste cuando te dije la contraseña –comentó Lucía con un tono casual que no pasó desapercibido para nadie-. Y vosotros dos deberíais confiar más el uno en el otro –miró a Amy y a Jack de forma intercalada-, os queréis demasiado para estar haciéndoos daño el uno al otro cuando podéis evitarlo. Y tú –añadió mirando a Adam-, deberías de dejar de jugar con las chicas que se cruzan en tu camino ¿sabes? A veces puedes encontrar lo más evidente a tu lado y no darte cuenta de ello… -le reprendió de forma burlona.

-Aquí los únicos que nos salvamos somos James y yo –dijo una orgullosa Jen.

Lucía rodó los ojos y los presentes rieron.

-Tú no te salvarías ni con un millón de estos –dijo agitando algo en su mano-, creo que desde que has entrado en Hogwarts, Dumbledore ha hecho poner vigilancia extra –lejos de lo que podía pensar, Jen sonrió orgullosa de sí misma-. Y tú… como vuelvas a pensar siquiera en utilizar tu magia para lo que ya sabes qué –amenazó a James-, te juro que no te quedarán ganas de volver a intentarlo, ¿entendido?-James asintió con una sonrisa bailando en sus labios. Lucía suspiró; amenazar a Jamie jamás había funcionado, no sabía qué le había llevado a creer que esta vez funcionaría-. De acuerdo, tengo que hablar con vosotros y quiero que no me interrumpáis por favor –pidió Lucía.

-¿Qué ocurre? –Jamie se sentó en el suelo frente al sofá, entre las piernas de su hermana que se había acomodado junto a Jack y Adam en el sofá, seguida de Dani. Jen optó por colocarse junto James.

-Tenemos que hablar de lo que pasó el otro día en Hogsmade –respiró profundamente y cerró los ojos por un momento-. Fue mi culpa –admitió-. Todo fue una estúpida trampa en la que caí, todas esas muertes, poneros a vosotros en peligro… todo fue mi culpa… él… él sólo quería hablar conmigo y todos los que estuvieron allí fueron, por desgracia, simples anzuelos…

-No digas tonterías –dijo Jamie rápidamente-; tú no tuviste la culpa de nada.

-sí la tuve James –contradijo Lucía-, a pesar de lo que todos me digan, de lo que todos piensen… es mi culpa y seguirá siendo mi culpa hasta que logre controlar plenamente mis poderes y él muera –nadie dijo nada. Lucía suspiró mientras abría su mano y dejaba a la vista varios brazaletes-. Tomad uno cada uno –dijo dándoselos a Adam para que los repartiera-, nuestros padres ya tienen uno, así como los profesores, y vuestra familia –añadió mirando a Adam y Jen-, incluso Ronnie tiene el suyo modificado a su medida.

-¿Qué son? –preguntó Jack mientras se colocaba el suyo.

-Brazaletes de protección. Sabré cuando estáis en peligro… -dijo en un medio susurro.

-¿Quieres decir que estos brazaletes nos protegerán? –preguntó Jen.

-No –contradijo Amy-. Quiere decir que ella nos protegerá a través de estos brazaletes ¿verdad? –Lucía asintió en silencio-. Y que va a gastar gran parte de su energía mágica para protegernos en todo momento y saber si estamos bien o no ¿me equivoco?

-Amy, ponte el brazalete y ya está… -pidió con voz cansada Lucía.

Lo sabía. Sabía que Amy sería la primera en darse cuenta de lo que aquellos brazaletes significaban, no después de nada ella era una de las chicas más listas de Hogwarts; sabía que Amy se negaría en redondo a ponérselo y que los demás la imitarían para su desatino. Ella necesitaba que lo llevaran, necesitaba saber que ellos estarían bien, que iban a estar bien. Necesitaba saberlo.

-No voy a protegerme a costa de tu magia, Lucía –insistió Amy.

-Amy, por favor… -le pidió la chica rubia de nuevo con suavidad-… necesito saber que estáis bien… sólo quiero saber que estáis bien…

-¿Sabes lo que supondrá que gastes tanta energía? No sólo somos nosotros, están nuestros padres, todos nuestros padres y no es por nada, pero los Weasley no son una familia pequeña.

-¡Eh! –protestaron los tres aludidos con una media sonrisa.

-Amy, por favor… lo que menos necesito ahora es que me contradigas… sólo… sólo ponte el brazalete… No se activará a no ser que estéis en peligro, no consumirás mi magia a no ser que estés en verdadero peligro, pero por favor… Necesito saber que estáis bien…

Amy comprendió a Lucía. Entendía sus razones y seguramente de haber estado en su situación ella habría hecho lo mismo. Suspiró mientras se colocaba su propio brazalete ante la mirada de su amiga y se sintió bien cuando Lucía le sonrió agradecida.

-Ahora, no quiero que os los quitéis para nada, ni para jugar a quiddich, ni para bañaros, ni para nada ¿de acuerdo? Debe estar siempre en contacto con vuestra piel o será una pérdida de tiempo.-todos asintieron.

Bueno, no era un gran avance, pero al menos ahora se sentía mejor mientras los brazaletes de sus amigos estaban firmes en sus muñecas; al menos ahora podría protegerlos; se concentró en su poder y en las ansías de protegerlos, unas palabras murmuradas y notó como por una milésima de segundo, los brazaletes brillaron de forma imperceptible, casi descuidada. Sus ojos se toparon con los de Amy, deseando que ella no hubiese notado que el hechizo estaba en funcionamiento. Iba a protegerlos, iba a asegurarse de que todos estaban bien, quisieran o no a partir de aquel momento su magia los protegía y no podrían quitarse los brazaletes ni siquiera cortándolos. Por alguna razón se sintió segura y no había ni pizca de arrepentimiento en lo que había hecho. Después de todo, su padre siempre decía que todo Malfoy tiende a alterar la verdad, pero nunca miente; y ella no había mentido, sólo había olvidado decir ciertas partes…

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Bella miró al hombre arrodillado delante de Réficul. Había visto aquella señal de sumisión y respeto en muchas ocasiones, ella misma había estado en aquella posición infinidad de veces y sabía que el miedo y el odio por sentirse esclavizado era algo que jamás desaparecería de todos aquellos que alguna vez habían tenido que estar a las órdenes de Voldemort. Era curioso. Voldemort… para ella era sólo Tom. Siempre había sido Tom y después el Señor Oscuro; se había saltado la etapa en que él había cambiado su nombre, ella se había saltado aquella etapa fingiendo y llamándolo directamente Señor Oscuro, sonrió internamente, seguramente ella era una de las primeras personas, por no asegurar que era la primera, que lo había llamado de aquel modo. Tom… sonrió amargamente, como cada vez que lo hacía cuando recordaba a aquel hombre.

-No me hablaste de ningún escudo protector a su alrededor… -las palabras de Réficul la hicieron salir de sus pensamientos. El hombre arrodillado tembló consciente de que le había fallado, ella conocía aquella sensación muy bien-, no pude ir más allá con mi magia porque un escudo protector la envolvía y tú no me dijiste nada… -siseó.

-Yo no lo sabía, mi Señor –intentó defenderse el hombre-; le di su nombre, pero yo no sé nada más acerca de esa criatura.

-¡Esa criatura tiene más magia y poder del que había imaginado! ¡¿Sabes el tiempo que me costó entrar en su mente!

Bella miró a Réficul. Quizá era la primera vez que lo veía gritar de frustración. En su interior se alegró de saber que era su sobrina quien lo había logrado; pero desechó ese pensamiento tan pronto como comprendió que era una Malfoy, una Malfoy como lo era Lucius, el hombre que se atrevió a llevarse a su hermana lejos de ella.

-La próxima vez mi Señor…

-¡No habrá próxima vez para ti McMillan! –gritó Réficul alzándose en toda su estatura y convocando a su aura. El poder oscuro recorrió su cuerpo y notó como el frío lo rodeaba. Así era, frío. Así había sido toda su vida y así iba a seguir siendo siempre. Frío. Siempre frío. Siempre solo. No le importaba; estaba demasiado acostumbrado a ello como para que le importase.

Bella lo miró. Había notado como últimamente el poder de Réficul se había intensificado y había aumentado pero no le había dado importancia, después de todo, se suponía que él era el ser oscuro más poderoso de todos los tiempos, era normal que su poder fuera aumentando a menudo que él crecía y se dirigía hacia su destino. Pero jamás había previsto que su poder pudiera ser tan oscuro y maléfico como parecía que lo estaba siendo en aquellos momentos. El borde de la capa y la túnica oscura ondearon por encima del suelo y el cabello del muchacho se elevó hacia arriba unos centímetros producto de la fuerza que su propia aura estaba ejerciendo sobre él y sobre su cuerpo.

Una mirada. Bella observó como la mirada de Réficul iba dirigida al hombre que estaba arrodillado delante de él. Había visto a aquel hombre en varias ocasiones; él había sido quien había traicionado a Angelina Jhonson y quien había informado a Réficul de la existencia y la identidad de Lucía Malfoy. Y ahora estaba muriendo bajo una mirada llena de odio y hielo; estaba segura de que los órganos de aquel hombre se estaban congelando dentro de su cuerpo, casi podía sentir como la sangre dejaba de circular y como el corazón dejaba de latir hasta congelarse por completo estallando dentro de él mismo. No se equivocó. El hombre abrió los ojos cuando exhaló su último suspiro y Bella no pudo hacer nada más que mirarlo con cierta compasión y asco.

Ernie McMillan acababa de morir, traicionando a los que una vez había amado y protegido, y sin conseguir el perdón del alma eterna.

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La música embriagaba la estancia. Música muggle, no importaba. Lucius era un amante de todo lo bello y ciertamente habían piezas musicales muggle que deberían de ser consideradas puras y bellas. Una vieja melodía que Draco reconoció como de Beethoven inundaba la sala cuando él entró en la biblioteca haciendo revolotear su capa detrás de él. Su padre lo estaba esperando; no le extrañó, seguramente habría estado pendiente de la red flú desde que había enviado su carta.

-Padre –lo saludó con una inclinación de cabeza.

-Draco… ¿has venido solo?

-Alex está con mamá –sonrió, definitivamente aquel diablito castaño le había robado el corazón, igual que Lucía lo hizo en una ocasión-. ¿Cómo estás?

-Todo lo bien que puedo estar… al menos de momento… -sonrió a medias y Draco supo que algo andaba mal.

La mano de Lucius Malfoy estaba enguantada en seda y aquello no hubiese sido extraño si no fuera porque sólo una de sus manos estaba enguantada mientras que la otra sostenía un libro forrado en piel rojiza. Draco se acercó hasta él y lo miró a los ojos pidiéndole permiso para hacer lo que quería hacer. Lucius asintió consintiendo a su único hijo y Draco le retiró el guante mientras notaba como su simple roce hacía estremecer a su padre causándole dolor.

La mano de Lucius quedó a la vista. La piel una vez pálida y blanca, casi transparente, la misma que él había heredado, estaba rojiza y negra en algunas zonas, como si hubiese estado expuesta al fuego durante varias horas y allí donde más había ardido, aún se podía ver la carne desgarrada y suelta de los huesos. Los ojos de Draco se abrieron pero no dijo nada. Su mano elevó la manga de la camisa de Lucius y Draco vio como aquel aspecto terrible y desgarrador continuaba hasta llegar casi al hombro. Conocía aquel hechizo, lo conocía perfectamente; el padre de Blaise también había sido afectado por él; la carne se desgarraba y se extendía por todo el cuerpo haciendo que la muerta fuera dolorosa y casi eterna; condenado a sentir como la piel se separa de tus huesos y sin poder hacer nada por evitarlo… Tembló ante la idea de que su padre podía perder la vida de aquella forma y no podía evitar sentirse culpable por no haberle dicho desde un principio quien era Lucía.

Lucius había cerrado los ojos, sintiendo el aire frío de la estancia golpear su piel expuesta, si es que quedaba algo de lo que una vez había sido su piel. No quería mirar a su hijo, no podía mirar a su hijo y decirle lo que había ocurrido. Sabía cuánto le quería Draco y sabía lo que él representaba en la vida de su hijo; a pesar de haberse enfrentado a él directamente en varias ocasiones, conocía perfectamente la mirada de su hijo y sabía que él era un pilar importante en la vida de Draco; no quería decepcionarle, no quería dañar a Draco.

-Te… te dejaré un par de ungüentos para que los utilices, eso debería aliviar la sensación de dolor y picor de tu… de tu brazo… -explicó mientras rebuscaba en los bolsillos internos de su capa-… ¿estás bien?

Lucius asintió en silencio y Draco no pudo evitar sonreír para sí mismo, después de todo, Lucius era un Malfoy y no iba a parecer débil delante de él, ambos lo sabían.

-¿Lucía está bien? –preguntó finalmente el hombre mayor.

-Lucía está bien –contestó Draco-, tu nieta tiene una fuerza increíble y es una chica muy inteligente… sabrá estar bien… -lo miró y una sombra de sonrisa atravesó su rostro-, haremos que esté bien…

-No sé cómo se enteró Draco –dijo Lucius mirándolo-, ni siquiera yo lo sabía… no sabía que ella era quien…

-Lo sé, papá, lo sé… Yo no te dije nada, no quería que nadie lo supiera, no quería que nadie se involucrase en eso… Lo siento, debí decírtelo, quizá así no te hubiera pillado tan desprevenido y él no hubiese… -miró de soslayo el brazo de su padre.

-Tonterías Draco. Ese ser no necesita ninguna excusa para hacer lo que hace. –Draco le miró-. Lo he visto, he visto como sus ojos negros invadían mi alma en busca de algo con qué atormentarme Draco; su sola presencia hace que sientas ganas de morir…Su aura no es ni siquiera comparable a la del Señor Oscuro –Draco abrió los ojos mientras escuchaba a su padre-, al menos él, en algún momento de su vida, fue humano y tuvo sentimientos… Réficul… Réficul sólo ha conocido el odio y la maldad y es así como quiere que todos aprendan a respetarle… Sólo es un niño asustado… Pero su miedo nos envuelve a todos en la desesperación… -su mano sana agarró la muñeca de Draco y el hombre miró a su padre-… No podemos dejar que Lucía se enfrente a él sin estar preparada Draco, no puedes permitir que le pase nada a mi nieta…

Draco le sonrió de forma confiada.

-Potter logró vencer a Voldemort, mi hija es una Malfoy y logrará vencer a quien quiera que tenga que hacerlo –Lucius le dedicó una mirada divertida y orgullosa-, ella va a estar bien papá, tenemos que confiar en ella, tenemos que confiar en ella… -repitió en un susurro más para sí mismo que para Lucius-… Quizá Potter pudiera…

Lucius tomó la mano de Draco haciendo que éste lo mirara. La música sonaba de fondo.

-Sólo alguien con el poder de Réficul podría curar esto… -dijo Lucius-… y no quiero que se lo digas a Lucía… Conozco a ese muchacho –añadió-… estoy seguro que es una trampa… No quiero que Lucía esté en peligro por mi culpa. No digas nada…-Draco lo miró como si fuera a decir algo pero Lucius no lo dejó hablar-. Júramelo…No dejes que venga…

-Te lo prometo papá –dijo Draco con cierto pesar-. Lucía no lo sabrá…

Lucius asintió en el silencio de la habitación. La música había dejado de sonar hacía tiempo, pero no sabía cuánto. Una leve risa los distrajo por un momento; la puerta se abrió y Narcisa dejó a Alex en el suelo donde el bebé gateó aún riendo por la alfombra. Draco miró como su hijo se acercaba a Lucius y tiraba del bajo de sus pantalones y aún sonrió más cuando él alzó al bebé en brazos y lo sentó en su regazo mientras lo instruía en el noble arte de la música y la cultura. Draco negó con la cabeza, después de todo, su padre siempre sería su padre y eso era algo que nadie ni nada podría hacer desaparecer nunca.

Miró a su madre unos instantes. Miedo. Dolor. Satisfacción. Orgullo. Draco estaba convencido de que no había nadie en el mundo que adorara tanto la figura de Lucius como lo hacía Narcisa, con todo su corazón y toda su alma, ella hubiera caminado hacia el infierno si él se lo hubiese pedido; por suerte para ambos, Lucius jamás habría pedido algo así y de haberlo hecho, él mismo hubiera caminado a su lado.

Sonrió. Se preguntó si el amor que sus padres se tenían era igual al que Hermione y él compartían. Se encogió de hombros mentalmente no pudiéndose responder a aquella pregunta; tal y como Pansy le había dicho en una ocasión "cada amor es diferente, depende de dos corazones únicos… no puedes saber cuánto ama aquel al que miras ajeno, pero siempre puedes intentar amar más que nadie". Sonrió. Pansy volvía a tener razón.

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Incluso Hermione y Draco se asombraron al ver desde su mesa de profesores como Lucía comía aquella noche en la mesa de Gryffindor bajo la atónita mirada de sus amigos; incluso Amy y Dani habían detenido su cena en Ravenclaw sólo para ver como la educada y perfecta señorita Malfoy prácticamente engullí lo que había en su plato entre ocasionales atoramientos de comida que eliminaba dando un largo trago a su zumo de calabaza o a su copa de agua que Adam, solícito y no deseando que ella sufriera algún espasmo por un trozo de pescado o verdura, rellenaba en cuanto se daba cuenta de que ella la había vuelto a vaciar.

Sin embargo, los dos empezaron a comprender algo cuando vieron que Lucía abandonaba el Gran Comedor cuando hacía apenas dos minutos que el profesor Jones lo había hecho.

-Va a hablar con él –murmuró Draco a su esposa.

-Lo sé –contestó Hermione-. ¿Crees que estará bien?

-Sigo sin confiar en él –dijo Draco-. Quizá sea él quien infiltró el nombre de Lucía…

Hermione le miró.

-Ya hablamos de eso Draco… Jones puede ser estrambótico, extraño e incluso misterioso, demasiado quizá y todo –sonrió-, pero podemos confiar en él… sé que podemos hacerlo, es instinto…

Draco la miró unos segundos.

-¿Sabes que eso mismo es lo que decías cuando hablabas de Weasley? –le preguntó.

Hermione asintió despacio. Lo sabía, claro que lo sabía.

-Es porque cuando estoy cerca del profesor Jones me siento igual que si estuviera cerca de Ron… -le dijo en un murmullo.

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-Debes entender que lo que te diga aquí no debe salir de estas paredes Lucía, nadie, absolutamente nadie debe saber lo que te voy a decir, ni tus padres, ni tus amigos, ni James Potter… -insistió Jones.

Lucía asintió.

-Me preguntaste una vez porqué me dolía tanto el verte, el estar junto a ti; me preguntaste el motivo por el que parecía que siempre lo sabía todo sobre ti; me preguntaste quién era porque no pudiste encontrar mi aura…

-Me dijiste una vez que eras un cúmulo de energía pero no entiend…

-¿Sabes qué ocurrió el día en que Voldemort fue derrotado por Harry Potter?

-Hubo una gran batalla, muchos de los amigos de mamá murieron, también murieron los tíos de Adam, Dani y Jen, Ginny y Ron Weasley.

-¿Recuerdas lo que te contamos hace tiempo sobre la fuente de poder de cada persona? –Lucía asintió en silencio-. El motivo por el que no puedes encontrar mi aura aún concentrándote e invirtiendo todo su poder en ello es porque yo no tengo aura que puedas encontrar… -le sonrió esperando una reacción.

-Eso es imposible; todos los seres vivos tiene aura, por muy débil que sea, el único modo de que no tuvieras es que tú estuvieras muert…

-Muerto, sí… no es una palabra que termine de agradarme…hace un tiempo hablamos levemente de esto… -dijo con simpleza-. Quizá ahora sí quieras sentarte –ofreció de nuevo. Sonrió. Esta vez Lucía no denegó la invitación.

-Pero no puedes… es decir, claro que puedes pero tú no… -lo miró y observó la divertida sonrisa que bailaba en los labios del profesor. Se exasperó -¡Puedo verte! –le gritó.

-Sí, bueno, eso es algo de lo que soy consciente, gracias –replicó divertido él-. No soy un fantasma, nunca lo he sido ni nunca lo seré… sacrifiqué mi fuente de poder por alguien y mi esencia se convirtió en un cúmulo de energía externa que ha estado en algún punto entre el cielo y la tierra… -explicó.

-No entiendo nada…

-¿Recuerdas lo que te contamos sobre las fuentes de poder? Cada uno puede decidir morir para salvar a aquellos que les importan… -Lucía asintió-… Yo decidí sacrificarme para salvar a alguien que me importaba mucho –sonrió de forma triste-. La batalla final contra Voldemort fue algo que jamás hubiese querido presenciar, muchos de mis amigos murieron en ella, a otros muchos los perdí por el camino… Aquel día… tuve la oportunidad e elegir a quién debía proteger, a quién debía apoyar… y elegí; no sé si bien o mal, pero elegí… -Lucía lo miró instándolo a continuar-… mi fuente de energía era la vida, Lucía. Apreciaba la vida más que otra cosa y por encima de todo lo que me rodeaba –la chica lo miró como si empezara a entender algo de lo que estaba ocurriendo allí-. Elegí sacrificarme para salvar con mi vida la de otra persona…

-¿Cómo… ¿por qué estás aquí?

-Porque hicieron una excepción conmigo –se encogió de hombros-, de algún modo evité que el destino se cumpliera… la persona a la que protegí debía morir aquel día en la batalla, pero tomé la decisión de protegerlo a él en lugar de a la otra persona… resulta que resulté ser impredecible –sonrió con tranquilidad.

-¿Quién eres? ¿Por quién te sacrificaste?

Jones sonrió.

-Fui una vez estudiante de Hogwarts, como todos mis hermanos lo fueron; compartí momentos felices y tristes con tu madre y con Harry antes de que tu padre se uniese a la luz, también compartí con él momentos de verdadera tensión… -Lucía lo miró-… estuve cuando Harry cogió su primera snitch y también cuando tuvo que enfrentarse al basilisco y tuvo conciencia de que hablaba pársel… -Lucía negó con la cabeza-… estuve con tu madre cuando cayó petrificada por la mirada del basilisco y también estuve con ella cuando el idiota de Victor Krum decidió verla como una chica en lugar de cómo una persona –añadió a regañadientes.

-No puede ser… sólo hay una persona que… pero… tú… él…. Ella…. No puede ser…

-Igual de escéptica que tu padre, ¿eh? Debe ser la tara Malfoy –bromeó. Lucía lo miró severamente y él sonrió-. Y su misma mirada… De acuerdo, ya me callo.

-¿Ronald Weasley? –preguntó confundida Lucía-. ¿Eres Ron? ¿El Ron de mis padres? ¿Ron? ¿Tío Ron?

-¿Cuántos Ronald más conoces? –preguntó Jones-. Sí, ese fue mi nombre durante casi diecisiete años… Cuesta acostumbrarse a otro, ¿sabes?

-Lo que cuesta es asimilar esta información… -soltó ella de forma sarcástica-. ¿Mis padres saben que…

-No. Y no deben saberlo, al menos no de momento.

-¿Por qué estás aquí? ¿Por qué me estás ayudando?

-Ya te lo dije antes… hicieron una excepción, no hice lo que se suponía que tenía que haber hecho y mi alma quedó atrapada… te estuve cuidando –añadió al ver la cara de ella-, desde el primer momento en que naciste, estuve vigilando todos y cada uno de los pasos, sabía que tú serías la elegida, sabía que sólo podías ser tú, la nacida de la Oscuridad y la Luz… sólo tu madre tenía tanta luz para atraer a Malfoy hacia ella y obligarlo a que abandonara la oscuridad… Estoy aquí para evitar que mueras…

-¿A quién protegiste?

-A Harry –una sombra cruzó por sus ojos-. Siempre lo protegí a él, era un hermano para mí, siempre lo vi tan solo, tan descuidado por sus tíos, tan atormentado… lo acogí como un hermano y por eso lo protegí a él…

-¿Quién era tu otra opción? –Jones la miró-. ¿A quién se suponía que debías salvar en lugar de a tío Harry?

Jones sonrió con cierta tristeza.

-Aún no estoy preparado para contarte eso Lucía, espero que lo entiendas.

Ella asintió levemente.

-¿Me parezco a mi madre? –preguntó Lucía. Ron asintió-. Ella te quiso mucho… -le comentó-… no sé si te servirá de algo, pero ella te quiso mucho…

Jones le sonrió.

-Me sirve más de lo que puedas creer, Lucía… ¿Es feliz?

La chica asintió con la cabeza repetidas veces.

-Mucho… Mamá me contó que nunca se llevó bien con papá en Hogwarts… pero de algún modo, él consiguió cambiar y llegó hasta mamá… -lo miró-… ella dijo que te enfadaste por eso…

Sonrió a medias.

-Creí que ya no era importante en la vida de tu madre, por eso me enfadé… Yo la quería y quería que estuviera a mi lado. Además, odiaba a Malfoy por aquel entonces –Lucía sonrió comprensiva-… Nunca quise hacerle daño.

-Nunca se lo hiciste –afirmó Lucía segura de sus palabras.

-Deberías irte a dormir Lucía… es tarde –observó el reloj mágico que colgaba de la pared-. Y recuerda que no debes contarle esto a nadie.

-Buenas noches… -pareció dudar un segundo pero se acercó a él y lo abrazó con suavidad mientras lo besaba en la mejilla-… tío Ron… -terminó de decir.

-Buenas noches, pequeña… -le sonrió devolviéndole el abrazo de vuelta.

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La miró a través del espejo mientras se cepillaba el pelo con suavidad y tranquilidad. Observó como ella le devolvía la mirada con una sonrisa divertida en los labios; Draco se levantó de la cama donde estaba contemplándola y cruzó la estancia hasta colocarse detrás de ella; tomó el cepillo de sus manos y la miró a los ojos del reflejo.

-¿Puedo? –ella asintió, soltando el cepillo y dejando que sus manos resbalasen hasta su regazo-. Siempre me ha encantado tu cabello… -murmuró él de forma distraída-… incluso cuando lo tenías despeinado… -bromeó.

-Bueno, a mí definitivamente me gusta más como lo llevas ahora –le respondió ella-, en tu primer y segundo año utilizabas demasiado gel fijador… -Draco le sonrió mientras terminaba de peinar los últimos mechones.

-Listo… -dijo él depositando un beso en la cabeza de ella-. ¿Y Alex?

-Dormido… desde que ha llegado de casa de tus padres se ha quedado dormido… seguro que tus padres lo han cansado… -dijo sin reprimenda en su voz.

Draco le sonrió.

-No te quejes… te encanta verlo dormir… -le susurró despacio inclinándose hacia su oído.

Hermione tembló y soltó una risa suave. Se dejó levantar por Draco y se dejó guiar en silencio hasta la cama donde Draco la aprisionó entre el colchón y su propio cuerpo.

-A ti te encantaba ver dormir a Lucía… -le replicó ésta mientras intentaba no sucumbir ante su marido.

Pero en cuanto las manos de Draco se cerraron en su cintura y el cálido aliento de el llegó a su cuello dejándole suaves besos que la llevaron al placer, supo que había fracasado estrepitosamente; siempre terminaba sucumbiendo ante su marido, era imposible no hacerlo; era como si Draco hubiese sido creado para su propio placer. Jamás había aceptado una negativa como respuesta, ni siquiera cuando estaba embarazada… había sido paciente, cariñoso, dulce, y la había envuelto entre sus brazos con la protección con la que un lobo envuelve a sus crías, pero jamás había aceptado una negativa. En parte ella se lo había agradecido. Sus ojos conectaron con los de él, fríos y dulces al mismo tiempo. Dulces sólo para ella, sólo para su familia, ella era su familia; desde el día en que le pidió que se casara con él, ella se había convertido en su familia.

-¿Te he dicho que te amo? –ronroneó él bajando su cabeza para besar en el escote del camisón de ella.

-No en los últimos diez minutos… -bromeó Hermione acariciando la nuca de su esposo y enredando sus dedos entre los suaves cabellos platinados.

-Te amo –la besó en la piel desnuda mientras una de sus manos bajaba el tirante del camisón-, te quiero -, otro beso un poco más abajo, justo en el nacimiento de sus senos mientras que su otra mano recorría la pierna de ella elevando el camisón en su recorrido-, te adoro…

Sus labios se posaron sobre los de ella y jugó un rato paseando su lengua delineando los sonrosados labios de Hermione; a veces se acercaba casi en un roce y luego se alejaba de ella evitando besarla. Hermione alzó la cabeza y atrapó los labios de su marido entre los suyos, buscando con su lengua la lengua de él y recreándose en la sensación eléctrica que siempre inundaba su cuerpo cuando él la besaba. Draco sonrió dentro del beso. Él también adoraba que Alex se quedara dormido.

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Bueno, hasta aquí ha llegado el capítulo, que tal?

Supongo que ahora ya sabeis quien es el traidor no? Angelina sólo se enamoró del hombre equivocado… en fin… ya sabeis, no debeis fiaros de nadie (y si ese alguien lleva capa negra y máscara blanca de mortífago, mucho menos) :p

Bueno, pues nos leemos en la proxima actualización ok?

Un besito para todos, cuidaros y nos leemos!