¿Qué ha pasado? Qué pocos reviews que me habéis dejado! Jooo….

Empezaré a pesarme muy seriamente esto de actualizar tan seguido…

(sniff, sniff) en fin…

Lo de siempre, ya sabéis, gente registrada recibirá un mail de respuesta a sus reviews, gente no registrada si me deja su correo les responderé personalmente.

Muchas gracias a los poquitos que me habéis dejado reviews:D

Espero que este capítulo sea de vuestro agrado, un besito y cuidaos.

Recordáis por dónde íbamos?

CAPITULO 21

(Edad: 14 años; tiempo: verano; lugar: Hogwarts)

Estaba resultado el verano más aburrido de su vida. Después de su descubrimiento respecto al profesor Jones, cuando éste le había indicado que aquel verano se quedaría en Hogwarts para perfeccionar sus poderes, ella no se había negado. Lo que no le había hecho tanta gracia era que el mismo profesor les había pedido a James y a los demás que regresaran a casa alegando que lo único que hacían allí era interferir en el entrenamiento de Lucía. Lucía, muy a su pesar, había estado de acuerdo con el profesor Jones, por lo que se había quedado sola en el castillo de Hogwarts con los profesores y sus padres. El resultado: se aburría constantemente y las continuas ideas y venidas de lechuzas con mensajes de sus amigos informándole de las travesuras que Jen hacía o de las historias de celos y tragedias, a juicio de James, que había entre Jack y Amy, no le hacían mucho más llevadera su estancia allí.

Aunque debía aceptar que Jones había tenido razón; al no estar sus amigos para distraerla, sus poderes se habían desarrollado mucho más e incluso se habían dado cuenta de que Lucía influía notablemente en el cambio climatológico cuando sus sentimientos se veían afectados de forma que ella no era capaz de controlarlos. Solía pasar las mañanas entrenando con Jones, a veces simplemente hablaban… Jones le contaba cosas de su madre y de Harry cuando eran pequeño y ella bueno… ella intentaba contarle cómo había sido su madre. Por las tardes era diferente; solía estudiar y pasarse las horas en la biblioteca o junto al lago leyendo un libro, eso siempre y cuando Alex se lo permitiese, la verdad era que su hermano le quitaba mucho tiempo ya que el pequeño deseaba estar con ella casi todo el tiempo.

Aquella tarde no era diferente; estaba cansada, realmente cansada; había estado practicando con Jones la forma de crear una espada con su propia energía; y a pesar de que no había conseguido nada más que cansarse y lograr que un delicado hilo rojizo hubiera salido de sus manos, estaba realmente cansada. A pesar de ello, había salido al lago a enfrascarse en una lectura sobre pociones curativas que no era obligatoria hasta séptimo curso y que, sin embargo y como la mayoría de sus lecturas programadas de aquel verano, estaban incluidas en su programa de lectura. Pero no podía concentrarse. Le dolía cada músculo del cuerpo a pesar de estar ya acostumbrada al duro entrenamiento al que era sometida, y notaba como su energía se había agotado en una mínima parte. Suspirando dejó el libro a un lado unos minutos para tumbarse bajo la sombra del haya y mirar hacia el cielo. Empezaba a pensar en serio la conversación que había tenido con sus padres y el profesor Jones el anterior año, cuando estuvo cuatro días inconscientes.

(flashback)

No sabía que tan grave era el asunto hasta que vio que sus padres estaban con ella en el despacho de Jones. Por unos segundos se le pasó por la cabeza que el profesor les iba a contar a sus padres quién era, revelándoles su pasado, su presente, qué hacía allí y quién era en realidad; una mirada hacia su profesor y la sombra de la negación en sus ojos le hizo darse cuenta de que no era aquello precisamente lo que el profesor estaba pensando.

-¿Qué ocurre?

-¿Por qué no nos has dicho que estás perdiendo energía?

Lucía miró a su padre ajena a la mirada airada que Jones le profería a su padre; como siempre él tan directo y calculador como siempre lo había sido. Suspiró. Empezaba a entender por dónde iba la reunión.

-Porque estoy bien –le contestó ella de forma terca.

-No es cierto –apuntó Jones. Lucía lo miró-. Tu energía vital está disminuyendo, lo puedo notar en cada hechizo que haces, y cada vez que utilizas tus poderes disminuyen más.

-No puedo creer que hayas sido capaz de mentirnos de esta forma –le regañó su madre visiblemente preocupada.

-No os he engañado –su madre la miró de forma retadora cruzándose de brazos y Draco la miró alzando una ceja-… he ocultado información, que es diferente, ¿verdad papi?

En cualquier otro momento aquella declaración tan Malfoy, unida al apelativo cariñoso y a la carita de niña buena que Lucía había puesto, hubiesen conseguido la mezcla perfecta para que Draco sonriese orgulloso de su pequeña. Pero aquel no era el lugar y definitivamente no era el momento.

-Lucía… -dijo con tono serio de advertencia-… dijiste que estabas bien, ¿tú crees que estar bien significa estar perdiendo la energía vital?

-Pero es que estoy bien –protestó Lucía-. No voy a tomar energía de nadie, si es eso lo que estáis pensando.

Jones sonrió a medias. Draco y Hermione se miraron.

-¿De dónde has sacado esa idea? –preguntó Draco.

-Lo leí en un libro; cuando la magia interna de un mago o bruja empieza a disminuir, la energía vital del mismo empieza a desaparecer y la única forma de conseguir que se estabilice es tomar energía de aquellos que la rodean y con los que tiene un vínculo lo suficientemente fuerte –se encogió de hombros.

-Eso sólo lo has podido leer en uno de los libros de la Sección Prohibida –dijo su madre mirándola asombrada porque su hija se hubiera saltado una norma tan estricta como aquella.

Lucía la miró rodando los ojos; sabía por boca de Ron que su madre también se había saltado algunas normas cuando tenía su edad y aunque estuvo tentada a decírselo, estaba convencida de que aquello no le haría mucha gracia ni a su profesor ni a su madre.

-No lo he leído de allí –dijo de forma despreocupada-, lo tomé de uno de los libros de la biblioteca de vuestra sala.

-Te dije que no era bueno tener ciertos libros –dijo Hermione mirando a su esposo.

-Mamá, lo tomé de tu estantería –corrigió Lucía sonriendo. Hermione la miró. ¿Tenía que ser tan Malfoy y tener esa sonrisa satisfactoria cada vez que lograba confundirla? Igual que Draco…

-Empezaré a supervisar todo lo que lees –le advirtió muy seria su madre.

-Como sea, pero no pienso recurrir a la energía de nadie; no voy a permitir que nadie de los que quiero se quede sin siquiera una pizca de energía para que yo pueda recuperarme –aseguró tozuda.

-Yo creo que deberías pensarlo –interrumpió Jones.

-Y yo creo que la gente no debería mentir –contraatacó Lucía mirándolo de forma significativa.

-Lucía –dijo su padre mirándola.

Lucía lo miró. Conocía aquel tono de voz. Conocía aquella mirada. Conocía a su padre mejor de lo que nadie creía. Suspiró. Aquella batalla estaba perdida y lo sabía pero podía ganar un poco de tiempo.

-Lo pensaré, ¿de acuerdo? ¿Será suficiente para vosotros?

Hermione pareció respirar aliviada y Draco la miró con una ceja enarcada; era evidente que él sabía lo que quería hacer su hija, pero no la delató ni protestó ante su idea.

-Si a principios del próximo año no te has decidido, nosotros lo haremos por ti ¿entiendes? –le amenazó su padre.

Lucía asintió. No estaba bromeando, el brillo de advertencia en sus ojos lo delató.

(fin flashback)

Un suave aleteo la trajo de vuelta a la realidad que trataba de olvidar a veces. Artemisa, la lechuza que su padre le había comprado el anterior año, se acercó a ella planeando desde los cielos; Lucía sonrió al verla, siempre le producía una gran satisfacción estar cerca de aquel magnífico animal; elegante, majestuoso, altivo, de un excelente plumaje negro brillante y unos intensos ojos dorados que le recordaban a los ojos de un lobo. Estiró su mano hacia ella y Artemisa se posó sobre su brazo de forma elegante mientras recogía sus alas y estiraba la pata hacia su joven ama.

-Hola Artemisa… ¿qué me traes ahí? –desligó el mensaje y acarició el pico del animal que cabeceó en forma de reconocimiento-. Ve, si te necesito te llamaré –un nuevo cabeceo y el animal volvió a desplegar sus alas frente a ella, la sobrevoló un par de veces para asegurarse de que estaba bien y luego subió hacia los cielos. Lucía se concentró en su mensaje-. Genial… -murmuró cuando leyó el escueto mensaje del profesor Jones-… ahora ni siquiera puedo estar una tarde tranquila… Quémate –ordenó. De forma inmediata el pergamino que tenía entre sus manos se incendió automáticamente quedando reducido a cenizas que el viento se encargó de llevarse.

Mientras se dirigía hacia los terrenos del castillo se preguntó qué diablos querría ahora Jones o Ron o quién fuera… Había tenido tiempo de hablar con él y lo había hecho largo y tendido, pero aún no sabía cómo debía llamarle… era muy confuso. Sonrió. ¿Desde cuándo su vida no era confusa? Una punzada en el pecho la hizo detenerse a medio camino entre los terrenos y la puerta que guardaba el castillo de Hogwarts; respiró profundamente intentando recuperar el aliento; era como si un cuchillo se hubiese clavado en su pecho de forma repentina y súbita y le hubiera cortado la respiración. Cerró los ojos y esperó que el dolor desapareciera. Cada vez le costaba más disimular que estaba bien cuando le daban esos ataques repentinos; sabía el motivo pero no iba a tomar energía de nadie, no iba a sobrevivir a costa de nadie y mucho menos de las personas a las que quería.

-Luz del bien, regresa a mí… -murmuró concentrándose en su propio poder.

Una sensación de alivio le recorrió la espina dorsal y se instaló en su espalda, atravesando su cuerpo para ir a quedarse sobre su pecho, llenándola de calor y tranquilidad. Respiró, esta vez, con menos dificultad, no era la primera vez que le pasaba y ya sabía como controlarlo. Volvió a respirar profundamente mientras se incorporaba despacio y maldecía interiormente al profesor Jones por pedirle justo en aquel momento que se reuniera con ella, estaba segura de que él lo iba a notar.

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James sobrevolaba por encima de su casa; estaba aburrido. En cualquier otro momento estaría con Dani y Jack tramando alguna de las suyas o incluso con Adam jugando a quiddich o con Amy y Lucía intentando hacerlas razonar para que entendieran que el verano era para relajarse y no para estudiar como parecía que esas dos habían aprendido desde pequeña. Pero no aquel verano. Aquel maldito verano el profesor Jones había decidido que era mejor para Lucía quedarse sola en Hogwarts, con sus padres, claro, pero sin ninguno de ellos, ¿es que ese profesor no entendía que Lucía tenía que estar con sus amigos par poder desquitarse un poco de la presión que tenía sobre sus hombros? Y encima, para su mayor indignación, su padre había estado de acuerdo; el mismo Harry Potter había insistido en que sería lo mejor para Lucía y sin darle tiempo a protestar se lo habían llevado de Hogwarts ante la perspectiva de un aburridísimo verano, que era exactamente lo que estaba ocurriendo… incluso la tentativa de hacer los ejercicios, redacciones y deberes que le habían impuesto para aquel verano empezaba a ser tentadora e irresistible.

-¡James! ¡James!

El aludido giró en su escoba; Jack había subido a reunirse con él y por la expresión que traía no era una reunión muy agradable, o eso, o el chico se había metido en problemas con Amy y ahora iba a buscar su ayuda; cosa que no le importaba, pero eso de tener que decirle a su mejor amigo la mejor forma de reconciliarse con una chica para terminar con ella dándose besos y que esa chica resultara ser su hermana… no le hacía demasiada gracia, la verdad.

-Tú eres demasiado celoso y mi hermana demasiado sensible aunque no lo quiera aparentar –contestó Jamie antes de que Jack dijera nada.

Jack tardó unos segundos en asimilar la información que su amigo le había dado; cuando lo hizo, James ya había bajado al suelo así que le imitó.

-¡No es eso lo que quería decirte! –le gritó entre confuso y molesto porque James hubiese dado por sentado qué era lo que quería decirle.

James sonrió internamente mientras guardaba su escoba en el lugar que su padre había construido fuera de la casa para ello; esperó a que Jack estuviese a su altura y se giró para encararlo con una falsa seriedad.

-¿Te debo dinero?

-No –dijo confuso Jack.

-Oh, ¿me debes dinero? –volvió a preguntar.

El moreno volvió a negar.

-¿Por qué diablos me preguntas eso?

-Porque las únicas razones por las que te despegas de mi hermana es porque te debo dinero, porque me debes dinero o porque has tenido algún problema con ella –se encogió de hombros quitándole importancia.

-Ya… supongo que no hemos pasado mucho tiempo juntos últimamente, ¿verdad?

James sonrió al ver la cara de culpabilidad que su amigo tenía. Era demasiado fácil jugar con él de aquella forma y él siempre sabía qué decir para manejar los sentimientos de Jack.

-No importa, eso es lo que pasa cuando uno tiene novia –bromeó a medias aún sin hacerle demasiada gracia que su hermana y su amigos estuviesen saliendo-. ¿Qué es lo que querías?

-¿Has hablado con Lucía últimamente?

Ante la mención de la chica rubia James puso toda su atención en él y en la conversación. Negó con la cabeza. La preocupación fue visible en los ojos de Jack y James frunció el ceño.

-¿Qué ocurre?

-Esta mañana, el brazalete que nos dio… lo vi parpadear un par de veces…

James frunció el ceño.

-¿Estás seguro de eso?

-Sí, bastante seguro. Si no, no estaría diciéndotelo y preguntándote si tienes noticias de Lucía, ¿no te parece?

-Sí, sí, tienes razón, perdona… Vamos a buscar a mi padre, quizá él sepa algo que a nosotros se nos escapa –sugirió James revolviéndose el pelo en un gesto de nerviosismo.

Jack asintió y sonrió internamente al ver la reacción del rubio; cada vez que se mencionaba el nombre de Lucía James prestaba atención de forma casi inmediata, como aquella vez que casi se cayó de la escoba por estar mirando hacia donde estaba la chica sólo porque Amy le había dicho que Lucía estaba a punto de caerse. Negó con la cabeza. ¿Era posible que él supiera de los sentimientos de su amigo antes incluso que él mismo lo hiciera?

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-Cinco minutos… -pidió remolón Draco mientras aferraba la cintura de su mujer para evitar que ésta saliera de la cama.

Hermione rió divertida.

-Eso mismo me dijiste hace una hora, Draco… -lo besó de forma rápida-… vamos, tenemos reunión con Jones y Dumbledore.

-No va a pasar nada porque lleguemos cinco minutos tarde… -intentó de nuevo el rubio mientras besaba a Hermione el la base del cuello.

-Conozco tus cinco minutos desde que teníamos dieciséis años… -se detuvo conteniendo el aire cuando Draco besó el lóbulo de su oreja-… Draco… si sigues así no estaremos sólo cinco minutos… -se quejó con una media sonrisa.

Draco sonrió presionando sus labios levemente sobre el cuello.

-Draco… -volvió a reclamar ella su atención-… tenemos que parar esto… -suspiró cuando la boca de su marido apartó con suavidad el tirante del camisón-… Draco… nos están esperando…

Draco resopló contra la piel de su esposa, visiblemente contrariado y frustrado por no poder continuar con lo que él tenía pensado y disfrutar del sabor de la piel de Hermione, como le gustaba hacer cada vez que tenían ocasión. Hermione rió suavemente al escuchar el resoplido de Draco; lo conocía lo suficiente para saber qué era lo que estaba pasando por su cabeza en aquellos momentos y sabía que no sería precisamente una reunión con Dumbledore y Jones.

-Te prometo que esta noche te compensaré… -le susurró al oído.

La mirada de Draco se cruzó con la suya y Hermione no pudo evitar admirar el brillo de picardía que contenían los ojos grises de él.

-¿Me lo prometes? –preguntó impaciente. Hermione tuvo que reprimir otra risa al ver la cara de Draco; asintió levemente-. ¿Toda la noche? –ella volvió a asentir-. Bien, me encargaré de que Eilin se quede con Alex –aseguró el hombre.

Esta vez Hermione no pudo ni quiso evitar reír. A veces su esposo se portaba como un niño; pero era suyo, era su niño… y lo amaba por ello.

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-Tiene que haber otra solución –insistió Lucía mirando a los adultos de la habitación.

-Me temo que no la hay Lucía –admitió Jones casi derrotado-; tienes que elegir entre obtener magia de los demás o dejar de utilizar tus poderes…

-¡Pero sabéis que eso es imposible! –gritó ella casi desesperada- ¡Si dejo de utilizar mis poderes, ¿quién acabará con todo esto! –gritó de nuevo mientras arrojaba un ejemplar de El Profeta en el que se veía en primera página una lista de los muertos muggles y magos.

-Entonces no te queda más opción que tomar energía de los demás, ¿verdad? –apuntó Dumbledore mirándola por encima de sus gafas-. Supongo que no querrás pasarte el resto del verano convocando tu poder cada vez que te sientas mal ¿cierto?

Los ojos de Lucía se estrecharon mientras miraba a Dumbledore. Lo sabía. ¿Cómo diablos lo sabía? ¿Cómo demonios se las arreglaba para saberlo siempre todo? Estaba a punto de replicarle algo cuando la voz severa de su padre le hizo darse cuenta de que no era el mejor momento ni el lugar.

-¿Qué quiere decir con eso Lucía?

-Nada –cortó ella tajante-. Estoy bien –aseguró mirando a su padre-, en serio, estoy perfectamente.

-Lucía –advirtió de nuevo Draco.

La chica resopló mientras le dirigía una mirada de indignación al director.

-No he estado sintiéndome muy bien estos días… me canso demasiado así que recurro a mi poder para recuperarme… no es nada del otro mundo… -se apresuró a añadir entre dientes al ver la preocupación en el rostro de sus padres.

-Lucía, mírame –ordenó Jones antes de que Hermione o Draco pudieran decir nada.

Lucía obedeció. Había aprendido a confiar en aquel hombre, ¿cómo no hacerlo después de saber quién era? Su madre había confiado en él cuando era pequeña, había sido uno de sus mejores amigos, incluso se atrevería a decir que Hermione Granger había llegado a sentir algo por Ronald Weasley, sólo que el lugar y el tiempo no fueron los indicados para que esos sentimientos saliesen a la luz, y cuando lo hicieron, ya había sido demasiado tarde, pues Draco Malfoy había visto en Hermione lo que quería en una esposa.

Miró pacientemente a Jones, sabiendo lo que éste haría. Quería saber hasta qué grado estaba dañada y hasta qué grado necesitaba de sus poderes para estar bien. Suspiró. En cuanto él se diese cuenta de las veces que había tenido que recurrir a su poder para mantenerse bien, la obligarían a tomar la magia de los demás y a pesar de que no lo quería hacer, en el fondo, sabía que era la mejor opción.

Sintió el escalofrío normal que sentía cada vez que la magia de Jones la rodeaba y la envolvía con suavidad, no era nada nuevo; en realidad, la primera vez que Jones había hecho aquello, ella había sentido como si hiciera tiempo que él lo llevaba haciendo. No fue ninguna novedad enterarse después de que Jones llevaba toda la vida haciéndolo, en un intento de protegerla de todo lo malo que le podría haber pasado. Se sintió agradecida por ello.

Cerró los ojos intentando vaciar su mente para facilitarle la tarea a Jones y respiró con tranquilidad notando las miradas de sus padres a sus espaldas. La mano de Jones se posó sobre su cabeza casi sin tocarla, apenas un roce; la energía del hombre la rodeó por completo cubriéndola en una especie de burbuja que la mantenía alejada del resto, ella sabía que en aquella burbuja podía bajar las barreras de defensa y podía dejar que sus poderes saliesen sin control, Jones los controlaría por ella; era el único que podía hacerlo. Se relajó. Notó como el fuego fluía por sus venas, casi podía visualizar el hielo y el frío mezclándose con las llamas dentro de su cuerpo; la luz blanca que sus manos expandían cuando utilizaba la curación e incluso las conexiones que tenía con los demás cuando intentaba saber si estaban en peligro; pero lo que más notó fue cuando liberó la empatía. Podía notar la preocupación de sus padres por ella y el dolor de Jones. Suspiró internamente preguntándose cuándo cesaría aquel dolor y aquella culpabilidad que su profesor sentía cada vez que estaba cerca de ella.

La burbuja fue desapareciendo y ella alzó nuevamente sus barreras. Incluso antes de abrir los ojos sabía que se iba a encontrar con la mirada reprobatoria de Jones y, seguramente la de sus padres y la del director.

-¿Se pude saber en qué estabas pensando? –preguntó de golpe Jones tomándola de los hombros -. Te he explicado cientos de veces que no puedes practicar ningún poder sin que yo esté contigo, ¿qué tal si te ocurre algo? ¿qué tal si no eres capaz de controlarlo y acaba estallando dentro de ti? ¿has pensado en eso? ¿lo has pensado? –Lucía lo miraba sin saber qué decir-. ¡Hay gente que quiere estar a tu lado, pero tú no les dejas, Lucía! ¡No puedes hacerlo todo sola!

-¡Deje de gritarle así a mi hija! –gritó Hermione mirando al profesor con cierto asombro y temblor en la voz. Lucía lo notó, igual que Draco que miró a su esposa confundido.

-¿Se puede saber qué has hecho, Lucía? –preguntó Draco mirando a su hija.

-Me parece –empezó a decir Dumbledore -, que la señorita Malfoy ha estado haciendo cosas que no debería de haber estado haciendo…

Lucía resopló mientras se dejaba caer en la silla que Dumbledore le ofrecía amblemente y que, casualmente estaba en medio de sus dos padres. Si Jones no la había matado, probablemente sus padres lo harían. Frunció el ceño. Hermione la imitó mirándola.

-¿Qué has estado haciendo, Lucía? –preguntó Draco aparentando una calma que no sentía.

-Mis poderes han aumentado… -murmuró ella casi deseando que no la escucharan-… y decidí probarlos yo sola…

-¿Qué has hecho qué? –preguntó Hermione mirándola como si hubiese cometido el peor de los crímenes -. ¿No te dijeron que era peligroso que hicieras algo así? ¿no te avisaron que no debías hacerlo? Pero claro, tú tenías que hacerlo… igual que tu padre… os encanta meteros en líos…

Draco la miró enarcando una ceja. Lucía imitó a su padre. Dumbledore se limitó a mirarla sonriente mientras que Jones discutía consigo mismo si debía darle la razón a Hermione o recordarla la cantidad de veces que ella también se metió en líos aún sabiendo que no debía hacer según qué cosas.

-Seguro que Lucía tiene una buena excusa, ¿cierto, princesa? –concedió Draco girándose hacia la chica rubia que lo miró agradecida-. O eso espero, porque si no, estarás castigada hasta que Potter consiga hacer una poción perfecta… -finalizó mirando amenazante a su hija. Lucía suspiró; James no había conseguido hacer una poción perfecta en su vida.

-No quería preocuparos… -dijo finalmente Lucía. Los adultos la miraron-. Sé cuanto podéis llegar a preocuparos por mí y no intentéis negarme que lo estáis y además también asustados en el caso de mamá –dijo mirándola-, puedo sentirlo incluso con mis barreras –Hermione se sonrojó mientras se mordía la esquina del labio como cada vez que hacía estando pensativa o nerviosa-. Desde que Réficul se metió en mi mente… mis poderes han estado aumentando y quería saber qué podía hacer y que no… pero no quería hacerlo si con eso os ibais a preocupar y sabía que lo ibais a hacer, así que opté por no contarlo… Lo siento, sé que no debí hacerlo…

Hermione y Draco se miraron unos segundos.

-Lucía, es nuestro trabajo y nuestro deber como padres preocuparnos por ti, princesa… -le dijo Draco sonriendo a medias-… tu trabajo es obedecernos y creer que sabemos qué es lo mejor para ti –Hermione carraspeó-, sabemos lo que es mejor para ti –se apresuró a rectificar ante la divertida mirada de su hija-, siempre nos vamos a preocupar por ti, lo hicimos cuando tenías tres años, lo hacemos ahora y lo haremos incluso cuando tengas treinta años, una familia y tus propios hijos… -Lucía le devolvió la sonrisa-… siempre nos vamos a preocupar por ti.

-Sí, y aunque agradecemos tu madurez y tu sentido común, debes entender que no puedes poner en riesgo tu vida únicamente para que nosotros no nos preocupemos, ¿de acuerdo? –añadió Hermione mirando a su hija-. Tú y Alex lo sois todo para nosotros…

Lucía asintió en silencio.

-Lucía… ¿qué has estado practicando? –preguntó Jones un poco más tranquilo mientras miraba a su alumna.

-Poca cosa… fuego, hielo, viento, curación, detectar auras, la empatía –se giró hacia Dumbledore-, por cierto el Calamar Gigante se está quejando de que no se le alimenta lo suficiente, lo convencí de que no se lanzara hacia los niños de primero este curso, pero no prometo nada el próximo año – se giró hacia Jones como si lo que hubiera dicho no tuviera la mayor importancia-, también convocar la energía para transformarla en un arma y…

-Espera, ¿te has comunicado con el calamar gigante? –preguntó Hermione. Lucía asintió. -¿Cómo?

-Leo la mente… -dijo encogiéndose de hombros-, y también he aprendido oclumancia.- Los adultos se miraron-. Lo leí en un libro y lo encontré interesante, así que le pedí al profesor Snape que me ayudara –sonrió al ver la cara de sus padres-, y por cierto me dijo que lo haría únicamente para que la sobre protección de mis padres no terminara con mi talento innato, ¿qué quería decir?

-Nada –dijeron los adultos inmediatamente. Lucía sonrió.

-¿Qué más has estado haciendo Lucía? –preguntó con voz cansada Jones.

-¿Más? ¿Hay más? ¿Te parece poco? –pero Jones no le contestó. Hermione se giró hacia su hija -¿Lucía?

-Bueno… también soy capaz de controlar la electricidad… -los adultos la miraron y ella resopló-. Y soy animaga ¿contentos?

-¿Qué eres qué? Eso es imposible –dijo Draco-, se tarda años en ser animago, ¿no es así?

Dumbledore asintió.

-Al abuelo de James y a sus amigos les llevó cinco años prácticamente llegar a convertirse en animagos…

-Lo sé, pero con determinados ingredientes y haciendo una poción que cueza en un lugar y tiempo determinado, se crea un vínculo con tus raíces animagas que provocan que tu cuerpo se acostumbre y…

-Lucía, ¿cuánto tiempo tardaste? –preguntó Hermione.

-Tres meses –dijo ella sinceramente frunciendo el ceño-, podrían haber sido dos, pero tuve que repetir la poción, me olvidé de añadir el ingrediente principal… -miró discretamente a Fawkes y Dumbledore sonrió interceptando su mirada.-. Y no, no lo sabe nadie… No pensaba poner en peligro a ninguno de mis amigos…

-¿Algo más que debas añadir? –preguntó aún sorprendido Draco. Lucía negó.

-Lucía… -advirtió en tono serio Jones.

-Está bien… Puedo controlar el clima… -admitió finalmente.

-No puedes hacer eso –afirmó seriamente Jones.

-Sí puedo hacerlo –confirmó Lucía-. Lo descubrí un día intentando controlar la electricidad… -Jones la miró y ella resopló mientras intentaba decidir qué le dolía más, si que pensaran que no podía hacerlo o el hecho de que creyeran que no debía haberlo hecho-…cree una pequeña esfera para poder controlar la electricidad, proyectando mis poderes hacia su interior –aclaró-, no me salió a la primera, me enfadé y una pequeña tormenta se desató en el interior de la burbuja… cuando me tranquilicé, la tormenta pasó y cuando conseguí controlar la electricidad, los rayos de sol penetraron en la burbuja… Es como si pudiese controlar el clima según mis estados de ánimo –terminó explicando la pequeña bruja.

Jones miró a Dumbledore de forma significativa y el anciano entendió de inmediato que el hombre quería hablarle de algo.

-Lucía, ¿por qué no vas a escribirles una carta al señor Potter y a los Weasley? Llevas un mes entero aquí y aún no han venido a visitarte…–inquirió el director mirándola por unos segundos. Los ojos de Lucía se iluminaron ante la mención de poder escribir a sus amigos diciéndoles que podían verse-. Veo que la idea te agrada –le sonrió.

-¿Puedo? –preguntó mirando a Jones directamente.

Jones asintió vagamente, demasiado sumido en sus pensamientos para pensar en dar una explicación coherente y Lucía interpretó aquello como una señal afirmativa. Se giró para encarar a sus padres. Sabía que no estaban de humor, sabían que seguramente no estarían de humor en bastante tiempo; no solo había desobedecido una orden directa de un profesor, lo que la colocaba en una mala posición con su madre, una fanática de los profesores y las normas, sino que además había ocultado que estaba mal, lo cual estaba segura que a su padre no le haría ni pizca de gracia y mucho menos sabiendo lo sobre protector que era con ella. No se equivocó. En la mirada de ambos podía leerse la preocupación y el miedo.

-¿Puedo ir, por favor? –pidió la chica a sus padres.

Hermione y Draco se miraron una milésima de segundo. Ambos entendían a la niña; llevaba un mes sin ver a sus amigos cuando generalmente solían pasarse todo el día juntos, tanto en el curso escolar como en vacaciones; era normal que quisiera verlos, los necesitaba a su lado. Hermione entendía esto porque a ella misma le había ocurrido con Ron y Harry durante su adolescencia; Draco lo quería entender porque siempre había anhelado a alguien a quien poder llamar amigo y que no solo quisiera estar a su lado por su apellido y su fortuna, no había sido hasta que Blaise y Pansy habían demostrado que eran tales, que se había dado cuenta del significado de la palabra amistad con todas sus letras. Draco observó como los ojos de Hermione estaban fijos en Jones que simulaba no darse cuenta de su mirada. Sorpresa y recelo. La tomó de la mano en un gesto involuntario para atraer de nuevo su atención. Funcionó.

-¿Papá? –preguntó de nuevo Lucía.

-Claro, princesa… pero luego hablaremos de todo esto ¿de acuerdo?-Lucía asintió. Draco se giró hacia los dos adultos-. Nosotros iremos a buscar a Alex –miró a su esposa que le devolvió la mirada-, ¿vamos, preciosa?-ella asintió-. Hasta luego, profesor Dumbledore, profesor Jones –añadió con una leve inclinación de cabeza hacia el hombre que los miraba. Él correspondió con un saludo con la cabeza. Hermione no fue capaz de decir nada.

En cuanto la puerta se cerró, el profesor Jones miró a Dumbledore.

-Lo sabe –el anciano lo miró unos segundos-. Hermione… dije unas frases que siempre acostumbraba a decir con Harry… y Hermione es lista… pronto sabrá quién soy yo si es que no lo sabe ya…

Dumbledore le sonrió con tranquilidad.

-Entonces lo mejor será que se lo digas tú.

Jones miró al director que tenía una divertida sonrisa en los labios. Se sentó. Odiaba cuando los demás tenían razón.

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-¿Se puede saber qué ha pasado ahí dentro?

Draco la había conducido en silencio hasta uno de los patios interiores del castillo; estaban sentados, uno junto al otro, Draco a horcajadas sobre el banco mientras la miraba suplicándole con la mirada grisácea que le dijera qué ocurría. Hermione lo miró con una falsa sonrisa y él sonrió para sí, adivinando las siguientes palabras que su mujer le iba a decir.

-Y no me digas que no ocurre nada y que sólo estás reocupada por Lucía porque no es eso y lo sé, así que dime qué ha pasado… He visto cómo mirabas a Jones y estabas… petrificada…

-No es cierto –se defendió ella.

-Sí lo es. Casi he tenido que sacarte de allí a empujones porque no eras capaz de reaccionar –contestó él sin perder la paciencia-. ¿Me lo quieres contar?

-Es… -hizo un ademán con la mano antes de dejarla caer sobre su regazo-… es una tontería, te vas a reír de mí… -como si quisiera darse la razón a sí misma, esbozó una ligera carcajada que Draco encontró sarcástica y nada humorística.

-¿Qué ocurre? –volvió a preguntar.

-El profesor Jones.

-¿Jonathan? –preguntó Draco arrugando la frente-, ¿qué ocurre con él?

-No pongas esa cara, no ocurre nada con él –se apresuró a añadir Hermione al reconocer el brillo opaco de los celos en los ojos de su marido-, así que no pienses en hechizarlo aún… -bromeó.

Draco sonrió a medias aún esperando que Hermione le contestara.

-¿Entonces?

-Es algo que ha dicho ahí dentro… -dijo la mujer mirándole-… es algo que me ha hecho recordar el pasado…

-¿Cuándo le ha gritado a Lucía? –preguntó de nuevo él preocupado. Hermione le miró preguntándose si había sido tan obvia-. Ha sido desde ese momento cuando te has quedado pálida y casi sin hablar –se encogió de hombros-, después de tanto tiempo contigo es fácil adivinar las cosas que te mortifican… -explicó con sinceridad.

- Las últimas frases que le ha dicho a Lucía…

-¿Qué ocurre?

-Eso mismo era lo que Ron solía decirle a Harry cuando Harry no nos contaba nada porque no nos quería poner en peligro… "¡Hay gente que quiere estar a tu lado, pero tú no les dejas, Lucía! ¡No puedes hacerlo todo sola!" –repitió ella con una media sonrisa-. Podría acordarme de esas oraciones toda la vida… las escuché muchas veces…

-Será casualidad –insistió Draco abrazando a su esposa de forma protectora.

-No es casualidad Draco. Es todo… su sonrisa, la forma de hablarme, el modo en que me mira como si supiera más de mi niñez que nadie… sus gestos, sus costumbres… su forma de hablar… hay algo en él que me envía continuas señales de aviso y no sé leerlas…

-¿Entonces por qué estás tan nerviosa? –ella lo miró-. Dices que no sabes leerlas, si no lo supieras, no estarías tan nerviosa… ¿Qué es de verdad lo qué estás pensando Hermione?

-¿Si te lo digo, me prometes que no me tomarás por loca? –preguntó ella cansada. Draco asintió-. Estoy pensando que de algún modo, Jones y Ron están conectados.

-Weasley murió –dijo Draco-. Protegió a Potter y murió Hermione, debes de aceptar que…

-No, Draco sé que hay alguna conexión entre los dos, lo sé, lo siento… -enterró la cabeza en su pecho y Draco la abrazó más fuerte mientras besaba su cabeza-; sé que hay algo que se me escapa… pero juraría que Jones y Ron… -suspiró-… si no fuera imposible, juraría que son la misma persona…

-No puedes estar hablando en serio.

Ambos se giraron sobresaltados hacia las sombras que proyectaban los arcos de piedra. Draco colocó su brazo alrededor de Hermione de forma protectora e instintiva a pesar de saber que ella sabía defenderse perfectamente sola; su otra mano ya estaba en su varita. Ambos se relajaron al ver salir de las sombras una figura conocida.

-Lo siento, no quería asustaros…

-¿Espiando, Potter? –preguntó Draco.

-Sólo pasaba por aquí, iba a buscaros a la oficina de Dumbledore y os escuché por casualidad –clavó sus ojos en Hermione-. No puedes creer eso Hermione, yo vi cómo murió Ron, ¿recuerdas?

Hermione no dijo nada. Se quedó mirando los ojos verdes de su amigo; estaban llenos de miedo y de dolor, como cada vez que el nombre de Ron era mencionado; era cierto que ella lo echaba de menos, que siempre se había culpado de su muerte, que siempre había pensado que si aquel día ella hubiera estado con ellos en lugar de estar con Draco, quizá Ron no hubiese muerto… todo era cierto… Sin embargo, era Harry quien había estado con él hasta el final y quien había visto como se sacrificaba por él… Sabía que el dolor que ella sentía no podía ser nada comparado al que el hombre que tenía delante debía haber pasado. Su garganta estaba seca y se veía incapaz de responder.

-¿Qué haces aquí? –preguntó Draco.

-Jack y James –se encogió de hombros-, creyeron que Lucía estaba mal y los he traído para que vean que no es cierto –los ojos del matrimonio Malfoy se encontraron-, ¿qué ocurre? ¿está bien Lucía? ¿ha ocurrido algo?

-Está bien…. Pero esta mañana tuvo un ligero contratiempo –dijo Draco-. ¿Cómo sabían ellos que… -Harry lo miró de forma significativa y se tocó la muñeca izquierda, donde el brazalete que Lucía le había dado estaba en contacto con su piel-, el brazalete… claro…

-Jack vio como brillaba un par de segundos, el tiempo justo para que se asustaran…

-Siempre dije que no era buena idea que leyera tanto… -la voz de Jones los sobresaltó de nuevo-… perdón, olvidé que en este castillo pueden aparecer cosas extrañas de un momento a otro –añadió divertido.

-¿Dónde…

-Envíe a Jack y Jamie a la lechucería, Lucía había ido a enviarles una carta, supongo que se habrán encontrado… -miró a Draco-… ¿podrías dejarnos solos? Necesito hablar con ellos.

Draco asintió.

-Luego me lo cuentas –le susurró a su esposa cuando la besó en la frente. Ella asintió.

Jones los miró a ambos. Harry se situó al lado de Hermione pasando un brazo sobre sus hombros. Ella temblaba y no era por el frío. El profesor sonrió mientras se pasaba una mano por el pelo.

-Bueno… creo que tenemos que hablar de algo… -los miró y les sonrió-… jamás imaginé que terminaríais casándoos con dos serpientes… -bromeó.

El viento hizo revolotear en silencio las capas de los tres adultos. Hermione se sujetó a Harry. No podía ser; no era cierto. Harry miró a Jones; sus ojos verdes llenos de asombro y miedo; no podía creer nada de aquello.

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Aquel era su pequeño secreto. Nadie con dos dedos de frente se atrevería a entrar en sus habitaciones si no quería enfrentarse a la mortífaga Bellatrix y provocar la mínima ira de Réficul. Se dirigió a la pared del fondo y pulsó con su mano la cuarta piedra vertical y dos más a la izquierda; el leve crujir cerca de la cama le hizo girarse para ver como el compartimiento secreto se abría. Un minúsculo cajón se abrió paso entre la cama y el suelo. Bella se arrodilló junto al cajón y extrajo el sobre amarillento que siempre guardaba allí. Cualquiera podría pensar que allí guardaba joyas, documentos de valor, incluso un dinero que jamás sería utilizado; todos ellos se hubiesen equivocado. Lo único de valor que Bella guardaba allí era la fotografía de su hermana y ella justo antes de la boda de Narcisa.

Las dos rubias, las dos sonrientes, altas y majestuosas, con aquel porte digno de la realeza y que tantos envidiaban y otros tantos codiciaban a partes iguales. Narcisa estaba radiante; jugaba con uno de sus mechones enrollándolo alrededor del dedo índice y soltándolo ligeramente haciendo que el tirabuzón recién creado diera suaves botecitos en el aire; ella la abraza por detrás y saludaba a la cámara, inconsciente de que en la siguiente media hora su hermana anunciaría su boda y por tanto, su separación.

Narcisa era todo lo que le quedaba de su pasado, todo lo que una vez las había unido había desaparecido, sus padres, su casa, su herencia… absolutamente todo y sólo le quedaba ella. Sonrió.

Recordaba perfectamente el primer día en que Narcisa había intentado hacer una poción y la habitación había estallado causando el enojo de su madre y la diversión de su padre; recordaba sus intentos por volar y el modo en que había desistido después del cuarto intento consecutivo; recordaba cuando la había acompañado a comprar su primera varita y Narcisa se había sentido avergonzada por romper los cristales de la tienda, a pesar de que el señor Ollivander simplemente le habían sonreído con comprensión alegando que eso era algo que ocurría siempre.

Todos y cada uno de los momentos estaba grabado en su cabeza. Sabía el dolor que supondría para Narcisa el dolor de Draco al perder a su hija… Y no podía evitarlo, no quería evitarlo. Por alguna razón, la oscuridad que habitaba en su corazón le decía que no lo evitase… Desde el retrato, Narcisa volvió a sonreír y ella alargó una mano para acariciar la fotografía mágica en un vano intento de estar más cerca de su hermana de lo que lo había estado en los últimos años.

Podía ayudar a su hermana e intentar recuperar lo que había perdido, traicionando al ser que había llevado en su interior durante nueve meses y que jamás la había considerado su madre, o podía hacer sufrir a Narcisa más de lo que nadie pudiese haber sufrido nunca.

Fuera, una tormenta se desató. Bella sonrió, besó la fotografía y la volvió a guardar en su compartimiento. Aquel era su secreto, sólo de ella, nadie más debía saber que guardaba aquel lazo con el pasado. Sin querer ser consciente de ello, con el primer rayo que iluminó la estancia, Bella había tomado una decisión.

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No cabía duda que el entrenamiento le había sentado bien. Estaba más bonita que nunca, sus ojos irradiaban felicidad, su cuerpo estaba esbelto y musculoso donde debía estarlo; sus rizos caían sobre su espalda a excepción de aquellos tres tirabuzones que se había anudado sobre la nuca con el fino pasador dorado que Amy le regaló en su último cumpleaños. Estaba preciosa. Quizá fuera el hecho de que hacía días que no la veía o quizá fuera el hecho de que hacía tiempo que había aclarado sus dudas, pero en el momento en el que encontró a Lucía en la lechucería y la vio sonreír al verlos allí, la vio más hermosa que nunca.

-En ese caso enviaré a Artemisa a casa de los Weasley –sonrió y se giró hacia su lechuza.

Jack aprovechó para mirar a su amigo y darle un codazo suave en las costillas. Pero James parecía no estar por la labor de prestarle atención a su amigo por lo que Jack tuvo que recurrir al viejo truco de su padre, una palmada en la espalda lo bastante fuerte para que él volviese al mundo real y dejase de fantasear y lo bastante débil para que James no quisiera matarlo en aquel mismo instante.

-Si la miras tanto la vas a gastar… -bromeó de forma inconsciente. James lo miró cortante-. Era una broma, no deberías tomártelo así si no fuera porque… -Jamie enrojeció -… oh, oh… ¿no me digas qué…

-Ni siquiera se te ocurra pensarlo –le advirtió James en un susurro mientras que Lucía escribía la carta para Dani, Adam y Jen.

-Pero si es algo que salta a la vista James… -le dijo Jack sonriendo-… ya era hora de que te dieras cuenta…

-¿De qué estás hablando? –Jack le sonrió-. ¿Qué?

-Estoy hablando de que ya era de que te dieras cuenta de que Lucía es tu mejor amiga, pero también es una chica…

-Yo ya sabía que era una chica –protestó James ligeramente ruborizado.

-¿En serio? ¿Catorce años con ella sin una insinuación durmiendo juntos en la misma cama en verano y estando con ella constantemente y sabías que era una chica? –Lucía terminó de escribir y llamó a Artemisa con un silbido-. Y yo que creía que la considerabas una amiga…

-Y eso es lo que es –enrojeció aún más-, no sé que pretendes Zabinni, pero no vas a liarme –dijo muy serio. Jack tuvo que contener la carcajada.

-Listo chicos, ¿nos vamos a otra parte? Tenéis que contarme qué hacéis aquí.

-Jack quería hacer de héroe –bromeó James retando a su amigo con la mirada. Lucía lo miró interrogante -. Su brazalete brilló esta mañana… y no dejó de insistir hasta que mi padre nos trajo aquí.

-¿Tío Harry está aquí? –los dos asintieron -. Genial… otro adulto para presionarme sobre lo que debo hacer… no me hagáis caso –añadió al ver la cara de desconcierto de los dos chicos-. ¿Dónde habéis dejado a Amy?

Los tres se miraron.

-Biblioteca –dijeron al mismo tiempo riendo.

-Vamos a buscarla.

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El encapuchado se arrodilló ante Réficul; detrás de él, tres personas más, cubiertas del mismo modo con túnicas lilas y capuchas negras esperaban pacientes a que el Nuevo Señor Oscuro hablase para saber por qué habían sido convocados.

-Quiero realizar el Ritual Sagrado de Unión –anunció con voz solemne. El encapuchado tembló un poco y Réficul sonrió-. Antes de que el tiempo se consuma quiero tener la certeza de tener sus poderes y a ella… Controlarla… eso es lo que más anhelo…

-Será cómo deseéis –dijo el hombre mayor-. ¿Cuánto tiempo tenemos, Mi Señor?

-Tres meses –anunció Réficul-. Tres meses y quiero tenerla a mi lado o lo pagaréis con vuestra vida, ¿entendido?

Los asistentes asintieron incapaces de hablar. Réficul sonrió. Le gustaba dominar, le gustaba controlar, le gustaba el poder… e iba a demostrarlo.

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¿Y bien? Que os ha parecido?

Se atreverá Jones a confesarle a Harry y Hermione quién es él de verdad?

Qué decisión ha tomado Bella?

Pues no pienso actualizar hasta que los reviews no superen los cuatro que he recibido de mi pasado capítulo :p

Un besito y que disfrutéis leyendo!

Nos leemos!