Hola a todo el mundo!
Primero y antes que nada, lamento mucho no haber contestado a vuestros reviews, pero es que he estado realmente ocupada y no he podido hacerlo, lo siento; los contestaré tan pronto pueda, así que no dejeis de enviarme, ya sabeis, diez como mínimo o no subo nuevo capitulo :p
Otra cosa muy importante… FELIZ AÑO NUEVO
Jejejeje tenía que ponerlo :D
Vale, venga… os dejo con el capitulo… no os quejareis de que es corto ¿verdad?
Bueno, vale, vale… ya os dejo con el capitulo…
Por dónde estaba? Ah, sí… ya recuerdo…
CAPITULO 26
El salón de los Potter. Lo reconoció nada más abrir los ojos. Vacío. Era extraño ver aquel lugar que siempre estaba lleno de niños y de adultos completamente vacío sin las continuas disputas amistosas entre su padre y su padrino. Todo estaba igual; las fotografías sobre la repisa de la chimenea, el sofá junto al fuego, las escaleras tapizadas con aquella moqueta rojiza… incluso la mancha de zumo de tomate que Jamie y ella había provocado cuando tenían cinco años seguía sobre la alfombra, frente al sofá, como si nadie la hubiese tocado… Ella recordaba perfectamente que su madrina Pansy la había retirado con magia dos semanas después de darse por vencida de intentarlo de forma muggle. ¿Dónde estaba?
-Es tu recuerdo más feliz –se giró sobresaltada y con una mano frente a su pecho como si estuviera dispuesta a lanzar un hechizo. Una chica de dieciséis años más o menos, con el cabello rojizo y las mejillas pecosas la miraba divertida desde el sofá donde estaba cómodamente sentada-. Perdona, te asusté. ¿Te apetece un poco de té? –Lucía negó con la cabeza-. Vamos, hazme caso… creo que vamos a estar un buen rato aquí hasta que te des cuenta de quién eres.
-Soy Lucía Malfoy Granger –dijo la niña como si fuera lo más normal del mundo.
-Ese es tu nombre, no quien eres –le contestó la chica sonriéndole con afabilidad-. Por cierto, me llamo Ginevra Weasley –Lucía abrió los ojos mientras la miraba-. La misma mirada que tu madre cuando se enteraba de algo extraño…. –sonrió-… siéntate; tienes que descubrir quién eres, no sólo tu nombre.
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James permanecía en el centro del círculo; su rodilla hincada en el suelo y su pierna flexionada; había caído después de que Jen enviase su magia y aún faltaba la de Jack y la suya propia. Amy miraba a su hermano debatiéndose entre liberar el círculo y sacarlo de allí o dejar que todo siguiese su curso hasta que Lucía entendiese que debía aceptar la magia que ellos le estaban ofreciendo libremente.
-¿Está bien? –preguntó Adam mirando preocupado a Jamie.
-Lo estará en cuanto Lucía acepte nuestra magia –indicó Amy.
-¿Quieres decir qué aún no ha aceptado nuestra magia? –preguntó de nuevo el mayor de los pelirrojos.
-Si lo hubiera hecho James no estaría así… -confirmó la chica morena asintiendo levemente-, seguramente se ha dado cuenta de lo que pretendemos hacer y ha cerrado sus barreras para impedir aceptar nuestras auras… -hizo un gesto de descontento al que se unió su chico-… si supiera que es Jamie el canalizador de la magia quizá no sería tan obstinada…
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-¿Dónde estamos? –preguntó Lucía.
-Creí que eso era evidente… -sonrió Ginny-… normalmente me preguntan ¿qué hago aquí? ¿estoy muerto? O cosas de ese estilo.
Lucía sonrió.
-Esas iban a ser mis siguientes preguntas. Preferí empezar por lo práctico.
-Cierto… olvidé por unos segundos que eres hija de Hermione –Lucía sonrió orgullosa de lo que acaba de oír-. Estamos en tus recuerdos, exactamente en tu recuerdo más feliz.
-¿El salón de los Potter? –preguntó extrañada-. He pasado mucho tiempo aquí con tío Harry y tía Pansy, después de todo son mis padrinos, pero no entiendo…
-Eres tú quien ha elegido este lugar para aclararte Lucía, no yo –la rubia la miró-. Yo sólo estoy aquí para guiarte en tu descubrimiento y darte pistas en tu camino, no para decidir sobre el lugar o las personas que quieres ver.
-¿Puedo ver a alguien? –Gin sonrió.
-En cuanto sepas quien eres podrás hacer lo que quieras… este es tu espacio… es tu rincón… es tu mundo…
-¿Cuánto tiempo vamos a estar aquí? –preguntó Lucía.
-El tiempo que necesites –contestó Ginny con una sonrisa.
-¿Me vas a contestar siempre con evasivas? –preguntó arrugando la frente. Ginny rió ante aquel gesto-. ¿Qué?
-Me recuerdas a tu padre… Draco también solía ser muy infantil en sus actitudes… Estoy segura de que él y Harry aún no han terminado de limar asperezas, ¿me equivoco?
-No –negó con una sonrisa-, según mamá a veces parecen tener siete años… aunque siempre que discuten o se pelean intentan hacerlo donde no les podamos ver.-la duda pareció asaltar la mente de la heredera Malfoy porque miró a Ginny con las cejas fruncidas.
-¿Qué quieres saber?
-Tú no… no puedes ver… quiero decir no…
-Oh, si quisiera sí podría ver el mundo de los mortales –dijo Ginny quitándole importancia-, pero no lo deseo.
-¿No lo deseas? ¿No quieres ver a tus familiares? ¿Tus amigos? ¿Tampoco quieres ver a tío Harry?- La pelirroja esbozó una débil sonrisa-. Perdona, quizá no debí…
-No pasa nada Lucía –le aseguró Ginny-. Es que tu respuesta me ha pillado desprevenida… pocas son las personas que se interesan por mí –le sonrió-. Pero creo que puedo contestar a tu pregunta. He deseado ver a todos y cada uno de ellos desde el día en que me convertí en espíritu protector… -dijo sonriendo-… Pero jamás podría hacerlo… No podría ver a mis padres, a mis hermanos a mis amigos… a Harry… sin querer intervenir en sus vidas. Tengo la capacidad de ver más allá del presente y correría la tentación de advertirles sobre su futuro.
-¿Y eso no es bueno? Es decir, si puedes evitar que se metan en problemas, ¿no les serviría? –Ginny sonrió.
-¿Recuerdas cuando cumpliste nueve años? Tomaste la escoba de Jack por error y ésta estaba hechizada por Blaise para que nadie excepto Jack pudiera montarla.
-Claro que lo recuerdo, apenas me elevé dos metros del suelo y me caí… Suerte que papá estaba allí para cogerme…
-Pero a partir de ese momento te aseguras de que cada vez que tomas una escoba sea la tuya, ¿cierto? –ella asintió-. ¿De qué hubiera servido que alguien te dijera que ibas a caerte? Te hubieras estado cayendo durante años… -le sonrió de forma conciliadora.
-¿Y no tienes curiosidad? –inquirió de nuevo la rubia.
-Me basta veros a vosotros en el presente para saber como siguen ellos –Lucía la miró sorprendida-. No –contestó a su silenciosa pregunta-, ni siquiera veo el presente de ellos… sería demasiado doloroso para mí.
-¿Puedo preguntarte como… -parecía incómoda-… como terminaste aquí? –finalizó su pregunta bastante satisfecha por haber preguntado por su muerte sin decir esa palabra.
-Si mal no recuerdo, hablaste con Harry y Ron sobre mí… -Lucía frunció el ceño. No recordaba haberlo hecho-… Cuando te indicaron lo que debías hacer y te dieron instrucciones para controlar tus poderes y acceder a tu fuente de poder…
-Te sacrificaste… -murmuró Lucía-… ¿quién… -entonces una idea azotó su cabeza como un látigo-… tío Harry habló de esperanza… esa era tu fuente de poder ¿verdad? –Ginny no pudo evitar sonreír-… te sacrificaste para salvarlo a él después de que viera morir a Ron Weasley, ¿cierto?
-¿Así que tendré que contarte mi historia para que tú me cuentes quién eres? –preguntó con fingido enojo la pelirroja. Lucía se sonrojó levemente tal y como hubiese hecho Hermione, se recordó mentalmente Ginny -. Vamos a hacer una cosa, pregunta por pregunta, ¿estás de acuerdo?
-¿Cómo sabrás si digo la verdad? Podría mentirte –apuntó Lucía.
-Podrías por tus genes de Draco Malfoy –concedió Ginny divertida al ver la cara que ponía la rubia ante la mención de que su padre pudiera ser un mentiroso-, pero estoy segura de que los genes de Hermione habrán anulado esa parte tuya, igual que seguro que también los ha anulado en Draco –los ojos de Lucía brillaron con complicidad-. ¿Y bien? ¿Tenemos un trato? –extendió su mano.
-Tenemos un trato –aceptó Lucía estrechando su mano de forma solemne.
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El círculo no podía romperse, todos eran consciente de ello; en dos ocasiones Jack había decidido que su cabello le molestaba por lo que había hecho el gesto de soltarse de las manos para acomodárselo, lo que le había proporcionado una mirada asustada de Amy y un ligero apretón en forma de reproche en su mano derecha donde Jen lo tenía sujeto. Él aún no había hecho su entrega de magia. No podía hacerlo viendo como su amigo estaba en el centro de todo aquello intentando que su cuerpo aguantara la energía y magia acumulada dentro de él.
-En cuanto la libere, lo haré –había asegurado. Ninguno de ellos había puesto ninguna pega.
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-¿Quién eres?
Lucía arrugó el ceño y volvió a resoplar. Era la quinta vez que le preguntaba lo mismo y parecía que la respuesta de "Lucía Malfoy" no servía de mucho, ya que Ginny, en su siguiente turno volvía a preguntarle lo mismo. Mientras ella había sabido quién era Ginny, la historia de su vida, su relación con tío Harry, sus sentimientos la noche de su muerte y estaba a punto de averiguar por qué lo hizo.
-Soy Lucía Malfoy… no sé que más quieres que te diga… -Ginny se mostró divertida. Lucía la miró -. ¿Por qué lo hiciste?
El rostro de Ginny, alegre y divertido hasta el momento se ensombreció y un deje de tristeza acudió a sus ojos castaños.
-Porque tuve la oportunidad de ver lo que podía pasar si Harry perdía en su batalla y no quería una muerte en vida… Voldemort me hubiera aceptado en círculo interno y me habría humillado y sometido a él de la forma más cruel y violenta que podría hacer únicamente por ser quien soy… -una risa apagada escapó de su garganta-… Lucía debes saber que aquella noche… Harry debería haber muerto… -la rubia abrió los ojos sabiendo lo que aquello significaba. Olvidando el hecho de que con aquella declaración estaban diciéndole que ella podría no haber existido, sólo pensaba que si Harry hubiese muerto, James no hubiese nacido-… Mi hermano Ronald… fue imprevisible. Según los Ancestros él debía de sacrificarse para salvar a Hermione pero Ron siempre fue demasiado impulsivo y protector con Harry –sonrió-, y cuando tuvo la oportunidad de salvarlo, lo hizo.
-Tu hermano no debía haber muerto entonces… era tío Harry…
-Así es –asintió Ginny-. Cuando Harry vio morir a Ron en sus brazos, toda la esperanza que tenía para salvar al mundo y salvarse a sí mismo se desmoronó a su alrededor; había soportado demasiadas muertes, demasiado odio y sangre se cernía sobre él y decidió abandonarse a todo y dejar que lo mataran para olvidar y dejar de sufrir.
-Entonces apareciste tú…
-… Mi fuente de poder era la esperanza… -se encogió de hombros-… creí que era lo mejor que podía hacer, sacrificarme para que aquellos que amaba pudieran ser salvados por quien debía de salvarlos…
Unos segundos de silencio mientras que Lucía intentaba asimilar la información recibida. La persona que tenía delante había sacrificado su vida para salvar la de Harry, Ronald Weasley también lo había hecho… a ambos le debía la existencia de James y Amy y seguramente, la del resto de sus amigos. Por unos momentos se sintió completamente idiota al no aceptar la ayuda que sus amigos querían brindarle; si Harry fue capaz de aceptar el sacrificio de sus padres, el sacrificio de su mejor amigo y el sacrifico de su gran amor para ayudarle, ¿por qué ella no podía aceptar la magia que sus amigos le ofrecían libremente para ayudarla?
-¿Estás bien? –preguntó Ginny viendo la cara de confusión de Lucía. La chica asintió varias veces con aire ausente-. ¿Me toca preguntar? –un nuevo asentimiento. Lucía esperaba la pregunta de siempre pero entonces Ginny sonrió de forma enigmática.
-¿Por qué has elegido este lugar como tu recuerdo más feliz?
Lucía sonrió ante la pregunta. Era fácil de responder.
-Porque en esta casa guardó la mayoría de mis recuerdos felices –se encogió de hombros-. He pasado tanto tiempo en esta casa como en la mía propia; el hecho de que mis padres y los de Amy y Jamie se lleven tan bien han implicado estas cosas –añadió en tono de broma.
-Pero también podrías haber elegido tu casa u otra zona de esta casa… -Lucía sonrió ante la mirada enigmática de la pelirroja.
-Bueno, esa mancha –señaló la alfombra-, me dice el día exacto en el que estoy… -le dijo sin perder la sonrisa-… en este día, Jamie y yo hicimos una promesa de amistad eterna que hasta el momento ninguno de los dos ha roto.
-¿Así que ese es un recuerdo feliz para ti?
-Es el mejor recuerdo para mí –asintió ella-. Nunca fui tan extrovertida como mi padre, solía esconderme de la gente cuando alguien venía de visita a casa incluso de tío Harry y tía Pansy que son mis padrinos… Pero este día, yo derramé el zumo sobre la alfombra y me asusté tanto que me puse a llorar –recordó con melancolía de quien mira en su pasado-… recuerdo que Jamie me dio un beso en la mejilla y me sonrió antes de pedirme que no llorara.
-Empiezo a entender por qué elegiste este lugar –Lucía la miró claramente confundida; Ginny rió -. ¿No te has dado cuenta aún? Aquí iniciaste la base de una relación de amistad que en los últimos meses se ha convertido en algo más ¿me equivoco? –la miró con suspicacia. Lucía se sonrojó.
-¿De qué estás hablando?
-De James Lucía, ¿de quién más podría estar hablando? Fue en e este lugar donde iniciaste tu amistad con el y ha sido precisamente esa amistad lo que te ha llevado a convertirte en la persona que ahora eres… Este lugar es muy importante para ti, por eso te estás escondiendo dentro de estas barreras.
-¡Yo no me estoy escondiendo! –gritó Lucía ligeramente enfadada por tal insinuación.
-¿Segura? Entonces ¿por qué no quieres despertar aunque Draco te está llamando?
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Lucius abrió los ojos. Estaba suspendido en el aire a una altura de cien metros más o menos por lo que pudo juzgar mirando hacia abajo, sus muñecas atadas en el aire con algún conjuro o hechizo de magia oscura, estaba seguro. Tenía el torso descubierto y lleno de cortes y heridas que no cicatrizaban pero tampoco despertaban dolor en el hombre. Bajo él, la oscuridad y la nada.
Sabía lo que iba a hacer. Había visto aquella tortura miles de veces y en otras tantas había sido el causante de ella. Llegado el momento en que el Ritual estuviese listo, las heridas y cicatrices empezarían a sangrar resbalando hacia sus pies y siguiendo una cadena invisible hasta el suelo donde sería recogida en un recipiente de bronce marcado con antiguas runas que contenía hechizos de poder y magia negra. Cuando la última gota de sangre de su cuerpo se reuniese en aquella copa, sus manos serían soltadas y él viviría lo suficiente para ver su caída y notar como su cuerpo colisionaba con el suelo produciéndole la muerte.
El círculo de velas negras y magenta se vio encendido a sus pies, en el centro, aunque no lo veía desde aquella altura, la copa de bronce esperaba por su sangre. La primera cicatriz de su estómago que cruzaba sobre el ombligo se abrió y la sangre empezó a emanar mientras escuchaba los cánticos antiguos reclamando la unión que la sangre iba a dar.
Ya no podía hacer nada. Ahora dependía de ellos. Si lograban hacer el juramento de protección a su alma, Lucía estaría bien, si no… no quería pensar qué podría ocurrir. Otra herida se abrió sobre su pecho. Los cánticos se hicieron más fuertes y elevados. La risa de Réficul resonó en su cabeza.
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No tenía respuesta para esa pregunta. No la tenía. ¿De qué se estaba escondiendo? Miró a Ginny como si ella tuviera las respuestas a sus preguntas aún sabiendo que no era así. La pelirroja le devolvió la mirada.
-No lo sé –admitió ligeramente avergonzada por no saber responder a una pregunta así-. No me escondo de nada… o eso creía hasta que tú me lo has dicho. Aunque… -la miró y negó -… no, es una idiotez, no puede ser eso…
-A veces las cosas más idiotas son las que dicen la verdad… mis hermanos gemelos siempre decían idioteces pero siempre eran sinceras –añadió en tono confidencial. Lucía rió suavemente.
-Tío Fred y tío George son muy simpáticos –dijo la rubia.
Ginny hizo un ademán con la mano para quitarle importancia.
-Supongo que sí, pero nunca dejes que te convenzan para probar un nuevo producto en ti… la última vez que me ofrecí terminé con el cabello de un color verde chillón durante dos semanas –arrugó la nariz.
-Demasiado tarde –dijo Lucía riendo-. Ocho años, me convencieron para probar sus nuevos dulces, bueno fue más bien Dani quien me convenció. Terminé flotando por el techo durante tres horas… -Ginny rió.
-Sí, esos son mis hermanos –dijo encogiéndose de hombros-. Jamás subestimes el amor que puedes dar y entregar a un hermano Lucía –añadió suavemente-… puede llegar donde nadie más llega.
-Lo sé –admitió Lucía-. Alex y yo a veces nos comunicamos sin necesidad de hablarnos –dijo.
-Pero nada de esto contesta a mi pregunta Lucía… ¿Qué era una idiotez? ¿de qué tienes miedo?
Ella bajó la cabeza.
-No dejas que tus sentimientos salgan Lucía… tienes una gran fuerza y una fuente de poder pura como es el amor pero no podrás dominarlo nunca si no te unes con tu propia fuerza.
-No te entiendo…
-Cuando supe que mi fuente de energía interna era la esperanza no encontré sentido a ese hecho –confesó con una ligera sonrisa-… pero cuando aquel día Voldemort atacó y mi hermano se interpuso en el camino del maleficio para salvar a Harry… lo vi todo claro… Casi pude notar como la esperanza de vivir de Harry se desvanecía sin que yo pudiera hacer nada… -suspiró recordando aquel momento-… así que simplemente lo entendí… entendí que mi propósito de estar allí en aquellos momentos era dar la esperanza que Harry había perdido… Y sabía que iba a morir y sabía que no volvería a verle –añadió antes de que Lucía dijera nada-… Pero también sabía que de no hacer lo que debía hacer… estaría huyendo siempre de mí misma.. –le sonrió. Lucía la miró-. Así que ahora dime, ¿de qué te estas escondiendo, Lucía? ¿Qué es eso que tanto temes que no aceptas quien eres, que no sabes quien eres?
La chica rubia sonrió con cierta tristeza que a Ginny se le hacía conocida… había visto aquella mirada en los ojos de Hermione demasiadas veces cuando le había confesado que creía estar enamorándose de Draco y que no podía permitírselo, y era la misma mirada que Harry le había dedicado durante tres años antes de decidir que importaba más su corazón que lo que pudiera llegar a pensar.
-De mí… -dijo en un murmullo-… estoy tan asustada por todo lo que me rodea y por todo lo que va a pasar que tengo miedo de mí misma… -Ginny le sonrió con tranquilidad y Lucía estaba segura que aquella sería la sonrisa de una hermana mayor.
-¿Ves como no era tan difícil? Ahora podemos intentar arreglarlo…
Lucía le sonrió de vuelta.
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-Vamos a tener que cortar la conexión –dijo en un murmullo Adam mirando a James que parecía al borde de sus fuerzas.
-No podemos hacer eso –dijo Amy mirando a su hermano con un deje de miedo en los ojos-. Lucía aún no ha recibido nuestra magia… los perderíamos a los dos –añadió.
-¿Qué quieres decir? –la voz de su madre le llegó lejana y ella supo que era debido al enlace que habían establecido con Lucía.
-Si cortamos la conexión antes de que Lucía reconozca nuestra magia como suya y la acepte, James se quedará con nuestra magia dentro y su cuerpo no lo resistirá –dijo en un murmullo suave.
-Podéis hablar todo lo alto que queráis –dijo sonriendo entre dientes Jamie-… os estoy escuchando ¿sabéis? Jack, no noto tu energía.
-Y no vas a notarla hasta que la que tienes desaparezca, amigo –le contestó Zabinni-, y por todos los magos y brujas, ¿quiere alguien ponerme bien el pelo? –sintió la mano de su padre atusándoselo -. Gracias.
Las risas infantiles se mezclaron con las adultas. Jack miró a su migo de reojo. James no reía; estaba demasiado concentrado en no explotar para hacer nada más.
-Algo ocurre… -informó James en aquel momento-… es como si Lucía estuviese dormida… sus poderes no son notables…
Jones miró a Harry y Hermione que se veían preocupados y entrecerró los ojos un segundo para concentrarse en el aura de la pequeña Malfoy. Asintió en silencio. Estaba bien, pero estaba débil… Jamie tenía razón, era como si estuviese dormida. El aura fuerte de Ginny estaba a su lado; Jones sonrió, Lucía estaba bien.
-Aguanta James… -le dijo en un susurro en medio de las risas-… puedes hacerlo…
Y esta vez, James sonrió.
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-Has aceptado que quieres a tus padres, a Blaise y Luna, a Pansy y Harry, Narcisa, Alex, Jack, Amy, Dani, Jen, Adam, Susan, Ronnie, Charlie y Mereg, Fred y Alyssa, Bill e Isbelle, George y Naira ¿cierto? –recitó Ginny contando con las manos los nombres. Lucía asintió en silencio-. ¿Y qué hay de James? ¿Él no está en tu lista?
-Jamie es… diferente… no puedo quererle como quiero a los demás –añadió al ver la cara de confusión de Ginny-. Pero tampoco puedo quererle como quiero quererle –arrugó la frente y Ginny tuvo que controlarse para no estallar en una fresca carcajada; Lucía estaba visiblemente confusa y bastante, la verdad.
-¿Y cómo quieres quererle? –preguntó aguantando la risotada.
Lucía la miró sonrojada.
-No sé como quiero quererle… no sé si quiero quererle como quiero quererle… -añadió. Se llevó las manos a la cabeza y las enteró entre los rizos mientras exhalaba un suspiró de resignación-¡¿Por qué tiene que ser todo tan complicado! –preguntó en voz alta exasperada.
-No es tan complicado… -dijo Ginny divertida-… tú lo haces complicado. O le quieres, o no le quieres, o le amas o no le amas.
-¿Quién ha hablado de amor? –preguntó Lucía más sonrojada aún si es que eso era posible.
-Bueno, teniendo en cuenta que es tu fuente de poder, debería de ser lógico que no termines de desarrollar tu magia interna porque no aceptas que amas a alguien –dijo Ginny sin perder la sonrisa.
-¡Yo no…. –empezó a gritar. Ginny la miró y ella se calmó-… yo no puedo querer a nadie… no puedo permitirme…
-… ese lujo? –terminó la pelirroja la frase por ella. Lucía la miró-. Harry estuvo repitiendo esa misma frase durante meses… -sonrió-… pero ¿sabes? Un día se dio cuenta de que si iba a morir, prefería hacerlo habiendo compartido el último segundo de su vida conmigo que estando solo…
-Pero yo no…
-Lucía, no te estoy diciendo que lo proclames al mundo, ni tampoco que en cuanto le veas le demuestres que le quieres como algo más que un amigo… no estoy diciendo nada de eso… Sólo que busques dentro de ti y lo aceptes, porque es el único modo, la única solución que puede salvarte la vida… -le sonrió con dulzura-… Lucía… no estás sola, nadie puede estar solo ante el peligro que se te presentará más pronto de lo que crees… Estás agotada y tu magia se está extinguiendo… -Lucía bajó la cabeza ligeramente avergonzada, sabiendo que ella tenía razón-… debes aceptar la ayuda que los demás te ofrecen…
-¡No quiero que se compadezcan de mí! –exclamó orgullosa. Ginny le sonrió al ver que los genes orgullosos de los Malfoy habían salido a flote-. No voy a quedarme con parte de su magia sólo porque me tengan lástima…
-¿Lástima? –preguntó Ginny -. ¿Compasión? Lucía estás muy equivocada… Ellos te quieren… No fue lástima cuando Amy se pasó contigo dos horas enteras intentando revocar el hechizo que Alister te había lanzado, y no fue lástima cuando Jack te enseñó a volar, y tampoco fue lástima cuando Adam te curó aquella herida cuando tenías tres años y desde luego que no fue ni lástima ni compasión cuando James se pasó aquellos cuatro días en la enfermería a tu lado, esperando que abrieras los ojos… -Lucía parecía bastante avergonzada-… ¿no lo ves? Ellos nunca te han visto como lo que eres, para ellos, sólo eres Lucía… Eres su amiga, su confidente, su cómplice… Pero jamás sentirían lástima por ti porque te conocen lo suficiente para saber que no te gusta la compasión hacia tu persona…
-Entonces… ¿qué debo hacer?
-Aceptar la ayuda que te están brindando… aceptar lo que tu corazón te dice… enfrentarte a tu destino como la persona que eres…
Lucía esbozó una sonrisa.
-¿Lucía Malfoy? –Ginny negó con la cabeza.
-¿Quién eres?
-La Guardiana de la Luz y la Esperanza, nacida de la unión de la Oscuridad y la Luz, cuyo destino es enfrentarse a la Oscuridad y las Tinieblas de aquel que se hace llamar Réficul –contestó Lucía.
La pelirroja asintió despacio.
-Ahora, es tiempo de que te vayas… -añadió sonriente-… debes de recibir la magia de tus amigos antes de que tu magia se extinga por completo.
-¿Volveré a verte? –le preguntó Lucía. Ginny sonrió de forma enigmática-. No me lo vas a decir ¿verdad? –añadió con el ceño fruncido. La pelirroja rió de forma abierta y franca y a Lucía se le contagió su sonrisa-. Estoy segura de que volveré a verte…
-Mira hacia las escaleras… -sugirió Ginny. Lucía obedeció.
Dos niños. Una niña y un niño. El niño rubio y de ojos verdes, la niña rubia con bucles que caían sobre sus hombros enmarcando su rostro y destacando su ojos grises. La niña aún mantenía en sus manos un vaso que contenía un poco del zumo que había sido derramado; lloraba… el niño se acercó a ella y quitándole el vaso de las manos le limpió una lágrima antes de besarla en la mejilla.
-No llores… podemos decir que he sido yo… -le sonrió. Lucía sonrió desde el sofá; aún notaba la calidez de aquel beso y la sinceridad de sus palabras-… Seremos amigos para siempre, es una promesa –dijo con tono solemne.
La pequeña niña asintió en silencio y esbozó una tímida sonrisa.
La escena desapareció en una nube de humo tal y como había aparecido.
-¿Cómo lo hago para salir de aquí? –preguntó Lucía mirando a Ginny-. Tengo… tengo una misión que cumplir y no puedo esconderme eternamente de mis sentimientos.
Ginny le sonrió.
-Sólo cierra los ojos –ella obedeció-… relájate… cuando vuelvas a abrirlos, estarás junto a Draco… No recordarás quién soy hasta que llegue el momento… Y procura ser feliz, Lucía…
Una sensación de comodidad y ensoñación la envolvió; notó un aura verde a su alrededor y sonrió dentro de su sueño… verde esperanza… ella debía conservarla.
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Parpadeó para acostumbrarse a la luz, los ojos de Draco la miraron preocupados. La mano de Narcisa tenía atrapada la suya mientras que su cabeza descansaba en el regazo de su padre que le apartaba los rubios mechones de cabello.
-¿Princesa? –aventuró Draco al ver que Lucía parpadeaba un par de veces-. ¿Estás bien?
-Mejor que nunca… -dijo ella abriendo los ojos-… ¿qué ha pasado?
-Te desmayaste… -dijo Narcisa simplemente -… ¿seguro que estás bien? Draco siempre nos decía lo mismo para que no nos preocupáramos y en realidad siempre estaba peor de lo que decía… -Draco le lanzó una mirada airada a su madre.
-Yo nunca he hecho eso –protestó el adulto. Narcisa lo miró condescendiente.
-Por supuesto que no, dragón –le contestó con una sonrisa tranquilizadora
Lucía sonrió de forma ausente. No sabía por qué pero se encontraba perfectamente bien, no tenía ni la sensación de mareo ni cansancio que se sobrelleva cada vez que una despierta después de haberse desmayado. Estaba fresca y perfectamente. Notó un pinchazo en la muñeca y miró hacia el brazalete. Las piedras parpadeaban…
-Papá… -llamó la atención de Draco-… debemos volver al castillo rápido…
-¿Qué…-Pero Lucía no le dio tiempo de decir nada más.
-Ahora papá…
Draco se giró hacia su madre y Narcisa negó con la cabeza.
-Debo quedarme –le dijo a su hijo-, tengo que… tu padre… yo…
Draco asintió. Demasiadas cosas juntas… pero sabía que estaba bien; Narcisa acababa de perder a su esposo pero en algún lugar, de alguna forma, sabía que había recuperado a quien una vez había sido su hermana. La besó en la frente.
-Ven a Hogwarts cuando termines –le dijo-. Estarás más segura allí.
Narcisa asintió en silencio.
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Bella se paseaba incómoda de un lado a otro de la estancia. Desde allí podían apreciarse los gritos de Lucius con total claridad cada vez que una herida le era abierta para sustraer su sangre; con una mueca de desagrado la mujer pensó que jamás habría imaginado tener piedad por el hombre que alejó a su hermana de ella. Pero el hecho era que Lucius estaba allí y aquello significaba que Alex estaba seguro.
Un nuevo grito. Incluso ella se había estremecido ante aquello. Eternal entró en la habitación revoloteando orgullosa y portando un pequeño paquete en el pico. Bella lo tomó después de darle una mirada de gratitud a su animal y lo abrió con cuidado.
No pudo evitar sonreír al ver lo que la pequeña cajita contenía, y no pudo evitar que sus ojos se cristalizaran y se aguaran… Un pequeño medallón que había permanecido en poder de Narcisa desde los doce años y que jamás se había quitado; con cuidado lo abrió y observó las dos fotografías que ocupaban las dos partes del medallón. Una de las fotografías mostraba a Narcisa y a Bella en el momento en que Narcisa tenía cinco años; la otra fotografía mostraba a Draco, una mujer castaña que sostenía en sus brazos un bebé y una niña rubia y de ojos grises que estaba delante de Draco y que Bella supuso que era Lucía.
Sonrió. Aquello era más de lo que hubiese esperado… Su hermana la había perdonado.
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Demasiada magia dentro de su cuerpo; lo notaba; notaba como la magia de sus amigos intentaba apoderarse de él y establecerse en su cuerpo; james estaba haciendo gala del gran autocontrol que Harry y Pansy siempre presumían que él tenía y estaba aguantando todo lo posible pero sentía que si Lucía no aceptaba aquello pronto, terminaría explotando de algún modo y no era algo que le hiciera mucha gracia, en realidad, podría sobrevivir sin explotar en miles de pedacitos.
Apenas escuchaba las palabras de su hermana ni sentía las miradas comprensivas de Dani y Jen sobre él, ni veía el modo en que Adam miraba a los adultos pidiendo algo que no llegaba a entender.
Estaba demasiado concentrado impidiendo que aquello estallase dentro de él como para preocuparse por nada más. Y el aura de Jack aún no estaba dentro de él. En cualquier otro momento le hubiese gritado que le diese su magia inmediatamente, pero sabía que debía guardar todas las fuerzas posibles para aguantar un poco, sólo un poco más.
Frunció el ceño cuando escuchó abrirse la puerta de forma lejana; si alguien interrumpía el ritual en aquellos momentos, él moriría estallando y con él, todos los que estaban a su alrededor por la explosión.
Calidez, dulzura, cariño, amistad, amor, ternura… Entreabrió los ojos y sólo pudo vislumbrar unos ojos grises que lo miraban con miedo y cariño. Intentó sonreír pero no pudo hacerlo. Ni siquiera para eso tenía fuerzas. Una mano se estiró hacia él y le acarició la frente apartándole los mechones rubios que se habían quedado adheridos a la frente por el sudor del esfuerzo que estaba realizando en aquellos momentos. Suavidad… Una fuerza nueva llegó hasta él y James supo que era la magia de Jack. Sonrió para sí mismo; eso significaba que todo iba bien y que Lucía sabía qué debía hacer.
Casi como si fuera un sueño, entre un sonido amortiguado le llegaron las palabras y el juramento de Lucía y de los demás. Sólo un poco, sólo un poco más y lo habría logrado. Debía esperar un poco más…
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-Te entregamos la magia que vive en nosotros para que recuperes la fuerza que has perdido con tu protección. Te concedemos nuestras auras a cambio de tu protección y tu vida. Te ofrecemos nuestra colaboración para que tu vida se salve. Acepta nuestro juramento de protección –las palabras dichas a coro por los niños hicieron que Lucía apartase la vista de Jamie unos segundos.
No sabía que era él; jamás hubiese imaginado que James fuera el voluntario para ser el canalizado de tanta energía… si hubiese tardado unos segundos más, él habría muerto… habría estallado al no aceptar la magia de ellos… Frunció el ceño; debería tener una larga charla con él en cuanto todo aquello terminase.
-Acepto vuestro juramento de protección y prometo protegeros con mi vida a cambio de lo que me está siendo entregado libremente –aceptó Lucía.
Se escucharon varios suspiros de alivio entre los presentes; sobre todo entre los adultos. Miró de reojo como sus padres se abrazaban mientras la miraban y como Alex le sonreía desde los brazos de su madre. Sí. Lo haría. No podía proteger a nadie si estaba muerta e iba a morir si no aceptaba la magia que sus amigos le estaban ofreciendo aún a riesgo de morir ellos.
Un halo de luces la rodearon; se mezclaron el verde y el azul, el naranja y el violeta… diminutas luces giraron en torno a ella mientras que Lucía cerraba los ojos e invocaba a su propio poder para aceptar la magia de los demás.
Antes de cerrar los ojos, vio como delante de ella, el cuerpo de James caía al suelo. Repitiéndose a sí misma que sólo debía ser agotamiento y diciéndose a sí misma que él estaba bien, se obligó a concentrarse en recibir la magia de sus amigos.
La pulsera de su muñeca brilló con intensidad. Harry, Dumbledore y Jones se miraron con complicidad; Lucía había aceptado la magia y su cuerpo la había asimilado. Un aura rosada veteada con líneas finas de colores variados, rodeó la figura de Lucía y entonces ella sonrió. Ahora todo estaba bien.
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Veinte minutos más y tendría toda la sangre de Lucius en la copa rúnica. Veinte minutos. Sólo eso le separaba de poder controlar el cuerpo y la mente de Lucía Malfoy. Veinte minutos y sería suya, estando encantada de serlo. Sólo Veinte minutos. Un nuevo grito, un alarido de dolor por parte de Lucius le hizo sonreír.
Algo no iba bien. Se concentró en Lucía y abrió los ojos de forma desmesurada. Su magia estaba aumentando ¿cómo diablos podía tener tanto poder en aquellos momentos cuando hacía tan solo unos minutos estaba débil? Coraje, ternura, valor… demasiadas emociones guardadas dentro de la mente de la chica para saber qué estaba ocurriendo.
Réficul miró la sangre de Lucius que seguía cayendo hasta el recipiente.
Debía darse prisa. Veinte minutos… sólo veinte minutos y aquel poder sería suyo y podría preguntarle cómo lo había aumentado… tan sólo veinte minutos.
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-Eres un idiota testarudo y terco… -murmuró mirando los ojos cerrados de Jamie que dormía en una de las camas de la enfermería-… ¿por qué tenías que ser tú el canalizador? ¿por qué te quisiste arriesgar así? –le acarició el cabello estirándose un poco. Según la enfermera, sólo estaba agotado-… Cabezota… -no pudo evitar sonreír unos segundos al verlo dormir de forma tan plácida y tranquila-… ¿Qué me has hecho, Jamie? No puedo quererte y no quiero dejar de hacerlo… -le murmuró-… Has sido mi amigo desde siempre, estando a mi lado riendo, jugando y bromeando… protegiéndome aún sin ser necesario… siempre a mi lado… me acostumbré en un principio a tenerte a mi alrededor, a saber que nunca estaría sola si tú estabas cerca… -le sonrió-… y lo que en un principio era amistad y costumbre, no sé como, fue pasando a ser algo más… Y tengo miedo ¿sabes? Tengo miedo de que lo que siento sea real y que al decirlo en voz alta, sea aún más real… porque decirlo en voz alta es admitirlo… y me cuesta mucho hacerlo –lo miró unos segundos agradeciendo que estuviera dormido porque de otra forma no se habría atrevido nunca a decirlo todo lo que le estaba diciendo en aquellos momentos-. No puedo quererte porque no puedo prometer que dentro de dos meses siga viva y no quiero hacerte daño en el caso de que caiga… No quiero obligarte a aceptar nada… -respiró profundamente-… Quise no creer que te quería… quise ignorarlo deliberadamente y pretendí seguir siendo tan solo tu amiga… -negó con la cabeza-… pero unas palabras resuenan en mi mente… "no te estoy diciendo que lo proclames al mundo, ni tampoco que en cuanto le veas le demuestres que le quieres como algo más que un amigo… no estoy diciendo nada de eso… Sólo que busques dentro de ti y lo aceptes, porque es el único modo, la única solución que puede salvarte la vida" –sonrió-. Y no sé quien me las ha dicho porque no logro recordarlo… Pero son ciertas… No me hace falta buscar dentro de mí para saber que… -respiró profundamente siendo consciente de que lo que iba a decir a continuación cambiaría para siempre su concepto de amistad con James. Se sentó en la cama de él, en el borde, junto a su cabeza y acarició los labios del rubio de forma inconsciente-… para saber que te quiero… -se inclinó hacia él y rozó durante unos segundos los labios de Jamie antes de separarse de él despacio y con suavidad.
La puerta de la enfermería se abrió segundos después de que ella se apartara del cuerpo de James. Harry la miró enarcando una ceja.
-Es la hora Lucía, tenemos que hacerlo antes de que él se de cuenta de que tus poderes han…
-Ya lo sabes –dijo simplemente Lucía-… se ha dado cuenta… sólo está esperando que…
-Entonces hay que hacerlo sin perder un momento –intervino Harry cortando a la chica sabiendo lo que venía a continuación.
Lucía asintió en silencio. Ella también sabía lo que venía a continuación.
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Diez minutos y ella sería suya. Y su alma sería suya. Y su magia sería suya. Sólo diez minutos. Réficul cerró los ojos para entrar en trance… debía reunirse en la mente de Lucía y atrapar su alma desde allí.
Un grito de Lucius le hizo sonreír. Ya faltaba poco… una herida más… Sólo una…
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Lucía asintió ante las explicaciones de Jones.
-Debes tener cuidado –le dijo el profesor-; intentará atrapar tu alma, debes de permanecer con nosotros –le indicó serio.
-¿No podríamos… -empezó a decir Hermione.
Dumbledore se adelantó a las palabras de ella. Conocía a aquella mujer desde que era una niña y sabía que estaba en su sangre el proteger a los demás, así que tratándose de su hija no le extrañaba que estuviera dispuesta a decir algo.
-No, no podemos –dijo el anciano mirando a Lucía-. Tenemos que realizar el conjuro de Protección para que su alma quede unida a su conciencia… es la única posibilidad que tenemos de que Réficul no logre llevar a cabo su Ritual Antiguo de Unión.
Lucía le sonrió a su madre.
-Estaré bien mamá… No estoy tan débil como antes –añadió en tono cómplice mirando a sus amigos-… Estaré perfectamente…
Asustada. Temblando por dentro. Así era como estaba. Sabía lo que estaba a punto de hacer y a pesar de saber que era la única forma de contrarrestar el hechizo que Réficul pretendía hacer, también sabía que era bastante peligroso y que podía ser la última vez que viese a todas las personas que de una forma u otra, quería.
Harry y Pansy permanecían con el rostro sereno; aunque Lucía sabía que era pura fachada; ambos la querían demasiado, no por nada eran sus padrinos, y los conocía lo suficiente para no saber que aquella pose de "estamos bien y tranquilos" era eso, nada más que una pose. Blaise permanecía cerca de Pansy y de vez en cuando miraba a Draco; Lucía sonrió para sí misma; estaba claro que Blaise estaba preparado para sujetar a Draco en el momento en el que el rubio pensara que algo iba mal, para que éste no rompiera el hechizo; una mirada fue suficiente para que Zabinni comprendiera que ella lo había notado y una sonrisa escapó de los labios del adulto. Dumbledore permanecía callado en una de las sillas. Se veía terriblemente cansado y apesadumbrado; Lucía frunció el ceño; en cualquier otro momento hubiese estado encantada de ir a decirle que nada de todo aquello era su culpa, pero no podía hacerlo en aquellos momentos, así que se prometió a sí misma regresar para poder darle una buena reprimenda. El profesor Jones… no, Ron; Ron sólo la miraba; escudriñándola como si de aquel modo pudiese protegerla de lo que iba a venir a continuación. Sabía bien que él la había estado protegiendo durante años desde las sombras, y sabía que en aquella ocasión él no podría estar cerca… tenía que superar aquello ella sola, cosa que no parecía hacerle gracia. Suspiró internamente; debía de ser un gen característico de los Weasley.
Jack y Amy permanecían cerca el uno del otro, ajenos en un principio a la incomodidad que suponía abrazarse o dar muestras de cariño en presencia de sus padres, ambos estaban juntos; Amy pasándole el brazo por la cintura y Jack rodeándole los hombros mientras le daba de vez en cuando algún beso en la cabeza en un mudo recordatorio de que estaba con ella. Adam tenía sujeta a Jen delante de él. Los brazos del pelirrojo estaban firmes en los hombros de la pequeña que miraba a Lucía con el entrecejo fruncido, por lo visto acababan de explicarle lo que iba a hacer y no parecía muy conforme con ello, seguramente por eso Adam la mantenía sujeta por los hombros. Dani permanecía junto a sus primos en silencio, pero no necesitaba decir nada; sus ojos se toparon con los de Lucía unos segundos… aquello fue suficiente.
Se giró para ver a su madre y a su padre. Ninguno de los dos dijo nada. Ella sólo los miró. Miedo. Miedo incontrolado era lo que veía en los ojos de su madre… por primera vez en su vida, seguramente, Lucía estaba viendo a Hermione Granger como una madre y no como una Gryffindor y aunque le gustaba aquello, no sabía si era una buena señal o una mala señal. Draco parecía estar sereno, pero si observaba bien, podía ver un destello en sus ojos grises; Lucía sonrió; ella se había mirado al espejo hacía unos segundos y tenía el mismo brillo que su padre… Al final su madre iba a tener razón y se iban a parecer más de lo que creían… Notó la mirada de Alex sobre ella y se giró para mirarlo. Le sonrió y el pequeño le devolvió el gesto.
La pequeña bruja respiró profundamente y se sentó en el suelo mientras los adultos la rodeaban formando un círculo de cinco personas. Intentó relajarse; sabía dónde debía ir, sabía qué debía hacer y sabía que debía confiar, aunque fuera por una vez, en que los demás podrían salvarla… eso era… necesitaba saber que ellos iban a salvarla… aunque esperaba que no tuvieran que hacerlo.
-Todo estará bien… -murmuró en voz alta.
Los presentes iniciaron su hechizo sin saber si las palabras de Lucía estaba dedicadas a ellos o a ella misma. Alex cerró los ojos; iba a buscar a su hermana y la iba a encontrar.
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Algo había cambiado desde la última vez que había estado en aquel espacio tranquilo… todo parecía igual, un recinto blanco cerrado y abierto al mismo tiempo expandiéndose hacia la infinitud… pero Lucía sabía que allí dentro había algo más; no estaba tranquila y su aura se estaba revolucionando con cada segundo que pasaba allí. Miró a su alrededor mientras aferraba con una mano el medallón que Jamie le había regalado con el rayo de Luna; en cierto modo, le reconfortaba sentirlo contra su mano sabiendo que aquel objeto había sido el que la había ayudado a escapar de aquel lugar la última vez que estuvo allí con el ser que de un momento a otro aparecería.
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-Alex es muy pequeño, no va a poder hacerlo… -dijo Blaise mirando al niño en cuestión. Las miradas de Draco y Hermione se clavaron inmediatamente sobre el moreno que tragó saliva con cierta dificultad; si bien sabía que era peligroso llevarle la contraria a Draco, llevársela a Draco y Hermione era bastante más peligroso-. Yo… quería decir que…
-Te hemos oído perfectamente Blaise –dijo con tono frío Draco-. Y Alex va a hacerlo porque puede hacerlo; quizá sólo tenga tres años… pero el lazo que lo une con su hermana es más fuerte de lo que ninguno de nosotros imagina.
-¿Y si no puede hacerlo y perdemos a los dos? –preguntó temeroso Blaise.
-Jamás vuelvas a decir algo así –el hielo en la voz de Hermione era bastante evidente, así que nadie la contradijo-. Lucía va a estar bien, Alex va a estar bien y en cuanto todo esto termine los dos estarán perfectamente, y dentro del plazo acordado, cuando llegue el momento, Lucía conseguirá salir victoriosa, ¿está claro? –lo miró de forma amenazante casi sin darse cuenta de que Draco le apretaba su mano derecha, la que tenía sujeta cerrando el círculo-, y el próximo que se atreva a insinuar siquiera que mi hijo no es capaz de salvar a su hermana, será mejor que lo haga después de haberse protegido con un hechizo muy poderoso.
Blaise no dijo nada. Draco sonrió y miró a su esposa. Sí, definitivamente la amaba.
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Lucius sintió como las últimas gotas de sangre resbalaban por su piel. En poco tiempo moriría, un minuto, dos como mucho. Notaba su propio corazón débil, el latir suave del corazón empezaba a apagarse despacio y lentamente. No podía quejarse. Había tenido todo lo que cualquier hombre hubiese deseado; si bien su infancia no fue la mejor que podría haber sido, toda su vida cambió en cuanto posó los ojos en Narcisa.
Narcisa… sus ojos siempre alegres, siempre serenos y tranquilos, siempre brillantes… su sonrisa dulce y comprensiva únicamente para él y para Draco; siempre dispuesta a dar palabras de aliento, siempre diligente y atenta…
Varios recuerdos inundaron su cabeza durante sus últimos minutos de vida… Y todos y cada uno de ellos estaba destinado, no a recordar la posición social y fortuna que había creado sirviendo a Lord Voldemort, como hubiera creído hacía años, sino a su familia…
Narcisa aferrada al brazo de su padre el día de su boda…
Narcisa nerviosa diciéndole que estaba embarazada…
Narcisa con la mejilla manchada de harina en uno de sus intentos de hacer un pastel muggle para celebrar su aniversario…
Narcisa decorando el cuarto del bebé…
Narcisa saliendo del lago de la mansión envuelta en aquella aura tan exquisita que sólo ella podía conservar…
Narcisa dando a luz a un precioso bebé que se había convertido en un hombre…
Narcisa con Draco en su primer día en la mansión… El primer día que fueron con Draco al Callejón Diagón…
Draco y su nerviosismo por el primer día en Hogwarts…
Draco durante su primera charla de hombres, como él se había empeñado en calificarla…
Draco cuando le presentó a Hermione… y más tarde, cuando sostenía en San Mungo un pequeño bulto arropado que resultaba ser Lucía… y más tarde aún… el nacimiento de Alexander…
Sus ojos, sus sonrisas, sus figuras… siempre eran ellos; ellos eran su familia… Ellos siempre serían su familia…
Ya estaba, eso era todo. El último batir de su corazón se acababa de detener y no parecía tener intención de continuar latiendo. Cerró los ojos con una media sonrisa. Una mano cálida le rozó el rostro y una sensación de paz y bienestar le inundó el alma que una vez había caído en la oscuridad. Frente a él, los ojos grises de los Malfoy brillaban en un rostro infantil y dulce que jamás podría olvidar y que estaba en sus sueños cada noche desde que tenía una corta edad.
-Isirius… -murmuró al reconocer la presencia de su hermano menor-… Yo…
-Te perdoné hace mucho Lucius… -le dijo el ente-… ven… esperaremos a tu familia en un lugar adecuado… -le sonrió-. Las sombras y la oscuridad pertenecen a tu pasado, no a tu futuro ni a tu eternidad.
Lucius sonrió con el último suspiro que le quedaba en el cuerpo y dejó su alma libre para reunirse con su hermano, consciente de que con su muerte por salvar a Alex, sus pecados acababan de ser perdonados por Isirius… y eso era todo lo que le importaba.
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Lucía se movió incómoda. Empezaba a hacer frío allí y eso sólo podía significar una cosa. Despacio, casi de forma imperceptible, una sombra se deslizó desde el cielo blanco hasta el suelo, a unos diez metros de donde estaba ella. Lucía contempló como la sombra negra iba estirándose y transformándose en un cuerpo humano vestido con ropas negras. La temperatura a su alrededor descendió varios grados y su cuerpo lo notó; de forma inconsciente elevó un muro de calor a su alrededor, esta vez no moriría congelada; se asombró al ver que ni siquiera se había cansado un ápice al hacerlo.
-Es un placer volver a verte Lucía.-La voz de Réficul la hizo despertar de sus ensoñaciones.
-Lamento no poder decir lo mismo –le dijo con ira contenida.- ¿Dónde está mi abuelo?
Réficul extrajo una pequeña ampolla de cristal en la que un líquido rojo espeso reposaba. Lucía abrió los ojos al ver aquello… No podía ser… ¿o sí?
-Son las últimas gotas de sangre de Lucius –informó él quitándole importancia a los gestos de Lucía.
-No pude… no pude despedirme de él… -murmuró la chica viendo como él guardaba de nuevo el recipiente entre los pliegues de la túnica.
-Vaya… lo lamento –dijo con fingido dolor-… he notado que tus poderes han aumentado y que tu magia se ha regenerado –Lucía lo miró enarcando una ceja preguntándose cómo podía él saber eso. Réficul sonrió-; me preguntaba si podrías decirme cómo lo has logrado… para estas alturas tu magia debería haber
-¿Qué quieres? –preguntó ella-. Te rechacé una vez y volveré a hacerlo, no voy a unirme contigo –Réficul la miró de forma apreciativa- de ninguna de las maneras. Tú fijaste una batalla, sea así entonces.
-No necesito tu consentimiento –le contestó Réficul-… te unirás a mí, e guste la idea o no y me entregarás tus poderes y permanecerás a mi lado.-Lucía sintió la oleada de frío que arrasó a su paso azotando el escudo de calor que se había erguido a su alrededor. Él sonrió-. Parece que esta vez estás preparada, ¿verdad? –Lucía no mostró ninguna expresión, temiendo que él pudiese adivinar lo que estaban planeando hacer; ni tampoco dejó que expresión alguna se reflejara en su rostro cuando él extrajo de nuevo el pequeño recipiente donde estaban las últimas gotas de sangre de Lucius Malfoy-. Tan sólo necesito beber esto para que el hechizo surja efecto… una simples palabras y tu alma me pertenecerá… ¿estás segura de que no quieres cambiar de opinión? Aún puedes entregarte a mí por tu propia voluntad…
-¿Entregarme a quién me ha hecho daño?¿Entregarme a quién pretendía utilizar a mi hermano? ¿Entregarme a quien ha matado a mi abuelo? –preguntó colérica-. Prefiero morir antes que entregarme a alguien como tú por propia voluntad.
Réficuul no dijo nada a aquel comentario, pero Lucía ni siquiera tuvo que emplear su empatía para saber que su respuesta no le había agradado en absoluto al muchacho que tenía delante. Los ojos negros y fríos de él la miraron con rudeza y Lucía casi pudo notar como el hielo atravesaba su escudo haciéndolo caer súbitamente. Inconscientemente se llevó una mano al medallón e intentó convocar de nuevo su escudo de calor pero esta vez no funcionó. Estaba demasiado asustada para que funcionara, estaba demasiado asustada para convocar sus poderes. Estaba demasiado asustada para creer en sí misma. Otra vez. Otra vez aquella sensación de abandono y de inutilidad cuando Réficul estaba cerca; con su sola presencia era capaz de destruir la confianza que ella tenía.
Saber que aquel sentimiento formaba parte de la presencia de Réficul y que él jugaba con ventaja sabiéndolo, no le servía de mucho para intentar mantenerse firme ante él. Hielo. El hielo atravesó su cuerpo como si diez mil cuchillas heladas se clavasen en ella. Incapaz de hacer o decir nada, se dejó caer en el suelo. Alzó la cabeza lo justo para ver como él abría el pequeño frasco y bebía las últimas gotas de sangre. Lucía suspiró para sí misma mientras cerraba los ojos y apretaba el medallón contra su mano; escuchó las palabras de Réficul en silencio… en cuanto terminase aquella mezcla de conjuro y cántico antiguo, ella dejaría de existir… quizá para siempre.
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El brazalete de Amy empezó a brillar de forma intermitente. De forma inconsciente apretó la mano de Jack que no la había soltado ni un momento; el moreno la miró unos segundos antes de que su mirada se posase sobre su propio brazalete que también centelleaba titilante.
-La estamos perdiendo –anunció a los demás. Los Weasley miraron sus propias pulseras y luego desviaron su vista hacia los adultos que permanecían en círculo mientras terminaban el conjuro-. Daos prisa, papá –apremió a Blaise.
Alex se bajó de los brazos de Adam antes de que el pelirrojo pudiera evitarlo y pasó entre el hueco que forman las piernas de Pansy y Hermione, situándose en el centro del círculo con algo entre sus manos que ninguno de los presentes consiguió ver.
-Luz… -murmuró el pequeño cerrando los ojos.
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La sensación de frío disminuyó un poco pero seguía notando como si una capa de hielo quisiera atravesarla; sin comprender qué estaba ocurriendo, abrió los ojos despacio. Réficul seguía elevando su cántico y con cada nueva palabra, el frío se hacía más fuerte dentro del cuerpo de ella… era como la sensación de tener el propio hielo en su sangre y con cada palabra se iba extendiendo por su cuerpo creándole un vacío y un estado de desazón imperturbable.
A tres metros de ella apareció la figura etérea de Alex. Lucía quiso sonreír ante la mirada de su hermano para hacerle saber que estaba bien, pero no quería hacerlo, no tenía ganas de hacerlo… era como si un ejército de cien mil dementores estuviesen rodeándola y quitándole la felicidad, haciendo que su mente vagara por los recuerdos más infelices y desgraciados que ella pudo haber tenido.
-Luz… -murmuró Alex estirando su mano-… dame la mano… vamos con papá y mamá… tienes que darme la mano… yo no puedo moverme…
Lucía lo sabía. Él podía encontrarla pero no podría moverse dentro de aquel espacio porque no era el suyo, sino el de ella; en aquellos momentos, la chica rubia no tenía intención de que nadie se moviese… su felicidad y su alegría estaba muriendo poco a poco al tiempo que su alma era consagrada al ser monstruoso que tenía delante de ella y que parecía no haberse dado cuenta aún de la presencia de Alex.
Haciendo un esfuerzo casi sobrehumano, estiró su brazo. Unos escasos treinta centímetros era lo que la separaba de su hermano, de la realidad, de su alma… Una nueva oleada de frío cayó sobre su cuerpo con el fin de una de las oraciones de Réficul. Lucía ahogó un grito cuando notó que su alma empezaba a desprenderse de su cuerpo.
-Luz… un poco más –le dijo Alex-… sólo un poco más…
Nada tenía sentido para ella… con cada nueva palabra de Réficul, algo dentro de ella moría y era consciente de aquello. Los ojos de su hermano se clavaron en su mirada y Lucía lo observó pidiéndole perdón.
-No te rindas Luz… -le pidió el pequeño-… necesito que vengas conmigo… -Lucía lo miró unos segundos y se estiró un poco más. Veinte centímetros los separaban.
-"Y la luz se fundirá con la oscuridad y su poder permanecerá en mí…
-No puedo hacerlo… -se quejó la chica-… Alex… ve con papá… ve con él…
-No. –la firme decisión del pequeño la hizo mirarlo de nuevo a través de los ojos cristalizados-. No voy a dejarte… tienes que venir conmigo…
-No puedo… estoy cansada… -le dijo ella-… estoy muy cansada…
-Y el silencio reinará en su alma…
-¿Y papá? ¿Y mamá? –preguntó Alex-. Piensa en ellos… ellos no se dejarían caer tan fácil…
Lucía cerró los ojos. Era cierto. Sus padres eran fuertes, orgullosos, valientes… cada uno a su modo, pero ninguno de los dos se dejaría rendir tan fácilmente como ella lo estaba haciendo. Se movió un poco más, unos centímetros, los suficientes para quedar a una distancia de siete centímetros de su hermano. Cada segundo era una espina que se clavaba en su cuerpo; dolía… Y con cada segundo, una parte de su alma se iba muriendo.
-Y la victoria será mía antes de que la batalla se inicie…
-¿Vas a dejar que gane sin pelear? –preguntó Alex-. Vamos Luz… necesito que estés conmigo… -Lucía consiguió estirarse un poco más-… Te quiero, Luz… te quiero…
Varias escenas se agolparon en su mente. Alex en sus brazos, Alex riendo, Alex llorando… Alex en su primer baño, Alex y ella jugando cerca de sus padres, Alex jugando en una corriente de aire dirigida por ella…
Sonrió escuchando las últimas palabras del cántico de Réficul.
-Y la soledad se adueñará de su alma y caerá en el olvido de quienes la conocieron…
-Jamás… -susurró ella haciendo un esfuerzo sobrehumano para lograr acercarse a su hermano-… jamás se olvidarán de mí…
Un roce. Sus dedos rozaron los de Alex. Un segundo. Una última palabra de los labios de Réficul que apenas llegó a sus oídos. Una mirada de Alex. Una sonrisa de su hermano. Un escudo de calor que los rodeó a ambos. Cerró sus ojos. Luego, la oscuridad.
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Dolor. Sufrimiento. Miedo. Soledad. Injusticia. Oscuridad. Una risa que ella conocía bien, sólo en dos ocasiones la había escuchado pero era como si formara parte de su vida desde el mismo momento de su nacimiento. La voz rencorosa y llena de odio le llegó clara y nítida.
-Una semana… En una semana nos enfrentaremos y te arrepentirás de no haberme entregado tus poderes por propia voluntad… Una semana y tus seres queridos –añadió con tono de sorna y burla- llorarán tu muerte y la destrucción del mundo tal y como lo conocen.
Lucía abrió los ojos. La risa y las palabras aún resonando en su cabeza. Su cuerpo frío. Una semana… tenía una semana…
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Y bien? Que os ha parecido?
Era lo que esperábais? Ha sido bueno, malo, triste, alegre, deprimente, diferente, raro… acepto cualquier adjetivo menos corto ¬¬
En fin, como siempre, espeor vuestros comentarios de acuerdo? Y no olvideis que los personajes son de Rowling excepto los que yo he creado… y no olvideis seguir leyendo… y escribid… y dadle de comer a vuestras mascotas… (sí, incluyendo a hermanos pequeños ¬¬ :p)
En fin, un besito para todos. Nos leemos en el proximo capitulo!
Nos leemos pronto!
