Hola :D!

Bueno, supongo que estais deseando leer el capítulo, el último capitulo de Nueva Esperanza… sobre todo los que lo habeis estado leyendo desde que lo inicié como un oneshot y ha resultado ser… en fin… lo que estais leyendo ahora mismo :D

Quiero agradecer a todos los que me habeis estado dejando reviews a lo largo de estos capitulos, porque han sido vuestras palabras y vuestros animos los que me empujaban a escribir cada día un poco más; así que gracias, Nueva Esperanza no existiría sin vosotros :D

Seguiré escribiendo… porque es algo que me gusta hacer; es como transportarme a un universo paralelo, a mi propio mundo donde puedo ser quien quiera en ese momento. Así que los que quieran seguir leyendo cosas escritas por mí, ya sabéis lo que tenéis que hacer, dirigiros a mi profile y encontrareis algunos oneshots que he ido escribiendo y también encontrareis un fic largo que estoy escribiendo en estos momentos, muy distinto a este, pero que me gusta como está quedando.

Bueno, ya sí, sin que perdais más el tiempo, os dejo para que leais el último capitulo.

Un beso!

CAPITULO 28

"Es mi turno. Tengo que hacerlo yo sola James. Cuando abras esta carta y leas estas lineas, yo ya me habré tomado la poción de la inconsciencia… Mi cuerpo seguirá aquí pero mi alma estará luchando con Réficul en algún lugar que aún desconozco.

Cuida de mi cuerpo hasta que despierte y pueda volver a verte. Eres la única persona a quien confiaría todo y eres la persona a quien lo hago.

Con cariño, Lucía Malfoy Granger"

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Se alegraba de haber practicado la magia sin varita; mientras que su espada respondía de forma sistemática y casi inconsciente a los ataques de Réficul, su mano izquierda manejaba la magia enviando hechizos y desviando los propios hechizos y conjuros de magia que él le enviaba a ella. Había supuesto que el levantar un escudo protector a su alrededor le había costado mucha energía, pero se sorprendió al darse cuenta de que no estaba cansada.

Sus espadas chocaron una vez más, ambas hojas afiladas frente a frente, la espada de la luz y la espada de la oscuridad; ambas emitiendo diferentes energías a su alrededor con cada nuevo corte y defensa que sus dueños manejaban a su antojo.

-¡Tinieblas de la oscuridad! –gritó Réficul haciendo un giro con su mano.

Lucía sintió como el frío se apoderaba de la habitación en la que estaba. Frío. Siempre frío. Dos veces la había vencido con el frío y esta vez no se dejaría vencer de la misma forma. Esta vez no había lugar a la duda o la indecisión; o moría o mataba; era así de simple, así de sencillo.

-Luz de la bondad, protege mi alma… -murmuró apenas ella.

Una luz dorada salió de su mano izquierda mientras que su espada en la derecha detenía un golpe certero que de haber seguido su camino hubiera sesgado su estómago. La luz rodeó el cuerpo de Lucía y el frío de la sala se estabilizó regulándose la temperatura.

Apenas había tenido tiempo para recuperarse del último ataque cuando Réficul invocó el poder del viento formando un tornado a ras del suelo que se acercaba de forma peligrosa a ella.

Un salto a la derecha fue suficiente para esquivarlo, pero no para detenerlo. Lucía concentró su poder en la electricidad y dirigió su mano hacia el tornado. Pequeños rayos electrificantes derrotaron al viento ante la escéptica mirada de Réficul.

-Veo que has estado practicando –un nuevo ataque con la espada hizo a Lucía retroceder un par de pasos antes de recuperar el terreno perdido.

-¿Lo dudabas?

-No imaginé que fueras tan buena con una espada –las hojas volvieron a chocar entre ellas.

Lucía invocó su poder y lo transmitió a la espada que empujó lejos de ella la espada oscura.

Se sentía observaba por él. La oscuridad emanaba de la figura de Réficul como si formara parte de su propio cuerpo. Y en realidad, lo era. Oscuridad era todo lo que él conocía, todo lo que él era.

Réficul la miró mientras se reponía del ataque mágico de Lucía. La había subestimado. Había creído que se enfrentaba a una niña que no sabría manejar sus poderes de forma adecuada, una niña asustada por haber perdido la conciencia dos veces y en ambas ocasiones hasta el punto de poder haber muerto; pero estaba completamente equivocado y se estaba dando cuenta en aquellos momentos.

Lucía Malfoy era, además de bonita, una luchadora. Y estaba dando muestras de ello.

Sonrió.

Sabía cual era el punto débil de Lucía. Sus amigos, sus padres, todo aquel que le importara y todo aquel por quien estaba intentando defender su propia vida para salvar la de todos.

-Quizá deberíamos hacer esto más interesante… -dijo Réficul-. ¿Un cambio de escenario?

La ola de frío y miedo recorrió su cuerpo atravesando su escudo pero ella se mantuvo firme. Cerró los ojos un segundo mientras una sensación de vértigo y escalofríos le recorría la espalda. Cuando volvió a abrirlos, su cuerpo elevó una vez más su escudo a su alrededor casi sin darse cuenta o de ser consciente.

Miró a su alrededor. Estaban en un campo. Infértil y árido. Las montañas los rodeaban y el suelo era un compuesto de carbón, tierra, piedras y rocas. No había ni un pequeño rastro de que algo con vida hubiese estado ahí en algún momento, pero sí había indicios suficientes que adelantaban que jamás crecería nada verde en aquellas tierras áridas.

El cielo estaba encapotado y apenas sí se veía. Una nube negra estática estaba sobre ellos. Mágicamente, algunos rayos de luz se enfocaban hacia donde estaban ellos; prácticamente como si fuera de día, pero con la única diferencia de que la nube negra era tan espesa que los rayos del sol no podría haberla atravesado ni aunque lo hubiese deseado.

-Bonito ¿no crees? –Lucía le miró. La sonrisa que tenía Réficul en el rostro no presagiaba nada bueno. Supo que tenía razón cuando escuchó de la boca de él otra pregunta que era una orden- ¿Te apetece tener audiencia?

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-¿Cómo ha podido hacer algo así?

Hermione estaba fuera de sus casillas y los demás no tardaban mucho en hacerlo presente apartándose del lado de la mujer castaña que daba vueltas por la enfermería. Únicamente Draco, Jones y Harry parecían estar comportándose con ella del mismo modo en que lo harían siempre, y eso era debido, seguramente a que eran los únicos que habían visto como la tranquila Hermione perdía el buen juicio en más de una ocasión.

-¿En qué estaba pensando? –miró a Draco -¡La culpa es tuya! –Draco enarcó una ceja.

-Explícame eso –pidió de forma tranquila.

-¡Tú y tu manía de enseñarla a hacer pociones desde que era pequeña! ¡Si no la hubieses enseñado no hubiese sido capaz de elaborar una poción como esta!

-Lo habría aprendido sola… -intervino Harry-… Draco no tiene que…

Jones frunció el ceño. Estaba ocurriendo algo. Sentía como cada molécula del cuerpo se desestabilizaba.

-Chicos… -intentó llamar.

-¿De verdad crees eso, Hermione? –preguntó tranquilamente el hombre rubio con una media sonrisa.

Harry observó a su amiga. Parecía a punto de saltarle al cuello a Draco y en cierto modo su mirada le recordaba a la mirada que tenía aquel día justo antes de pegarle un puñetazo. Se sorprendió cuando vio como Hermione sonreía de forma cansada.

-Ya sabes que no… -contestó recargándose en el pecho del hombre mientras Draco la abrazaba de forma reconfortante.

-Chicos, creo que…-volvió a intentar hablar Jones.

-¿Por qué ha…

James se calló al notar que algo estaba cambiando en su cuerpo. Miró a su alrededor. El rostro del profesor Jones estaba tenso.

-¿Profesor? Creo que no me encuentro muy bien… -consiguió decirle.

Notó como la mano del profesor se aferraba en torno a su brazo. Escuchó un grito de sorpresa. Alguien llamando a Draco. Su padre preguntando qué estaba ocurriendo.

Cerró los ojos. La sensación de caer al vacío le provocaba mareos y náuseas. Aún sentía la mano de su profesor aferrándolo con fuerza pero ni siquiera eso fue suficiente para evitar que cayese. Sus rodillas se mezclaron con el suelo blando. Barro.

Abrió los ojos.

No sabía dónde estaba. Era un paraje desconocido. El profesor Jones lo estaba ayudando a ponerse de pie. Draco sujetaba a Hermione con fuerza mientras le levantaba la cara para asegurarse por sus propios ojos de que estaba bien. Su padre se acercó hasta él de forma inmediata.

-¿Estás bien, Jamie? –preguntó.

El chico asintió.

-¿Dónde…

-Bienvenidos.

En un acto reflejo, Harry colocó a James detrás de él. Pero el chico fue capaz de vislumbrar la figura de Lucía erguida con ¿una espada? Frente a ella, un chico de la edad de Adam más o menos, blandía una espada oscura que emitía ondas negras.

-Estáis a punto de ver el fin de la humanidad, la bondad y el amor –dijo con cierto desdén Réficul fingiendo sentimentalismo.

-No si puedo evitarlo.

-¿Lucía?

-Ahora no, mamá –pidió Lucía sin siquiera mirarla-. Quedaros donde estáis –añadió al ver que Jamie iba a dar un paso hacia ella-. Acabo de crear un escudo para vosotros, si os mantenéis ahí estaréis a salvo…

-¿Qué…

-El escudo está formado por mi energía –explicó Lucía sin apartar los ojos de Réficul-. Mientras estéis ahí no os pasará nada…

Harry abrió la boca para preguntar algo pero no pudo hacerlo. En ese momento sus ojos estaban fijos en la llamarada de fuego que había envuelto a Lucía. A su lado Hermione se debatía en los brazos de Draco por ir a ayudar a su hija.

-¿Qué ha querido decir con eso? –preguntó James.

-Nos está protegiendo con su energía –explicó Jones-. Estaremos seguros aquí hasta que su energía se agote y el escudo caiga…

-Hasta que muera… -dijo en un susurro James-. Papá… ¿no podemos…

-No Jamie, esta vez no. Es su batalla –le dijo Harry

-Pero incluso tú tuviste ayuda –le dijo Jamie ligeramente enfadado por la actitud de su padre. Los ojos verdes de Harry se nublaron un segundo mientras miraba a su hijo-. Lo siento, no quise decir eso…

-Sí, sí quisiste decirlo James –le corrigió su padre-, nunca te retractes de algo que crees con el corazón y lo cierto es que tienes razón –miró hacia Lucía-, incluso yo tuve ayuda…

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-¿Por qué has hecho eso? –preguntó Réficul mientras incrementaba el calor de sus llamas.

Lucía deshizo el hechizo con relativa facilidad empleando su propio poder.

-¿Por qué he hecho qué? –preguntó ella.

-Dejarlos allí encerrados –fingió estar dolido-, así no es divertido.

-¿Por qué no puedes dejarles al margen de eso? ¿No podías haber dejado a Jamie fuera al menos?

Los ojos de Réficul brillaron cuando blandió su espada una vez más contra la chiquilla rubia. Corte, giro y estoque. Lucía giró, esquivó y detuvo al mismo tiempo que retrocedía hasta que su espalda quedó atrapada entre la espada oscura y una pared de roca.

-Porque él es la parte más divertida… -le aseguró Réficul.

-Luz eterna, ven a mí… -murmuró Lucía.

Un escudo blanco cegador cubrió el cuerpo de la chica haciendo que Réficul retrocediese varios pasos al ser atacado por la espada blanca de ella. No podía ver nada, así que únicamente podía detener los golpes según escuchaba la espada cortar el aire.

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-¿Desde cuándo sabe manejar una espada de ese modo? –preguntó Draco -.¿Es obra tuya?

Jones negó con la cabeza.

-Lo ha hecho ella sola. Ha formado un arma con su energía; dado que ahora su magia es más poderosa debido a la unión de la magia entregada por los chicos, puede dedicar su reserva de magia a invocar y manejar un arma y en su caso ha sido una espada… es una magia muy antigua… me pregunto de dónde habrá sacado el conjuro para crearla…

-La biblioteca –Jamie se encogió de hombros cuando los adultos le miraron-. Bueno, allí hay libros, y estoy seguro de que los libros de mi padre, más los de Hermione más los de Draco han sido suficientes…

-Es posible… -dijo finalmente Jones después de meditarlo unos segundos.

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Lucía se agachó a tiempo para evitar un corte de espada que hubiera ido directamente a su cuello; girando sobre su propio cuerpo golpeó al demonio con su espada de lado dándole un golpe, pero no un corte.

-Ni siquiera puedes hacerlo ¿verdad?-Lucía lo miró-. Acabas de tener la oportunidad perfecta para herirme y no lo has hecho… Ni siquiera puedes herirme… ¿cómo piensas matarme?

Lucía bajó su espada.

Él tenía razón. No había sido capaz de herirle… ¿cómo iba a matarlo? Se había preparado durante cuatro física y mágicamente para combatirle; conocía hechizos, conjuros, encantamientos, pociones y embrujos que podrían herirle hasta lo más profundo de su alma si es que alguien como él tenía alma… Pero en ningún momento se había preparado psicológicamente para hacer algo como aquello; no estaba preparada para matar a nadie, ni siquiera a él… No podía hacerlo…

Los ojos de Réficul brillaron cuando vieron como Lucía bajaba la espada y su escudo se hacía más débil.

-Entrégame tus poderes Lucía…

Pero ella no contestó; se limitó a negar con la cabeza.

-Quizá necesites un pequeño incentivo…. –manifestó Réficul mirando hacia el escudo donde estaban a salvo los adultos y Jamie-… me pregunto… si habrá entre ellos alguno con el corazón lo suficientemente oscuro para entregarme algunos poderes…

-No te atrevas a tocarlos… -murmuró Lucía.

Réficul entrecerró los ojos mientras se fijaba en todos y cada uno de los presentes. Sonrió volviéndose hacia Lucía.

-Última oportunidad, Lucía… podrías perder a más de una persona importante en un solo golpe… ¿Me darás tus poderes?

-Jamás…

-Si no los obtengo por las buenas… -una esfera de azul brillante empezó a acumularse en su mano desnuda-… ¡los tendré por las malas!

-¡NOOOO!

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Hermione no estaba prestando atención a lo que hablaban su marido y los demás. Sus ojos sólo estaban fijos en Lucía. Era increíble como la chica se movía con agilidad y decisión sobre aquel terreno; el escudo protector blanco brillaba a su alrededor y la espada ligera que estaba utilizando cortaba y paraba los ataques de forma rápida, casi como si aquella espada formar parte del cuerpo de su hija.

Su hija… ¿dónde estaba la pequeña niña asustadiza por haber hecho magia sin darse cuenta? ¿dónde estaba la niñita que se refugiaba en la cama matrimonial cuando había tormenta?

Había desaparecido… había crecido…

Delante de ella sólo veía a una preciosa adolescente a punto de cumplir los quince años; el cabello rizado y rubio caía sobre su espalda y se agitaba con los movimientos que ella realizaba.

Frunció el ceño. Algo no iba bien. ¿Por qué se había detenido? La energía del escudo estaba descendiendo de forma considerable. Bajaba su espada.

Vio como Réficul alzaba la suya después de intercambiar unas palabras con ella.

Su instinto de madre la hizo darse cuenta de lo que pasaba, de lo que estaba a punto de ocurrir y antes de que nadie pudiera impedírselo, atravesó el escudo que Lucía había interpuesto, soltándose del abrazo de Draco y evitando las manos de Harry y Ron.

-¡NOOO!

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Lucía había cerrado los ojos esperando el golpe. Golpe que no llegó. Lavanda. La fragancia de su madre la envolvía. Abrió sus párpados. Su madre estaba junto a ella, ambas tiradas en el suelo.

-¿Mamá? –preguntó.

Pero Hermione no contestó. Una triste sonrisa había muerto en los labios de Hermione.

-¿Mamá? Contesta mamá… por favor… ¿qué…

La giró sobre su propio cuerpo. Una herida en la espalda que atravesaba el corazón. No fue consciente de cuando las manos de Draco la separaron de ella. Ni tampoco fue consciente de cuando el cuerpo de su madre fue envuelto en los brazos de Harry. Sólo la risa escalofriante de Réficul la hizo volver a la realidad. Su madre había muerto, acababa de morir por salvarla a ella.

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No podía ser cierto. Ella no podía estar muerta. No podía morir. Tenían mucho que hacer… demasiadas cosas para que ella se fuera sin más… Ella no podía morir. Miró a Ron desesperado.

-Haz algo… -le suplicó-… por favor… tienes que poder hacer algo…

Ron negó con la cabeza.

-Ha muerto Draco –dijo intentando no mirar al rubio-; no puedo hacer nada por ella.

-Potter –pidió Draco -, tú tienes poder, tú puedes hacer…

-No puedo hacer nada Draco, por mucho poder que tenga, no puedo devolver la vida a nadie… -tomó la mano de Hermione-… preciosa… como siempre…

Draco sintió un pinchazo en la nuca.

"Ven a mí y entrégame la oscuridad que nace en tu corazón"

Draco se giró. Los ojos de Réficul estaban clavados en él.

"Fue ella… Lucía Malfoy… por su culpa Hermione Granger está muerta… -susurró la voz dentro de su cabeza-… te ayudaré a vengarla si accedes a darme tu energía oscura…"

Draco entrecerró los ojos. La sangre de Hermione aún estaba caliente entre sus manos. Lucía era su hija. Pero aquella voz… Aquella voz era un veneno que se había metido en la cabeza y en el corazón y no le dejaba pensar con claridad.

Quería a Lucía, era su princesa. No podía hacerle daño… Jamás podría.

Pero si Lucía no hubiese fallado aquella herida, sin en lugar de golpearle le hubiera herido… Hermione seguiría viva…

Se alzó y se puso frente a Réficul.

El demonio sonrió y sus ojos negros tuvieron un tinte de rojo. Rojo sangre. Sangre que había sido derramada y que aún sería derramada antes del amanecer.

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"Lucía"

Esa voz… Reconocía esa voz. No sabía de donde, no sabía si era bueno o malo, pero reconocía esa voz dulce y delicada capaz de transmitir armonía y paz. Elevó la cabeza.

Su padre estaba de pie mirando fijamente a Réficul. Por unos segundos, Lucía tuvo miedo de que en un ataque de ira su padre decidiera atacara a Réficul; no quería perderlo. No a él también.

"Lucía, ayúdale… ¿no ves lo que va a hacer? ¿No ves que le está envenenando el corazón?"

"¿Qué quieres decir? ¿Quién eres?"

Una suave risa se escuchó dentro de su cabeza. El tiempo parecía haberse detenido para ella; aún escuchaba las palabras de aliento que Ron profesaba a Harry mientras que éste sostenía el cuerpo inerte de Hermione; pero eran lejanas, como si formaran parte de un sueño, en ese estado somnoliento en el que es tan fácil confundir la realidad de la ficción.

"¿No me recuerdas? Te ayudé una vez… no hace mucho, en realidad…"

"Lo siento, no te recuerdo… ¿qué has querido decir con lo de antes?"

"Quien soy no tiene importancia ahora… Réficul está utilizando la oscuridad que una vez hubo en el corazón de tu padre para atraerlo hacia sí… ¿no lo ves?"

Lucía observó a su padre. Parecía igual que siempre. Erguido, orgulloso, la cabeza alta, la mirada… ahí estaba… su mirada se había vuelto fría… aquellos iris grises que siempre estaban brillantes y sonreían divertidos casi todo el tiempo ahora eran como dos cuchillas frías y gélidas.

"¿Qué diablos le está pasando?"

"Hermione fue quien logró sacarlo de la oscuridad con su luz… Ahora que ella está muerta…

"…se aprovecha de la oscuridad que una vez estuvo en él…"

"Así es pequeña… debes ayudarle a volver a la luz"

"¿Cómo?"-Vio como su padre daba dos pasos hacia Réficul-"¿Cómo puedo ayudarle?"

"Tu poder y la luz aplacarán la oscuridad de sus pensamientos"

Lucía frunció el ceño.

"¿Qué?"

Pero si esperaba oír una contestación, ninguna vino a su cabeza. Aquella presencia se había desvanecido y con ella la voz, las ideas, los consejos.

La voz de Harry y Ron llegaban con más claridad, con más nitidez.

-Siempre te quiso… siempre te querrá… -murmuró Harry cerca de Hermione.

Lucía abrió los ojos al tiempo que una luz cruzaba por su cabeza mientras las palabras se repetían en su mente una y otra vez "Tu poder y la luz aplacarán la oscuridad de sus pensamientos"

-¡Papá! ¡No le escuches! –pero Draco no atendió a su llamada. James la miró-.¡Papá! ¡Ella no lo hubiera querido! ¡Mamá no lo hubiera querido! –Réficul frunció el ceño al ver que Malfoy detenía su paso -¡Mamá hubiera querido que lucharas contra su atracción! ¡Saliste una vez de la oscuridad! ¡No dejes que él la lleve de nuevo a tu alma!

"Aýudalo"

"¿Cómo?"

"Recuérdale el amor"

Lucía se concentró en su poder y cerró los ojos mientras intentaba entrar en la mente de su padre; no le resultó complicado, después de todo, lo había hecho en varias ocasiones y los escudos de su padre nunca fueron del todo buenos, siempre tenían algún pequeño fallo.

La chica se concentró en buscar imágenes en su cabeza que le pasaba mentalmente a su padre. Imágenes de su madre y de él, imágenes de ella y él.

"-No pienso ponerme eso…-dijo una vez más Draco viendo con aprensión el disfraz muggle que su esposa había encargado.

-Es por Lucía… por favor…

-Lucía tiene dos años… no se dará cuenta… -intentó decir el rubio.

Hermione entrelazó sus manos detrás de la nuca del hombre y después de sonreírle de forma fugaz lo besó dulcemente en los labios.

-Eso es trampa… -sentenció Draco cuando Hermione le permitió separarse de ella.

-Lo sé… aprendí del mejor… -ella le miró risueña.

Draco resopló mientras tomaba el disfraz rojo y blanco de las manos de su esposa.

-Si Lucía tiene pesadillas por esto, será tu culpa –intentó advertirle.

Hermione rió divertida.

-Ningún niño tiene pesadillas con Santa Claus –le besó otra vez-. Te quiero.

-Te quiero"

Draco miró confundido a Lucía antes de que un nuevo recuerdo llegase a su mente.

"-Prometo amarte y protegerte durante el resto de mi vida, hasta la eternidad… porque eres la luz que me ha sacado de las tinieblas y eres la única persona a quien confiaría mi vida y mi alma… -un anillo dorado pasó a formar parte de la mano de Hermione.

-Prometo estar a tu lado y apoyarte porque lo eres todo para mí; mi amigo, mi enemigo, mi confidente, mi cómplice, mi conspirador, mi novio, mi amante, mi esposo, mi vida y mi muerte… Supongo que con eso quiero decir que te quiero"

Draco palpó suavemente su propio anillo. Recordaba aquel día.

"-Estoy horrible.

Draco sonrió. Era la tercera vez en las últimas dos horas que Hermione se quejaba de su estado. Levantó la mirada del libro que leía y le sonrió. La abultada barriga de Hermione de nueve meses de gestación que tantos dolores de cabeza le causaban a ella a él le parecía preciosa.

-Estás preciosa… -le contradijo él risueño.

-¿De verdad? –preguntó recelosa.

Draco abandonó su lugar de la butaca y se dirigió hacia ella. La tomó de las mejillas y antes de que Hermione pudiera preguntarle qué hacía, la besó. Lenta y suavemente, dulcemente, con delicadeza… como todos los besos que habían compartido.

-Te quiero… embarazada, sin embarazar, delgada, gorda, bruja o muggle… te quiero a ti, a Hermione Granger… ¿de acuerdo? Y tengo muy buen gusto así que agradecería que no volvieras a decir que estás horrible –fingió estar enfadado-; haces que me sienta mal.

Una sonrisa. Una dulce sonrisa iluminó el rostro de Hermione.

-Te quiero Draco…"

-Yo también te quiero… -murmuró sin darse cuenta Draco mientras miraba el cuerpo de su esposa.

"Una sonrisa. Las suaves manos de Hermione acariciándole. Sus ojos brillando de emoción, brillando por el deseo y la pasión cuando le hacía el amor; su aroma, sus rizos, su cuerpo, su ser, su todo, su alma…"

-Papá… -llamó Lucía una vez más-… Papá… te quiero… ella te quiso… por favor… no vayas a las sombras… quédate conmigo… -Draco la miró-… te necesito conmigo…

Allí estaba. La mirada dulce de Draco. Sus ojos grises cálidos y refulgentes de cariño y amor… la mirada que siempre había visto en su padre incluso cuando la regañaba o la castigaba, aunque habían sido pocas veces…

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Draco miró al chico, casi adulto que tenía delante y sonriendo retrocedió algunos pasos.

-No –dijo. Réficul lo miró-. No te daré mi magia. Es por tu culpa que he perdido a la mujer que amaba… no permitiré que por tu culpa también pierda a mi hija. No será mi magia oscura lo que acabe con la vida de Lucía.

La expresión de Réficul cambió de arrogancia y superioridad a odio y crueldad.

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Lucía fue testigo de cómo la sonrisa de Réficul se borraba de su rostro y era substituida por una mueca de disconformidad, odio y venganza que pocas veces la chica en su corta vida, había podido ver en nadie. Casi con tristeza, se preguntó a sí misma, cómo alguien podía tener dentro de sí tanto odio.

Observó como Réficul alzaba su mano contra su padre y contra los que detrás de éste se encontraban.

No lo iba a permitir. No iba a dejar que ninguno de ellos muriese, al menos, nadie más.

En el momento en que la espada oscura de Réficul descargó una onda negra que se fundió con la esfera violeta que estaba enviando a los presentes; Lucía invocó su propio poder y creó un escudo en su propia mano.

-¡Quedáos quietos! –ordenó.

Ninguno de los adultos protestó. Ninguno se movió pese a que el encantamiento y la maldición de Réficul se acercaba a ellos de forma peligrosamente rápida. Ninguno de ellos se movió siquiera un ápice… Confiaban en ella.

Lucía se concentró en su propia fuente de poder aún sabiendo lo peligroso que era hacer aquello. Notó como la energía interna fluía por todo su cuerpo, recorriendo las venas y las arterias y mezclándose con su propia sangre.

Amor. Ese era su poder. Esa era su fuente.

Amaba a su madre por haberla protegido, por haberla cuidado, por haberla amado como lo había hecho; de ella había aprendido lo importante que era la amistad y los fundamentos del valor, entregarse siempre al máximo para poder enfrentarse a tus propios temores era una de las máximas que Hermione Granger le había inculcado desde pequeña.

Amaba a su padre por quién era, por como era, no por lo que una vez había sido en el pasado; de él había aprendido que cada uno forma su presente y su futuro y que el pasado es algo que aunque siempre te persigue, puedes esquivarlo; de él había aprendido lo que era el orgullo y el respeto y había aprendido a tocar el piano, ese instrumento tan complicado y tan íntimo que estaba tan ligado a la vida de su padre.

Amaba al profesor Jones, a Ronald Weasley por haber confiado en ella. Por haber estado enamorado de su madre y no haber dicho nada para que ella pudiera ser feliz junto a su padre; lo respetaba como profesor, como persona y como amigo.

Amaba a tío Harry. La coincidencia no existía para él; todo tenía un motivo de ser y de existir; amaba la tenacidad y la constancia, la rebeldía y la madurez que aquel hombre había tenido que asumir durante su infancia y que había sido capaz de transmitir a todos aquellos que lo rodeaban.

Y amaba a James Potter. Amaba a Jamie. No podía expresar en palabras ni en pensamientos lo mucho que podía llegar a amar a aquel rebelde de ojos verdes y cabellos rubios revueltos… y es que a veces… es imposible describir cuando se ama a alguien si el amor es verdadero.

-Protege a los que amo, protégelos con mi vida…

En el momento en el que el encantamiento de Réficul iba a dar en el pecho de Draco, un leve mando rosado tomó la forma de cúpula y cubrió a los presentes. El rayo oscuro de Réficul rebotó contra el escudo recién creado de Lucía.

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Bella observó el rostro sereno de su hijo. Su hijo… cómo le hubiera gustado poder llamarlo así. Se equivocó. Se equivocó al llevar en el vientre a un monstruo como aquel que ahora yacía dormido con el subconsciente proyectado en la que seguramente era, la peor batalla jamás vista.

Era extraño como a pesar de no haber sido nunca su hijo de verdad, llevaba la características que Tom padeció y que provocó su muerte: la arrogancia.

La arrogancia de pretender una buena lucha lo había llevado a esperar tanto tiempo para combatir contra una Malfoy. Sonrió. Iluso. Réficul no había preguntado nunca; si lo hubiera hecho, se hubiera dado cuenta de que los Malfoy se crecían con la adversidad.

Había sido la arrogancia de creerse superior y sin necesidad de ayuda lo que le había llevado a tomar aquella poción y sumirse en un sueño muerto del que sólo podría despertar vencedor o no despertaría jamás.

Bella suspiró. Buscó entre los pliegues de su capa y sacó la pequeña daga negra que siempre llevaba oculta; aquella que había pertenecido a Tom Riddle y que nadie nunca había encontrado en ningún lugar porque era ella quien la tenía y quien la había guardado como un tesoro; un recordatorio hacia aquella persona que había amado antes de convertirse en Lord Voldemort.

Pasó su mano por la hoja y la notó afilada. Su mano derecha se cernió sobre la empuñadura y su cuerpo se inclinó sobre el corazón de Réficul.

-Sería tan fácil… -arañó la superficie de la túnica del chico que dormía ajeno a los movimientos de su madre-… sería tan fácil hacerlo que casi es un crimen no terminar con toda esta tortura…

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-Te subestimé… -dijo Réficul-… Para estas alturas ya deberías haberte quedado sin energía…

-Lamento defraudarte –dijo Lucía levantándose del suelo y encarándolo mientras que en su mano se volvía a formar la espada blanca-, pero no tengo ninguna intención de morir para que los mates a ellos.

-¿Y cómo vas a matarme? Ni siquiera has podido herirme… -su sonrisa era burlona.

Lucía le sonrió con sinceridad.

-Lo que tenga que ocurrir, ocurrirá; lo que tenga que pasar, pasará.

Antes de decir nada más, Réficul se había lanzado en un ataque contra ella elevando la espada oscura con ambas manos y con la mirada fija en ella.

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La batalla estaba siendo terrible. Las montañas rocosas se desprendían en pedazos bajo la fuerza de los golpes que esquivaba la espada de Lucía. La espada de la chica había captado la energía pura de ella y ardía en llamas rosadas y azules mientras que la espada oscura dejaba caer un manto de oscuridad y tinieblas con cada golpe nuevo que asestaba.

Los dos atacaban, los dos esquivaban, los dos cortaban y saltaban entre las rocas que caían a su alrededor.

El mismo tiempo parecía estallar con la pelea: el viento rugía sobre las rocas y derribaba las piedras temblorosas e indecisas; la tierra se sacudía bajo sus pies y la turbia nube comenzó a bullir y a despertar truenos escandalosos y rayos que caían destruyéndolo todo a su alrededor; grandes pedazos de cielo estrellado aparecían y desaparecían según la ida y venida de la nube negra.

Lucía dirigía su espada por el lado izquierdo de Réficul, consciente de que era más débil y el ser oscuro retrocedía ante las llamas y el poder que las runas de la espada blanca le proporcionaban a Lucía; pero la sombra de la espada oscura helaba la sangre de Lucía cada vez que se acercaba a ella.

Al contrario de lo que Lucía o cualquiera de los presentes hubiera pensado, estaban casi al mismo nivel; la experiencia de Réficul estaba compensada por la agilidad y el entrenamiento al que Lucía se había auto entrenado en los últimos cuatro años.

Fue la irregularidad del terreno lo que traicionó a la pequeña niña; pues cuando retrocedía ante una lluvia constante de poderosos golpes oscuros, sintió un pie aprisionado en un montoncito de rocas que habían caído. A pesar de sus esfuerzos por mantenerse de pie, la joven, cayó al suelo.

Los ojos de Réficul brillaron con determinación y victoriosos mientras alzaba su espada, pero Lucía alzó con ambas manos su espada blanca para evitar el golpe y cuando las afiladas hojas de ambas chocaron sus bordes afilados, una cascada de chispas rojizas, azules y negreas cayó sobre Lucía de forma inexorable.

Réficul volvió a levantar su espada, pero un extraño deseo se reflejó en su cara blanca cubierta de ceniza y barro.

-Ríndete… no quiero matarte… ríndete, ámame y te perdonaré la vida…

Como si aquello hubiese sido una señal, Lucía comprendió. Su enemigo no intentaba matarla, sino someterla a él y a su poder. Réficul tenía la necesidad imperiosa de dominar todo y todos cuanto estuviesen a su alcance; la necesidad de saber que alguien se uniría a él para amarle.

La verdadera lucha entre ellos se basaba precisamente en esos términos. La oscuridad quería conocer la luz a través de la dominación sin comprender que el amor no se entrega por obligación, sino por compromiso, dedicación y voluntad; como todos los buenos sentimientos de la humanidad.

-Arroja tu espada, Lucía, unión de la Luz y la Oscuridad y protectora del Bien y de la Luz, acepta tu derrota, ámame, únete a mí –ordenó el ser oscuro y Lucía percibió la fuerza de su mente como un terrible peso sobre su cabeza. Sonrió casi sin darse cuenta al comprobar que eso era precisamente lo que su padre había sentido minutos atrás.

-No lo haré –respondió ella firmemente-. Puedes matarme, pero no obtendrás de mí la rendición ni la unión que tanto anhelas.

La cara de Réficul se contrajo ante la negativa de Lucía.

-¡Debes hacerlo! –casi gritó-. Estás indefensa ante mí… Estás gastando tu magia en ese escudo, no puede moverte para defenderte con la espada… ¡Debes unirte a mí!

-¡No! –gritó Lucía-. No eres nadie… te temen, pero jamás conseguirás que nadie te ame… Intentaste engañar a mi padre para que se uniera a ti, como intentaste engañarme a mí hace tiempo… pero yo te rechazo igual que ellos lo hicieron. En todo el universo no existe persona ni ser vivo que te ame. Estás solo y vacío, y aunque me mates, yo habré ganado… No puedes obligar a amar a nadie… -sonrió con cierta melancolía al recordar a James-… No puedes obligar a nadie a que te ame… y menos cuando el corazón ya está ocupado por otro amor…

las palabras de Lucía tuvieron el mismo efecto que un golpe mortal para Réficul y la espada de Lucía, como si quisiera respaldarlas, cobró un nuevo resplandor, hiriendo con su luz cegadora los ojos del ser monstruoso que tenía delante.

Este era el motivo de la batalla, el destino de la profecía; no debían encontrarse para matarlo, pues la naturaleza propia de Lucía le impedía herirlo siquiera, estaba allí, y su destino era rechazarlo.

Mezclando en su grito angustia, dolor, ira y furia, Réficul alzó su espada por encima de su cabeza y corrió hacia la chica rubia. Lucía no hizo ningún intento por esquivar el golpe, sino que cogió la empuñadura de su ardiente espada con ambas manos y esperó hasta que estuvo cerca de ella para arremeter contra su enemigo.

-Que la Luz del Bien y la Esperanza pueda hacer lo que mi corazón y mi instinto se niega a realizar… -murmuró ella antes de cerrar los ojos y esperar que el destino decidiera.

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Con lágrimas en los ojos, Bella colocó la punta de la daga sobre el pecho descubierto de su hijo. Era lo único que podía hacer; no había podido darle el amor que se suponía que una madre debía dar, así que sólo podía darle la eternidad.

Cerró los ojos y suspiró profundamente.

-Pérdoname…

Esa fue la única palabra, la única petición que salió de sus labios antes de enterrar la daga oscura en el pecho de su hijo.

En algún lugar de su propia alma, sintió que algo se desgarraba y por primera vez, comprobó que la leyenda de la daga era cierta, ya que en vez de lágrimas, sus ojos lloraron sangre negra.

Su alma notaba el dolor del cuerpo que perdía la vida.

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Segundos antes de arremeter contra Lucía, el rostro de Réficul se crispó. Demasiado tarde para darse cuenta de que su cuerpo en vida había muerto, la espada de Lucía acortó los centímetros que los separaban.

Fue muy fácil. La espada de Lucía se hundió en el pecho de Réficul y mientras la hoja afilada atravesaba el cuerpo de él, el poder de Lucía se extendió a la ardiente cuchilla.

La mano de Réficul se abrió temblorosa, y la espada cayó al suelo, sin poder. Abrió la boca para gritar pero ningún sonido salió de ella. Se tocó el rostro al notarlo húmedo y por primera vez se dio cuenta de que estaba llorando mientras la espada clavada en su pecho llenaba su cuerpo de llamas.

Se echó hacia atrás y con un silbido, la espada se deslizó de su pecho, aunque el fuego que la cuchilla había encendido en su interior no se apagó. El corazón dentro de su cuerpo dejó de latir y Réficul supo lo que había ocurrido. Su cuerpo en vida había muerto y por tanto, también él.

-¡Madre! –gritó vencido con una angustia mortal.

El sonido de su voz retumbó hasta en el astro más lejano.

Se quedó inmóvil durante un instante, con los brazos alzados en actitud de súplica y clemencia, hasta que se tambaleó y cayó muerto a los pies de Lucía.

Por un momento reinó un silencio absoluto. Luego, el último grito, más bien aullido, surgió de los labios muertos de Réficul, como si su alma estuviese pidiendo clemencia, y se desvaneció a una distancia inimaginable mientras la profecía huía, llevándose consigo la sombra tenebrosa de la espada oscura.

De nuevo se hizo el silencio. El universo entero tembló y se paró. En aquel instante, todo lo que existía cambió con el curso de la profecía. Donde siempre había habido dos opciones, ahora sólo quedaba una.

Lucía estaba de pie, cansada, junto al cuerpo que acababa de matar. Su espada aún emitía destellos rosados y podía percibir el regocijo de su propio poder.

El escudo que protegía a los suyos cayó al ver que no había peligro y Lucía se acercó hasta el cuerpo inerte de su madre.

-Lo siento mamá…. No pude… no quise… si no hubiera escuchado…

Una mano se posó en su hombro y al girarse encontró la mirada de Jamie. Le sonrió y el chico le devolvió el gesto.

"Lucía, utiliza tu poder… Sabes lo que debes hacer…"

-¿Qué ha sido eso?

Lucía se giró hacia su padre.

-¿Tú también lo has oído?

Miró a Harry para preguntar si él también había escuchado aquellas palabras, deseando que le dijera que sí, pero los ojos de Harry no estaban puestos en ella. A unos metros, sobre la colina árida hasta el momento, pequeñas briznas de hierba empezaban a crecer. Una mujer vestida con una túnica blanca y el cabello rojizo silbando al viento los miraba en actitud protectora y dulce.

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Bella sonrió con tristeza mientras dirigía la daga manchada de la sangre de su hijo hacia su propio pecho. Quizá se había equivocado en el pasado demasiadas veces, pero sabía que acababa de tomar la decisión adecuada.

-Si yo no puedo ser feliz… al menos dejaré que mi hermana lo sea…

Después de esas palabras, varios mortífagos del castillo que Réficul había ocupado hasta el momento, juraron que escucharon el grito más desgarrador y mortal que jamás hubieran oído en su vida.

Era el grito de una madre al perder su vida después de despojar a su hijo de la suya.

Cuando entraron en el dormitorio de Réficul, el chico estaba tendido en la cama, y si no hubiese sido por la herida en su corazón, todos hubiesen dicho que su expresión era tan serena que parecía que aún estaba dormido.

El cuerpo de Bella estaba a los pies de la cama y entre sus manos encontraron la daga negra y una fotografía de dos niñas rubias y de ojos azules que sonreían felices, ajenas a todo lo que en un futuro les esperaba.

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-Ginny…

Ron se giró y sonrió. Era cierto; Harry no estaba loco. Ginevra Weasley estaba allí.

"Una vez lo hiciste Ron… debes volver a hacerlo… -miró a Lucía con dulce afecto-, ella tiene el poder pero no el don… ayúdala"

-Ginny…

La mujer miró a Harry y cerró los ojos al tiempo que él también lo hacía.

Nadie supo que ocurría entre los dos en aquellos momentos, unos segundos, unos minutos… un tiempo que pertenecía únicamente a ellos dos; separados por el destino y la muerte y sabiendo que jamás volverían a verse.

Cuando Harry abrió los ojos, Ginny ya no estaba, pero la expresión del rostro del hombre de ojos verdes era de paz y armonía y Lucía sonrió contenta de que él mismo se hubiese perdonado lo que hacía años que todo el mundo le había perdonado.

-¿Puedes hacerlo? –preguntó Draco mirando a Ron-. ¿Puedes devolverle la vida?

-Puedo devolverle la energía vital, pero necesito que el lazo de la vida siga estable y eso sólo lo conseguiré si su alma siente que la aman y la necesitan en este mundo…

-¿Lo harías? –preguntó Draco.

Ron sonrió. ¿Lo haría? En vida hubiese entregado su vida por ella, y ahora en muerte, deseaba entregar su alma para salvarla a ella y que viviese una feliz vida como la que había llevado hasta aquel entonces.

-En cuanto haga esto, me iré… -anunció Ron.

Harry y Draco lo miraron. El primero con miedo, el segundo con aceptación.

-¿Por qué regresaste si debías volver a irte? –preguntó James que no había perdido nada de la información dada hasta el momento.

Ron sonrió desde su estado de profesor Jones.

-Porque es lo que debo hacer… Una vez debí protegerla a ella porque era lo que se esperaba… pero lo protegía a él entregando mi vida humana… -miró a Harry-… ahora tengo la oportunidad de protegerla a ella…

-…y lo harás con tu alma ¿verdad? –no era una pregunta, era una afirmación y Lucía asintió comprendiendo las razones de aquel hombre-. ¿Qué debo hacer?

-Necesito tu magia… tu poder…

-No sé si voy a poder hacer nada… -admitió Lucía-… estoy cansada… el escudo, la espada, los ataques…

-No te he dado mi magia –Lucía se giró hacia James-. Durante el conjuro, recibiste la magia de los demás, pero no la mía… Quizá yo pueda…

Lucía sonrió.

-¡El medallón! –gritó la chica sacándolo de debajo de sus ropas-. Mezclaste tu magia con el rayo de luna… -Jamie asintió en silencio-. ¿Será suficiente?

Ron lo meditó unos segundos mientras cerraba los ojos. Podía sentir el amor que había entre los dos pequeños; asintió. Estaba convencido de que una pizca de la magia de James mezclada con la de Lucía sería más que suficiente.

-Coloca tu mano derecha sobra la herida –le indicó a Lucía-. Intenta enfocar tu magia y la de James hacia ella; concéntrate en tu amor hacia ella y en tu voluntad para que se recupere…

Lucía asintió.

-Hazlo por mí, princesa… -le dijo su padre en un susurro.

-Lo haré si puedo hacerlo papá… -le contestó ella con una sonrisa. Se giró hacia Jamie y le sonrió-… pero tengo que hacer algo antes de que se me vaya el valor de los Gryffindor.

-¿Qué quiere…

Pero James no pudo seguir preguntando porque Lucía se había puesto de puntillas y lo había abrazado entrelazando sus manos detrás de la nuca de él mientras lo besaba casi en un roce infantil, probando sus labios.

Y si bien en un principio James se quedó descolocado, enseguida reconoció el sabor a chocolate que sus labios habían tenido en cuando se había despertado y entonces comprendió que ella lo había besado mientras dormía. Abrazó a la chica por la cintura y sonriendo dentro del beso, le devolvió el gesto con tranquilidad, intentando que ella supiera con ese beso lo que él siempre había sentido por ella.

Harry sonrió ante la escena; Draco frunció el ceño y Ron sólo rodó los ojos; sería interesante ver la unión entre un Potter y una Malfoy, no tenía ninguna duda al respecto, pero él no estaría allí para verlo.

-Ahora… -dijo Lucía separándose de él-… tengo que hacer algo…

La chica se arrodilló junto a su madre en el lado izquierdo de su cuerpo mientras que Ron permanecía de pie en el lado derecho y extendía sus manos hacia los lados queriendo abarcar en el espacio el cuerpo de Hermione. Una luz azulada los cubrió a los tres.

Lucía tomó el medallón de James y lo sostuvo con las dos manos, colocándolo sobre el pecho de su madre. Mientras tanto, la joven tuvo el presentimiento de que el aura blanca de Ron los cubría a todos en una cúpula inatravesable. Dentro del escudo, una luz comenzaba a latir y el medallón brillaba en las manos de Lucía.

Un firme y sólido muro se alzaba ante ella, invisible para los demás, negro, silencioso y oscuro. Lucía, sin saber qué hacía a ciencia cierta y con única voluntad de desear a su madre junto a ella de nuevo, empujó a la muerte misma con incertidumbre y se esforzó por llegar al oro lado y devolver a su madre al mundo de los vivos.

Percibió que la energía de Ron se sumaba a la suya en aquella muda batalla, pero la barrera no cedía.

"Utiliza tu poder" la voz de Ginevra Weasley resonó en su cabeza de nuevo.

El medallón empezó a brillar y Lucía lo abrió sobre el pecho de su madre.

-¡Ayúdame!

La magia rojiza de James se mezcló en un remolino de colores con el rayo de luna guardado en el medallón y ascendió en silencio sobre el cuerpo de Hermione mientras que la joven chica invocaba su propia magia rosada y la mezclaba con el torbellino de colores suaves que se había creado.

En su mente, la barrera comenzó a debilitarse.

Una mano firme en su hombro y la calidez de Jamie le hizo darse cuenta de que él estaba con ella.

La barrera se rompió mientras la herida de Hermione se cerraba. Hermione empezó a toser y jadeó queriendo incorporarse.

El escudo de Ron se rompió.

Lucía se incorporó, tambaleante, agotada por el esfuerzo y los brazos de Jamie la sostuvieron.

-¿Te encuentras bien?-le preguntó el chico.

Lucía miró a su madre. Estaba viva. Cansada, jadeando, pero viva. Su padre le sostenía la cabeza con profundo amor y acariciaba su frente mientras lágrimas se derramaban por su rostro. Harry besó la frente de su amiga.

-Ahora sí… -le contestó-… ahora sí estoy bien… -James le sonrió y la besó en la frente sin soltarla, más por miedo a que aquello fuera un sueño que a que ella cayera al suelo. La chica lo miró-. Te quiero… -le dijo.

-Siempre te he querido –le contestó él con sinceridad.

Ron carraspeó.

-Creo que a partir de ahora sabréis hacerlo todo bien solos… Nunca subestiméis vuestros poderes ni vuestra magia… pues a veces es lo que os puede salvar…

-¿De verdad tienes que irte? –preguntó Draco con una media sonrisa-. Podría acostumbrarme a tenerte cerca… Además, tenía que advertirte sobre que no le hicieras daño otra vez… -añadió.

-Quizá en otra ocasión, hurón –bromeó él con una sonrisa-. Cuídala por ambos –le pidió con tono formal-, yo no podré hacerlo, pero sé que contigo estará bien. ¿Lo harás?

-Con mi vida –contestó el rubio varando a su esposa por los hombros mientras la ayudaba a sentarse mejor para que pudiera respirar sin tanta dificultad.

Ron supo que lo cumpliría.

Una luz blanca intensamente cegadora cubrió el cuerpo de Ron. Una expresión de tranquilidad permaneció en su rostro. Harry lo miró.

-Ron… yo…

-Harry… nunca tuviste la culpa, pero si así te sientes mejor, te perdono amigo… Siempre lo he hecho… -le sonrió-. Cuida a tu familia…

Esas fueron las últimas palabras de Ron antes de que la luz cubriese por completo su cuerpo. Cuando la luz desapareció dejando nada a su paso, Ron no estaba.

Lucía miró a los presentes.

Unidos por lo que había sucedido, el grupo se congregó en silencio alrededor de Hermione y Draco. Al este, el cielo había comenzado a aclarar y la nube de desolación se disipaba mientras que el rosado cielo teñía las primeras luces del alba.

La tormenta de aquella noche había terminado. Durante años, el universo había estado dividido a pesar de sí mismo, pero ahora volvía a ser una unidad.

-¿Volvemos a casa? –preguntó sonriente Lucía.

El sol, a través de una nube rasgada, anunció la mañana del primer día.

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Bueno… ya está se acabó… es el fin de esta historia…

Debo decir que mi inspiración para la descripción de la confrontación entre Réficul y Lucía la he sacado después de leer una triología llamada "Crónicas de Belgarath", de donde he sacado ideas para dicha confrontación ya que no acababa de convencerme lo que yo había escrito en un principio.

He escrito un epílogo que espero os guste y que subiré en pocos días, tan pronto pueda. Es que era incapaz de desprenderme de este fic, así que aún queda el epílogo!

Pero después del epílogo, se acabó eh!

Eso sí, siempre podréis regresar a fanfiction a leerlo cuando querais :p

Un besito a todo el mundo! Nos leemos pronto!

Quiero comentarios!