Cap 3: el Callejon Diagon


Harry no recordaba nunca haber hecho un viaje tan largo como aquel. Luego de salir de Privet Drive, se había esperado más comodidad y descanso que el que tenía con sus tíos. Pero no. Allí estaba, sentado por cerca de tres horas, con las manos entumecidas, los ojos irritados y la boca seca. Al comienzo, había charlado con Hagrid sobre los nuevos indicios del paradero de Voldemort, pero el guardabosques se sintió incomodo, así que Harry se calló todo el resto del camino.

Seguía pasando el tiempo, media hora más, cuarenta minutos, una hora... hasta que...

- HARRY! HARRY! MIRA HACIA ALLÁ!

El edificio de Gringotts se erguía al fondo de lo que parecía ser un pasillo lleno de distintos artes y formas, pero que a primera vista se encontraba vacío, totalmente desierto. Minutos después, cuando hubieron aterrizado, Harry se dió cuenta que no estaba equivocado: el Callejón Diagon, que en años anteriores había estado repleto de estudiantes, ahora se encontraba inhabitado, y lo que es más, las tiendas (Madame Malkin, Olivander's, entre otros) estaban...

- ¿clausuradas? ¿pero acaso todas las tiendas del callejón dejaron de pagar impuestos?

Al parecer, Hagrid tampoco había estado enterado del acontecimiento. Recorrieron las calles tortuosas sin encontrar a nadie. Todas las tiendas tenían carteles como "lo sentimos, consigan sus libros de quiditch en la tienda de la calle 1/3. Si esa tienda esta cerrada, lo sentimos doble" y cosas así. Al final del recorrido tuvieron al banco Gringotts al frente, y, este sí que estaba abierto... y con muchos más duendes de lo normal. Hagrid le hizó una seña a Harry, y juntos subieron por las escaleras de mármol. Estaban pasando la entrada, cuando un duende los detuvo.

- mmm, a ver, aver, a ver...- repuso con voz chillona - dos magos por el callejón Diagon, ¿qué buscan?

Hagrid se aclaró la garganta:

- venimos para, em, preguntar, ¿a donde se fueron todos?

El duende lo miró extrañado. Hagrid se estaba poniendo nervioso, hasta que el duende habló:

- Pues, verá usted, sr., todos los dueños de los locales y los vendedores han huido despavoridos al enterarse que El- que- no- debe- ser- nombrado ha regresa con más poder que antes... - Harry pudo darse cuenta del pequeño estremecimiento del guardabosques - y dejaron todo lo que tenían para irse del país, incluso- el duende esbozó una sonrisa maliciosa- sus ahorros en las cámaras acorazadas de Gringotts.

"¿qué cosas terribles habrá hecho Voldemort, para que le teman tanto?" pensaba Harry mientras caminaban hacia un basurero detrás del callejón. Al llegar, Hagrid levantó algo que parecía ser un pergamino ocre muy antiguo y le hizo un gesto a harry para que se acercase.

- Sosténte con fuerza, Harry, y no te vayas a soltar, me oíste?

- tranquilo, Hagrid, ya he viajado en translador antes...por cierto, ¿a donde me llevas?

Hagrid sonrió apenas y miro su reloj... 3, 2, 1... Una vez más, Harry sintió el tornado de luces, formas y colores al que los trasladores lo tenían acostumbrado, pero esta vez estaba acompañado de alguien que no parecía disfrutar en absoluto esta forma de viaje: Hagrid estaba pálido y tenía la mirada desenfocada, como quien desea que el tiempo pasara lo más rápido posible...Harry sintió que su estómago se estrujaba al mismo tiempo que sus manos...hasta que por fin, de una sola sacudida, cayeron a suelo firme. Harry se levantó de un salto, sacudiéndose el polvo, pero Hagrid demoró en incorporarse.

Harry no conocía aquel sitio, y, por alguna, razón, se sentía pequeño en el lugar al que habían llegado... no, es más, se sentía menor de lo que pensaba, y es que apenas y llegaba a mirar la superficie de la mesa de centro ubicada en el comedor de la casa. Le cayó un baldazo de agua fría al ver la expresión de Hagrid: tenía cara de sorprendido y emocionado que anunciaba que no conocía la casa pero ni un poquito más que Harry. Harry lo miró defrente, con una mirada reprochante (como las de Hermione) pero Hagrid le devolvió una sonrisa de oreja a oreja, y solamente susurro:

- Espera, Harry, ahora sabrás donde estamos.

Al segundo, un gran portón en la parte de atrás se abrió y dejo pase a un gigante de unos cuatro a cinco metros de altura, muy bien vestido y peinado, que se apresuró a donde se encontraban Harry y Hagrid. Extendió los brazos torpemente y abrazó (más bien, exprimió) a Hagrid con una fuerza descomunal. A Hagrid, que había estado pálido por el viaje, se le subieron los colores al rostro y sonrió apretando los dientes. Después de ser soltado, se dirigó a Harry y exclamó:

- ¡Grawp es siempre tan afectuoso!

Harry no sabía si sonreír o mantener su boca abierta de la impresión.