- Viktor Krum... ya era de esperarse que ése continúe detrás de Hermione... ese... - murmuraba Ron a Harry en plena clase de Cuidado de Criaturas Mágicas - y ella le sonreía... - Ron apretó el puño con el que sostenía su pluma, y la tinta se derramó por su pergamino - ¡Oh, no!... Harry ayúdame con el tintero... por un demonio, Harry, deja de esconderte!

- Cállate, Ron - le dijo Harry por lo bajo, mientras miraba a Hagrid de reojo desde su último asiento.

La razón por la que Harry se ocultaba era porque estaba en la clase de Hagrid y se acordaba perfectamente de las intenciones del guardabosques: éste quería que Harry prometiese no investigar sobre los pergaminos antiguos y los dijes del Valle de Gocric. Harry no estaba dispuesto a desistir de la idea de averiguar qué tenían que ver con él los misteriosos pergaminos y por eso hacía maniobras para esconderse detrás de Ron. Su amigo estaba muy malhumorado tras haber visto Hermione y Viktor Krum en la tarde pasada y no paraba de encontrarle defectos al búlgaro. Harry le había dicho a Ron que a él no le interesaba con quien andaba Hermione, pero cada vez que la miraba sentía aquel calorcito en las manos que sintió la primera vez que la vio la noche de Halloween.

Al sonido de la campana, Harry y Ron subieron por la colina al castillo (Harry se apresuró mientras Hagrid estaba de espaladas); les tocaba su primera clase de Ritos mágicos. Les habían dicho que la clase se dictaría en el 3er. piso, pero al llegar al 2do. Harry le dio un codazo a Ron para que se detenga. Harry acababa de ver a Snape caminando con el director y llevando pergaminos hacia la oficina de la profesora McGonagall. Se dirigió a Ron.

- ¿Tu crees... - le dijo

- Echemos un vistazo - repuso el pelirojo.

Ambos siguieron a Snape y Dumbledore hasta que éstos entraron a la oficina de la profesora. Estaban dispuestos a poner sus orejas sobre la puerta, como habían hecho hace un tiempo, para oír la conversación, pero de inmediato salió la profesora McGonagall. Ron tosió y Harry se retiró unos pasos al momento.

- ¿Que hacen aquí, Potter, Weasley? - pregunto con voz severa la profesora McGonagall

- Eh... nosotros... buenoooooo... - dijo Harry. Su mente pensaba como loca en una excusa convincente, y de repente, al ver el campo de quiditch por la ventana de la oficina, se le ocurrió - pues, hemos venido a pedirle el permiso para entrenar, profesora, ya sabe, para prepararnos para la Copa de las Casas...

- Ah! pero tiene razón, Potter, me acabo de acordar de ciertos puntos... pase a la oficina, por favor... en cuanto a usted, Weasley, debería estar en clase, vaya ahora mismo... ¿no me escuchó?

Ron le había dirigido una mirada de exasperación a Harry, pero al oír a la profesora McGonagall había desistido y se alejaba por el pasillo hacia las escaleras superiores. Harry entró en la oficina y se sentó en una de las sillas disponibles. El director vio a Harry y junto a Snape se dirigió a la puerta, no sin antes dejar los pergaminos guardados en un cajón del escritorio. Tan solo agregó unas palabras para la profesora: "Mándemelo en cuánto este completamente revisado" y salió antes que Snape.

- Bien - dijo la profesora luego de haber cerrado la puerta - le firmare una autorización para su entrenamiento, Potter.

Mientras McGonagall firmaba un papel, Harry se inclinaba a ver el cajón que contenía los pergaminos. No prestaba atención a lo que decía la profesora, hasta que le dijo quién sería el capitán del equipo de Gryffindor.

- ¿Qué? - dijo Harry, no dando crédito a lo que oía.

- Viktor Krum, Potter, Viktor Krum será nuestro capitán... ya sé que es increíble, siendo él un profesional... de seguro ganaremos este año, con él de capitán... bueno, Potter, se hace tarde, ya puede retirarse.

A Harry la cabeza le estaba dando vueltas: ¿Viktor Krum de capitán del equipo? ¿Capitán del equipo? ¿DE SU EQUIPO? ¿en qué momento se había arreglado todo eso?... además, otra idea lo preocupaba... ¿aquellos habían sido los pergaminos?... tal vez...

- Ouch! - dijo una voz familiar para Harry.

Harry alzó la mirada y vio a Cho al frente suyo. Era la primera vez que la veía tan de cerca después del curso anterior. Ya se habían cruzado en anteriores semanas, pero nunca frente a frente.

- Eh, lo siento, Cho - dijo Harry, al tiempo que dejaba de pisar a la chica.

- No importa, Harry - la chica se le quedó mirando. Por una razón desconocida para Harry, al verla ya no tenía mariposas en el estómago. Cho agregó - ¿Qué haces por aquí?

- Yo... me demoré subiendo para la clase... ¿y tú?

- Estaba visitando a Marietta en la enfermería. Le a dado un catarro increíble... - Cho paró de hablar, de repente. Miró a Harry desconfiada - ya sabes, por el clima...

- Ah, bueno, espero que se mejore... - le dijo Harry, sinceramente. Cho se sintió más tranquila: había esperado que Harry le dijese algo malo sobre Marietta.

- Entonces, nos vemos Harry, adiós.

Cho se alejó de él con una sonrisa y la mirada serena. Parecía que ambos eran entrañables amigos y que hacía tiempo que no se hablaban. "Si tan solo Hermione me mirara así" pensó Harry de improviso, pero de inmediato sacudió su cabeza de un lado para otro, como para sacarse ese extraño pensamiento de la cabeza. Consultó su reloj: faltaban cinco minutos para la cena. Si iba a la clase de Ritos Mágicos, le darían una reprimenda, pero si bajaba de una vez al Comedor, se ahorraría un castigo. Decidió bajar a cenar.

Esperó unos minutos y Ron se apareció en la entrada. Empezaban a cenar tranquilamente, cuando Dean les gritó desde la puerta del Gran Comedor:

- Eh! Ron, Harry, los nuevos se estan instalando!

Harry y Ron tardaron en entender que quería decir Dean con eso de "los nuevos". Cuando se percataron, subieron a todo tropel a la torre de Gryffindor abandonando sus sopas de calabaza, y al llegar subieron a su cuarto a zancadas.

Habían cinco chicos a los que no conocían colocándo sus cosas alrededor de cada una de camas extra. Todos voltearon al ver a Harry, Ron, Neville, Dean y Seamus llegar al cuarto; todos menos uno, de pelo cobrizo y nariz pequeña, que seguía ordenando sus cosas y colgando fotos.

- Eh.. hola... mi nombre es Seamus Finnigan. Éstos son: Dean Thomas, Neville Longbottom, Ron Weasley y Harry Potter.

Los cuatro chicos dijeron "hola" con un visible acento extranjero, y le dirigieron miradas de curiosodad a Harry. Uno de ellos, con rasgos orientales les dijo:

- Yo soy Kenyi Tsunimoto, de Japón - y se inclinó levemente.

- Y yo soy Rodrigo Del Solar, Perú - dijo un chico alto y rubio, exténdiendole la mano a Neville y estrechándosela con fuerza.

- Vos sos Harry Potter, ¿no? - preguntó un moreno guapo a Harry. Este asintió con la cabeza - Me llamo Facundo Cinelli, por cierto, ¿Sabes que en Argentina hay libros sobre vos? - agregó el argentino, haciendo un gesto con la mano hacia Harry.

- Adel Sharif, Egipto - dijo un chico de pelo negro y espalda ancha.

- Eh... - se escuchó un murmulló. Todos voltearon hacia el chico que se había quedado ordenando - Yo no "saber" mucho "tu" idioma - dijo, un poco avergonzado - soy francés.

- ¿comme tui flammes? - dijo Ron de repente

- Jean Louis Davelouis

- Sientete comme en maison, ne te preoccupes pas -Ron hablaba francés de lo más normal, y Harry lo miró con una ceja alzada.

- No sabía que hablaras francés - le dijo

- Bueno, lo aprendí en las vacaciones, ya sabes, cuando estuve en Francia...

- Ah... y ¿qué te dijo? - repuso Dean

- Pues que se llamaba Jean Louis Davelouis... y yo le di la bienvenida.

Harry se echo en su cama y miró alrededor. Su dormitorio se había convertido en el cuarto de un turista que coleccionaba todo tipo de cosas: boinas negras, pirámides pequeñas, cientos de fotos, una miniatura de la torre Eifel, mantos de alpaca y lana, gorros triangulares, y banderas de países extranjeros. Harry nunca había viajado fuera de Inglaterra, pero ese día lo estaba haciendo, y a cinco países a la vez. Ya mañana le diría a Ron sobre los pergaminos y sobre Krum... ya mañana...