Hogsmeade escarchado de nieve era un paisaje digno de apreciar y disfrutar. El viento helado de Diciembre les pegaba en el rostro, pero aún así, Harry, Ginny y Ron caminaban a través de sus calles repletas de estudiantes, abriendose paso debajo de sus capas y observando cuidadosamente las tiendas. Ginny llevaba un paquete envuelto en sus brazos, y Ron sostenía una bolsita con descuido.
- Hey, Harry, creo que encontré algo - dijo Ginny, llamándo a Harry con la mano hacia un escaparate lleno de flores y señalando un par de guantes lilas dentro de él - ¿Qué te parecen? Hermione me dijo un día que le gustaba el lila, y además necesita guantes...
- No creo... no, no me gustan... - empezó Harry
- Ah, pero, Harry, ya hemos recorrido todo Hogsmeade y no te has decidido por nada...
- No - dijo Harry, rotundo - esos guantes están muy grandes.
- Mira, Harry, sino los compras lo único que le daras a Hermione son disculpas por no haberle dado su regalo... mira a Ron, el compró un bonito cinturón...
- Estaban de oferta, Ginny, además, ¿quién se pondría un cinturón tan corto? Doriana Borj tendrá que ser muy flaca para que le entre - dijo Ron, levantando a la altura de su vista la bolsa que llevaba.
- Vaya ayuda eres, Ron - dijo fríamente Ginny
Ron se encogió de hombros y murmuró algo que sonó a "Barato ante todo" cuando Ginny bajaba y no lo podía oír. Continuaron su recorrido, deshaciendo sus pasos a través de la calle principal de Hogsemade, hasta que llegaron al frente de las Tres Escobas.
- Será mejor que tomemos algo antes de continuar - dijo Ginny.
- Sí, me muero de sed - le respondió Ron, entrando tras de ella en el bar.
Las Tres Esocbas estaba repleto de gente, pero mucha más que en otros años, ya que los alumnos extranjeros habían llenado hasta el útlimo asiento vacío. Harry, Ginny y Ron tuvieron que acercarse a la barra y pedir tres cervezas de mantequilla parados, porque no había sitio. La Señora Rosmerta les pidió que esperasen unos 20 minutos, ya que se había acabado la cerveza, y tenía que preparla. "Hay mucha demanda hoy" les dijo, para volver a internarse en su cocina.
Estuvieron parados unos cinco minutos hasta que unos escoceses se pararon de su mesa, y Harry corrió empujando a todo el mundo para agarrar sitio y sentarse con Ron y Ginny. Los escoceses habían dejado un periódico doblado en la mesa, y Ron lo levantó al instante.
- Miren, periódicos gratis - dijo, mientras lo desdoblaba, descubriendo que era El Profeta, e iba pasando las hojas - ja! una de las brujas de Macbeth se casa... ya era hora... el Puddlemore United sigue con problemas en el club... como no son los Chudley Cannons, pues... hay una sección de noticias "sin confirmar"... que curioso... dice... ¿QUÉ, QUÉ?
-¿Qué pasa? - le preguntaron al mismo tiempo Harry y Ginny
- ¡Aquí hay noticias sobre Ya saben quien!
Harry le arrancó el periódico a Ron.
- "Los últimos reportes indican que El que no debe ser nombrado se ha ubicado últimamente muy cerca de la frontera norte de Inglaterra, tal vez para ganar adeptos en las ya conocidas comunidades salvajes que habitan en esa zona. Les recomendamos alejarse de estos sitios por si los rumores son ciertos y mantenerse serenos, ya que el Ministerio bla bla bla..." No puede ser, ¿o sea que Voldemort esta ya con un ejército?
Los hermanos Weasley se estremecieron. Harry ni se inmutó.
- No, Harry, esto es un rumor, una noticia sin confirmar... - Ron trataba de sonar convincente, pero no lo lograba.
- Bueno, en eso tienes razón, Ron - dijo Ginny, hablando despacio, como si no le salieran las palabras - aunque de todos modos, esa frontera está muy lejana de Londres, y por ahora no hay de que preocuparnos...
- Aquí tienen sus bebidas, queridos - dijo una voz femenina detrás de ellos y los tres dieron un respingo - disculpenme por demorar, es que hacía tanto tiempo que no tenía tanta concurrencia...
Harry bebió un sorbo de su cerveza de mantequilla y de inmediato se calentó el cuerpo de pies a cabeza. Ron y Ginny también tomaban sus cervezas con deleite. Harry poso su mirada sobre el periódico: bueno, ahora que el Ministerio ya sabía la verdad, se suponía que formarían un buen ejército para la segunda guerra, ¿no? entonces de seguro, Hogwarts no participaría en ella... "Pero sí en el Festival de Navidad" pensó de pronto Harry, dejando su botella de cerveza vacía a un lado de la mesa.
- Ginny, Ron, voy a dar una última vuelta por las tiendas, para comprar de una vez el obsequio, ustedes esperénme aquí, que no tardo.
Ginny y Ron asintieron, y Harry se levantó de su asiento, dirigiéndose a la puerta. No podía perder más tiempo, tenía que encontrar el regalo ya.
Harry salió de las Tres Escobas y, en vez de seguir el mismo camino que el que había tomado con Ron y Ginny, se desvió hacía la derecha, rodeando el bar y yendo hacia la calle que quedaba a espaldas. Cuando hubo llegado, se encontró de cara a una calle vacía: ni casas ni tiendas habían en ella. O, bueno, casi vacía, porque a la mitad había una casucha pequeñita, muy pobre, que ponía un cartel afuera: "Profetizamos de todo y le damos lo que necesita" Harry dudó, pero luego se decidió a entrar, empujando la chirriante puertita al pasar.
Era de una sola habitación, y estaba tan sucio todo que era díficil decir que era cada cosa. Harry solo alcanzaba a distinguir una mesita al fondo, cubierta de un mantel gris que alguna vez hubiese sido blanco de no ser porque estaba sin lavar desde hacía años. Estaba dispuestoa a acercarse a la mesita, cuando vio que se aproximaba una viejita hacia él, desde el fondo.
La viejita pasó de largo la mesa y se dirigió donde Harry. Llevaba un bastón, un pañuelo en la cabeza, una chompita negra, y tenía el rostro arrugadísimo. Ella levantó una mano y la posó por la frente de Harry. De inmediato, retrocedió un par de pasos.
- Harry Potter - musitó, en una voz apenas audible - Harry Potter... por fin... por fin llegas.
Harry la miró extrañado a los ojos, y casi se cae al verlos: no los tenía. La mujer no tenía ojos, sino cuencas vacías y muy llenas de arrugas. Parecía haberse dado cuenta de lo que el silencio de Harry significaba.
- No se asuste, señor Potter, que tengo algo para usted - volvió a musitar la anciana, dándose vuelta y caminando despacio hacia la mesita del mantel gris.
Cuando hubo llegado, cogió un bulto y volvió con Harry. Al llegar, abrió sus manos, y un tenue resplandor las iluminó. El resplandor provenía del objeto que llevaba la viejita en sus manos, y se lo acercó a Harry al rostro, para que lo viese.
- Esto, señor Potter, es un prendedor de estrella. No es como cualquier otro, que hace ruido o se mueve solo, sino que tiene la forma y está hecho de estrella, de estrella real, de una del cielo. Es esto lo que necesita usted, ¿no es así?
Harry no sabía que decir. ¿Realmente esta señora sabía de su necesidad de encontrar un regalo, o era pura coincidencia? Aún así, aquel prendedor era hermoso, y de seguro a Hermione le iba a gustar...
- Eh... cuánto... ¿cuánto le debo? - dijo Harry, mientras se guardaba el prendedor dentro del bolsillo de la túnica.
La señora sonrió enigmaticamente y llevo a Harry a la puerta, empujándolo despacito con su bastón.
- No se preocupe usted por el dinero, señor Potter, que la persona que recibirá este prendedor vale mucho más - y sonriendo, cerró la puerta, dejando a Harry afuera lleno de dudas pero sin quejas.
