¡He recibido mi primera review¡Hurra¡Muchísisimas gracias, Sonylee! Espero que leas el fic hasta el final… y que te guste.

Por cierto, me estoy dando cuenta de que contiene algún que otro pequeño spoiler de HBP, peronada que revele la trama principal. En fin, aquí va el segundo capítulo.

2 Un susurro en el viento

"Recuerdo las espigas de susuki balanceándose al compás del viento de octubre, las nubes largas y estrechas coronando las cimas azules, como congeladas, de las montañas. Las hojas de los árboles se mecían suavemente y susurraban. No se oía nada más"

Haruki Murakami, "Norwegian Wood"

El apartamento de Ron estaba muy cerca de la cafetería, en el tercer piso de una de esas casas de estilo eduardiano altas y estrechas, de ladrillos rojizos y escaleras en la entrada. El pelirrojo abrió la puerta sin mucha ceremonia y encendió la luz.

En realidad, se limitaba a unos 40 m2 divididos en una habitación, un baño y un salón- cocina decorados con asépticos muebles suecos de acero y madera clara, tan funcionales como fríos. Esta frialdad se veía acentuada por el hecho de que su propietario no se hubiese tomado la molestia de hacerlo mínimamente hogareño con cortinas o alfombras, plantas o fotografías. Incluso la iluminación, procedente de bombillas de bajo consumo que emitían una gélida luz blanca, recordaba vagamente a la de un quirófano, limpio y en perfecto orden. Por supuesto, no había árbol ni ningún tipo de decoración navideña. Costaba trabajo creer que alguien viviese allí.

Luna se dirigió directamente a un sofá de color claro, y se dejó caer con un suspiro de cansancio. Tras quedarse unos segundos mirando pensativamente al techo, se quitó el abrigo y las botas y se volvió hacia Ron, que la observaba de pie a una distancia prudencial con cierta suspicacia, y le dijo sonriendo:

- No se tú, pero yo no tengo ni pizca de sueño. Y, aunque creas que no me he dado cuenta, todavía no me has contado nada de ti. Así que ponte cómodo ¡soy toda oídos!.

- ¿ No tienes que trabajar mañana?- preguntó él, en un intento de esquivar la cuestión.

- Ya abriré la tienda después de comer. Total, no va a venir ningún paciente hasta las cuatro de la tarde…

- No me puedo creer lo que oigo ¿es que no te importa perder dinero?- quiso saber Ron.

- No tengo ningún interés en ser la más rica del cementerio- contestó la chica sencillamente, encogiéndose de hombros.

- Ya. Prefieres pasarte la vida atormentando a tus amigos y conocidos hasta lograr colarte en sus casas para vivir sin pagar un alquiler.- replicó el pelirrojo.

- Primero: ya pago un alquiler, el de mi tienda ¿o crees que aún vivo a costa de Neville? Y segundo: lo de colarme en casas ajenas tiene la finalidad de mejorar la vida de la gente que vive en ellas- contestó ella, con indignación- Soy muy pulcra, preparo unos platos asiáticos para chuparse los dedos y tengo un gusto exquisito para la decoración. Por ejemplo ¿has pensado en comprar una alfombra en tonos verdes? Quedaría genial con tus cortinas de flores color violeta.

- Yo no tengo unas cortinas con flores color violeta- refunfuñó Ron.

- No aún- rectificó la rubia- Y perdona que sea pesada, pero es IM- PRES- CIN- DI- BLE que dejes de fumar inmediatamente. Mañana voy a hacer limpieza general: pienso sacar ese olor del apartamento y no estoy dispuesta a permitir que vuelvas a ahumarlo todo.

- De acuerdo. Dejaré de fumar, pero tendrás que explicarme a que viene esa repentina obsesión con el tema. Si tus motivos me convencen, puedes darlo por hecho- admitió él, sentándose por fin en el sofá.

Luna miró a Ron como si le hubiese preguntado por la cosa más obvia del mundo, y exclamó con incredulidad:

- ¿ Como que cual es el motivo de mi obsesión¡Pues el olor! El olor del tabaco se pega por todas partes y entierra a todos los demás olores, incluido el tuyo propio. Y no podemos permitir que eso suceda ni un solo segundo más.

Ron fingió meditar la respuesta de luna, pensando si realmente había sido buena idea invitar a su casa a alguien que claramente padecía de un trastorno mental importante. Finalmente negó ligeramente con la cabeza y respondió

- Me parece que no me has convencido.

- ¿Es que no entiendes nada en absoluto? El olfato es el sentido más primario y el más poderoso, porque, aunque no queramos, al respirar los olores penetran en nuestros pulmones mezclados con el aire. ¿Es que no te acuerdas de nada de lo que estudiaste en pociones¿Por qué crees que la Amorentia se basaba en el olfato y no en la vista o en el oído¡Es por el poder del perfume!- dijo Luna, con impaciencia.

La mención de la Amorentia, el más poderoso entre los filtros de amor, hizo recordar a Ron aquella célebre clase de Slughorn donde Harry consiguió el Félix Felicis. De hecho, y contra su voluntad, evocó claramente el perfume que emanaba la poción madreperla que había en su pupitre, y las palabras de Hermione "Se supone que huele diferente para cada persona, según aquello que más le atraiga a cada uno, y yo puedo oler un prado de hierba fresca, y pergamino nuevo, y …"

Hermione.

Ron estaba seguro de que su mejor amiga no tenía ni la menor idea de que para él, la Amorentia olía exactamente igual que ella; que aquel perfume delicioso que llenaba la clase era su perfume. Ahora solo existía en la memoria de Ron, y en sus sueños.

- A ver si lo adivino. Estabas con ella la primera vez que oíste hablar de la Amorentia. Conociéndola, es muy posible que os hiciese una tesis doctoral sobre el tema. Por eso te has quedado con esa cara de acelga. Te he recordado a Hermione.

La voz cantarina de Luna hizo regresar a Ron al mundo real.

- Bueno, en realidad, solo estaba preguntándome donde estaría ella ahora si aquello no hubiese ocurrido.- murmuró, con esfuerzo.

- Contigo, por supuesto- respondió Luna- ¿O es que nunca te diste cuenta de que el sentimiento era mutuo?

Ron miró a Luna, incapaz de dar crédito a lo que oía. Nunca le había gustado que la gente opinase a la ligera acerca de cosas sobre las que no sabían nada.

- Ni siquiera quiero pensar en eso. No tienes ni idea de nada, así que haz el favor de dejar el tema ¿De acuerdo?- respondió, dejando claro que no tenía el menor interés en continuar recordando.

- ¿Qué no tengo de idea de qué¡Venga, ilumíname con tu sabiduría¿Qué vas a decirme¿Qué "saliste" – Luna hizo el gesto de comillas con los dedos- con Lavender Brown solo por darle celos a Hermione¿Qué te pasabas el día de mal humor porque eras incapaz de coger el toro por los cuernos y decirle la verdad¿Qué te tortura el no haber sido jamás honesto con ella?

- ¡YA ES SUFICIENTE!

Luna se quedó de piedra, incapaz de reaccionar al ver a Ron tan fuera de sí. El pelirrojo se calmó al ver la cara de susto de su recién estrenada compañera de piso, y añadió en tono suave:

- "Jamás" es demasiado. Fui completamente honesto con Hermione hasta cumplir los trece, más o menos. Mira, yo no era más que un crío que había pasado su infancia hablando de Quidditch y no comprendía porque me enfurecía tanto que alguien le hiciese daño, o verla triste, o… a veces, simplemente me quedaba mirándola, incapaz de apartar la vista de ella, y me preguntaba "¿qué está pasando?". Cuando sufrí mi primer (y memorable) ataque de celos, empecé a sospechar que tal vez ese sentimiento que crecía conmigo era… fíjate, ni siquiera ahora puedo decirlo. Fue entonces cuando empezó a aumentar la distancia entre nosotros, aunque a simple vista pareciésemos los mejores amigos del mundo. "Amigos"… empecé a pensar que era la palabra más cruel, la más injusta, la que te daba la excusa para acercarte a ella, para pedirle los apuntes, para compartir su pupitre, para reír con ella cuando estaba alegre y consolarla cuando las cosas le iban mal… y que cerraba la puerta para algo más. Y así pasó el tiempo, y cada vez había más cosas sin decir entre nosotros, cosas que pesaban cada vez más y que nos alejaban. Y, claro, luego están las circunstancias. Porque al aceptar la amistad de Harry, aceptamos también su destino. Al principio, solo éramos niños que jugaban a ser héroes, a correr aventuras y a salvar el mundo. Poco a poco, el juego se convirtió en realidad, pero nosotros continuábamos siendo niños. Éramos demasiado jóvenes, Luna. No estábamos preparados para lo que nos tocó vivir, pero ya no había vuelta atrás. Nos vimos obligados a crecer y a asumir responsabilidades que nos quedaban grandes. A menudo me pregunto cuando perdimos el control de la situación… si es que alguna vez lo tuvimos.

Ron sonrió con tristeza y añadió:

- Menudo rollo te acabo de soltar.

- ¡No, en absoluto!- respondió ella, negando con la cabeza- Reconozco que no esperaba que me contases todo esto tan pronto ¡Estoy impresionada¿A que ahora te sientes mejor?

Ron estaba dispuesto a contestar, pero se lo impidió un irreprimible bostezó que contagió a Luna.

- De acuerdo- suspiró la chica- Ya es hora de dormir. Tranquilo, tu sofá es muy cómodo. Descansaré fenomenal ¡Buenas noches!

Cuando Ron despertó a la mañana siguiente, se preguntó por qué le estaba costando tanto trabajo levantarse. Solo al salir de la habitación camino de la ducha y ver a Luna durmiendo hecha un ovillo en su sofá, cubierta por una manta de cuadros escoceses, recordó que tenía una inquilina realmente muy pesada. Aún así, puso mucho cuidado en no despertarla, y no pudo evitar sentir una casi insignificante sensación de alegría al recordar que el piso no estaría vacía cuando regresase del trabajo.

Cuando, la volver, abrió la puerta del apartamento, creyó que se había equivocado de casa, y no solo por el desaparecido olor a humo. Y es que Luna se había tomado libertad completa al hacer la limpieza y había redecorado el piso ¡incluso había pintado! Las paredes ahora eran de color violeta, como las flores de las célebres cortinas que ahora colgaban sobre las ventanas, y, por supuesto, allí estaba también la correspondiente alfombra verde.

Por un momento, pensó seriamente en asesinar a Luna, o, al menos, en echarla de su casa. Sin embargo, cuanto más tiempo pasaba, más le gustaba el cambio. Los muebles continuaban siendo los mismos, pero el apartamento ya no parecía tan inhóspito. Ahora era más cálido y acogedor. El inconfunmdible olor a galletas recién hechas le hizo pensar en su infancia, cuando aún vivía en casa de sus padres, cuando el mundo aún le parecía un lugar maravilloso.

- ¿Qué¿Qué te parece? En fin, no es que haya convertido esta nevera en un hogar, ni nada por el estilo, pero algo es algo. por un momento pensé en utilizar tonos burdeos y dorados, pero me parecía demasiado Gryffindor. Te harían falta unas fotos, unos cuadros y todo eso, pero pensé que tú también deberías tomar alguna decisión, teniendo en cuenta que esta es tu casa- saludó Luna, que salía del baño secándose las manos en los pantalones.

- Que bien huele.

Luna husmeó el ambiente y pareció acordarse repentinamente de las galletas.

- ¡ Menos mal que me lo has recordado! Hemos estado a punto de salir ardiendo. Son galletas de jengibre. Mi madre solía prepararlas en Navidad. Las he hecho con la típica forma de hombrecillo, aunque nunca he visto la relación entre la Navidad y el comerte una personita en miniatura… no se, siempre me ha parecido una idea salida de la mente de un caníbal reprimido, ese rollo de devorar mini- gente…

- Mi madre también las preparaba- cortó Ron, no muy seguro de querer continuar escuchando las incoherencias de su compañera de piso- Llevo años sin probarlas.

- ¿Llevas años sin ver a tu madre?- preguntó Luna, incrédula.

- Un año, aunque nunca voy a casa en estas fechas. No es mucho, si lo comparas con los tres años y medio que llevo sin ver a Ginny- reconoció el pelirrojo.

- ¿TRES AÑOS Y MEDIO¡No me lo puedo creer¿Y se puede saber por qué?

- Cuando dieron de alta a Harry en San Mungo, Ginny decidió hacerse cargo de él. No se si estás al corriente, pero después de aquello Harry se quedó…

- Ya, fui a verle al hospital. Era como un niño recién nacido, incapaz de hacer nada por sí mismo. No reconocía a nadie, ni se comunicaba de ninguna manera- intervino la rubia, dejando claro que algo sabía sobre el tema- Dijeron que alguien tendría que cuidar de él, probablemente durante el resto de su vida.

- Y a mi hermana le faltó el tiempo para ofrecerse voluntaria- concluyó Ron- Pese a que durante este tiempo ha mejorado bastante, sigue desconectado de la realidad. Es cierto que hace algunas cosas por sí mismo, pero, por lo demás, es como una ameba o algo así.

- ¿Pues sabes qué? No se donde está el problema que te impide a ver a Ginny. Pero se me está ocurriendo una cosa… - dijo Luna, sonriendo traviesa- Y si aceptas lo que voy a proponerte, te regalo la alfombra y las cortinas.