6 La Memoria del Crepúsculo.
"Vosotros, los que leeis, aún estáis entre los vivos; pero yo, el que escribe, habré entrado hace mucho en la región de las sombras"
Edgar Allan Poe "Sombra. Una parábola"
Harry se había aburrido de estar solo en el salón. Comprendía a Ginny, era natural que se sintiese incómoda ¿cómo no estarlo?. Él mismo estaba desconcertado, pero era inútil darle más vueltas: tarde o temprano tendrían que enfrentarse con la realidad. Se puso de pie y se dirigió silenciosamente a la cocina pero, al final, no se atrevió a entrar. Allí estaba Ginny, totalmente concentrada en su absurda tarea, sin decir una palabra. La observó, advirtiendo que aquel rostro tan familiar había cambiado sutil pero innegablemente. Ya en sus últimos años de Hogwarts, la pelirroja era considerada una de las chicas más guapas del colegio, pero ahora aquella belleza había evolucionado hasta su plenitud. A pesar de la ropa de estar por casa y las salpicaduras de espuma, resultaba un millón de veces más encantadora que cualquier otra chica que hubiese visto jamás, con el cabello color fuego derramándose como un torrente de lava sobre su espalda y sus hombros, en contraste con el blanco níveo de su piel, salpicada de diminutas pecas. La determinación y la valentía que, de vez en cuando, se asomaban a sus ojos cuando tenía quince años y que le habían cautivado, formaban ahora parte de su aura personal, pero a la vez era evidente que tras aquella tenacidad se ocultaba una facetafrágil e insegura. Y esa inseguridad era la que la llevaba a dejarse las uñas en algo tan inútil como empeñarse en conseguir que aquella estúpida cafetera brillase como recién salida de la tienda, con tal de no tener que mirarle a la cara.
- Veo que estás muy ocupada- susurró al fin.
Ginny dejó la cafetera y el estropajo en el fregadero y se volvió a mirarle.
- Perdona, es que… Fíjate, ni siquiera se como expresarte lo confusa que estoy.- reconoció ella.
- Si, bueno, esto también es difícil para mí, además de muy raro.- dijo Harry- Así que tendremos que hacer algo ¿No?. Empecemos por algo fácil ¿cuánto tiempo estuve en el hospital? Y lo que es más importante ¿cómo llegué hasta allí?.
Ginny le habló de todo: de sus recuerdos de aquella noche, de cómo le encontraron tras haber acabado con Voldemort, de las semanas que había pasado en coma, del hospital, de los médicos, del constante esfuerzo para descifrar la jerga que utilizaban los sanadores de San Mungo cada vez que hablaban con ella, del día en que volvió a abrir los ojos, del extraño estado de shock en que había vivido desde entonces, de cómo ella había decidido hacerse cargo de él, de sus discusiones con la familia, de su trabajo, del que había sido su día a día hasta esa misma noche.
Harry la escuchó sin intervenir, intentando asimilar toda la información y formarse una idea aproximada de todo lo que había ocurrido desde su último recuerdo. Cuando Ginny concluyó su relato, parecía haberse quitado un peso de encima. Todo aquello había quedado definitivamente atrás. Harry había vuelto, y eso lo cambiaba todo.
Tras el monólogo de Ginny, siguieron unos momentos de silencio, en los que Harry pareció entretenerse enrollándose en el dedo índice el fleco de una de las mantas que había sobre el sofá.
- Bueno ¿no dices nada?- preguntó la pelirroja, cautelosamente.
Harry aún pensó unos segundos antes de responder:
- Lo que has hecho por mí es increíble. Es tan grande que solo podrían usarse grandes palabras para describirlo. Y para darte las gracias.Desgraciadamente, las palabras no son lo mío… pero, antes de que pasemos a otro tema, quiero aclarar algo que me preocupa.
- Tu dirás
- ¿Hasta que punto era dependiente cuando me trajiste aquí¿Sabía usar el baño o tenía que llevar pañales como una criatura?
Ginny no pudo reprimir una carcajada
- ¡No te rías, que es importante!- Protestó él.
- Sabías utilizar el retrete – contestó la pelirroja- Pero no la ducha. Yo me ocupaba de bañarte cada día.
- ¡CÓMO¡Dios mío, que vergüenza! – exclamó Harry- Nunca podré volver a mirare a la cara, Ginevra Weasley. Que humillación.
- Relájate. Solo me resultó violento las tres primeras veces. Al final una se acostumbra- respondió ella, entre risas.¿Cómo era posible que, en un momento tan delicado, el se pusiese a pensar en eso?
- ¡Eso, ríete, ríete, porque mi venganza será terrible!- dijo Harry, sin ocultar su rencor. Pero eso no hizo más que aumentar la hilaridad de Ginny, mientras el chico la contemplaba con expresión perpleja. Cuando por fin consiguieron parar, Ginny se dio cuenta de que la preocupación había desaparecido. Ahora estaba segura de que todo saldría bien. Y le bastó con mirar a Harry para saber que él también lo sentía.
- Bueno, y ahora que hemos acabado con ese asuntillo, pasemos a otras cosas- dijo Harry, con una leve sonrisa- ¿Es cierto que Neville es escritor?.
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Desde su habitación, Ron escuchaba la acompasada respiración de Luna, que llevaba tres o cuatro horas durmiendo profundamente. En cambio, él no había conseguido pegar ojo. Después de lo de Harry, le había invadido un extraño optimismo, como un rayo de sol que atraviesa la espesa capa de nubes que cubre el cielo durante un instante y desaparece ten solo un segundo después, haciendo que la oscuridad parezca más profunda que antes. Se acercaba el amanecer, la hora más fría y más oscura. Y el mundo volvía a estar cubierto de una pátina de tristeza gris que lo convertía en un lugar opaco, estéril y monótono.
Había buscado el sueño desesperadamente, pero había sido en vano. Por algún extraño, su mente volvía una y otra vez al recuerdo que más se había esforzado en enterrar en lo más profundo de su memoria: su última conversación con Hermione.
Harto de dar vueltas en la cama, se levantó y apoyó la frente contra el cristal helado de la ventana, contemplando con indiferencia la nieve recién caída.
No quería recordar. No quería, pero le resultaba inevitable. Así que decidió dejar de apartar sus pensamientos de aquello ypermitió que los recuerdos fluyesen libremente.
La primera imagen que vino a su cabeza era la del cielo de junio visto desde la ventana de la habitación que ocupaba en Grimmauld Place. Era una noche tibia, de luna llena, salpicada de nubes que iban cubriendo gradualmente las estrellas y se apelotonaban, amenazando tormenta.
Ron contemplaba aquel fragmento de cielo púrpura tras el polvoriento cristal, tumbado en su cama. Aquella amenaza de tormenta no era simple meteorología. Por dentro, él se sentía exactamente igual. Intuía que algo iba a estallar muy, muy pronto. Acababa de cumplir dieciocho años, pero se enfrentaba con la posibilidad de una muerte inminente… y no podía evitar sentir miedo. Llevaba días sin dormir bien, pero los malos presentimientos se habían acentuado hasta tal punto que dudaba de que aquella noche pudiese descansar un solo segundo. Porque al día siguiente…
Un relámpago azul cruzó el cielo de un extremo al otro, y tras el trueno que lo siguió comenzó a caer uno de esos chaparrones típicos de principios de verano. El golpeteo monótono de las gotas en el cristal, que por lo general ejercía sobre él un efecto tranquilizador, en esta ocasión le deprimió y le hizo sentir aún peor. Sentía una nudo asfixiante en el pecho, una angustia como no había conocido nunca y un terror paralizante que le impedía salir de aquella casa, de aquella atmósfera opresiva, y dar un paseo en busca de un momento de tregua. Solo podía continuar en la cama, contemplando, con los ojos muy abiertos, la tormenta tras la ventana.
Continuó sumido en aquellos oscuros pensamientos hasta que un golpe, leve pero inequívoco, le sobresaltó trayéndole de nuevo a la realidad. Por un momento creyó que aquel golpe había sido un simple fruto de su imaginación hiperactiva, pero unos segundos después se repitió. De modo que se decidió a levantarse y abrió la puerta.
Al otro lado apareció ni más ni menos que Hermione, empapada de lluvia. Respiraba entrecortadamente, como si hubiese estado haciendo ejercicio, y contempló a Ron con la mirada teñidad de inquietud.
- No puedo dormir- dijo con voz temblorosa.
- Yo tampoco- contestó Ron- ¿Te apetece hablar?
- ¿Te importa darme un segundito para que recupere el aliento?- pidió ella, apoyándose en el marco de la puerto.
Ron rió.
- ¿Es que has estado corriendo los cien metros lisos?
- Más o menos. Pensé que salir de la casa y correr un rato me haría sentir mejor. Pero no sirvió de nada… bueno, sirvió para empaparme.- respondió Hermione- Creo que necesito compartir esto con alguien.
La chica entró en la habitación y se sentó en el suelo. Se abrazó las rodillas y cerró los ojos durante unos instantes, como si intentase poner un poco de orden en medio de su caos interior. Ron se sentó a su lado y se limitó a mirarla en silencio. Nunca le había parecido tan bonita como aquella noche, iluminada por la plateada luz de la luna, mientras las gotas de lluvia se deslizaban por su rostro y por sus párpados cerrados, y escurrían de sus cabellos y su ropa empapando la alfombra a su alrededor sin que a ella pareciese importarle lo más mínimo. Cuando Hermione salió de su ensimismamiento y se volvió a mirar a Ron, se echó a reír.
- ¿Por qué me miras así?
- ¿Así como?- respondió el pelirrojo.
- Olvídalo- murmuró ella.
Hablaron hasta el amanecer, y fueron excepcionalmente sinceros el uno con el otro, como nunca lo habían sido. Hablaron del pasado y del presente, de la vida, de sus esperanzas y sus miedos, de sus expectativas de futuro. Hablaron de que les esperaba al día siguiente, y de Harry. Hablaron de Viktor Krum y de Lavender Brown. Hablaron incluso de Draco Malfoy (y la verdad es que fueron muy buenos con él). Solo hubo un tema que evitaron con todas sus fuerzas. El mismo tema que flotaba siempre en el ambiente, en el que se morían por entrar pero, a la vez, les daba verdadero pánico. Y ese tema era, obviamente, lo que había entre ellos dos, aquella relación indefinida y paradójica.
Cuando al fin ella se marchó, Ron se preguntó por que había sido tan cobarde, porque cabía la posibilidad de que fuese la última ocasión de confesarle toda la verdad a su mejor amiga.
Y lo fue.
Y cinco años después, en otra noche de insomnio, Ron evocaba aquellos últimos momentos en que él y Hermione se habían comprendido mutuamente como nunca antes lo habían hecho, el momento perfecto para ser honesto. Pero el momento había pasado, y había que aceptarlo.
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La verdad, no estoy muy contenta con este capítulo. En realidad, todo lo que llevo escrito hasta ahora es como un preámbulo de lo que viene ahora... me parece que el próximo será el último, aunque todavía no lo tengo del todo claro... bueno, me parece que ya va siendo hora de decidirme ¿no?
La conversación entre Ginny y Harry es lo que menos me gusta de todo el fic. Es como si faltase algo pero, por otro lado, ellos no son los protagonistas de la historia, así que me he limitado a dejar claro que para ambos todo terminará bien.Aún así me parece tan fría...
Espero actualizar mañana. Y que cuando leais el séptimo capítulo me deis vuestra opinión sobre si debo o no escribir el epílogo.
