EPÍLOGO I

El latido de la primavera

"Pero pronto notó Edmund que la nieve que les salpicaba, al surcarla veloz el trineo, era mucho más blanda que la de la pasada noche. Al mismo tiempo, observó que sentía mucho menos frío. También se estaba levantando algo de niebla. En realidad el tiempo iba poniéndose cada vez más brumoso y templado. ... Ahora la nieve se estaba fundiendo de veras, y a conciencia, y por todas partes comenzaron a aparecer rodales de hierba verde. Si no habeis tenido nunca ocasión de contemplar un mundo de nieve durante tanto tiempo como Edmund, mal podreis imaginaros el alivio que aquellos rodales verdes suponían después del blancor interminable"

C. S. Lewis "El león, la bruja y el armario"

El mismo vagón de siempre. El mismo calor asfixiante. La misma luz mortecina, de color amarillo pálido. Los mismos túneles interminables y oscuros, aparentemente idénticos. Sólo había algo diferente, un pequeño detalle que lo cambiaba todo.

Ella.

Estaba sentada a su lado, hojeando distraídamente un periódico que había encontrado sobre un banco de la estación. Parecía increíble que estuviese allí, pero así era.

Precisamente ella le había sugerido la idea de llamar a Neville para pedirle la dirección de la tienda de Luna. En realidad, Ron llevaba días dándole vueltas al asunto y pensando que estaría bien darle las gracias por todo personalmente, pero no se decidía. Entonces ella dijo, como por casualidad, que le apetecería ver a la rubia de nuevo y pedirle un par de recetas. "Es como si me leyese el pensamiento", se dijo Ron, mientras buscaba el teléfono de la editorial en el libro de Neville, dispuesto a localizarle del mismo modo que Luna lo había echo meses atrás.

Durante el corto viaje en metro, el pelirrojo reflexionaba sobre la última vez que había visto a su ex compañera de piso, engullida por la multitud en el callejón Diagon. Esperaba verla al regresar a casa, y esa una de las razones por las que había invitado a Hermione. Confiaba en que Luna, con su peculiar carácter, supiese encontrar la manera de "normalizar" aquella situación tan extraña. Pero al regresar al apartamento, solo encontró un centenar de velas encendidas y un "post- it" en el frigorífico.

"Han cortado la luz eléctrica ¿a que no te has dado ni cuenta?. Bueno, asómate a la ventana ¿ya has visto las farolas apagadas?.Menos mal que tenías la nevera vacía, porque de lo contrario te hubieses encontrado con una tonelada de comida para tirar a la basura mañana por la mañana. Por eso he encendido todas estas velas. Eso sí, mucho ojo con incendiar las cortinas, porque me costó un montón encontrarlas.

Te he visto con Hermione en la librería, así que he preparado cena parar dos. Te aviso: cuidadito con la pasta verde que hay al lado del sushi, porque comerla en estado puro es como masticar un tizón ardiendo. Es el ingrediente que fuimos a buscar esta tarde al callejón Diagon... si no hubiese sido por el Wasabi, tu seguirías sin creer en los milagros. ¿Sería muy cruel por mi parte recordarte que te lo dije, que solo era cuestión de esperar? Lo cierto es que me encantaría habértelo repateado a la cara, pero creo que vuelvo a mudarme. Ya he recogido mis cosas... reconocerás que, aunque hemos convivido muy poco, aprovechamos bien el tiempo. Me lo pasé genial contigo.

Un millón de abrazos de:

Luna

P.D. Os recomiendo la sopa de miso. Es mi especialidad"

- Que bien huele. Por cierto ¿dónde está Luna?- preguntó Hermione, paseando la vista por el apartamento.

- Se ha fugado- contestó Ron, mostrándole la nota.

- Bueno, alguien tendrá que comerse esa sopa ¿no?- comentó Hermione, encogiéndose de hombros y dejando descuidadamente sus cosas sobre el sofá.

Luna había preparado comida para un regimiento: la nevera estaba repleta de sushi, además de tres botellas de champagne (que, obviamente, no estaba muy frío) y un par de fuentes de cristal con lo que parecían postres. Ron olió uno de ellos con curiosidad y comprobó con sorpresa que desprendía un peculiar aroma floral. Hermione, por su parte, estaba examinando el contenido del horno y de un par de ollas que había sobre la encimera, y descubrió, divertida, que en una de las cacerolas había una pequeña botella de cerámica gris sumergida en agua templada. En la tapa, había un segundo "post- it" que decía "El sake tibio sabe mejor, pero nada de pasarse ¡Que no me entere yo!".

La mesa ya estaba puesta, de modo que solo tuvieron que servir la comida. La tarea resultó más difícil de lo que en principio pudiera parecer, puesto que prácticamente todas las superficies libres del apartamento se hallaban cubiertas de velas. Por supuesto, el primer plato fue la sopa miso, que Luna había identificado con otro "post- it" en el que, además, había dibujado una carita sonriente. La sopa en cuestión tenía un sabor exótico y delicioso, especiado e imposible de comparar con ningún plato de la cocina occidental. Tras probarla, Hermione entrecerró los ojos un segundo y sentenció:

- Riquísima ¿Tu qué opinas?

Ron, que contemplaba con incredulidad a su amiga, aureolada por el resplandor dorado de las velas , hubiese querido contestarle "Te quiero. Eso es lo que opino de la sopa". Pero, en lugar de eso, murmuró:

-Muy buena.

- Ron, ya se que esto no es muy normal, pero pareces muy... distante, incluso teniendo en cuenta las circunstancias- aventuró la chica.

- Es solo que todavía no me has dicho de ti. Ni donde has estado, ni que ha pasado contigo en este tiempo, si...

Hermione sonrió dubitativamente, como si no estuviese muy segura acerca de hasta que punto era buena idea hablar de eso.

- Oh, no. Esa mirada lo dice todo: has ingresado en una secta, eres la tercera esposa de un telepredicador vietnamita y tienes seis hijos- añadió Ron, negando con la cabeza- Lo sabía. Sabía que esto era demasiado perfecto.

La chica se echó a reír, y su risa sonó fresca, cristalina. Hacía tiempo que Ron no oía nada tan tranquilizador.

- No, nada de eso. No tengo ningún hijo, y por supuesto, nada de sectas ni de matrimonios, ni polígamos ni monógamos- dijo, sin advertir el suspiro aliviado de su amigo- No sé que ocurrió cuando... cuando ví venir hacia mí la luz verde. De pronto, todo estaba oscuro, y pensé que era el final. Pero no, volví a abrir los ojos, y me encontré en un lugar extraño, que resultó ser una especie de sanatorio en la costa de la normandía francesa. Bueno, estuve un tiempo allí, y aunque escribí a mis padres para decirles que estaba bien, no quise saber nada sobre como había acabado todo. Aunque no recordaba con nitidez casi nada de aquella noche, las imágenes que venían a mi cabeza constantemente a mi cabeza no me resultaban precisamente alentadoras. Y no me sentía preparada para enfrentarme a un mundo sin Harry ,o sin ti, o... Así que me quedé en Francia, empecé una carrera, mantuve una correspondencia regular con mis padres, y llegué a odiarme por ser tan increíblemente cobarde. Me costó mucho tiempo decidirme, pero al final solicité una beca Erasmus para acabar la carrera en Inglaterra.Sin embargo, en cuanto bajé del avión, me volvió a entrar el pánico y pensé que había cometido un error regresando, que debí quedarme donde estaba, segura y protegida de los recuerdos y de las malas noticias. Entonces, cuando te ví esta noche, pensé "Bueno, si Ron está bien, solo haberle visto ha merecido la pena", y, por primera vez, me alegré de haber vuelto. Tanto que, en plena Nochebuena, he plantado a mis padres y aquí estoy, esperando a que me pongas al día.

Ron le contó a Hermione todo lo que había ocurrido desde aquella noche, del mismo modo que hiciera con Harry la noche anterior. Costaba trabajo creer que su vida hubiese cambiado tanto en tan poco tiempo. Apenas tres días antes, era un chico solitario e infeliz, incapaz de plantarle cara a la vida, y ahora... ahora ella había regresado.

Al igual que en la última vez que hablaron, los temas de conversación no se agotaron hasta que ambos se sintieron vencidos por el cansancio y se quedaron dormidos en el cómodo sofá de Ron. Y, del mismo modo que aquella noche de Junio, Ron no fue capaz de decirle la verdad a Hermione pese a que, en realidad, no podía pensar en otra cosa. "Sigo siendo un adolescente inseguro" pensó con frustración antes de cerrar los ojos.

Las primeras luces del amanecer penetraban a través de los agujeros de la persiana, tiñéndolo de rojo intenso. Las velas se consumían, y las pequeñas llamas titubeaban y terminaban por apagarse silenciosamente. Hermione se despertó con un sobresalto, y tardó unos segundos en reconocer el lugar donde se encontraba. Ron, a su lado, continuaba durmiendo. La chica puso todo el cuidado del mundo al levantarse para no molestarle, y decidió marcharse sin decir nada. Cogió su abrigo, su estola y su viejo bolso marrón, y se volvió para echarle un último vistazo a su mejor amigo. La expresión relajada del chico, que le daba un aspecto inocente y lleno de paz, le hizo recordar al niño de once años que era cuando se conocieron, aquel pelirrojo vestido con una túnica de tercera mano y la nariz manchada que se sentaba en el mismo compartimento que el famosísimo Harry Potter, y que trataba, inútilmente, de cambiar el pelaje de su rata de pardo a amarillo con un falso hechizo bastante ridículo. En un impulso inexplicable que no pudo reprimir, Hermione se inclinó sobre Ron y besó sus párpados cerrados, tan suavemente que él ni siquiera se dio cuenta. Sin saber muy bien por qué, la chica se sintió decepcionada mientras abría la puerta.

- Quédate.

La voz de Ron, a su espalda, le hizo volverse. Al parecer, la corriente de aire helado procedente del descansillo, había despertado al chico, que se frotaba los ojos con aire somnoliento.

- No puedo.- contestó Hermione, notando como la decepción era sustituida en parte por un súbito deseo de salir corriendo de allí lo antes posible.

- Pero hay algo importante que tengo que decirte- replicó él, sorprendiéndose de sus propias palabras. De pronto, sin saber por qué, se sentía valiente. T al vez el miedo a perderla de nuevo era más fuerte que el miedo a ser sincero.

- Hemos hablado toda la noche ¿aún te queda algo por decir que no hayas dicho ya?- objetó Hermione.- Además, mis padres...

- Ya. Comprendo. Pues feliz Navidad.

Ron lamentó de inmediato haberse rendido tan fácilmente, al ver como Hermione murmuraba "feliz Navidad" con poca convicción y desaparecía tras la puerta. Por fin había reunido el valor, pero ya era demasiado tarde. Quizá no tenía sentido seguir insistiendo y era mejor dejarlo correr, porque por mucho que se empeñase era imposible que, al final, fueran felices y comieran perdices.

Preparó un poco de café, advirtiendo la desalentadora pila de cacerolas, platos y otros utensilios de cocina que se amontonaban en el fregadero. Tras decidir que la maratón de limpieza podía esperar, se sentó dispuesto a devorar media docena de magdalenas caseras que su madre le había enviado un par de días antes. Pero aún no había terminado con la primera cuando alguien llamó a la puerta. "Ojalá fuera ella", pensó, dirigiéndose perezosamente a la entrada.

Lo era.

- No podía irme sin oír eso tan importante- susurró, en tono de disculpa- Por una parte, pensé que si habías esperado cinco años, un par de días más te darían igual. Pero luego me dije "es cruel dejarle así". Así que aquí estoy.

La luz que se filtraba a través de la ventana ya no era roja, sino grisácea, y Ron sabía por experiencia que aquella era la hora más fría del día. Por eso no le extrañó ver que Hermione temblaba incontrolablemente. Al ponerle entre las manos una taza de café recién hecho, la chica se estremeció. Se sentó, obediente, cuando Ron la invitó a que lo hiciera, y abrazó la taza con ambas manos, buscando el cálido contacto de la loza tibia.

- A decir verdad... creo que yo también debería decirte algo, pero no me atrevo. Así que empieza tú, tal vez así sea más fácil...- empezó la chica, concentrada el dibujo del mantel.

- Ya. Por si no te has dado cuenta, yo también estoy muy, pero que muy asustado, Ni siquiera sé como empezar...-

- ¡Vaya par de valientes Gryffindor!- rió ella- ¿Qué tal si empiezas por el principio?

- ¿El principio?- respondió el pelirrojo- Pues da la casualidad de que precisamente el principio es algo difícil de precisar porque...

- ¡ Basta!- pidió Hermione, al borde de la carcajada- ¡Así me temo que, una vez más, no llegaremos a ninguna parte!

Ron también se echó a reír.

- Creo que tengo algún tipo de trauma infantil o algo así- comentó- Fred y George se hartaron de repetírmelo: "Ronald, tus padres tienen un problema gigante contigo, eres un caso perdido". Y empiezo a pensar que tenían razón. Pero esta vez, quería de verdad ser honesto contigo...

- Pues nada te lo impide. Venga, empecemos con algo fácil ¿en qué estás pensando en este momento?

"¿Una pregunta fácil?"pensó Ron. La verdad es que no era capaz de imaginar una pregunta más difícil de contestar que esa.

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En fin, al final decidí escribir el epílogo y, por si fuera poco, he tenido que partirlo en dos. Estoy un poco... fastidiada, porque ha ocurrido algo que no me gusta mucho y que también pasa cuando uno bebe leche con miel: todo lo dulce se queda en el fondo. Y no era esa mi intención... pero bueno. Para mí lo mejor del fic es el capítulo 7, y una parte de mí está convencida de que ese debería ser el final...

Por cierto, una nota para Vandom ¿que ha pasado con tu fic? Era realmente bueno, y de la noche a la mañana ha desaparecido ¿Hay algún motivo? Espero que haya sido un error y que pronto pongas el capítulo 6...