Bueno, por fin termino el fic ¡Hurra! Estoy súper- feliz porque la última vez que actualicé, otras dos lectoras descubrieron "Leche y Miel". Solo por eso, ya merece la pena haber escrito el epílogo... Me encantaron vuestras reviews y espero que el final esté a la altura de vuestras expectativas. Yo misma pienso que hay algo como... inconcluso. Pero lo siento, esta historia no da más de sí.
En fin, ya lo advertí en la primera parte del epílogo¡aquí viene el pegotón de miel!. La primera parte no es apta para diabéticos... y yo que tanto he renegado de las historias empalagosas, al final he acabado escribiendo esto. Quien lo iba a decir...
EPÍLOGO II
Bajo el Almendro"El almendro pertenece a la familia de las Rosáceas, cuyo nombre botánico es Prunus amygdalus Basch. La flor es pentámera con cinco sépalos, cinco pétalos con colores variables entre blanco y rosado; estos pétalos pueden estar más o menos escotados centralmente, llegando incluso a solaparse en algunas variedades. Demanda un largo período para la maduración del fruto, de forma que la floración tiene lugar en enero y hasta nueve meses después no se recolecta."
C. I. Verdiere "Árboles frutales y su cultivo"
La primera vez que Ron había traducido en palabras aquel sentimiento difuso acababa de cumplir 18 años. Hasta entonces, había logrado mantenerlo en el plano de lo subconsciente, ignorándolo, quitándole importancia. Y de repente, sus emociones parecieron cobrar vida propia, latieron, respiraron y caminaron hasta el lugar donde los impulsos toman nombre y se convierten en realidades obvias, innegables.
Arthur Weasley había muerto tres días antes. Ron aún no había decidido si sentía más ira, más dolor o más miedo, si quería estar solo o acompañado, si encontraría la manera de volver a centrarse en el inminente enfrentamiento con ellos, con los asesinos de Sirius Black, de Albus Dumbledore, y ahora de su propio padre. Harry le animó a tomarse su tiempo y a pasar esos momentos con su familia, pero para Ron "La Madriguera" sin su padre ya no era un hogar, sino una prisión donde se veía obligado a convivir con recuerdos que aún le herían. Así que volvió a Londres, a Grimmauld Place, donde la Orden del Fénixtodavía tenía su cuartel general, sin tener en cuenta que la muerte de Arthur también estaba presente allí, en cada uno de los miembros de la Orden, cuando hablaban del ataque que había supuesto un revés tan importante y de las veinte bajas que había ocasionado; y cuando callaban al advertir su presencia, en un intento inútil de protegerlo de su propia tristeza.
Pese a que la primavera ya estaba cerca, soplaba un viento gélido más propio del crudo del mes de Enero que de Marzo. Pero la ola de frío no fue un impedimento para que Ron pasase la mayor parte del tiempo vagando por aquellas calles cuyos inmensos edificios grises le contemplaban con indiferencia. Paseaba durante horas, consciente de que ponía en peligro su propia vida, pero incapaz de hacer otra cosa. "Faltan dos días para mi cumpleaños" "Mañana es mi cumpleaños" "Hoy es mi cumpleaños y mi padre ya no está"
Aquel día necesitaba más que nunca estar solo. Evitó escrupulosamente encontrarse con nadie, salió más temprano que nunca, no regresó a comer. Caía la tarde cuando empezó a acusar el cansancio y se sentó en el banco de una parada de autobús. Por primera vez, cayó en la cuenta del frío que hacía. De hecho, era lo único en que podía pensar mientras paseaba la mirada distraídamente por las líneas del pavimento.
"Qué frío hace"
De pronto, alguien se sentó a su lado. Lo hizo tan cuidadosamente que él no se dio cuenta de que estaba acompañado hasta que sintió una tibieza leve, el calor de otro ser humano. No se sorprendió al ver que era Hermione.
La chica le miraba con preocupación. Aquel no parecía su mejor amigo. Ron era el eterno optimista, el que siempre tenía una sonrisa, el irreflexivo, el bromista, el que siempre intentaba animarla cuando estaba agobiada o triste, pese a que él mismo era inseguro y realmente bastante neurótico. Ella deseó tener las palabras que le traerían de vuelta, pero no sabía que decir.
- Mira, Ronald, la verdad es que no tengo ni la menor idea de cómo debes sentirte. Me encantaría hacer que te sintieras un poco mejor, pero no se me ocurre ninguna manera de conseguirlo. Así que creo que será mejor que no diga nada. Supongo que debes tener el corazón destrozado… así que si necesitas algo de mí, que te escuche o lo que sea, pídemelo. Y si mi ayuda no es suficiente- dijo, sacando algo de su bolso. Era una piruleta con forma de corazón- te regalo esto, por si necesitas un transplante. Nunca falla.
Ron cogió la piruleta sin decir nada, mirando a Hermione y luchando a la vez por disimular aquel sentimiento que pugnaba por salir al exterior.
Estaba cautivadoramente hermosa, envuelta en un abrigo grueso de paño, con la nariz y las mejillas sonrosadas por el frío y aquel matiz de preocupación en una mirada dulce que nunca le había parecido tan sincera. Con aquellas palabras y aquel gesto sencillo había nacido un vínculo de complicidad mucho más intenso que el que habían compartido hasta entonces, un vínculo que incluía la promesa de una intimidad más profunda.
La hubiese besado entonces.
Y, desde ese momento, aquel impulso se repetía una y otra vez, siempre que la veía en el pasillo, cuando estaban en la misma habitación o incluso al oír su voz a través de una puerta cerrada, hasta el último día.
Y aquí y ahora, la pregunta de Hermione le había sorprendido pensando en aquello y sintiendo exactamente lo mismo. Por eso era una pregunta tan comprometida, porque suponía elegir entre dos opciones: una era mentir y salir del paso una vez más, y la otra era saltar al vacío sin paracaídas. La primera elección era sin duda la más sencilla, pero significaba dejar pasar de nuevo la oportunidad de cambiar las cosas de una vez. A decir verdad, Ron estaba harto de dejar pasar una ocasión tras otra. Pero ¿y si no salía bien¿Y si suponía perderla definitivamente?
- Mira , esto te va a sonar muy raro- suspiró, mirando deliberadamente la punta de sus pies- Pero en este momento estaba pensando en lo mucho que me apetece besarte ¿Qué opinas?
Hermione levantó la vista del café y le dedicó una mirada indescifrable. "Oh, no, ahora si que la he cagado" pensó Ron. Por fin, ella contestó:
- Si que es raro. Bueno, y si yo te dijese lo que he pensado yo al oírlo, lo sería aún más.
- Bueno, pues te escucho- murmuró Ron.
-Creo que las palabras textuales que han aparecido en mi cabeza han sido "Si realmente te apetece, por mi no te cortes"
- Ya. Te parecerá gracioso, pero, a pesar de todo…
Ron no pudo terminar la frase.
Y es que Hermione había optado por tomar la iniciativa.
Hacía más de diez años que Ron había comenzado a sospechar que, para él, Hermione era más que una amiga. Y a pesar de que, en un principio había tratado de convencerse a sí mismo de que se trataba de un lazo casi fraternal, nunca lo había conseguido del todo. Durante todos aquellos años había aprendido a reprimir cualquier indicio, construyendo pacientemente un dique en su interior, un dique capaz de controlar aquel caudal de emociones que amenazaba con liberarse con violencia e inundarlo todo. Por otro lado, una vocecita en su interior clamaba día y noche, recordándole que, en realidad, lo que él más deseaba es que un día, casi por casualidad ella descubriese que sentía lo mismo y se atreviese a abrir por fin aquellas roñosas compuertas.
Y, contra todo pronóstico, al final había ocurrido. Tal y como era de esperar, la corriente lo inundó todo, haciendo desaparecer bajo el agua el presente, el pasado, el futuro, incluso a sí mismo.
Es difícil describir la plenitud si no se ha experimentado nunca. Hasta el momento en que se experimenta por primera vez, uno vive recluido, en un lugar estrecho y oscuro que, de repente estalla en mil pedazos; y la luz rodea el cuerpo y penetra en su interior, desvaneciendo los miedos y la tristeza que atenazan el corazón y haciéndolo completamente libre. No existe necesidad de ser otra persona, de ocultarse detrás de una mentira, de fingir o de decir la verdad solo a medias: durante ese momento, se puede ser uno mismo, sabiendo que precisamente por eso se es amado.
- ¿Sabes la última noche, antes de aquello?
A Ron le costó un esfuerzo enorme aterrizar de nuevo en el mundo real y localizar un recuerdo que, apenas veinticuatro horas antes, había evocado con facilidad.
- Claro- contestó.
- Yo fui a tu habitación porque necesitaba decirte… y oírte decir… bueno, ya sabes, que tú…
- ¡ Pero si seguro que ya lo sabías!- protestó él.
- Ya, pero necesitaba oírlo. Necesitaba saber que era importante.
- No eres importante- repuso Ron, con una sonrisa- eres imprescindible.
- Esta es la parada ¿no?- comentó Hermione, distraídamente.
- ¡ Ostras, es verdad!- exclamó Ron, levantándose de un salto. Ambos estuvieron a punto de quedarse atrapados en el vagón, pero lograron salir en el último segundo. Eso sí, la bufanda de Hermione se enganchó entre las puertas y tuvieron que liberarla de un tirón
La tienda de Luna era un pequeño local de ventanales amplios, plagado de estantes en los que se agolpaban innumerables paquetes de semillas, hojas y raíces de plantas exóticas, algunos de ellos etiquetados con pegatinas escritas en caracteres inequívocamente orientales, tal vez chino, japonés o coreano. De las paredes libres colgaban carteles con dibujos que representaban los canales, los meridianos y los puntos de acupuntura. Junto al mostrador, había diez o doce baldas abarrotadas de libros en distintos idiomas (aunque mayoritariamente en francés) sobre medicina alternativa. Olía a madera antigua, a infusiones y a incienso.
Luna estaba al otro lado del mostrador, con el cabello recogido en un moño sujeto por lo que parecía un lapicero. Discutía con un señor de unos cincuenta años, que fruncía el ceño con gesto contrariado.
- Ya le he explicado que no le puedo vender Gingseng. Si estimula más el Yang, le puede dar un arrechucho. Por lo que usted cuenta, parece que su problema se debe más a un bloqueo del Qi, probablemente del hígado, y el Gingseng podría agravar el problema, ya sabe, por desbordamiento del Yang. Mire, yo me explico como un libro cerrado, así que mi consejo es que vuelva la semana que viene. Maya habrá regresado de su luna de miel y podrá decirle exactamente cual es el problema ¿de acuerdo¡ RON WEASLEY EN MI TIENDA!- gritó de pronto- ¡Este es el momento más glamouroso de mi vida!
- De acuerdo, me pasaré la semana que viene- murmuró el señor prudentemente, marchándose con cara de susto.
- Hola, Luna- saludaron Ron y Hermione en tono cauteloso.
- ¡Esperad, dejad que os vea! Es increíble. Nunca había visto unas sonrisas como eses. Estáis guapísimos y… como resplandecientes. Es como si emitieseis felicidad en plan lámpara de rayos UVA. No me extraña, después de todo lo que ha pasado. Es como un final de cuento de hadas. Hermione, debiste haberle visto cuando le encontré en el metro, con esos ojos hundidos, esas ojeras, ese pelo sin brillo, esa piel blanco- amarillenta… igual que si estuviese enfermo. Incluso pensé en llevarle a un hospital para que le tranfundiesen- Luna hablaba ajena a la expresión perpleja de Ron, que jamás había oído hablar de lámparas de rayos UVA y que solo tenía una ligera idea de lo que era una transfusión- Y ahora parece otra persona. En realidad se parece más a sí mismo, al Ron que conocí en Hogwarts, que cuando me marché de vuestra casa.
- En cuanto a eso, no hacía falta…- empezó Ron.
Luna le interrumpió, haciendo un ademán de impaciencia con la mano, como quitándole importancia al asunto.
- Os ví en la librería ¿qué esperabas que hiciera?. Yo ya no pintaba nada allí, en realidad, no hubiese sido más que una molestia. Bueno, además fue una noche redonda porque me encontré un gatito abandonado ¡un inesperado regalo de Navidad! Ahora tengo un ratito libre. ¿Os quedais a tomar un té y os lo presento?
Luna vivía en una habitación, aproximadamente la mitad de grande que el apartamento de Ron. Aún así era muy acogedora, aunque, a decir verdad, estaba bastante desordenada. Hermione y Ron apartaron una pila de ropa limpia que esperaba a ser planchada y se sentaron en un mullido sofá de rayas verdes, mientras la anfitriona colocaba una tetera abollada en una pequeña cocina de gas tan pequeña que parecía de juguete. El gato, de raza indefinible y espeso pelaje de color gris perla, les dedicó una mirada perezosa desde la cesta de mimbre en que dormitaba, y en seguida volvió a cerrar los ojos.
- Cuantas fotos- comentó Hermione, señalando una pared casi cubierta por ellas.
Luna asintió con la cabeza, y parecía dispuesta a explicarles todo acerca de las personas y circunstancias que aparecían en cada una de las fotografías, pero afortunadamente empezó por una de Harry y Ron, tomada el día que Gryffindor ganó la última copa de Quidditch, y la conversación se centró de manera natural en el moreno, y de ahí pasaron a la reacción de la familia Weasley al encontrarse con que tanto él como Ron y Hermione regresaban a casa por Navidad, como el turrón: los tres amigos fueron a comer a "La Madriguera" el día 25 de Diciembre.
Cuando Ron y Hermione ya se estaban despidiendo, la chica preguntó a Luna por el cuarto de baño, que se encontraba en la tienda. Gracias a esto, Ron se encontró lo suficientemente cómodo como para decirle a Luna algunas cosas de las que prefería no hablar delante de Hermione.
- En fin, Luna, muchas gracias por todo.
- Bah, un té no cuesta nada- rió la rubia.
- Sabes que no me refiero a eso. Si no hubiese sido por ti…- empezó el pelirrojo.
- ¿Cuántas veces voy a tener que repetirte que yo nunca hago nada?- preguntó ella- Créeme, todo hubiese salido bien. No podía ser de otra manera. Así que no me des las gracias por nada.
- Aunque no hicieses nada, fuiste genial conmigo. ¡Hasta me hiciste galletas! A lo que quiero llegar es a que fuiste genial conmigo, y que me sabe mal… mira, no quiero que pienses que ya formo parte de tu pasado, de esos amigos que ya no se preocupan por ti.- explicó Ron, con esfuerzo.
- No lo pienso- replicó la chica, con sencillez.
- Ya, eso dices, pero se que no es verdad. Es injusto que para mí todo haya terminado tan increíblemente bien y que tú te encuentres en la misma situación que al principio.
Luna se encogió de hombros, en un elocuente gesto que venía a decir "No me importa, es como termina siempre".
- ¡Eso es lo que más me fastidia! – añadió, casi enfadado- Te resignas y ya está. Por lo menos, inténtalo. Intenta cambiar tu vida y ser feliz. ¿Me prometes que por lo menos lo vas a intentar?
- Te lo prometo. Y ahora vete. Tu chica te espera.
Ron se despidió con la mano y sonrió a Luna, sin advertir que la chica había cruzado los dedos de la mano derecha, que ocultaba detrás de su espalda, antes de formular la promesa. "Los finales no tienen por qué ser felices para todos" pensó, y lanzó un breve suspiro. Bueno, a Ron le esperaba Hermione y a ella el pedido mensual. "Algo es algo" se dijo, sentándose en el sofá armada con una pluma y un cuaderno. A los diez minutos, el gato se levantó silenciosamente y se sentó en su regazo. Luna le acarició detrás de las orejas y bebió un sorbo de té.
Se había quedado frío.
Y así termina... pobre Luna ¿no?. Pero creo que no podía ser de otra manera.
Bueno, ya solo queda daros las gracias por haber leído hasta el final... me lo he pasado genial escribiendo el fic, la verdad, y espero quevosotrashayais disfrutado leyéndolo también. Si teneis alguna pega, alguna queja o lo que sea, ya sabeis... también acepto halagos:)
