N/A: mil años, mil disculpas, mil gracias por seguir leyendo


BAILE DE DISFRACES

Capítulo Once

Draco despertó sobresaltado. Hacía frío y sus sábanas estaban corridas hacia un costado. Se tapó nuevamente y se volteó a abrazar al hombre que estaba a su lado. Luego cerró los ojos más tranquilo y aspiró profundamente el aroma de ese cuello que tenía frente a su cara. Abrió sus ojos rápidamente. Había esperado encontrarse con ese suave olor al que se había acostumbrado, a ese aroma a frutas cítricas que Harry siempre llevaba en el cabello, por su shampoo. Frunció las cejas algo confundido. ¿Qué hacía ese hombre en su cama¿Dónde estaba Harry?

- ¿Draco, estás despierto? – fue la pregunta que le hizo aquella persona que se encontraba entre sus brazos, que luego se giró hasta quedar ambos cara a cara.

Draco se sorprendió al ver ese rostro. Nada había allí de las facciones suaves de Harry, de sus ojos tan verdes, de esa boca bien pronunciada y de color ámbar, de los mechones negros cayendo alborotados sobre su frente. Se encontró en cambió con un chico de tez muy blanca, cabellos lacios y cobrizos, y unos ojos grises que brillaban con ternura. La realidad lo golpeó en la nuca tan fuerte que demoró unos instantes en asentir con la cabeza.

- Todavía no sale el sol, mejor vuelve a dormir –le dijo esa voz, y luego sintió sus labios sobre los suyos, uniéndose en un beso con olor a alcohol fino.

Cerró sus ojos, sin intención de dormirse. No vio el color de su alma, que todos ven cuando cierran los ojos, en cambio vio el rostro de Harry sereno y sonriéndole. Sonrió con tristeza y abrazó a Blaise, soñando que en verdad abrazaba a esa persona tan amada.

Volvió a despertar ya avanzada la mañana. Se sentó en la cama y miró a Blaise que dormía desnudo sin muestras de preocupación. Su expresión se semejaba a la de un niño cuando le leen un cuento para dormir, y se duerme con su osito entre los brazos. Sentía mucho cariño por ese chico. En ese momento le hizo recordar a tantas veces en Hogwarts despertando al amanecer, y ver a Blaise desnudo entre sus brazos, y luego apresurarse por volver a su cama sin levantar sospechas. Sabía que en un tiempo lo había amado con locura, una locura ciega y sincera. Había salido con muchas chicas sólo por despecho, y por orgullo. Pero su chico siempre había sido Blaise Zabinni, todo había comenzado desde que eran niños y dormían juntos en su gran mansión, y con el tiempo ese niño se transformó en un torniquete que le retenía la vida en la piel, y que había sabido llenar ese vacío que Draco siempre sintió en su corazón.

Luego de salir de Hogwarts todo se complicó demasiado. Él con sus cursos y clases en Durmstrang, y Zabinni siempre haciendo viajes. Su madre había tratado de convencerlo de abandonar su vida de vagabundo, tenía buen sueldo y aprendía muchas cosas, pero ella seguía empeñada en la necesidad de su hijo de formar una familia. El padre de Blaise lo obligó a contraer matrimonio con una bruja de nombre Elena. La chica era hermosa, tenía un buen apellido y ambas familias les otorgaron una hermosa casa en un valle de Escocia, pero esa no era la vida que Blaise quería para él. Seguía empeñado en recorrer el mundo y aprender secretos de la magia en diferentes culturas, era muy joven y se sentía lleno de vida y con la necesidad de 'encontrarse a si mismo', como él decía. Nunca le tuvo simpatía a Elena, por eso se empeñó en hacerle la vida imposible, hasta que ella misma le dijo que no soportaba más, que se estaba volviendo completamente loca. Al parecer, el chico se compadeció de ella y decidió que no era culpa suya, entonces le dejó la casa, los terrenos y simplemente juntó sus cosas y se fue, sintiendo el placentero sabor de la libertad. Ese tiempo solo intercambió con Draco unas pocas cartas, pero al final ambos tenían pocas cosas que decirse, y sin los ardientes encuentros y las noches encendidas todo parecía estar perdiendo color y diversión. Al final las cartas comenzaron a enviarse de forma cada vez más espaciada. Los dos le echaban la culpa a la distancia y a las responsabilidades y la falta de tiempo, pero la verdad es que un vacío invisible comenzó a abrirse entre ellos.

El tiempo que no estuvieron juntos Draco lo recordaba como algo distante, como un recuerdo lleno de magia, que lo acompañaba siempre. Incontables veces se angustió ante la falta que el otro chico le hizo, y comenzó a extrañarlo calladamente en su inconciente, alimentando un fuego que tenía demasiada leña. Ahora, tenía a Blaise Zabinni durmiendo a su lado, como tantas noches lo necesitó. Aún así se le hacía difícil encontrar ese sentimiento que le producía su presencia antaño. Buscó en su interior y se dio cuenta que ya no sentía amor, en realidad lo había sabido todo ese tiempo, pero en ese momento sintió que la ficha le caía. Había tirado tanto de la cuerda que lo separaba

de él para atraerlo consigo, que la cuerda se había cortado. Y ya no quedaba nada más.

Sentía que las sienes le latían. En su cabeza sentía un zumbido encerrado, y le ardía el estómago y el hígado. Se levantó y caminó hacia el baño. Al mirarse en el espejo vio un rostro cansado, sus ojos rojos y rodeados de ojeras. Se lavó la cara con agua fría. Luego bajó las escaleras y se dirigió a la cocina y prendió la jarra para hacer un café, lamentando nunca haber aprendido el secreto de Eric para hacerlo tan delicioso. Se tomó dos aspirinas, mágico invento muggle. Levantó las botellas de alcohol vacías que aún se encontraban en el suelo y se desplomó en un sofá.

Estiró sus piernas y colocó los pies en la mesa, algunos libros cayeron al suelo. Observó bien la pequeña mesa. Estaba atestada de libros, notas, papeles, exámenes, plumas, tinteros, pergaminos, fotos, etc. Todo aquél espectáculo le revolvió el estómago y se vio obligado a desviar la mirada. Necesitaba olvidarse de todas esas responsabilidades que le traía su trabajo. En realidad le gustaba mucho su oficio, pero ¡qué diablos! Tenía apenas 19 años. Al terminar Hogwarts había comenzado un curso rápido de Pociones, el cuál terminó demasiado rápido y con felicitaciones. Fue admitido en Durmstrang, lo eligieron a él entre 20 aspirantes. Al principio comenzó con entusiasmo, sintiéndose bien por su edad, ya que eso le facilitaba llegar a sus alumnos que se sentían a gusto con él. Pero luego de unos meses comenzó a sentirse demasiado cansado y lleno de obligaciones. Había pasado toda su infancia y adolescencia, bajo la presión de su familia, y de ser el gran heredero de los Malfoy. Toda esa arrogancia se le fue a la cabeza demasiado joven. Siempre estaba rodeado de gente, que lo admiraba, que lo respetaba o simplemente que querían vivirlo. Creció lleno de caprichos y lujos, nunca le faltó nada, terminó convencido de su perfección y de que nada le podía ser negado. Veía a las personas como inferiores, siempre las rebajó y terminó perdiendo a quienes de verdad lo habían querido. Por suerte Blaise escuchó sus gritos debajo de esa piel y esos ojos fríos, y estuvo a su lado todo ese tiempo, y lo ayudó a hacer mas llevadera esa soledad que crecía dentro suyo. Muy tarde se dio cuenta de toda esa falsedad en la que había existido todo ese tiempo.

Con la muerte de sus padres se dio cuenta que esa era su oportunidad de desconectarse de todo eso. Que era su hora de cambiar, de desprenderse de esa vida que nunca le había gustado, de esa persona en quién se había transformado y a quién tanto odiaba. Cuando su padre murió, y quedó sólo con su madre llegó a conocerla mejor, después de haber convivido con ella 16 años. Siempre la vio como una mujer débil, una figura reducida, como la sombra de su padre, siempre dominada por él. Detestaba su presencia, detestaba la manera cariñosa en la que lo miraba, detestaba sus caricias, detestaba su apariencia de muñequita de porcelana cuando se presentaba en público. Hizo falta su suicidio para que Draco se diera cuenta de cuánto la quería. Ella siempre había estado allí para él y siempre la despreció. Sintió mucha compasión por su madre, pensó en la soledad que debía haber sentido toda su vida, atada a un hombre dominador, orgulloso, golpeador, mentiroso e insensible que eligieron sus padres. Y él bajo su orgullo de futuro heredero, siempre la maltrató y menospreció. Y en ese momento, en el que abrazó el cuerpo desnudo de su madre, flotando en espuma rosada, en el que lloró por la soledad de ella y la suya propia, fue cuando decidió que el juego había terminado para él.

A cualquiera que lo hubiera visto antes, le habría costado creer que ese era Draco Malfoy. Dejó de ver a la gente que antes veía, simplemente porque ya no tenían puntos en común. Hizo algunos amigos con quienes salía a veces a divertirse, pero a quienes no confiaba sus pensamientos. Tuvo incontables romances. Se sentía alguien agradable, se sentía maduro y seguro de sí mismo y conocía su belleza.

Todo ese entusiasmo que sentía antes por su trabajo comenzó a pesarle sobre los hombros. Le molestaba sentarse en la mesa de los profesores, y encontrarse junto a hombres grandes que discutían temas que no le interesaban. Y cuando hablaba con sus alumnos, muchas veces se sentía un viejo anticuado, con sus zapatos lustrados y su camisa de seda. Sentía que ya no era un muchacho pero aún le costaba llamarse hombre. Tampoco le gustaba ver a sus propios alumnos riendo en las clases, jugando y haciendo bromas. Por un lado le molestaba porque no los podía retener. La mayoría le tenían respeto y simpatía, y disfrutaban de sus clases. Pero habían algunos que se burlaban de él cuando intentaba ponerles orden, o simplemente creían que era una broma porque en el recreo habían estado juntos charlando como amigos. Por otro lado le molestaba el compañerismo que había entre sus alumnos, todos actuaban como uno solo, se ayudaban mutuamente y no se mandaban al frente. Cuando él iba a Hogwarts, todo ese asunto de las Casas, sólo sirvió para armar conflictos, enfrentamientos y celos. Todo eso de querer ser mejor que los otros se le subió mucho a la cabeza, esa continua competencia absurda. Cuando alguien bromeaba en las clases, sólo era para menospreciar a otro o hacerlo quedar mal frente a todos. En cambio en ese curso veía que todos se reían juntos, y muchas veces se sintió querido y aceptado.

Le molestaba llegar a su casa y tener que corregir exámenes, buscar información, estudiar, etc. Pero también le molestaba a veces despertarse y no saber qué hacer con su tiempo.

Muchas veces salía a bares o pubs a relajarse un poco, con amigos o alguna pareja casual. Se divertía esa noche y al día siguiente sentía el gusto seco del alcohol y el sexo en su boca y se sentía asqueado. Miraba a quién tenía a su lado con asco, sin siquiera recordar su nombre. Esos encuentros siempre lo dejaban molesto. Llegaban a su casa o a la del otro medios borrachos, arrancándose la ropa con desesperación, luego rodaban por las sábanas, el suelo, en una mutua violación, desesperados por encontrar ese alivio tan deseado. Pero luego de eso Draco tomaba su ropa molesto y se largaba o se volteaba a dormir sin mirarle la cara al otro. Nunca encontró el alivio que buscaba en esos encuentros. Era sólo un placer que duraba demasiado poco y lo dejaba aturdido, con la boca seca, sintiéndose sucio y solo, con todos los pensamientos agobiándolo de nuevo. Lo mismo sentía cuando probaba drogas. Una vez tuvo una relación un poco más larga con un chico de sangre muggle, que traía drogas de todos los tipos de su barrio en Londres. Él los llamaba 'la magia de los muggles'. Draco probó cada una fascinado de su efecto. Le encantaba cómo podía olvidarse de su mente por un tiempo sentir esa sensación incomprensible. Cuando el muchacho lo dejó, y le faltaron sus pastillas, sus polvos y sus chinas, fue cuando se dio cuenta que esas cosas sólo borraron sus sufrimiento por el tiempo en el que duraron. Se vio obligado a volver a la realidad, a salvar su trabajo que casi perdió, sus amistades y poner en orden su vida otra vez.

Ahora sentía que tenía todo bajo control, que llevaba las riendas de su vida por primera vez en su existencia. Sentía que tenía todo lo que necesitaba. Bueno, casi todo. ¿Pero qué era? Y al hacerse esa pregunta cerró los ojos suavemente y se sumergió en un sueño profundo, a la vez que un rostro se iba a formando en su mente.

- Draco, despierta, ya es el mediodía – fueron las palabras de esa voz suave que sintió en sus oídos. Unas manos se encontraban en sus hombros, sacudiéndolo son fuerza y sin presión.

Cuando abrió los ojos y observó el rostro que se encontraba frente a él abrió la boca para decir algo, pero en vez de palabras un gemido salió de su garganta y se transformó después en un llanto incontenible.

- ¿Draco, qué te sucede? – preguntó Blaise abrazando al rubio, que se aferró a él con fuerza y desesperación.

El muchacho intentaba hablar pero de su boca sólo salían sollozos. Una angustia fue instalándose en su pecho, produciendo una presión insoportable.

- ¿Por qué lloras¿Qué es lo que pasó, tuviste una pesadilla? – preguntaba Blaise angustiado sin saber como ayudarlo, hasta que decidió sólo contenerlo hasta que se calmó un poco.

- Pe… perdóname Blaise, no sé qué me pasó… -balbuceó Draco entre sollozos, hipo y lágrimas.

- Está bien, ya pasó. Ahora cuéntame qué te sucedía, por qué te pusiste así

- Es que… ya no lo soporto más

- ¿Qué? Cuéntame…

- ¡Lo necesito! –le respondió en una exclamación, apretando los dientes y apretando los

brazos de Zabinni.

- ¿ A quién?

- ¡Harry! – gritó clavándole los ojos inyectados en profunda desesperación.


N/A: Bueno eso fue todo, espero les haya gustado, perdónenme todo este tiempo, espero que todavía haya gente leyendo esta historia. Espero ansiosa sus reviews, nos vemos.

ATTE: Dark Spider Girl