Disclaimer: Los personajes no son míos, se los he cogido prestados a J.K. Rowling a la Warner y supongo que alguien más... No gano dinero con esto solo espero que las gente que me lee se divierta tanto como yo escribiendo.

SPOLIERS SEXTO LIBRO


Ninguno volvió a mencionar el día que habían pasado con los McGrant, aunque de un modo u otro todos lo tenían presente. Ron y Hermione empezaban a echar de menos a sus familias ahora que se acercaban las fiestas y Harry se sentía sólo y desorientado. Por primera vez era consciente de que no tenía a nadie con quien compartir estas fechas y eso hacía que las fiestas que ya se acercaban no fueran una época de felicidad como normalmente ocurre.

Laura se esforzaba por mantener un aspecto de normalidad, como si realmente estuvieran haciendo lo mismo que todos los años. El árbol decoraba el comedor, y por toda la casa era fácil encontrar motivos navideños como muérdago, acebo… Los elfos normalmente vestidos de manera seria y pulcra, habían incorporado a su atuendo un alegre gorro de papa Noel que movían alegremente ante las risas muchas veces forzadas de los chicos.

Parecía que lo único que los mantenía un poco ilusionados eran las cartas que Molly seguía enviando de Neville, Ginny y Luna. Por ellos, los habitantes de la casa estaban al corriente de la designación de Lupin de nuevo como profesor de Defensa. El resto del profesorado seguía en sus puestos, incluido Slughorn que ahora era también el jefe de la casa slytherin. Minerva tenía el cargo de directora de Hogwarts y por lo que se sabía aún no había sido designado un subdirector. Los chicos se quejaban de que había pocos alumnos aquel año, notándose sobre todo la falta en la casa de las serpientes. Los partidos de Quiddicht habían sido suspendidos, y el colegio normalmente alegre, y bullicioso semejaba un convento, silencioso y triste. McGonagall se había pasado un mes intentando averiguar el paradero de Potter y sus amigos. Intentando por todos los medios posibles sonsacar a sus amigos donde podía encontrarse el niño que vivió. El mismísimo ministro se acercaba habitualmente a Hogwarts con alguno de sus subordinados para mantener estrechas charlas con Ginny y Neville, sin haber obtenido hasta ahora los resultados que esperaban.

En la casa los días se sucedían con su acordada rutina, ahora sólo rota por las fechas que se acercaban. A las habituales tareas de los jóvenes se sumaba ahora el endiablado interés de Laura para que participaran en la organización de la Navidad. La habían ayudado a preparar las felicitaciones de amigos y conocidos, a pensar escrupulosamente los regalos para cada uno de los miembros de su familia. Y los había obligado a elegir también los regalos para sus familias, los Weasly y los Granger. Hasta se había atrevido a llevarlos de nuevo al Londres muggle para que pudieran participar con ella en la compra de los regalos. Nada parecía fuera de lugar aunque los chicos sabían que esta sensación sólo podía ser momentánea.

La mañana de Navidad llegó como por arte de magia, y el nevado paisaje que rodeaba la casa parecía estar hoy más bello que de costumbre. Los chicos se levantaron entusiasmados y corrieron hacia el árbol que adornaba el comedor, allí debajo del mismo podían verse una gran cantidad de paquetes, todos perfectamente etiquetados. Los Weasly, Lupin, Laura … todos se habían acordado de ellos. Laura apareció poco después abriendo también uno de sus paquetes.

-¡ Feliz Navidad!- saludó alegremente a los chicos.

-¡Feliz Navidad!- le respondieron los tres al unísono.

Harry fue el primero en dirigirse hacía ella, y sin mediar palabra la abrazó fuertemente. Hermione y Ron no tardaron en imitarlo. Entre todos ellos se estaban estableciendo una fuerte relación que les hacía sentir como una gran familia. Laura no pudo evitar emocionarse ante semejante muestra de cariño.

- Venga chicos, cambiaros de ropa, que hoy tenemos invitados a comer- les dijo Laura intentando disimular una incómodas lágrimas que amenazaban con salir.

- ¿Invitados?- preguntó Harry sorprendido.

- Es una sorpresa Sr. Potter- le respondió Laura mostrándose falsamente seria.- Aunque a lo mejor debería tratar de adivinar quien puede venir a alegrarnos en estas fechas.

Los tres sonrieron ante la perfecta imitación que Laura hizo de la voz de la profesora Sinistra y riendo abiertamente subieron a sus cuartos a cambiarse de ropa.

Laura se dirigió de nuevo hacia el árbol y cogió el paquete que había estado evitando desde que se había levantado. No esperaba que este año hubiera paquete, pero como cada año desde hacía nueve, allí estaba el regalo de su marido. Internamente se alegró de no haberse arrepentido a última hora, y haberle enviado su regalo igualmente.

Laura se agachó lentamente y lo tomó entre sus manos, por primera vez en muchos años, sintió como si el pequeño paquete pesara demasiado. Fue desembalando lentamente el papel, recordando la primera vez que recibió su regalo de navidad tras su marcha. Siempre pensó que su marido la odiaba, pero no, aquel año como los cinco siguientes hubo siempre un paquete en su árbol el día de navidad, igual que siempre hubo un ramo de rosas blancas el día de su aniversario.

Siempre se preguntó porque a pesar de todo Severus seguía manteniendo viva esa llama, porqué si su matrimonio no fue más que un pacto acordado con anterioridad se seguía molestando en demostrar que la amaba. A veces pensó que la había encontrado, que cuando menos lo pensara, Severus aparecería en la puerta de su casa, pero si realmente sabía donde se encontraba nunca lo había manifestado. Laura seguía enviando los regalos a Hogwarts, sabía que Severus pasaba allí todas las navidades con Albus y Minerva. Este año se le hizo más difícil pensar en un lugar, durante días se sentó en su cuarto, jugueteando con el regalo de Severus en su mano, finalmente recordó la casa de Severus, la triste y sucia casa que el ex – profesor de pociones tenía en uno de los suburbios de Londres. Rememoró cuantas veces habían discutido por esa casa, Laura siempre quiso venderla, le resultaba extrañamente tétrica, pero Severus siempre se mantuvo firme en su idea de conservarla, y hoy Laura se lo agradecía.

- Por lo menos tendrá un sitio a donde volver- pensaba muchas veces cuando se imaginaba donde estaría.

El papel, dejó ver una pequeña cajita que atrajo toda la atención de la joven. Laura la abrió lentamente conteniendo la respiración, posando sus ojos en un precioso collar. Lo sacó de la caja mirando delicadamente cada parte del dibujo. Un enorme león rugía mientras era rodeado a modo de protección por una serpiente. Laura sonrió ante la clara alusión de Severus, Laura siempre decía que las serpientes y los leones nunca podrían entenderse y Severus riendo le respondía que hasta el más fiero de los leones igual necesita que una serpiente le proteja.

Las lágrimas rodaban ahora a raudales por las mejillas de Laura, acarició suavemente el collar preguntándose como podían haber llegado a esto. Se levantó de la cama y acercándose al espejo se colocó cuidadosamente el collar. Lo volvió a acariciar, y lo introdujo bajo su jersey, disfrutando de la sensación del collar sobre su piel, era cómo sentir a Severus más cerca de ella. Miró su rostro aún con restos de haber llorado, se lavó la cara con agua fría y volvió a su habitación. Su mente aún vagaba por los recuerdos, recuerdos dolorosos pero también felices, el timbre de la puerta principal la sacó de su ensimismamiento. Insuflándose una alegría que no sentía se dirigió a la puerta principal.

Laura abrió las puertas de la gran mansión, allí recortados contra el invernal paisaje estaban los Weasly. Ginny, los gemelos, Bill y Fleur, Charlie y los propios Srs. Weasly, Laura no pudo menos que reír ante la florada estampa de cabezas pelirrojas que aparecían frente a sus ojos. Durante semanas tuvo dudas ante lo que había hecho, invitar a los Weasly a compartir este día con ellos, ahora viéndolos allí, tan felices como si nada estuviera pasando se dijo que todo estaba bien, que esto era lo correcto. No tuvo mucho tiempo a pensar en nada más, en menos de un minuto oyó a los tres jóvenes que vivían con ella correr en tropel por las escaleras abajo, y todos quedaron enmarañados en una marea de besos y abrazos.

Laura observaba sutilmente a los jóvenes, sus sonrisas ahora sinceras alegraban su rostro. Laura también sonreía, por primera vez en meses se estaba permitiendo el lujo de reír abiertamente. Poco después de su llegada todos juntos pasaron al comedor, donde la anfitriona había preparado una suculenta comida.

El almuerzo pasó rápidamente, ya que como todos sabían, la buena compañía tiene la virtud de hacer más corto el tiempo que se pasa con ella. La Sra. Weasly se mostraba feliz, aunque algunas veces Laura tuvo la sensación de que observaba largamente la mesa del comedor, añorando internamente el hijo que faltaba. Las noticias no hicieron más que circular por la mesa, y en cuestión de momentos la comida se convirtió en una típica tarde de té entre amigas donde cuchicheaban abiertamente poniéndose al día de las últimas noticias del barrio. Ginny traía noticias frescas de Hogwarts, noticias que el trío de oro recibió con agrado. Nada había cambiado desde las últimas cartas que habían recibido, y la estructura académica del colegio seguía siendo la misma. Aún así las visitas ministeriales se habían hecho más frecuentes últimamente, y los intentos del ministro y de la propia directora por saber donde se encontraba el joven Potter se habían hecho más insistentes. Se decía que en el mundo mágico, corría el rumor de que Harry había desertado, o incluso de que ya estaba muerto, que el mismísimo Lord Voldemort ya había acabado con él. El Ministerio estaba nervioso, esos rumores, hundían la sensación de control que el ministerio quería hacer sentir a la gente.

La charla siguió por esos derroteros, el Sr. Weasly, que había bebido más de la cuenta, tuvo a bien comentar sucesos ministeriales que en otra situación no hubiera dicho, y los allí reunidos no se cortaron a la hora de obtener información del padre de los pelirrojos.

La tarde ya estaba cayendo cuando todos los Weasly se levantaron para marcharse, nadie quería separarse pero era inevitable. Harry, Hermione, Ron y Laura se despidieron de todos y cada uno de ellos, recibieron abrazos, besos y las mejores de las sonrisas. Sus corazones contraídos, luchaban por seguir latiendo frente al dolor que los atravesaba. Se miraron una vez más, intentando recordar el rostro de todos y cada uno de ellos, por un momento por sus cabezas pasó la idea de que quizás algunos ya no se volverían a ver. Los chicos quedaron en el hall observando como los Weasly abandonaban la casa. Laura los siguió hasta la puerta, volvieron a mirarse y con un movimiento imperceptible, los Srs. Weasly dieron su consentimiento. Laura levantó su varita y con un leve susurró apuntó con ella a todos los presentes.

Laura volvió a la casa, guardando su varita bajo su túnica.

- ¿Qué les has hecho?- le dijo Ron abruptamente.

- Nada malo, les he hecho olvidarme a mi, y olvidar esta casa- le explicó Laura mientras entraba de nuevo e la casa y cerraba la puerta tras de sí- Recordaran haber pasado las navidades con vosotros, pero nada más.

- ¿Nos recordaran a nosotros?- preguntó Hermione sorprendida.

- Ese es un regalo para el Ministerio.- la sonrisa de Laura se hizo más acusada ahora­- Cuando sondeen en la mente de Ginny os verán a vosotros pero no tendrán ni idea de con quien ni donde están.

Los tres imaginaron la cara del ministro y la de la propia Minerva ante los recuerdos que Ginny conservaba y no pudieron evitar la misma sonrisa pícara que ahora acompañaba los labios de Laura.

- Creo que es tarde y estáis cansados- le dijo Laura.

Los chicos se miraron nuevamente y despidiéndose de Laura se dirigieron a sus dormitorios. Laura se sentó en el sofá, mirando un punto lejano en la chimenea.

- Esperabas que hoy estuvieran aquí ¿verdad?- la voz de Harry la sobresaltó.

­- Harry¿qué haces aquí?- preguntó Laura sorprendida.

- No te leí la mente, pero te leí el rostro- dijo Harry sentándose a su lado.

- Deberían estar aquí Harry, ya deberían haber llegado, pero no… hace semanas que no sé nada de ellos.- Laura hablaba ahora entrecortadamente- He intentado hace averiguaciones pero no sé nada de ellos.

- Laura, piénsalo tienen que estar bien, si les hubiera pasado algo lo sabrías- le dijo Harry intentando calmarla.

- Harry, les conté lo de la taza de Helga Hufflepuff, quería que analizaran los movimientos de los Lestrange- Laura ahora apoyaba las manos sobre su cabeza.- Sólo quería saber si teníamos alguna posibilidad.

- ¿Por qué confiaste en ellos?- le preguntó Harry visiblemente tenso.

- No confié en ellos, no saben nada de los Horcruxes, solamente saben que hay una taza de la fundadora de Hogwarts que nos es de máxima necesidad- le replicó Laura.

- ¿Y qué es lo que realmente te preocupa?

- Qué ellos hayan intentado conseguirla, que hayan entrado en la casa y..

Laura no pudo terminar la frase, en ese momento el rostro Fernando se apareció en la chimenea.

- Laura ¿estás ahí?- preguntó visiblemente nervioso.

- Fernando ¿que sucede?- le respondió Laura poniéndose en pie.

-Quita las defensas de tu casa, tenemos que aparecernos en ella, Carlos está gravemente herido y yo… no estoy mucho mejor- la voz de Fernando se iba haciendo más entrecortada a la medida que hablaba.

Laura pronunció unas palabras y Harry pudo sentir sobre él una sensación parecida a la de una ola de mar pasando sobre su cabeza.

- No te preocupes es la magia que desaparece. Despierta a Ron y Hermione y avisa a los elfos domésticos- le dijo Laura visiblemente nerviosa.

Harry tardó menos de cinco minutos en llegar al comedor acompañado de sus dos amigos, los elfos ya se encontraban allí y la escena que se desarrollaba era menos que dolorosa. Carlos completamente inconsciente y llenó de sangre reposaba amorosamente colocado sobre los brazos de Fernando que lo miraba asustado mientras él mismo se debilitaba por momentos.

- Hermione, Ron tomad a Fernando y llevároslo arriba, curad sus heridas y darle una poción para dormir sin sueños- les ordenó Laura mientras se dirigía hacia Carlos- Krouch acompáñalos.

- No, no voy a dejarlo, quiero estar con él- le respondió Fernando intentando zafarse de las manos de Ron y Hermione que intentaban levantarlo.

- Escucha Fernando, ahora no puedes hacer nada, tu presencia aquí y en tu estado sólo entorpecería nuestro trabajo- le dijo Laura acariciándole tiernamente el rostro

Ron y Hermione tomaron a Fernando y se dirigieron con él hacia la planta superior acompañados de Krouch. Harry miraba intensamente a Laura y a Carlos, cuyo cuerpo yacía tumbado en el sofá. Laura volvió a susurrar unas palabras y la magia que desapareciera unos minutos antes volvió a dejarse sentir por toda la casa. Miró entonces, fijamente a los dos elfos que la observaban visiblemente asustados, sus indicaciones fueron rápidas y concisas y los elfos no tardaron ni dos segundos en llevar a cabo sus peticiones. Laura se giró entonces hacia Harry y sin mediar palabra sacó su varita, hizo levitar el cuerpo para trasladarlo a una de las habitaciones de la planta superior.

Harry y Laura lavaron escrupulosamente el cuerpo de Carlos, observando todas y cada una de las heridas. Sangraba abundantemente por algunas de ellas, y las hemorragias eran difíciles de controlar. Harry notó también la tensión de los músculos del mago, y supo por sus propias experiencias que este hombre había sido sometido a una dura sesión de cruciatus. Laura le suministró las pociones adecuadas, esperando que el descanso y los cuidados devolvieran a Carlos la conciencia. Miró a Harry que seguía observando el cuerpo acribillado de Carlos.

- Harry, puedes acostarte.- le dijo en un susurro.

- Pero a lo mejor necesitas ayuda- le respondió Harry sin dejar de notar el sudor que ahora perlaba la frente de Carlos, y que era un claro síntoma de la fiebre que empezaba a subir.

- Debes descansar y Hermione y Ron también. Comprueba que han acabado con Fernando y dile a Krouch que permanezca allí hasta mi aviso- le dijo Laura serenamente- Si necesitara algo no dudéis que os despertaré.

Harry observó como Laura devolvía su atención al enfermo, comprobando que la fiebre seguía aumentando de manera constante. Maldiciendo por lo bajo, se giró hacia la gran cantidad de botes que descansaban sobre la cama y buscó uno de ellos. Vertiendo dos gotas en un vaso con agua se lo obligó a beber a Carlos, mientras ponía un paño frío sobre su frente para aliviar la fiebre. Harry supo que ahora estaba de más en aquella habitación y saliendo tan silencioso como pudo se dispuso a intentar conciliar una noche de sueño.

Nada cambió en los dos días siguientes y Laura permaneció al lado de la cama de Carlos de manera continuada. No se consentía así misma el descanso que le obligaba a tomar al resto, hasta los elfos se turnaban para cuidar e Fernando. Harry entró en la habitación dos días después de Navidad.

- Laura- llamó suavemente a la interesada que en estos momentos tenía la vista fija en un gran libro de pociones.

- Harry¡Buenos días!- le respondió la joven mostrando un rostro surcado por el cansancio y la preocupación.

- Fernando se ha levantado y quiere venir a verlo- le dijo Harry inclinando el rostro hacia Carlos que no mostraba síntomas de mejoría.

- No- dijo Laura asustada- No creo que sea conveniente que lo vea en este estado. Es mejor que… bajad a desayunar, yo me reuniré con vosotros en 10 minutos.

Harry no intentó discutir con ella y asintiendo levemente con la cabeza abandonó el cuarto.

- Krouch, Kreanch- Laura llamó a sus dos elfos domésticos

- ¿Señora?- contestaron ambos al unísono apareciendo inmediatamente en la habitación.

- Quiero que os quedéis aquí, que cuidéis del enfermo- dijo Laura levantándose y ordenando los botes que había sobre la mesilla- Dadle tres gotas de esta poción en un vaso de agua cada tres horas. Cuando veáis que las vendas vuelven estar cubiertas de sangre, cogéis unas limpias las humedecéis en este líquido- siguió señalando una palangana llena de un líquido verdoso extrañamente viscoso- y se las ponéis. Y si el enfermo sufre cualquier cambio, por imperceptible que este sea quiero que me lo comuniquéis.

Los dos elfos asintieron, conscientes de la importancia que todo aquello tenía para su señora. Laura no dijo nada más, miró una vez más a Carlos que permanecía en la cama, inmóvil, igual que dos días antes y con un deje de preocupación abandonó el cuarto. Llegó al comedor 15 minutos después, había pasado por la ducha y se había cambiado de ropa.

Fernando se levantó rápidamente al verla entrar y sin mediar palabra se fundieron en un prolongado abrazo. Éste aún conservaba restos de la lucha, su cara normalmente sonriente mostraba ahora dos feas cicatrices, y su movimiento ágil y elegante arrastraba una leve cojera. Laura sonrió a los tres chicos que la miraban inquisitivamente desde la mesa. Empujó sutilmente a Fernando y ambos tomaron asiento.

- ¿Cómo está?- preguntó Fernando sin más preámbulos.

- No te voy a mentir- le respondió Laura observando en ese instante el dolor que surcaba el rostro del joven- Muy mal¿qué pasó¿Qué ha ido tan mal como para que volvierais en ese estado?

Fernando no dijo nada, simplemente introdujo la mano bajo su capa y con un terror reverencial sacó de ella una pequeña caja. Laura contuvo la respiración, y Fernando sin hacerse de rogar sacó de ella la taza de la fundadora de Hogwarts. Los tres chicos emitieron un sonido de sorpresa y Laura ocultó su rostro entre sus manos.

- ¿Por qué?- fue lo único que los labios de Laura alcanzaron a decir en ese momento.

- Por qué dijiste que era importante, que era de vital importancia.- Fernando hablaba entrecortadamente

- ¿Qué pasó? Hace un mes que os habéis ido- le dijo Laura.

- Estuvimos ayudando en varios frentes, Arthur, tu padre- dijo mientras miraba a Ron- nos avisó de problemas en varios sitios y fuimos a ayudar, nada importante. Pero hace dos semanas, vimos al Sr. Lestrange pasearse por Hogsmeade con total impunidad, Carlos se irritó con su actitud desvergonzada y poderosa y en ese mismo momento decidió que era un buen momento para infligirle un castigo.

- Carlos y sus venganzas- dijo Laura por lo bajo.

- Recordó tu interés por la taza y tus suposiciones de que esta se encontraba en propiedad del matrimonio Lestrange. – continuó Fernando como si no hubiera oído a Laura- Así que nos trasladamos a su casa y durante una semana analizamos sus movimientos. No vimos a Beatrix ni un solo día de los que estuvimos allí pero su marido no sólo se permite el lujo de disfrutar de su tiempo en Hogsmeade o el callejón Diagon sino que recibe la visita de amigos y celebra grandes fiestas en su casa.

Laura levantó la vista en este último comentario y su mirada quedó fija en la de Fernando preguntando con ella lo que no se atrevía hacer con palabras.

- También estuvo allí- Fernando meneó la cabeza- Llegó con Narcisa y Draco.

Laura no dijo nada simplemente asintió y con un movimiento de la mano le indicó que siguiera.

- Lo seguí en una de sus salidas mientras Carlos quedó vigilando la casa- continuó el slytherin- Y fue así como me enteré que el día de Navidad todos los mortifagos celebrarían una gran fiesta en casa del mismísimo Lord.

- No se pueden quejar tienen un jefe agradable- dijo Laura irónicamente.

- Carlos y yo preparamos nuestra entrada para ese día. Sabíamos que debíamos estar aquí, pero supusimos que el robo no nos llevaría demasiado tiempo y…si llegábamos a la noche con la taza el retraso sería justificado- la voz de Fernando comenzaba a hacerse más agitada- Poco antes del mediodía el matrimonio abandonó la casa, acompañados de dos de sus elfos domésticos. Carlos y yo no perdimos tiempo y nos dispusimos a entrar en ella.

Fernando miró ahora a los cuatro, toda la atención de ellos estaba fija en él.

- Todo iba bien- prosiguió todavía ligeramente nervioso- Carlos y yo estábamos revidando la planta inferior cuando de repente la puerta se abrió. La voz de Beatrix sonó en todo el rellano de la entrada mientras llamaba a un elfo doméstico, había olvidado el regalo de su sobrino Draco. Nos quedamos inmóviles, pero supongo que unos mortifagos como ellos son los mejores por algo, no sé si fue nuestro olor o nuestras respiraciones pero Beatrix supo que había alguien más allí.

Laura posó ahora su mano sobre el brazo de Fernando y este le agradeció el gesto acariciándola.

- Carlos me miró y simplemente me dijo: "sigue buscando". No lo dudé, ya conoces a Carlos y salió para enfrentarse a la dueña. La taza se encontraba expuesta en una gran vitrina de cristal, protegida con maldiciones imperdonables, pero tú ya nos habías puesto sobre aviso y no tardé más de 10 minutos en tenerla entre mis manos. Cuando salí al rellano la imagen era dantesca, Carlos estaba tumbado en el suelo- siguió mientras unas gruesas lágrimas empezaban a surcar su rostro- sangraba abundantemente y su cuerpo se convulsionaba mientras la risa helada de Beatrix se extendía por toda la casa. Me miró fugazmente, pero en ese momento su marido me atacó. Me libré de él como pude, y tras dejarlo inconsciente intenté enfrentarme a ella. No gané la batalla pero logré irla entreteniendo lo suficiente para irme acercando a Carlos, lo tomé de la mano mientras ella me lanzaba un cruciatus y con toda la fuerza que podía sacar me aparecí a las afueras de Hogsmeade. El resto ya lo supones.

- Madame Rosmerta te ocultó, te dio una habitación y una chimenea segura desde donde me avisaste- concluyó Laura por él.

Fernando simplemente asintió.

- Está muy mal, a parte de los cruciatus, y de sus heridas recibió también varios hechizos de magia oscura que le han producido heridas cercenadas- le dijo Laura.

- ¿Qué es eso?-preguntó Hermione sorprendida.

- Son heridas que no cierran, permanecen sangrando indefinidamente- le explicó Laura

- ¿Son graves?- le dijo Ron.

- Si lo son, te van matando lentamente, ya que estás perdiendo sangre de manera continua si no te mata antes la alta fiebre que las acompaña.

- ¿No tienen cura?- le preguntó Hermione.

- Si la tienen, pero no doy con ella. He leído más de 15 libros de pociones, pociones básicas, avanzadas, pociones blancas, negras, pociones para druidas pero aún no he encontrado la solución- le respondió Laura sintiéndose agotada por primera vez en 2 días.

- Pues si no lo logras tú que eras la mejor en eso- la voz de Fernando sonaba extrañamente resignada.

- Yo recuerdo esas heridas- dijo de pronto Harry.

- Eso es imposible Harry nosotros no hemos dado eso en el colegio, me acordaría- concluyó Hermione rápidamente.

- Ya lo sé pero yo leí su nombre en un libro- insistió Harry.

- ¿En qué libro?- le preguntó Laura.

- En nuestro libro de pociones avanzadas de sexto- dijo Harry lentamente.

- ¿Qué libro habéis usado este año?- preguntó Laura visiblemente sorprendida.

- Fabricación de Pociones Avanzado, por Libatius Borage- respondió Hermione ante el silencio de Harry.

- Harry creo que te has confundido, en ese libro no hay nada para heridas cercenadas- la voz de Laura sonaba desilusionada.

- No en el original pero sí en el mío.

Laura lo miró como si Harry se hubiera vuelto loco. Este ante el rostro de incredulidad de Fernando y Laura pasó a describirles su libro, como lo había conseguido, como se había fiado de él en las primeras pociones descubriendo que el príncipe era un genio en esa asignatura y como había engañado a Slughorn devolviéndole el libro que no era. En ningún momento mencionó que conocía la verdadera naturaleza del príncipe, y sus amigos debieron pensar lo mismo porque ninguno dijo nada al respeto.

- ¿Y dices que te deshiciste de él en la sala de los menesteres?- le preguntó laura.

- Si- respondió Harry

-¿Recuerdas que pensaste para entrar en la sala de los menesteres?- le volvió a preguntar Laura ahora mucho más despierta que un momento antes.

Harry cerró su mente por un momento, pero todo lo veía confuso, el ataque a Draco, el rostro de Snape, el ruido dentro de la sala. Entonces una idea cruzó por su cabeza, sin decir nada se levantó abruptamente de la silla y corrió escaleras arriba. Poco después bajaba con el pensadero, tomó su varita y fue dejando en el mismo todos los recuerdos de aquel momento, intentando dejar fuera los referentes a su ex – profesor de pociones. Tomó de la mano a Laura y ambos se sumergieron en la plateada sustancia.

Fernando, Ron y Hermione miraban fijamente el pensadero, aún temerosos de que en los recuerdos de Harry alguien pudiera hacerles daño. Los dos gryffindors asomaron poco después de 20 minutos.

- Bien, creo que tengo todo claro- la voz de Laura sonó en el comedor- Vais a permanecer aquí, encargaros de Fernando que aún necesita cuidados- dijo ignorando el bufido que el aludido soltaba por lo bajo-Los elfos saben que hacer con Carlos así que no os preocupéis. Esta noche me voy a hacer una visita a mi antiguo colegio.

- Espera¿Cómo piensas entrar en Hogwarts?- le preguntó Hermione.

- Eso señorita Granger es un secreto.

Laura sonrió maliciosamente ante su respuesta y sin mediar palabra comenzó a desayunar.


Reviews:

Hoy los reviews van contestados en general. Me alegra mucho que os esté gustando la historia, y sobre todo que me sigais leyendo. Espero no defraudaros a lo largo de la misma. Y ante vuestra insistencia de que aparezca el grandioso Severus, deciros que todo a su debido tiempo pero como comprendereis... su situación no es la más aconsejable para andar pululeando por ahí.

Saludos y Gracias.