Disclaimer: Los personajes no son mios. No gano nada con esto solo lo hago para divertirme.

EXPOLIERS LIBRO SEIS


La recuperación de Laura no fue tan complicada como los chicos pensaron en un principio y una semana después la joven gryffindor ya estaba dispuesta a dar guerra de nuevo. En su mente recuperar el espejo de Ravenclaw. Febrero daba sus últimos coletazos y Laura sabía que el tiempo no jugaba a su favor. Aquella mañana bajó como de costumbre a desayunar.

-Buenos días Laura- la saludaron alegremente los jóvenes.

-Buenos días chicos¿qué tal va todo?- les preguntó mientras se sentaba a la mesa ya sin señales de dolor en su cuerpo.

- Bien, aunque lo de cerrar nuestra mente no muy allá- le respondió Hermione visiblemente afectada por ello.

- Si sólo fuera eso. ¿Cómo sois capaces de no decir un hechizo en alto pero sí con la mente?- preguntó Ron.

Laura no pudo evitar reír en alto. Y los miró fijamente preguntándose como podían tres críos tan jóvenes asumir todo lo que se les estaba echando encima. Obvió sus preguntas que sabía serían contestadas con el tiempo y se puso deliberadamente seria.

- Tengo novedades- les dijo Laura atrayendo de repente la atención de los jóvenes.- Este fin de semana, Carlos, Fernando y yo vamos a ir a buscar cierto espejito mágico. Hace unos días nos llegó la copia que encargamos a un orfebre del callejón diagon y no queremos dilatar más el tiempo.

- Pero¿crees estar recuperada?- le preguntó Harry visiblemente preocupado.

- Estoy lo suficientemente recuperada. Mirad chicos, una vez que tengamos los objetos, aún tenemos que enfrentarnos a la necesidad de acabar con el alma de Voldemort encerrada allí dentro. – les explicó brevemente.

Los gryffindor se miraron entre ellos, analizando mentalmente las palabras dichas por Laura. Ellos mismos tenían la conciencia de que el tiempo se les estaba escapando de las manos.

- La casa quedará automáticamente protegida, no podréis salir de ella pero eso también incluirá que si alguien quiera entrar no puede- continuó explicando Laura- Sé que es duro, pero sólo es un único fin de semana. Sólo Carlos, Fernando y yo podremos vencer la resistencia a esa magia. ¿Alguna pregunta?

-¿Es seguro?- preguntó Hermione insegura- Es decir, si os pasa algo.

- Mañana sentiréis las fluctuaciones mágicas que se producirán al realizar las protecciones pertinentes- la voz de Laura se tornó muy seria.- Si me pasase algo la magia desaparecerá y volveréis a notar las fluctuaciones de magia. En ese momento la casa y vosotros estaréis desprotegidos. Recordadlo porque es muy importante. Si pasara algo, y ninguno de nosotros volviera debeis salir de la casa y buscar ayuda, en Hogwarts, en la madriguera o en el mismo ministerio.

- Pero... no te va a pasar nada¿verdad?- preguntó Ron.

- Eso nunca se sabe Ron, nunca se sabe.

Laura se despidió de los jóvenes, quedaban 24 horas para su partida y tanto ella como Carlos y Fernando aún tenían que poner en orden muchas ideas. Nadie los vio a lo largo del día, y poco antes del amanecer los tres gryffindors notaron las perturbaciones producidas por la magia en torno a la casa. Los tres cerraron los ojos en sus respectivos cuartos, tapándose fuertemente con las sábanas. Como quisieran que fuera todo una pesadilla, que cuando despertaran nada hubiera cambiado.

Laura, Carlos y Fernando se aparecieron en las afueras de Ermised. La lluvia amenazaba con caer copiosa y los tres cerraron sus capas sobre ellos. Se miraron una vez más, y sin saludarse si quiera cada uno tomó un camino distinto hacia el pueblo. El día pasó para los tres bastante despacio, transformados en diversos personajes con la poción multijugos realizaron varias visitas a la casa que albergaba el espejo, analizando todos y cada uno de los movimientos de los allí presentes. Poco después de la caída de la noche, los tres volvían a tomar posiciones en torno a la casa. Suponían que el Lord no sería tan tonto como para no dejar el espejo sin protección y así fue. Poco a poco cuatro mortifagos fueron situándose estratégicamente para vigilar la casa. No tenían nada especial, nada que los delatara pero para unos magos como ellos era difícil no sentir la magia que los acompañaban. Los tres observaron pacientemente a todos y cada uno de los mortifagos, sus rostros, sus ojos, pero ninguna cara de las allí presentes les decía nada. Dos de los mortifagos se colocaron en la zona principal, juntos, charlando entretenidamente como dos buenos amigos, otro entró en la casa y el tercero se dirigió a la parte de atrás a un oscuro callejón.

El domingo no trajo cambios en la rutina de Fernando, Carlos y Laura, transformados con la poción multijugos volvieron varias veces a la casa como simples turistas pendientes de todos y cada uno de los detalles.

La luna se abrió paso entre las nubes que encapotaban el cielo, Laura corría hacía el bosque donde suponía estarían esperando Fernando y Carlos. Los tres se miraron mutuamente como comprobando que cada uno era realmente quien debía ser.

-Son cuatro- empezó Carlos sin dilatarse más en el tiempo.

- Dos en la entrada, uno dentro y el último en el callejón- añadió Fernando.

-Yo me encargo de los dos de la entrada- dijo Carlos sonriendo pícaramente- Tengo una rubia guardada en el bote...

Fernando y Laura sonrieron ante la visión de Carlos transformado en una rubia despampanante.

- Yo me encargo del que está en el callejón, trabajo rápido.- intervino Laura.

- Perfecto, yo me deshago del de dentro y doy el cambiazo- dijo Fernando.

Todos asintieron e inclinando levemente la cabeza se despidieron cada uno por caminos distintos. Laura se apostó escondida en el jardín que domina la calle de enfrente a la casa. Observó como los dos mortifagos se sentaban en su banco habitual y reían, de pronto una rubia impresionante entró en su campo de visión. Con unas curvas espeluznantes se paró justo delante de los mortifagos y sonriendo abiertamente se dispuso a hablar con ellos. Laura no podía oír lo que Carlos les estaba diciendo pero ante la cara de tontos de los dos mortifagos supuso que estos lo estaban pasando en grande. Se levantaron del banco y tras mirar a ambos lados se cogieron a ella, cada uno por un lado y abandonaron la zona. Laura se dirigió entonces al callejón, varita en mano. Su primer paso fue lento, había algo que la desconcertaba, era como si tuviera la impresión de que algo no estaba saliendo como esperaban. Agitó la cabeza, Fernando entraría dentro de poco en la casa y para entonces el mortifago del callejón ya debía estar fuera de combate.

Con la sensación de malestar que la embargaba se dirigió a la parte trasera de la casa, una pequeña calle se extendía allí. Observó pacientemente en la oscuridad, y comprobó que el joven mortifago se encontraba en el lugar habitual. Sus pasos, lentos y silenciosos la llevaron a colocarse tras él. Levantó la varita, y susurró un conjuro. El mortifago cayó a sus pies inerte.

- Vas a tener una larga noche- dijo Laura por lo bajo.

Se arrodilló para quitarle su varita, que arrojó lejos y se dispuso a esconderlo. Tras arrastrarlo ligeramente lo tapó con dos cajas que había tiradas en el callejón. Se levantaba cuando notó una varita pegada a su sien.

- Un movimiento en falso y eres hombre muerto- dijo el mortifago.

Laura se estremeció ante el sonido de la voz, la sarcástica modulación de la misma. Se giró lentamente con las manos en alto. Los ojos del mortifago se posaron en los suyos y ella se volvió a perder, como tantas veces había hecho antes, en los ojos de su atacante. Laura levantó la mano hacia su capucha y se la quitó.

- Laura...- fue el susurro de Snape.

- Profesor Snape- mantuvo una aparente máscara de frialdad Laura.

Severus acusó el golpe, no sólo de verla allí sino también de la frialdad con la que pronunció su nombre. El Lord no confiaba demasiado en los jóvenes mortifagos encargados de la protección del espejo, y aquella noche había decidido que Severus les hiciera una visita. El ex-profesor de Hogwarts, llegó poco antes de que anocheciera, y observó asombrado los sucesos que tuvieron lugar poco después. Desconfió de la joven rubia que cautivó a los dos mortifagos pero se sorprendió más al observar que alguien más oculto entre las sombras observaba la escena. Supo entonces que todo era un plan perfectamente trazado para robar el espejo, y se preguntó como Voldemort podía ser capaz muchas veces de adelantarse a los acontecimientos. Siguió al que él creía era un joven hacia la parte trasera de la casa, prestando atención a sus sigilosos pasos. No intervino cuando lo vio atacar al joven mortifago, simplemente los dejaría hacer. Cuando lo vio allí agachado, preocupándose aún en su situación del enemigo, un atisbo de tristeza lo alcanzó y sin pensar si quiera lo que hacía quiso saber quien era el portador de tanta ternura.

Ahora miraba fijamente a su esposa, a la que no había visto en seis años. Laura lo miraba fijamente, como queriendo retener los detalles del rostro de su marido.

- ¿Vais a robar el espejo?- preguntó Severus sin saber realmente porque lo hacía.

- No, estamos de vacaciones- le respondió Laura insolentemente.- ¿Me vas a matar, Snape?

- Laura...- dijo Snape mientras avanzaba hacia ella.

Unos pasos rápidos en la acera los sobresaltó y Severus se puso delante de ella, ocultándola a la vista.

-Snape, no sabía que estabas aquí- se sorprendió uno de los mortifagos que habían acompañando antes a la rubia de Carlos- Hay movida en el ministerio de magia el Señor Oscuro nos reclama.¿Y Oliver?

- No lo he visto, pensé que debía estar aquí- dijo señalando el callejón- Ya he notado su llamada – añadió mientras acariciaba su brazo- Adelantaros nos vemos allí.

Severus se giró entonces mirando de nuevo a Laura.

- Estuve allí aquella noche- susurró esta con lágrimas en los ojos.

- Es mi misión- le dijo Severus sin mostrar el dolor que lo carcomía por dentro.

- Morirás si sigues con ellos- Laura lo miraba tristemente.- Morirás de todos modos.

- Y lo daré por bien empleado si libero al mundo del Señor Oscuro- razonó Snape.

Severus se acercó a su esposa, sabía que debía volver con el Señor Oscuro al ministerio, pero estaba allí tan cerca, después de seis años. La tomó por la cintura y sin despegar de ella sus temibles ojos negros la besó tiernamente. La pasión que habían compartido en los tres años de matrimonio pronto se desató entre ellos y sin poder remediarlo, Severus la empujó contra la pared del callejón.

- Te necesito- le susurró a Laura al oído.

Laura no contestó pero no impidió que Severus continuara con su ataque a su cuello. Cada beso, cada caricia despertaban en ellas profundas sensaciones olvidadas. No le importó que estuvieran en un callejón oscuro y sucio, ni que el frío de la noche fuera tan helado como un témpano de hielo. Severus deslizó sus manos por debajo de la capa de Laura, sorprendiéndose no sólo de su propia excitación sino también de la de su esposa. Un sentimiento de orgullo lo llenó internamente, esa mujer todavía lo recordaba, todavía amaba cada caricia, cada beso que él le prodigaba. Laura bajó su mano a la entrepierna de su esposo, notando la creciente excitación de este y el sonido ahogado que salió de su garganta. Severus la miró de nuevo, asombrándose de la osadía de su mujer, y sonrío por lo bajo sabiendo que Laura nunca dejaría de sorprenderle. Las manos de Severus fueron hacia sus pechos, masajeando sus pezones erectos. Un objeto frío las rozó y Severus por instinto lo apresó entre sus manos. Su extraña habilidad le llevó a reconocerlo por el tacto, y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios al saber que su esposa llevaba el colgante que le regaló en Navidad. Un ruido en la calle principal les hizo separarse bruscamente.

- Tengo que irme- le dijo Severus mirándola fijamente y acariciando su rostro- Laura, escúchame por favor, no te metas en problemas.

- No en tantos como usted profesor- volvió a responder fríamente.

Severus se debatió internamente en decirle a esa mujer lo que realmente sentía por ella, pero el dolor de separarse de ella, de abandonarla fue más fuerte. Quizás si ella no supiera la verdad, sería más fuerte para continuar. Severus la besó una vez más y sin decir nada más se cubrió de nuevo el rostro y se giró.

- Dale recuerdos a Cissa de mi parte- dijo Laura indiferentemente.

Un dolor penetrante volvió a atravesar a Severus. Laura escuchó el ruido típico de una desaparición, sus sentidos se pusieron entonces en alerta y sin mirar si quiera al mortifago que seguía allí tumbado se dirigió al encuentro de Carlos y Fernando.

Fernando apuraba sus pasos fuera de la casa ajeno a lo que podía estar pasando, donde Carlos lo esperaba aún con un ligero toque rubio en sus normalmente oscuros cabellos.

-¿Qué sucede?- preguntó Fernando ante la visión de sus compañeros visiblemente excitados.

- No lo sé, se echaron la mano sobre sus brazos y sin despedirse si quiera abandonaron el bar- les dijo Carlos

- Parece ser que hubo un ataque contra el ministerio de Magia- dijo Laura.

Los otros dos la miraron sorprendidos, no solo por su información sino también por el ligero temblor que acompañaba a su voz. Laura respiró profundamente y lo más brevemente que pudo les resumió su noche, el ataque al mortifago llamando Oliver y su encuentro con Severus. Omitió ciertos detalles, aunque para sus amigos no pasó desapercibido no sólo su nerviosismo sino también unas ligeras marcas que portaba en su cuello.

- Debemos ir a ayudar- dijo Fernando colocándose de nuevo la capucha sobre su cabeza.

- Espera- lo frenó Laura- ¿Has recuperado el espejo?

- Si, una vez que me deshice del mortifago que vigilaba la puerta todo fue pan comido- dijo ocultando su nerviosismo.

- Debes volver a casa- le dijo Laura entonces- Debes llevar el espejo a lugar seguro.

-No, yo voy con vosotros- razonó Fernando.

- No, Fernando, debes volver a casa, el espejo es esencial, nosotros no- dijo Carlos mientras le acariciaba tiernamente el rostro.

Fernando asintió levemente y con un ligero movimiento desapareció. Laura miró a Carlos y los dos se aparecieron en las proximidades del ministerio. La imagen era dantesca, un gran número de mortifagos atacaba uno de los emblemas del mundo mágico, sin temor, sin compasión. Laura cerró los ojos un momento sobrecogida por la magnitud del hecho. Carlos se acercó a ella.

- Creo que nos necesitan- le dijo al oído.

Ambos sacaron sus varitas y apretándose ligeramente las manos en señal de afecto avanzaron hacia el edificio. Los aurores hacían lo indecible para mantener a los mortifagos fuera del ministerio, pero tal y como Carlos y Laura pudieron comprobar al acercarse eran demasiado jóvenes o demasiado inexpertos.

Laura se fijó entonces en una cabeza pelirroja que corría entre los caídos.

- Arthur- chilló entre los gritos y los hechizos.

El aludido giró rápidamente e intentó esbozar una leve sonrisa.

- Han atacado varias zonas. Parte del callejón Diagon está en llamas, y Hogwarts está siendo rodeado- dijo nervioso- El ministro ha desaparecido, y yo... he tenido que tomar el control. He repartido los aurores pero no puedo más.

- Carlos y yo estamos aquí, tranquilo.- intentó tranquilizarlo Laura.

En ese momento un trozo del techo se vino abajo y Laura se apartó, varita en mano miró de nuevo las escenas que se desarrollaban a su alrededor. Respiró fuertemente y se dispuso a luchar.

La noche pasó para Laura como una mala pesadilla, abrió los ojos lentamente cuando el amanecer despuntaba en una de las ventanas del ministerio. Le dolía todo el cuerpo y sangraba por algunas de la gran cantidad de heridas que ahora dibujaban su cuerpo. El silencio se había instalado en el ministerio, en el mismo lugar donde solo unas horas antes sólo se oían gritos de angustia y dolor. Se levantó como pudo y buscó entre los allí presentes a Carlos. Arrodillado en el suelo intentaba reanimar a un joven que había dado su vida por mantener a salvo la última puerta del Ministerio, la entrada a los secretos ministeriales. Laura se arrodilló con él, y puso su mano en el cuello del joven, su pulso había desaparecido, y una leve frialdad en el cadáver le indicó a Laura que llevaba varias horas muerto. Tomó entre sus manos las de Carlos e intentó separarlo del joven.

-Está muerto- le dijo Laura- Ya no puedes hacer nada por él.

Carlos la miró fijamente y Laura vio en sus ojos el miedo y la tristeza. Su rostro volteó entonces de nuevo hacia el joven, su mano retiró la capa que cubría su rostro, una corta cabellera pelirroja apareció entonces delante de Laura. Esta contuvo el aliento y las lágrimas se agolparon furiosas en sus ojos.

- Percy Weasly- fue lo único que pudo susurrar antes de romper a llorar.

Sus recuerdos se hicieron entonces tan borrosos como las lágrimas que nublaban su visión. Fue trasladada a San Mungo, y desde allí recibió las noticias de aquella noche. Había sido una noche sangrienta, el callejón Diagon había sido incendiado y muchos de sus comerciantes habían perdido no sólo sus negocios sino también su vida.

El ministerio se había convertido en una tumba para la mayoría de los jóvenes aurores, que lucharon por mantenerlo a salvo. La huída del ministro corrió como regueros de pólvora, y ante el asombro de la mayoría de magos y brujas el ministerio en consejo especial había nombrado a Arthur Weasly nuevo ministro.

Hogwarts tampoco había salido bien parado. La profesora Trelawery había muerto en el enfrentamiento, y la profesora McGonagall se debatía entre la vida y la muerte en el mismo Hospital donde Laura recibía ahora el alta.

Esta estaba parada delante del mostrador principal, esperando que un médico firmara su alta. Sus ojos se posaron entonces en el Diario del Profeta, que se hacía eco no sólo de los ataques sino también de la muerte del hijo del nuevo ministro. Una foto de Molly desconsolada acompañaba el titular. Los ojos de Laura se llenaron de lágrimas y por un momento se preguntó como le diría ella a Ron lo que había pasado.

-Esta es su alta. Srta. Miller. Espero que acabe de recuperarse satisfactoriamente- la saludó la enfermera.

-Muchas gracias.

Laura se giró para encontrar a Carlos que la esperaba cerca de la puerta.

-Srta. Miller- se sonrió Carlos- Curioso apellido.

Laura no contestó, pero sus ojos se posaron en el parte de alta del propio Carlos que había sido cubierto de manera análogo al de ella con un nombre y un apellido falso.

- Vete yendo a casa. Tengo que hacer algo antes de marchar- le dijo seriamente.

- No llegues muy tarde- le dijo Carlos.

Laura vio como Carlos se alejaba hacia la puerta del hospital, caminaba lentamente como si cada paso que diera fuera un calvario de espinar. Laura no tomó el mismo camino y girando a la derecha tomó el pasillo que la llevaba al ala donde estaban ingresados los pacientes más graves. La enfermera de la puerta le sonrío alegremente y le facilitó una indumentaria especial para poder entrar. Laura se veía ridícula con aquel gorro, aquellos extraños protectores para los zapatos y la horrorosa bata verde que le habían obligado a ponerse. Sus pasos eran ahora más lentos que al principio, y se preguntaba si sería realmente correcto todo lo que estaba haciendo. Se paró delante de la habitación 112 y antes de que pudiera si quiera tomar entre sus manos el pomo de la puerta, esta se abrió dando pasó a un joven médico que la miraba sorprendido.

- Buenos días doctor- lo saludó Laura cordialmente.

- Buenos días¿es usted un familiar?- preguntó señalando con un leve movimiento de cabeza la puerta por la que acababa de salir.

- Si, soy su hija- mintió Laura.

- ¡Ah! Srta. McGonagall, supongo- la interrogó el médico con la mirada.

- Si, soy yo.- sonrió la joven.

- Su madre se encuentra ya fuera de peligro. Debe descansar mucho para recuperarse- le explicó mientras consultaba sus notas- Le daremos el alta próximamente. Ahora está dormida pero si quiere puede pasar a verla.

Laura sonrió al médico y sin demorarse más se internó en la habitación. Cerró la puerta con cautela, pendiente de que Minerva no se despertase. Tomó asiento en una silla al lado de la cama, y tomó la mano de la jefa de los leones entre la suyas propias. Comenzó a acariciarla tiernamente. Nunca había sido capaz de discernir sus propios sentimientos hacia esa mujer. Sabía que siempre había estado allí cuando la necesitaba. Fue la primera que acudió a consolarla la noche que se enteró de su compromiso irrompible con el profesor Snape. Fue la que durmió al lado de su cama, cuando se rompió varias costillas en un partido de Quiddicht contra los Slytherins. Fue la única que supo que iba abandonar Hogwarts antes de que lo hiciera, y como una madre que ama a sus hijos a pesar de todo, ella no la juzgo simplemente aceptó todas y cada una de sus acciones.

Laura había discernido sus propios sentimientos para con la profesora McGonagall aquella mañana, la admiraba, la quería, había sido como una madre para ella y quizá necesitó la distancia o el dolor para saberlo. Tenía miedo que le pasara algo y no pudiera decirle lo que sentía, tenía miedo de que igual que el director desapareciese de su vida. Laura ocultó su rostro lloroso entre sus manos.

- No llores, no pienso irme hasta que estés preparada para hacerte cargo de la casa de los leones- dijo una débil voz.

Laura descubrió su rostro mostrando una débil sonrisa, Minerva le devolvió la mirada de sus profundos ojos negros, y Laura rompió a llorar.

- Lo siento, lo siento tanto. Minerva, yo...- dijo Laura dejándose acariciar por la profesora.

- Lo sé Laura lo sé, yo también te he echado de menos, yo también te quiero.

Laura la tomó nuevamente de las manos y la acarició. Minerva se dejó hacer, había perdido demasiado en esta guerra y necesitaba algo más que la satisfacción de volver al colegio. Laura la puso al día de los sucesos, el ataque al callejón Diagon, y el del ministerio, el nombramiento del Señor Weasly como ministro y la muerte de Percy.

- Necesito que me hagas un favor- le dijo muy seria Minerva- Necesito que le digas a Arthur que tengo que hablar con él, es muy urgente.

Laura la miró fijamente y asintiendo levemente le sonrío. Habían pasado más de dos horas, y Laura sabía que Minerva debía descansar, aunque la mayor parte del peso de la conversación lo había llevado la joven, la profesora empezaba a mostrar leves gestos de cansancio. Laura abandonó el hospital tras despedirse de la profesora.

Sus pasos la llevaron al callejón Diagon que aún mostraba los signos del ataque del día anterior, buscó la lechucería que milagrosamente aún seguía en pie, y tras garabatear una rápida nota para el nuevo ministro, se perdió rumbo al Londres muggle.

El taxi la dejó delante de la puerta de la casa de sus padres y Laura se bajó lentamente. No sabía porque pero ahora necesitaba ir allí, lo necesitaba. La puerta de la entrada se abrió y su madre apareció en el umbral mirando a su hija fijamente. Laura cruzó corriendo el jardín y se perdió en los brazos que gustosos la esperaban abiertos.

Laura pasó la tarde en su casa, su madre se empeñó en revisar ella misma todas y cada una de las heridas que portaba sus hija. Sus hermanos se sorprendieron de verla allí y su padre disfrutó echando una partida de ajedrez que como siempre la joven gryffindor perdió. Ahora, la noche cubría toda la ciudad, pero Laura se mostraba inmensamente más tranquila. Volteó en la puerta del jardín para despedirse de su familia, y se preguntó cuando podría volver a disfrutar de estos momentos.

Llegó a su casa poco después de las nueve, tres jóvenes la esperaban sentados en las escaleras de la entrada. Laura los miró y fue consciente de que ahora debía empezar a enfrentar los sucesos de la noche anterior.

- Buenas noches- dijo a modo de saludo.

Los tres la miraron evaluando las heridas de la joven, y alegrándose internamente de que se encontrara bien. Cuando Fernando volvió sólo y preocupado, y después Carlos también llegó sólo llegaron a pensar que a Laura le había pasado algo y que ninguno tenía el valor suficiente para decirlo.

- Creo que deberíamos ir al salón- dijo Laura.

Hermione, Harry y Ron la siguieron. Laura los miró una vez más y con un ligero movimiento de cabeza les indicó que se sentaran. La joven, observó el nerviosismo de los jóvenes y sin poder evitar el suyo propio comenzó a hablar. Les habló del ataque a Hogwarts, de la muerte de la profesora de adivinación, de las heridas de la directora. Después le relató, el ataque al callejón Diagon, el incendio, sus propias sensaciones al pasear hoy a la mañana por él. Supo entonces que había llegado el momento, y con una inusual seriedad en ella se dispuso a narrar su noche en los ministerios. Su voz se quebró en algunos momentos, pero sabía que debía hacerlo, que debía ser fuerte. Por algún motivo que no alcanzaba a entender su mano jugueteaba con el colgante que su esposo le regalara en navidad.

-Murió como un héroe Ron, pero no se pudo hacer nada por él- dijo Laura que ahora no dudaba en mostrar una gruesas lágrimas cayendo por su rostro.

- Habíamos discutido pero... era mi hermano- le respondió Ron que lloraba abrazado a Hermione- ¿Cómo está mi madre?

- Mal, no te voy a mentir. También tu padre, pero...- Laura lo miró fijamente- Ahora...Tu padre es el nuevo ministro de magia.

- ¿El Sr. Weasly es el nuevo ministro?- preguntó Hermione sorprendida.

- Como os he dicho el ministro huyó y tu padre se encargó de proteger el ministerio- respondió agarrando entre sus manos la manos de Ron que intentaba dejar de llorar.- Ahora ellos te necesitan. Creo que Ron debería descansar. Hermione acompáñalo a su cuarto- le dijo Laura a la joven- Mañana Carlos y Fernando te acompañarán a tu casa. Nosotros también asistiremos al funeral pero bajo la acción de la poción multijugos.

- Gracias – susurró Ron abrazando a Laura.

Los dos jóvenes abandonaron el salón.

- Creo que Ron va a necesitar a un buen amigo para superar esto- le dijo Laura a Harry.

-Percy no era como todos creíamos- comentó Harry casi para si mismo.

- A veces cometemos el error de juzgar a las personas sin llegar a conocerlas- le explicó la joven gryffindor.

Harry la miró de nuevo, y tras desearle buenas noches se dirigió a su cuarto. Laura se sentó en el salón, sus manos recorrieron su cuello, parándose en las marcas que sólo 24 horas antes Severus había trazado sobre el mismo, las marcas de una pasión que no podían negar.

Flash Back

Laura estaba sentada en su dormitorio, llevaba seis meses de feliz matrimonio, porque eso era lo que tenía un feliz matrimonio, pero aún notaba que faltaba algo. Sus amigas hablaban de la pasión de sus parejas, de la falta de control de sus novios cuando estaban con ellas, pero Severus no era así. Severus era dulce y tierno, sensual y le hacía el amor de una manera casi reverencial. Pero no era apasionado, no daba la sensación de perder la cabeza por Laura en ningún momento. Era como si cada encuentro estuviera programado, no había sitio para la improvisación en su vida. Se preguntó si Severus fingía aquello como una gran obligación y se encontró a si misma añorando un encuentro apasionado, un sólo momento en que Severus pudiera perder la cabeza.

Laura se desabotonó intencionadamente varios botones de su camisa escolar y quitándose su jersey bajó a recoger a su esposo a su última clase. Los alumnos ya se desplazaban al gran comedor para el almuerzo y Laura sonriendo pícaramente entró por la puerta cerrándola a sus espaldas. Severus recogía unas pociones en su escritorio y sin ni siquiera revolverse usó su más temible voz.

- ¿Desea algo?

- Si, a ti- fue la respuesta clara y contundente de Laura.

Severus se giró entonces lentamente, mirando fijamente a su esposa que se encontraba sentada sobre uno de los pupitres mirándolo seductoramente. Observó el nacimiento de sus senos a través de la blusa ligeramente desabotonada y como ésta al abrir las piernas sobre la mesa le mostraba tímidamente sus muslos cubiertos sólo por el calcetín escolar. Severus se humedeció los labios, y movió ligeramente su cabeza intentando borrar la imagen de su esposa de su cabeza. Estaba turbado y una leve excitación empezaba a crecer en sus pantalones.

Sonrío traviesamente y se acercó a Laura. Esta lo miraba fijamente y se recorría los labios con la lengua. El estoico profesor de pociones estaba asombrado, asombrado pero también muy excitado. Tomó a Laura bruscamente de las manos y la llevó a su despacho, sólo una habitación más allá. Un hechizo libró la mesa de todo impedimento, y allí sin pararse si quiera a mirar si la puerta estaba cerrada arrojó a su esposa. Levantó la falda de la misma, y perdió su cabeza en el interior de sus piernas, Laura se arqueó ante el contacto de la lengua de su esposo con su clítoris y no pudo ahogar un grito que salió de su garganta. Severus elevó entonces sus manos, y sin dejar de recorrer la feminidad de su mujer con su lengua masajeó sus pechos y pezones. Se sorprendió de la gran excitación de la misma y se preguntó que la habría llevado a aparecer así en su clase.

Severus pensó por un momento a llevar a Laura al éxtasis y disfrutar de la visión de su esposa culminando ante sus atenciones. Pero egoístamente quiso disfrutar también de ese momento, si Laura lo había ido a buscar sería por algo. Se levantó obteniendo un leve gruñido de respuesta de la joven gryffindor, y Severus liberó su miembro de la cárcel a la que estaba sometido. Laura le sonrío satisfecha al verlo y se acercó más a él. Severus no podía o no quería esperar más y con un sólo movimiento se hundió en el cuerpo de la prefecta. Laura gimió ante la invasión de su profesor de pociones y comenzó a moverse salvajemente elevando si cabe más la excitación de su esposo. Severus notó como Laura alcanzaba el orgasmo, y seguidamente él también se corrió en el interior de su esposa. Se separaron lentamente y Severus lanzó un hechizo limpiador.

- ¿Y esto?- preguntó a Laura que ya se disponía a salir del despacho.

- Quería saber si te podía hacer perder el control por una vez- le respondió mientras cerraba la puerta tras ella.

Fin Flash Back

Laura recordaba como cambió su vida. Severus era capaz de ser el amante más tierno y entregado, pero a la vez el más pasional y salvaje. Había tenido siempre iguales dosis de pasión y amor, sorprendiendo a su esposo con su entrega. Sus manos seguían recorriendo las marcas que Severus había hecho en su cuello, sabía que mañana no tendría ninguna y se lamentó de no poder hacer lo mismo con las que el duro y frío Profesor Snape había dejado en su corazón.


Reviews:

Winter: Claro que sabe que la quiere, ella cree que hasta cierto punto su matrimonio funciona pero el tiempo muchas veces nos hace dudar de lo que realmente creemos. Realmente el medallón es el mismo, pero no quería alargar la historia buscándolo entre las cosas de Kreacher, solamente me interesaba para deshacerme de otro horcrux.
No sé la longitud exacta pero sobre 18 capítulos más o menos.

Marilar: ya te envié un correo. Me alegro que te guste el fic.

NessaSnape 5: No puedo responder a que hace Laura por las tardes aunque el fic puede daros alguna pista. Sobre los sentimientos de Laura por Severus, ella sabe lo que siente pero lo que no sabe es lo que siente él.

Replika: Cuando pienso en un fic, tengo principio y final y normalmente los puntos claves de la trama que se va desarrollando. Después al ir escribiendo puede que se alarga un poco más o no.

MaluSnapeRickman: Puede que tus deseos se hagan realidad... no lo sé, o mejor dicho si lo sé, pero no te lo puedo decir.

Kalid: Narcissa una mujer impresionante... siento que te haya parecido lento, pero a veces es necesario la descripción de sucesos o lugares y siempre se hace más espeso.

Amsp14: Carlos, es un hombre adulto y a veces los mayores tienen la mala costumbre de tener la razón.

Gracias a todos por seguirme leyendo y sobre todo por vuestros reviews. Como veis Laura sigue recordando. Para los amantes de los libros decir que en los próximos capítulos modificaré la historia original de Rowling, me voy a tomar lo que se dice licencias literarias que espero no molesten a los lectores. Al fin y al cabo es mi historia.

Gracias