Problemas de perspectiva
A Harry le zumbaban los oídos de la ira y el que Ron maldijera por lo bajo no lo ayudaba. Pero tenía que concentrarse. Eran el último EXTASIS y el de pociones, el más difícil; si no sacaba una calificación bien alta no podría llegar a ser auror nunca.
Claro, Snape no lo ayudaba. Injustificadamente había reprendido a Hermione y la había hecho sentarse en el escritorio con él. Según sus palabras: "Para que no se le ocurriera dictarle las respuestas a sus inútiles amigos". ¡Por suerte no le había sacado puntos también!
De repente se escuchó un fuerte golpe. El profesor se había puesto de pie de pronto y había golpeado con los puños el escritorio. Más pálido que nunca, miraba a la chica con una furia infinita.
–¡Señorita Granger! –dijo en un silbido amenazador–. ¿Sería tan amable de quedarse callada y quieta durante el examen?
–¡Es un déspota! –murmuró Ron, sin apartar los ojos de su amiga–. Si no le gusta que tararee, no la hubiera llamado a su escritorio.
La muchacha estaba parada muy derecha, mordiéndose los labios con una fuerza inusitada. Parecía que le costaba mucho mantener el control de sus emociones y no podía evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas. Pero no derramó ninguna… ¡Hermione era fuerte!
–¡Ya nos la pagará! –Prometió Harry a su amigo, prácticamente sin mover los labios.
Le pareció un gesto infantil, aunque no pudo evitar sentir una profunda ternura, cuando sintió su pie descalzo rozándole el tobillo. Incluso lo hizo sentir algo culpable, era como un recordatorio de lo joven que era. Pero la quería, por eso le había ordenado que se sentara cerca.
Palideció hasta el blanco de los ojos cuando el pie ascendió con rapidez hasta su entre pierna… ¡Eso ya no tenía nada de infantil! Apretó los dientes tratando de controlar sus reacciones. No le iba a dar el gusto de ponerse nervioso. Sobre todo porque ella seguía lo más tranquila contestando su examen y tarareando mientras lo hacía; siempre tarareaba mientras escribía.
Disimuladamente, echó la silla hacia atrás, tratando de evitar el contacto. Hasta que ya no pudo soportarlo. Se paró de golpe, pálido de la vergüenza.
–¡Señorita Granger! ¿Sería tan amable de quedarse callada y quieta durante el examen?
¿Cualquier de los alumnos podría haberse dado cuenta? ¿Cómo podía ser a veces tan irresponsable?
Se molestó mucho más al verla. A penas podía contener la risa mordiéndose los labios y lágrimas de hilaridad le llenaban los ojos.
