Capítulo II:
Problemas de vestuario
Entonces, cuando creía que nadie diría nada y ella tendría que romper el hielo, Harry empezó a aplaudir con entusiasmo y una sonrisa se dibujó en su rostro. Ron permanecía callado, pero luego se unió al aplauso algo aturdido.
–¡Hermione, no sabía que cantabas y tocabas tan bien! –dijo Harry alegremente.
–Gracias… –se sonrojó.
Quizás fueron sólo unos segundos de silencio, pero a Hermione le parecieron eternos. Ella no estaba acostumbrada a la exposición pública y menos de sus sentimientos. Agradeció a Merlín que ellos no se hubieran fijado en la letra de la canción.
–¿A quién se la escribiste? –preguntó Ron algo reprochante, hablando por primera vez y tirando abajo las esperanzas de la bruja.
–Para nadie –dijo tan deprisa que era difícil creerle y aún más si el juez era Ron Weasley.
–¿Cómo que para nadie? –insistió.
–No… los cantantes no siempre escriben canciones de historias reales… –se defendió.
–¿Ahora eres una gran compositora?
–Pues no, pero…
Harry observaba la escena en silencio, miraba a uno y a otro como si sus ojos fueran una pelota en un partido de ping-pong. Estaba demasiado acostumbrado a esas peleas y sabía que lo mejor era no meterse, quizás fuera preferible cambiar de tema… otra vez.
–Bien y… ¿Dónde dormiremos? –fue lo primero que se le ocurrió.
Hermione miró a Harry sin comprender, estaba demasiado compenetrada en la discusión. Es que si el fin era tener la razón, Hermione Granger se aboca totalmente al caso. Ella sacudió su melena ligeramente y volvió al presente: 19 de septiembre de 1997, su cumpleaños número dieciocho.
–Eh sí –le contestó a Harry y luego le lanzó una mirada de odio a Ron.
Abrió una puerta que estaba a la derecha de su habitación y pasaron a un baño. Era algo compacto, así que con dificultad cabían los tres en él. Aún así, era muy bonito, con azulejos celestes y un gran espejo que Hermione evitó mirar, no le gustaba ver su reflejo. Sobre la mesa del lavabo había cinco pociones para el cabello, que a los ojos de cualquier muggle hubieran parecido cremas normales. Enfrentado al espejo, había una puerta corrediza que estaba entreabierta, dejando ver una ducha y enfrente de la puerta que daba a la alcoba de Hermione, había otra puerta, ésta de perilla.
–Lindo baño, Hermione… pero, no creo que sea tan lindo como para dormir en él –dijo Ron entre asustado y divertido.
–No seas tonto, su habitación será ésta. –dijo ella abriendo la otra puerta de perilla.
Entraron a la alcoba que iba a pertenecer a la hermanita de Hermione, claro que nunca había sido usada porque su madre había perdido el bebé. La habitación estaba en penumbra, pero aún así, se podía ver el color rosa claro en las paredes. Había una cuna de madera resquebrajada por el tiempo a un costado y a su lado, varias cajas.
Hermione cruzó la alcoba y se dirigió a la ventana para abrir la persiana. Así entró un poco más de luz, dejando ver el polvo cósmico volando por todo el lugar.
–Creo que está bien –dijo Harry por fin– he dormido hasta en un armario, así que me hubiera conformado con el baño también.
Los tres amigos rieron.
–Pero, Hermione¿a tu madre le gustara esto? –dijo Ron preocupado.
–No lo sé.
Entonces un ruido de llaves se oyó desde el piso de abajo y la voz del papá de Hermione gritó "Hija, ya llegamos".
–Creo que pronto lo averiguaremos… –comentó Harry.
Hermione salió de la alcoba por una puerta que había a la derecha y bajó lo más rápido que pudo las escaleras, seguida de Harry y Ron que no tenían aquella practica con los escalones. Cuando llegó al hall, su padre se estaba quitando el sombrero y poniéndolo en el perchero y su madre estaba cerrando la puerta.
–¡Tengo visitas! –dijo Hermione con entusiasmo señalando a sus amigos. Pero sus padres no los vieron y siguieron haciendo tareas.
–Ya lo sabemos querida, hoy es tu cumpleaños, las visitas llegan en tres horas… –dijo su madre que aún luchaba con la cerradura.
Hermione sacó su varita y con ella cerró la puerta. La señora Granger se dio vuelta enojada y le dijo:
–¿Cuántas veces te he dicho que no uses la magia cuando yo estoy haciendo… –pero no terminó porque vio a Harry y Ron parados al lado de Hermione, algo nerviosos.
–¡Muchachos! –gritó ella con alegría, acercándoseles y dándoles un cálido apretón de manos.
El señor Granger se dio vuelta también a estrecha sus manos y dijo:
–¡Que agradable sorpresa! Pero hija… no nos dijiste que vendrían.
–Es que no lo sabía, llegaron de sorpresa…
–Pensábamos quedarnos el fin de semana… si no es molestia –dijo Harry evitándole a Hermione tener que decirlo ella.
–Oh… –exclamó la señora Granger mirando a su marido– Bien, podrían dormir en el living, el sofá se hace cama…
–Trajimos nuestras camas en nuestras maletas, muchas gracias –dijo Ron señalando las valijas que aún estaban en el living.
El señor y la señora Granger se miraron sorprendidos, pero no les tomó más de dos segundos darse cuenta de que las valijas estaban embrujadas para que entraran más objetos.
–Yo pensaba que quizás podrían quedarse en… –Hermione no tuvo que terminar la oración para que sus padres supieran a qué se refería.
–Oh… bueno, creo que… –empezó a decir la madre de Hermione.
–Que sí, se pueden quedar en la habitación de huéspedes… –concluyó el señor Granger.
La reunión sería en dos horas y Hermione se encontraba frente a su armario revolviendo la ropa con su varita. Sobre su cama, había tres vestidos que quizás se pondría. Sintió el ruido de la cadena del baño al ser jalada, era extraño para Hermione, porque nunca nadie además de ella lo había usado.
Luego oyó unos golpes en la puerta de su propio baño, eso sí que era aún más raro, así que no pudo evitar comenzar a reír.
–Ade… adelante… –dijo entre carcajadas.
–¿De qué te ríes? –preguntó Ron sonriendo y entrando a la alcoba.
–De que por lo que se oye desde aquí, pareciera que alguien salió del escusado y me pidió permiso para entrar a mi cuarto…
Ron rió sin entender mucho y luego miró la cama de Hermione.
–¿Qué hace toda esa ropa ahí?
–No sé qué ponerme…
–¿Te ayudo a elegir?
Hermione lo miró asombrada.
–Es que Harry está escribiéndole una carta a Ginny y me pidió privacidad –dijo algo molesto.
Hermione rió, pero luego accedió.
–Bien… –dijo sacando un vestido más de su armario y cerrando luego cerrando las puertas– tengo estos tres vestidos…
Con un movimiento de su varita los tres vestidos de breteles angostos flotaron a unos centímetros del suelo. Uno era rosado, otro negro y otro amarillo.
Ron se sentó sobre la cama y miró los cuatro vestidos simulando concentración. Se estaba imaginando a Hermione con cada uno de ellos y en todos la veía hermosa, en unos más sexy que en otros, pero al fin hermosa.
–¿Me los pruebo y me dices? –propuso ella sin saber que estaba por realizar uno de los sueños más deseados del pelirrojo.
–Cla… claro…
Hermione apareció un biombo y, tomando el vestido rosa, se fue detrás de él. Al minuto salió. El vestido le quedaba muy bien, la hacía parecer una "niña bonita", aunque el escote, dejaba ver que no era ninguna niña.
–Te queda bien, prezioza… –dijo Ron simulando la voz de un diseñador gay– pero creo que ezte ez un cumpeañoz de dieziocho, no de quinze, azí que el roza no va…
Hermione comenzó a reír a carcajadas y Ron no pudo evitar susurrar que se veía hermosa cuando reía.
–¿Cómo? –si mal no había oído, Hermione no logró oir lo que mascullaba.
–Nada… –dijo nervioso.
Fue a buscar el vestido negro y nuevamente desapareció detrás del vestidor. Colocó el vestido rosa sobre el biombo, hecho que le produjo a Ron un aumento notable de la temperatura corporal. Al minuto salió con el vestido puesto.
Si Ron ya tenía el pulso acelerado al ver cómo el vestido rosa era tirado al otro lado del vestidor, ver a Hermione con aquel vestido negro, le produjo taquicardia. Era muy ajustado y corto, y el escote cubría lo indispensable. Estuvo a punto de decirle que usara ese, pero luego recordó que en la reunión, iba a estar aquel muchacho nieto de la amiga de la abuela de Hermione, así que decidió que no era tan buena idea.
–¡No! –gritó el pelirrojo– ¡De ninguna manera te pongas ese vestido!
–¿Por qué no? –preguntó ella sorprendida.
–Porque… porque… –dijo levantándose de la cama y tomando el vestido amarillo– este te quedaría mucho mejor…
–Bueno –dijo Hermione tomando el vestido amarillo y desapareció detrás del biombo. Al minuto salió con el vestido negro aún puesto, aunque con los breteles bajados y todo arrugado.
Ron pensó que nunca había visto nada más sexy que a Hermione en ese vestido todo desprolijo y mal puesto.
–¿Qué te pasó?
–No puedo abrir el cierre, lo intenté con mi varita, pero está atorado…
–Oh…
–¿Me ayudas? –le pidió ella dándose vuelta y corriéndose el cabello de la espalda para que el pudiese ver el cierre.
Ron no sabía muy bien cómo abrirlo, la única prenda en la que usaba cierres, eran en sus jeans. Tomó la solapa metálica y dio un gran tirón hacia abajo. El cierre se abrió hasta la mitad, dejando al descubierto casi toda la espalda de la bruja. Ron contuvo el impulso de acariciar su piel y volvió a dar otro tirón, pero estaba trabado. Subió el cierre y volvió a bajarlo con mayor impulso, pero nada.
– No puedo… –dijo resignado.
Hermione se volvió nuevamente. Meditó unos instantes y luego, la sombra de una idea se reflejó en su rostro.
–Hagamos esto… –comenzó a explicar– cierra los ojos y conjura con un "accio" mi vestido.
–¿Y para qué cierro los ojos? –preguntó sin comprender.
–Para que no me veas en ropa interior –ambos adquirieron una tonalidad escarlata en sus rostros.
– Bien… –dijo él tapándose los ojos con una mano y con la otra levantando su varita– ¡accio vestido negro!
El vestido de Hermione comenzó a salirse de su cuerpo. Iba bastante bien, era algo doloroso, pero estaba funcionando. De un momento a otro un fuerte "crash", le advirtió a la joven que su vestido había sido partido a la mitad.
Ron abrió los ojos por el susto y vio a Hermione en ropa interior de color rojo, por un instante se quedó observándola sin poder creer lo hermosa que era; luego cerró los ojos horrorizado y se dio vuelta con el rostro ardiendo por la vergüenza.
Hermione por su parte había averiguado que no había sido una buena idea y también estaba muy avergonzada, así que instintivamente dio media vuelta y quedaron de espaldas. Nunca ningún hombre la había visto en ropa interior y aunque siempre había soñado con que elprimero que la viese fuera Ron, esa no era la situación en la que ella hubiera deseado que ocurriese.
Así, de espaldas, pasmados e inmóviles, estuvieron durante por lo menos dos minutos, hasta que Hermione dijo con voz temblorosa.
–Ron… me debes un vestido negro…
Espero que haya sido de su agrado y gracias por sus rr .
Char
