Capítulo 2. La Tundra
Bajo la tundra, esa planicie mayormente congelada que en el verano se cubre de musgos, líquenes y poco más, yace oculto el terrible secreto de una diosa. Es imposible para la psiquis mortal aceptar la noción de que los dioses cometen errores, pero a esta diosa en particular le costó parte de su esencia y varios milenios lograr que el suyo fuese olvidado por completo. Perdió la mayoría de sus seguidores en el proceso, pero su culto se recuperó, quedando convencida de que aquella calamidad no se repetiría jamás. Estaba segura de haber ocultado su secreto de manera adecuada y perpetua. Tanto así que, en el desdén típico de los dioses y otros seres inmortales al ser eternamente jóvenes y hermosos, eventualmente olvidó su propio secreto. Y ese sería verdaderamente el mayor error de su existencia, ya que olvido era precisamente lo que su gran secreto esperaba para ser libre una vez más.
-Olvido- Darzenthulakamezantiksotaru saboreó la palabra mientras su lengua bífida acariciaba los recovecos de su boca. Durante los últimos veinte mil años la montaña bajo la cual fue sepultado en vida había sido arropada por glaciales que la erosionaron y redujeron, eventualmente retirándose, dejando a su paso tan solo la torturada tundra que hoy cubría su prisión.
-Olvido- Al fin tenía lo que tanto había esperado, el olvido de su carcelera..., el olvido de su madre.
Bajo la tundra, resonaron carcajadas y sollozos, mientras lágrimas de amargura y alegría caían al suelo frío.
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Artemis Entreri frotó sus ojos mientras se levantaba lánguidamente de su nueva y cómoda cama, una de las grandes pero pocas ventajas de su posición actual. ¡No más dormir en el suelo! Durante sus primeras semanas en la muralla había pernoctado como cualquier hijo de vecino, en una tienda de acampar. A pesar de sus más de cuarenta años, su cuerpo aún permanecía fuerte y en buena forma. Nadie diría que tenía mucho más de treinta años, sin embargo durante aquellas semanas su espalda lo hizo sentir como de ochenta. Agraciadamente esos días de miseria ya no volverían, o al menos eso esperaba. Muy bien sabía que Jarlaxle poseía una habilidad incomparable para meterlos en líos, la última moda parecían ser líos envolviendo dragones, y tomando en consideración la naturaleza de las dos gemas mágicas que recientemente adquirió, a Artemis no le sorprendería en lo más mínimo si de repente surgiese algún incidente similar al ocurrido hacía unos años en Calimport. Mil veces se había jurado que de ser así, esta vez no movería ni un dedo en defensa de Jarlaxle, pero sabía muy bien que tan solo intentaba engañarse a sí mismo. En verdad terminaría arriesgando su pellejo y arrastrando al drow fuera del lío que fuese.
Se acicaló un poco y se vistió en silencio. Tomó sus armas y su flauta (últimamente no iba a ninguna parte sin ella) y se dirigió a la puerta. Antes de salir se volteó a mirar la habitación. Estaba hecha toda una zona de desastre. La ropa que había llevado la noche anterior estaba regada por todos lados, la mesita de noche que acompañaba la gran cama que Jarlaxle había obtenido para él en tiempo record, estaba volteada en el suelo junto a la mitad de las sábanas y almohadas.
Apenas había dormido un par de horas. Calihye tuvo la brillantísima idea de escabullirse hasta su cuarto la noche anterior. ¿Como se le ocurría? No solo estuvo a punto de cortarle la garganta antes de percatarse de su identidad, sino que simple y sencillamente no se suponía. Aquellas habitaciones eran exclusivamente para oficiales del ejército de Bloodstone y visitas como aquellas iban en contra de las reglas. No que a él le importaran en algo las reglas, pero le irritaba pensar cuan dificultoso sería esconder y deshacerse del cuerpo del cretino soldaducho al que se le ocurriera siquiera intentar recordarle que dichas reglas también le aplicaban a él. Que rayos, lo metería en el agujero portátil de Jarlaxle, después de todo era su culpa que estuviera metido en este lío. Que él resuelva.
Frunció el ceño, cerró la puerta tras de él y se dirigió a la muralla, por increíble que pareciera, unos soldados esperaban que él, Artemis Entreri, el asesino más temido en la mitad oeste de Toril, ex pachá de la cofradía más poderosa de la ciudad de Calimport, los inspeccionara antes del cambio de guardia.
Sí, TODO era culpa de Jarlaxle. De él había sido la idea de ir a Damara, trabajar para Ilnezhara y Tazmikella, venir a la puerta de Vaasa, ir a Palischuk con la Comandante Ellery y finalmente aceptar el ofrecimiento del rey y unirse al ejército de la baronía de Bloodstone.
-Al menos ya no tengo que dormir en el suelo- masculló, aunque en ese momento aquello le ofrecía muy poco consuelo.
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En Vaasa, los días de verano son largos, prácticamente interminables. Cada ciclo diario apenas trae unas pocas horas de oscuridad. A Morgan no le resultaba difícil estar de pie temprano, lista para un día más de cacería y en espera de que la gran puerta fuese abierta para dar paso a todos los que se aventurarían a las tierras de Vaasa ese día. Ese ritual matutino, la conglomeración de algunos grupos de caza recompensas frente a la puerta, se había estado repitiendo por más de 10 años y a veces se convertía en todo un espectáculo. Algunos de los grupos mantenían rivalidades entre sí, unas amistíosas, otras reales, y de estos encontrarse en la puerta antes que abriese, era inevitable que surgiesen bromas, insultos y hasta escaramuzas.
Allí también se hacían acuerdos de último momento y los aventureros solitarios que habían llegado tarde en la temporada podían buscar grupos a cuales integrarse. No era recomendable explorar solo. Los integrantes de los grupos más experimentados a veces permitían la incorporación de novatos que buscaban conocimiento básico del área a cambio de que renunciaran a su tajada de cualquier recompensa que se obtuviese ese día.
Morgan hizo un acuerdo similar en sus primeros días en la puerta, pero pronto comenzó a explorar acompañada solamente del perro y de Goliat. Para ella esos dos valían más que cinco caza recompensas promedio. Muy pocos seres eran verdaderamente valiosos en la vida de Morgan, siendo Goliat uno de ellos. Era un caballo grande, color cenizo, de buen porte y temperamento, el cual adquirió hacían tres años. Desde entonces la había sacado de apuros en múltiples ocasiones. Su compra fue dinero muy bien invertido. El perro, a pesar de no ser muy obediente, era inteligente, permanecía a su lado, rara vez ladraba y nunca atacaba a menos de que ella lo hiciese antes.
Hoy el ambiente frente a la puerta era uno mucho más tranquilo de lo normal. La gran mayoría de los caza recompensas habían partido hacia el norte durante los últimos días. Un artefacto del Rey Brujo, Zhengyi fue activado en las inmediaciones de un poblado de medios orcos llamado Palischuk. La activación del mismo resultó en el surgimiento de un castillo gigantesco lleno de gárgolas, esqueletos y momias. El mismo supuestamente era una replica exacta del castillo Perilous desde donde Zhengyi reinó Vaasa y dirigió sus ejércitos de knolls, orcos, goblins y gigantes a que invadieran Damara. El castillo Perilous original se derrumbó por completo después de que el ahora rey Gareth Dragonsbane y su compañía de aventureros derrotaron al lich.
Era obvio que la población general asumiera que el surgimiento de este nuevo castillo significara el regreso de los horrores del Rey Brujo. Antes de que los rumores se esparcieran a los cuatro vientos y se generara pánico entre los civiles, la Comandante Ellery del Ejército de Bloodstone, prima del rey Gareth y oficial a cargo de la muralla, decidió investigar. Solo quiso ser acompañada de un grupo pequeño de soldados y caza recompensas reconocidos, incluyendo a Athrogate, un enano formidable que por años y años había mantenido el record de mayor cantidad de recompensas en la puerta.
Los demás integrantes del grupo fueron Calihye, una medio elfo que sobrepasó el record de Athrogate durante una de sus ausencias extendidas, Parissus, una humana de Impiltur que acompañaba a Calihye a todos partes, Canthan un mago poderoso pero medio nebuloso del que nadie parecía saber nada o de quien nadie quería hablar, Practus, un enano clérigo del dios Moradin, Davis Eng, oficial del ejército a cargo del pago de recompensas y Mariabronne el Errante, un gran héroe que en su juventud sirvió como explorador, espía y centinela de avanzada para el grupo de aventureros de Gareth Dragonsbane y para el ejército de Bloodstone. Todo hombre, mujer y niño (pero especialmente las mujeres) en Vaasa, Damara y área circundantes conocían de Mariabronne.
Lo que Morgan no se podía explicar dada la amplia reputación de todos los envueltos en la exploración inicial era que llevó a la Comandante Ellery a permitir que dos recién llegados a la puerta, un elfo oscuro y un humano del Calimshan, se unieran al grupo. No podían ser otros más que el par que llamó su atención en la taberna el día anterior. Según Kira, la mediana parlanchina que le contó todo, sus nombres son Jarlaxle D'aerthe y Artemis Entreri. La comandante aparentemente pagó caro por su selección equivoca de compañeros ya que ella fue una de los que no regresaron con vida de su pequeña excursión.
El castillo aún permanecía en pie a pesar de que su supuesto creador, un dracolich, fue destruido y no bien se había recibido en la muralla la noticia de lo ocurrido cuando grupos de caza recompensas empezaron a migrar hacia el norte en búsqueda de las criaturas que indudablemente se movilizaron desde las montañas hacía Palischuk, atraídos por la maléfica magia del castillo. El castillo en sí aún estaba siendo explorado decían los rumores. Morgan también había considerado la idea de viajar hacia al norte pero ahora tenía razones para quedarse. La noche anterior utilizó sus habilidades en el arte para comunicarse con su socia en Heliogábalos e informarle sobre la presencia del elfo oscuro en el cual ella estaba interesada. Ilnezhara era una mujer sumamente hermosa y acaudalada con varios negocios muy prósperos, pero a pesar de su éxito (o quizás a causa de él) indudablemente padecía de una debilidad inherente hacia todo aquello que fuese hermoso y exótico. No era sorpresa alguna para Morgan que mostrara interés en algo tan raro como un elfo oscuro y, después de todo, una humana desviviéndose por uno u otro elfo lamentablemente no era nada raro en estas partes del mundo. Un escalofrío recorrió la espalda de Morgan de tan solo pensar en tal cosa, pero en verdad a ella no le podía importar menos con quien escogiese revolcarse Ilnezhara, siempre y cuando su caudal continuara respaldándola a ella y a su empresa.
De su conversación la noche anterior se desprendió la situación actual en Palischuk y lo difícil que era encontrar presas en las inmediaciones de la muralla. Ilnezhara sorprendió a Morgan sugiriéndole una medida alterna a pasársela corriendo de arriba hacía abajo en búsqueda de monstruos. La sorprendió también al demostrar que su manejo del arte era mayor del que ella había pensado, ya que hizo aparecer un colgante frente a Morgan. Con este se le facilitaría encontrar las criaturas que buscaba y así aumentaría las posibilidades de que sus actos impresionaran en algo a la corona.
Ahora Morgan también sabía que tendría que ser más cuidadosa. Ilnezhara ya la había ayudado bastante, demasiado en su opinión, y no le sorprendería que de tener éxito en su cometida, tratara de renegociar los términos de su acuerdo a su favor. No debía permitir que tal cosa sucediera.
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Entreri estaba en el parapeto de la muralla, el cambio de guardia ya había ocurrido y en verdad sus responsabilidades hasta que finalizara su turno no eran muchas. Además de las inspecciones regulares y de cualquier bobada que trajeran a su atención los soldados a su cargo, sus nuevas funciones solo incluían mantenerse al tanto e investigar cualquier hallazgo sospechoso hecho por los caza recompensas, especialmente cualquier cosa que pudiera estar vinculada al regreso de Zhengyi. Al momento la mayoría de los cazadores se habían marchado a Palischuk así que no había mucho que hacer.
La muralla medía media milla de largo, contando con sesenta pies de altura, treinta de espesor y con dos fortificaciones que anclaban sus dos extremos a las montañas circundantes. La gran puerta se encuentra cerca del extremo suroeste de la muralla y Artemis, desde su posición actual, tenía plena visibilidad del lado vaasano de la misma. Allí contempló por un momento la rara hermosura que ocultaba esa tierra torturada con la cual sentía tanta afinidad. Cuando se abrió la puerta vio que solo salieron dos grupos de caza recompensas además de la humana en la cual la Ciudadela había mostrado interés. Artemis se sorprendió al ver la dirección que tomó la humana. Nadie más estaba explorando el suroeste al momento.
El grupo formado por cinco mercenarios humanos, todos ellos veteranos, se dirigía indudablemente al noreste, hacia Palischuk. Calihye les servía de guía y era posible que permaneciera allá hasta el final del verano. La idea traía cierto alivio a Artemis. Indudablemente había disfrutado de su compañía pero no sabía hasta donde su reacción había sido propulsada solo por los efectos de la flauta de Idalia. Este distanciamiento le daría algo de tiempo para poner su mente en orden.
El grupo restante estaba comprendido por una mediana, un elfo, cuatro humanos y lo que por su tamaño parecía ser un medio ogro. Todos se veían demasiado jóvenes y su inexperiencia era evidente. Según los demás se alejaban ellos permanecieron frente a la muralla, aparentemente aún discutiendo sus opciones, no fue hasta después de un largo rato que se comenzaron a moverse hacia el suroeste.
-¿No parece que tengan muy buena idea de lo que hacen, verdad?-
Artemis, inclinado como estaba mirando hacia abajo, por poco cae de la muralla del salto que dio ante la inesperada presencia de Jarlaxle. ¡Como odiaba cuando le hacía eso! Pero ya sabía que de nada valía demostrar sus sentimientos, el drow era totalmente inmune a sus tácticas, así que tan solo respiró hondo, acomodó en su sitio el cinto con sus armas y asintió con la cabeza.
-Así es. Apenas llevan aquí unos días y en verdad no me sorprendería que no regresaran.- Miró a su alrededor disimuladamente para asegurarse que ninguno de los soldados patrullando la muralla estuviese cerca. Complacido con lo que veía, añadió. -Puede que tampoco tengamos que perder más el tiempo observando a la mujer esa.-
-¿Porqué lo dices? ¿Qué ha hecho?- Jarlaxle se veía realmente interesado.
-Salió sola nuevamente.-
-Por lo que he escuchado lleva tiempo operando de la misma manera y hasta el momento le ha ido muy bien. De seguir así puede que dentro de poco su nombre alcance un puesto de notoriedad en las listas.- De un brinco se encaramó muy cómodamente sobre la muralla.
-Cómo si le hiciese falta. Ya tiene la atención de nuestros "socios", ¿qué más podría desear?-
-¿A donde se dirigió?- Insistió Jarlaxle ignorando el sarcasmo de Artemis, a lo cual este contestó levantando una ceja y manteniendo una larga pausa.
-Partió hacia el suroeste.- dijo finalmente. Hoy no estaba para esos juegos.
-¿Y…?-
-Muy pocos han ido en esa dirección durante las últimas dos semanas, nadie durante los últimos seis días. No hay idea de lo que encontrará. Puede que tampoco regrese.-
-Lo cual sería una pena después de que me tomé la molestia de obtener algo de información sobre ella.- Jarlaxle se veía un poco alicaído pero conociéndolo muy bien, Artemis sabía que todo era un gran teatro.
-Se llama Morgan…, Morgan McManus. Es sembiana y justo antes de llegar aquí tuvo una audiencia con el rey. Antes de eso pasó unos días en Heliogábalos donde se reunió con uno de sus ministros. No es sorprendente que estén interesados en ella.- Miró a Artemis buscando algún tipo de reacción pero su cara estaba totalmente en blanco. Aquello no le podía interesar menos, a pesar de tratarse de la primera encomienda directa de la Ciudadela.
–Lo que encuentro muy interesante es que sin lugar a dudas está afiliada a algún mercader poderoso de Heliogábalos, pero nadie sabe quien es.
Entreri vio que uno de sus soldados se movía hacía ellos y decidió terminar la conversación. -Si regresa, hablaremos de esto nuevamente.- Se marchó en dirección al soldado dejando a Jarlaxle solo con su maquinaciones.
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Morgan no tuvo ningún problema en seguir las direcciones señaladas por el colgante. Tan solo era una pequeña masa de cobre en forma de gota enganchado a una cinta roja. El mismo tiraba discretamente de su cuello en la dirección en la que querría que ella se moviera.
Ganó mucho terreno en poco tiempo, la tundra ya se había secado un poco después del deshielo y el paso no resultaba tan dificultoso ni peligroso para Goliat. Después de circunvalar las colinas que en esa área bordeaban las montañas, durante la mayoría de la mañana, se adentró a ellas con muchísima precaución. La superficie era sumamente rocosa, el tipo de terreno donde un caballo podía resbalar y romperse una pata fácilmente. La visibilidad a su alrededor era mínima debido a la irregularidad del terreno y a las inmensas protuberancias rocosas que abundaban por todos lados creando la impresión de viajar por un laberinto. La ruta que escogió no la llevaría a su destino directamente, después de todo no estaba totalmente segura de lo que encontraría y no es como que confiaba tantísimo en Ilnezhara.
Tenía hambre, pero no se detuvo, quería resolver esto lo antes posible. Los tirones del colgante se fueron haciendo más y más fuertes según la topografía se volvía más y más accidentada. Cuando ya estuvo segura de la cercanía de su destino desmontó, ordenó al perro que se quedara allí y prosiguió a pie. El perro eventualmente la seguiría pero al menos tendría suficiente tiempo para antes determinar la peligrosidad del área. El colgante la llevó hasta lo que parecía ser una pequeña cueva o abrigo rocoso y aunque éste parecía poca cosa, Morgan sabía que debía ser cuidadosa ya que su fondo podría conectar a túneles y aquí, eso podía equivaler a tribus completas de goblins, docenas de ellos, como poco.
Escogió una ruta indirecta a la entrada en todo momento escondiéndose lo mejor posible entre las sombras provista por las grandes rocas y alerta a cualquier señal que revelara si el área estaba habitada por alguna criatura. Los goblinoides en general tendían a ser bastante sucios y era facilísimo identificar sus habitáculos por sus desperdicios y por el olor tan desagradable que tendía a rodear las áreas.
No encontró ninguna señal que la ayudara a determinar la naturaleza de su enemigo.
Entró al abrigo manteniéndose pegada a la pared, oculta en las sombras y alerta al más mínimo ruido. La gota de cobre que pendía de su cuello ya no la dirigía, más bien zumbaba como si estuviese tratando de moverse en todas direcciones a la vez. Esperó un minuto mientras sus ojos se ajustaban a la oscuridad. Estaba totalmente sola. Consideró activar algunas de sus protecciones mágicas pero hasta el momento no tenía ninguna razón para pensar que serían necesarias. Esperaba que aquello no resultara ser un fiasco.
Se movió a lo largo de la pared, eventualmente invocando una pequeña esfera de luz para inspeccionarla mejor. No había túneles, ni pasadizos secretos, ni nada.
-Vaya pérdida de tiempo- pensó exasperada mientras extinguía la luz y dejaba caer los hombros. Decidió regresar a donde dejó a Goliat. Se volteó hacia la salida justo cuando la luz que entraba por ella era bloqueada por una alta figura humanoide. Su sobresalto fue tal que del brinco se mordió la lengua, tomándole mucho más tiempo del normal recuperar sus sentidos y desenvainar las dos dagas gemelas que normalmente portaba en su cinto.
En la tenue iluminación solo veía su contorno, pero la figura tomó un paso hacia ella y Morgan asumió una posición defensiva pensando que sus oídos la engañaban ya que dadas las circunstancias no era probable que el extraño estuviese riendo.
-No hay necesidad de eso Morgan. Tan solo soy yo- dijo el extraño en una voz suave, femenina y condescendiente. Una leve luz pareció emanar de la figura revelando que solo se trataba de Ilnezhara. Lucía tan impresionante como la recordaba. Sus vestimentas, rostro y cabello cobrizo perfectos e inmaculados y totalmente fuera de lugar en aquel lugar tan rústico.
Morgan exhaló mientras envainaba sus dagas y, llevándose la mano derecha al pecho, buscó soporte en la pared con su izquierda. Sintió el calor de la sangre que fluía hacia su cabeza propulsada por un episodio súbito de furia. -¡¿Como se le ocurre!- Gritó mientras miraba a Ilnezhara con ganas de matarla. En ese momento no le podía importar menos cuan poderosa fuese verdaderamente aquella mujer que la sobrepasaba en estatura por más de un pie. Quiso añadir miles cosas, entre ellas -¡Desgraciada! ¡Si he matado a otros por menos!- Pero lo único que logró pasar por su garganta fue un grito ahogado de frustración -¡ARGHH!-
A todo esto Ilnezhara solo la miraba y sonreía. Morgan notó que de su mano derecha colgaba un saco cuyo fondo parecía húmedo. Picada por la curiosidad tan rápidamente como por la furia se compuso, aclaró la garganta y preguntó -¿...ha que se debe esto?-
-Decidí hacer la entrega personalmente.- Extendió el saco hacia Morgan. -Esto deberá ayudarte en algo y…., después de todo hay otras cosas que necesito hablar contigo- Morgan tomó el saco y manteniéndolo a una distancia prudente de su cara lo abrió y miró dentro.
¡Eran orejas! Orejas de goblin, docenas de ellas…, y frescas. La humedad que goteaba del fondo del saco era sangre. Morgan arrugó la nariz y sacó la lengua en un gesto de asco. Cerró el saco y comenzó a preguntarle a Ilnezhara de donde había sacado aquello pero al ver la expresión de gato satisfecho en su cara cambió de parecer. Prefería no saber.
-¿De qué quería hablar?- preguntó en vez.
Ilnezhara desvió su mirada como si estuviese insegura de lo que estaba a punto de decir. -¿Quería saber si sabes algo nuevo respecto al hermoso elfo oscuro?-
Morgan trató de que su rostro no reflejara la incredulidad que sentía. ¡¿Qué le pasaba a esta mujer! ¿Para esa tontería había venido hasta acá? Cerró la boca, se aclaró la garganta nuevamente y contestó -Pues no. No desde lo que reporté anoche.- Ilnezhara se vio tristona de momento, hasta parecía que iba a hacer pucheros y Morgan añadió rápidamente -Pero ahora que se más de ellos no me va ha ser difícil conseguir más información.-
Ilnezhara se acercó un poco más a ella -¿Sabes? He estaba pensando que tal vez sea mejor que te le presentes, hables con él y, ya sabes…, busques ser su amiga.- La barbilla de Morgan debió tocar el suelo. Ilnezhara continuó como si nada -Así podrías preguntarle fácilmente si piensa regresar a Heliogábalos algún día o si actualmente está interesado o…frecuentando a alguien …¿Entiendes?-
¡A no, pero eso ya era el colmo! Pedirle a ella que hiciera ese tipo de acercamiento a un elfo (oscuro para completar) era como pretender que un enano le besara el trasero a un orco, pero Morgan sabía que no le convenía decirle ¡NO! directamente así que solo sonrió débilmente.
-Pues fíjese no se me había ocurrido…, eeh…, y a la verdad es que no sé…, tal vez no sea tan buena idea…, emm…, no quisiera que el fuera a mal interpretar mis atenciones o algo por el estilo.-
Ilnezhara rió como una tonta y dio unas palmaditas en el hombro de Morgan -¡Que linda eres! No, no te apures para nada, si eso a mi no me preocupa. Ya sé muy bien que él no es tu tipo.- Miró a Morgan a la cara de momento, de cerca y con mucha seriedad -No te estaría pidiendo algo así de lo contrario.-
Morgan tragó con dificultad, de momento su boca se sentía muy seca. -Eeh…, pues…, supongo que tal vez…, podría intentarlo.- La pobrecita no encontraba a donde mirar y no tenía ni idea de que más decir o hacer. No comprendía para nada a aquella mujer que estaba frente a ella aplaudiendo levemente y dando saltitos de alegría.
-Muy bien, muy bien, hasta mañana entonces.- Se alejó unos pasos de Morgan y como si lo hubiese recordado a último momento añadió -Ocultaré sacos como ese en un lugar diferente cada día y en las noches espero te comuniques conmigo. Hasta luego- Con eso levantó una de sus manos y con un simple gesto desapareció dejando a Morgan sola pero con serias dudas al respecto a la cordura de ambas.
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Tazmikella recibió a su hermana Ilnezhara con un regalo. Una estatuilla de oro en la imagen de un hombre calvo sosteniendo una espada, punta hacia bajo, frente al pecho. Después de esa actuación muy bien que se la merecía. Ilnezhara tomó la estatua fingiendo sorpresa, soplando besos y agradeciendo a un público ficticio. Tazmikella sonrió ante el espectáculo.
Era bueno verla de tan buen humor después de tanto tiempo. Últimamente no habían hecho más que preocuparse, pero no por las razones que pensaba la tonta McManus. Jarlaxle ya estaba muy bien familiarizado con la cama de Ilnezhara pero la verdad era que ni ella y ni su hermana confiaban en el elfo oscuro a pesar de que se suponía trabajaba para ellas. Sabían que en verdad aquel trabajaba solo para su propio beneficio. Las hermanas necesitaban confirmar sus sospechas de que durante su excursión al castillo creado por la magia de Zhengyi, Jarlaxle había adquirido un artefacto mágico muy poderoso que de seguro pretendía usar en su contra.
Normalmente hubieran usado su magia para espiarlo, pero Jarlaxle poseía una habilidad excepcional para percibir tales cosas y lo querían totalmente desprevenido, así que recurrieron a métodos más mundanos en la forma de Morgan McManus. También mediante ella tal vez podrían confirmar sus sospechas de que Jarlaxle y Entreri se habían ganado no solo la atención de Knellict, el hechicero más poderoso de la Ciudadela de Asesinos, sino la de algunos miembros de Spysong la organización de espías del rey Gareth. Esta era dirigida por el medio elfo Celedon Kierney, quien concentraba la mayor parte de sus recursos en descubrir la ubicación secreta de la Ciudadela de Asesinos.
La tonta McManus no tenía ni idea de lo que le esperaba.
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Fuera de la pequeña caverna el perro esperaba a Morgan con cara de aburrido y sentado como si nada. Morgan lo miró con incredulidad por un momento antes de proseguir su camino hacía donde Goliat los esperaba apaciblemente. Una vez allí decidió dejarlo pastar, comer algo y descansar un poco antes de emprender el camino de regreso, no quería levantar sospechas regresando demasiado pronto. Acostada en la sombra de una roca miró el saco con las preciadas orejas y le surgió una pregunta. -¿Qué hace el ejército con todas las orejas que son entregadas a cambio de recompensas?- Si no son destruidas o marcadas inmediatamente podrían ser "liberadas" y cambiadas por recompensa nuevamente…-Nah- era muy fácil y obvio, de seguro a alguien ya se le había ocurrido antes y el ejército había tomado medidas para prevenirlo. No conocía ningún hechizo que requiriera orejas de goblinoide o gigante, pero aún así tal vez podrían ser revendidas como componente material o dársele algún uso. No puedo evitar que le vinieran a la mente imágenes de calderos hirvientes y asquerosos guisos. Volvió a arrugar la nariz y decidida a indagar al respecto cuando cobrara sus recompensas esa tarde, se levantó y llamó a Goliat usando un pequeño silbato que siempre llevaba con ella. Le mortificaba muchísimo nunca haber podido aprender a silbar. Goliat no se había alejado mucho y pronto se dirigían de vuelta a la muralla.
No esperaba problema alguno de regreso pero aún así fue precavida. Exceso de confianza había sido el último error de muchos. Justo cuando comenzó a temer que se había perdido avistó la tundra adelante entre unos peñascos. Estimaba que emergería de las colinas un par de millas más al suroeste de su punto de entrada. Ansiaba estar de vuelta, pero se detuvo al percibir un ligero titubeo en el paso de Goliat. El perro la miraba alerta, moviendo levemente la cola. Escuchó un grito en la lejanía, casi un rugido, seguido del sonido inconfundible de acero contra acero. No alcanzaba ver de donde provenía pero desmontó y escaló rápidamente uno de los montículos que la rodeaban.
Sobre éste pudo apreciar la escena que se desenvolvía a corta distancia, hacia el norte. Uno de los grupos que partió junto a ella, el de Kira, la mediana parlanchina, se enfrentaba a varias criaturas en la falda de las colinas. La distancia no le permitía distinguir a que raza pertenecían las criaturas pero por su forma y tamaño relativo podrían haber sido knolls o hobgoblins. El medio ogro y los demás guerreros del grupo se enfrentaban a tres de ellos mientras el elfo y la mediana mantenían un perímetro alrededor de la hechicera humana intentando evitar con sus flechas que una de las criaturas los alcanzaran. Morgan vio el resplandor de luz típicamente emitido por misiles mágicos golpear a la criatura pero esta siguió inmutable hacia delante. Dicho ataque debió ser mucho más efectivo contra knolls o hobgoblins. Le sorprendió ver a uno de los guerreros caer de rodillas al suelo.
Las obscenidades que salieron de su boca a la vez que bajaba de la roca dejándose resbalar hasta el suelo, hubiesen hecho sonrojar al más vulgar marinero sembiano. Necesitaban su ayuda y lamentablemente no podía ignorarlos. Montó a Goliat y buscó la forma más rápida de llegar a ellos mientras se preparaba mentalmente para la batalla. Morgan se concentró un instante en los rincones de su mente adquiriendo la información requerida para los hechizos que usaría, pero en vez de libérala la mantuvo allí latente. Con una de sus manos buscó los componentes necesarios en un pequeño bolso que cargaba en su cintura. Alcanzó el terreno llano de la tundra y ni siquiera tuvo que dirigir a Goliat antes de que él empezara a galopar por cuenta propia.
Justo cuando recobró contacto visual con la batalla y estuvo a la distancia apropiada soltó las riendas y liberó su primer hechizo causando que aparecieran cuatro copias adicionales de ella y de Goliat embistiendo al enemigo. Era una de sus tácticas favoritas, muy eficaz creando confusión. Le era posible soltar las riendas gracias a la pericia de Goliat y a una adolescencia derrochada entreteniendo muchedumbres con sus trucos y malabares.
Vio con horror que dos de las criaturas flaqueaban al medio ogro quien a duras penas se mantenía erguido sobre los cuerpos inertes de sus tres compañeros. El elfo dejó caer su arco y blandió su espada contra una de las criaturas dándole la oportunidad de huir a la hechicera y a la mediana. Ambas corrían hacia Morgan, pero el sacrificio del elfo fue en vano ya que de las colinas surgieron más criaturas alcanzando una de ellas casi inmediatamente a la hechicera, agarrándola por los cabellos, tirándola al suelo.
Morgan dejó fluir su segundo hechizo y un misil en forma de flecha pero formado por acido, viajó de una de sus manos hasta la pierna de la criatura que casi alcanzaba a Kira. No lo hirió de seriedad pero al menos disminuyó un poco su paso. A esta distancia Morgan pudo verlo con más claridad reconociendo que no se trataba de hobgoblins ni de knolls sino de un tipo de hombre lagarto que nunca antes había visto. Su piel era negra y escamosa, en vez de boca tenía un corto hocico del cual sobresalían uno que otro diente afilado y garras enormes en vez de manos. Pero lo peor era que no parecía intimidado en lo más mínimo por las cinco figuras que se dirigían hacía él, en vez miró directamente a Morgan, como si distinguiese la imagen real de las ilusorias.
Se cerró la distancia que la dividía de Kira, al pasar junto a ella se inclinó extendiendo su brazo. Kira se aferró al mismo y la inercia la movió como un péndulo terminado sentada detrás de Morgan abrazando inmediatamente su cintura. Los hombres lagarto intentaban cercarlos. Goliat se detuvo ante la barrera que formaron en su camino irguiéndose en sus patas traseras mientras intentaba golpearlos con las delanteras, dando algo de tiempo y espacio a Morgan para desenvainar su espada. Sobre las criaturas Morgan pudo ver que la batalla había terminado. Todos los compañeros de Kira yacían en el suelo y decidió que el momento de salir de allí sería en cuanto Goliat tuviese sus cuatro patas en el suelo.
Venteó su espada al enemigo más cercano con la intensión de distraerlo mientras se retiraban, pero él anticipó su movida y esperaba su descenso. Esquivó la espada y rápido como una víbora golpeó a Morgan con el cabo de su gran hacha de batalla justo en el medio de la frente, haciéndola moverse desorientada hacia atrás y soltar la espada. De no haber sido por Kira, hubiese caído al suelo, pero ésta la sostuvo y Morgan terminó en vez con el rostro presionado contra el cuello de Goliat, sus manos agarrando instintivamente su crin. El perro se había quedado un poco atrás al no poder competir con el galopar de Goliat pero justo ahora los alcanzó, a tiempo para sorprender a una de las criaturas en el momento que se disponía a dejar caer el filo de su arma sobre Morgan. El perro brincó, atrapando aquel brazo que se atrevía a ser levantado en contra de la mujer y lo mordió con todas sus fuerzas. Esa distracción les dio oportunidad de partir de allí, a toda velocidad sin ser atacados nuevamente. Antes de que el hombre lagarto pudiese componerse y atacarlo, el perro liberó su antebrazo, se escabulló entre las piernas del enemigo y corrió tras Goliat.
Morgan recuperó algo más de sus sentidos varios minutos más tarde. Sintió los pequeños brazos de Kira sujetando débilmente de su cintura y recordó lo sucedido. Miró hacía atrás y no vio perseguidores pero aún así decidió seguir adelante. Un poco más tarde detuvo el paso de Goliat al sentir que Kira soltaba su cintura. No la pudo sostener antes de que cayera inconsciente al suelo. El fango esponjoso amortiguó su caída un poco pero no se movió de donde cayó. Dando una mirada rápida para asegurarse que no había enemigos cerca, desmontó e inspeccionó a Kira. No notó herida alguna de primera intención pero al voltear su cuerpo, su espalda estaba completamente cubierta en sangre. La herida era una cortadura diagonal del largo de su pequeño torso. La limpió y la vendó tan rápido como pudo antes de levantarla en sus brazos y depositarla frente a ella, boca abajo sobre sus muslos, de vuelta en el caballo.
La latía la cabeza y se sentía desorientada. Su visión estaba algo borrosa y su nariz sangraba. Aquello parecía que se iba a poner peor. Comenzaron a moverse lentamente de regreso a la muralla. Hubiese preferido ir a galope pero sabía que no podría soportarlo. Miró al perro, quien le mantenía el paso, y con una sonrisa débil y llena de dolor le preguntó -¿Bonita cosa venir a terminar en esta pocilga, ah?- Como era de esperarse, el perro no le respondió.
Unas horas más tarde aún estaban lejos de la muralla debido a lo lento de su paso. Morgan aún sentía la estable respiración de Kira pero ella estaba perdiendo su guerra contra la inconsciencia. No podía terminar así, no se suponía, tenía muchos planes, responsabilidades…, personas que contaban con ella. Se atragantó con un sollozo que amenazaba en convertirse en llanto pero en vez apretó su mandíbula con tanta fuerza que le rechinaron los dientes. ¡No le fallaría! No como le habían fallado a ella.
Justo antes del atardecer alcanzaron la muralla, Morgan apenas consciente de donde se encontraba. El cielo oscurecía y pronto cerrarían la puerta por el resto de la noche. El perro le ladraba y lanzaba mordiscos a las patas traseras de Goliat para que apurase el paso. Los guardias de turno contemplaron la escena con bocas abiertas, haciéndose a un lado ante el caballo semi-desbocado que, una vez pasó la puerta, se detuvo a la vez que de su lomo caían dos cuerpos al lodo del camino.
