Capítulo 3. Murallas

Artemis Entreri separó la flauta de sus labios, dejando caer su cabeza hacia atrás a la vez que inhalaba profundamente. Nunca hubiese sospechado cuan hermoso lo hacía lucir la expresión de paz extasiada plasmada en su rostro. Lentamente abrió los ojos y por los próximos minutos contempló como los últimos vestigios de luz de ese día se desvanecían por completo en el horizonte. Una ráfaga repentina de viento helado lo hizo ceñir su capa y le recordó donde se encontraba.

En su propia habitación no estaba a salvo de las interrupciones y entrometimientos de Jarlaxle. Buscando privacidad había encontrado una torrecilla en desuso donde al menos podía practicar las simples tonadas que había aprendido sin miedo a ser escuchado, interrumpido y/o criticado. Más parecía un crío escondiéndose en un ropero que un hombre hecho y derecho, pero poco le importaba.

Disfrutar de los efectos de la magia que poseía el instrumento en sus manos era un privilegio que valía eso y más. Poco a poco estaba descubriendo sus poderes y hasta cierto punto había llegado a depender de estos para reponer su mente del caos en el que se estaba hundiendo con demasiada frecuencia. Labrada de una humilde pieza de madera desechada por el mar, lo transportaba a lo que casi parecía ser una dimensión alterna. Un lugar donde su alma no se sentía tan cargada, donde podía pensar con claridad y someterse a la introspección, algo que rara vez había practicado en su vida.

No pudo evitar compararse nuevamente con la tierra que se extendía frente a él y la expresión de su rostro cambió a una de dolor y resignación.

-Te piensan muerta, un páramo desabitado y frío, aislado del resto del mundo por una enorme muralla creación de la necesidad- se abrazó a sí mismo más fuertemente.

-Si tan solo entendieran que aún hay vida allí, oculta en las grietas y rincones más oscuros, latente y ávida de ser reconocida, de ver la luz del día por primera vez.-

Su mirada vagó hacia el noreste, hacia donde había partido Calihye. Si alguien había reconocido su muralla era ella, pero ¿acaso se había molestado en mirar más allá de la misma? Calihye sufría de su mismo mal, casi era una perfecta versión femenina de él. Sin temor alguno podía batallar un gigante, pero las relaciones personales, la más insignificante de las intimidades, la aterrorizaban. Por eso se ocultaba detrás de la cicatriz en su rostro casi tan efectivamente como él detrás de su aspereza.

Comprendía ahora que para ambos sus encuentros solo habían constituido un experimento. Ambos ambicionaban vivir sentimientos y experiencias que en la opinión de algunos se estaban perdiendo, y en la de otros, eran incapaces de ellos. Solo mediante el descontrol podrían experimentarlos y saber si valían o no la pena. Artemis tenía toda la intención del mundo de juzgar lo experimentado, tomar lo que quisiese y desechar lo demás. La muralla alrededor de su corazón no se estaba derrumbando, tan solo se estaba abriendo poco a poco una pequeña compuerta, la cual podría ser cerrada nuevamente según fuese necesario.

Eso se decía a sí mismo Artemis Entreri, prueba contundente de que los efectos de la flauta no salvaguardaban a su usuario del autoengaño.

Se mantuvo inmóvil hasta que el paisaje frente a sí fue ocultado por la noche y sus divagaciones lo llevaron a considerar a su actual compañero de viaje.

-Jarlaxle…-

Aún no estaba seguro de cuales eran sus sentimientos hacía el drow. Ciertamente reconocía y hasta el momento apreciaba sus esfuerzos por "ayudarlo". Lo hacía a su manera, que nunca era simple y mucho menos directa, pero de no haber sido por él, el artefacto mágico en sus manos nunca hubiese sido suyo.

Lo que el humano no acababa de comprender y lo que más le preocupaba eran las punzadas que sentía en la boca del estómago cada vez que recordaba parte de lo ocurrido durante su reciente excursión a Palischuk. Jarlaxle se había encogido de hombros y había desaparecido abandonándolo a su suerte mientras se enfrentaba, totalmente solo, a un dracolich. Tal lance no debería perturbarlo, a fin de cuentas el hubiese hecho lo propio de haber estado en su posición, ¿no? Aún así el malestar que sentía era innegable.

Jarlaxle decía ser su musa, la persona que lo inspiraría a desear control sobre todo aquello más allá de su propia persona. El ser que le mostraría como escapar de la mediocridad, pero Artemis dudaba de su sinceridad sospechando que solo deseaba manipularlo. Esa había sido su intención al enviar la flauta en su dirección a través de Ilnezhara, pero…, si él seguía usando el instrumento con pleno conocimiento de sus poderes, ¿constituía entonces aquello una manipulación?

Suspiró profundamente, había cosas que simple y sencillamente no tenían respuesta. En este caso solo el tiempo diría que es que. Mientras tanto confiaría en Jarlaxle y le seguiría los pasos. Si él decidía traicionarlo, sería su perdida…, lo que se ofrece francamente puede ser despreciado pero nunca es desperdiciado.

Resopló burlonamente ¡Vaya cursilerías que se le ocurrían últimamente!

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Morgan despertó desorientada y con un dolor de cabeza del tamaño de Shou Lung. Le tomó algo de tiempo darse cuenta de que yacía en una cama. De primer instante la habitación en la que se encontraba parecía estar a oscuras pero pronto distinguió que en verdad sus ojos estaban vendados. Removió la tela un poco, algo asustada, pero inmediatamente la devolvió a su lugar. A pesar de ser tenue, percibió la iluminación a su rededor como cuchillas clavándose en sus ojos. Sintió fuertes náuseas y se le escapó un quejido que llamó la atención de alguien presente en la habitación. Quien quiera que fuese se acercó a su cama y la examinó tomándole el pulso y tocándole la frente.

-Le recomiendo que por ahora no trate de levantarse o removerse la venda - dijo una voz suave y femenina. –Por su herida supongo que debe estar sufriendo del peor dolor de cabeza de su vida.-

Morgan asintió levemente -¿…dónde estoy?- de no haber sido por el dolor le hubiese preocupado cuan ronca sonaba su voz.

-En la enfermería de la muralla.- Una mano delicada pero fuerte ayudó a Morgan a levantar la cabeza un poco a la vez que sentía algo tibio contra sus labios. –Tome esto. Le ayudará a dormir y se sentirá mejor al despertar.-

Resultó ser un líquido horriblemente amargo pero Morgan obedeció sin protestar. Concluyó que la mujer debía ser la sustituta de Practus, el clérigo que previamente había estado a cargo de sanar a los caza recompensas que así lo necesitasen. Pasaron unos segundos mientras Morgan trataba de determinar que hacía la mujer de acuerdo al sonido de sus movimientos.

-¿…y Kira?-

La voz incorpórea contestó aún a poca distancia de la cama -Recuperándose. Perdió mucha sangre, pero a diferencia suya sus heridas fueron relativamente superficiales y ya se encuentra mucho mejor. Al momento está siendo entrevistada por maese D'aerthe, quien investiga lo sucedido.-

-¿D'aerthe?…, el elfo oscuro, ¡estupendo!- Hubiese añadido una que otra palabrota a sus pensamientos pero para entonces dormía nuevamente.

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Por más acostumbrado que estaba a sus interrupciones, Artemis quedó de pie de un salto alcanzando la empuñadura de su espada antes de advertir que solo se trataba de Jarlalxe. Como siempre entró a su cuarto como Pedro por su casa, sin siquiera importarle que esta vez se estuviese dando un baño. En vez de la espada, Artemis tomó el cepillo de mango largo con el que se había lavado la espalda y lo arrojó con todas su fuerzas contra el intruso antes de sentarse nuevamente en la tina. El elfo esquivó el misil fácilmente y este fue a dar contra la puerta que acababa de cerrar.

-¿Que manera es esa de recibir a un portador de buenas noticias?- Mostraba la misma sonrisa despampanante de siempre pero esta vez la usó para disimular las ganas de reír causadas por la apariencia actual de Artemis. Se había estado afeitando cuando él irrumpió, parte de su rostro aún estaba cubierto de espuma, y aproximadamente 1/3 parte del lado derecho de su bigote había desaparecido misteriosamente.

-¿Qué demonios quieres?- gruñó el humano a la vez que terminaba de afeitarse completamente tras confirmar en un pequeño espejo que el daño al bigote era irreparable.

Jarlaxle recogió el cepillo del suelo, caminó apaciblemente hasta el borde de la tina y lo ofreció de vuelta a Artemis. -¿Demonios? Ninguno gracias, solo quiero hablar algo contigo.-

Artemis arrebató el cepillo de mala manera y se hundió casi por completo en el agua de la tina a la vez que masajeaba sus sienes con una mano. A veces pensaba que estaba muerto y que éste era su infierno. -Habla de una vez entonces.-

Como si lo hubiesen invitado, el elfo se quitó el sombrero y se acomodó en una butaca posicionada a pocos pasos de la tina, cruzando las piernas y tomándose todo el tiempo del mundo en responder. Artemis se veía tan y tan furioso que decidió irritarlo una pizquita más, solo para ver si lograba que hirviera el agua de la tina.

-…te equivocaste.-

-¿uh?-

-Que te equivocaste.-

-¡Si, te escuché!- Parecía estar a punto de abalanzarse contra el elfo para estrangularlo. Por su parte Jarlaxle solo lo miró, obviamente en espera de las palabras que quería escuchar.

Artemis Entreri aceptaba haber matado, engañado, torturado y traicionado, pero aún así no se consideraba merecedor de una tortura tan cruel como a veces resultaba ser la compañía del elfo. Sosteniendo su frente en una mano y gesticulando en el aire con la otra, cedió una vez más.

-Muy bien, ilumíname por favor. ¿En qué se supone que me equivoqué y en qué manera constituye eso una "buena noticia"?-

-Regresó-

-¿Regresó? ¿Quién?... ¡¿De que carajo hablas!- Ya había tenido suficiente. Se levantó de la tina de un salto dirigido hacía al elfo, salpicando agua por todas partes en el proceso. En vez de huir o esquivar, Jarlaxle tan solo se hizo lo más pequeño posible en la butaca, levantando las rodillas y los brazos frente a sí, seguro de que en verdad no corría peligro serio. Tenía razón, el humano ni siquiera lo tocó, arrancando en vez una toalla que desde el principio había estado tendida en uno de los brazos de la butaca y sobre parte de la cual el elfo se había sentado, no tan inadvertidamente como quería aparentar.

-¡Habla claro o LÁRGATE!- gruñó Artemis erguido frente Jarlaxle. Se ató la toalla a la cintura muy tranquilamente y se volteó en dirección al guardarropa.

Jarlaxle asomó un ojo entre sus antebrazos, al momento posicionados a manera de escudo frente a su cara. Recobrando la compostura rápidamente, el elfo quedó de pie de un brinco, lanzándose en tremenda diatriba sobre el terrible daño causado a su preciada camisa por las salpicaduras y sobre lo difícil que era conseguir vestimentas de calidad en un lugar como ese. En silencio y aparentando ignorarlo por completo, Artemis escogió una muda de ropa casi al azar y comenzó a vestirse.

-…pero a ti nada te importa por supuesto.- el abatido elfo concluyó con un gran suspiro de resignación, pero sin perder un paso se volvió ha acomodar en la butaca. –Definitivamente deberías hacer algo respecto a ese mal humor tuyo.-

El humano se sentó en el borde de la cama para ponerse las botas. -Verte caer de cabeza en la caldera de un volcán activo haría maravillas por mejorarlo, pero no creo que estés dispuesto a lanzarte por cuenta propia.-

Jarlaxle cerró el pico ofreciendo una sonrisa algo forzada. Le agradaba que su compañero le respondiera ingeniosamente en vez de con refunfuños y gruñidos, pero no pensaba demostrárselo.

-Ajem, volviendo al tema, nuestra amiga sembiana regresó. Un poco maltrecha, pero regresó, así que tenemos que discutir que haremos al respecto.-

-Sea lo que fuese que confrontó está en la obligación de reportar lo ocurrido. De allí no será difícil determinar si vale la pena o no para los interesados. -¿Cuán mal está?-

-La clérigo a cargo asegura que estará en pie dentro de poco.-

-¿Alguna idea de que criaturas confrontó?- Habiéndose puesto las botas, Artemis se levantó de la cama y se puso el cinturón con sus armas.

-Un tipo extraño de hombre lagarto.- Eso obtuvo la atención de Entreri.

-¿En la tundra? Pensé que solo se encontraban en zonas cálidas y húmedas.-

Jarlaxe se encogió de hombros.

-Supongo, pero también existe la posibilidad de que se trate de alguna de las aberraciones de Zhengyi, en cuyo caso tenemos la obligación de investigar y reportar cualquier hallazgo.-

-Claro- Artemis, nada de entusiasmado ante esa posibilidad, se movió hacia la puerta, la abrió y sin voltearse a mirar a Jarlaxle dijo, -Cierra cuando salgas.- Acto seguido partió sin mas ni más.

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Por los próximos minutos Jarlaxle permaneció sentado mirando alrededor de la habitación. La cama, la tina, la ropa, todas eran comodidades que él había proporcionado a Artemis, quien aparentaba disfrutarlas, pero el elfo temía que en realidad le hubiese dado lo mismo vivir de forma mucho más austera. No podía precisar si su intención estaba siendo captada por el humano. ¿De qué vale tener dinero si no es para gastárselo en cuanto a uno se le antoje? ¿De qué vale forjar control si no se puede ejercer sobre todo lo que nos rodea? ¿De qué vale estar vivo si no se está viviendo realmente? Lo que sí sabía era que su actitud hacia él había cambiado un poco tras su incursión al castillo. Se mostraba más frío, mucho más distante de lo normal, y a pesar de que sabía el por qué, no había mucho que pudiera hacer al respecto a esas alturas.

Los ojos del elfo eventualmente regresaron a la puerta cerrada, su rostro petrificado en una expresión de seriedad que nunca mostraba a nadie. Se puso de pie, tenía una humana que "entrevistar", así que se marchó, pero no sin tomarse el tiempo para activar todos y cada uno de los múltiples cerrojos y trampas venenosas que guardaban el santuario de Artemis Entreri.

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Junto a un pintoresco y aislado estanque, sobre una gruesa alfombra de hojas secas y agujas de pino, yacían dos amantes, cada uno envuelto en los brazos del otro. La mujer se incorporó un poco admirando como los delicados rayos de sol cernidos por los árboles aleteaban sobre el cuerpo atlético y bronceado de su pareja. Parecían luciérnagas agitadas levemente por el viento. Acarició su pecho cosquilleando aquí y allá, mientras absorbía profundamente los aromas del momento intentando grabarlos para siempre en su memoria. Aire limpio teñido de olor a hojas secas y savia de pino, mezclados con el olor de su sudor y del cuero de sus armaduras. Subió su mano poco a poco paseándose por su cuello, delineando el contorno de su mandíbula y alcanzando una de las delicadas y levemente puntiagudas orejas. La mujer buscó la mirada de su amado deseando admirar la expresión de su rostro en el momento justo en el que ella acariciara la sensitiva punta de la oreja de la forma que a él tanto le gustaba, pero en vez de placer solo encontró allí dolor, reproche y un -¿por qué?- formado claramente por los labios temblorosos del medio elfo.

Morgan despertó súbitamente perturbada por el realismo de su sueño, pero pronto recordó donde se encontraba y removió la venda de sus ojos con un tirón de su mano. Se quedó inmóvil mirando el techo por un largo rato tratando de no pensar en su pasado y de ignorar los olores del bosque que aún parecían colgar de su nariz. Se concentró en vez en hacer inventario de su situación actual. Ya no le dolía la cabeza pero se sentía entumecida, sucia e incómoda. Necesitaba dos cosas urgentemente, un buen baño y descargar su vejiga. No tenía idea de cuanto tiempo llevaba allí o de que horas eran, al momento la habitación tan solo estaba iluminada por el fuego de una chimenea. Se comenzó a levantar de la cama lentamente, evitando hacer movimientos bruscos, pero a mitad de camino se dejó caer en ella nuevamente con un gruñido de exasperación.

En otra cama adyacente a la suya, reclinado cómodamente sobre varias almohadas, brazos cruzados detrás de la cabeza, estaba acostado nada más y nada menos que Jarlaxle D'aerthe.

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En el próximo capítulo saldrán a investigar lo ocurrido y finalmente arrancará la historia

Gracias nuevamente por leer lo que he escrito y por favor, si mis cursilerías dan náuseas déjenmelo saber ;)