"Hermione y el forastero"
Capítulo 2
"El Anillo"
- Cómo está – Me dijo, tendiéndome la mano - ¿Anda de paseo?
- Si…
Pidió lo que iba a comprar.
- ¿Piensa almorzar en Castuela?
- Almorcé.
- ¿Y ya se va?
- No – Contesté, después de dudar un instante – Voy a quedarme en la tarde. Está bastante agradable el sol.
- Cierto. Yo había invitado a mi papá a caminar por la playa, pero él, como buen militar, no perdona su siesta.
Habría querido invitarla a que fuéramos juntos, mas no me atreví. Se produjo un silencio mientras luchaba en vano con mi cortedad de genio.
- Son mil doscientos pesos.
- Hermione pagó, recibió su paquete.
- Hasta luego – Me dijo.
Y ya al trasponer la puerta agregó:
- Quizá nos veamos. Creo que voy a salir, aunque sea sola.
- Ojalá – Comenté.
- Y me quedé pensando que había resultado mucho más audaz (y más tonto) este "ojalá" que la obvia invitación que antes no me arriesgara a pronunciar.
Hermione vestía de blanco. La vi desde el momento en que bajó las gradas de la hostería hasta que, rectamente, se encaminó hacia donde yo estaba.
- ¡Qué agradable brisa! – Exclamó, sin saludarme.
La miré. La miré por primera vez como miraba a Madame Henriot: como si la mirada no encontrara algo vivo, como si ella no fuera a sentirla ni yo tuviera por qué dejar de mirarla. Como si ya nos amásemos, y no hicieran falta palabras que nos mantuvieran a prudente distancia.
Hermione echó a andar por la arena. La seguí. Se detuvo, se quitó los zapatos. Encontré que esto le confería una lozanía y belleza nuevas. La estilizaba también, no sé por qué. Las hadas, las ninfas, los seres ideales, parece que marcharan descalzos.
Nos fuimos por la orilla del mar. Ella alzaba un poco la voz para hablarme por sobre el ruido de las olas. Su pelo me rozaba las mejillas cuando nuestras cabezas se acercaban con el vaivén de la marcha.
Quisiera haber atesorado cada una de las frases que cambiamos. Pero las frases, en sí, no son nada. Son frases. Son letras, aquí, en la libreta. ¿Y cómo traer el viento y el golpe del agua y la humedad salina del aire, y ella, y yo; el hecho tan simple y tan complejo de estar juntos, y la despreocupación, y el amor que iba naciendo o se adensaba o se hacía profundo?
En un momento habló de su novio. Había ido con él a tal parte había hecho tal cosa con él… No sé.
Callamos. Los dos supimos que se había producido un hielo. Y la conversación varió. Sería imposible precisar qué, ni cómo: varió. No las palabras, tal vez. Tal vez las palabras, puestas en el papel, no revelarían gran cosa. Era algo sutil. Un brillo más tenue en los ojos de Hermione, una opacidad vaguísima en mi voz.
Observé, de reojo, que un anillo le ceñía el dedo. Ella sorprendió la mirada, y el silencio adquirió mayor hondura.
Regresé por el camino de los cerros, con una incierta presión de derrota. El anillo de Gracia se me parecía idéntico a su significado al lienzo sobre el cual estaba el rostro de esa bella francesa de años atrás: al lienzo, a los años, a la muerte que de seguro era dueña ya de la real Madame Henriot, o la vejez, que habría destruido la tonalidad feérica de sus rasgos.
No volvería a Castuela: eso era asunto resuelto. ¿Para qué? ¿Para alentar un sentimiento que terminaría por convertirse en una espina? ¿Para hablar del novio? Enrabiado, golpeé el suelo con el pie, en un gesto de grotesco despecho. Un novio. La palabra me zumbaba en los oídos; daba vueltas, inmaterial, en mi mente. Era un remolino negativo. Novio, anillo, cuadro, tiempo: lo imposible.
No volver, no alimentar un apego que me haría sufrir. Quizá si… Pero mi padre, antes, mucho antes, me había dado una noble respuesta para esto: "No debemos rehuir lo que es duro sólo porque es duro. Casi siempre vale la pena pagar el precio de una hora amarga, o de día o meses amargos, a trueque de un poco de grandeza. Es curioso: Se diría que una de las raras, de las únicas formas que tenemos de participar del espíritu, o de la divinidad, es a través del dolor. Los griegos calificaban de héroes a los hombres que se acercaban a los dioses por sus virtudes. Yo, sin embargo, creo que Edipo y Electra y Orestes estaban más cerca de esa sobrehumanidad (y también, más cerca del dolor) que el mayor de los héroes por sus méritos".
No recordaba esto al bajar hacia San Millán, por la pendiente oriental del camino. Lo recuerdo ahora, y recuerdo también otras frases del mi padre: "Alguien, me parece, ha hablado de la vocación del dolor. Es cierto: esa vocación existe, y es lógica. Lo absurdo es creer que uno no puede escapar al dolor, considerarlo un accidente. Lo más que se hará será tomarlo de soslayo, o huir del dolor serio, hermoso, para caer en una sucesión de otro, diminutos, que no dejan siquiera el consuelo de la grandeza. O aferrarse a una hilera de goces también diminutos, enanos. De goces que reducen la escala del hombre".
ooooooooooooooooooooo
Eso sucedió un martes. Al día siguiente no fui a Castuera.
- ¿Qué piensas hacer hoy? – Me preguntó mi padre en la mañana.
- No sé – Me encogí de hombros – Leer. ¿Quieres que me entretenga un poco ayudándote en la oficina?
- Por ningún motivo: estás de vacaciones.
Siempre se oponía a estos ofrecimientos, y yo no insistía ya, porque él se avergonzaba de su oficina, y yo era su hijo, y era comprensible que él deseara conservar ante mí aunque sea un resto de dignidad. No creo que hubiera logrado jamás convencerlo de que no me importaban el escritorio comido de polilla y sin barniz; la silla crujiente, descuadrada; la estrechez dickensiana del local; el desorden de papeles y libros contables, de facturas, de lápices tacañamente afilados hasta el último centímetro. Muchas veces lo imaginé penetrando allí con la dignidad espiritual de un rey en el destierro. Pero ni me atrevería a decírselo ni él se convencería si se lo dijera, de que era cierto.
Salió. Cogí un libro y lo acompañé hasta la puerta de la bodega. Eran las ocho de la mañana, y el aire, frío, se metía en los pulmones con grata fuerza vivificante.
- ¿Piensas almorzar en la casa? – Me preguntó.
- Sí, por supuesto – Contesté, ruborizándome sin saber por qué – Pasaré a buscarte a las doce.
Nos separamos y yo me encaminé a l río. Mi libro era tedioso, o me lo pareció en ese momento, y pronto lo dejé de adorno junto a mí.
Tendido en una piedra, me dediqué a contemplar el agua, los árboles, el grácil ondear de los sauces. A cierta distancia, dos muchachas se pusieron a lavar ropa, riendo y haciendo comentarios. No me veían. Yo no sabía nada de ellas, ni de lo que hacían. Era un extraño.
De pronto pensé que yo siempre era, un poco, un extraño: en el colegio, donde no practicaba deportes; entre las chicas, con las que me portaba evidentemente desabrido; incluso con mis escasos amigos, de quienes nunca faltaba algo que en algún instante me apartara.
"Un foso – Me dije – Un lienzo. Un anillo."
Traté de reprocharme a mí mismo: Lo hacía por ser original, por ser distinto. Y no. Yo sabía que era cosa de adentro. Ese reproche podrían hacérmelo otros, desde afuera. Otros que no me conocieran ni comprendieran que ser distinto no equivale necesariamente a ser superior, ni es siempre una halago para la vanidad.
Una de las muchachas rió, cuchichearon, lanzaron unas claras carcajadas. Me habían descubierto y, por algún motivo, se burlaban de mí. No me importó: incluso me resultaban simpáticas. Me levanté, no obstante, y me fui, porque no era capaz de contestarles cualquier cosa, o de ponerme a tono con ellas.
Mi padre me esperaba, paseándose, frente a la fachada de la bodega.
- Acabo de encontrarme con Granger – Anunció – y lo invité a almorzar para mañana, con su hija. Le pediré permiso a don Richard para llegar algo más tarde. Tú los acompañas, después, hasta Castuera en el taxi. Deja a Steve hablado desde hoy.
- No se te ha ido un detalle. Parece que lo ha pensado todo.
Se encongió de hombros.
- No he hecho otra cosa que devanarme los sesos desde que nos separamos Granger y yo. No sabes…
- …lo que te desagradan estos compromisos – Completé.
Me miró, con un gesto divertido.
- Bueno – Dijo – Parece que sí sabes.
ooooooooooooooooooooo
A las seis de la mañana nos encontrábamos todos en pie, arreglando la casa. Mientras Clara pulía las bandejas de plaqué y los candelabros, mi padre y yo cambiábamos de lugar los muebles, disimulando rincones desdorosos, alguna tabla hundida, un rasgón del empapelado. Parecía que el pobre miraba por primera vez nuestros cuartos escuálidos y sombríos. Y era que por primera vez los veía con ojos ajenos, de afuera. Con los ojos del general.
- Tuve que invitarlos – Repetía, entre excusándose y tratando de conformarse – Había que cumplir. Pero sin hacer los arreglos…
"Los arreglos" era un tema mitológico al que volvía de tiempo en tiempo. El no lo sabía tal vez, mas esos arreglos no se harían jamás. Jamás se resolvería a hacerlos. Era que, aparte de los inconvenientes de orden práctico (falta de dinero, de calma, de orden mental), había en la casa algo que cuadraba con él, conmigo, con el recuerdo de mamá. Un algo vago, aunque misteriosamente bello y profundo.
- ¡Por Dios esta alfombra! ¡Y ese cojín!
- Vaya, papá, no te preocupes. Son cosas antiguas. Tienen mucho más valor que unas bagatelas modernas sin gusto a nada. Tienen personalidad.
Mi padre reía en medio de su azoro.
- Sí, personalidad y polilla. Sobre todo polilla.
Me invadió un sentimiento cálido, de ternura, hacia él. Éramos, pensé, un par de náufragos ordenando nuestra isla para recibir una inesperada visita.
No quise abrir yo la puerta. Dejé ir a Clara. Lo primero que oí fue la rotunda voz del general:
- Buenos días. ¿Aquí vive Lucius Malfoy?
- Sí, señor…; sí, señor general – Contestó Clara, turbada. Ella no había visto nunca a un general.
- Pasen, por favor – Agregó – El caballero no ha llegado pero el niño está en el salón.
"Niño" y "salón" eran términos tan inversamente desproporcionados, que me produjeron una mezcla de vergüenza, de rabia, casi de angustia. Además, me irritaban unas "s" y unas "d" nuevas que aparecieron en el habla de Clara.
- Ah, cómo estás, muchacho.
- Buenas tardes – Saludé.
Hermione no me dijo nada. Me tendió la mano en silencio, de una manera especial, pensé; lenta, pero con una lentitud apenas fracciones de segundo.
- Siéntense – Les invité – Mi padre aparecerá de un momento a otro.
Nos sentamos. Se produjo una pausa algo tirante, que fue rota por el general:
- Harto muertos estos pueblecitos.
Yo me sentía un poco agresivo. Quería demostrarles, a Hermione y a él (a Hermione sobre todo), que no era un niño y que no me importaba que esta pieza no fuera un salón.
- ¿Por qué muertos? – Objeté – Sin duda que son tranquilos…
- Con la tranquilidad de la tumba. No se ve a nadie… la gente pasa encerrada, por lo que parece… Su hay gente. Y se divisan pocos autos, comercio flojo. Nada. Nada que hacer. Ninguna diversión. Nada.
- Eso depende de cada uno. A mí jamás me falta qué hacer: tenemos bonitos paisajes, la playa es agradable, están las ruinas españolas. Y, por último, con un buen libro…
En ese momento llegaba mi padre.
- Tu chiquillo es un pequeño filósofo – Comentó el general. Decía "un pequeño filósofo" como quien dice "un pequeño haragán".
- Sí, es todo un filósofo.
Mi padre pronunció la frase con cierto orgullo risueño que me halagó, aunque luego me produjo bochorno, pues recordé que Hermione estaba presente.
- Haría falta un regimiento aquí.
- Hombre, Dios nos libre – Protestó papá.
Pero su amigo no recogió el guante, creyendo que se trataba de una broma.
Pasamos al comedor. Mi padre se veía corrido, poco dueño de sí. Una mirada del general en redondo agravó las cosas. ¡Cómo habría deseado yo poder prestar alguna ayuda a papá en aquellos momentos! Salvarlo, rescatarlo de su absurda tribulación. Nos sentamos. A mi silla le flaqueaba una pata, por lo que debí pasar la mayor parte del tiempo en una sola, tiesa postura, evitando cualquier movimiento.
Sin embargo, no estaba a disgusto. Me agradaba ignorar a Hermione y, no sé por qué, sabía que ella lo notaba. "Toma, para tu novio", gruñía en mi interior, con cierto gozo de chico taimado. Ofrecía el pan o el vino primero al general, en seguida a papá, luego a ella. "Usted no es la dama en esta mesa: es la niña"
¡Y Hermione entendía, entendía, lo habría jurado! Cada matiz.
La conversación, después, fue un poco tensa. Mi padre seguía inquieto, demasiado consciente de sus actos y sus gestos. Pensaba, de seguro, en que debía marcharse ya al trabajo, que llegaría tarde, que don Richard…
- ¿Estudia tu hijo? – Inquirió el general.
- Sí, humanidades. Este año termina.
- Ajá: un hombre hecho y derecho.
Pausa.
Miré a Hermione de reojo. Observaba un retrato de mi madre que había sobre una repisa. Me habría gustado (no sé por qué) decirle que mi madre era hermosa, mucho más de lo que ahí podía apreciarse, y que era inteligente y era buena. Pero eso habría resultado fuera de lugar. Además, yo apenas había conocido a mamá, en realidad.
Mi falta de costumbre de beber vino a la hora del almuerzo hizo que me viniera una torpeza invencible y una especie de mareo; un como estar en el aire, y sueño, sueño, sueño. Habría pagado por dormitar un rato.
- ¿Qué se cuenta en Santiago?
- La pregunta, tan frívola, no parecía salida de los labios de mi padre.
- Ahí están las cosas; igual. Suben los precios, hay desorden, mala administración. Ya no existe autoridad para nada.
- Hum – Asintió papá, distraído.
Yo creo que en ese momento le era indiferente que hubiese o no autoridad en el país. O que subieran o no los precios. Cualquier cosa que no fuese su propia inquietud por regresar a la oficina, y por hacerlo sin aparecer desmedrado ante su amigo el general.
La charla se arrastró unos minutos más, penosamente, y al cabo mi padre se excusó por verse obligado a dejarnos. Alegó que tenía "un asunto urgente" esperándole.
- El esclavo del deber – Se mofó su huésped, poniendo, sin querer, el dedo en la llaga.
- Sí, sí – Comentó él, en tono que se me antojó de inyecta sonrisa.
Luego les ofreció mi compañía hasta Castuera. Aunque era innecesario (más bien un gesto de excesiva cortesía), Hermione y el general aceptaron.
- Claro – Convino éste – Que venga y tome un poco de aire de mar. Le hará bien, porque está pálido.
Transformaba la gentileza de mi padre en una especie de favor hacia nosotros, pensé. Como si el aire del mar le perteneciera.
El automóvil de Steve despojó cualquier encanto a nuestro viaje: saltaba a causa de los baches y de sus propias, intrincadísimas fallas mecánicas, y era preciso sostener una verdadera lucha para defenderse de los resortes que emergían, amenazadores, de los asientos.
Por fin llegamos. El general se alegró desproporcionadamente, porque él – Decía – era hombre muerto sin su siestecita. Yo me disponía a estrecharle la mano y despedirme, para regresar a San Millán en el auto. Hermione, no obstante, me susurró de paso, al bajar:
- Quédese.
Nada más: "Quédese".
Dudé. En los ojos de ella campeaba la misma quieta, intemporal invitación que había en los de Madame Henriot.
- Parta no más, Steve – Resolví – Yo me iré después.
El general remontaba ya las gradas de acceso a la hostería.
- ¿Van a dar un paseo por la playa, Hermione?
- Sí, papá.
- No te atrases a la hora del té. Y acompáñanos tú, si quieres, muchacho.
Respondí vagamente. Me molestaba su tono protector, y no sabía qué hacer respecto a Hermione.
Ahora no estábamos sino Hermione y yo, solos. Y era una soledad especial, honda, porque ella me había dicho "quédese" en la forma en que se dice un secreto. Éramos cómplices de estar juntos.
Igual que la vez anterior, ella se echó a andar, simplemente.
Caminamos una, dos, tres cuadras, sin despegar los labios. Me hallaba a un tiempo desconcertado y pleno del gozo algo pérfido que disfrutara durante el almuerzo, pues no se me ocurría de qué hablar, e imaginaba que ella interpretaría mi silencio como una actitud deliberada (comparable a una frase dura), o mejor aún, como simple tedio.
- Lléveme a las rocas – Me pidió de pronto.
Sin razón, me enorgulleció que lo expresara así. "Lléveme". Me sentí más fuerte. Hombre.
Y cuando coerzamos a trepar y yo le ayudé, fue cual si antes no hubiera tomado su mano. Nunca. Ni al saludarla ni al despedirme el primer día. Ni al saludarla hoy. Nunca. Habría prolongado por una eternidad cada segundo. En un momento nos quedamos de pie sobre un rellano, muy cerca uno del otro, nuestros costados tocándose apenas, el pelo de Hermione cosquilleándome, su respiración y la mía fundiéndose.
Cerró los ojos. Inmóvil. Inmóviles.
Cinco o diez minutos debieron de pasar. El corazón me latía desmandado, con angustia. Lo percibiría incluso ella, pensé.
Y pensé: "No me importa: la quiero".
Cinco, diez minutos. Quizá más.
Hermione abrió los ojos, se volvió a mí. Tenía una expresión muy seria. Sentí que me sumía en sus pupilas, y que eso me producía vértigo.
Un ave marina graznó en lo alto.
Hermione alzó la vista, cual si el ave tuviera una enorme importancia. La bajó, luego. Pausadamente. Seguí su mirada, que se detuvo en el anillo.
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¡Hola!
Muchas gracias por los reviews que me han enviado y también espero que este capítulo tenga buena acogida… poco a poco la cosa va poniéndose buena…
Estoy feliz… jeje, se nos viene el estreno de GoF! Y creo personalmente que estará espectacular… además ha sido uno de los libros que más me ha gustado, tiene muchas cosas, el campeonato, el torneo, uh!... será emocionante… y además con dos integrantes del grupo Radiohead en la banda sonora y en el baile de Navidad )… Espero, sinceramente no desilusionarme, pues he estado preparándome para este estreno hace muuucho tiempo… ¿cómo? Ya sabrán que voy a esta Sociedad de Harry Potter… así es que ya nos conseguimos un cine para adornarlo y ver ahí, ojalá, un pre estreno…
Ahora quiero responder a los lindos reviews…
Dazabeth: Hola!... uf!... si, como dije en "Némesis", espero que sean bien aceptados estos cambios, pues he dado vuelta todos los esquemas xD, Draco no es soberbio, tiene un padre humilde, Hermione vive mejor que él y su padre si que es "cuadrado"… y eso de la nada… y es que como habrás visto en el Disclaimer, esta historia más que nada tiene un cambio de nombres; es una historia que me gusta mucho que decidí compartirla con ustedes y al terminar la historia completa, podrás darte cuenta por qué no he podido agregar magia, ni hacer que las familias fuesen distintas… porque está lleno de detallitos que si los muevo, cambiarían la historia y no tendría gracia. Y volviendo a lo de que es un libro… jeje, creo que falta mucho para que yo logre escribir así xP… pero me encanta que te haya gustado la trama, o al menos lo que vas descubriendo de ella… Uh! A mí el colegio también me quita mucho tiempo! Imagina que la "semana del colegio" no fue semana, si no un día y el siguiente, que era sábado, tuve que ir también porque era el segundo día… ¿No será un abuso hacer que no podamos disfrutar de las alianzas si no es un sábado?... así es que he estado con obligaciones de aquí a allá, organizando y diseñando trajes y corriendo para ganar buenas notas… xD y así todo creo que vamos segundo lugar… snif!. Bueno, te agradezco mucho tu review y no te preocupes si te demoras (con un review por cap me conformo xD.. jeje) yo te entiendo… nos vemos entonces.
Ifositamalfoy: Hola, eres nombre nuevo jeje… gracias por tu review y espero que este cap también te haya gustado… nos vemos!
Aixa Beautiful AndDanger: Hola… que rico que te esté gustando… y… uhm… sobre las muertes, tendrá que verse… pues nadie sabe aún como seguirá la historia. Gracias por leer Némesis! Espero que también te esté gustando… haré lo que pueda, ojalá no demore, pero el colegio me tiene loquita xD… Bueno, nos estamos escribiendo, como dijiste… así es que espero tu review de este cap para saber qué te pareció… bye!
Autumn's: Hola. Gracias por el review, ojalá te siga gustando el curso de la historia y sigas leyéndola, espero volver a verte por aquí y que me digas qué te parece este cap… nos vemos!
Susan Evans: Hola! Evans! ¬¬ jojo… como va todo niña? Estás conectada a escondidas o te dieron permiso? Muajaja… te cuento q estoy escribiendo esto el sábado éste en el que el día amaneció tonto, garugando en plena primavera… quien entiende… seps, y tu debes estar en el cole enterándote de los puntajes de las casas, y yo no me enteraré si no hasta mañana… asiq wenu… para que fuese sorpresa no le mostré este cap antes… y te dejo aquí porq ando ociosa y quizás qué cosas diga xD. Besos.
Muchas gracias!... Espero sus opiniones!
-Atropo-
MOD
